No sé si mejor o peor pero esta vez los he dibujado con color y esforzandome mucho como ya hiciese con el dibujo para Tamy ^^ Me es una imagen complicada pero maravillosa de esos dos X3 Es el destino, las imagenes que más me gustan son muu complicas... Aún así espero que os guste
NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
No pensaba alargar mucho el FanFic de Quimera pero bueno, voy a añadir una tercera parte más ^^ Me tiraría horas y horas escribiendo sobre Zell, Rezo y Eris XD Y ya que Amber, Astbury y yo coincidimos en que ella debió de ayudarle como le ayudaría en un montón de otras cosas pues en mi historia al ser la que encontró la solución, Rezo le concederá el honor de ayudarle pues tiene que seguir los pasos que se dan en el librillo ^^ Esta vez me gustaría escribirla desde el punto de vista de Rezo ^^
Mientras regresabamos a nuestro cada vez más pequeño pero apacible hogar, Zelgadiss me relataba con gran placer que había comenzado a aprender tecnicas más complicadas de la mano de uno de mis hombres, desde luego, del que menos me lo hubiese esperado, Zolf.
-Increible. -Murmuraría el caballero caido Rodimus arrugando la frente mientras Zolf, sacando pecho, me lo afirmaba con orgullo:
-Así es, Mi señor Rezo. Rodimus no es el único maestro con la espada. -
Sin embargo Dilgear, mi fiel Dilgear no parecía muy hablador. Su mente debía de encontrarse muy lejana, por lo que quise saber su opinión al respecto.
-Dilgear, ¿A tí qué te parece que Zolf comparta sus conocimientos con Zelgadiss? -
Espere su respuesta sin enojarme, al rato, una bronca y en principio, aterradora voz surgió desde detrás. He de decir, que de entre todos mis hombres, Dilgear, como primero en aceptar ese deber, ha sido mi más fiel compañero, lo cúal teniendo en cuenta su naturaleza dispar, es de agradecer. Su respuesta sería:
-Si a Mi señor Rezo le agrada, a mí me agradará. -
Dilgear era un individuo cauteloso. Me hubiese gustado encontrarlo en otras circunstancias. Supé que el camino se acabaría pronto cuando llegó a mí el fuerte olor a rio. Noonsa, otro de mis hombres, no solía caminar muy lejos de la cabaña pues esa era la zona más cercana al único rio que había en el bosque. Al instante pude oir como Noonsa se acercaba a nosotros.
-¡Bienvenido de nuevo! ¿Le ha ido todo bien al Señor de Noonsa hoy? -Exclamaría al colocarse frente a mí.
-Sí, ha sido una mañana muy productiva. -Le respondería con una sonrisa siendo el único en encontrarse tán cerca de él.
Al seguir avanzando, el aire se tornaría con un olor más agradable. Probablemente fruto de todas las hermosas y perfumadas flores salvajes que la sacerdotisa Eris traía a mi hogar. Eris me acogió de inmediato pues la vieja puerta emitió un leve chirrido al ser abierta. Trabajar en Seillune fue todo un privilegio pero sinceramente, lo que hacía allí podría haberlo hecho desde aquí. De todos modos, antes de abandonar El reino de Seillune, le indique a Su majestad, El rey Phillionel, que si ocurría algo grave, tán sólo tendría que mandarme un golem contandome el problema. No me siento agusto trabajando tán sólo en un lugar, teniendo a un joven como Zelgadiss enrabietado por no serle permitido visitarme.
-¿Puedo saber en que piensa Mi señor Rezo? -Me preguntaría Eris sentandonse con la elegancia que distingue a una sacerdotisa de cualquier otra dama a mí lado. -Se le ve tán preocupado. -
-Pensaba en las palabras que un amigo me dedicó una vez. Ahora comienzó a comprender lo acertado que estaba. Un hombre, por muy poderoso o por muchas responsabilidades que poseía, tán sólo es un hombre. -Le contesté acariciando algunos mechones de su enmarañado cabello. -Creo que me convendría revisar mis prioridades. -Añadí y levantandome, camine hacía la habitación que compartía con Zelgadiss. Zelgadiss era lo único que me quedaba de una familia a la que no pude atender como bien me hubiese gustado, cuando descubrí que eramos parientes, no dudé, lo llevé conmigo aunque eso a la larga me trajese problemas. Aunque aquello me haría pecar contra Mí Dios y me ganase su desconfianza, acepte usar la magía tál y cómo el librillo encontrado por Eris explicaba. Cuando Eris se aproximó a mí, una sensación extraña y desagradablemente agradable me inundó. Ella, aún sin decir palabra de ello, debía de estar sufriendo una gran desolación en su corazón.
-¿Mi señor Rezo? -Me preguntaría con voz tremula.
-Eris, ¿serías tán amable de ayudarme a modificar el cuerpo de Zelgadiss? -
Una vez hecha esa pregunta, la decisión sería irrevocable. Lei Magnus no sería el único que rompiese unas cuantas normas. Aquella misma tarde nos pondríamos manos a la obra. Eris leería para mí las indicaciones una y otra vez, las veces que fuese necesario y me describiría detalladamente las ilustraciones sin embargo como no había ninguna aclaración con respecto a algunos pasos, tanto Eris como yo nos vimos obligados a usar nuestra imaginación. Otros pasos serían suprimidos pues me parecieron crueles e innecesarios. Había otra clase de formulas para crear una quimera pero eso implicaba usar una magía denominada transmutación. Lo que más me sorprendió a la vez que horrorizó fueron los multiples consejos que se mencionaban para que esa criatura fuese leal. Durante el tiempo que tardamos en encontrar los materiales necesarios que requería la modificación que planeamos, en Zelgadiss nacería la impresión de que le estaba dejando de lado, que trataba de alejarle de mí lado porque ya no sentía aprecio hacía él. Lo ví como un castigo enviado por Dios pues todo acto tiene consecuencias. Se volvería tán callado y lejano como los primeros años que empezó a vivir conmigo.
-¿Por qué te comportas así, Zelgadiss? Nuestro señor Rezo sólo esta intentando hacer lo que considera mejor para tí. -Le comentaría un día Eris a un Zelgadiss que no hacía otra cosa que estar tumbado en la cama con los ojos fijos en el techo. -Él te quiere tanto... -Le iría a decir pero Zelgadiss con lagrimas en los ojos le gritaría:
-¡¿Y por ese motivo ya no desea estar a mí lado?! ¡Lo que dices no tiene sentido! -
Y no habiendo peor ciego que aquel que no quiere ver, esos sentimientos desembocarían en otros peores. Con todo lo que yo me esmero para no decepcionarle, para que nunca se vea obligado a odiarme pensaría Zelgadiss cogiendo su espada, el objeto más valioso que poseía pues fue un obsequio mio colocandose en la posición inicial listo para lanzar bravas estocadas a un árbol.
-Es tán cabezota y tán egóista. Nuestro buen señor Rezo no debería preocuparse tanto por él. -Exclamaría Eris observandolo regresar desde la ventana pero consciente de que si la transformación era un exito, no volvería a verlo murmuraría. -Pero supongo que yo me sentiría así si de repente la persona que me ha cuidado y me ha querido durante tantos años comenzase a apartarme de su lado, aunque fuese por mí bien. -
No sé que fue más difícil si convertirle en esa criatura llamada quimera o dejarle encerrado tanto tiempo con ese vaíven de emociones dentro, acreciendo en él un rencón que sólo complicaría su nueva vida. Mientras lo sumía en lo que sería un largo sueño, le rogué a Dios que algún día fuese capaz de perdonarme y que pudiese encontrar la felicidad como la había acabado alcanzando Dilgear.