NOTA DEL AUTOR (O AUTORA):
Los personajes de la saga Final Fantasy son creación exclusiva de Square-Enix (Squaresoft) y sus respectivos colaboradores
Historia narrada en tercera persona n_nU
Esta es una idea que tuve inspirada por un fic que leí de uno de mis autores favoritos pero sin nada que ver, sólo Kefka jugando un poco con la paciencia de Leo...
Pre-Canon
FanFic Final Fantasy VI
Molestia aparte
-Ten, querida, quiero que me digas el minuto exacto en que el bueno de Leo abandona mi despacho. - La joven de poca estatura y delicada figura cubierta en ropas rojas escuchó la indicación de su superior, también dueño de una rubia y larga melena recogida en una coleta alta por un fino hilo cubierto de coloridas perlas y varias plumas de diversos tamaños y fuertes colores enganchadas mientras tomaba entre sus pálidas manos el objeto que le era entregado. Un bello reloj de mano.
Ella levantó la mirada y asintió.
-¡Buena chica!- Exclamó acariciando con sus dedos largos y delgados su cabeza repleta de rizos dorados que trataban de descender por su aniñado rostro. Ella se limitó a emular la gran sonrisa del pequeño hombre y sin soltar el reloj se quedó sola junto a la elegante puerta de madera pintada con bordes dorados.
Kefka no se molestó en llamar o anunciar su presencia al otro, concentrado en la lectura de múltiples papeles amarillentos con pequeña letra negra redactados a maquina. Junto a éstos, una sencilla taza de humeante café estaba sobre la rectangular mesa. El rubio frente a él examinaba su frente, siempre excesivamente arrugada para una persona de esa edad. ¿Qué podía hacer para captar su atención? Pensaba ladeando su cabeza a un lado con el dedo índice aún sobre sus labios coloreados con esmero de rojo carmín. De igual velocidad que la idea brotó, el individuo sentado en el sillón fue sacado de sus pensamientos al oír el desagradable sonido emitido por la porcelana chocando contra el suelo, dejando meros trozos y el oscuro liquido impregnándose en la lisa superficie.
-¡Oops! -Dijo Kefka cuando por fin los ojos marrón verdosos de Leo se quedaban fijos en él y apoyándose en la mesa sin ningún pudor, mejilla contra una mano cerrada, agregó. -Ahora que parece que tengo tu atención, ¿puedes explicarme que haces en mi despacho? - Sus cabellos caían gráciles sobre su hombro bajo la gran solapa de su gran chaqueta dividida en dos colores; rojo y amarillo.
Leo suspiró dejando sobre la mesa el papel que sus dedos aferraban, entrelazándolos mientras sus codos también eran apoyados en la mesa respondió con contenida calma:
-En el letrero de la puerta se lee claramente Leo Christophe... ¿Tanto te cuesta aceptarlo? -
-No puedes hacerte una limitada idea. -Replicó susodicho sentándose encima de la mesa, quedando así ligeramente más alto su rostro que el de Leo. -Además sabes muy bien que este me pertenecía desde un principio, como el general de más rango entre los dos. -Agregaba dando suaves toques con el borde de sus largas uñas a la mejilla del otro, provocador.
El soldado de morena piel pareció querer replicar, elevando un dedo para señalar pero al instante de abrir la boca la cerró. Kefka rio victorioso y exclamó:
-¡Exacto! Por lo que, ¿qué esperas para irte? -
Recobrando el espíritu pero dispuesto a obedecer, hizo una pequeña puntualización sonriendo:
-No obstante, como secretario del Emperador te correspondería el despacho que está por esa zona, cerca del Emperador... De todos modos, me iré a otra parte. -
Y levantándose recogió todos los papeles extendidos en la mesa, juntándolos los guardó en una fina carpeta de cuero y junto a su larga chaqueta verde oscuro abandonó la habitación consciente de la mirada furibunda en el otro que había entrecerrado sus bonitos ojos azul claro y torcido el gesto, cruzado de brazos.
Al abrir la puerta y hallar a Terra, la que tuvo que dar un paso atrás para que él pudiese avanzar, la saludó amigablemente.
Hasta que la figura del soldado no desapareció de su vista, Kefka no indicó a la joven también a considerar soldado que entrase, cerrando la puerta tras de sí aunque claramente molesto por la renuncia del General Christophe, él quería saber cuanto antes el tiempo que le había llevado echarlo. Formaba parte del juego, cada día apuntaba en uno de sus cuadernos los números que ella le comunicaba y los comparaba. Era entretenido fastidiar al bueno de Leo, poner a prueba su paciencia como la de todos los demás le comentaba a la chica sentándola en su regazo ya habiéndose acoplado al elegante sillón de madera y respaldo de tela mientras tomaba el reloj de sus manos a fin de guardarlo.
MARY (MARYXULA)
jueves, 14 de enero de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario