Estoy más que deseosa de que llegue mi hermana con mí camara de fotos, así, ahora que hay que arreglar la impre-escan, podré hacer fotos a mis dibus y ponerlos de nuevo aquí y en el DeviantArt ^^' Sólo puedo ofreceros historias o nueras, perdonadme...
Welcome to Hell -Kuroshitsuji FINAL
Hay personas que jamás querran salir de su demencia, de su irrealidad aunque esa irrealidad, tarde o temprano deba venirse abajo dolorosamente, Henry, era de esas personas. Sí, le he llamado Henry y eso es señal de que ahora que está muerto o a la espera de ello, no me asusta tanto. He visto lo que hay detrás del mostruo y creedme, no era para tanto, claro que los niños tienden a exagerar...
Llegue al abandonado edificio acompañado por ese mayordomo literalmente infernal y ambos supimos que era en ese instante o nunca. El lugar apenas estaba iluminado, tán sólo por los debiles rayos de un sol que comenzaba a ocultarse en el horizonte, confiendole a las amplias habitaciones un aspecto aún más sombrío.
-¡Sal y muestrate! ¡Hemos venido a jugar un rato! -Le reté alzando la voz con rabia contenida.
-Os esperaba. Uno de mis mejores amigos ya me advirtió. -Dijo él con voz triunfal surgiendo de
entre las sombras. Tanto su manera de hablar como el aspecto que pudimos entrever fue muy teatral. Si no fuese porque había ido expresamente a darle una paliza me habría puesto a dar sonoras palmas. Sebastian, así se hacía llamar este mayordomo tán particular, comenzó a acercarse a él. Para él debía resultar un enemigo interesante pero al verle sacar una serie de finos y afilados cuchillos de entre los dedos, supé lo que pretendía. Se estaba preparando, podríamos ponernos a pelear en cualquier instante pero lo que Sebastian no sabía era que a este tipo le gustaba golpear. No había usado un arma de ninguna clase en su vida para esos fines. Escuché sus nudillos crujir a pesar de encontrarse elegantemente enguantados. Sebastian suscitaba su curiosidad. ¿Sería debido a esa unión tán fuerte que mantenía con el chiquillo? Sí, así era debía de estar muy celoso.
-Si le matas ahora, no sabremos donde estan los niños. -Le recordé viendole sonreir maliciosamente, con sus ojos tornandose de un rojo sangre muy brillante.
-Me lo figuro pero puede ser divertido sonsacarselo, ¿o no? -Me sugirió sin perder esa mueca en su rostro tán pulcro y palido. Asentí soltando una suave pero pícara risita. Ciertamente era un ser demoníaco. No hubo más que hablar, los dos nos lanzamos hacía él pero nuestro agíl Titiritero, dando un acrobatico salto esquivaría nuestro primer ataque. ¡Por supuesto! No debía olvidar que él también había formado parte del Circus Circus y talento de sobra desplegaba. Cuando posó de nuevo sus pies sobre el sucio suelo de madera había ido a parar a una distancia más larga de la en la que antes estaba. Aquello molestaría a Sebastian, quien se creía muy certero. Las palabras que le dedicaría le harían gruñir aún más disgustado.
-¡Sois buenos! ¡Mis felicidades! -
-¡¿Acaso lo dudabas?! -Le gritaría corriendo hacía el con gran velocidad dispuesto a clavar alguno de sus cuchillos en su piel sin obtener un resultado satisfactorio ya el Titiritero también poseía gran fuerza en brazos y piernas, lo que lo hacía más rapido que muchos humanos. De ahí que se diga que el ejercicio fisíco es bueno. Mientrás esos dos se batian, silenciosamente camine para salir de esa sala. Si le conocía como le conocía habría una sala en la que sólo podías encontrar a sus anteriores victimas. Pensar que yo podría haber sido uno de esos niños convertidos en muñecos me dió escalofrios. Por fortuna, no encontré entre ellos a la sobrina de Williams ni a los otros dos. Al salir, una malvada idea se apoderó de mí. ¿Qué pasaría si rompia sus muñecos? Se enfurecería, sin lugar a dudas. Al cabo de un rato, en otra habitación de grandes dimensiones encontré a las chiquillas, ambas iban vestidas con hermosos e imaginativos trajes con adornos plateados o dorados. En sus rostros se apreciaba purpura de similar toque. Al principio, mordiendome un poco el labio inferior, me preocupó encontrarlas muertas por lo que camine lentamente hacía ellas, que estaba tumbadas boca arriba sobre la única cama que ahí había.
-¿Q-Quién eres? -Preguntaría la más valiente de las dos al abrir sus ojos y entrever mi alta figura.
-Tranquilas, no soy él. -Les aseguré. -He venido a sacaros de aquí, antes de que sea demasiado tarde. -
Las niñas se incorporaron con difícultad. Una de ellas parecía más rubia que la otra pero ambas eran bastante lindas. En un principio no confiaron del todo en mí pero cuando dije que había venido con Sebastian, la rubia exclamó:
-¡Entonces eres de los buenos! -
Y una gran sonrisa se dibujaría en su rostro. Antes de coger a cada una llevandola en cada brazo, les pedí que contuviesen su alegría. Si el Titiritero nos pillaba, me vería obligado a pelear con él frente a ellas.
-Niñas, a partir de ahora jugaremos al juego del silencio. Quien aguante más tiempo callada, ganará un hermoso premio. -
Las niñas obedecieron mirandose con ojos competitivos. El Titiritero no era él único que se conocía la casa de rincón a rincón, por lo que no presentó un gran problema encontrar una salida fiable lejos de la entrada. Susanne fue la primera en salir y haciendolo, le dije:
-Ve a la mansión de tú tio y dale esto. -Le susurré al oido haciendole entrega de un pequeño papel debido a las multiples dobladuras que le hice. Ella asintió con una sonrisa firme y se escabulló como pudo. Convencer a la señorita Elisabeth de que debía irse sin su querido Ciel, fue más complicado. Llorosa, negaba energícamente con la cabeza. Tomando sus manos entre las mias tuve que hacerle esta promesa.
-Preciosa, te aseguro que antes de que te des cuenta, Ciel y tu volvereis a estar juntos. Hazme caso, es mejor para ambos, que te vayas ya. -
Con el maquillaje corrido a causa de las lagrimas que no cesaban de salir y la purpurina desvaneciendose, me trajó un tragico recuerdo. Susanne regresó y se la llevaría cogida de la mano.
-Buena chica. -Le hice saber en un último susurro.
Como me imaginaba el niño estaba en la que vendría a ser su habitación, al igual que la atormentada RoseLee. Los bruscos golpes que se podían oir de vez en cuando a lo lejos me indicaban que la pelea de esos dos estaba llegando a su punto más culminante. Tenía ganas de saber cómo irían pero antes había que cumplir una promesa, no me gusta que me tachen de mentiroso o traidor. El chico se encontraba aún más drogado que las chiquillas pero todavía no había sido asesinado. Era asombroso lo mucho que nos pareciamos, tomandolo en brazos, lo llevaría hasta la misma salida que habían usado las niñas. Claro que colocando una manta de oscuro color sobre él lo oculte lo mejor que pude hasta que pudiese entregarselo a Sebastian, su mayordomo.
Por mí parte no hay gran cosa que contar más. Contemplando a la pequeña e idolatrada RoseLee, me sentaría frente a ella con gesto pensativo. Yo, de niño, la consideré humana y eso me costó unas horas más en las manos de su terrible hermano pero ella no tenía la culpa. Ella fue su primera victima y su alma debía de estar tán llena de remordimiento y pena que por eso su rostro no parecía cambiar esa expresión de sufrimiento espiritual. Acariciandome la frente con algunos dedos, como iluminado, vería el punto flaco del Titiritero.
-¡Sebastian! -Grite corriendo con RoseLee tomada de un brazo. -¡Ya he solucionado parte del problema! Así que apartarte de él y dejame que sea yo quien termine esto. -
Los dos se detendrían mirandome fijamente. Tanto el Titiritero como Sebastian empezaban a mostrar un aspecto lamentable, uno lleno de golpes y el otro, con sus ropas rasgadas y finos chorrillos de sangre que caían desde los finos cortes, habían llegado, sin duda a ese momento en que todos deseamos que uno de los dos venza definitivamente al otro. Con RoseLee aún agarrada, me ví obligado a insistir:
-¡Venga, Sebastian! Es una oferta muy buena, además ya verás como al crio no le pasa nada. Deja que me ocupe de ese cabrón por tí. -
-No hasta que me diga dónde se encuentra mí señor. -Contestaría el mayordomo, tán fiel y firme que casi me conmovió. Meneé la cabeza, diciendo:
-¿No te das cuenta de que aún matandolo y luego resucitandolo no te lo va a decir? -
Y me fuí a esperar que lo matase. Rodeando el edificio me coloqué junto al señorito Ciel, todavía totalmente tapado y sentandome colocaría a RoseLee en mi regazo.
-Ojala pudieras hablar... -Le diría acariciando su suave y abundante melena rojiza con la luna como único espectador. A media hora o así, una oscura figura se adentraría al edificio con el proposito principal de proteger a Henry. Tál y cómo pude deducir Henry era importante para Williams.
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