Esta historia, os he de advertir, es de las fuertes pero espero que os guste y no seas muy duros conmigo por ello pues como tantas veces digo, procuraro ser lo más sútil posible en ciertas escenas... No sé porque pero se me ocurrió un día que el perfído Chaos hiciese un trato con Yue antes de que Petición actuase LOL (Yue me parece más sensible e inocente que Chaos por lo que pensé que sería interesante que interactuasen un poquito como la representación de un angel y un diablillo <3)
Contada en primera persona. La primera parte, que son divagaciones de Caos, por ese personaje y la otra, por Yue ^^
Los personajes de CardCaptor Sakura pertenecen a CLAMP ^^ El resto son cosa mia
Dedicada especialmente a Chocolate-con-menta, Tsuki no Youkai y Melissa-yueirishu, grandes fans de CardCaptor Sakura y grandes escritoras de FanFics ^^ (Sin olvidar decir, que admiro muchísimo sus obras, esfuerzo e imaginación)
"Un capricho se diferencia de una gran pasión en que el capricho dura toda la vida." - Oscar Wilde - Dramaturgo y novelista irlandés
FanFic Crossover
CLAMP - Welcome To Hell
El trato
Era tán bello como repúlsivo. Apoyado sobre el descendente tejado de una vivienda de grandes dimensiones, no muy lejos de un ventanal en cuyo interior escasa luz dejaba entrever dos siluetas que se movían a vertiginoso ritmo como si danzasen una melodía que sólo ellas pudiesen escuchar, yo no necesita asomar mi cabeza junto a él para contemplar lo que esos dos individuos se proponían pero al parecer, ese ser sí pero con brusca rapidez giraba su cabeza enderezandose. Esos repetidos actos me causaron gran entretenimiento. No concebía a ese ser tán mojigato pero por otra parte, su mojigateria me vendría bien. Al fin y al cabo, como había ido aprendiendo por mí mismo, tarde o temprano llega el momento de tomar al toro por los cuernos, si en verdad, deseas obtener lo tán anhelado. A medida que me desplazó mediante largos y acróbaticos saltos de tejado en tejado hasta acabar frente a él, cerrando los ojos, me esfuerzo por recordarle pero supongo que los recuerdos que se han mantenido en mi memoria son tán feos y turbios que cuesta encontrar alguno en que él aparezca por lo que las imagenes se suceden como escenas de una película sin posibilidad de ser rebobinada.
Flash Back
-Hola pequeño. -Un hombre muy alto y de cabellos rojizos como los mios exhibiendo una gran sonrisa me diría, al chocar yo contra él sin darme cuenta. -¿Te has perdido? -Preguntaría arrugando la frente mientras se arrodillaba para mirarme a los ojos.
Asentí sonrojado, lo que haría que el hombre soltase una suave risa antes de añadir:
-Bueno, si tu quieres, podría ayudarte a encontrar a la persona con la que has venido. -
Mirandome los pies, cubiertos por unas botas de fina piel roja con grandes cuadrados negros recosidos, no supé que respuesta darle. Apenas le conocía, en realidad, apenas conocía a alguien en aquel lugar tán abarrotado de gente a lo ancho de la espaciosa sala, pero él deseaba ayudarme. Alzando mi voz todo lo que la timidez me permitió, queriendo confiar en él, le hice saber el nombre de la única persona que conocía, aún estando rodeados de un incesante jaleo.
-¡Viktor! -
-¿Viktor? -Repetiría él con expresión pensativa.
-¡Sí! ¡Viktor, el ilusionista! -Le afirmé dando un pequeño bote con los dos pies juntos, esperanzado.
El hombre tomandome de la mano me prometería buscarlo, asegurandome que no debía de estar muy lejos ya que todos los artistas, fuese lo diferente que fuese su arte, se reunían en esa vivienda tán grande, con paredes tán de un llamativo rojo, rojo más saturado que el de mis botas o mi trajecito. No sabría decir con exactitud cuantas vueltas dimos o por cuantos rincones nos meteríamos pero si sé que cuando mis piernas empezaron a pasarme, con tál sólo tirar una vez de su chaqueta verde oscuro, él me acercaría hasta el asiento que divisó más apróximado. Dando un soplido, me dejé caer en el abultado sofá de un rojo menos luminoso que el de las paredes. Colocandose una mano sobre la frente daría algunos pasos en circulos, intranquilo o preocupado, como si se estuviese debatiendo entre algo, algo que parecía causarle alguna clase de dolor ya que sus ojos brillaban pero perdían el brillo al instante siguiente.
-¿Ocurre algo malo? -Tanteé incorporandome para levantarme del cómodo sofá.
-¿Qué? -Respondería él confuso como recíen levantado. -No, pequeño pero me temo que se hace tarde y todavía no hemos encontrado a tu Viktor. -Me contaría sentandose a mi lado mirandome con disimulada amargura. La clase de amargura con la que a veces ciertas mujeres miran a varios hombres. -Si eres tán amable de esperarme aquí, iré a dar una última vuelta por el salón. -Soltaría pasado un leve momento de silencio saliendo con agílidad del sofá para marcharse. Yo le vería irse sorprendido, sin comprender el súbito cambio que acababa de experimentar. Encogiendome de hombros, me quedé a la espera y esperé bastante tiempo, tanto que acoplandome en el sofá de nuevo, un soporifero sueño se adueñó de mí. En el mejor momento de un sueño que no conseguí recordar con claridad, la agradable voz del hombre pelirrojo me despertaría, retrismitiendome una inesperada y aterradora noticia.
-Pequeño, me temo que Viktor no está, probablemente haya abandonado el local ya pero no te preocupes, yo me ocuparé de tí esta noche. -Le escuché decirme comenzando a sentir por mi espalda un estremecer seguido de una desagradable sensación que se incrementaría más y más a cada paso que dí tomado de su mano, alejandome de ese lugar por una calle que no me sonaba. Un fuerte temblor en todo mi cuerpo se produciría nadaa más llegar y adentrarme a lo que lucía como un piso con amplías y apenas amobladas habitaciones con suelo de madera y paredes de grisaceos tonos iluminadas por la fina luz que la luna nos ofrecía. El portazo que emitió la puerta al ser cerrada a mis espaldas me sobresaltaría pero lo que realmente me alarmó de que estaba a punto de suceder justo eso que tanto temía que pasase sería al oirle hablar mientras caminaba hacía mí.
-Bueno, ahora que estamos tú y yo solos, ¿qué podríamos hacer? -
-¿D-Dormir? -Propusé con voz contenida y los ojos humedeciendose.
-¡Me parece una magnifica idea! -Exclamaría pero llevandose una mano a la barbilla replicaría. -Pero ¿no te parece un poco pronto? ¿Por qué no hablamos un poquito antes de irnos a la cama? -
-B-Bueno. -Accedí yo apretando los labios para no acabar sollozando frente a él, que me guiaría hasta el único asiento que esa habitación había. En mitad de una vieja y estrecha cama nos sentaríamos para charlar.
-¿Sabes? Me recuerdas mucho a un chiquillo que conocí hace tiempo. -Me confesaría con la cabeza levemente ladeada y los ojos entornados, traspasandome como si fuesen los dos agujeros de una pistola fabricada por un metal que hubiese sido recien sacado de la forja. -Al principio era un chiquillo tán encantador, ¡Dios! Ni te lo imaginas sin embargo ahora es tán insolente. -Me lo describía con palabras que me eran difícil de entender la mayoria de las veces mientras jugueteaba con los revoltosos mechones de pelo sobresalían por la parte trasera de mi cabeza. Me empezaba a incómodar que su cuerpo estuviese cada vez más pegado al mio, más, mi pavor me mantenía paralizado y él debía de saberlo porque lo que me dijo después era una clara señal de ello.
-Pero tú no tienes por qué ser así ¿o sí? -
Negué con la cabeza, dibujandose una perversa sonrisa en su rostro, se inclinaría sobre mí, echando todo su cuerpo contra el mío hasta que mi cabeza dió con la almohada.
-¡Au! -Se me escapó al tocar tán de repente mi cabeza con la rigida almohada pero creo que él ni se enteró, estaba demasiado ocupado posando una mano sobre mi cara mientras que colocaba la otra sobre la almohada difícultandome el poder inclinarme y abandonar la cama, que se convertiría en una especie de trampa o jaula. Teniendome bien aprisionado, con habilidad y una velocidad que crecería, esa mano que acariciaba mi rostro descendería por mi cuerpo a la misma vez que sus labios tocaban mi cuello, un chasquillo al apartarlos brevemente, me estaba besando, besos de esos con los que las hermosas damas como Charlotte se derritirían, besos que a mí me provocaban llanto, pues solían ir seguidos de una humeda y asquerosa lengua deseosa de empapar más piel, piel que estaría más abajo, protegida por el momento por el ajustado trajecito de identico diseño a las botas, abotonado por unos grandes botones plateados, botones arrancados con el único fin de que esa ropa se desprendiese de mi cuerpo mostrando más de mi clara piel. Un torrente de lagrímas emanaría desde mis ojos y un sollozo también estaría a punto de brotar negandole ese privilegio pero él con un preciso y apasionado beso lo acalló. Beso de esos llamados de lengua porque es tán intenso que las lenguas llegan a entrelazarse y al separarse dejan un delgado puente compuesto de saliva. Asqueroso pero por algún motivo, algo que aviva una chispa. Su aliento quemaba y su respiración se volvía irregular, antes de proseguir con sus sucios asuntos, me aseguró que me haría disfrutar.
-Pequeño, te aseguro que no te arrepentirás. -Me susurraría, yo me encogí lloroso y asqueado.
-P-Por favor... -Le rogué pero no serviría de nada y para mayor desgracia, hacer otra súplica podía acarrear enfadarlo con la consecuencia de que me golpease, muchos son así. colocando mis brazos y manos para alejarlo un poco pero agarrando con firmeza mis brazos, suspendiendolos ligeramente doblados, no hubo manera de que su lengua continuase con su camino. Lloré incontroladamente cuando él adentró su mano por la parte del traje que bien parecían unos pantalones cortos unidos a la parte de arriba mientras me sujetaba ambas manos con la otra mano. Cerrando fuertemente los ojos, me resistí pero no sirvió para nada, nada de lo que se me ocurría lo hacía. Chistando, me aconsejaría:
-Relájate, pequeño, así será más agradable. -
A cada suave frote que ejercía con sus dedos sobre mi... Mí... Sobre eso en vez de encantarme, que parecía ser lo único que pretendía, me ponía más tenso. No quería divertirme de esa manera, esa manera era fea y sucia, siempre acababa con los pantalones manchados. Tampoco quería tener que explicar la causa de esas manchas blancas y pegajosas como la leche caducada pero siempre acaba por suceder, como cuando te meas encima porque no puedes aguantartelo más rato. Fue por culpa de su lengua, tán retorcida y tán resbaladiza como el cuerpo de una serpiente, enrollandose a eso. Recien desnudado, trás un buen rato chillando y pataleando, me sentí verdaderamente vulnerable, desviando la mirada, respiraba fuertemente por la nariz, que estaba inundada de mocos, percibiendo como las lagrímas proseguían cayendo y arrastrando con ellas la figura negra que Viktor me había dibujado. Con la chaqueta fuera y la camisa por fuera del pantalón de palido color amarillo, atrayendome hacía él, humedeciendose los dedos pasandoles la lengua, me los introduciría poco a poco, primero uno y luego el otro, por el pequeño y apenas abierto orificio conocido como ano. Grité al sentirme desgarrar, abrazandome, él intentaría consolarme.
-Sé que duele, pequeño, sé que al principio duele pero he de hacerlo. -
Apretando los dientes, me arquearía rechazando su consuelo. Al oir claramente el sonido que produjeron sus pantalones al desabrocharse los botones que éstos poseían, supé que no me liberaría hasta haberme desgarrado por completo adentrando su eso en mí. Sobresalía como cuando un animal se dispone a avalanzarse sobre otro, su presa. Obligandome a dejarme caer sobre la cama boca abajo todo el peso de su cuerpo me volvería a aprisionar y su duro y recto eso se hundiría más dolorosamente adentro. Sus suspiros pasaron a ser algo mucho más ruidoso que taladraba mis oidos y sus palabras, se volvieron efúsivas y repetitivas. Me elogiaba o eso me pareció entender pero el último alarido no conseguí comprenderlo, con lo familiar que me era esa frase.
-¡MeEe... CoOoorrOoo....! -Proclamaría antes de derrumbarse sobre mí.
Agotado pero despediendo aún un gran calor, se quedaría en esa posición unos instantes hasta que retomando fuerzas, se apartó lentamente dejando algunas gotitas, blancas seguramente, caer desde la puntita de su eso. Me sentía tán dolorido y aturdido que ni me moví, sus últimos vaivenes habían sido tán bruscos como la intensidad de sus gritos. Ya ni lloraba, no me quedaban fuerzas y eso pareció gustarle pues habiendo recobrado la formalidad o la caballerosidad o lo que hubiese tenido antes de lo ocurrido, recien lavado y con la chaqueta encima de la camisa bajo los pantalones, tomando mi trajecito para vestirme de nuevo, diría:
-No sabes cúan feliz me hace comprobar que tus llantos han cesado. -Al sentarse y arrastrarme fuera de la cama cuidadosamente y ponerme en pie frente a él para proceder con la envestidura, añadiría besandome en los labios, sonriente. -La próxima vez te haré disfrutar más. -
Grititos ahogados salieron de mi boca aunque mis ojos parecían haber agotado las lagrímas. Cambió las asperas sabanas que cubrían la cama y me llevó de vuelta al lugar del que me había sacado. Las miradas que intercambiaron los señores que me encontraron era de indignación y resignación.
-Blackfield ya ha vuelto a hacer de las suyas. -Anunció el que parecía más serio, todo elegantemente vestido de negro excepto su camisa azulada, cruzado de hombros. Con cabellos grises y fina barba a juego y rostro sereno.
-Míralo por el lado positivo, Leatremount, si hubiese sido encontrado por El lobo feroz, a estas alturas estaría muerto. -Le replicaría alzando los brazos con las palmas extendidas el otro, con ojos pícaros bajo sus angulosas y espesas cejas negras. Clavando sus claros ojos sobre él, el hombre más sensato exclamó:
-¡Qué capullo eres, N! -Resoplando, le ordenaría avisar al ilusionista de que estaba con ellos. -¡Haz algo útil y trae a Viktor! -
Flash Back Fin
De cerca resultó aún más abominable a mis ojos pero conteniendo las ganas de golpearle, pronuncié su nombre para atraer su atención. Quizás, me pregunté a mí mismo, si era debido no sólo a su angelical aspecto, clara piel, palido y azulado tono de ojos, largos y sedosos cabellos plateados bajo la luna, ama de la noche, y grandes y esponjosas alas, no, sino a esa ingenuidad y pudor que parecía irradiarle. Fuese lo que fuese, me fastidiaba y por eso creo que sentí tanto gozo en interpretar el papel de Metistófeles, demonio tentador y corruptor de Fausto.
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-Yue. -Escuché a alguien nombrar mi nombre.
Sobresaltado me aparté de la ventana para dirigir mi cuerpo y cabeza hacía aquel que me llamaba. El joven que permanecía frente a mí era extraño, dudo que hubiese sido humano. Con languidos ojos me observaba ladeando ligeramente la cabeza, cruzado de brazos. En sus ojos había algo que me turbaba, eran tán rojos y tán brillantes pero quizás fueran marrones, un castaño inusual, de tán intenso color que podían parecer rojos. Su sonrisa se amplió al comprobar con que fascinación le miraba yo. Descruzando sus brazos para alargando un brazo, posar una mano sobre uno de mis hombros, diría con la otra mano puesta en el pecho:
-Yue, ésta puede ser tu gran noche. -
Pestañeé sin saber que decir, ¿qué demonios quería decir con eso? Él sin apartar su mano de mi hombro atrayendome un poco hacía él, trás dejar escapar una risita, con voz melosa, casi susurrante, continuó diciendo:
-Mi querido Yue, con esas palabras no pretendía más que informarte de que el deseo que tán escondido tienes en tu corazón podría hacerse realidad. -
Volví a pestañear, incredulo y confuso. ¿Mi deseo se haría realidad? Es decir, ¿Volvería a estar con el Amo Clow sin molestas mujeres de por medio? Como si fuese capaz de penetrar en mi mente y estuviese escuchando todos mis pensamientos, el joven de ojos color rubí y revoltosos mechones entrelazados de igual color al que Marion poseía, de un rojo muy oscurecido, asentía sin perder la sonrisa en su aniñado rostro.
-Pero si no deseas que suceda, dilo y me iré. -Me increpó apartandose de mi rapidamente.-N-No, por favor, quedate y explícame como lo harías, que el Amo Clow y yo volviesemos a estar juntos. -Le respondería yo casi suplicante, agarrandolo del brazo para que no se marchase.
-¿De verdad deseas que lo haga? -Preguntaría él como si quisiese corroborarlo. Asentí, empezando a avergonzarme. -Está bien, lo intentaré pero a cambio has de permitirme hacer otra cosa. -Me solicitaría liberandose de mi mano al ir apartando mis dedos uno por uno. Nuestras manos eran bastante parecidas, de largos dedos y clara piel aunque sus uñas eran negras y brillantes a diferencia de las mias como la oscura lagríma que estaba posada sobre sus mejillas.
-¡Lo que sea! -Le indiqué yo dispuesto sin conocer la terrible consecuencia que eso provocaría.
Dando una sonora palmada y cerrando los ojos crearía una pequeña onda luminosa que que al crecer, de ella surgiría una figura que tomaría forma más fisíca antes de que la onda volviese a menguar. Era una muchacha muy bonita, con ojos de un azul tán bonito como el de los ojos del Amo Clow, con mejillas muy rosadas y un cabello larguísimo y ondulante oscuro en contrapunto con su vestido, blanco y azul moldeado y sujeto a su cuerpo por una gruesa cinta de un azul más intenso al igual que las zapatillas atadas a sus pies y largas piernas. Abriendo el joven los ojos, tendiendole una mano, me la presentaría como Amor.
-Nombre extraño para una muchacha. -Comentaría yo arrugando la frente examinandola.
-Cierto pero creéme, su nombre es el nombre más adecuado que nadie pueda haberle dado. -Me informaría él alzando una ceja mientras la conducía a la ventana.
Alarmado a la par que curioso, contemplé como abría la ventana y se adentraba en el dormitorio de mi amo. ¡Al Amo Clow no le iba a agradar esa inoportuna visita! Sin embargo, la muchacha pasearía por la habitación hasta dar con la cama, en la que el Amo Clow debía de estar durmiendo con Marion acurrucada encima. Quisé gritar pero ningún sonido salió de mi boca. Quedandose quieta con la cabeza apuntando hacía ese rincón, juntando las manos posicionadas en su pecho inundaría la habitación de una cegadora luz. Cerrando los ojos inabilitado para soportar tál resplandor, no los abrí hasta pasado un buen rato. Me sorprendí mucho al no atisbar a la muchacha salir por la ventana pero me sorprendió mucho más el no chocarme con el extraño joven con el que había estado hablando.
-Quizás te quedaste dormido y soñaste que alguien te visitaba. -Me diría Kerberus mirandome con los ojos cansados, trás un largo bostezo. Enfurruñandome, le espeté:
-¡Estoy seguro que estaba despierto! -
Me dolía que no creyese lo que acababa de contarle. Dando otro largo bostezo, cerrando sus rasgados y luminosos ojos que parecían dos bolitas amarillas, soltaría arrugando la frente molesto por mi grito:
-Vaale, entonces si tanto te preocupa, hablalo con el Amo Clow. Yo tengo sueño. -
Meneando la cabeza con resignación le vería aferrarse a su gruesa y tupida manta mientras regresaba al mundo de los sueños. Sentado a su lado, con las piernas cruzadas, dedicandole una mirada de reproche, permanecí en nuestra habitación meditabundo hasta que el señor Morfeo se acordase de mí. No podía dejar de darle vueltas a lo sucedido, sin dejar que sus palabras se perdiesen en mi mente. Me sentía tán ansioso por descubrir si lo que me había dicho se haría realidad. El sonido de rapidos pasos por la habitación me despertaría, al mirar hacía arriba pues mi cabeza se había quedado meramente agachada, la visión de una ociosa ama Bianca, me indicaría que era hora de comenzar ese nuevo día. Cargada con una larga escoba iría recogiendo y arrastrando hasta un rincón las blancas plumas que se habían ido desprendiendo de mis alas al recorrer levitando la habitación como otras partes de la casa.
-Buenos días, ama Bianca. -Le saludé apoyando una mano en una pierna doblada mientras alzaba la otra a fin de poder levantarme. Ama Bianca se giraría y me dedicaría una bella sonrisa. -¿Cree posible que pueda reunirme con el Amo Clow? -Le pedí precavido, consciente de que podía ser muy violento ir hasta su dormitorio estando Marion con él, aún desnudos. La ama Bianca me respondió, juntando las plumas para meterlas en un saquito:
-¡Claro! Ahora el Amo Clow habrá terminado de desayunar. -
Encogiendo mis alas hasta hacerlas desaparecer, crucé la habitación hasta dejar a la ama Bianca y al dormilón de Kerberus atrás. Mi corazón palpitaría como un potro salvaje a medida que me apróximaba al Amo Clow, al bajar las anchas escaleras cubiertas en su centro por una larga y roja alfombra de terciopelo mis pies se moverían tán apurados que apenas parecerían tocar el suelo. Desde alguna de las zonas más oscuras de la magistral entrada que esa vivienda disponía, un criatura de amenazador aspecto y espeluznante voz exclamaría:
-Esta mañana se te ve más resplandeciente que en otras ocasiones, Guardian Lunar, ¿por qué será? -
-¿Será debido a la pequeña visita de otro ser surgido de la magía? -Fingiría preguntarse otra horrenda criatura con malicia. Su voz era como susurros salidos de la boca de un hombre o un animal de grandes dimensiones pero lo poco que se apreciaba de esa criatura, toda envuelta por largas y oscuras telas eran unas feas y delgadas manos cuyo contacto era frio y estremecedor.
Sin mirarles si quiera, me desplace en busca de la cocina.
-Si buscas a tu señor, éste hace escasos momentos que ha abandonado la cocina. -Me informaría una de las criaturas al deducir lo que me había impúlsado a dirigirme dirección a la cocina.
-Está reunido con nuestro señor, en la biblioteca. -Agregaría la otra.
-Gracias. -Fue todo lo que les respondí yo inclinando un instante la cabeza con las manos juntas antes de cambiar de rumbo. Por muy perversas o escolofriantes que fuesen, eran tán leales y colaboradoras como lo eramos Kerberus y yo. A la larga, uno acababa por fraternizar con ellas aunque en más de una ocasión, su modo de ser las volvía unas compañeras bastante singulares. Situandome ante ambos hechiceros, les escucharía divagar un buen tiempo acerca de lo que el Amo Clow creyó haber sido una alucinación pero no lo era, ella, si se refería a la hermosa muchacha que se adentró en su dormitorio, había sido real.
-Ud no está loco, ella era real. -Acabé por atreverme a decir, indignandome pues el Amo Clow era la persona más coherente y sensata que conocía, omitiendo sus amoríos, romances que dejarían a escritoras como Ann Radcliffe ruborizada e incluso escandalizada. Entonces ambos mago repararían en mi presencia al dirigir sus ojos hacía mí.
-Yue, ¿cúanto hace que estás aquí? -Preguntaría él, mirandome como si mi presencia le sofocase.
-Tranquilicese Amo Clow, sólo acabo de llegar. -Le respondí yo bajando la cabeza mientras colocaba mis manos, una sobre la otra, bajo el estomago. -Pero si le molesta verme, iré con Kerberus. -Añadí poniendolo a prueba. Él, pasandose una mano por el cuello bajo su largo tramo de cabello negro que caía por ese lado únicamente sujeto por un lazo azulado, pasando sus ojos de mí al ocultista, que le mandó una mirada sagaz con una ceja alzada, dijo:
-Pues... Si al señor Hagen no le importa... -
-¿A mí? -Exclamó Ian Hagen señalandose al posar una mano sobre su pecho. -Para nada, cuantos más seamos, más conclusiones podremos sacar. -
En mi habitual sereno rostro, a menudo considerado inexpresivo o gélido, se dibujó una sonrisa. Nada me hacía más feliz que estar con él pero que el señor Hagen me lo concediese solía turbarme, el señor Hagen era un hechicero del que nunca sabías a ciencia cierta si fiarte o no. Siempre sospeché que lo permitía porque le gustaba observar al Amo Clow comportarse como una joven muchachita que pierde la estabilidad y la confianza frente a su amado. Sentados en dos confortables sillones de alto respaldo y recortados antebrazos con algunas partes de cuero rojo o rojo tirando a marrón, complementado con los tonos que poseía la madera de las extensas estanterias repletas de libros, posicionados por tamaños y colores creando una equilibrida y agradable visión de todo el conjunto, continuarían con la charla. Al amo Clow no sólo le preocupaba la leve aparición de la bella pero rara muchacha sino que lo que realmente temía era que le hubiese hecho algo.
-Extrañas voces llenaron mi cabeza y desde ese momento no cesan de retumbar en mi mente. -Exponía el Amo Clow arrugando la frente, inclinado, agitando las manos en cada gesticulación.
-¡Qué interesante! ¿Es posible que alguien este intentando manipularte? -Le sugirió malicioso el ocultista sentado más adecuadamente, con la espalda pegada al respald, los dedos entrelazados y sus codos apoyados en la pierna que tenía sobre la otra pierna. El Amo Clow negaría con la cabeza, esa posibilidad no le parecía del todo viable ya que si así fuera, no sería capaz de recordar cada acto realizado a lo largo de la mañana y la noche con claridad. -Bien, ¿y dices que la habitación se llenó de un gran poder magico? -
-Así es pero te aseguro que no era mio, lo cúal no me pareció normal porque tú sabes que soy capaz de crear, voluntaria o involuntariamente, toda clase de criaturas. -Le afirmó el Amo Clow arrugando aún más la frente. Ian Hagen cerraría un momentos los ojos, pensativo, formularía la siguiente pregunta:
-¿Has pensado que podría ser un espíritu o una criatura magica como una Banshee? -Al abrir los ojos y contemplar la expresión de desconocimiento del amo, el señor Hagen procedería a explicarle como era la criatura citada. -Se dice que son espíritus con figura de bellas mujeres pero me temo que no muy gozoso ser visitado por una de ellas pues si una de ellas te visita, es porque tu muerte está cerca. -
-¿Hay algo más que deba saber sobre las Banshees? -Replicaría el Amo Clow con una tensa sonrisa, aquella clase de espíritu no le gustaría de igual modo que lo hacían las hadas o las nereidas. Ian Hagen asintió y dijo:
-Creo que además son unas criaturas que lanzan espantosos chillidos. -
Esa información relajaría al amo, ella no abrió su boquita en ningún momento.
-Puede que, a lo mejor, sea un ángel. -Dedujé yo, consciente de que al Amo Clow le gustaban esas criaturas. Muchas veces a él se le ocurría denominarme como su angel custodio, apelativo que me llenaba de gozo y orgullo pero que podía provocar algún enfrentamiento con Kerberus, bestia guardiana. La exagerada mueca de asco de Ian Hagen fue divertida pero no reí porque a mi amo no le agradó. Lanzandondole una mirada reprochante, el Amo Clow exclamó:
-Si así fuera, sería una maravillosa posibilidad. -
-Oh, claro, si nos ponemos en ese plan... También podría haber sido un súcubo. -Protestaría Ian Hagen, negandose a admitir que una criatura de luz hubiese tenido algo que ver. Mi amo se encogió de hombros y cruzandose de brazos apoyando medio cuerpo en el sillón como un chiquillo aburrido o molesto, concluiría con estas palabras:
-Puede ser o no puede ser, cuando haya reunido suficiente información sobre esa criatura que has mencionado, retomaremos el tema. -
Estaba claro que el Amo Clow no quería enzarzarse en una disputa con Ian Hagen en clara desventaja. El ocultista dejó escapar una risita y levantandose del cómodo sillón nos dejaría solos.
-Será todo un placer. -Fue lo que dijo a modo despedida, a mí parecer, con un tono de voz provocador.
Yo sólo sabía lo poco que me había comentado él y la benévola Arcadía sobre esos seres, seres creados por Dios pero que a diferencia de los humanos, creados para guiar, proteger o enviar mensajes a los hombres que tanto ama Dios. Escogidos para guardar los diversos reinos que componían el cielo y acompañantes del Señor. Más, ella brillaba y era muy hermosa, como le gusta a los humanos representar a los angeles. Debí de entristecerme al igual que mi amo, con la mirada decaída y tán callado, que él me diría:
-No le des importancia, Yue, el señor Hagen es así. -
-Pero me preocupa que Uds se peleén por mi culpa. -Le comenté acercandome a él para, sólo si él me lo concedía, reposar mi cabeza en su alda. Añoraba tanto esos pequeños acercamientos.
-Créeme, Yue, si nos peleasemos no sería por tu culpa. -Se esforzaría en amainar mi sentimiento de culpa el Amo Clow trás un hondo suspiro, pasando algunos dedos por mi luminoso cabello de plata. -A veces nuestra percepción de las cosas choca pero nada más. -El ligero roce de las yemas de sus dedos por mi cabeza me complacía tanto, cerrando los ojos, disfruté de ese pequeño momento entre los dos. Probablemente podría ser demasiado ambicioso al desear algo más que aquello. Si Kerberus era feliz tán poca cosa, yo debería aprender a serlo de similar manera. -Además estoy seguro de que tienes razón, de que aquella criatura podría haber sido un ángel. -
-Un ángel de amor. -Musitaría yo atrayendo a mí memoria las palabras del joven de cabellos de oscurecido fuego, tornandose mis mejillas de clara tonalidad rosadas. Levantando un poco más la voz, dueño de una perspecacía momentanea, añadí retirando la cabeza para mirarle. -Amo Clow, ¿qué le dicen las voces que le mencionó al señor Hagen? -
Sus ojos se abrerían y un intenso rubor tiñió de rojo su clara tez, rehúyendo mi mirada, con tono de voz entrecortado me respondería:
-Que... Dejase de engañarme a mí mismo... Y admitiese mis verdaderos sentimientos... Hacía tí. -
El pálido azul de mis ojos en contraste del intenso azul de los suyos al osar poner mis manos en su rostro para redirigirlo hacía mí cobraría algo de vigor como si de repente alguien les añadiese más color. Tragando saliva pues me había quedado ligeramente en estado de shock y rechupandome los labios, volví a tentar a mi suerte.
-Entonces... ¿Eso significa que tú me amarías como amas a Marion? -Quisé saber, necesita más que nunca aclarar la clase de amor que sentía él. Había tantas clases de amor, el amor que te procesa un padre, el amor que se procesan una pareja, el amor que nos otorgaba Dios a cada momento. ¡Oh sí! Un sentimiento, una emoción o una fuerza que abarcaba tantas interpretaciones y grados pero que fuese en su base animal o espíritual, conducía al hombre a estados tán complejos y profundos que era una de esas fuerzas con las que parecía haberse desarrollado desde el primer momento. Su respues fue otra pregunta:
-Si lo hiciera, ¿sería digno de tí? -
Su pregunta no fue sencilla de responder. Eramos nosotros, Kerberus y yo, los que debíamos ser dignos de él. Debíamos ser nosotros los que nos esmerasemos por ofrecerle una grata compañia y protegerlo contra todo lo malo que también puede haber en el mundo. Mordiendo el labio inferior con el superior, busqué la forma más apropiada de exponerle mis pensamientos y lo que yo veía en él que él no parecía capaz de ver.
-Yo apenas entiendo lo que siento, si es que realmente soy capaz de albergar sentimientos pero me agrada mucho su presencia, que hable conmigo como habla con Symond o con ama Bianca, que cuente conmigo para lo que sea. porque como ya sabrá, yo vivo por y para Ud. -Le fuí manifestando casi sin pensar bien en lo que decía, dejando que las palabras saliese de mi boca, que los pensamientos se convirtiesen en palabras que se prodigarían por el aire. Quitandose las gafas, entornando sus ojos, que habían comenzado a humedecerse, asintiendo con la cabeza, alegó:
-¡Lo sé! Créeme que lo sé y tanto tu presencia como la de Kerberus es muy grata para mí pero... -
-¡Entonces demuestralo! -Le rogué inundandose mis ojos de ese incoloro liquido que segregan a veces los ojos, lagrímas lo suelen llamar, como si mi azulado iris se estuviese licuando. -¡Vuelve a besarme y vuelve a acariciarme como lo hacías antes! ¡Déjame sentarme en tus rodillas de nuevo! -Finalicé por exigirle mientras tomaba una de sus manos para, aún estando cerrada, sentirla sobre un lado de mi rostro.
-Oh Yue... -Suspiró cerrando los ojos con el ceño levemente fruncido. Me quedé como paralizado pues al instante de oir mi nombre fue como si me serenase de golpe, inundado por un pavor inimaginable, temeroso de haber ido muy lejos, de exponerme demasiado o asustado al haber olvidado mi posición ante él que según la honorable Xian He era simplemente la de un guardián, un ser que sólo existía para proteger y obedecer. -Creo que el señor Hagen tenía razón en decir que al crearos pusé demasiado empeño. -Para mi asombro, trás pasarse una mano por los ojos, poniendo sobre sus ojos las redondeadas lentes, colocando sus manos sobre mi cuello, ¡me besaría en la boca! Nada más separarse nuestros labios, la sorpresa no podría ser disimulada, tán boqueabierto estaba que aún pestañeando múltiples veces, no lograba salir de ese estado. Mis mejillas no tardaron en ponerse de un vivo rojo.
-¡A-Amo Clow! -Conseguí exclamar, aquello no tenía sentido sin embargo era justo lo que tanto había deseado. Él, encogiendo un poco la cabeza, alzaría ambas cejas, como si hubiese sido un acto realizado por pura impulsividad. Sonriendo un poco, quisé repetirlo pero aquel beso sería más satisfactorio ya que nuestros labios permanecieron unidos más rato, superponiendose los unos con los otros como dos piezas que tratan de encajar en un mismo hueco, envolviendome en una sensación desconocida y probablemente desconcertante, una sensación que parecía crecer y crecer, con la consecuente negación por mi parte a separar mis labios de los suyos. Un tanto inseguro, coloqué mis brazos alrededor de su cuello mientras me dejaba caer lentamente sobre él, era tán maravilloso que me entraban ganas de cerrar los ojos pero como eso me impediría deleitarme con la visión del rostro de mi amo, los tenía tán abiertos como me era posible, ni un pestañeo emitirían. La gotita que caía desde su frente hasta el lado derecho de su rostro iría acompañada de una sonrisa forzada como si mi fascinación le pareciese desorbitada pero encantadora.
-Amo Clow, besa muy bien. -Le halagaría al tán retrasado momento en que sus labios se separaron de los mios para posarse en mi cuello. Un ruidito salió de su boca, quizás una risita contenida. Sus manos se movilizarían por mi estilizado pero fibroso torso, todavía ataviado por mis sedosas ropas de pulcro blancura y azul plateado sin embargo no procederían a librarme de ellas, por lo que extrañado y posiblemente ansioso por experimentarlo en mi propia piel, le sugerí dar el paso.
-Amo Clow, si lo desea, puede hacerlo. -Hablaría sintiendo mi corazón botar de emoción ante lo desconocido, ante lo maduro y apasionado que se iría volviendo todo. -Haga conmigo lo que desee. -Le declaré con voz decidida.
-¿Estás seguro? -Querría certificar él deteniendo sus labios y separando su rostro de mi cuello para dedicarme una serena mirada. Asentí con seguridad. Si eso nos uniría más, si así se demostraban el amor que sentían los humanos adultos, yo estaba más que dispuesto. Al principio sus manos parecieron temblar pero al instante de poner las mias sobre ellas, para facilitar la labor, les fue devuelta la maña. Se le veía realmente concentrado, incluso en eso, ponía todo su empeño y ensímismamiento. Los delgados lazos irían sucumbiendo entre sus dedos como no muy tarde lo haría yo, al sentir como sus manos apartaban hacía los lados la parte inferior de las prendas revelando mis hombros tán claros como mi cuello o mi rostro. A pesar de que él ya me había visto desnudo en otras ocasiones, en aquel momento me embargaría algo distinto, era más consciente de lo que ello implicaba como lo que implicaría verle y tenerle desnudo. Mis pulsaciones se acelerarían como si ese potrillo salvaje en que se había convertido mi corazón hubiese convertido su paseo en una agitada carrera. Tirando de la gruesa tela azulada que me servía por cinturón, la prenda más principal, que era como una especie de larga bata podría ser totalmente apartada de mi cuerpo, dejando a la vista mis pectorales y estomago. Se me escapó un enorme suspiro al verle retomar sus besos por mi cuello, besos que sería prodigados con mayor intensidad a lo largo de la parte expuesta de mi cuerpo al cambiar de posición en el sillón. Con toda sinceridad, verle arrodillarse mientras me besaba y tocaba se me presentó erroneo pero la rareza me invadió de curiosidad. Lo siguiente sí me dejó fuera de juego, las sensaciones se intensificarían y los calores se volverían insoportables como si la poca ropa que me quedaba se convertiese en un aútentico estorbo pero no fue quitada, como mucho, algunos gruesos hilos fueron tirados hasta agrandar una fina raja. Lo que fue a besar, mi sexo, se tensaría saliendo del agujero como un rosado, rigido y gordo gusano, un gusano de sobresaliente y más regordota cabeza. Sosteniendolo entre sus dedos, se dispondría a besarlo pero aquellos besos no fueron como los otros, su lengua también participaría, mojando cada zona que tocaba, pero creo que fue el más extasioso de todos ya que alteró tanto mi corazón como mi respiración. Los suspiros fueron cambiados por gemidos irrefrenables y éstos luego pasaron a ser alaridos, tanto grite que mi voz se quebró dejando roncas muestras del disfrute que me embriagaba con ese largo y humedo beso.
-¡Dios mio! -Chillaría Marion horrorizada , destrozando nuestro apasionado momento, justo en el instante más algido. -¡Esto... Esto no puede ser cierto! ¡No por tu parte! -Continuó chillando con los ojos como platos negando con rotundidad la cabeza antes de salir disparada como una flecha de la biblioteca dejando un sonoro y desagradable portazo trás de ella.
Como si en vez de un grito, Marion hubiese golpeado fuertemente al Amo Clow con una maza o una robusta porra en la cabeza, éste abriría y cerraría sus preciosos ojos color zafiro y apartandose de mi sexo, casi con espanto, limpiandose la boca con el dorso de la mano, se levantaría y correría hacía la doble puerta que daba a la entrada, en busca de la escandalizada y sollozante Marion. Podría decirse que la aparición de la agraciada pelirroja devolvió a mi amo a su lugar, para mi congoja porque más que enojarme, volviendo a enfundarme mis ropas, ocultando mi sexo, que perdió su en pocos momentos su altiva forma como si también lamentase lo sucedido, el no ser mimado, busqué al Amo Clow.
-Creo que ya sé de que criatura pudo tratarse. -Anunciaría en voz bien alta, el señor Hagen, a próposito, sin dudas. Me detuvé, tán sólo un momento pues a veces mi curiosidad era más fuerte que yo. -¿Has oido hablar de Saleos? -Hecha la pregunta, sonreiría maliciosamente y no diría más.
Al llegar al salón, desde la puerta, ví al Amo Clow abrazar a Marion, que no paraba de llorar y lanzar desgarradoras palabras. Al levantar la vista, en los ojos que se veían trás sus gafas, se podía atisbar algo que me traspasaría el corazón y el alma, si esque un ser como yo tenía eso. Ni más voces aconsejarían a mi amo ni más arrebatos se adueñarían de él. Se guardaría esos sentimientos para compartirlos con otras damas, yo retomaría el afecto que se le concede a un sirviente o a un ayudante. Valiendome de sus propias palabras, era lo mejor para todos.
1 comentario:
¡Damn it! He olvidao poner un título a la entrada XP
Espero que no os importe, siempre tengo que meter la pata en algo XD
Saludos!!!
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