viernes, 10 de febrero de 2012

FanFic CROSSOVER Tu corazón en el pasado

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Bueno, leyendo algunos FanFics sobre Shaoran y Sakura de Choco-Chan y otras grandes artistas y fans de estos dos, me ha dao por intentar escribir alguno a mí también pero he de advertir que puede ser subidito de todo y raro porque la idea me surgió con todo este lio que montó tiempo atrás con mi Crossover XD (Todo gracias a Clow, que tuvo la bondad y astucia de trasmutar en cartas magicas a algunas de las criatutas de Viktor )
Los personajes que aparecen en el presente son los de siempre en CCS de CLAMP pero los del pasado son OCs que aparecen en mi FanFic sobre Clow Reed ^^
En primera persona, mi manera de narrar historias favorita ^^

"El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido."
(Ramón Llull - Filósofo y escritor en lengua catalana)

FanFic Crossover
CLAMP - Welcome To Hell
Tu corazón en el pasado

-¡Sakura! ¡Sakura! -Escucharía gritar a una preocupada Tomoyo con voz que se apagaba a la lejanía hasta desaparecer dejando trás sí, la nitidez de los gruesos arboles que componían el bonito y florido parque de Tomoeda. Bajo un breve momento sumida en una oscuridad total, preocupadas voces me devolverían lentamente a lo que yo consideraba la consciencia. Abriendo con lentitud mis ojos, los rostros de los dueños de aquellas voces se me irían siendo revelados pero ¡Oh! Imaginad mi asombro cuando descubrí quién me estaba sosteniendo. Con voz pastosa, abriendo aún más mis ojos, exclamé:
-¡¿Shaoran?! -
Hacía tanto tiempo desde la última vez pudimos reunirnos. Sus expediciones e investigaciones le tenían tán ocupado pero siempre me prometía regresar a Tomoeda para estar conmigo, a pesar de las obligaciones que se le exigían como miembro de la poderosa e influyente familia Li. Sin apartar sus serenos ojos marrón chocolate de los mios, de un vivo y luminoso tono verde, asintió. Colocando una mano sobre su pecho, todavía un poco aturdida, me enderecé lo suficiente para empezar a caminar, sin dejar de apoyarme en Shaoran. Al alzar un poco más la cabeza, dos hombres me observaban con expresión preocupada. El primero, llevandose una mano enguantada al pecho, diría con voz angustiada:
-¡Lillian, luz de mi vida! ¿Estás bien? -
-S-Sí creo. -Le respondería yo arrugando la frente, al darme cuenta de que era capaz de comprender y hablar su lengua, el inglés como si fuese la mía. -¿Por qué lo pregunta? -
-¡Qué alivio! Nos has tenido muy preocupados, hace un momento te desmayasté. -Me explicaría tomando mis manos entre las suyas, que estaban bajo unos oscuros y suaves guantes. Tomando mi rostro a continuación entre sus manos, me daría un tierno beso en la frente y dirigiendose a Shaoran, añadiría con una sonrisa que hacía más notable su agradecimiento. -Te agradezco mucho que hayas estado tán pendiente de mi Lillian, Syaoran. -
Éste retirandose de mi, juntando las manos al mismo tiempo que inclinaba unos palmos su cabeza, quitaría importancia a su hazaña y echaría a andar hacía el interior de lo que parecía una gran mansión de corte victoriano.
-Disculpad al joven Syaoran, es un joven muy agradable pero demasiado reservado. -Anunciaría el otro hombre, cuyo aspecto sí reconocí, lo que causó una reacción muy impulsiva e inapropiada por mí parte frente al otro hombre, que por las muestras de afecto que me brindaba, se comportaba de manera muy similar a la de un padre.
-¡Eriol! -Exclamé lanzandome a sus brazos con lagrímas en los ojos.
-¿Eriol? -Repetiría el hombre desconocido. -Oye, Clow, ¿desde cúando has decido cambiar tu nombre sin decirmelo? Sabes que yo podría haberte encontrado uno mejor. -Le exigiría saber cruzandose de brazos, alzando una ceja. El hombre cuyo aspecto fisíco no parecía variar apenas o de la misma pero lenta forma que el del otro hombre, de clara y fina piel en contraste con sus negros y laceos cabellos bien separados por una linea central hacía cada lado del rostro concluyendo en un ramalazo a un lado de su cuello domado por una cinta de oscuro color azul a juego con la corbata que se apreciaba por encima de su blanca e impoluta camisa, miraría a su amigo travieso, lo que acentuaría el gesto de pretendida ofensa que el semblante del hombre había adquerido.
-¿Cómo cúal? ¿Lugh, quizás? -Replicó con los ojos entrecerrados el mago Clow. -Tranquilo, mi buen Symond, como ya sabes mi nombre es Clow y siempre será Clow. Además Eriol Reed no suena muy bien que digamos. -
Echandose a reir, el hombre aceptaría la palabra de su amigo, que con sólo dar un silbido, convocaría a uno de sus guardianes, los cúales creí Rubymoon y Spinel pero resultaron ser Yue y Kerberus siendo eso otra pequeña demostración de que estaba ante Clow Reed en persona, como Symond, el otro hombre me recordaría con resignación al atribuir mi desconocimiento a una posible amnesia ¿temporal?
-¡Amo Clow! -Gritarían casi a la misma vez, surgiendo cada uno de un lugar distinto del amplío y verdoso terreno en el que nos encontrabamos. -¿Nos necesita? -Preguntaría entusiasmado Kerberus corriendo como una bestia desbocada, en cambio, Yue llegaría volandolo sin decir palabra, para él sería algo muy estúpido preguntar algo tán obvio. Posando los pies descalzos con elegancia sobre la humeda hierba, sin extremecerse, el bello angel de largos y plateados cabellos miraría a su verdadero Amo y encogiendo sus alas hasta que éstas se volvieron tán pequeñas que desaparecieron en su ancha espalda, como extasiado, escucharía las ordenes del mago Clow, compartiendo espacio con Kerberus.
-Yue, Kerberus, me gustaría que cuidaseis de Lilly mientras Symond y yo traemos a un medico que pueda examinarla. -Les solicitaría con voz firme pero agradable.
-Así lo haremos -Le respondió Yue con calma.
-¡Puede contar con nosotros! -Gritaría Kerberus enérgico y mostrando mucho más animo.
La diferencia entre ellos seguía siendo tán marcada pero en ambos se apreciaba una fuerte unión. Observar el afecto que le procesaban al mago Clow me conmovía profundamente, con la misma intensidad que la primera vez que tuve la oportunidad de verlos junto a él habiendo usado la carta Retorno. Habiendose despedido de ellos, Clow y Symond saldrían apresuradamente. Dandome unos golpecitos con una de sus regordetas manos de león, Kerberus atraería mi atención hacía él, aclarandose la garganta hablaría conmigo.
-Señorita Lillian, ¿no preferiría sentarse? -Sugeriría torpemente, muy metido en su papel de cuidador. -Así quizás no se maree tanto. -Encaminando sus brillantes y amarillos ojos hacía Yue agregaría. -espere aquí, Yue le traerá una silla. -
En los ojos de Yue se atisbaría disgusto, poniendo sus delicadas manos sobre sus caderas, sentenciaría:
-Ni hablar. Será Kerberus quien la traiga. -
-No seas así, Yue, mientras tú te encargas de esa gran misión, yo me encargaré de ella. -Le intentaría convencer Kerberus pero sus palabras empeorarían el humor del orgulloso Yue, quién protestaría:
-No soy de ningún modo, Kerberus, sencillamente no me parece justo tener que ser yo precisamente quien lo haga ya que has sido tú quien ha tenido la idea. -
Ante el avanzado manejo de la palabra de Yue, Kerberus callaría hasta ser capaz de dar una respuesta adecuada, lo que requeriría haber comprendido todo lo lanzado por Yue. Presintiendo una tonta discusión entre ellos, como muy a menudo pasaba por cualquier pequeñez, dije:
-¡Chicos! No es necesario que me traigais nada, estoy estupendamente. -
Tanto Kerberus como Yue pondrían sus ojos en mí. Con la cabeza ligeramente ladeada, no muy convencido de ello, Kerberus, suspirante, diría:
-Iré a por la silla para Lillian yo. -
Acto seguido, se alejaría a toda prisa convertiendose en un borroso punto dorado. Yue se llevaría una mano a la frente y meneando la cabeza, masculló:
-¡Este Kerberus no tiene remedio! -
Una pedorreta saldría de mi boca al intentar contener las ganas de reirme. Kerberus era mucho más aniñado que Yue, inquieto, glotón y metomentodo como cualquier niñito de guarderia o inicios de primaria. Extendiendo un brazo para que le diese la mano, Yue, con más serenidad, me propondría ir con él en busca de Kerberus. Yo aceptaría encantada. Su apenas visible emociones eran casi aterradoras pero su amabilidad y cuidado lo convertían en un ser maravilloso, la sinceridad con la que hablaba y la curiosidad con la que pedía saber lo convertían lo convertían en un compañero grato, más, muy a mi pesar, no me dedicaba ni me dedicaría las hermosas sonrisas que le dedicaba a su amo.
-¡Yue, ven aquí y ayudame! -Bramaría el dorado guardián del sol al alzar la cabeza y vernos adentrarnos al salón. Yue y yo nos mirariamos desconcertados pero al oir el siguiente grito acompañado de un fuerte rugido, correriamos al lugar por el cúal supusimos estaba Kerberus, enzarzandose con Shaoran, que por lo visto se negaba a ceder a su causa el asiento que estaba ocupando de entre todos los que disponía el elegante salón. Kerberus se esforzaba en moverlo tirando insistentemente del trozo de tela que cubría la pierna izquierda de Shaoran, de pie resistiendo los intentos de la doraba bestia magica con los puños apretados mientras lo maldecía en chino.
-¡Kero, deja de molestar a Shaoran! -Le ordenaría corriendo para separar de Shaoran al tozudo guardián solar.
-¡Pero...! -Iría a protestar él durante el breve momento que en retiró sus afilados dientes para hablar, lanzandome una mirada suplicante. Yue, desde su rincón, confirió fuerza a mí orden diciendo:
-¡Nada de peros, Kerberus! La señorita Lillian ya no necesita ningún asiento. -
Kerberus cedió y Shaoran pudó sentarse de nuevo sin embargo lanzó un sonoro gruñido al joven, levantando la cabeza abandonaría el salón ocultado su orgullo herido. A Kerberus no le gustaba ser regañado y mucho menos por culpa de ese mocoso. A Yue Shaoran le era indiferente, como el resto de personas que vivían en esa mansión, él sólo parecía agradarle el mago Clow, sin necesidad de fingir poseer ese sentimiento u otros similares. Me costaría un buen rato encontrarlo ya que jamás había estado en esa casa pero poco a poco una vaga sensación de familiaridad me guió hasta el cuarto que debía de ser el dormitorio de Lillian. En el rincón que bajo el tocador de caoba el león de pelaje naranja se había posicionado con la cabeza ligeramente ladeada sobre sus patas delanteras.
-Hola Kerberus. -Le saludé cerrando la puerta despacio, sin provocar un portazo. Una de sus orejas se alzó pero su cabeza continuaba gacha. -¿No te habrás enfadado conmigo por lo del salón? -Le pregunté caminando hacía ese rincón con prudencia hasta poder sentarme en la cama frente a él. -Ha sido una orden que me ha salido sin querer... -Le intenté explicar pero negando con la cabeza, éste dijo:
-Tranquila señorita Lillian, no estoy enfadado contigo sólo con el mocoso. Si hubiese querido colaborar, no hubiese habido necesidad de obligarle pero todos los Li son unos bordes. -
Me encogí de hombros antes de replicarle sin resultar muy maleducada:
-Bueno, a veces una persona que puede parecer muy desagradable con el tiempo puede resultar muy encantadora. -
Estaba más claro que el agua que hablaba de Shaoran, de ese niño recien llegado de China que al principio a todo el mundo parecía un antípatico o demasiado serio pero que poco a poco, al ir conociendolo mejor, se le podía ver grandes virtudes y que siempre fue dueño de un corazón grande y leal. Hablaba del Shaoran Li que yo conocía, es decir, del descendiente actual de Clow Reed, el amor de mi vida. La reacción de Kerberus me hizó reir, con los ojos entrecerrados, soltó:
-¿En serio? -
-¡Sí! -Le afirme risueña. -Fíjate en el mago Clow, la gente piensa que es un hombre malvado pero es tán dulce y caballeroso. -
Suspirando, con sus regordotas manos suspendidas en el aire, con resignación decidió salir del rincón y alegrar la cara.
-Si me lo planteas así... -
Justo cuando estaba pasandole por la cabeza una cariñosa mano, la puerta se abriría inesperadamente. Al girar la cabeza y dirigir mis ojos hacía la puerta, vería entrar dando graciosos saltitos a una preciosa niñita de rojos cabellos, de un rojo más fuerte que el que poseían los mios vistos en el espejo que había arriba del tocador, con ojos ámbarinos y despiertos, que parecían capaces de contagiar su alegría.
-¡Lillian! -Chillaría trepando por la mullida cama para colocar sus bracitos sobre mí en un amoroso abrazo. Se notaba que quería con todo su pequeño y ligero ser a su hermana mayor. -¿Puedo jugar con Kero yo también? -Me solicitaría al separarse de mí mirando a Kerberus, que la miraría de reojo con una ceja levantada.
-Er... Claro, ¿por qué no? -Le respondí esbozando una sonrisa sútilmente forzada, me incómodaba no poder llamarla por su nombre. Ella me volvería a abrazar con todas sus fuerzas sin parar de exclamar:
-¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! -
Yo mantendría mi sonrisa aunque Kerberus podía ver que una fina gota de sudor caería desde mi frente hasta la mitad del lado derecho de mi cara. En ese momento me costaba acoplarme al papel de hermana mayor, en mi familia ese cargo le correspondía a Touya, que lo llevaba con mucho gusto aunque cualquiera lo hubiese dicho al verlo meterse tanto conmigo. Al cabo del tiempo Susie y yo seriamos como verdaderas hermanas y eso llegaría a cada pequeño instante que pasasé con ella, recuperando una relación que a todos sorprendería. Esa primera toma de contacto apenas duraría. La voz de Symond anunciaría desde la entornada puerta que el Doctor Lister tenía que ocultarme con la consecuente posibilidad de quitarme alguna prenda a mitad de la exploración. La pequeña Susie inflaría sus mofletes con fastidio pero bajandose de la espalda del agobiado pero tranquilo guardián solar se marchó botando alegremente despidiendose de todo el mundo con la manita movida de un lado a otro. El distinguido medico dedicaría una tierna sonrisa a la vivaracha niñita al apartarse dejandole un pequeño espacio por el que continuar su camino.
-¿Por qué está aquí el Doctor Lister? -Escucharía preguntarle a Symond con vocecita inquieta al otro lado de la puerta, siguiendo cada indicación que el hombre me daba con la parte de arriba del vestido de claros tonos que llevaba. -¿Está Lillian enferma? -
-No cariño pero el Doctor Lister ha venido para garantizarnoslo. -Le intentaba explicar su padre usando las palabras más sencillas y positivas que conocía, para no preocupar a la pequeña Susie demasiado. -¿Lo comprendes ahora cariño? -Le preguntaría a fin de cerciorarse que la niña lo había entendido, al instante siguiente el breve ruido de un beso al chocar contra una mejilla o una cabeza llegaría a mis oidos. Me emocionó tanto que no logré retener las lagrímas.
-Señorita Windson, ¿no la estaré incomodando? Ya sabe que sólo hago mi trabajo. -Diría el educado medico sobresaltandome desde detrás. Estaba dando leves golpecitos a mi espalda hasta que me escuchó lagrimear. Sorbiendo por la nariz la fluente de mocos que me impedirían dar una respuesta clara, retirandome las lagrímas con una mano, le contesté:
-¡Oh no es por eso! Ud continue con su trabajo. -
El hombre dejó escapar una pequeño ruidito como si riese pero con la boca cerrada y finalizó su exploración. De espaldas, me comentaría que no tenía nada muy grave o al menos que a él le pareciese extremadamente angustioso como les explicaría despúes a Symond y a su esposa, sentada junto a él en un sófa que parecía sacado de un museo. La clase de sófa que maravillaría a Tomoyo, Con patas y antebrazos de oscura madera bien pulida y respaldo de cuero rojo. Todo parecía tán perfecto, tán equilibrado, eso debía ser lo que me ponía tán ñoña, la familia de Lillian era una familia tán unida y todos lucían tán felices y resplandecientes juntos. No como la mayoria de familias actuales, no como mi familia, que al morir mi madre, parecía haber perdido uno de los ingredientes principales para ser perfecta, por mucho que mi padre, Fujikata, se esforzase en tomar y juntar ese rol con el que ya había ocupado como padre.
-Piensan que te desmayaste debido a un fuerte ataque de asma. -Me comunicó Kerberus, cuyo afinado oido era sorprendente tumbandose sobre mis piernas panza arriba estando yo sentada en la cama, el doble de grande de lo que llegaría a serlo mi cama en Tomoeda. -Pero el Amo Clow sigue empeñado en dar respuesta a tu extraño comportamiento. -
-¿Lo le convence la posibilidad de que padezca amnesia? -Pregunté entrecerrando los ojos con tono de sabionda.
-Al principio sí pensó que podria ser eso pero dandole vueltas se dió cuenta de que al caer no te golpeaste la cabeza. -Me fue contando Kerberus sin apartar sus brillantes y rasgados ojos de gran minino de los mios color hierba. -Pero no sé porque darle tanta importancia a un detalle tán pequeño si en lo demás estás perfectamente. -Opinó como si quisiese pasar a otro tema. -¿No vas a escribir sobre este curioso evento en tu diario hoy? -
-¿Ein? -Exclamé como si mi cabeza se hubiese atascado a mitad del proceso de comprensión de lo sugerido por Kero. -¿Y no sería muy osado por mi parte? -Solté sin darme cuenta de lo raro que resultaba pedir permiso siendo yo su supuesta dueña. Kerberus se quedaría un momento callado pero dejando escapar una risilla, respondió:
-¿Osado? ¡Lo osado fue que el Amo Clow te lo regalase! -
-En ese caso, creo que escribiré algunas notas... -Dije pero en realidad, nada más encontrarlo y sacarlo del cajón en el que había sido cuidadosamente puesto, me pasé todo el tiempo, leyendolo. Era un cuaderno emanante de vivencias, sueños y desvelos más maduros de lo que me imaginé al abrirlo y pasar algunas paginas. Los pocos dibujos realizados en él me enamoraron. Compuestos por trazos tán ligeros y rapidos que más que una ilustración parecían bocetos o el inicio de una idea o pensamiento pero parecían estar tán llenos de emoción y daban la sensación de trasmitir un pequeño momento que me gustaron bastante. En las primeras hojas uno no hubiese pensado que se trataba de un diario, lo escrito junto a los dibujos era demasiado fantasioso, muy onirico para ser real pero poco a poco esas historias cobrarían algo de realismo o intimidad al continuar con recorriendo con mis ojos por cada hoja.

Querido Diario:
Sé que te prometí muchos años atrás compartir contigo tán sólo las historias más bellas e imaginativas que se cuajasen en mi mente día trás día pero he crecido y ahora mi mente se halla llena de otra clase de fantasias, oscuras fantasias, que sólo podré compartir contigo pues ¡Oh! Destino cruel, ¿qué otro podría atesorarlas sin juzgarme o considerar a mi amado un ser despreciable? Tán sólo por concederme tán peligroso capricho, por aceptar la tentación incrementada, por consentir mostrarme ante él como una mujer en vez de como la niñita que todos aún desean ver en mí. De modo que antes de comenzar esta nueva y sincera corriente de hechos vividos o soñados, me sentía en la obligación de advertirte ya que a lo largo de mi vida tú serás mi más fiel amigo y aliado. Si deseas una explicación más extensa, te haré saber que este cambio no sólo se debe a mi necesidad por tratar temas inconfesables o abrumadores, se debe a qué debido a que fuiste un obsequio del caballero al cúal me esforcé por conquistar y al sucumbir finalmente, me ha ayudado a descubrir todo mi potencial tanto a nivel magico como a nivel femenino, creí conveniente que nuestro romance, dure el tiempo que dure, sea conservado.

Cerrando el cuaderno despúes de haber leido más de la mitad, dejandolo reposar sobre mi pecho, pensé quedando embriagada por la narración que me traía recuerdos de todos los libros que Eriol cedió temporalmente a Tomoyo de autores tán romanticos y represantitivos de esas épocas como Ann Radcliffe pero abriendo los ojos de golpe, como si un gran peligro se avecinasé, un pensamiento preocupante llegó a mí mente como un grito. ¡Lillian estaba enamorada del mago Clow! Desde el primer momento parecía ser, como un irracional flechazo pero yo a quién quería con todas mis fuerzas, corazón y alma era a Shaoran. ¿Se entristecería el mago Clow si mis acercamientos hacía Syaoran Li se desenvolvían más atrevidos? Su historia de amor me tuvo muy pillada, más de lo que me hubiese gustado ya que era un amor tán tragico, como el que mi amiga Rika y el profesor Terada han mantenido durante tantos años. Ni me atrevía a comprobarlo hablando de ello con Kerberus, por lo que me quedé tumbada con los ojos cerrados callada como un muerto hasta que un dulce sueño me atrapó. Por un momento creí estar regresando a dónde ciertamente debía regresar, mi cuerpo para desconcierto de Kerberus fue tornandose luminoso pero al abrir los ojos e incorporarme a los pocos instantes de ser la puerta golpeada dos o tres veces, reconociendo el lugar al observar la habitación arrugando la frente, me ví obligada a afrontar que seguía en la mansión Windson, en Inglaterra. Mi habitación no poseía unas paredes de un color tán sobrio y los muebles de oscura madera tampoco se le asimilaban a la clase de muebles que un japonés suele comprar en nuestros días. Sin omitir que mi habitación está llena de muñecos y peluches y en ésta el único que podía pasar por peluche era Kero al adoptar institivamente su otra forma. Encogí la cabeza un poquito ruborizada, eso me hizo pensar que Lillian era mucho más sofisticada y madura de lo que yo llegaría nunca a ser. Al mirar hacía abajo, Kerberus ya no estaba tumbado encima, se había apartado unos centimetros y me dirigía una mirada atónita.
-¡¿T-Tú puedes realizar viajes astrales?! -Exclamó con los ojos terriblemente abiertos señalandome con un regordete dedo. Sintiendome como un bicho raro, repliqué:
-¿Es malo? -
-¡El Amo Clow dice que muy pocos hechiceros son capaces de hacerlo! -Me respondió lanzando otro grito, ese algo más euforico, creí creer. -¡Señorita Lillian, ha de informar de eso al Amo Clow y a su padre enseguida! -Me aconsejó saliendo de la cama de un salto hacía la puerta, rascandome la cabeza le ví arañar la puerta deseoso de que la abriese. Recorriendo la grandiosa casa en su busca me dí de bruces contra Shaoran.
-P-Perdón. -Me disculparía a la misma vez que me levantaba del suelo apoyando las manos sobre éste. Shaoran masculló algo y se hizo camino alejandose de mí. Descontenta con su actitud, cambié mis planes caminando por la zona que acababa de abandonar para adentrarme en lo que parecía un despacho de dimensiones medias, todo él tenuamente iluminado por la llama que había sido encedida en la única vela que una plateada lampara tenía incrustada en el centro.
-¡¿Qué haces aquí?! -Exigiría saber con expresión de fuerte desagrado pero también algo de verguenza Shaoran, tán apuesto con sus ropas chinas, con una dorada banda repleta de anudados lazos de igual material en el centro y el resto de un vivo tono verde. -El señor Reed y yo estamos tratando asuntos personales, ¡Espera afuera hasta que hayamos concluido la conversación! -Me mandó con un inglés tán tosco como su trato hacía mí.
-Supongo que Lillian ha venido porque ayer quedamos en que esta noche la pasaríamos juntos. -Le informó Clow con una voz más afable con un inglés más fluido. -¿No te importará que se quede? Después me gustaría hablar con ella. -Le solicitó saber sentado en el único sillón que había en toda la habitación cerca de la mesa, sin apartar sus dedos de la cabeza de Kerberus, que se comportaba tán mansamente como si fuese un gatito en vez de un león de aspecto adulto sentado a su vera. La sonrisa que se había quedado en el rostro del dorado guardián me hizó presentir que se lo había soltado todo a Clow, como un niño que no sabe callarse las cosas. El sentimiento de que yo sobraba se volvió más grande, más pesado, como una cadena de acero sobre el cuello, impidiendome decir palabra, sólo mover la cabeza. Los castaños ojos de Shaoran parecían arder de enojo, todo su ser parecía arder, su cabeza se agitaba ligeramente mientras intentaba mantener la calma, esa calma tán autoimpuesta, para no perder los estribos ante su abuelo, lo que lo convertía en una figura de posición superior en el clan.
-N-No, honorable Clow. -Respondió bajando la cabeza con los ojos cerrados pero el ceño muy fruncido, lo que endurecía su hermoso y joven rostro.
-¡Perfecto! Prosigamos pues. -Fue lo último en decir en inglés el mago Clow ya que Shaoran era de procedencia china, por lo que bien se podía suponer que sus antepasados, desde el más lejano al más cercano a la actualidad, hablaban en chino. Oyese lo que oyese en el despacho no saldría de allí pues no entendí ni una palabra. De pie, con las manos colocadas una encima de la otra, les observaba en silencio arrugando la frente y abriendo la boca de vez en cuando pensativa. Me maravillaba la gracia con la que el mago Clow gesticulaba y la tranquilidad con la que surgían sus palabras, sin perder la sonrisa en todo lo que durase la conversación pero me enamoraba con que pasión y que energía Shaoran conversaba, me recordaba a los heroes de las historias de fantasia mitologica. Finalizada la conversación, no muy satisfactoriamente para Shaoran, a juzgar por las furiosas zancadas con las que se alejó de Clow y la brusca manera en que abrió la puerta, Clow me animó a acercarme.
-Tiene el caracter de los Li, sin lugar a dudas. -Pensó en voz alta riendo azorado mientras se ponía en pie llevandose las manos a la espalda. -Espero que esta pequeña disputa familiar no te haya asustado, acércate, si no me equivoco, un pajarito me ha dicho que posees habilidades muy especiales. -
-Kerberus. ¿Verdad? -Mascullé antes de llenarme de valor y apróximarme a él. Desde que había leído esas confidencias en el diario de Lillian, no sabía como actuar frente a él. El tiempo había pasado, ya no era la misma niña que atrapaba cartas vestida por coloridos e imaginativos vestidos ideados y hechos para cada captura. Debía tomarmelo con filosofía, quizás si me imaginaba que era Eriol y no el poderoso mago Clow todo sería menos forzado. Meditandolo profundamente, Eriol era su reencarnación por lo que no había mucha diferencia entre ellos. Aún así, me costaba y me costaría el doble intimar con él porque ¡Yo sólo quiero a Shaoran! Él era mi persona especial y siempre lo va a ser.
-Me hace muy feliz que te hayas enamorado de Syaoran porque él está muy enamorado de tí. -Me soltó el mago Clow dejandome paralizada a mitad del trayecto hacía la mesa. -Pero debido al compromiso al que se vió obligado a aceptar no puede demostrarte su amor. Syaoran es un hombre de palabra, que valora demasiado las costumbres que ha aprendido desde niño. -Me iría diciendo, suspirando concluyó. -De ahí que me reproche mi modo de vida y este empeñado en devolverme al lugar que él considera mi lugar, con la familia Li. ¿No te parecería bonito que el Oriente y el Occidente se volviese a unir? -
-¡Qué egoista eres, Amo Clow! -Exclamaría Kerberus con un ojo cerrado. -¡¿Mira que sugerir esas cosas de la señorita Lillian y el mocoso?! ¡Si el destino decidiese que él fuese a ser mi siguiente amo, me moriría! -
Clow y yo nos echamos a reir, a Kero nunca le gustó Shaoran, al parecer tampoco le gustó su antecesor. Relajada gracias a las niñerias de Kerberus, mantuve una agradable y destendida charla con el mago Clow. Él me explicaría entre burlón y sereno en qué consistía eso de los viajes astrales y porque le causaba tanta admiración a Kerberus.
-Te contaré un secreto. -Dijo indicandome con un dedo que acercase mi rostro para que pudiese oirle. -Yo también puedo viajar por otras dimensiones. -Susurró y guiñandome un ojo dió por zanjada la cuestión que tán preocupado tenía a Kerberus. -Ahora me gustaría que te vestieses de fiesta, me gustaría que me acompañases al casino. -Me ordenaría con una encantadora sonrisa dando una palmada.
-¡No puedo más! -Gritaría antes de perder el aliento en el último tirón que la criada dió a fin de anudar la última parte del enrevesado y grueso hilo que cerraría el estrecho y blanco corsé que me cubría el torso dejando la mitad de mis senos al aire. -¡Ahora comprendo por que las damas de antaño tenían esas cinturitas de avispa! -
-¡Ya deje de quejarse! -Me reprendía la mujer, pocos años mayor de lo que yo realmente era, resoplando. -¿Nunca ha oido eso de que para estar bella una ha de sufrir? -
Girandome, negué con la cabeza, manteniendo los brazos flexionados como si me hubiesen atado con una especie de cuerda invisible. ¿Para qué tanta prenda si luego sería echada al suelo en un ataque de loca pasión? Inflando los mofletes, enfriandome a causa de la poca ropa que llevaba, esperé a que la sirvienta me colocase lo que parecía un enague de tela unido a un armazón con anchos aros de fino acero que recordaban la forma de una jaula ovalada.
-¡No fastidies! -Grité tirintando de frio e intranquilidad. -¡No pienso ponerme eso! -Le advertí con los ojos entrecerrados, arrugando la frente y negando varias veces con la cabeza. La sirvienta cerró los ojos con resignación, como si mi opinión no tuviesen valor o más bien como si no fuese la primera vez que me escuchase decir semejantes cosas y procedió agarrandome de un brazo a colocarmelo lo que me obligó a lanzar más gritos.
-¡¿Pero qué haces?! -Volví a gritar agitandome con la patética consecuencia de una dolorosa caía de culo al suelo. -¡Si te digo que no pienso ponerme eso, es que no me lo voy a poner! -Le reiteré poniendome en pie costosamente, con el trasero dolorido, alejandome de la sirvienta, que sostenía la horrorosa prenda a la espera de que afrontase ese miedo tonto e infantil y me dejase finalizar de vestir. Alzando una ceja, desafiante, intentó que me lo pusiese de nuevo y no cedió hasta lograrlo. Por mucho que chillé y que me resistí aquella cosa ya formaba parte de las prendas que me cubrían. La sonrisa de victoria que esbozó la sirvienta me sentó como una patada en el culo, más dejando caer mi cabeza, afronté lo mejor que pude la derrota. Las faldas se amoldaron al armazón a la perfección ampliandose y adoptando una forma identica a la de una campana o un gran globo cuanto éste está muy hinchado. La parte inferior era del mismo color y de la misma primorosa y mimosa tela, tán bien acogida por mi desprotejida piel.
-Ahora ya sólo nos queda arreglar tu cabeza, señorita Lillian. -Me anunció la criada erguida de orgullo conduciendome hasta el tocador tomando mi mano enguantada.
El cambio fue tál que la primera en quedarse obnubilada fuí yo. Ladeando prudentemente la cabeza, pestañeando con coqueteria, me lanzaba miradas de fascinación pues no podía dar credito a la imagen que el espejo me enseñaba, aquella muchacha no podía ser yo, esa muchacha de grandes ojos esmeralda adornados por largas y oscuras pestañas acompañadas por un pequeño lunar inventado, mejillas muy rosadas y labios de un tono vino tinto que acrementaban el deseo de rozar sus labios pero lo que más me impactó fue lo obrado en mis cabellos, tán largos y sedosos que parecían fluir de un dorado naranja como el pelaje de Kero bajo un moño de tamaña mediano formado y compactado con la ayuda de una flor de vivos color rosado y blanco, la flor que hacía alusión mi nombre. Posicionando sobre mis labios una mano, sonreí meneando la cabeza. ¡La de fotos que me hubiese hecho Tomoyo! Aclarandome la voz, dije:
-Bueno, ¿queda algo más por hacerme o ya puedo reunirme con... El señor Reed? -
La agotada pero triunfal mujer contestó:
-No, señorita Lillian, gracias a Dios ya hemos acabado. -Trás frotarse la frente, añadiría mirandome como si contemplase una obra de arte. -Vaya y deslumbre a todos. -
-Así lo haré. -Le aseguré poniendome en pie con su ayuda abandonando mi reflejo en el antiguo espejo. En la entrada Clow me esperaba con la compostura y vestimentas propias de la época. Al tenderle mi mano, él la besó arridillandose como el caballero que era, dejando que la larga y oscura capa que le tapaba cayendo por la espalda se extendiese todo lo larga que era por el suelo como una eterea dama desvalida. Planeada artimaña para tenerme riendo un buen rato, ruborizada a la par que complacida. Golpeandole suavemente con un abanico del mismo color que mi elegante traje, entre risas le pedí:
-Déje de ponernos en evidencia y vayamos de una vez al casino. -
-Tus palabras son ordenes. -Replicaría él alzando las cejas sin perder una pícara sonrisa finalizando su actuación al ponerse en pie. Antes de salir de la mansión hacía el fresco exterior, meramente iluminado por largas farolas desplegadas a lo largo de la calle, entre casa y casa, Mi cortés caballero inglés me envolvería con su capa al arrimar mi cuerpo contra el suyo.
-Aunque todavía no estemos en invierno, durante la noche la brisa viene fresca. -Me hizo saber mientras dabamos el primer paso que nos dejaría al otro lado de la puerta principal, cerrada trás nosotros. -No quisiera que pillases una fuerte pulmonía, el carruaje que pedí puede tardar en llegar un rato. -
Su gentileza me dejaba fuera de combate. Asentí apartando la mirada, sus ojos eran tán azules que podías perderte en ese azul celeste, centelleantes y amigables, que te robaban el corazón sin necesidad de adoptar un fulgor agresivo. Ojos que reflejaban moriña o melancolía que comprimía el corazón. Con la vista puesta a la lejania de la empedrada calle, recordé la última historia publicada en una revista literaria de otra de mis más allegadas amigas de la infancia, la imaginativa Naoko. Suspiré entornando los ojos, eramos un grupo de amigas tán diferentes pero tán bien amoldadas que sabíamos mantener nuestras diferencias lo suficientemente pequeñas como para que éstas no nos separasen. En cuanto apareció el grandioso carruaje tirado por esbeltos caballos mis pensamientos cogieron otra dirección. ¡En mi vida había tenido la oportunidad de montar en algo así! Con la ayuda del mago Clow conseguí entrar pues el maleducado del cochero no se molestó en echar una manita a esta dama. Trás escupir, su respuesta a mi petición fue:
-Señorita, eso no forma parte de mi trabajo, hágalo Ud misma. -
-¿No te parece un hombre encantador? -Bromearía Clow ya sentado frente a mí. -Es por ese motivo que lo escogí. -Añadió acomodandose en el asiento que poseía su parte del interior del carruaje. Alzando la cabeza al recostarme sobre mi asiento aterciopelado, respondí:
-En ese caso, no vuelvas a solicitar un carruaje, ejercitar mis piernas será menos ofensivo. -
Las vistas que ofrecían las grandes ventanas del vehiculo hicieron que valiese la pena ser tratada como una cualquiera. Londres era una ciudad espectacular, justamente como nos la describía Eriol a Tomoyo y a mí con orgullo. Empecé a lamentar no haber aceptado la propuesta de Eriol de estudiar en el extranjero. La velada fue de ensueño, la gastronomía londinense era de sobresaliente y que Clow se valiese de Dulce para amenizar algunos postres ya que las especialidades del lugar no eran lo suficientemente dulces fue la guinda del pastel. Me enternecía tanto el amor que le procesaban las cartas al mago Clow, nada más aparecer, le daban un beso y si eso no se podía, se lo lanzaban llevandose una mano a los labios para luego retirarla hacía él.
-¿Te gustaría saber cuando cree a Dulce? -Me propusó contarme mientras me contemplaba degustar el recién manipulado postre. Asentí sonriente. Dulce era una carta tán linda y útil. A veces se me antojaba de las más infantiles pero quizás era eso lo que la hacía tán linda. -Estaba en China con mi esposa y mi primer hijo, Xiao Lang, intentaba cocinarle algún pastel pero con los ingredientes que disponiamos salió bastante extraño. En realidad fue una estúpidez pero me pusé a pensar en uno de esos duendecillos que en un cuento cada vez que el protagonista se iba a dormir, le ayudaban. Dulce es mi hadita de la reposteria. -Me trasmitió, le escuché con gran interés. No todos los días podría escuchar al creador de las cartas Clow compartir su sabiduria. Llevandose una mano a la frente, rió antes de continuar contandome cosas. Cualquiera que lo escuchase excepto yo pensaría que ese hombre deliraba o que era demasiado guasón.
-Hablando de cartas magicas, ¿has creado una llamada Recuerdo? -Me ví obligada a interrumpirle rememorando algunas de las cartas Clow que Eriol me dejo escondidas en el libro que trajó la última vez que estuvo por Tomoeda. El rostro de Clow se sereno, sosteniendo su barbilla sobre el dorso de éstas, dijo extrañado:
-No me suena haber nombrado así a ninguna de mis cartas. ¿Podrías describirme su verdadera naturaleza? -
-Claro, déjeme recordarla. -Le respondí yo mientras cerraba los ojos concentrandome en recordar su aspecto aunque no logré definirsela muy claramente. -Era como una niña que flotaba con el pelo corto, parecido al que yo tenía de pequeña, pero muy rubio. Su trajecito parecía de artista de circo. -
Pero no podía ser obra suya, en ella se podía percibir el poder de otra persona además del poder de Clow. Si hubiese sido más hábil la hubiese podido retener pero no hubo manera. Ninguno volvió a abrir la boca hasta que el camarero nos trajó la cuenta.
En el casino, de enormes salas, altísimos techos y suelos con pulidas baldosas que si las mirabas con atención era capaces de reflejar tu figura con una nitidez perturbadora. Nada más desplazarnos hasta el centro de la amplía sala principal, un grupo de hombres vestidos con sus mejores galas, trajes negros y chalecos de blanco color que cegaban mis ojos, con brillantes y doradas cadenas que ocultaban sus preciados relojes de bolsillo, se agolparía formando un circulo a nuestro alrededor.
-¡Mago Clow! -Exclamaban ávidos por ser los primeros en captar la atención de Clow. Clow encaminó sus deslumbrantes ojos al primero que pronunció su nombre o para hablar con más precisión, el nombre con el que se había hecho famoso como ocultista, entre los más reputados de su tiempo. El hombre que le había parecido más interesante, continuó hablando mientras nos apartaba del grupo. -¡Verá, mi buen Mago Clow, yo no soy muy aficionado a estas cosas pero cuando un día me hablaron de Ud, quisé intentarlo! -
Por el modo en que se explicaba, no me fue difícil advertir que aquel hombre estaba desesperado. Su petición iba a ser ningúna tonteria o ningúna trivialidad como generalmente se le solicita a un ocultista pero Clow no me lo contó, ¿ética profesional? Esperando y esperando sentada hasta aburrirme tanto que me tumbé en el sófa, fuí pretendida varias veces por toda clase de caballeros. ¡Uy! Todo demasiado victoriano, resoplando y jugueteando con el abanico me empezaría a entrar sueño. La orquesta comenzó a interpretar las canciones más lentas, sonreí pensando que quizás el maestro de orquesta deseaba ayudarme a entrar en ese dulzón sueño. Las palmaditas en el rostro que el mago Clow me proporcionó me sacarían de mis agridulce sueño.
-Lillian, ya he acabado, ¿nos vamos o prefieres que bailemos un rato? -Me haría elegir con dulzura sentando a mi lado. ¡Os lo juro! Ese hombre no podía ser real, todo aquello debía ser un sueño, el sueño más extraño y bonito que hubiese podido tener en la vida. Avivandome un poco, pestañeando al incorporarme, le rogué que me sacase de allí pues yo no estaba agusto, desentonaba y temía arruinar la noche con mis modernidades. A cuadros, Clow me sorprendió intensamente cuando en vez de llevarme de vuelta a casa, a la mansión Windson, pidió al cochero dirigirse a su casa.
-¿No debería estar con Symond y Marion? -Pregunté con los ojos abiertos hasta el limite.
-Eso depende de tí, ¿quieres ir con ellos? -Me respondió él astutamente.
Me encogí de hombros. No sabía lo que contestarle, ellos se suponía que eran mis padres pero apenas los conocía, en cambio a él lo conocía un poquito más, probablemente gracias a Eriol y sabía perfectamente que ocurriese lo que ocurriese, no sería peligroso. Sayumi extendería sus brazos mostrando los dientes anhelante por hacerse cargo de nuestras capas, únicos abrigos que nos envolvían. Cargada con ello, nos guiaría hasta el salón, en el cúal los guardianes de las cartas y su cuidadora, Hikari solían pasar la mayor parte del tiempo acompañados por el parco en palabras Shaoran.
-¡Ya era hora que llegases! -Le espetaría levantandose nada más fijar sus ojos color chocolate sobre nosotros. -Mañana tenemos un largo viaje que preparar. -Citaría saliendo del sillón como un guardía que ya ha cumplido con su misión de vigilancia. Al cruzar nuestro lado intenté detener su apurado paso.
-¡Shaoran, espera! -Diría osando agarrar su sedosa manga verde. Éste se detuvó un fugaz momento pero sus palabras fueron tán recias, dando un fuerte respiro por la nariz, como haría un bravo toro, habló:
-¡S-Suéltame! Si las cosas estan así, es en gran parte por tu culpa. -
Mis labios temblaron y mis ojos se nublaron al soltar a Shaoran, que se alejó rapidamente de mi vista fundiendose con la oscuridad del pasillo. Meneé la cabeza agachandola para que nadie pudiese verme en tán frágil estado, a punto de echar a perder el maquillaje esparcido con suma destreza y cuidado en mi rostro. No me gustaba encontrarme con ese Shaoran, me traía malos recuerdos, recuerdos que me herían ya que al principio mi Shaoran también era muy así, compitiendo ferozmente conmigo por ser el próximo amo de las cartas Clow, a veces, sin tener en cuenta cúan despectivo se comportaba pero también solía ruborizarse. El mago Clow era el único que se esforzaba por arreglar lo que las palabras de Shaoran destruían. Alzando y redireccionando mi cara, me besó y dijo:
-No, mi Lillian, la culpa es solo mia. -
Me sentí tán despreciada que dejé de resistirme a sus encantos. Quizás Eriol siempre fue más adecuado, con él hubiese visto Londres y otros lugares, el me trataría como la señorita que era y Yue sonreiría con sinceridad pero no, me enamoré del heroe solitario, no del principe azul. ¿Por qué Shaoran nunca ha tenido ningún detalle conmigo? Ese pequeño incidente con Syaoran Li me trajó tristes recuerdos de algunas disputas sufridas con Shaoran, su modo de concluirlas era identico. Salía de la casa malhumorado, sin decir palabra y si trataba de detenerlo, me soltaba cualquier cosa gritando. No sé quien era peor de los dos si yo por consertirlo o él por hacerme sentir tán bien, en cada beso, en cada caricia, era como comer chocolate cuando te ha sido expresamente prohibido, era algo que no debía de estar pasando y mi conciencia no tardaría en fastidiar ese placer que me recorría entera, placer aumentado cuando sus manos me liberaron del puñetero corsé, permitiendo a mi espalda recobrar una posición menos forzada, mi largo suspiro le haría reir sonoramente pero nadie nos escucharía pues la carta magica Silencio se aseguraba de ello. Continuando desvistiendonos, mis ojos verdosos no se apartaban de ella, era de las cartas más escalofriantes que Clow fue capaz de crear, parada al lado de la puerta, sin decir palabra ni escandalizarse, con su dedo indice colocado sobre sus finos labios. ¿Por qué Shaoran nunca ha tenido ningún detalle conmigo? Ese pequeño incidente con Syaoran Li me trajó tristes recuerdos de algunas disputas sufridas con Shaoran, su modo de concluirlas era identico. Salía de la casa malhumorado, sin decir palabra y si trataba de detenerlo, me soltaba cualquier cosa gritando. No sé quien era peor de los dos si yo por consertirlo o él por hacerme sentir tán bien, en cada beso, en cada caricia, era como comer chocolate cuando te ha sido expresamente prohibido, era algo que no debía de estar pasando y mi conciencia no tardaría en fastidiar ese placer que me recorría entera, placer aumentado cuando sus manos me liberaron del puñetero corsé, permitiendo a mi espalda recobrar una posición menos forzada, mi largo suspiro le haría reir sonoramente pero nadie nos escucharía pues la carta magica Silencio se aseguraba de ello. Continuando desvistiendonos, mis ojos verdosos no se apartaban de ella, era de las cartas más escalofriantes que Clow fue capaz de crear, parada al lado de la puerta, sin decir palabra ni escandalizarse, con su dedo indice colocado sobre sus finos labios. Nuestras ropas caerían desordenadas al suelo excepto la odiosa enagua con los aros metalicos.
-¿Se puede saber que haces con una jaula de pajaro encima de tus piernas? -Se mofaría él dejandolo en una silla de pie.
-¿A Ud que le parece? -Le respondí aborchonada y la par que agradecida, moviendo mis largas piernas como si nadase en unas aguas imaginarias, tumbada boca arriba en su cama.
-Sharon consiguió encasquetartela. -Adivinó volviendo a la cama quitandose las redondeadas gafas mostrandome sus preciosos y enigmaticos ojos azules sin ningún cristal protector delante. Me tenían cada vez más fascinada. Encogiendo la cabeza, asentí con el ceño fruncido.
-Sin embargo ha hecho un gran trabajo maquillandote. -La alabó. -Todos los hombres del casino se morían de envidia. -Añadió antes de besarme y así reiniciar lo que nos tenía tán entretenidos. Cerrando los ojos me concentré en disfrutar de esas sensaciones que regresaban a mí en cada pase de sus manos por mi torso desnudo, que parecían llegar a su punto más alto cuando bordeó mis senos como si dibujase su figura avanzando hasta mi pequeño y levemente sobresaliente pezón.
-¡Dios mio! Jamás pensé que incluso para esto fuese tán diestro. -Se me escaparía decirle incorporandome un poco mientras él se ponía ligeramente a mi derecha. Agachando la cabeza, esbozando una timida sonrisa que enseñaba sus perfectos dientes, respondió:
-¿Será que va a ser cierto eso de que la practica hace al maestro? -Respondería fingiendo sorpresa alzando ambas cejas mientras su mano descendía alegremente enlenteciendo el ritmo al llegar a mi tripa, en cuyo centro estaba mi ombligo. Encogiendo la tripa un poco al primer contacto con los dedos que se paseaban cerca de mi obligo, un fuerte rubor se hizo visible en mi cara. Giré la cabeza azorada pues esa era la clase de jueguecitos que debería poner en practica con Shaoran pero nunca había tiempo, ni en la noche de San Valentín. Mi acompasada respiración se tornó brusca al imaginar lo que sucedería depués.
-¿Me vas a penetrar? -Le pregunté jadeando nerviosa. Retirando sus dedos de mi sensibilizada piel, mirando al cielo un momento, respondió:
-¡Qué cosas tienes Lillian! Si lo hiciese y tu padre se enterase, me mataria, sin olvidar recordarte que el único modo de hacerlo sin que se enterase sería muy brusco. -
-Es verdad. -Le dí la razón llevandome una mano a la cabeza riendome como una loca.
-Pero existen muchos modos de complacer a una dama tán apasionada como tú. -Dijo y se dispusó a abrirme con cuidado las piernas hasta que mi palpitante sexo quedase libre para ser mimado bajo finos cabellos de fuerte tonalidad entre anaranjada y amarilla. La oleada de fuertes emociones volvió a sacudirme al posar él su mano. El carmín iría abandonando mis labios al entremezclarse con los labios del mago Clow en cada beso. Había pasado de vivir una aventura romantica propia de Jane Austen a una de alta sensualidad propia del infame Casanova. Estaba tán excitada que me daba igual. Al día siguiente, desperté como me figuro despertó la cenicienta el primer día de su nueva vida en palacio, flipando por lo que había pasado la noche anterior. Con un sentimiento de culpa naciendo y creciendo a cada mirada distante de Syaoran y la mirada reprochante de Yue. La única que hizo el esfuerzo por ser amable conmigo fue Hikari mientras me acompañaba hasta la bañera.
-El Amo Clow me ha pedido que te ayude a arreglarte un poco. -Me hizo saber mientras comprobaba que el agua que había sido vertida en la alargada y de seguro escurridiza bañera estaba agradable. Suspirando añadió. -Aunque se esmera en no llamar la atención, todos sabemos lo encaprichado que lo tienes. Igual que pasó con tú madre. -
Quisé profundizar pero recapacitandolo, me encogí de hombros con una vaga sonrisa y avancé hasta la bañera desprendiendome de la sedosa y ancha bata con la que había amanecido. Hikari me tendería su mano y poco a poco me sumergí en la templada y cristalina agua. Conversar con Hikari me resultó parecido a hacerlo con Tomoyo, mientras restregaba con energía un redondeado jabón sobre mi espalda. Reí con todas mis ganas cuando me comentó la pequeña disputa tenida con Clow pocos instantes antes pasandome las manos espumosas por los brazos afanosamente.
-¿Puede creer lo desvergonzado que es el Amo Clow? -Exclamaba risueña. Negué con la cabeza curiosa. -¡Quería que una de sus creaciones se ocupase de Ud! Pero con todo el respeto del mundo yo me negué argumentando que prefería hacer yo por mis propios medios. Si supuese lo que tuve que insistirle en encargarme yo. -
-Hizo bien, Burbuja lo hubiese dejado todo perdido de burbujas y espuma. -Le dí toda la razón identificandome con ella. -¿Y Shaoran que le parece? -Me dió por preguntarle estando ella liada con mi cabeza. Frotando y machacando mi pelo como si fuese masa, echandole agua con un pequeño barreño de vez en cuando.
-Me hace recordar al Honorable Fei Wang Li. -
-¿Te refieres al hermano del mago Clow? -Intenté adivinar. Ella asintió.
Apenas sabía gran cosa sobre Clow Reed pero gracias al libro que Eriol trajó repleto de datos que avivaron mi curiosidad dormida mi conocimientos sobre él crecieron un poco más. Al salir de la bañera el aire me atravesaría frio hasta que Hikari me envolvió en una larga y tupida toalla. Con la piel limpia y el alma aparentemente sosegada trás el baño me vestí observando como Hikari metía las ropas de fiesta en una bolsa de oscuro cuero.
-Buenos días, ¿puedo desayunar algo antes de irme? -Solicité amablemente, temerosa de que me mandaran de vuelta sin ni siquiera darme un trocito de pan que calmase mi revuelto estomago. Sentada esperé callada una respuesta. Syaoran Li pondría cara de fastidio y dignandose a contestar, diría:
-¿No tienes suficiente con haber pasado la noche aquí? Qué te den de comer en otra parte. -
Aguantando sus palabras con la mejor actitud posible, le repliqué:
-Pues me gustaría desayunar aquí, contigo. Sólo será un ratito. -
Sayumi colocó ante mí una apetitosa tortita que deboré dejando a los cubiertos hablar por mí con un vaso lleno de blanca leche que me bebí de un sorbo. Shaoran me miraría cruzado de brazos con el gesto torcido, si hubiese dependido de él, la cortesía hubiese finalizado nada más salir del dormitorio de Clow. Limpiandome bien la boca con una servilleta de tela, me levantaría llevando conmigo el plato y el vaso vacios hasta el fregadero. Agradecí a la criada japonesa en perfecto japonés su hospitalidad y marché hacía la entrada, ésta negando con la cabeza, me dijo con una sonrisa encantadora:
-No ha sido nada señorita Windson, el señor Reed lo había preparado para Ud. -
¡Tanto Eriol como él eran unos maestros de la reposteria! Me relamí de gusto como una niña pequeña. Clow se disculparía una y otra vez junto a la puerta principal por las maneras de Shaoran y Yue. Negando con la cabeza mientras mis manos eran sostenidas por las suyas de parecida claridad, le reiteré que no pasaba nada, que él no tenía la culpa de estar tán sobreprotegido, termino que le llamó la atención y consiguió que una expresión de sorpresa se dibujase en su rostro de actor europeo de rasgos tán finos y proporcionados seguido por un gesto burlón.
-Te prometo pasar con él a la mansión Windson antes de emprender el viaje hasta Norwich, para embarcar. -Me prometió besandome en la boca por última vez. De vuelta en casa, en la casa real de Lillian, un pensamiento egoista cruzó mi cabeza. ¿Y si en vez de escoger entre Eriol y Shaoran, me dejaba amar por los dos? Dejando en su correcto lugar la mitad de prendas de las que Clow tán amablemente me había liberado e inventado alguna excusa para la desaparición del armazón de finos aros de acero, me tumbé en la confortable cama, acto que produjó que el bolso de cuero cayese al suelo aparentemente sin nada dentro dandome un pequeño susto pues el sonido de algo chocando contra el suelo no fue esperado. Al gatear y acercarme hasta el borde de la amplía cama ví lo que parecía un luminoso libro. Abriendo los ojos con la boca abierta lo recogí con una mano. Yo conocía ese libro cuyas paginas estaban totalmente en blanco. Era la carta Creación, que parecía estar deacuerdo con Clow en que era una lastíma que Shaoran y yo no tuviesemos una relación más favorable. Buscando entre los cajones de todos los muebles del dormitorio una pluma con la que escribir, estaba a punto de manipular los acontecimientos venideros... Lo que no yo no sabía que podía traer consecuencias tán feas como las que ocurrirían en mi actual y propia vida. Empapando mi instrumento de escritura bien en oscura tinta sentada frente al espejo apoyando mis brazos en la mesita que componía el tocador las letras fueron realizadas tán claramente como la emoción me permitió. Finalizada la labor, al cerrar el libro éste brillaría cegador confirmandome que la operación había sido un exito. Aquella misma tarde, lo relatado cobraría vida. Esperé sentada junto al árbol de gruesa corteza del cúal había caido el otro día con toda la espalda y la parte trasera de la cabeza apoyada en él silbando, mirando expectante hacía la lejanía. No tardé ni un instante en reconocer a la figura toda de verde que pasado un rato caminaría hacía mí. Casi me estremecí de la ilusión. Desviando la mirada, Shaoran empezaría a hablar.
-Este va a ser el último día que este por aquí, he conseguido adelantar el viaje a China. -Me iría contando como si a medida que me lo contase fuese a ser más fácil que surgiese en cualquier momento la disculpa, la disculpa tán meditada y recomendada por Clow. -Sé que durante estos días me he comportado como un idiota con todo el mundo, especialmente contigo y con el honorable Clow pero. -Se aclaró la garganta torpemente antes de continuar y sincerarse. -Pero supongo que era porque estaba celoso. Tanto él como tú sois personas muy importantes para mí y bueno, que seais amantes... No me gusta. -
-¿Por qué no? -Pregunté con el corazón a punto de reventar, deseando más que nunca escuchar de sus labios una declaración de amor. Dirigiendo sus castaños ojos hacía mí, llenandose de aplomo, respondió:
-Porque quien debería besar tus labios y tocar tu cuerpo soy yo... Sería lo correcto, si pudiese... -Sus últimas palabras irían perdiendo fuerza al mismo tiempo que sus mejillas se enrojecían vivamente. Poniendome en pie para acoger su rostro entre mis manos, ladeando suavemente la cabeza le comenté:
-Pues hazlo, todavía estas a tiempo. -
Remojandome los labios, le dí un pequeño empujón al unir mis labios con los suyos en un impaciente beso habiendo acercado su rostro al mio con mis manos, que a pesar de haber sido agarradas por las suyas, éstas no fueron apartadas. Echaba tanto de menos el sabor que se me quedaba después de mantener mis labios contra los suyos. Echaba de menos su sonrisa y el siguiente y más intenso beso. Echaba de menos que posicionase una de sus manos sobre mi cadera y la otra sosteniendo mi cabeza o que enredase sus dedos sobre mis ahora largos cabellos pero sobretodo echaba tanto de menos no tocar su delgado pero masculino cuerpo y como no, que sus inquietos dedos tocasen el mio mientras nos revolcabamos por la cama o en ese caso, la verde alfombra de hierba que poseía el magnifico jardín de los Windson. Incluso añoraba que me lamiese y peñizcase los pezones. Rememorar esas largas horas que nos tirabamos adentrandonos en el mundo de la pasión en vez de estudiar en su piso me hacían estallar de gozo y placer. Abriendo los ojos y pestañeando varias veces la imagen de un niño se volvería precisa.
-Esto... Siento molestar pero uno de mis hermanos dice que tienes que regresar al momento actual. -Diría rascandose la cabeza. Sus ropas parecían de payaso, muy brillantes al igual que sus ojos. Sus cabellos eran puntiagudos y estaban muy revueltos como si tuviese un erizo pegado. Me separé de inmediato de Shaoran, que aprochandose de nuevo la verde prenda tradicional china se quedaría sentado no muy lejos, gritando roja como un tomate:
-¡Pero niño! ¿cúanto tiempo llevas ahí parado? -
-Sólo un ratito. -Respondería con voz temblorosa como si estuviese a punto de llorar en cualquier momento. Arrugando la frente dandome cuenta de que sólo era un niño, abotonandome el ancho camisón me esforce por controlar la verguenza y la furia que me estaban invadiendo en ese momento, hacer llorar a un niño que parecía tán especial no sería propio de mí. Trás tomar aire muchas veces, le pedí que me explicase el motivo por el que nos había interrumpido. Mirando hacía el suelo, repitió:
-Uno de mis hermanos me ha dicho que te diga que tienes que regresar al momento actual. -
-¿Al momento actual? -Repetí aunque no entendía del todo a lo que se refería, tenía una ligera idea ya que estaba claro que yo no era Lillian Windson y que esa no era mi época pero lo de volver, eso era la parte que me costaba comprender. -¿Cómo? -Añadí.
-¡Regreso, regreso! -Me soltaría con voz cantarina. -¡Qué nombre más raro para una señora que podría ser mi madre! -
A su manera, me estaba diciendo que usará la carta Regreso, como usará el día que me enfrenté a Eriol momentos antes del combate con la firme intención de hablar con el mago Clow y aclarar lo que me estaba pasando pero una duda se me apareció. Regreso era una carta que te llevaba a eventos pasados, ¿podría llevarme al presente también? No, no podía o eso nos explicaría Clow, su creador y principal amo más, al niño no parecía importarle, él pedía dando saltos que la invocasemos. ¡No os imaginais cúan ilusionado se mostró ante la verdadera apariencia de la carta! Sonriendo y sonrojandose, juntando sus manitas en gesto suplicante le preguntaría, con un respeto asombroso:
-Oh poderosa carta Clow, ¿me permitirías usar mi humilde poder a la vez que Ud usa su grandioso poder? -
La serena dama envestida por largas tunicas superspuestas sosteniente de una ovalada superficie que se asemejaba a un espejo pero en cuyo cara estaban pintados números como si en verdad se tratase de un reloj fijaría sus ojos en Clow, quién sin hablar, le concedió unir su poder al del niñito. Una intensa luz brotaría de ambos nada más agarrar el niño una de sus largas mangas que caían hasta el suelo de tán largas que eran.
-¡Sakura! -Escucharía mi nombre exclamar a alguien de nuevo. Al ir abriendo los ojos esa persona sería Touya, mi hermano mayor, que al segundo siguiente girando la cabeza lanzaría otro fuerte grito hacía la puerta. -¡Chicos, venid, venid, Sakura por fin ha despertado! -
-Hermano... -Diría yo apesadumbrada, sintiendome desorientada y atontada. -¿Qué haces en el parque? -Quisé saber creyendo estar aún en el parque con Tomoyo. Él me dedicaría una sonrisa forzosa sentado a mi lado en un gastado sillón azul oscuro mientras una serie de personas entraban a la habitación, una de ellas cargaba consigo un gran ramo de flores.
-Sakura, no estamos en el parque, sufriste una grave decaida y ahora estas ingresada en el Hospital ¿Recuerdas? -Me trasmitió despacio y muy clarito, como si hablase con una niña muy pequeña. Sin dar demasiados detalles, fue ahí que comenzó a empeorar todo.

No hay comentarios: