NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
¡Qué semanita llevo! Bueno, en honor al día de los enamorados, os ofrezco otra historia de las fuertes... Espero que os guste, como siempre, procuraré ser lo más elegante posible ^^
En primera persona, ya sabeis lo mucho que me gusta esa forma narrativa LOL
Hay personajes que pertenecen a CLAMP, otros que pertenecen a Hajime Kanzaka y otros que son de otro anime cuyo autor no recuerdo XD El resto son si son mios, los locos de WTH ^^
FanFic Crossover
WelComE To HeLL
CLAMP - Slayers - Kuroshitsuji
"Si vas a hacer algo relacionado con el sexo, debería ser cuanto menos genuinamente perverso."
Grant Morrison - Artista y escritor de comics.
Sean bienvenidos al Cabaret de Media noche
(Rezo)
A pesar de que mi instinto me indicaba que no era una buena idea aceptar la invitación que nos daba ciertos beneficios en el burdel, pues eso era lo que realmente era, si mi buen amigo Clow estaba dispuesto a aceptarla e incluso a adentrarse en ese mundillo, yo sentí el deseo de adentrarme con él. Sentimiento extraño en mí dada mi alabada prudencia y ferrea templanza.
-¿Por qué no? -Diría una vez escuchada la propuesta sintiendo entre mis dedos el fino y suave papel. -Nunca he estado en una fiesta, será divertido. -Añadí encogiendome de hombros sin perder la sonrisa.
-¡Entonces, hasta la noche! -Se despediría con un tono de voz que parecía mostrar su satisfacción al oir nuestra afirmación pero si me esforzaba podría apreciar algo de malicia, como si nuestro sí le permitiese continuar con planes ya tramados de antemano sólo para nosotros. Al oir como los pliegues de sus ropas variaban supé que era hora de ponerse en pie y acompañarlo hasta la salida al igual que a su amigo, un caballero que se me antojó más fiable. Con sútil acento que nada tenía que ver con el que poseía el otro invitado. Clow también abandonaría su asiento, sus pasos siempre eran firmes y continuados, a juzgar por ellos, Clow debía de ser un hombre muy resuelto. Los pasos que se entremezclaron, entre ellos los mios también, eran rapidos y un poco dispares hasta ser los primeros en cesar.
-Nos ha agradado mucho su visita señor Leautremount. -Le haría saber amablemente Clow al despedirse. El breve crujido que produjó la larga manga de sus particulares ropas me ayudó a deducir que su mano estaba siendo alzada o que quizás se había movido de otro modo.
-Igualmente, es bueno comprobar cúan estúpidos son los rumores que circulan sobre Uds. -Respondería el señor Leautremount con voz risueña. -¡Y ya lo saben, si necesitan algo, ya saben a quienes acudir! -Añadiría, mi figuré, colocando colocando una mano sobre su amigo. El sonido que provocó su mano sobre la ropa llegó a mis oidos como un susurro. Al instante siguiente sus pasos se distorsiarían al pasar un carruaje a medida que ellos se alejaban.
(M)
Nada más verme llegar, Jack N no dudaría ni un instante en atosigarme con sus preguntas
-¡¿Les has hablado de nuestro Midnight Cabaret?! -Fue la primera en soltar aprisionandome al colocar un brazo al rededor de mi cuello pero antes que pudiese responderle algo, vendrías otras cuantas más. -¡¿Qué les pareció?! ¡¿Y la propuesta?! ¡¿Les entregastes las invitaciones que te dí?! -
-¡Por el amor de dios, Jack, deja al chaval tranquilo! -Le ordenaría Leautremount al atravesar el salón de rojos tonos en paredes y mobiliario y encontrar a su amigo tán pegado a mí.
-¡No hasta que me de una respuesta a mis preguntas! -Exclamaría él posteriormente soltando una desagradable y teatral risotada, de esas que sólo se les escapa a los villanos en las novelas.
Leautremount se acercaría hasta nosotros resoplando, había momentos que no sabía cómo era capaz de aguantar a Jack N durante tanto tiempo, para liberarme del pesado de su amigo y socio. No fue tarea fácil pero habiendo logrado convencerlo, animandolo a sentarse en un sillón, le trasmitiríamos la tán deseada información. Pasandome una mano por la parte más oprimida del cuello, cerrando los ojos un momento mientras me recobraba de lo que podría haber sido una falta de aire total, oí como Leautremount le relataba lo sucedido en la mansión Windson.
-¡De acuerdo! -Le interrumpiría Jack N deseoso de ir a la parte que más le convenía. -Todo eso está muy bien pero ¿Le invitasteis a venir a la fiesta de esta noche aquí o no? -
-¡Qué impaciente eres! Estaba a punto de llegar a esa parte. -Le reprocharía Leautremount con el ceño fruncido antes de revelarle la respuesta afirmativa de ambos caballeros. -Sí y aceptaron aunque te advierto que ni el señor Reed ni el señor Greywords parecen la clase de caballeros que gusten de los divertimentos que ofrecemos. -Le advertiría, de paso, pero conociendo a Jack N, la advertencia no surtió mucho efecto ya que éste replicaría con arrogancia:
-¿Y tú cómo estás tán seguro? Cuanto más rico es uno, más caprichos extravagantes tiene uno. -Esbozando una sonrisa misteriosa, Leautremount respondió:
-Sencillamente lo sé pero tú mismo. -
Jack N habría insistido y seguramente habría descubierto el motivo oculto pero siendo conocedor de que nuevos caballeros de la zona alta tendrían la osadía de formar parte de la fiesta de esa noche, prefirió gastar su tiempo en realizar últimas mejoras o advertir a las chicas de que conquistasen a los nuevos invitados, para que así, esa no fuese la única vez que se pasasen por el Midnight Cabaret. Incorporandose para salir del sófa, chascando la lengua nos lo haría saber tál que así:
-Bueno esta noche lo sabremos. M, ¿te gustaría acompañarme? Voy a zanjar últimos detalles con las chicas. -
-¡Por supuesto! -Acepté poniendome en pie de un salto. -Sabes que no me perdería por nada del mundo ver como papí maneja a sus nenas. -Me permití el lujo de mofarme dirigiendome hacía la puerta, en la cúal espere pocos instantes a que Jack N llegase también y de esa manera, ir hacía la zona en la que residían las chicas juntos.
Al poco de abrir la puerta de madera doble pintada de rojo, la fuerte fragancia que sobrecargaba el ambiente penetraría por nuestras fosas nasales hasta hacernos sentir una sensación que en cualquier otro hombre hubiese sido similar a la sentida al tomar varias copas de más pero para nuestros acostumbrados sentidos era un ligero mareo o atontamiento. Clara señal de que ese parte del Midnight Cabaret era exclusivamente ocupada por feminas. Las chicas irían y vendrían, unas semidesnudas y otras recien vestidas pero con sus rostros aún por maquillar. Todas, desde la más novata a las más maduras, poseían y sabían desplegar gran belleza pero de entre todas ellas, Charlotte, siempre sería la más deseada con una hermosura destacable acompañada de la gracia y modales que pocas de las otras chicas podían exhibir con su naturalidad. Como todo buen proxeneta se me hinchaba el pecho de orgullo al contemplarla rodeada de clientes deseosos de poseerla pero como amante, mi ego me hacía sentir en incontables ocasiones grandes ganas de matar a todo aquel se atreviese a mirarla. Permaneciendo en pie estaba siendo preparada para la fiesta cubriendo su cuerpo con la vestimenta más sensual y elegante que una mujer sostenía a la espera de que otra mujer se las fuese colocando. Nuestros ojos no tardarían en encontrarse ya que a diferencia de las otras chicas, Charlotte se hallaba dando la espalda a un gran espejo. ¡Incomprensible que una dama de tál belleza temiese ver su imagen reflejada en un espejo! Pero así era.
-¿No te parece un temor estúpido el temer a tu reflejo? -Comentaría a medida que me acercaba hasta ella con una ceja alzada acompañada de una sonrisa vagamente burlona. Rompiendo el hielo de la única manera que conocía, machacandolo hasta convertirlo en mil trocitos.
La furiosa mirada que me dedicó debido a que el brillante corsé que se le acababa de poner todavía le oprimía bastante privandola de respiración hubiese sido de esas capaces de fundir el hielo. Mirada que solía espantar a cualquier hombre pero que a mí me excitaba, antojandoseme fuertes deseos de besarla, me dispondría a darme ese gusto pero ella, posiblemente tomandose mi comentario como algo dañino, retiraría su rostro bruscamente impidiendome rozar sus labios exquisitamente pintados por un oscuro y tentador rojo.
-No seas así, Charlotte, ya deberías conocer mi particular manera de elogiar a una dama. -Me disculparía, a mi manera, con la clara intención de arreglar lo dicho anteriormente recobrando su afecto mientras atraía su rostro hacía mi para besarla apasionadamente. El bofetón que me lanzaría a los pocos instantes después, como si hubiese logrado recuperar el aire privado anteriormente iría seguido de estas originales palabras:
-En ese caso, ya deberias conocer cúan particular es mi reacción ante tus elogios. -
Las mujeres tampoco me mirarían con buenos ojos, supongo que ya se habían temido desde el primer momento en que me acerqué a Charlotte lo que pretendía. No decían palabra pero sus ojos estaban fijados en mí y su ceño estaba fruncido de tál modo que su frente había gran cantidad de arrugas marcadas. Como esa noche sería sólo para los clientes o todo aquel que asistiese a la fiesta y la demandase, en esos momentos, tán ligera de ropa, me apeteció jugar un rato con ella y como ella tampoco es que se fuese a resistir mucho a medida que se me ocurría informarle de lo que Jack N no tardaría en trasmitirle, acabadas de ser informadas todas las chicas, colocandome detrás suyo comencé a recorrer su ceñido torso a causa del opresivo corsé provocando que Charlotte se ruborizase, en principio disgustada al comprender lo que tramaba pero luego a causa del gustito que se extenderia por su cuerpo sólo cubierto por la parte de lo que sería el vestido inferior. El gesto de reproche y la verguenza que mostraba Charlotte eran justo lo que necesitaba para que la excitación que me producía hacerlo no decayese. De verdad, hubiese sido capaz de yacer con ella ahí mismo pero ella, muy consciente de ello, percibiendo como mi sexo ganaba firmeza y dureza, alcanzó a decir:
-Marie, ¿serías tán amable de ayudarme a desvestirme? No me gustaría que este animal empezase a romper el vestido de esta noche. -Separando mis manos de su cuerpo añadiría suspirante. -Y tú, haz el favor de esperarme en el dormitorio. -
Una de las mujeres resoplaría pero descruzando sus brazos obedecería y Charlotte aparecería en el dormitorio mostrando todo su cuerpo de clara y tersa piel desprovisto de ropajes. Piel de claridad similar a la que la mia también poseía pero mucho más alabada en una dama pues en el caso de los varones se podía pensar que el dueño de esa palidez estaba enfermo o carente de vitamina proveniente del sol. En cambio, sus largos y ondulados cabellos caían negros azabache en contraste con su piel al tumbarse sobre la amplía cama, cama que habría acogido a inumerables hombres entre sus rojas mantas y blancas sabanas. Suspirando mientras se abría sensualmente de piernas me espetaría con su voz más melosa:
-Adelante pero que sea de los rapidos. -
-Te he enseñado a actuar como una fulana demasiado bien. -Le respondería yo, desprendiendome de algunas ropas, las más de tejidos más gruesos adentrandome en la cama.
Recrearme en el tacto de sus pechos y observar como sus rosados pezones se tornaban de un intenso color rojizo al mismo tiempo que se endurecían me ayudó a reavivar a mi flacido sexo, que recobró fácilmente su anterior estado como si ya recordase lo que había estado esperando. Charlotte volvería a notarlo, se me presentaba tán encantadora cada vez que se ruborizaba como si todavía conservase esa mojigateria que tenía la primera vez que la hice mia. Al desabotonarme los gordos botones de los gastados pantalones, mi instrumento saldría erguido como un animal a punto de atacar, los suspiros de Charlotte se incrementarían mientras que su perfecto pecho se elevaría más rapídamente, al ir yo entrando en ella, en su poco a poco humeda pero calida cueva interna. Removiendose pues parecía ser una llegada un tanto difícil, sus suspiros se convertirían en jadeos, jadeos que se entremezclarían con los mios propios ya que me enloquecía sus movimientos, segregando nuestros cuerpos gotas de sudor que suavizan nuestra erizada piel y provocando que la poca ropa que me cubría se me pegase como señal de que ya sobraba pero no sería quitada. El momento cumbre llegó sin apenas darnos cuenta, tán agitados nuestros alaridos de placer, tán agudos los suyos que eclipsaban los muelles de la cama ceder en cada empujón contra ella. Al separarme de ella, tanto su cuerpo como el mio parecerían arder pero contemplar su rostros, cuyos ojos estaban cerrados y sus mejillas vivamente coloreadas de rojo, merecía la pena mientras mi blanco y pegajoso fluido resbalaba desde la puntita de mi glande, yendo a parar algunas gotas al abierto y palpitante sexo de ella, que se asemejaba a una rosa aplastada totalmente abierta entre rosada y roja recubierta por esas gotitas como rocio de la mañana. Ya con las ropas anteriormente esparcidas por el suelo, habiendome aseado un poco, desperté a mi bella Charlotte.
-Espabila Charlotte, esta noche tienes mucho que demostrar. -Le anunciaría dandole algunas palmaditas en la cara antes de alejarla de la cama arrastrandola hasta que reaccionase y echase a andar por si misma.
¡Así es como siempre he sido! Para mi el amor no es más que un juego, podemos unir nuestros cuerpo y compartir una gran lujuria o nuestras pasiones pero realmente no sé si llegaré a sentir ese amor del que todo el mundo habla. A veces incluso he llegado a odiarme por ello pues Charlotte si siente eso por mí y hizo toda clase de sacrificios para estar junto a mí pero supongo que en el fondo soy otro monstruo que juega a ser un caballero. Es lo que tiene criarse en un mundillo en el que el sentir amor ha de ser una brillante interpretación.
(Clow)
Colocandome unos dorados gemelos en los blancos puños de la camisa que llevaba me percataría de que estaba siendo observado con gran atención por el chico del cúal se ocupaba Rezo, Zackarias, inocente invocador de Deseo.
-¡Ostras! -Exclamaría al girarme un poco dirigiendo mis ojos hacía él, en cuya rostro lucía una expresión de gran asombro. -¡¿Entonces es cierto que esta noche ireís al Midnight Cabaret?! -
-Así es. -Le afirmé sonriente pero al instante siguiente alzando una ceja, añadí. -¿Acaso conoces algún motivo por el cúal no debieramos ir? -Con tono de voz burlón.
-No. -Negó él cambiando su expresión de sorpresa por una más bien pícara.
Tapandose la boca con las manos saldría corriendo hacía el salón, en el cúal debía de estar Aradia, sentada de mala manera en el sillón de alto respaldo que en el que yo solía sentarme sumergida en la lectura de uno de los multiples libros que permanecían apenas dañados por el tiempo en la habitación que parecía haber sido usada como despacho. Meneando la cabeza me dije a mi mismo que el niño tán sólo habría venido a comprobar por sí mismo la información dada por Aradia, algunos años mayor que él, con una malicia más desarrollada que la que pudiese tener él. Mirandome por última vez al espejo que ese dormitorio tenía, practicaría una serie de miraditas y gestos a fin de reirme un poco de mí mismo. Tál y cómo había deducido, Zackarias y Aradia estaban en el salón acompañados por Rezo, que para ser una persona invidente, siempre lograba dejarme sin palabra debido a la destreza con la parecía desenvolverse. Sin embargo, si lo meditabas con calma y frialdad, no sería tán sorprendente en una persona que ha vivido aislada y en la oscuridad desde muy temprana edad. Antes de llegar a sentarme a su lado, ya supó que estaba ahí pues agrandando su sonrisa mientras giraba su rostro hacía mí dijo:
-Hola Clow, ¿está listo para la fiesta? -
-¡No lo dude! -Le respondería yo enfático, deseoso como cualquier otro animal social por conocer nueva gente y disfrutar. -Aunque sinceramente, Rezo ¿a Ud le parece bien dejar a esas dos criaturas al cuidado de los niños? -Le pregunte, un pelín inseguro, al posar mis ojos en las dos jovencitas graciosamente vestidas que sentadas en el suelo, veían como Zackarias dibujaba tumbado en el mismo suelo. El conocido en otro lugar y tiempo como El monje rojo arrugaría levemente su frente antes de responderme:
-Sí, al fin y al cabo, yo no permaneceré allí toda la noche. -
Qué responsable se mostraba siempre, a pesar de lucir un aspecto tán joven o quizás un poco más juvenil que yo, su comportamiento recordaba al de un padre o al de el miembro más anciano de un grupo ya fuese una familia o no. Sonriendo al figurarme que Rezo habría mantenido un estilo de vida calmado y puritano sentencié:
-Bien, en ese caso no creo que haga falta contratar a ninguna niñera. ¡Vayamonos ya pues! -
-¿Ya es hora? -Querría saber él poniendose en pie al poco de empezar a hacerlo yo.
Una energica pero cordial afirmación brotaría de mis labios. A la salida, los niños nos despedirían como si nos dispusiesemos a partir hacía el combate, es decir, aferrandose a nosotros mientras gritaban toda clase de cosas como por ejemplo que nos olvidasemos de ellos o que nos querían muchísimo. El caballero que compartió amablemente el carruaje que había contratado para la ocasión sería un caballero de elegantes y oscuras ropas bajo su tupida capa que a medida que nos encaminasemos a esos peligrosos lares bordeadores de la ciudad, nos concedería el honor de saber su identidad. Identidad a no olvidar.
-¡Oh, qué descuidado he sido! Mira que no presentarme antes de comenzar a conversar con Uds. -Exclamaría con gesto reprochante hacía su persona. -Soy el señor Williams y es todo un placer haber coincidido con Uds. -Se presentaría alzando su sombrero de copa negro unos instantes encogiendo la cabeza brevemente. Dejando escapar una risita, señalando a Rezo y después a mí, respondí:
-Igualmente. Somos los señores Greywords y Reed. -
Más, finalizado el viaje, no muy lejos de la gran puerta de entrada del local tenuemente iluminado por dos farones acoplados a la pared de aparente tono rojo con gruesas velas en la caja de cristal que lo componían, el señor Williams se alejaría cruzando la rocosa carretera hasta desaparecer de nuestra vista nada más entrar al Midnight Cabaret, que así es como debía de ser llamado ese local ya que ese conjuntos de letras se podía apreciar en la parte inferior, siendo esa la parte más iluminada. Mi rostro se iluminaría nada más dar el primer paso alejandome así un poco de la entrada pues era justo como el señor Manson nos había asegurado que sería, yo me atrevería a decir que fue incluso mejor de como me lo estuve imaginando. Llevase mis ojos trás las redondeadas gafas a la zona a la los llevase, todo, absolutamente todo tenía ese toque que nada tenía que envidiar a la chispa que tenían los cabarets más famosos de Paris como el Moulin Rouge o el Chat Noir. Una gran pista de baile en la que grandes grupos de gente podrían bailar sin estrecheces molestas, a lo lejos bajando dos o tres escalones, varias mesas de tamaño mediano permanecían perfectamente alineadas a la espera de ser ocupadas y más allá, un escenerio era tapado por dos cortinas de gran espesor color carmesí. Sin olvidar, que arriba como si de una antigua catedral se tratase, había una pequeña parte en la que una modesta orquesta proporcionaría buen ritmo al evento.
-Te dije que vendrían -Escucharía a una familiar voz decir no muy lejos.
Al bajar mi cabeza y fijar mi vista al frente, mis ojos chocarían con los ojos de dos hombres bien vestidos que nos observaban con dos grandes sonrisas dibujadas en sus rostros. El más alto, cruzado de brazos era el señor Leautremount, que no tardaría en presentarnos a su amigo y dueño de ese local, Jack N. Hombre de ojos centelleantes, actitud bribona y afiladas cejas que le conferían una similitud con el diablo divertida. El antónimo de lo que Leautremount parecía ser.
-¡Perfecto! Ahora que nos conocemos, con toda confianza os pido que pilleis un buen asiento, las chicas no saldrán hasta que lleguen los demás invitados. -Nos informaría dando una palmada con sus manos enguantadas por negros guantes de cuero, sin perder su imagen de diablillo.
-Anda, venid conmigo a tomar una copa mientras tanto. -Nos invitaría el señor Leautremount mientras su compañero se iba colocando una amistosa mano sobre nuestros hombros.
Por lo visto habiamos llegado de los primeros pero eso en el Midnight Cabaret no era un hecho aislado. A los caballeros como el señor Williams o como el señor Blackfield les encantaba llegar de los primeros pues así tenían la oportunidad de ir preparando terreno, o sea, de tratar asuntos con otros conocidos, de emborracharse o de pactar cualquier cosa con Jack N en privado porque llegar justo cuando la fiesta comenzaba era mucho más agobiante. Rezo y yo le escuchariamos fascinados contarnos como funcionaban las cosas en el Midnight Cabaret mientras poco a poco la enorme sala se iba llenando de caballeros y alguna que otra dama.
(M)
-¡Mierda! -Aullé apresurado saltando por la ventana como sólo un felino salvaje podría hacer sin matarse. -¡La fiesta ya estará empezando y yo llegó tarde! -
Mientras saltaba de tejado en tejado hasta alcanzar el correspondiente al Midnight Cabaret me imaginaba la cara enojada de Jack N, me daría una paliza si la noche no salía como él deseaba que saliese echandome toda la culpa. Balanceandome como un mono logré llegar hasta una de las ventanas que disponían los dormitorios del piso superior. A la pequeña Alizée no le agradaría mucho que digamos mi acrobatica aparición en su dormitorio pues enrojecida de verguenza gritaría:
-¡Vete! ¡Sal de mi cuarto o llamaré al señor Leautremount! -
Recolocandome un poco mis ropas más distinguidas parado unos momentos ante su sencillo espejo, la retaría a hacerlo antes de lanzarme como un loco a la puerta para correr dirección a la pequeña terraza en la cúal actuaban los músicos. La niña resoplaría tomando la única fuente de luz que había en la habitación para colocarla más próxima. Qué una francesita me despreciase me volvía loco pero ya tendría tiempo para incomodarla en otro momento. Al abrir la doble puerta de madera roja, todos mis compañeros girarían la cabeza para observar mi triunfante llegada, todos ellos sentados y armados con sus brillantes y preciados instrumentos musicales. Aclarandome la garganta, pues esa como tantas otras noches me la pasaría gritando y cantando a pleno pulmón, comencé a incitar a todos mis oyentes, bajo mis pies expectantes con los ojos hacía el techo.
-¡Damas y caballeros, sean bienvenidos al Cabaret de Media noche!
El aturdidor sonido de palmas y gritos me bastaría para saber que la noche se iría a estropear, sino que a partir de ese momento iba a mejorar. ¡Sí! Y yo cantaría y los entretendría hasta quedarme sin voz.
(Clow)
La multitud pareció enloquecer cuando el señor Manson comenzó cantar mientras la orquesta ponía sonido a cada serie de palabras que salían de su ronca pero agradable voz. Todos posicionados en las mesas a la espera de que la presentación de las chicas diese comienzo siendo ese el inicio de lo que más adelante vendría. Viendo a Rezo por el rabillo del ojo, sentí cierto reparo, todos excepto él podríamos deleitarnos con la visión de damas dueñas de gran belleza.
-Esto... Si necesitas descripciones, yo te las daré gustoso. -Le propondría pasando mis ojos del curvilineo y atrayente cuerpo mostrado sensualmente por una joven dama tán sólo iluminada por la única luz que había a lo alto de una farola en mitad del escenario de madera poseedora de lacios cabellos que caían por sus hombros descompensados y desordenados a cada movimiento que ejercía. -Sería injusto que fueses el único privado de disfrutar de estas arrebatadoras vistas. -Añadiría arrugando la frente mientras me pasaba una mano por el cuello chistoso.
-Se lo agradezco mucho pero ya tendré oportunidad de conocerlas más adelante. -Rechazaría afable mi sugerencia, con una sonrisa comprensiva que me haría sentir peor un ratito más.
-¡Bien, amigos! -Jack N exclamaria adelantandose unos pasos hacía nosotros, el publico, dejando a las chicas colocadas trás de si. -Ahora que ya conocen a mis lindas chicas, ¡Ha llegado el momento de sacar sus números y descubrir qué belleza les acompañará esta noche! -Nada más soltar esa indicación, todo el mundo tantería entre sus ropas desesperados hasta ir sacando lo que se me antojaba una etiqueta o un papelito de similar tamaño y forma.
Como si en vez de ser participes de un espectaculo estuviesemos jugando al bingo, Jack N no cesaría de citar a viva voz una serie de números, a cada número mencionado, un entusiasmado caballero se levantaba y avanzaba a zancadas hasta el escenario, ya en medio del escenario daba a Jack N su etiqueta, trás asegurarse de que no era falsa, Jack N anunciaba:
-¡Caballeros, me temo que al señor Peterson le acompañará esta noche la señorita Alice! -
Un profundo suspiro saldría de bocas de varios caballeros como si por un momento hubiesen temido perder algo. Así se irían emparejando las hermosas damas hasta sólo quedar una. Morena, de piel extremadamente clara, labios curvados hacía arriba fuertemente teñidos de rojo y unos ojos brillantes como diamantes de leve tono azul. Esa señorita de inusual belleza, altiva cúal reina de hielo, debía ser la deseadísima y disputada Charlotte, la joya de la corona. Mi primer impúlso al mirar la invitación que se nos fue otorgada, fue entregarsela a Jack N para pasar la noche con ella pero al rememorar las palabras del resignado Rezo cambié las tornas.
-N-No sé que decir... -Respondería a Jack N mientras Charlotte tomaba su brazo afectuosamente. -Yo ni siquiera debería haber formado parte de este juego. -
-Pues no digas nada. -Le replicaría malicioso Jack N. -Charlotte no tendrá ningún inconveniente en complacerle, padezca lo que padezca. -Le manifestaría con una sonrisa propia de un descarado vendedor. Desde las alturas, el señor Manson se entrometería, lanzando esta sugerencia:
-¡Señor Greywords, si su acompañante no le agrada, yo me pongo en su puesto! -
-¡De eso ni hablar! -Bramaría Jack N. -¡Tú sigue a lo tuyo! -
Ayudado por Charlotte, Rezo y ella irían hacía la pista de baile quedandome solo pero no mal acompañado pues Jack N dandome algunas palmaditas en la espalda mientras me encogía de hombros me aseguraría que disponía de más señoritas pero que para hacerlas venir tendría que tratar con la madame que se responsabilizaba de ellas. Jo, una mujer de armas tomar, ojos castaños y largos cabellos rubios que caían como oro fundido cubriendo sus pechos ocultos bajo su original e incitadora vestimenta. Sentados en los sillones rojos que formaban parte del sencillo mobiliario de esa sala, superando toda clase de insinuaciones, provocaciones y malpensaciones, la madame me entregaría unas llaves de dorado destello. Llave que me permitiría abrir el dormitorio de la señorita descrita por Jo, si conseguía no perderme entre tanto largo pasillo de rojizas alfombras al igual que las rojizas paredes pero más saturado su color. Tanto rojo me ponía a imaginar que recorría las arterias del cuerpo de algún animal, pensamiento hilarante pues nadie había logrado hacerse tán pequeño, pensamiento asqueroso pues jamás hubiese usado a Pequeña para viajar e investigar de eso modo el cuerpo humano. Finalmente, frente a la puerta correcta ya que al introducir la llave en la cerradura, ésta coincidió perfectamente, al instante de girarla para abrirla y entrar, una jovencita me recibiría muy animada.
-¡Buenas noches, señor cliente! -Chillaría estrujandome mientras no paraba de reir. -¡Es Ud guapísimo! ¡Vayamos a la fiesta! -Solicitaría al poco de separarse de mi, abriendo sus grisaceos ojos al mismo tiempo que me cogía de la mano lista para echar a correr sin darme oportunidad a dialogar un poquito más con ella. Sus lisos y larguísimos cabellos ondeaban como una capa cobriza a cada veloz paso.
-¡¿Se puede saber a qué vienen esas prisas?! -Gritaría yo siendo llevado de la mano cada vez a mayor velocidad como si fuese un pelele.
-¡Fiesta! ¡Fiesta! -Era todo lo que salía de su boquita.
Al cruzar las escaleras hacía abajo casí se me salió el corazón, posaba sus pies como si botase sobre cada escalón de madera. Con la mano que tenía libre puesta sobre el pecho, le rogaba ser menos arriesgada pero ella o no me escuchaba o simplemente no le interesaban mis advertencias. Por fin llegado a la habitación más amplía de todo el edificio, aprovechando que se había detenido cerca de un sófa de confortable y mullido aspecto, me desprendí de su mano y jadeando como un anciano fatigado trás una larga caminata me dejaría caer sobre el sófa color vino tinto. Los invitados amoldados en él reirían al direccionar sus rostros hacía el recien llegado.
(Rezo)
Reconocer entre las voces que me rodeaban la voz del mago Clow me relajaría. A pesar de haber aprendido con gran soltura el idioma que tanto él como los niños usaban, había momentos que temía abrir la boca pues por muy correcta y claramente que llegasen las palabras a mis oidos, una buena parte aún me resultaban un poco complejas a la hora de asignarles un significado coherente. Las dos damas y los tres o cuatro caballeros que estaban repartidos por este apacible rincón, me oportaban tantas cosas interesantes o al menos a mí aquellas que fuí capaz de entender me las parecieron que también sentí deseos de obsequiarles con algunas de las que yo había ido guardando en mi mente a lo largo del tiempo. Centrando su atención al igual que yo en el exhausto Clow, cuya respiración y suspiros eran claro indicio de cansancio, pues el hombre de voz más agravada, exclamaría:
-¡Demos una calida bienvenida al recien llegado! -
-¡Bienvenido al grupo! -Dirían los demás alzando la voz lo suficientemente como para ser oido entre tanta música y ruidos humanos provenientes de la zona más central. Un fluir de risitas surgiría después y el leve chocar de dos objetos cristalinos seguido por el gorgeo de un liquido al desplazarse. -Si es capaz de aguantar esto, si será un aútentico camarada. -Añadiría uno de ellos, amo de una voz encantadora. Todos volverían a reir suavemente, sin perder la compostura.
-¡Señor cliente! -Chillaría una vocecita redicha. -¡Vamos a bailar! -
-¡¿Qué?! -Replicaría Clow con un deje de voz entre sorprendido y fastidiado, resoplando añadiría sin abandonar el sófa. -¿Qué tal luego? Ahora estoy bastante cansado. -
-¡Bailemos! ¡Venga, bailemos! -No pararía de suplicar la vocecita chillona como si su dueño fuese un chiquillo teniendo una sonora rabieta. Los ligeros chasquidos que producían sus ropas al ser estiradas me ayudó a deducir que el pobre Clow estaba siendo obligado a levantarse.
El conjunto de pasos que se alejaron tán rapidamente que casi apenas se lograba escucharlos me confirmó que la vocecita había salido victoriosa.
-¡Pobre caballero! -Comentaría el caballero de voz agradable. -¡Con la de chicas que dispone el Midnight Cabaret y le ha tocado la más impúlsiva! -
-Cierto pero se dice que es de las más fogosas en la cama. -Puntualizó otro caballero, con tono de voz travieso. -¿A tí qué te parece? Charlotte. -Pediría la opinión de mi acompañante femenina. Tragando el liquido que recien acababa de atravesar su garganta, ésta respondería:
-Sé por dónde quieres que vayan los tiros y sólo te haré saber que cualquier mujer con el varón adecuado puede más fogosa de lo que piensas. -
Unos fuertes aplausos bastaron para saber que el resto del grupo estaba maravillado con su respuesta. Gracias al pase de otro tema, me enteraría de que dos de los caballeros eran reconocidos artistas por la zona y que el otro era hermano de otro gran artista.
-¡Qué cojones vas a ser tú un artista! Si lo único que haces son burrapatos. -Le espetaría el escritor, lo que provocaría que el pintor se defendiese con igual groseria:
-¡¿Y tú qué coño sabes?! No puedes ver mis obras, eres más ciego que un jodido murcielago. -
-Pero he oido decir en boca de otros artistas que tus obras tampoco son gran cosa. -Le haría saber sin dejar de reirse. -Sin embargo mi esposa está como loca por posar para tí. -Acabaría apaciguando al pintor, que con voz arrepentida diría:
-Generalmente prefiero pintar fulanas, son menos pudorosas pero por tí podría hacer una excepción. -
-Eso espero. Así podré poner alguna ilustración en la novela con la que estoy trabajando. -
Una gran admiración sólo superada por la curiosidad me invadió, pediendole saber si en verdad era ciego, cómo era capaz de pasar sus palabras al papel. Él, adoptando cierto tono enigmatico en sus palabras, que haría a los demás reir, sólo me contestaría con una palabra, magía.
-¡Qué fanfarrón es este hombre! -Hablaría una de las damas agitando, supongo, un brazo en cuya mano debía de descansar un vaso o una copa de cristal a medio vaciar que nos salpicaría levemente. -¡Todo lo que se le ocurre es escrito por moi! -
Por un momento sentí bastante estúpido por no haber imaginado esa posibilidad pero las dulces palabras de animo de Charlotte y su proposición de cambiar de aires me hicieron recobrar la sonrisa. No eran mala gente me manifestaría pero a menudo su acido sentido del humor chocaba con la gente menos acostumbrada a esa clase de trato.
-Les gusta demasiado hacerse los interesantes ante nuevos invitados. -Me comunicaría con su voz más amable y comprensiva aunque también sútilmente hostil hacía los artistas. -Si lo desea, podemos marcharnos a otro rincón, más tranquilo. -
-Me gustaría que Clow estuviese con nosotros. -Admití timidamente.
-Me lo figuraba. -Replicaría ella dejando escapar un ruidito como si riese por un instante pero con la boca cerrada. -¡Vayamos a ver qué tal les va a esos dos! -Agregaría agarrando uno de mis brazos mientras nos poniamos en pie listos para introducirnos en la pista de baile en busca del hechicero y su extraña compañera pues estaba seguro que era una muchacha aunque posiblemente más joven de lo que nuestra ética nos hubiese permitido escoger.
(Clow)
¡Esa muchachita era incansable! No sabría especificar cuanto tiempo nos pasamos bailando y bailando, ella se movía como si su cuerpo no conociese los efectos del cansancio y la necesidad de parar a fin de no marearse o para llenar su cuerpo de alguna bebida tampoco parecía caber en su dinamica cabecita. Por lo que cuando ví a Charlotte acompañado de Rezo apróximarse a nosotros, estuve a punto de llorar de alegría, mientras sostenía con una mano a mi habilidosa e imparable bailarina, cuyo menudo cuerpecito giraba y giraba a la vez que su boca prodigaba chillidos de puro gozo. Frente a nosotros, Charlotte con apenas decir dos o tres palabra alcanzaría lo que yo no había conseguido desde el primer instante en que la conocí.
-Euforia, cariño, ya me ocupo yo de él. -Le diría y ésta, como las palabras de la morena dama tuviesen poderes magicos, soltando mi mano se iría asintiendo con la cabeza desplegando una fresca y aniñada sonrisa.
Ya estaba libre, tán fácilmente que ni me lo creía. Arqueando una ceja y llevandome una mano a la frente me convencería a mí mismo de que si lo desease, podría pasarme todo el resto de la noche tumbado. Sonriente alabé su dominio sobre Euforia, nombre que le iba que ni pintado.
-¡Eres más asombrosa de lo que pensaba! -Me deshice en elogios con los ojos luminosos trás el cristal de mis lentes. Ella, encogiendose de hombros con coqueteria, respondería:
-¡No es necesario que me hagas coba! No tenía pensado darte placer oral. -
-¿Qué has dicho? -Querría comprobar que mis oidos me habían traicionado y que no había soltado lo que había soltado, tán a la ligera. Negando la cabeza sin perder una resplandeciente sonrisa se retractaría:
-Nada, sólo bromeaba. -Carraspeando un poco, nos formularía la obligada pregunta de la noche. -¿Hay algo más en lo que pueda complaceros? -
-Sí a Rezo no le importa, a mi se me ocurren unas cuantas cosillas. -Sería mi respuesta, encaminando mis ojos un instante al rostro de Rezo y luego al de ella, dejando que el claro azul de sus ojos se tornase más azul al reflejar mis abrumadores y azulados ojos. Ladeando levemente la cabeza, el llamado Monje rojo me concedería vía libre al decir:
-En absoluto, es más, es toda tuya. -
-En realidad, esta noche soy para los dos. -Nos informó agarrandose tanto a mi como a Rezo, que al comprender lo que eso significaba, se ruborizó intensamente.
(M)
Reposando en uno de los esponjosos asientos que el humilde y temporal establecimiento del señor Tao disponía, llenando mi cuerpo de sustancias para nada aconsejables pero que embobaban mis sentidos apaciguando así mi mente, siempre tán llena de pensamientos feos y retorcidos como culebras, divagaba en voz alta, sintiendo continuamente sobre mí los rasgados y ambarinos ojos de la exotica Ran Mao, sigilosa y recelosa cúal gata criada en las calles más problematicas de Hong Kong. El traficante chino desde la puerta entreabierta de cascada madera sólo adornada por una cortina compuesta por pequeñas bolitas unidas por finas y largas cuerdecitas prestaba gran atención a mis palabras, entre exhalación y inspiración de tán penetrante humo que tornaba el ambiente borroso se permitía el descaro de replicar como si todo lo que salía por mi boca estuviese siendo compartido con él. A veces Lau me rememoraba al Gato de Cheshire, dejandose llevar por las sustancias alucinogenas o no, ese tipo siempre se comportaba de manera inesperada y misteriosa.
-Te apuesto lo que quieras a que el señor Greywords no yacerá con mi Charlotte. -Aposté soltando una estrepitosa carcajada mientras me removía con la sensación de que mis movimientos eran lentos y pesados. Ran Mao ladearía su cabeza pestañeando como si el caballero mencionado le suscitase gran curiosidad.
-¿Lo que sea? -Preguntaría Lau girando brevemente la cabeza con una chispa encendida en sus rasgados ojos, ocasionalmente abiertos en plenitud. -Acepto la apuesta. -Agregaría sin recibir ninguna respuesta por mi parte a la pregunta formulada, sonriendo.
-Él no es como el señor Reed aunque la amistad que siente hacía éste le podría hacer cambiar. -Continué hablando. -Creo que me dan algo de envidia, yo nunca sentiré algo así hacía otras personas. El amor sea cúal sea su grado es algo que no soy capaz de poseer. -
-¿Se deberá a qué el monstruo se lo arrebató al niño? -Sugirió Lau con un tono de voz entristecido. Eso, la precisión con la que se acercó a lo que yo adjudicaba mi frialdad emocional, fue escalofriante. ¿Sería Lau Tao igual de certero en destapar los temores del Mago Clow y el Monje rojo?
(Clow)
-Me siento mal por tu amigo. -Me comunicaría Charlotte, a medida que su vestido era gracilmente desarmado por mis dedos. -Podría haberle brindado el mismo disfrute que te voy a brindar a ti. -
-Pues no deberías sentirte así, Rezo es mucho más fiel a lo que su corazón le dicta que yo. -La consolé aunque tampoco se apreciaba incontenible congoja en ella, meramente insatisfacción, similar a la insatisfacción de haber realizado un trabajo a medias.
-¿En verdad el señor Greywords se llama Rezo? -Demandaría saber arqueando una fina y oscura ceja sentandose sobre mí, de modo que nuestros rostros quedasen a una distancia muy corta y nuestros ojos chocasen suavemente. Alzando ambas cejas, le replicaría:
-Pues mi nombre también es bastante inusual, ¿deseas oirlo? -
Colocando una mano sobre el rostro de la incredula Charlotte, acercaría su rostro para poder susurrarselo. Una risilla saldría de sus labios y al poco de retirar su rostro diría poniendo pícaramente un dedo sobre mis labios curvados:
-Ya lo sabía pero me parece tán bello que no me ha sido molestía volver a oirlo. -
El corsé de rugoso y brillante tejido caería cúal alas de mariposa a un lado de la colorada cama liberando sus redondeados y perfectos pechos de clara tonalidad y extrema tersura coronados por dos rosados salientes que se alzaban puntiagudos al contacto repetido de mis dedos. Al haber sido retirado el corsé, cúal cortinilla de azulada seda, las faldas que componían la parte inferior del vestido se separarían por si mismas desvelando una agradecida sorpresa.
-¡¿No llevabas ropa interior bajo tus ropas?! -Exclamaría, ganando bastante color mis mejillas, obteniendo un contundente calentón que me forzó a despojarme de mis ropas sin demorarme. Ella, encogiendose de hombros me devolvería una atractiva contestación:
-Nunca la llevo. -
Alzando la cabeza se carcajearía al comprobar que mi rostro se enrojecía aún más al igual que algunas gotitas de sudor empezaban a brillar por mi cara. Retornando su cabeza al frente, pasando la lengua por sus labios color pasión procedió a tomar las riendas de la situación. Empujando lentamente al pegar su torso desnudo contra el mio, originando que su sexo descubierto rozara contra el mio intensificando su despertar.
-Justo lo que venias deseando, ¿no? No permitamos que decaíga. -Me susurraría con una voz tán ardiente que casí consiguió hacerme estallar de excitación.
-S-Sí... -Jadeé y ella desplegando un irreal erostimos a cada deslizamiento de sus brazos, similar al que bien realizaría una bailarina, me libró de los botones que aprisionaban mi caliente piel. Me morí de ganas de besarla, de que nuestros labios se tocasen, incluso deseaba sentir la sangre correr entre ellos guiados por un roce más fiero pero sus labios se centraron en tocar mi cuerpo hasta extremecerlo rotundamente. Ella hacía descender sus labios dejando rosadas huellas de su trayecto mientras que yo sin embargo posaba mis manos al rededor de su cadera y las dirigía cúal escultor por su definida figura gracias al opresivo corsé llevado desde, me imagino, varios años. Su cuerpo iría emanando un calorcillo agradable y sus jadeos acompañarían a los mios pero para mi deleite de una forma más modulada, con la estabilidad que carencian los mios. Al justo instante en que sus dedos desabotonaron mis pantalones, un resonador gemido eclipsaría a todos los jadeos anteriores.
-¿Tán buena soy? -Me mofaría antes de situarse poco a poco encima provocando que mi contenida lujuria llegase a un punto insostenible. Con cada vaíven de nuestros cuerpos, finalmente aferrados dejando que el extasis nos enloqueciese, superando el limite, vertiendome en ella con una libertad que rara vez había sido dueño.
-¿Podría hacerte una pregunta? -Suspiraría recobrando la sensatez. Ella asintió con una sonrisa cansada en su acalorado rostro casi oculto por largos mechones oscuros. -Deseaba besarte, ¿por qué razón no ha sucedido? -
-Es simple, tus labios no me pertenecen al igual que nos mios tampoco son tuyos. -
(Rezo)
Justo cuando un dulce sueño me estaba invadiendo, notar el contacto de su piel me despertaría repentinamente.
-¡Despierta, Monje rojo! -La escucharía gritarme con su clara y fanfarrona voz. -¡Ahora viene la mejor parte del cuento! -
-¿Puedo saber qué tramas? -Le exigiría saber figurandome con exito que si sentía su piel tán próxima era debido a que se las había apañado para subirse encima mio.
-Captar tu atención. -Me respondería con brobuconería, colocando mis manos sobre sus brazos descubiertos la aparté de mí mientras le decía:
-Agradezco que mi presencia te sea agradable pero... -
-¡¿Pero qué?! -Me espetaría ella fingiendo sentirse muy dolorida. -¿Es que yo no te resulto agradable? -
Siendo conocedora de mi gran corazón y de que a pesar de ser yo consciente de que esa era su formula magica para ablandarme no la dejaría en la estacada, modulaba su voz de manera que llegase llorosa y desamparada. Suspirando, busqué nuevas formas de expresarle lo que se había formado entre nosotros. Era complicado ya que ella lo tergiversaba a proposito. Para ella yo era el cliente ideal por lo que no dudaría en hacerme su usual cliente. Para tener parecida edad que Aradia, se comportaba más como una mujer que ella.
-Mira, permitiré que te quedes esta noche pero mañana, bien entrada la mañana, te llevaré con el padre Samuel, él te encontrará un buen hogar. -Me esforcé en exponerle pero a ella mis buenos propositos no le parecían tán buenos.
-¡Eso significa que de todos modos vas a alejarme de tu lado! -Gritaría con un tono de voz entre furioso y desesperado. -Creía que eras diferente pero ya veo que eres como todos. -Refunfuñaría cruzandose de brazos, la fricción que provocó su piel chocando contra la tela del camisón me lo indicó.
-Me agradas pero no sería apropiado que mantuviesemos esa clase de relación. -Le diría arrugando la frente con una sonrisa entristecida al percibir gracias a los leves cambios de su respiración que parecía estar a punto de romper a llorar.
-¿En serio? Entonces tocame, a ti te dejaré hacerme lo que quieras. -Me ofrecería por segunda vez y por segunda vez me vería obligado a rechazar su ofrenda ligeramente ruborizado.
-Mejor finaliza el cuento y ve a dormir a alguno de los dormitorios que dispone la casa libres. -Le replicaría yo alzando ambas cejas a la misma vez que dejaba mostrar mis dientes.
Me gustaba Sophie, demasiado para mi desgracia, me hacía recordar a alguien en quien no pensaba desde hacía mucho tiempo pero pondría todo a mi alcance para no sucumbir ante los encantos de la joven Sophie. Conocida en el Midnight Cabaret, ¿dónde sí no?
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