NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Aviso que puede contener momentos muy subiditos de tono e_e
Como ya sabreís, trataré de ser lo más elegante posible ^^
También podreis hallar alguna que otra palabra malsonante LOL
"Entre los límites temporales de los nueve y catorce años surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana sino de ninfas (o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas.''
Lolita - Vlidimir Nabokov
Nínfulas y faunos
Temía realmente convertirme en algo como él, probablemente por eso nació una enemistad entre ambos. El modo en que comenzamos a exponer nuestros amoríos, él no tenía ningún problema en admitir que amaba a varones, un tanto, más jovenes de lo que cualquiera pudiese considerar adecuado aunque amar a otro varón ya implicase que no estuvieses del todo bien sin embargo yo, yo me avergoncé súbitamente al recordar a mi amada, a la señorita que me tenía tán lejos de la tierra y cuyo amor al ser descubierto me costó una falta grave dentro de la comunidad pues la ética no entiende de si eres mago o un tipo corriente. Un escritor años después acunaría el termino de nínfula para las señoritas de tál poderío sensual como ella parecía poseer a tál edad. Si se referiría a que eran como ninfas tendría razón pero explicar por qué no bastaría. Estaba como hechizado, las palabras salían de mi boca con torpeza, mis mejillas ganaban fuerte tonalidad roja y en mi mente nacían pensamientos y deseos que un hombre adulto jamás debería tener hacía una muchachita. Sí, empezaría a gastar gran parte de mi sueldo en fulanas a fin de apaciguar de algún modo los calentones tán frecuentemente sufridos, buscando a una que se asemejase a ella, si era posible, para materializar esas fantasías que aún siendo sólo pensamientos despertaban mis instintos más bajos. Que me escuchase con tanta atención me hizo sentir más despreciable, a cada "te comprendo perfectamente" la conciencia que antes estuviese acallada por el placer se destapaba la boca y chillaba taladrando mi cabeza que nunca debí ir tán lejos pues acabaría convertiendome en un monstruo o como se llaman entre ellos, un lobo. Escucharlo a él era peor, mucho peor, me ponía los pelos de punta con cuanta seguridad y agrado lo relataba, como si no hubiese nada de malo en ello. Deseé pegarle pero me contuvé lo mejor que pudé. ¿A qué punto llegó la conversación? Si no fuese por lo repúlsivo de todo el tema, a uno muy positivo.
-¿Qué? -Preguntaría distraido, había llegado un momento en que no logré seguir atendiendo a lo que me contaba por lo que dejé de prestar atención. -¿Serías tán amable de repetirme lo último que has dicho? -
-¡Claro! Me gustaría que conocieses a Michael, mi principe. -Repetiría esbozando una sonrisa.
A pesar de haberlo oido y comprendido, no sabría que decir por lo que asintí y le acompañé hasta la pequeña salida del roulott, bajando pocos escalones de madera, continuamos andando hasta salir de toda la zona que el Circus Circus había hecho suya, al atardecer todo el arido terreno del descampado se tornaba de un bonito naranja dorado. Al poco de despedirme, no tuve claro si había sido buena idea aceptar una nueva visita por su parte. Al retornar hacía mi roulott, Charlotte, la hermosa y suspicaz Charlotte notaría que algo me tenía preocupado ya que caminaba arrastrando los pies lentamente y eso era raro en mí, cuyo paso era rapido y firme como el trote de un caballo joven. Acercandose a mí, exigió saber que pasaba.
-Viktor, ¿ha pasado algo malo entre ese tipo y tú? -Preguntaría arrugando la frente, único signo de preocupación en ella. Suspirando mientras sacaba fuerzas, negué con una amplía sonrisa. Arrugando un poco más la frente, insistiría insatisfecha:
-¿Seguro? -
-Sí, Charlotte. -Volvería a negar. No tenía ni idea de cómo podría afectarle volver a ver a ese chiquillo, chiquillo que fue durante un tiempo como un hijo para su hermana siamesa y para ella gracias al día a día con él. Temía que descubriese que yo también pudé ser un monstruo como los que circulaban no muy lejos de su Circus Circus.
¡Maldito Blackfield! Él tenía un encanto insólito, que te hacía sentir que podrías conversar con él de cualquier cosa y él jamás la contaría o no te juzgaría como un verdadero amigo debería asegurar pero tener un amigo como Blackfield traería problemas y enfrentarme a esa parte de mi pasado tán nefasta. Me había devuelto recuerdos agridulces, deseos sucios y los fragmentos de un amorío prohibido. Si ella hubiese tenido la edad que Charlotte tenía, todo hubiese sido menos incorrecto pero estaba entre la niñez y la madurez, lo que la convertía en una muchachita de cuerpo apetecible y actitud juguetona. Siempre preguntando, siempre queriendo saber, siempre sonriendo pícaramente como animandome a meter toda mi mano en ese fuego. Recuerdo que durante las clases había cierta distancia entre nosotros, lo que era bueno, sólo tenía que esforzarme en la lección la noche antes preparada para ser recitada pero ¡Ay, Dios mio! Cada vez que tenía que acudir a mi despacho y se sentaba como un muchacho, con sus piernas abiertas cubiertas por largas y negras medias de lana. Sus explicaciones perdían coherencia, sus ojos se volvían más azules y sus labios parecían moverse con una fluidez muy sensual, que perdía el norte y era ella inclinandose sobre su lado de la mesa la que debía de hacerme regresar chascando sus dedos. ¿Cómo demonios podía ser? Incluso su mero recuerdo me encendía como una cerilla nada más ser frotada contra la cajetilla. Tantos años siendo duramente reprendido y azotado para que ya adulto y consciente de lo insano que era acabase dandome ese placer que ella ya no volvería a darme fisícamente. Respirando entrecortadamente, sintiendo mi pecho elevarse bruscamente con un corazón que emanaba sangre a un ritmo ligeramente acelerado, me complacía. ¡Por los viejos tiempos! O ¿Por qué no? Por cada vez que deseé hacerlo y no fuí capaz gracias al miedo que nos infundían. Con los ojos cerrados y las gafas dejadas en la única mesita que en el roulott podías encontrar, sólo lamenté no poder ser besado o percibir sus dulces labios recorriendo mi torso descubierto. Las lagrímas caerían curiosamente al mismo tiempo que mi blanco espema se vertía y descendía como si fuese burbujeante champán de una botella recien descorchada.
-¿Sabeis lo que más me gusta de una puta jovencita? -Se disponía a contar a voces el hijo de la mujer obesa a otros colegas, artistas o trabajadores que yo todavía no conocía bien. -Es que te la maman, no son tán relamidas como las que ya tienen experiencia. -
Todos se reían a carcajadas excepto yo parado frente a ellos. Aplastando su cigarrillo contra el gastado y ancho pantalón que llevaba, el muchacho soltaría:
-¡Ey! ¿Y tú por qué no te ries? Acaso, ¿te la ha chupado alguna vieja? -
Lo de "vieja" era un feo apelativo que se les daba a las prostitutas mayores de treinta años, las cuales no tenían más remedio que convertirse en madames o toda aquella que superase los veinte años tál y cómo me informaría Lo, la mandamás entre las prostitutas de todo el lugar. Haciendo un poco el chulo, contesté:
-Es posible. -
Lo que le hizo una gracia tremenda, entre risotadas, replicaría:
-Pues dudo que haya sido por las calles del Infierno. Te arruinan. -
-¿A que nuestro Johnny es un joven encantador? -Se mofaría Charlotte interrumpiendo sin ningún miedo entre tanto macho, desordenandole los cabellos antes de que éste se pusiese de nuevo su sombrero de pretendido caballero. -Vuelve al trabajo de una maldita vez y deja de pavonearte, todo el mundo sabe que tu madre jamás permitiría que contratases los servicios de una prostituta. -Lo alentó humillandolo como sólo Charlotte sabía. Cuando sus ojos de claro color se cruzaron con los mios, menos cautivadores, tragué saliva preparandome para recibir una reprimenda seguida de una orden.
-Y tú, tú ven conmigo. -Fue todo lo que dijo dejando a los presentes atónitos al agarrarme del brazo para que la siguiese apresuradamente.
-¿S-Se puede saber qué pretendes? -Alcancé a preguntar perplejo. No estaba preparado para aquello, para ser conducido al interior de su roulott y... ¡Ser interrogado! No llegué a saber cómo pero se enteró de que aquel tipo era el tipo que tenía al Michael que con tanto cariño y esfuerzo cuidó su hermana. Sentado en una sencilla banqueta de madera la observé cerrar la puerta con llave y tapar totalmente las ventanas con las cortinas de gruesa tela como pretendiendo confinarnos ahí, en una oscuridad tán sólo disminuida por la vela de brava llama que fue al instante siguiente encedida. Dando un largo suspiro, se apróximaría a mí sosteniendo la vela entre sus manos con mirada y sonrisa perversa, aterrado traté de saber que le estaba rondando por la cabeza:
-Err... Charlotte, no estarás pensando en quemarme ¿a qué no? -
-No... Bueno, que lo haga o no, dependerá de tí. -Me respondió sin dejar la vela en el suelo o en cualquier otro lado lejano de mí. -¿De qué hablasteis Blackfield y tú en tu roulott? -Preguntaría a continuación con pretendida calma y gran interés.
-D-De nada grave. -Mentí asustado, sintiendo como una fina gota de sudor caía desde mi frente hasta mi mejilla derecha. Ella sabía que mentía, por lo que acercando la vela peligrosamente a mí, exclamó:
-¡Ni se te ocurra volver a mentirme o te quemaré vivo! -
-¡E-E-Está bien! -Grité contrayendo mi estomago para que la calida y traspasadora llama no llegase a acariciar si quiera mis ropas. -¡Pero antes quiero saber por qué me estas haciendo esto! -Rogué saber. Ella me daría una explicación más dura y corta de lo que me hubiese gustado escuchar pero dado el delicado momento no le obligué a alargarla. Hacía un tiempo que Blackfield se llevó consigo al pequeño Michael por culpa de Jack N, únicamente interesado en el dinero y dada la mala fama del señorito Charlotte se obsesionó con apartarlo de él.
-Hablamos de antiguos amoríos. -Acabé confesando, sereno a causa del remordimiento. Charlotte me miraría con asco como si por fin hubiese encontrado la excusa perfecta para odiarme y alejarse de mí sin embargo apartó la vela y me obligó a continuar hablando. -Le hablé de una muchacha de la que me enamoré irracionalmente como si me hubiese quedado embrujado o hechizado, luego él me habló de su querido principe, así es como le gusta llamar cariñosamente a Michael, el principe de su jardín de faunos... -Si no fuese porque me entristecía que usasé tán bellas descripciones, hubiese sonreido. Entre bellas ninfas y bellos faunos estabamos habiamos acabado por perder la cabeza. Haciendo un último esfuerzo, finalicé de trasmitirle lo que me había dicho. -Por último, antes de irse, me comentó que le complacería que Michael me conociese porque... -Y ahí fue que Charlotte no pudó aguantar más y me dió un efectivo bofetón antes de gritarme:
-¡Cómo me enteré que le pones un dedo encima...! -
-¡¿Yo?! -Le interrumpiría yo con otro grito, sinceramente dolido. -¡Jamás lo haré! ¡Yo no soy como él! ¡Lo mio fue sólo un puñetero desliz! -Trás soltar todo el veneno que me corrompía, me iría abriendo la puerta a lo bruto, de una patada. Encaminandome furioso hasta mi roulott, chocaría con algunas personas pero sólo les soltaría una directa disculpa, en la soledad, bebería y bebería hasta caer, hasta perder el contacto con la realidad y aferrarme a viejos recuerdos de tiempos agradables.
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