NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Bueno, leyendo algunos FanFics sobre Shaoran y Sakura de Choco-Chan y otras grandes artistas y fans de estos dos, me ha dao por intentar escribir alguno a mí también pero he de advertir que puede ser subidito de todo y raro porque la idea me surgió con todo este lio que monté tiempo atrás con mi Crossover XD (Todo gracias a Clow, que tuvo la bondad y astucia de trasmutar en cartas magicas a algunas de las criatutas de Viktor)
Los personajes que aparecen en el presente son los de siempre en CCS de CLAMP
En primera persona, mi manera de narrar historias favorita aunque no os digo yo también haya alguna historia dentro del FanFic en tercera persona ^^ (Cada historia será narrada de un modo diferente, avisados quedais)
Por cierto, parejas preestablecidas no habrá... (Bueno, quizás sólo el circulo amoroso entre Eriol, Sakura y Shaoran XD)
"No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido." Ludwig van Beethoven - Compositor y músico alemán.
FanFic Crossover
CLAMP - Welcome To Hell
Dentro de un sueño
(Sakura)
SUEÑO
Sintiendo los codazos insistentes de alguien, abrí los ojos mientras giraba bruscamente mi cabeza hacía la izquierda y luego hacía la derecha. Las risas cercanas de mis compañeros me indicaron que me había vuelto a quedar dormida en el lugar menos indicado para ello. Lo peor sería que al no cesar éstas, el profesor se nos acercaría. ¡Tragame tierra! Al principio, con la vista al frente, creí atisbar al señor Terada pero para mi asombro y mayor bochorno se trataría de otro hombre. Su peinado, con algunos mechones caidos por su frente sí podría coincidir con el del profesor Terada pero el color era mucho más oscuro y por el lado izquierdo de su cuello, una delgada trenza descendía. El color de sus ojos tampoco era igual trás sus lentes redondeadas ni el modo en que arrugaría su frente mientras sus dientes eran apretados en una tensa sonrisa. Sin olvidar mencionar el diseño de sus ropas o la añadida y larga capa negra que las cubría. Todo parecía surgido o proveniente del siglo XIX.
-¿Puedo saber qué tiene de divertido mi exposición? -Preguntaría intentando adoptar una voz severa. -Por si no lo saben, crear un guardián conlleva múltiples normas a aprender y seguir a raja tabla. -
Como estaba parado frente a mí, todos me mirarían a fin de qué fuese yo la valiente en dar una respuesta al profesor. Nuestros uniformes eran bastante bonitos, me trayeron recuerdos de cuando Tomoyo, Shaoran y yo ibamos a la escuela pero dado su corte clásico, se asemejaban más a los modelitos que Tomoyo diseñaba y confeccionaba para mí. Arrugando la frente respondí:
-Nada, es que acababa de quedarme dormida. -
Lo que provocó que mis compañeros retomasen sus sonoras carcajadas hasta ser silenciados por otro hombre, de voz más extridente y disciplinada que la del hombre que tenía frente a mí. La criatura, por llamarlo de alguna manera, toda cubierta de largos mantones oscuros, no apartaba sus penetrantes ojos de nosotros. Carraspeando, el profesor exclamaría:
-¡Vaya! Entonces me figuro qué ya sabrás lo que te toca por dormirte estando en clase. -
Negué con la cabeza, notando como las lagrímas recorrian mis mejillas. Indicandome con un gesto que me levantase, el profesor me llevaría con él hasta la parte en la que se encontraba la pizarra. ¡Ni os imaginais como de rápido mi verguenza se tornaría miedo! Siendo observada por los demás niños, recibiría mi castigo. Un castigo según el otro hombre bastante flojo. Se notaba que no era muy ducho en realizar castigos, siendo eso lo único en aliviar mi pena. Finalizada la clase o lo que eso se suponiese ser. Cada niño ordenaría sus bartulos y se agruparía a la salida excepto yo pues él querría mantener unas palabras conmigo. El otro hombre le dedicaría una mirada próxima al reproche antes de irse con el grupo de niños que les esperaban.
-Lamento con toda la pena de mi corazón haber tenido que castigarte pero así es como ha de proceder un instructor. -Se disculparía acariciando mi rostro con cariño. -Seguramente tú ya lo sepas y por eso te entró sueño. -Deduciría dejando ver una pequeña sonrisa.
En sus ojos aprecié la clase de brillo que a menudo se podía apreciar en los ojos del profesor Terada al dirigirse a Rika. Una infinita dulzura. Ayudandome a guardar en mi cartera de recia tela mis cosas, metería algo entre ellas. Al darme instantaneamente cuenta y preguntarle, adelantandoseme diría con una pícara sonrisa:
-¡Se trata de algo de lo que estoy seguro te sentiras muy feliz de poseer! -
Concediendose el lujo, al estar a solas, me besaría en la frente, de un modo muy parecido al que hubiese hecho mi padre. Intenté averiguar qué sería pero una voz a lo lejos me lo impedió.
-¡Amit! -Gritaba una niña de largos y ondulantes cabellos negros con ambas manos entre la boca. -¡Sal de una vez o llegaremos tarde a comer! -
Al principio al girar la cabeza rápidamente hacía ella, me pareció Tomoyo pero Tomoyo jamás hubiese sido tán impaciente. La sonrisa del hombre se amplió al alzar la cabeza para posar sus ojos en la niña que me requería. Antes de poder sentarnos en nuestros respectivos asientos, fuimos regañadas nuevamente. ¡Qué rollo!
-Rufus es un aútentico fastidio ¿Verdad Amit? -Observaría la niña risueña mientras tomabamos asiento y comenzabamos a degustar la comida de ese día, carne de cordero a la brasa.
-¿Rufus? -Repetiría yo con cara de no entender palabra.
-¡Exacto, el mentor Rufus! Sin embargo su hermano, el mentor Lucius es mucho más divertido. -Me confirmaría ella mordiendo con ávidez un buen trozo de pan.
Pestañeé dirigiendo mis ojos hacía el hombre que me pareció encajar fisícamente con el que había estado en la clase. Llenando mi panza de comida pensé suspirando que en un ambiente tán propio de un internado no hubiese aguantado mucho tiempo. Al acabar todos los presentes nos movilizariamos para continuar con el apretado horario marcado de clases y actividades. Tál y cómo aventuró la que parecía ser mi amiga inseparable o yo amiga inseparable de ella, el hermano del mentor Rufus era un mago verdaderamente extrambotico. Llegó a recordarme un poco al Mago Clow, lo que provocó que no dejase de sonreir en toda la lección. El profesor acompañante tampcoo dejaría de reirse meneando la cabeza.
-Ejem... Como ya deberiaís saber, sobretodo aquellos que sí hayan recogido apuntes en la biblioteca, es peligro dar tu nombre verdadero, es decir, el nombre que se te concedió al nacer y ser bautizado o bendecido, por lo que es recomendable que un mago poseía otro nombre, uno a poder dar en caso de obligadas presentaciones, asegurandose de dar su verdadero nombre sólo a las personas en las que confie. -Se dispondría a explicar recorriendo la aula y parandose de cuando en cuando en alguna mesa como la mia. -¿Por qué os recuerdo esto? Supongo que porque es mi misión en la vida. -Bromearía antes de lanzar la pregunta más tópica del mundo. -Pongamos un ejemplo, ¿cómo te llamas? Preciosa. -
-Err... Sakura Kinomoto. -Le hice saber encogiendo la cabeza mirandole con la frente levemente arrugada.
-¡Y yo, Kimihiro Reed! -Me espetó burlón golpeando con los nudillos mi mesa. -¡No te jode! -
Y se lanzó a la pizarra a escribir un sínfin de cosas mientras las exponía con una velocidad de infarto. ¡Estaba como una aútentica regadera! Como el apellido del Mago Clow era Reed, me llené de curiosidad. Tragando saliva me acerqué a su mesa en busca de alguna confirmación a la chispita de sospecha que nació en mí. Cuando le pregunté si era pariente del Mago Clow o le había conocido, ¿sabeis lo que me contestó?
-Déjame pensar... Creo que me ha salido sin más. -Respondió apoyandose con chulería en la lisa superficie de la mesa de madera un momento pues al instante siguiente continuó guardando sus cosas en un maletón de cuero gastado. -Pero siempre puedes formularle tál interesante cuestión al hermano Elemiah. -Me propusó guiñandome un ojo pícaro antes de salir pitando del aula.
Ese sería el profesor que tanto me recordaba al señor Terada cogida de la mano de mi amiga morena, las dos salimos del aula para recorrer un pasillo que no parecía tener fin a fin de llegar a una extraña plataforma que nos elevaría hasta el piso correspondiente a donde habitaban los mentores. Me asusté bastante cuando esa cosa empezó a ganar altura sin cables o sin muelles visibles. Mi amiga, echandose a reir exclamó:
-¡Mira que eres asustadiza Amit! -
A cada persona con la que chocabamos, ella le comentaba que habiamos hecho una trastada muy gorda y que el mago encargado de nuestra sección debía imponernos un castigo digno. Una mentirijilla que dada la fama de mi amiga morena todos los magos aceptaban observandola resignados. Golpeando la gran puerta de madera con bellos detalles también de madera insistentemente volví a encontrarme con él.
FIN DEL SUEÑO
Al abrir los ojos, me encontraba boca arriba contemplando a escasos centimetros de mi cara la preocupada carita de Kero, mi guardián abanderado por el Sol, en sus brillantes ojitos se apreciaba preocupación. Todavía no había amanecido.
-Sakura, ¿Sabes qué ha ocurrido? Por un instante una fuerte luz lo ha iluminado todo a la misma vez que he sentido una poderosa presencia magica. -Querría saber el pequeño león de peluche con regordeta cabeza y batiendes alitas rascandose la cabezota.
-¿Una poderosa presencia magica? -Repetí con voz pastosa. Trás bostezar añadí. -No tengo ni idea, Kero, explicamelo mañana. -
Y apartandolo con una mano, volví a dormirme. Kero se me quedaría mirando molesto. Así eran las cosas cada poco tiempo que mi cuerpo asimilaba el contenido quimico que poseían las pastillas que me daban en el Hospital. El leoncito anaranjado aparecía y todo era como si nada hubiese cambiado.
(Eriol)
SUEÑO
Tuve que limpiar mis gafas a fin de certificar lo que mis ojos veían. ¡Oh Dios mio! Aura, la chiquilla más hermosa pero revoltosa de todos nuestros jovenes discipulos había vuelto a hacer de las suyas pues si no se trataba de eso, ¿por qué otro motivo habría abandonado su zona dirigiendose a mi despacho? Deseé con todas mis fuerzas que el motivo no fuese por mi culpa. Últimamente no había modo alguno de que pudiese controlar mi magia, en parte gracias a la chiquilla de largos y ondulantes cabellos como oscuras corrientes marinas que tenía frente a mí. Aflojandome la azulada corbata esbozando una sonrisa, lance la pregunta.
-Niñas, ¿a qué se debe vuestra visita, precisamente aquí en mi despacho? -Pregunté notando mi voz ligeramente alterada a causa de la incómodidad.
-Tenía tantas ganas de verle, mentor Elemiah. -Respondería ella con mirada juguetona, aumentando así mi ritmo cardiaco. Risueña trás mirar a su amiga, añadiría. -¡Era broma! Amit quería consultarle algo. -
Me dejé caer a la dura y ancha mesa con una mano colocada al corazón, el contacto con ésta no fue muy agradable. Las niñas reirían, Aura más fuerte que Amit. Recomponiendome del golpe, ganando un poco más de confianza, pedí a Aura dejarnos a Amit y a mí a solas.
-Bien, entonces, regresa con tus compañeros. En cuanto la duda de Amit sea resuelta, ella también será llevada con ellos. -Dije entrelazando mis manos sobre la mesa.
Mi traviesa Aura protestaría, ella también quería escuchar mis cuidadas y detalladas explicaciones. Me ví forzado a gritarle, haciendo que su bonita sonrisa se esfumase dando paso a un torcido de morros mientras se daba media vuelta cruzando sus brazos rumbo hacía la puerta. Suspiré llevandome una mano al lado izquierdo de mi frente. La chiquilla de claros cabellos castaños continuaba de pie mirandome.
-Por favor, Amit, toma asiento. -Le indiqué extendiendo una mano, tán amable, calmado y sereno como requería mi puesto. La niña negaría con su cabecita diciendo:
-Gracias pero no hace falta, mi pregunta es muy sencilla. ¿Sabe Ud si el mentor Lucius es un posible pariente de Clow Reed? -
La carcajada que se me escapó fue colosal. Golpeando la mesa con un puño la gracia que me hacía esa idea no parecía menguar pero haciendo un esfuerzo, reteniendo el inicio de nuevas carcajadas exclamé:
-¡Qué va! Más quisiese él. Ni en el hermano Rufus ni en él hallarás lazos de sangre provenientes del Mago Clow sin embargo creo que si poseen lazos sanguineos con la hechicera Vrumugun. -
La decepción se dibujó en su aniñado rostro. Haciendo una leve inclinación de cabeza agradeció la información y echó a andar hacía la puerta. Cerrando los ojos solicité a uno de mis hermanos que se encargará de guiar a las niñas hasta sus dormitorios en la zona dedicada a nuestros jovenes pupilos. De paseo por la ciudad de Londres, acompañando al liante del hermano Lucius y a otro mago recientemente graduado pasando a formar parte del grupo de magos de primer nivel, entre trago y trago de cerveza, plenamente consciente de lo que beber bebidas alcoholicas podía acarrearnos, le reproché lo dicho en su clase. No sabía la razón pero lo sentía tán cercano.
-¡¿Por qué has soltado precisamente ese nombre?! -Exigí saber claramente molesto.
-¡¿Y eso qué más daba?! -Me replicaría él risueño con sus mejillas sonrojadas gracias al alcohol encogiendose de hombros. -¡No fue más que una convinación de nombres y apellidos que me gustan y lo sabes! -
-¡Ella pensó que tenías algo que ver con el grandioso Clow Reed! -Le solté sin controlar el volúmen de mi voz. Efecto del alcohol que iba siendo tragado.
-Caballeros, ¿no deberían moderar un poco su voz? -Nos preguntaría el otro hermano, menos chispado que nosotros dos cauteloso y temeroso de que pudiese ser descubierta nuestra raza. La mirada que le mandamos denotó fastidio tanto en mí como en el hermano Lucius pero resoplando nos esmeramos en mantener una actitud más correcta.
-A lo mejor es que me dio un aire a él. -Murmuró el hermano Lucius presuntuoso.
Quisé negarlo pero como por el momento no había encontrado ninguna imagen del poderosísimo mago calle mostrandole una mirada de incredulidad que le hizo reir. A la hora de pagar, convencimos al novato de que pagara su parte más las nuestras, mucho más grandes y saldríamos a la calle en busca de un carruaje con un chofer de mente débil que nos llevase a las afueras de la ciudad.
-¡Detenganse! -Le ordené anulando por un breve instante la manipulación que el hermano Lucius ejercía sobre el cochero, lo que aturdió al pobre hombre con la consecuencia de que hiciese parar a los leales caballos. -Olvidé que tenía algo que hacer en la ciudad. -
Mis hermanos me miraron extrañados. Me temo que el hermano Lucius se olía mis intenciones sin embargo no me lo impidió, despidiendose de mí, volvería a emplear su poder con el cochero y el carruaje se alejaría dejandome en mitad de una carretera de oscura piedra. Camine por la solitaria y oscura calle hasta dar con un burdel. La despectiva mirada que me dedicó la madam al responderle con respecto a la maliciosa pero obligatoria cuestión de si tenía alguna preferencia me indicó que en efecto, era un ser despreciable como ya me figuraba.
-Comprendo. -Diría la madura mujer una vez finalizadas las pocas pautas que le dí. -Bien, en ese caso, permitame conducirle hasta la señorita Christine. -Me indicaría antes de entrar a un ancho salón en el cúal varios caballeros estaban o bien paseando o bien sentados no muy lejos de la barra de bar que se atisbaba en un rincón rodeados por varias damas engalanadas con provocadores atuendos que emulaban picardias llamativos de claras tonalidades a juego con la clara o rosada piel que no temían desvelar.
Parandose frente a una muchachita que se hallaba tumbada en un largo sofá de terciopelo negro en una postura, ciertamente, vulgar que tensaba la parte inferior de su vestido dejando peligrosamente a la vista su fina y blanca ropa interior, la madam agarrandola de un brazo la obligaría a salir del sofá para conducirme a la habitación en la cúal yaceriamos. Algo desagradable debió de mencionarle al oido pues la apacible sonrisa que tenía en el rostro se tensaría antes de soltar su brazo ya a sólo un paso de mí. Suspirante, pasaría sus ojos de la mujer a mí y tomando cariñosamente uno de mis brazos, se presentaría.
-Mi nombre es Christine pero Ud puede llamarme como desee. -Me anunció alzo ambas cejas mientras exhibía una arrebatadora sonrisa, como probablemente le hubiesen enseñado las damas más veteranas. -Vayamos a un lugar más intimo. -Agregó tirando suavemente de mí.
Habiendo cerrado la puerta con un movimiento de su caderas, que ya había comenzado a tomar forma, se iría desvistiendo con una naturalidad que me avergonzó. Sentandome en el borde de la cama, por la zona central, suspirante intentaba observar su joven y hermoso cuerpo desnudo pero no resultó tarea fácil. Lo deseaba, claro, lo deseaba, sería lo más cercano a una materialización de las apasionadas e incontrolables fantasias que no se iban de mi cabeza con sólo pensar en Aura pero quizás mi sentimiento de culpa era mayor, realizando difícil el alzar la cabeza aunque mis ojos trás mis gafas estuviesen fijos.
-No se mortifiqué por mi edad. Mi madre era fulana también y creáme, es mejor ejercerlo en un burdel que en un callejón de los barrios bajos. -Le escuché comentarme. Quizás mi rubor era demasiado evidente. -Además creo que he sido afortunada en ser escogida por un hombre joven y apuesto como Ud. -
Logró hacerme sentir un poco mejor aunque mi conciencia fuese tán contundente. Quitandome las gafas, la miré arrugando la frente y le confesé mi más oscuro deseo.
-Entonces, ¿no te importará ser mi Aura? -Le pregunté tanteando el terreno. Su respuesta fue simple, encogiendose de hombros, contestó:
-No. -
Eso me bastó para dar el salto. Con una mano le pedí que se acercase para que pudiese disfrutar del tacto de su tersa piel y cerrando los ojos, comenzar a dar forma a la fantasía. No era la aútentica e intocable Aura a la que tanto amaba pero ella podría ser esa Aura a la que sí podía amar. Colocando una mano sobre su delgada esapalda y otra sobre su cabeza para sostenerla percibiendo la sedosidad de sus cabellos también ondulados, la besé en la boca desatando ese deseo que tanto me trastornaba.
FIN DEL SUEÑO
Odié amanecer con una intensa erección sin lograr recordar el motivo. ¡Ya no era adolescente para sufrir esa clase de accidentes nocturnos! Las palabras de la inoportuna Nakuru tampoco me sentaron bien más me ví forzado a suavizar mi mal carácter con ella pues era como una chiquilla y las reprimendas de su amo eran como la peor de las palizas. Dandome una ducha bien fria para aplacar ese repentino impúlso de mi cuerpo contra mi consciente voluntad intenté rememorar algún fragmento del sueño pero como solía pasarme cuando era un niño, costaba bastante. Apoyado contra la pared divida en baldosas de mediano tamaño y sencillos detalles, notando como las frias gota erizaban mi piel a lo largo de su recorrido, pasandome las manos por la cara obligué a mi mente a darme una imagen, como minino, clara de entre todas las pasadas en el sueño. Tozudamente trás haberme secado y vestido adecuadamente, a fin de agradar a cualquier visita o pesado pariente, sentandome en el sillón de alto respaldo que había permanecido siglos en tán excelentes y confortables condiciones procedí a examinar de nuevo los documentos, imagenes y demás reliquias utilizadas a modo de extensa documentación para mi trabajo literario más reciente. Cuando estaba a punto de deprimirme algo vinó a mi mente. Cogiendo una vieja libreta no tardé retener esa breve imagen, la imagen de un circulo magico que me resultó vagamente familiar pero que poseía ligeros cambios. ¡Qué magos más interesantes! Admiraban y conocían la trayectoria de Clow Reed mejor que Shaoran y Sakura.
SUEÑO
-¡Mierda! -Exclamé mientras rebuscaba por todo el que durante tantos años había sido mi despacho, llevandome ambas manos a la cabeza. No podía marcharme sin ellos, pobrecitos, ya que habían sido creados, sería injusto y triste no llevarlos conmigo, aterrizase al lugar que aterrizase, en este o en otro mundo, de cercana o lejana dimensión. -¡Dios mio! No está, ¡No está! -Anunciaría trás haber registrado cada rincón de la habitación a conciencia, trás haber abierto cada cajón e incluso trás haber movido las gruesas estanterias de madera, la mesa y el sillón recubierto por elegante y suave tela aterciopelada rojiza.
Casi me caigo al suelo del ataque de ansiedad que me estaba dando. Había tán poco tiempo, mejor dicho, disponía de tán limitada cantidad de tiempo. Mientras yo me esforzaba en recordar el último escondrijo en que guarde a mis pequeños, una repentina sacudida haría que todo temblase y se desplazase como si estuviesemos padeciendo un terremoto o un desprendimiento de tierra, pero yo sabía, aferrandome como bien pudé a la mesa, que no era ningún ataque proveniente de la maltrecha y enojada Madre tierra, era algo aún peor. Al girarme para acercarme cuidadosamente a la gran ventana que había trás de mí, cuyos cristales se quebraban con rapidez a pesar de haber sido reforzados magicamente, pude comprobar a traves de mis agitadas gafas cuyos cristales se habían roto dificultando mi visión, que habiamos sido descubiertos y todo, todo el edificio sería destruido porque así había sido escrito. Los fuertes muros de piedra era una y otra vez golpeados por compactas bombas que al estallar provocaban las sacudidas pues la magía era la única que aún nos mantenía al igual que al interior del edificio, intactos pero eso sólo sería cuestión de tiempo. Todos lo sabiamos y debido a eso, todos se dirigian apresuradamente a la zona subterranea, en dónde se practicaban los hechizos una vez aprendidos.
-¡¿Qué coño haces todavía aquí?! -Preguntaría una angustiada voz que me obligaría a girar la cabeza bruscamente. Era un hechicero de menor rango, a pesar de su edad. -¡Deberías estar reunido con los demás Hechiceros de primer nivel! -Me avisaría corriendo para agarrandome de un brazo sacarme del despacho, yo protesté:
-¡Ya lo sé pero antes tenía que encontrar una cosa! -
-¡Tú eres más valioso que esa cosa! -Me replicaría mientras corriamos por los largos pasillos que esa parte del edificio poseía tán sólo iluminados de vez en cuando por las fuertes y brillantes ondas de luz que aparecía cada vez que las bombas lanzadas chocaban contra los muros.
Mordiendome los labios, miraría por última vez hacía atrás, hacía el que había sido mi despacho, cuyo interior se volvía más y más pequeño a medida que avanzabamos. Un nudo en el estomago se me formaría ejerciendo fuerte presión sobre mí cuando llegamos a la plataforma que utilizabamos como elevador, tenía la impresión de que no volvería a ver nada de todo aquello por lo que me resultó tremendamente difícil concentrar todo mi poder para hacer que la plataforma funcionase. Las sacudidas se tornaban más y más seguidas y los sonidos de gritos y disparos no se harían esperar. Colocandose frente a mí, para que nos mirasemos cara a cara, ese hechicero colocaría sus manos sobre mis hombros y lloroso, tán lloroso como bien comenzaba a estarlo yo en contra de mi voluntad, se despediría de esta manera:
-Maestro y amo de las dimensiones, que Dios le guie y le guarde... Por que yo ya no podre hacer más por Ud. -
Despúes salió de la plataforma y fuera de ella comenzó a recitar el codigo que todos los hechiceros aprendiamos nada más entrar y debiamos recordar hasta el fin de nuestros días. Fue un momento que jamás olvidare. Llorando, llorando de rabia al saber lo que aquello significaba, conseguí poner en marcha la plataforma. Con las gafas retiradas mis ojos perdieron su color natural dando paso a una tonalidad brillante y plateada, al igual que el simbolo que aparició sobre la superficie redondeada de la plataforma, que descendió a tál velocidad, que me caí de culo a mitad del trepidante viajecito. Del contundente modo en que se detuvó, fuí más que consciente de que había llegado con exito hasta la planta más oculta de todo el edificio, en la parte subterranea, por supuesto pero conocida y frecuentada por muy pocos hechiceros, aquellos de mayor poder y relevancia, como yo. Pestañeando una o dos veces, con toda la espalda y el trasero dolorido traté de ponerme en pie de nuevo. A medida que fuí caminando, al instante de ponerme las apenas servibles gafas, cada zona por la que camina era iluminada como si el propio edificio me estuviese echando un cable, ese hecho siempre me causó gran impresión aunque los demás hechiceros, ya reunidos, me repitían risueños que eso lo producía mi propia mente y poder. Nuestra concepción de la magía era bastante diferente a la de otras epócas o a la que tenían hechiceros y sabios de otras dimensiones y o mundos. Adentrandome en la gran sala circular, todos los presentes, tanto mujeres como hombres, todos de apariencia de similar edad pero de muy distintas edades en realidad, girarían sus rostro hacía mí. Respirando hondo, me acercaría a ellos, el momento que tanto temía había llegado. Todos esos grandes compañeros, amigos y hechiceros morirían para que yo pudiese escapar y seguir viviendo, al igual que seguiría viviendo en mí tanto los conocimientos como la particularidad de mi gente, los hechiceros. Otro momento que jamás podría olvidar de aquella noche fue el recibimiento que me dió el más poderoso y sabio de entre todos nosotros, aquel que también se vió una vez obligado a abandonar a los suyos para formar un nuevo clan de hechiceros. Posando sus ancianas manos sobre mi rostro, sus ancianos pero todavía lucidos ojos, apenas coloridos a causa del tiempo o del uso continuo de magía, parecerían brillar como bien lo podrían hacer las perlas a la luz de la luna. En ellos se apreciaba alegría a la vez que gran tristeza, su voz tembló a causa de la emoción, esa sería su última noche en el mundo de lo material. Quisé decirle tantas cosas pero no había tiempo para hablar sino para escuchar. Sus cabellos eran tán largos, lisos excepto algunos delanteros y blancos que uno no podía saber a ciencia cierta si alguna vez fueron cortos y sus tunicas aún siendo tán suaves y de intensos brillos, no tenían nada que ver con las nuestras, eran como bien podrían serlas la de cualquier Gran sabio, con detalles dorados, mangas largas pero con la parte inferior inflada que recordaban a elegantes alquimistas o inventores de tantos siglos atrás. Cuando dijo mi nombre, no pude reprimir el torreón de lagrimas que recorrieron mi rostro incesantes, tanto que tuve que apartarme las dañadas gafas varias veces, para enjuagarme los ojos.
-Hijo mio, este es el fin de una era pero será el comienzo de otra mejor para los nuestros porque estoy seguro que tu serás mejor patriarca de lo que pude serlo yo. -Diría en voz bien alta, altiva y esperanzada al separar sus manos de mí para materializar una serie de objetos que me a todos nos dejaron bastante sorprendidos. Yo, negaba con la cabeza pues sabía que si hablaba, los llantos distorsionarían mis palabras. -Estos dos objetos te ayudaran a lo largo de tu largo viaje, usalos bien ya que no tendrás oportunidad de recuperarlos una vez sean usados. -Explicaría dirigiendose expecificamente a mí dejandolos en mis manos. Por un instante se me escaparía una pequeña risa pues uno de los objetos que tenía entre las manos era una botella de Absenta, la bebida alcohólica más preciada y peligrosa que podía existir. -Estoy seguro de que a ella le agradará mucho y será un pago justo pues la realicé yo mismo. El otro objeto, ya irás averiguando en que te será de utilidad. Ahora, debemos ponerte en camino. -Concluyó con una amable sonrisa antes de comenzar a realizar lo que parecía un hechizo o una invocación muy compleja, acompañado por los demás hechiceros, que seguían sus movimientos y palabras al unisono.
Guardando con sumo cuidado tanto la botella como el grueso libro o libreta de aspecto antiguo, me limpié por última vez las lagrimas y cerrando los ojos rogué a Dios, fuese llamado como fuese llamado o tuviese la forma que tuviese, que todo saliese bien ya que no habría más oportunidades.
FIN DEL SUEÑO
-Señor Hiragizawa, ¿se encuentra Ud bien? -Preguntó una voz familiar cuyo dueño sería uno de los pocos hombres en quien me gustaba depositar mi confianza, sobresaltandome al posar una de sus manos enguantadas sobre uno de mis hombros.
-S-Si, tranquilo, George, sólo me había quedado traspuesto. -Le hice saber exhibiendo una sonrisa ligeramente avergonzada. Dandome unas palmaditas antes de apartar su mano, el maduro hombre uniformado comentó con la frente arrugada:
-Pues no parecía un sueño muy agradable, lloraba con tanta congoja que me ha asustado. -
Tenía razón pues al pasarme algunos dedos por las cuencas de los ojos, éstas estaban aún humedas al quitarme las gafas y limpiarlas. Me esmeré en quitarle importancia mientras el bueno de George regresaba a su asiento para retomar el rumbo hacía mi mansión trás una amarga sesión con mi psiquiatra. Para la próxima sesión me había recomendado traer algo de lo encontrado en la mansión Reed para debatir sobre sus efectos sobre mí o algo por el estilo. No tenía intención alguna en darle ese placer, ni aún a fin de recuperar la salud mental que todo el mundo decía hacía tantos años que había perdido.
SUEÑO
¿Estaba mal caer enamorado de un guardián? Amor siempre fue tán especial... Yo sabía que mis niños jamás llegarían a ser guardianes como las otras criaturas que otros hechiceros creaban y no tenía nada que ver con el trato que les daba, como si fuesen humanos, sino porque su yo más material había sido destruido. Su yo magíco me consumía mucho poder pero aún así siempre me alegré ya que eso significaba que todavía estaban vivos. Para que pudiesen permanecer conmigo sin llamar en exceso la atención les otorgué esos yoes magicos de mis criaturas a varios niños, chiquillos que realmente parecían necesitar algo de protección y afecto. En el último lugar que había conseguido llegar con exito las cosas eran realmente difíciles. Sin embargo, siendo muy positivos, el siglo en el que me encontraba era el mismo que en mi dimensión, pizca más o menos, el XIX, por lo que no planteó gran problema adaptarme. Al principio creí haber ido a parar a un desierto o a una zona muy lejana a cualquier ciudad o población pues el suelo que sentía bajo las yemas de mis doloridos dedos era bastante arenoso, al ir incorporandome poco a poco y pasar mis manos por mis revueltos cabellos, entre ellos habría cierta cantidad de esa arenosa tierrecilla. Colocarme como era debido mis lentes no serviría de mucho, pues con la caída, los cristales se habían roto en varios trozos habiendo aguantado apenas algunos trozos de cristal sobre la montura. Tuve que forzar mucho mis ojos, casi cerrados, para distinguir a las figuras que aparecerían a lo lejos.
-¿Se encuentra bien? -Escucharía gritar a una de ella, la primera en llegar hasta mí, resultando ser una mujer. La segunda sería un hombre, o eso deduje al no atisbar formas redondeadas o curvilineas en ella. Agarrado por el hombre, cuyos brazos me parecieron tán fornidos como los que bien pudiese poseer el personaje mitologico Hercules, me pondría en pie a pesar del cansino dolor que se avivaba al realizar cualquier movimiento.
-Si, creo que si. -Mentiría yo para no preocupar a aquellos amables desconocidos aunque aún permanecía fuertemente agarrado por el fortachón. La mujer no parecía muy convencida pues volvería a preguntar.
-¿De verdad? Su aspecto dice todo lo contrario. -Se permitiría el lujo de añadir esbozando lo que me pareció una leve pero bonita sonrisa. -Brutus, ¿a tí qué te parece? -Buscaría la opinión del hombre que me mantenía sostenido. Su opinión fue clara y directa:
-Deberiamos llevarlo con nosotros hasta que recupere algo de estabilidad. -
-Sí, eso será lo mejor. -Comentaría ella de acuerdo con el hombre.
-¡Pero si estoy bien! -Protestaría yo soltandome del hombre pero con todo el cuerpo tán dolorido, incluso permanecer en pie por mi mismo, era un duro trabajo.
Sujetandome con rapidez fuí llevado al que era su único hogar y fuente de ingresos, el Circus, Circus. Allí sería alojado de inmediato al único roulot libre que poseían, desde hacía apenas unos meses. Varios de los integrantes de aquella prodigiosa y gran familia me lanzarían toda clase de miradas mientras hablaban entre ellos sobre el recien llegado, o sea, yo.
-¿Cómo se atreven a llevar a ese desconocido al Roulot de nuestro Viktor? -Oiría a una gruesa, muy gruesa mujer preguntar indignada al pasar cerca de ella y el desgarbado muchacho que estaba junto a ella fumandose tranquilamente un cigarillo.
El deje de desprecio que capté en su voz me haría sentir francamente mal, como si no mereciese estar ahí y mucho menos ocupar ese roulot, me haría sentir como un usurpador. Antes de entrar en su interior, alzando un poco la vista podría leer en grandes y plateadas letras:
VIKTOR, EL MAESTRO DE LAS ILUSIONES
Lo cúal sería muy curioso, casi simbólico, para mí aunque en realidad tán sólo se trataría de un eslogán, pues el tál Viktor quien llevaba las representaciones de magía, una magía nada comparable con la que yo era capaz de hacer o con la que Clow Reed o El monje rojo eran capaces de realizar, sólo trucos y juegos de cartas. En el interior sería acomodado en la única cama que se podía encontrar con cuidado, colocando una almohada extra sobre mi espalda. Quitandome las gafas rotas del rostro, la mujer antes de dejarlas en una mesita de oscura madera cercana, examinandolas diría:
-Te prometo que mañana mismo te conseguiré unas nuevas. -
-No es necesario que lo hagas. En realidad, tampoco tenías por qué haberme traido aquí. -Le soltaría yo arrugando la frente mientras se dibujaba una avergonzada sonrisa en mi rostro. -Lo único que te traeré serán problemas. -Le advertiría tratando de incorpararme para sentarme a su lado pero ella girando su cabeza hacía mi, colocando sus manos sobre mi pecho me obligaría permanecer levemente tumbado.
-¿Problemas? ¡Qué tonteria! Si lo dices por los demás, ya se irán acostumbrando a tu presencia. Tú tranquilo. -Me replicaría haciendo un gesto airado al girar una mano. -Además estoy seguro de que Viktor te hubiese aceptado al igual que aceptó a muchos de ellos en nuestro Circus, Circus. -Añadiría con voz entristecida con los ojos puestos en un punto perdido del interior del cubículo. No tardaría mucho en darme cuenta que aquel Viktor debió de ser una persona muy importante para todos, especialmente ella, en el Circus, Circus.
Suspirando profundamente se marcharía llevando mis gafas consigo. Observando el curioso juego de luces y sombras que proyectaba en la pared una hermosa cadena de campanillas de coloridos cristales que los mantenía sujetos y flotantes sobre un lejano rincón del interior del roulot, comence a meditar acerca de que nombre darle a Charlotte, así se llamaba la amable y bella mujer, y a los que serían durante muchos años mis amigos y compañeros en ese lugar. Me figuraba que a medida que fuese recuperandome, tendría que pagar de algún modo toda esa amabilidad y gastos acarreados y no me equivocaba ya que al día siguiente, Charlotte me lo expondría como hacía con todos aquellos que ayudaba, que no eran pocos. Corriendo con energía las oscuras persianas de la única ventana que disponía ese roulot, dejando entrar unos cegadores y molestos rayos de sol, caminando apresurada haciendo resonar sus zapatillas de bailarina a lo largo del espacio del roulot, exclamaría muy proxima a mí:
-¡Es hora de despertarse! ¡Hay mucho por hacer y mucho que quiero que sepas! -
-¡Si, señor! -Exclamaría yo abriendo los ojos desorientado echando las sabanas bajo las mantas que me cubrían a un lado para levantarme de la cama y vestirme. Gracias a Dios el dolor había menguado hasta quedar en un mero agotamiento. Desplazarse por el tiempo, el espacio o las dimensiones es un proceso fisícamente el doble de cansado que cambiar de mero lugar en un mismo espacio y tiempo. Además requiere MUCHA concentración y poder.
Ella mientras me observaría meneando la cabeza divertida con los brazos cruzados, giraría sus ojos allá dónde yo fuera por lo que me tenía bien vigilado. Hasta que no consiguiese salir totalmente vestido, es decir, con una camisa bajo los pantalones sujetos por tirantes, con calcetines bajo el calzado, no me haría entrega de las que serían mis nuevas gafas o la montura de siempre con nuevos cristales. La, por fin, clara visión de Charlotte, me dejaría atontado, como la contemplación de un ser angelical o de un peligroso pero irresistible sucubo. Sus nitidos ojos eran de un azul de ensueño, un azul palido pero cautivador, poseedora de un cuerpo muy femenino y equilibrado resalzado a la perfección por el ajustado y brillante traje, que cubría parte de su torso, su cuello y sus caderas, dejando parte de sus esbeltas y largas piernas al aire excepto más allá de la rodilla y en la otra pierna, los tobillos, de modo parecido a sus brazos, cuyas manos estaban enguantadas a distintos niveles, cuyo color predominante era el azul, un azul igual de clarito que sus ojos. Sus cabellos eran tán negros como la misma noche y levemente ondulados pero esa ondulación sólo se percibía cada vez deshacía su elegante moño entranzado. Cuando logré sobreponerme ante tanta belleza, dije:
-Ahora comprendo lo importante que es tener unas gafas nuevas. -
Ella reiría un poco pero adoptando su actitud de jefa respondería:
-Bien, porque ni te imaginas la clase de cosas que he tenido que hacer para conseguirlas. -
Le lanzaría una mirada de incomprensión pero ella dejaría ese asunto ahí, había otras cosas mejores en las que centrarse como saber quién estaba a la cabeza de Circus, Circus o conocer a los demás integrantes. Charlotte sólo tenía que lanzar un silbido para que cualquiera de ellos apareciera corriendo hacía nosotros. Más que una trapecista o contersionista, esta fascinante dama debería haber escogido la tarea de domadora de fieras, con su marcado caracter y dotes de mando, ningún animal, por muy fiero o salvaje que fuese, se le resistiría. Mi obediente y dulce Amor había ido a parar a su Roulot, lo cúal el día que tuve la oportunidad de adentrarme a él con Charlotte, no podría evitar soltar una pícara risotada.
-Eres verdaderamente brillante, pequeña mia. -Murmuraría colocando mis ojos trás mis gafas sobre la chiquilla pintada bajo el nombre artistico de Charlotte.
El modo en que los expresivos ojos pintados de la chiquilla me guiñaron un ojo me serviría de satisfactoria afirmación a lo que acaba de deducir. Posiblemente ella hubiese influido sobre Charlotte a fin de que estuviesemos más cerca. Mis niños eran, y aún lo serán, así pero estoy seguro que Kerberus o especialmente Yue también eran así. Es por la unión que comparten con el hechicero al haber surgido de esa magía. Era como materializar sueños y deseos o revivir un viejo amor, ya que algunas de mis criaturas habían sido pensadas a modo de regalo para mis estudiantes o para mis personas más queridas como lo fue Aura. Mi dulce y curiosa Aura, de largos, muy largos y ondulados cabellos oscuros y ojos azul verdoso, siempre sonriente y deseosa de hablar conmigo, con su instructor más majareta. Si Amor luce como ella, no era sólo por mi egoísta capricho, es que me gustaba demasiado dibujarla y a su sustituta no le importaba posar para mí. Por mucho que me gustase esa situación, Sí, podría decirse que ellos, muchos de mis niños, así fueron dando conmigo pero darles una forma completa fue un trabajo un pelín más difícil.
FIN DEL SUEÑO
Nakuru Akizuki dejaría de gritar agitando al aprisionado Spinel entre sus manos al verme sentado en el despacho apoyando mis codos contra la mesa de tamaño mediano repleta de libros, todos los documentos y demás hallazgos procedentes o dejados por el Mago Clow. Áquel hombre no era Clow Reed sin embargo sabía demasiado de él y el circulo magico dibujado en su capa o gastada túnica seguía resultando similar al del Mago Clow pero tampoco me cuadraba la idea de que fuese un familiar no mencionado por el Mago Clow. ¿O sí? Como mi memoria se había vuelto caprichosa y poco colaboradora, me pasé una buena temporada sumido en una nueva examinación de aquellos viejos trozos materiales de una vida y un personaje que se me antojaba un igual, el yo que se ocultaba trás el velo de confusión que me enfermaba.
-¿Qué haces? Amo Eriol. ¿Comprobando que los tipejos de la editorial han sido cuidadosos con tu legado? -Querría saber de inmediato la chica con expresión de gata maliciosa en su rostro al adentrarse al despacho corriendo.
-Qué tonto eres, ¿es que no ves que el Amo Eriol anda metido en algúna investigación? -Le espetaría con una sonrisa burlona el pequeño gato de peluche negro entrecerrando sus grandes ojos de minino. Lo que enojó a Nakuru que ejercería mayor fuerza en juntar sus dedos asfixiando al animalito.
-En realidad, estoy intentando dar sentido a algo. -Les hice saber apartando la vista un momento del cuaderno de oscuras cubiertas de cuero o terciopelo para mirar a mis cotillas pero símpaticas alucinaciones. Spinel inquirió antes de desmayarse entre los dedos de Nakuru:
-¿Sobre Ud, es decir, sobre Clow Reed o sobre la criatura magica que juró venganse de Ud? -
Le miré preocupado a la par que inseguro.
(Sakura)
SUEÑO
Ni nuestra hermana Amor ni nuestro hermano Caos se alejaban de Padre. Aunque que Amor se mantuviese cerca era entendible pues ella era como aquella niña que tantos quebraderos de cabeza le trajó a Padre, además ella lograba que Padre continuase queriendonos, merecía estar con él como un verdadero guardián lo habría estado sin embargo que nuestro hermano Caos hubiese adopta ese rol, a más de uno nos daba mala espina pero nos teniamos que aguantar, él así de claro nos lo dejó a todos los que decidimos ir con él. A veces siento que nuestra hermana Amor tiene razón y Padre ya no es el mismo. Llorando le he pedido perdón miles de veces. Yo procuré mantenerlo en un estado de ensoñación hasta que su mente y su alma fuesen reunidas tál y cómo me encomendó nuestro hermano Caos pero todavía me siento culpable. Yo me ocupó de que tenga tranquilos y bonitos sueños por lo que puedo estar en su dormitorio hasta que es momento de despertar. A menudo, muy a menudo, Amor se queda horas y horas mirandolo fijamente, con expresión examinadora sentada a su derecha, cuidadosa de no ensuciar demasiado los bellos trajes que Padre confecciona para ella. Su cabello es tán largo y ondulado que cae por toda su espalda y hombros cúal tupido manto oscuro hasta finalizar en el suelo. A veces nuestra hermana Recuerdos y yo hemos tenido envidia de ella pero como Padre dice que cada uno es especial, se nos pasa pronto.
-Amor, ¿por qué me miras siempre así? -Le preguntó en una ocasión Padre, estando todos presentes, bueno, todos los hermanos que decidimos ir con Caos para ser correctos, arqueando una ceja dirigiendo sus ojos hacía ella entre receloso y curioso. -¿Tán feo soy? -Bromeó risueño. ¡Me gustó mucho su breve risa!
-¡No diga eso, Padre! -Exclamó entonces nuestra hermana azorada. -¡Ud es muy atractivo! ¡Además yo le amo tál y cómo es! -Añadiría sin percatarse de que todos la mirabamos y escuchabamos, lo que al instante siguiente avivó el sonrojo en su rostro. Incluso nuestros invitados lo escucharon desde su lejano rincón.
Los ojos color rubí de nuestro hermano Caos brillaron maliciosos o eso me pareció un instante antes de posarlos en la timida Amor. Padre inclinandose un poco del siento en el cúal estaba sentado sostendría el rostro de nuestra hermana Amor situado bajo su mentón una mano cerrada y dedicandole la mirada más dulce y bonita que alguien pueda dedicar a otro, le respondió:
-Lo sé, Amor. Yo también te quiero. Te quiero muchísimo. -Trás unir sus labios suavemente a los de Amor como los caballeros descritos en las novelas y los cuentos, se giraría hacía Caos, quien tendría entornados sus ojos color de penetrante rojo mientras esperaba su muestra de afecto, añadió. -Y a ti, os quiero a todos. -Al despegar sus labios del apasionado Caos, en pie nos miraría a todos los demás extendiendo sus brazos y manos como un sacerdote.
¡Y nosotros a él! Fuimos en su busca por miles y miles de mundos, realidades y dimensiones en su busqueda, preguntamos a miles y miles de sabios y hechiceros, siempre sin perder la esperanza de volver a estar junto a él de nuevo. Todos nos miramos entre nosotros y nos alegramos pero al girar la cabeza y observar a nuestros invitados, ninguno de ellos parecía igual de satisfecho que nosotros. Nuestras hermanas Deseo y Petición estaban junto a ellos aferradas a uno de sus brazos detrás de una niña y un niño. En sus rostros se apreciaba disgusto y tristeza, quizás al ser apartados de sus mundos, especialmente en el hombre de oscuros y sedosos cabellos recogidos en una larga coleta, ojos claros detrás de gafas de forma redondeada como las de Padre y envestido por unas ropas curiosas, túnica negra con una luna y un sol bordado en plata y oro más dueño de un poder magico bastante parecido al de Padre. Llevandome una mano a la boca, meditaría las palabras de nuestra hermana Amor. A lo mejor era eso lo que ponía a Padre triste y lejano pues eran dos hechiceros que admiraba y respetaba desde la más tierna infancia y no consideraba justo retenerlos en nuestra jaula de cristal. Más, Deseo y Petición estaban atadas a la voluntad de los niños por lo que no iba a ser fácil liberarlos.
FIN DEL SUEÑO
-¡Mago Clow! -Empece a gritar batiendome contra las sabanas y mantas que envolvían mi cuerpo. -¡El mago Clow me necesita! -Continué gritando hasta despertar a mi incómodo acompañante de aquella noche.
Aquello no me iba a ayudar pero era tál mi estado de histeria y rabia pues sentía que tenía que hacer algo, que soñar con ese hombre significaba algo pues rara vez lo veía ante mi con tanta nitidez, siendo la última yo una niña.
-¡Sakura, cálmate! -Oiría ordenarme la voz tán masculina y agravada de mi hermano mayor, Toya, de pie junto a mi cama. -¡No era real! ¡Has tenido una pesadilla! -Intentaba hacerme entender, con la esperanza de que lograse estabilizarme pero no hubo manera y se vió forzado a llamar a una enfermera.
Entre Toya y ella, fuí lentamente apaciguada a medida que más sedantes se deslizaban por los cables de goteo recien intercambiados por los anteriores, cuyo liquido había ido cayendo hasta el momento. Mis ojos se cerraron pesadamente al igual que mis brazos caían como si pesasen una barbaridad. La figura que aprecié sentada en una mesa lejana apoyada contra un gran ramo de flores menearía su gorda cabezota anaranjada con redondeadas orejas. ¿Asi cómo ibamos a ser capaces de hacer algo?
miércoles, 28 de marzo de 2012
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