sábado, 9 de julio de 2011

WELCOME to HELL - KUROSHITSUJI

Este maravilloso dibujo no es mío pero mola y yo creo que se le da un aire a la señorita Elisabeth ^^


"Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere."

Elbert Hubbard - Ensayista estadounidense


Fue todo tán repentino... Al poco de acudir Lizzy a mi mansión para insistirme en acompañarla a una estúpida fiesta de cumpleaños que celebraría una amiga suya de la que ni siquiera había oido hablar, trás un tira y afloja desafortunado para mí, pues cada vez que Elisabeth llora, es como si algo muy importante se rompiese, acabé aceptando su propuesta. Lizzy se marcharía entusiasmada acompañada por su cuidadora, ama Laura, prometiendome pasarlo en grande. Yo la despediría torciendo el gesto pero en el fondo, satisfecho de no verla partir sollozando.

-¿Y en qué lugar será esa fiesta? Señorita Elisabeth. -Querría saber Sebastian, mi fiel mayordomo, aprovechando que el carruaje en que Lizzy había entrado aún no se había puesto en marcha.

Lizzy le miró con gesto pensativo y respondió:

-No lo recuerdo pero no creo que sea fuera de Inglaterra. Su familia también vive por aquí. -

Esa información pareció tranquilizar a Sebastian, quién la despidió con una sonrisa. De vuelta a la mansión se dispondría de inmediato a preparar las ropas y el regalo que llevaría a la señorita Susan. Yo me quedaría en el salón leyendo un buen rato aunque la lectura comenzaba a volverse tediosa. Tanto los personajes como la trama empezaban a decepcionarme, haciendome perder el interés inicial. Una vocecita enérgica y alegre interrumpió mi lectura.

-Señor Ciel durante el tiempo que no esté ¿qué tarea deberemos hacer? -

-Supongo que la de siempre, Finny, ocuparte del jardín... Además tampoco estaré mucho tiempo fuera. -Le indiqué. Por lo visto se había enterado de que me ausentaría unos días. Lo que durase el viaje hasta la ciudad donde la señorita Susan viviese y mi evidente viaje de vuelta. Finny, dueño de esa vocecita, exclamó dandose un pequeño golpe en la frente:

-¡Ah claro! -

Y se marchó trotando como un potrillo salvaje hacía el jardín. Resonando sus pasos un buen rato pues la vivienda era muy grande. Las habitaciones con techos realmente altos y amplitudes exageradas. La clase de hogar que Finny no había tenido. Amplio, elegante y aún, a pesar de la desgracia, lleno de amor.

-Finny es demasiado ruidoso. -Pensé en voz alta, creyendome sólo de nuevo.

-¿Eso cree? A pesar de su oscuro pasado, es un muchacho alegre. Debería aprender un poco de él. -Me aconsejó Sebastian colocado a mis espaldas. El susto que me dió fue mortal. Giré bruscamente la cabeza y con la mano izquierda sobre el corazón le grite:

-¡Mierda! ¡Sebastian, no vuelvas a aparecer así! ¡Casí me da un infarto! -

Él simplemente sonrió, acto que me fastidió.

-Tán sólo venía a decirle que todas sus cosas estan listas para mañana. -

Laura comentó a Sebastian que la fiesta de cumpleaños se celebraría pronto y que la señorita Elisabeth ya tenía todas sus cosas preparadas para desplazarse hasta allí pero que antes deseaba comentarmelo con la esperanza de que fuesemos juntos. Bien temprano, practicamente de madrugada, Sebastian me despertó. Efectivamente, todo a mi alrededor se encontraba listo. La ropa que se dispondría a ponerme y una pequeña bolsa de viaje con neceseres que podría necesitar estaba sobre una silla de madera tapizada. Dando un sonoro bostezo me levanté dejando las suaves sabanas recubiertas por una gruesa manta a un lado. No me apetecía emprender ese viaje, Sebastian lo percibía por lo que realizó sus deberes como mayordomo en silencio. Cualquier palabras podría ponerme furioso. Mi desayuno no fue muy consistente, Sebastian lo ordenó así a sabiendas de que podría vomitarlo a mitad del camino. Lo tomé sin decir palabra y una vez terminado me encaminé a la entrada. Afuera me esperaba Sebastian y a su lado, el anciano Tanaka. Aquello me sorprendió pero no dije nada. Confiaba en la astucia de Sebastian ya que Sebastian era más que un mayordomo. Marchamos a la residencia Middleford, allí nos esperaba Lizzy seguida por Ama Laura. Sus ojos brillaban y su sonrisa parecía inalterable.

-¡Buenos días Ciel! ¿Listo para conocer a mi amiga Susan? -Exclamó al verme dandome un efusivo abrazo. Lizzy es así, es muy extrovertida, a veces, eso puede ser peligroso. Laura y Sebastian sonreían observandonos a cierta distancia. Ambos consideraban que sería bueno para mí asistir a ese acontecimiento con Lizzy.

En la ciudad natal de la madre de la pequeña Susan, lejos de las altas y hermosas mansiones de los señoritos nacidos en cuna de oro y sabanas de tela plateada, uno de esos niños que perdió sus privilegios al ser condenado por un delito no cometido, por una malinterpretación por parte de sus más cercanos y sus seres queridos, o sea yo, diambulaba en busca de amigos, personitas que pudiesen apaliar el sufrimiento que la soledad causaba a mi pequeña y dulce Rose Lee. Plantando como siempre en una zona que bien podría ser denominada la de los artistas pues era la única en toda la extensa y circular plaza de la ciudad en la que se nos era permitido mostrar nuestro talento. Desde una joven violinista hasta un hombre tuerto que retaba a cuantos pasaban por su lado a adivinarles cualquier cosa. Un estafador sin dudas. Sin olvidar a este humilde titiritero. Mas de un niño deseaba quedarse a contemplar el pequeño espectaculo que ofrecía pero sus madres y padres se lo negaban. Los afortunados, niñitas en su mayoria, me miraban entre asustados y cautivados, a veces incluso se atrevían a tocar a mis pequeños actores para comprobar si eran o no muñecos. Preguntando con los ojos entornados y sus cabecitas ladeadas ligeramente sobre sus hombros:

-¿Están vivos como Pinocho? -

-¿Tú qué crees? -Les digo yo con voz suave. -Ellos son más que simples titeres. Son mis compañeros, mis amigos. -

Los niños sonrien, se vuelven complices por un instante. Ellos entreven lo que tienen que entrever, lo que los adultos no ven o no consiguen ver. Me entregan parte de sus asignaciones semanales y se van dando brincos cogidos de la mano por sus padres. Las horas pasan y pasan, diversas personas vienen y van por la plaza. Cuando llega la hora de irse, todos los artistas nos vamos sin dar un ruido. Quedarse más tiempo sería temerario pues la polícia suele tener la zona muy controlada. Estando ocupado en guardar a mi pequeño actor de ese día en su caja, especialmente hecha por mis manos para ellos, de madera, pintada con esmero. Un personaje insólito aparece ante mí. Alto, de aspecto distinguido. Trajeado, con bastón y sombrero de copa negro, todo cubierto por una larga capa oscura, tan oscura como su traje. Con sonrisa arrogante y mirada despectiva. Cabellos y barba de fuerte color marrón chocolate. Sus ojos son de un color vulgar, nada particulares. No necesita presentarse ya que sabe muy bien que le conozco. Golpeando el suelo con su brillante bastón dice:

-¡Ponte en pie! He venido a ofrecerte un trabajo que no querrás rechazar. -

Me levanto de mala gana, poniendome a su altura. Mi astucia me obliga a desconfiar, por lo cúal, no es sorprendente que le replique:

-Eso depende de lo que sea ese trabajo que me ofreces. -

-Qué desconfiado eres, Titiritero. -Dice él fingiendo sentirse ofendido. -Pues se trata de hacer una actuación para mi sobrina. Dentro de pocos días es su cumpleaños. ¿Lo rechazarías? -

Williams sabía como tentarme. Me quedé un rato meditando la oferta antes de aceptarla. Al y al cabo sería muy bien pagado. Nos estrechamos las manos para sellar el acuerdo. De inmediato me ví obligado a preparar en muy poco tiempo algo para la pequeña Susan y sus amiguitos. Sinceramente, la señorita Susan no fue la única maravillada en su fiesta. Encontraría a un viejo amigo, a un amigo cuya perdida me dolió muchísimo.

Charlotte, la mujer más cercana a una madre que un chiquillo maldito como yo hubiese tenido la suerte de tener, a falta de la madre propia, estaba frente a mí. Necesitaba hablar con alguien y como no había ningún hombre en que más confiase, me solicitó a mí.

-Nunca más. -Dijo. Las palabras salían de su boca todavía con rabia. -Nunca más volveré a acoger a desconocidos. -

-¿No? ¿Por qué?-Quisé saber. Me extrañaba que alguien como ella, dura pero compasiva a la vez, dijese aquello. Algo muy grave debía de haber sucedido en Circus Circus. -¿Ni siquiera a los que te supliquen asilo? -

-A nadie más. El cupo ha sido cerrado. -Respondió esforzandose por no gritar, por contener la angustia y la rabia al recordar lo sucedido hacía apenas unos tres días. -He acogido a demasiados monstruos a lo largo de todo este tiempo. -

Sus ojos se humedecíeron pero las lagrimas fueron reprimidas, por lo que no habían recorrido su hermosa cara. Aunque los años iban pasando, aún lucía hermosa. Hice un esfuerzo por animarla, parecía necesitar animarse más que nunca. Tomando su manos entre las mias, le recordé un gran acierto, un acierto llamado Viktor.

-Es posible. Vivis cerca del Infierno pero también has acogido en tu circo a gente buena, ¿o ya no recuerdas a nuestro mejor mago? -

-Viktor... -Pronunció su nombre y ante su mero recuerdo, rompió a llorar.

La miré sin saber que decir, que hacer. Estaba tán destrozada. Entre lloros, iría diciendome:

-Ohh Dios mio... Viktor... El bueno de Viktor... Aquel hombre joven que llegó poco después de la muerte de padre... -

Se pasó un buen rato llorando, llegando a un punto que me preocupó y enojó. Como el estrechar sus manos no le era suficiente, abrazada a mí lloraría hasta quedarse literalmente seca. Mi camisa acabó manchada del rimel que recorría sus mejillas aguado por las lagrimas. Cuando sus llantos quedaron en llantos secos y quebrados, poniendome muy serio, se lo pregunté, le pregunté por el monstruo que la tenía tán alterada. El monstruo que estaba rompiendo a mi dama de piedra. Su respuesta, con voz sollozante me dejó helado.

-Ese tipo al que todos por la zona del Infierno apodan Titiritero. -

No necesité que Charlotte me contase su encontronazo con él o que le había encontrado en plena faena. Antes de irme, le llevé hasta la sencilla cama que poseía en su caravana y la ayude a acostarse. Necesitaba descansar, olvidar todo ese asunto lo antes posible. Ella de algún modo se sentía culpable porque ella le acogió durante un tiempo como si fuese uno más de su enorme familia. Tenía talento y no solía llamar mucho la atención. Yo, como uno de los pocos chiquillos supervivientes, sabía de lo que era capaz y de como conseguía encontrar "amigos". Se me pusó la carne de gallina al recordar aquella vivencia. Yo debía de ser muy chiquito, todavía no habría cumplido los siete u ocho años. Estaba tán aterrorizado que no podía articular palabra. Se presentó ante mí como alguien que podría ser un gran amigo pero sólo si yo también mostraba ser un buen amigo. No supé comprender del todo a lo que se refería pero supusé que si me portaba bien se vería satisfecho. La presentación de Rose Lee fue un momento importante, decisivo. Ella no hablaba y tampoco se movía pero él decía que era debido a que estaba triste o enfadada. Era preciosa, de piel muy clara, ojos de similar color a los del titiritero que parecían desprender una profunda meláncolia y unos largos y cuidados cabellos entre color castaño y afrazán. Su vestido parecía hecho exclusivamente para ella, con bordeados y un conjunto de colores muy curiosos, como si se tratase de una artista de circo como yo lo era.

-Su nombre es Rose Lee. -Me indicaría el sentandose entre nosotros en el suelo.

He de admitir que no esperaba que Rose Lee, a la que yo consideraba un juguete más, alzase su brazo para extrechar mi mano. Me retiraría un poco con los ojos muy abiertos al principio pero ante la persistente y abrumadora mirada del titiritero le daría mi mano e incluso la trataría como a una niña normal. Cuando ella pasaba su puño cerrado suavemente sobre mi rostro, yo haría algo parecido sobre el suyo. Creí que Rose Lee era una de esas personas que sufren una demencia grave que las incapacita para moverse o interactuar con la gente porque al tocar su piel, su piel no parecía ni de porcelana ni de madera. El titiritero nos observaría sintiendo un gran gozo.

-Eres el mejor amigo que hemos tenido hasta ahora. -Exclamaría con gran felicidad en su rostro.

Si, estar junto a Rose Lee fue lo único bonito que puedo recordar. Hubiese dado todo lo que tenía por que ese momente se hubiese alargado pero el dijo que Rose Lee debía descansar, que en otro momento volvería a verla. Volví a encontrarme solo y asustado. Aunque ya no llevaba su cara maquillada de ninguna manera, seguía produciendome desasosiego.

-Estas siendo un gran amigo. Soy tán feliz... Sin embargo, todavía no me has mostrado tu aprecio. -

Esas palabras, el modo en que las dijo, me entró un mal presentimiento... Nunca me he parado a pensar en los otros amigos que no resultaron ser tán merecedores de ese honor. ¿Muertos? Seguramente. Fuí a enfrentarme al pasado una vez más. Fuí sin perder tiempo a visitar a Blackfield.











No hay comentarios: