sábado, 16 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji



"¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios"

Gilbert Keith Chesterton - Escritor británico


Mientras la señorita Elisabeth corría a abrazar a su amiga, la señorita Susan. Mi amo, Ciel Phantomhive no parecía tán entusiasmado, caminó hacía ambas sin acelerar sus pasos en lo más minimo. Al llegar al jardín, en el cúal no sólo pudimos encontrar a las niñas sino a la señorita Annette, a la abuela de la niña y a la cuidadora, Susan y Elisabeth estaban cogidas de la mano, dando saltos, exclamaban:

-¡Susi! ¡Susi! -

-¡Lizzy! ¡Lizzy! -

Era encantador observarlas. Tán felices, su encanto infantil se volvía más empalagoso de que alguien como yo pudiese haber aguantado. El señorito Ciel avanzaría hasta ellas derrumbando ese momento. Todas las damas dirigirían sus ojos a él. Al señorito no le importó sentir las miradas de recelo, lo único que le importaba, ya que había sido arrastrado hasta allí, era permanecer lo más cerca posible de su amada Lizzy. Separando las manos de las de la señorita Susan, agarraría del brazo al señorito y con una resplandeciente sonrisa se lo presentaría a su amiga.

-Éste es el joven del que tanto te he hablado. Estamos comprometidos. -

-¡Es guapísimo! ¡Oh, disculpa! -Soltaría la señorita Susan ruborizandose un poquito ante la atenta y disciplinaria mirada de su abuela paterna. -Soy Susanne, encantada de conocerle, Señor Phantomhive. -Le diría de inmediato poniendose lo más fina posible, como le habían ido enseñando desde temprana edad.

-El placer es mio. -Respondió el señorito Ciel adoptando un aire distinguido.

Desde mi rincón les contemplaba sin decir palabra. Tán sólo haría una aparición si el amo me requería pero por el momento el amo Ciel parecía haberse olvidado de mí. Atendía las preguntas de las damas de mayor edad con paciencia y a veces, incluso se le podía apreciar una sonrisa. Sentado junto a Lizzy degustaba las galletas caseras que la cuidadora de la señorita Susan había preparado aquel día para ellos. Todo iba bien, todo iba demasiado bien. Mis sentidos se revolucionaron, gire la cabeza y lo ví. A primera vista no pensé que fuese a ser un tipo peligroso pero me sentí inundado por una emocion desagradable, un mal presentimiento nació, como si la presencia de aquel hombre me indicase que algo malo sucedería dentro de poco. Ese hombre se paró justo al llegar a la gran puerta que daba salida al jardín. Sus ropas y sus modales eran exquisitos aunque tenía algo de pícaro, algo que no parecía concordar con la manera de ser de las otras personas en la casa presentes. Ni mi amo, por muy cruel que se mostrase a veces, poseía lo que aquel hombre.

-Deduzco que tu debes de ser el mayordomo del señorito Ciel Phantomhive. -Me dijo mirandome de arriba a abajo con una sonrisa burlona.

-Qué inteligente. -Replique. Mi vestimenta no dejaba duda de ello. -¿Y Ud es...? -

-El tío de la encantadora señorita Susan. -

Su respuesta fue suficiente para mí en aquel momento. Antes de adentrarse al amplio jardín, dijo:

-Eres un tipo interesante. Seguro que hay pocos mayordomos como tu. -

Mi tranquilidad se quebró. Aquel humano había conseguido llamar mí atención y no sólo como mayordomo. Colando una mano sobre mi mentón, no le quitaría ojo de encima. El modo en que fui presentado a las damas y otros invitados que irían llegando horas despúes fue bastante socarrón por parte del señorito Ciel mientras me ordenaba tomar asiento entre ellos.

-Sé que más de uno habrá sentido curiosidad. Éste individuo que está entre nosotros, es mí mejor y más fiel serviente. Un mayordomo único, su nombre es Sebastian Michaelis. -Anuncía con un orgullo desmedido mi amo.

Todos me observaban y hablaban entre ellos. Ciertamente Ciel sabía como hacerme sentir incomodo. Lizzy, para mi desgracia, lo reiteró con mayor enfasis:

-¡Así es! Damas y caballeros, este hombre es capaz de hacer cualquier cosa, a veces mi madre y yo pensamos que no parece un humano convencional. -

-Entonces su señorito ha de estar muy orgulloso de Ud. -Me dijo la madre de la señorita Susan que se había asombrado de todas las cosas que había narrado la señorita Elisabeth sobre algunas vivencias en la mansión Phantomhive. Era una dama tán linda y dulce que costaba imaginarla como hermana de aquel hombre, hombre cuyo nombre era Williams como luego descubriría. En general fue una llegada muy agradable, la familia de la señorita Susan era muy cordial y llena de vitalidad. Ni el señorito Ciel ni yo nos topamos con nada sospechoso.

La ciudad parecía más entristecida que de costumbre. El cielo seguía teniendo un color grisaceo y oscuro que hacía sentir gran tristeza a W. No podía explicarme cómo pero siempre acababamos reuniendonos en el mismo lugar, la mansión de Blackfield. La señorita Juliette seguía luciendo un aspecto intachable, femenino y tán recatado como bien no había olvidado de ella. La bondad con la que nos trataba aún me hacía sentir mal aunque ella se esforzaba por convencerme de que yo nunca tuve la culpa, de que yo era una victima al igual que ella una complice. La señora Grey también había acudido a la mansión. Ella era una mujer firme y muy religiosa. La única con valentía y ovarios en ayudar a Juliette en su caza de brujas. Juntas atraparon a muchos monstruos, por lo que, como última esperanza, me dirigí a preguntarles a ellas acerca del Titiritero. Las expresiones de ambas damas se volverían drasticamente diferentes al escuchar mi pregunta.

-¿El Titiritero? Dime señora Grey, ¿encontramos a alguno apodado así por los otros? -Preguntó Juliette temblorosa trás escuchar su nombre y la clase de monstruosidades que le caracterizaban. La señora Grey, con una firmeza irrompible respondió:

-No pero no estoy del todo segura, Juliette, como bien sabrás, eran tantos... -

La señorita Juliette asintió mordiendose el labio inferior. Para ellas seguía sin ser fácil desentreñar aquellos recuerdos y exponerlos de nuevo. W apenas hablaba, bebía su té con expresión decaída. W sabía algo sobre ese monstruo que ellas no sabían y que probablemente les hubiese ayudado a capturarlo.

-Bueno, si no sabeis nada o no lo recordaís bien, no importa... -Les indiqué al rato de terminar mi té dejandolo en la mesita central. -Aunque me habría gustado encontrar algo, aunque tán sólo fuese una leve pista. -

Juliette me miró a la señora Grey y luego mirandome a mí, anunció:

-Nosotras no lo recordamos pero podriamos prestarte todo lo que sacamos de nuestra larga caceria. -

Y de inmediato salió de la habitación. En el ático, el amplio, frio y aterrador ático Juliette solía dejar los trastos usados o ropa que deseaba entregar a la parroquia pero solía olvidar al cabo de un tiempo. Rebuscando bien entre cajas y algunos baules, dió con el grueso libro lleno de fotografias, declaraciones y otras diversas cosas que fueron reuniendo. Mi sorpresa fue enorme al verla llegar de nuevo con ese tesoro. Me levanté y la ayude a dejarlo en la mesita. Debía de poseer mucha información pues al caer a la mesa se oyó un fuerte PUM. W y yo nos moriamos de ganas de echarle un ojo. La señora Grey y Juliette dejaron en una bandeja las tazas vacias o con muy poco té a un lado de la mesita y abrieron el pesado libro. Antes de aventurarse a rebuscar, la señora Grey volvió a preguntarme el nombre del monstruo que buscaba.

-Es llamado El titiritero. Sólo sé eso. -Dije sin hacerlas esperar ni un minuto.

La señora Grey ordenó a la señorita Juliette ir a las paginas en las cúales escribieron todos los motes de los monstruos que encontraron con sus respectivos nombres. Eso sí que era una señora investigación. Había muchos, nuestros ojos se agrandaron sorprendidos. Por fortuna estaban en orden alfabetico. Eran como una plaga de vampiros, donde moría uno, aparecía otro nuevo.

-¡Titiritero! ¡Aquí está! -Gritó Juliette con satisfacción señalando ese nombre.

Todos miramos hacía donde su dedo indicaba y efectivamente, con una rapida pero leible caligrafia de color negro estaba escrito su apodo. Nuestra alegría se desvaneció al no encontrar su nombre real. Avanzando con los ojos al lugar en que eran escritos los nombres de los sujetos había un decepcionante hueco. La señorita Juliette arrugó la frente pero fue todavía sonreía.

-No os desanimeis. -Nos consoló. -Puede que su nombre real no aparezca pero creo que si seguimos buscando encontraremos algo mejor que un nombre. -

Sus palabras sonaron misteriosamente esperanzadoras. Fue pasando hojas y hojas con rapidez hasta que llegó a la que nos sería de gran interés. Había una vieja fotografía entre las paginas. Lo que Juliette nos confesaría nos dejaría más que sorprendidos. Desde luego ese libro era más que un tesoro.

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