Hoy no vendría a ser un día muy adecuado para proseguir con esta parte de Welcome to Hell pero bueno, lo voy a intentar y como ya sabeís, con la mayor sutileza posible. Tema fuertecillo.
"A veces, sólo a veces he pensado en la muerte como una solución pero como eso sería cobarde por mí parte, aquí sigo hasta que llegue mi hora. "
M. Manson - Indescriptible
-Ojála supiese rezar, a lo mejor así sabría como sobrellevar las cosas. -Mascullaba Crow caminando de un lado a otro. En sus ojos podía atisbarse una aguda ansiedad y las marcadas ojeras bajo sus ojos indicaban que no llevaba la suficientes horas de sueño que todo individuo debería, al menos, tener. Su aspecto no daba una imagen muy positiva de él. Ropas viejas y desteñidas. Cabellos revueltos y barba mal afeitada. Crow ofrecía un aspecto tán vulgar y distinto al mío que costaba creer que habiamos convivido juntos tiempo atrás. Acercandome a él para pasarle una mano por sus cargados hombros, intenté animarle:-No digas gilipolleces. Rezarás o no, se necesita algo más que palabras para sobrevivir en El infierno y tú, has demostrado tener eso que hace falta. -
Bastase que nuestros ojos se encontraran para que se pusiese aún peor. Trás dar un fuerte golpe a la pared, se echó a llorar. Estaba hecho polvo. Más hecho polvo que yo o W. Eso era demoledor porque él fue el más aguerrido de nosotros. No temía desobedecer ni a Blackfield ni a Williams. Nos defendía a capa y espada e incluso intentó sacarnos de esa situación. Yo sabía que había aceptado la proposición de la señora Grey con la única esperanza de encontrarse con María. Aquella chiquilla hermosa pero tán incomprendida y extraña que le robó el corazón. Así que nada más escuchar su voz, Crow se deshizo de sus últimas lagrimas y se dirigió hacía ella como un rayo. María le sonrió tál y como le habían recomendado la señora Grey y la señorita Juliette, de las cuales iba tomada por los brazos. Pobre Crow, ella no parecía reconocerle. Dimitri también aceptó reunirse con nosotros pero tampoco le entusiasmaba el motivo por el que se celebraba esa reunión. ¿Acaso eramos W y yo los únicos dispuestos a recordar viejos y desgarradores tiempos?
Ninguno pareciamos muy dispuestos a comenzar a soltar mierda, conque Crow haciendo un gran esfuerzo, trás haberse serenado un poco con ayuda de la señorita Grey, comenzó a hablar:
-Nadie me había tratado con cariño hasta ese momento. -Compartió con todos los presentes. -Claro que sus caricias y sus besos no habrían sido iguales a las que Juliette me hubiese dado. No eran propias de un padre, en cuanto logré comprenderlo, me negaría a recibirlas. Lo cúal obligaría a Blackfield a seguir el doloroso consejo de Williams, usar el latigo. -
La señorita Juliette iba escribiendo todo lo que decía sin decir ni una palabra en un cuaderno de bonitas tapas de cuero marrones. Crow hacía acopió por controlar sus emociones mientras lo iba contando, con la cabeza gacha, avergonzado y enrabietado sentado en un comodo sillón frente a ambas damas.
-Pero eso no era nada comparado con lo que podía hacernos Williams. -Fue lo último que iba a decir al respecto. Mientras se levantaba, listo para marcharse de allí de una maldita vez fue interrumpido por la señora Grey:
-¿Eso es todo? Sientate y cuentanoslo todo, con uñas y dientes. -
Su tono de voz resultó autoritario. Mal hecho, Crow replicó:
-¡Sí! No tengo más que decir. -
Se marchó dando varias zancadas, con los puños y las mandibulas apretadas. Todos los demás, que esperabamos en el largo pasillo de aquel lugar, sabiamos que había más pero Crow ya había hecho demasiado esfuerzo. Crow, a pesar de su apariencia fuerte y despreocupada, al ser el mayor, era el que más sufría. Yo, en cambio, no temía sincerarme, contarlo todo, todo lo que recordaba. Así que sentado en el mismo sillón frente a las sorprendidas y calladas damas, les ofrecí mucho más de lo que hubiesen podido sacarle a Crow.
-No la tome con él. Ha hecho un gran esfuerzo por venir y contar algo. -Me disculparía por él antes de empezar. -A pesar de su imagen de tipo duro, es muy fragil. Él se vió metido en ello sin quererlo, como quien dice, por un error del destino. Yo, sin embargo, gracias a N ya sabía más o menos lo que me esperaría. -
Sí, mis palabras dejaron perplejas y deseosas de escuchar mi historia a la señorita Juliette y a la señora Grey, la cúal alzó las cejas con los ojos muy abiertos. Dí la marcha atrás una vez más, cuantas más veces la daba, más insensible me sentía. A cada palabra que decía escuchaba perfectamente como era acompañada por el sonido que producía la pluma caligrafica de Juliette.
-Jules Blackfield fue un cliente mio en el Midnight Cabaret. ¿Cómo? En principio yo sólo formaba parte del espectaculo o echaba una mano a los camareros y otros trabajadores de allí pero cuando un día N descubrió que muchos fantaseaban y solicitaban acostarse conmigo a cambio de grandes sumas de dinero, no tardaría en llevarme y prepararme para ello junto a las chicas más jovenes. Sí, el Midnight Cabaret no sólo ofrece grandes espectaculos o fiestas extravagantes, también es un burdel que ofrece cumplir toda clase de fantasias sexuales. Un amigo se lo recomendaría y en principio tán sólo iría para ver con él algún espectaculo pero al verme, me solicitaría. Como bien ha dicho Crow, él tán sólo me proporcionaría placer, cosa rara en un cliente. Me figuro que ya sabreís a que me refiero pero os lo detallaré un poco, me iba desnudando mientras me besaba, echados en la cama, pasaba tanto sus manos como su lengua por mi pecho, luego por mi vientre y luego, una vez, desabrochado mi pantaloncito rojo, me lamería mi sexo, incluso se lo metería dentro de la boca. Tiempo despúes, habiendose convertido en un cliente prioritario, como por un golpe de suerte, sería todavía más suyo de lo que ya lo era. En el Midnight Cabaret era compartido ya que él no era él único que me ansiaba. Claro que no todos podían tenerme, Lautremont obligó a N a poner unas reglas. Los que no podían tenerme allí se las ingeniaban para tenerme de otro modo. A mi padre le desagradaba mi existencia, por lo que le permitió a Blackfield ser mi tutor. Ya en su mansión, su deseo aumentaba por mí. Cuando Juliette solía salir con amigas o a otros deberes sociales, Blackfield solía aprovecharlo para sofocar ese deseo. A veces me penetraba, cuando se sentía arder pero siempre, antes, me lamía el ano. Un lubricante muy improvisado ¿no creen? A veces sentía que me lo iba a hacer encima y eso me aterraba, otras veces, cuando me penetraba, creía que me iba a partir de dolor pero él era tán dulce, se adentraba con suavidad. Sinceramente, no me gustaba ser el favorito pero no quería enfrentarme a él como hacía Crow porque entonces sacaría el latigo. Un monstruo es un monstruo. -
-¿Alguna vez os exigió practicarle sexo oral? -Quisó saber la señora Grey. Su tono mostraba gravedad. La dejé conmocionada. Tanta sinceridad sin una sola lagrima y sin venirme abajo. Era espeluznante. Le miré burlón y contesté afablemente:
-Muy a menudo. Justo antes de penetrarnos. Claro que él no nos obligaba a meternosla en la boca entera ni a tragarnos su semen. -
La señorita Juliette dejó de escribir. Ya no podía seguir con todo eso. Podía imaginar la clase de cosas que nos hacía porque una vez lo descubrió. De ahí que aconsejada por el propio Blackfield, que no sintió mucho reparo en ello, dedicase el mayor tiempo posible a salir y a despejar su mente. Un marido encantador y envidiado por sus amigas. La señora Grey dirigió sus ojos hacía Juliette.
-Querida, ¿te encuentras bien? -Le preguntaría. -¿Crees que tendrás fuerzas para proseguir o hacemos una pausa? -
Juliette suplicó una pausa y así se le fue concedida. Antes de irme, le entregue un vaso de agua. Ella me miraría con los ojos humedos, como si estuviese a punto de llorar y llorar sentada en el elegante sófa de aquella sala.
-Eres tán amable... A pesar de todo. -
-Es lo menos que puedo hacer por tí. Tu nunca tuviste la culpa de enamorarte de él. -Le respondí. Mi sinceridad siempre ha sido más un problema que una virtud. Ella me agarraría por la manga de la camisa, que sobresalía debajo de la chaqueta roja que llevaba y dijo con voz temblorosa:
-¿Tu le querías? En tu voz se aprecíaba cierto cariño hacía él. -
Suspiré y volviendo la cabeza hacía ella, simplemente admití una cosa:
-Quizás sí, quizás no. Él fue bueno conmigo. Me concedía toda clase de caprichos y durante un tiempo tuve un hogar, comida y ropa pero me daba un amor muy adulto, más de amante que de padre. -
Al salir me encontré con las miradas de W y María. Cada uno teniamos una visión de Blackfield muy distinta. Eso acabaría destrozando a Juliette, especialmente porque W si lo veía con muy buenos ojos.
-María, María, ¿quieres que hable por tí y asi regresar a casa con tu pequeña muñeca Sophie? -
María no dijo ni sí ni no pero sus ojos brillaron al mencionarle a su hija. Supé que podía ponerme en su puesto conque la lleve hasta la puerta de entrada, pedí un carruaje y la llevé a casa de su abuela. Lo que María contase sería tán extraño e infantil que no sería un testimonio a tener en cuenta. A W tán sólo le recordé que por muy bien que nos tratase Blackfield, recordase que abusaba de nosotros. W se negó a admitir la verdad. Dimitri volvía a sentirse tán inseguro e indefenso que no decía palabra. Creo que Blackfield se equivocaba de cuento, nosotros no eramos los hilarantes personajillos que Alicia fue conociendo en El país de las maravillas, eramos los niños perdidos que Peter Pan iba reuniendo en El país de Nunca jamás.
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