viernes, 24 de febrero de 2012

WelCome To HeLL - Circus Circus ABRACADABRA



Imagen encontrada en Internet... Creo que se asemeja bastante a mi Viktor o al menos al primer diseño que le dí al personaje ^w^


Advertencia: La historia puede que un poco fuerte, aún así, espero que os guste. Procuro escribir del modo menos hiriente posible, ya lo sabeis ^^' WTH es así je je...

Para mayor drama, en primera persona.


WeLcOme To HeLL

Circus Circus - Abracadabra


"La magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos." Paulo Coelho - Escritor brasileño.


Desde niño, había aprendido que daba igual usar según que palabras a la hora de crear hechizos o conjuros pues no era la palabra lo que daba el poder sino lo concentrado que estuvieses al citarla y la cantidad de magía que brotase en el momento de producir el sonido que conformaría la palabra materializandolo pero como profesor o mago esperpentico que fingía ser me encantaba usar tán topicas formulas como "Abracadabra, pata de cabra" o "Hocus Pocus", todo a fin de obtener además de una pasmada cara, una sonora carcajada. Tarea no tán sencilla con los niños que fuímos rescatando del Infierno. ¿Demasiado inmaduro para ellos o un truco demasiado usado por otros... Individuos? Gregor era el único en proponer más formulas magicas dentro del grupo de los pequeños artistas.


-¡Venga! -Me esforzaba en animarles yo. -¡No puede ser que sólo a Gregor se le ocurran cosas! -


Pero a ellos parecía darles igual la aplastante imaginación y disposición del grandullón. Resoplando, frotandome las manos pensaba en que decirles para sacarles de tán abrumador silencio pero al principio nada parecía funcionar, lo que me obligaba a llevarlos hasta los diferentes roulottes en los que dormían bajo la protección de otros artistas de más experiencia y edad como Charlotte o Miss "Bola de Grasa" y su esmirriado hijo. Sin embargo, yo no me rendía, en el interior de mi roulott, meramente alumbrado por una vela sobre un deslucido candelabro, cúal profesor que fuí buscaba nuevos metodos de que se mostrasen más introvertidos o que como mucho, se atreviesen a ayudarme en algo, lo que fuese, demostrando así interés en el Circus Circus, el que podría haber sido el mejor hogar de entre todos los que irían a parar al cabo de un tiempo. Muy lentamente, vería como todo mi esfuerzo era recompensado pero a menudo, situaciones adversas, provocaban un retroceso. Sus mentes eran el doble de frágiles que sus cuerpecitos, cuerpos que habrían aguantado Dios sabe que atrocidades pues por muy fuertes o resistentes que se tuviesen que volver, eran niños de muy tiernas edades.


-Viktor, esto que intentas hacer con ellos es muy bonito pero créeme, estos niños no tienen futuro. -Me intentaba advertir algunas veces Charlotte, cuyos claros y difusos ojos habían visto más tragedias que los mios con la consecuente sabiduria en sus palabras pero yo, dolido, demasiado metido en mi papel de padre o guia de esos chiquillos, me enfurecía con ella.

-¡¿Cómo que no tienen futuro?! -Le espetaba gritando encolerizado dirigiendo mis cansados y enrojecidos ojos hacía ella, siempre plantada de pie a escasa distancia con las manos en su cintura. -¡¿Ni siquiera aquí?! -Le exigía saber poniendome de pie, apretando los dientes, sintiendo como la furia se transformaba en tristeza. Observando como su frente se arrugaba y sus deseables labios temblaban antes de dar una respuesta cuidadosamente preparada.

-Sí pero no más allá de nuestro Circus Circus. -Decía suspirando como un soldado que acaba de abatir a un soldado enemigo de menor edad. Ambos lo pasabamos realmente mal pero supongo que formaba parte de residir en una zona dejada de la mano de Dios.


Hasta no encontrar y ofrecer una mejor vida al pequeño Nicola, no comprendí lo acertada que estaba Charlotte. Sería a partir de ahí que este humilde mago se las tendría que ver con una manada de lobos cuya hambre de carne tierna no tenía limite. Al no tener una casa con unos padres como Dios manda, Nicola lo tenía difícil para alejarse de ellos. Todos los hombres que le había tratado con amabilidad, eran como Blackfield o quizás peores, presumo que por ese motivo malinterpretaba mi buena voluntad. Más de una vez lo hallaba en algún rincón tán golpeado y con las ropas tán rotas, que lagrímones resbalaban por mi rostro sin apenas darme tiempo a contenerlos. Con él como bien habría seguido siendo con Recuerdo o con Momento, tenía que valerme de mucha más paciencia y delicadeza al explicarle o corregirle algunos puntos de su comportamiento. Especialmente al tratar de bañarlo o de ponerle su ropa de noche.


-Err... Bueno, si me lo permites, he traido nueva ropa para tí porque obviamente la que llevabas está tán rota y sucia que ninguna de las mujeres del Circus Circus les apetece enmendarlas. -Le iría comentando la primera vez que lo llevé conmigo al Circus Circus.


Él apenas emitía sonido alguno excepto el que producía el aire al salir y entrar de su nariz, sentado en el único asiento que pudé brindarle, retirandose del centro con rapidos movimientos de piernas y trasero. Alejandose de mí hasta chocar contra una de las cuatro paredes que conformaban el cubil con ruedas que era mi sencillo roulott. Sentandome en la estrecha cama, rascandome la cabeza mientras arrugaba la frente, pensaba en un acercamiento que no ocasionase forcejeos violentos con él. Usar mi magia para someterlo era una gran idea pero utilizar así la magia estaba prohibido, no sólo eras castigado perdiendo todos tus privilegios y grado dentro de la comunidad sino que eras expulsado de por vida. Los efectos que podías causar en la otra persona a lo largo eran nefastos, peor que golpearla. Colocandome las gafas, me armaba de valor y me dirigía hasta su rincón para dialogando con él entregarle mi mano y conducirlo hasta la cama.


-Me llamo Viktor y sé que ahora te parece un tipo en el que no se puede confiar o algo peor pero te prometo, ¡NO! Te juro que jamás te haría algo así, yo sí soy de confiar. -Le decía con toda mi sinceridad, a la espera de que el pequeño pelirrojo tomase la decisión que le pareciese bien. Confiar en mi o no confiar. Temblorosamente transcurrido un buen rato, yendo yo a rendirme, levantaba su brazo con la mano puesta como si quisiese darme un buen apretón de manos. Tomando su mano lo llevaba hasta el centro y en pocos momentos, alumbrado por la perezosa llama de la vela que cada semana era renovada, arrodillandome procedía a desnudarlo para posteriormente envestirlo con ropas limpias pero apenas desabrochar los botones de sus pantalones caidos, se apartaba negando bruscamente con la cabeza pero curiosamente, al instante siguiente retomaba la posición anterior pero sus ojos estaban inundados de lagrímas.


-No voy a hacerte nada de eso, en cuanto te desnude, te vestiré con esto. -Le indicaba yo a punto de llorar también mostrandole una prenda. -Te lo prometo, pequeño, puedes confiar en mi. -Agregaba esforzandome por afianzar su minada seguridad hacía el adulto que estaba junto a él, o sea, hacía mi.


-Todos decis lo mismo. -Observaría el niño con suave acento francés bajo la espesa capa de resignación. Cocolocando sus manos sobre las mias las pondría sobre su sexo oculto bajo los botones que pretendía desabrochar.


Me quedé mudo de la sorpresa. Desconcertado, aparte mis manos de esa zona. Llevandome una de estas a la frente, un nuevo corriente de lagrímas brotaría desde mis ojos al suponer que debía de recordarle a alguno de esos canallas, para ser más especificos, mi manera de hablar, tán correcta y afable, le recordaba a Jules Blackfield. Lo supé cuando al instante siguiente dijo:


-¿No va a tocarme? -Y desabotonandose los gordos botones, conteniendo la verguenza que debía de estar dandole, remetiendose las manos en el agujero ya visible, me revelaría su languido y rosado sexo, descansando entre sus manos. -¿Significa eso que prefiere que me toque yo? -


-¡NO! -Gritaría yo cayendome para atrás. -¡Por el amor de Dios! -


Me daba tál apuro escucharlo hablar de un modo tán directo temas tán intimos como si fuese un adulto que me tuve que suplicarle que dejase de sugerir esas cosas cúal prostituta o me daría un infarto. Lo peor era que a cada sugerencia se alteraba más, siendo incapaz de hacer menguar sus sollozos.


-¿Desea que le de yo placer a Ud? -Sería la última sugerencia que saldría de sus labios antes de ponerme a gritarle que parase, que yo sólo pretendía cambiar su ropa. -¡Por favor, no me pegue si no lo hago bien! -Añadiría colocando sus manos sobre su cabeza, cerrando fuertemente sus ojitos color miel.


-¡NO! ¡NO! ¡Y NO! -Gritaría hasta quedarme sin voz poniendome retomando la anterior pose, en cuclillas mientras recogía las prendas que había caido al suelo al caerme yo. -Sólo intento ponerte ropa nueva. -Insistí dejando caer sobre sus descubiertos hombros una camisa de amoroso tejido, como si ésta poseyese algún tipo de sustancia calmante, Nicola dejó de gritas y agitarse.


Sentado sobre la humilde cama, le quitaría los pantalones cubiertos de barro seco y los lanzaría al suelo, cayendo sobre su vieja y agujereada camisa, tál y cómo le prometí, al instante siguiente estaba ajustando los amplíos y limpios pantalones, compañeros inseparables de su nueva camisa.


-Oye, tú por cusualidad, ¿no sabrás alguna formula magica que pueda usar? -Le preguntaría haciendome el tonto. -Es que soy un mago bastante despistado y he olvidado las palabras magicas para que mis trucos salgan buen. -


Asintió y recitó con su bonito acento francés:


-Abracadabra, pata de cabra, baba de vieja, haz que esta persona desaparezca. -


¡Ya tenía un digno adversario entre los niños para Gregor! Pensaría sonriendo triunfal. Él se convertiría en Caos, nombre aportado por todo los demás niños, que vieron en él lo mismo que yo pero que nunca supieron como tornarlo en Equilibrio.



No hay comentarios: