domingo, 31 de julio de 2011

WeLcOme To HeLL Testimonios

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):

Hoy no vendría a ser un día muy adecuado para proseguir con esta parte de Welcome to Hell pero bueno, lo voy a intentar y como ya sabeís, con la mayor sutileza posible. Tema fuertecillo.


"A veces, sólo a veces he pensado en la muerte como una solución pero como eso sería cobarde por mí parte, aquí sigo hasta que llegue mi hora. "

M. Manson - Indescriptible


-Ojála supiese rezar, a lo mejor así sabría como sobrellevar las cosas. -Mascullaba Crow caminando de un lado a otro. En sus ojos podía atisbarse una aguda ansiedad y las marcadas ojeras bajo sus ojos indicaban que no llevaba la suficientes horas de sueño que todo individuo debería, al menos, tener. Su aspecto no daba una imagen muy positiva de él. Ropas viejas y desteñidas. Cabellos revueltos y barba mal afeitada. Crow ofrecía un aspecto tán vulgar y distinto al mío que costaba creer que habiamos convivido juntos tiempo atrás. Acercandome a él para pasarle una mano por sus cargados hombros, intenté animarle:-No digas gilipolleces. Rezarás o no, se necesita algo más que palabras para sobrevivir en El infierno y tú, has demostrado tener eso que hace falta. -

Bastase que nuestros ojos se encontraran para que se pusiese aún peor. Trás dar un fuerte golpe a la pared, se echó a llorar. Estaba hecho polvo. Más hecho polvo que yo o W. Eso era demoledor porque él fue el más aguerrido de nosotros. No temía desobedecer ni a Blackfield ni a Williams. Nos defendía a capa y espada e incluso intentó sacarnos de esa situación. Yo sabía que había aceptado la proposición de la señora Grey con la única esperanza de encontrarse con María. Aquella chiquilla hermosa pero tán incomprendida y extraña que le robó el corazón. Así que nada más escuchar su voz, Crow se deshizo de sus últimas lagrimas y se dirigió hacía ella como un rayo. María le sonrió tál y como le habían recomendado la señora Grey y la señorita Juliette, de las cuales iba tomada por los brazos. Pobre Crow, ella no parecía reconocerle. Dimitri también aceptó reunirse con nosotros pero tampoco le entusiasmaba el motivo por el que se celebraba esa reunión. ¿Acaso eramos W y yo los únicos dispuestos a recordar viejos y desgarradores tiempos?

Ninguno pareciamos muy dispuestos a comenzar a soltar mierda, conque Crow haciendo un gran esfuerzo, trás haberse serenado un poco con ayuda de la señorita Grey, comenzó a hablar:

-Nadie me había tratado con cariño hasta ese momento. -Compartió con todos los presentes. -Claro que sus caricias y sus besos no habrían sido iguales a las que Juliette me hubiese dado. No eran propias de un padre, en cuanto logré comprenderlo, me negaría a recibirlas. Lo cúal obligaría a Blackfield a seguir el doloroso consejo de Williams, usar el latigo. -

La señorita Juliette iba escribiendo todo lo que decía sin decir ni una palabra en un cuaderno de bonitas tapas de cuero marrones. Crow hacía acopió por controlar sus emociones mientras lo iba contando, con la cabeza gacha, avergonzado y enrabietado sentado en un comodo sillón frente a ambas damas.

-Pero eso no era nada comparado con lo que podía hacernos Williams. -Fue lo último que iba a decir al respecto. Mientras se levantaba, listo para marcharse de allí de una maldita vez fue interrumpido por la señora Grey:

-¿Eso es todo? Sientate y cuentanoslo todo, con uñas y dientes. -

Su tono de voz resultó autoritario. Mal hecho, Crow replicó:

-¡Sí! No tengo más que decir. -

Se marchó dando varias zancadas, con los puños y las mandibulas apretadas. Todos los demás, que esperabamos en el largo pasillo de aquel lugar, sabiamos que había más pero Crow ya había hecho demasiado esfuerzo. Crow, a pesar de su apariencia fuerte y despreocupada, al ser el mayor, era el que más sufría. Yo, en cambio, no temía sincerarme, contarlo todo, todo lo que recordaba. Así que sentado en el mismo sillón frente a las sorprendidas y calladas damas, les ofrecí mucho más de lo que hubiesen podido sacarle a Crow.

-No la tome con él. Ha hecho un gran esfuerzo por venir y contar algo. -Me disculparía por él antes de empezar. -A pesar de su imagen de tipo duro, es muy fragil. Él se vió metido en ello sin quererlo, como quien dice, por un error del destino. Yo, sin embargo, gracias a N ya sabía más o menos lo que me esperaría. -

Sí, mis palabras dejaron perplejas y deseosas de escuchar mi historia a la señorita Juliette y a la señora Grey, la cúal alzó las cejas con los ojos muy abiertos. Dí la marcha atrás una vez más, cuantas más veces la daba, más insensible me sentía. A cada palabra que decía escuchaba perfectamente como era acompañada por el sonido que producía la pluma caligrafica de Juliette.

-Jules Blackfield fue un cliente mio en el Midnight Cabaret. ¿Cómo? En principio yo sólo formaba parte del espectaculo o echaba una mano a los camareros y otros trabajadores de allí pero cuando un día N descubrió que muchos fantaseaban y solicitaban acostarse conmigo a cambio de grandes sumas de dinero, no tardaría en llevarme y prepararme para ello junto a las chicas más jovenes. Sí, el Midnight Cabaret no sólo ofrece grandes espectaculos o fiestas extravagantes, también es un burdel que ofrece cumplir toda clase de fantasias sexuales. Un amigo se lo recomendaría y en principio tán sólo iría para ver con él algún espectaculo pero al verme, me solicitaría. Como bien ha dicho Crow, él tán sólo me proporcionaría placer, cosa rara en un cliente. Me figuro que ya sabreís a que me refiero pero os lo detallaré un poco, me iba desnudando mientras me besaba, echados en la cama, pasaba tanto sus manos como su lengua por mi pecho, luego por mi vientre y luego, una vez, desabrochado mi pantaloncito rojo, me lamería mi sexo, incluso se lo metería dentro de la boca. Tiempo despúes, habiendose convertido en un cliente prioritario, como por un golpe de suerte, sería todavía más suyo de lo que ya lo era. En el Midnight Cabaret era compartido ya que él no era él único que me ansiaba. Claro que no todos podían tenerme, Lautremont obligó a N a poner unas reglas. Los que no podían tenerme allí se las ingeniaban para tenerme de otro modo. A mi padre le desagradaba mi existencia, por lo que le permitió a Blackfield ser mi tutor. Ya en su mansión, su deseo aumentaba por mí. Cuando Juliette solía salir con amigas o a otros deberes sociales, Blackfield solía aprovecharlo para sofocar ese deseo. A veces me penetraba, cuando se sentía arder pero siempre, antes, me lamía el ano. Un lubricante muy improvisado ¿no creen? A veces sentía que me lo iba a hacer encima y eso me aterraba, otras veces, cuando me penetraba, creía que me iba a partir de dolor pero él era tán dulce, se adentraba con suavidad. Sinceramente, no me gustaba ser el favorito pero no quería enfrentarme a él como hacía Crow porque entonces sacaría el latigo. Un monstruo es un monstruo. -

-¿Alguna vez os exigió practicarle sexo oral? -Quisó saber la señora Grey. Su tono mostraba gravedad. La dejé conmocionada. Tanta sinceridad sin una sola lagrima y sin venirme abajo. Era espeluznante. Le miré burlón y contesté afablemente:

-Muy a menudo. Justo antes de penetrarnos. Claro que él no nos obligaba a meternosla en la boca entera ni a tragarnos su semen. -

La señorita Juliette dejó de escribir. Ya no podía seguir con todo eso. Podía imaginar la clase de cosas que nos hacía porque una vez lo descubrió. De ahí que aconsejada por el propio Blackfield, que no sintió mucho reparo en ello, dedicase el mayor tiempo posible a salir y a despejar su mente. Un marido encantador y envidiado por sus amigas. La señora Grey dirigió sus ojos hacía Juliette.

-Querida, ¿te encuentras bien? -Le preguntaría. -¿Crees que tendrás fuerzas para proseguir o hacemos una pausa? -

Juliette suplicó una pausa y así se le fue concedida. Antes de irme, le entregue un vaso de agua. Ella me miraría con los ojos humedos, como si estuviese a punto de llorar y llorar sentada en el elegante sófa de aquella sala.

-Eres tán amable... A pesar de todo. -

-Es lo menos que puedo hacer por tí. Tu nunca tuviste la culpa de enamorarte de él. -Le respondí. Mi sinceridad siempre ha sido más un problema que una virtud. Ella me agarraría por la manga de la camisa, que sobresalía debajo de la chaqueta roja que llevaba y dijo con voz temblorosa:

-¿Tu le querías? En tu voz se aprecíaba cierto cariño hacía él. -

Suspiré y volviendo la cabeza hacía ella, simplemente admití una cosa:

-Quizás sí, quizás no. Él fue bueno conmigo. Me concedía toda clase de caprichos y durante un tiempo tuve un hogar, comida y ropa pero me daba un amor muy adulto, más de amante que de padre. -

Al salir me encontré con las miradas de W y María. Cada uno teniamos una visión de Blackfield muy distinta. Eso acabaría destrozando a Juliette, especialmente porque W si lo veía con muy buenos ojos.

-María, María, ¿quieres que hable por tí y asi regresar a casa con tu pequeña muñeca Sophie? -

María no dijo ni sí ni no pero sus ojos brillaron al mencionarle a su hija. Supé que podía ponerme en su puesto conque la lleve hasta la puerta de entrada, pedí un carruaje y la llevé a casa de su abuela. Lo que María contase sería tán extraño e infantil que no sería un testimonio a tener en cuenta. A W tán sólo le recordé que por muy bien que nos tratase Blackfield, recordase que abusaba de nosotros. W se negó a admitir la verdad. Dimitri volvía a sentirse tán inseguro e indefenso que no decía palabra. Creo que Blackfield se equivocaba de cuento, nosotros no eramos los hilarantes personajillos que Alicia fue conociendo en El país de las maravillas, eramos los niños perdidos que Peter Pan iba reuniendo en El país de Nunca jamás.









sábado, 30 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Aviso, a mi me gusta el Shotacon (porque lo veo como algo fantaseado) y me gusta denunciar cosas asi que como ya habré dicho mil millones de veces esta parte va a ser de contenido fuerte, conque avisados quedais ^^ Claro que ire con delicadeza ^^'

"El amor no tiene edad... ¡Eso es una mentira grande como una casa! Porque si asi fuese los caballeros de mi condición no seriamos condenados como lo somos"
Jules Blackfield - Escritor e ilustrador de procedencia inglesa


Por el momento, Susanne demostraba ser la más inteligente de los tres. Tán agradable como complaciente, tál y como yo y otros chiquillos hicimos. Nada de diversión había en ello y nada de orgulloso, sólo la esperanza de seguir con vida. Qué decepción debía de sentir, la ilusión se caía a pedazos cada vez con mayor rapidez. Señorito Phantomhive, todo dolorido y atemorizado, sin tu mayordomo demoniaco a tu lado, no estás demostrando ni demasiada astucia pero sin embargo, hay que reconocerte, que coraje no te falta pero ¿tendrás la suficiente para mirar a los ojos a la muerte? La señorita Elisabeth, asustada y avergonzada, cedía porque su amiga se lo aconsejaba. En aquel lugar se encontraban más unidas que nunca. Ambas se mostraban y se entregaban a un desconocido trastornado. Al igual que María solía hacer, Elisabeth se esforzaba en ver todo aquello de otro modo, en disfrazar la atrocidad pero era difícil si Ciel, su amigo y prometido, le decía cosas tales como:

-Lizzy, ¿qué diría tu madre de esta actitud? No le permitas tocarte ni un solo pelo. -

A lo que su amiga, la señorita Susan solía replicar:

-¿Y qué otra cosa podemos hacer? Nos lo hará de todos modos. -

La pobre Elisabeth acababa llorando al escuchar a sus dos mejores amigos discutir. Desde luego, era la más fragil de los tres. Apoyado sobre la puerta, él les escuchaba, antes de entrar deteniendo así bruscamente la discusión de los jovenes. Pasando sus ojos de uno a otro hasta detenerse en el chico, Ciel, dejaba escapar un suspiro pesado. Trataba de recuperar lo que se había perdido, una relación de "amistad" que no llegó a dar tanto como él hubiese deseado pero cuyo inicio fue prometedor. Él se esforzaba en encontrarme en Ciel Phantomhive o mejor dicho, en encontrar a ese chiquillo timido y manipulable que yo era. Ante las asombradas miradas por parte de Susan y de Elisabeth, lo volvería a escoger. Levantando del suelo agarrandolo fuertemente por una de sus muñecas, Ciel le seguiría, le gustase o no.

-Se complaciente. -Le recomendaría Susan tán preocupada como Elisabeth por Ciel. Su voz, apenas un murmullo, temblaba.

Si de algo debían dar gracias ese niño, era de que su monstruo opresor no fuese El lobo feroz, porque ese monstruo lo comería tanto metaforicamente como literalmente hablando. Si de algo se lamentaba el apodado Titiritero era de su impaciencia, lo cúal le llevaba a ser muy violento. En lo demás, era un perfecto caballero, podría haber sido otro Lobo blanco más pero nunca lo sería del todo. Cerrando la puerta ¡con llave! de la habitación que consideraba suya. Tan sólo iluminada por el candelabro que El titiritero dejaba en una mesita de gastada madera de oscuro color situada junto a la cama, Ciel pudó distinguir que era una habitación poco amoblada pero la única en cuyas paredes podía verse un cuadro enmarcado. Los ojos de Ciel estudiaron el retrato hasta que la voz del titiritero le sorprendiese. Lo que se entreveía de aquel hombre eran sus rojizos cabellos, los rasgos simetricos de su rostro y la viva expresión de sus ojos almendrados. Parecía encontrarse en una ensoñación, sus ojos entornados y la leve sonrisa así se lo indicaban a Ciel. No tenía nada que ver con el hombre que estaba sentado sobre la cama mirandole.

-¿Quién es? -Preguntó Ciel con tono exigente.

-Es el mejor escritor de cuentos infantiles de la ciudad. ¿No aparece en tu mente su nombre al decirte esto? -Le respondió él, en su voz se percibía una gran admiración.

-No. -Dijo Ciel tajante. -¿Podrías decirme su nombre? -

El titiritero volvió a suspirar, cada vez se sentía más y más decepcionado. Todos, grandes y pequeños, en la ciudad conocían a Jules Blackfield, sus maravillosos escritos habían entretenido a tantos chiquillos. Con una mirada que parecía cargada de rabia y tristeza le hizó saber quien era y su voz sonó clara y firme por todas las habitaciones. Susan repitiría ese nombre perpleja.

-Jules Blackfield. -

Como olvidarlo, claro que para ellos, llegados de Inglaterra, era un misterio. Ciel, que seguía como clavado cerca de la puerta, tragó saliva al ver como el Titiritero se aproximaba a él y tiraba suavemente de su cuerpo para llevarlo a la cama. Sentado y consciente de que sin Sebastian, su fiel mayordomo, estaba a su merced, Ciel rehuía la mirada del hombre. Al chocar sus ojos contra una silla poco iluminada a causa de la lejania, le dió por pensar en RoseLee. La extraña muñeca del titiritero.

-¿Dónde está RoseLee? -Quisó saber el niño, así, sin venir a cuento.

-Ella no desea verte. -Le contestó el titiritero, aún dolido por las fuertes palabras de desprecio que lanzó el joven al conocerla. La paliza que Ciel recibió fue monumental. -A partir de ahora tendrás que hacerte a la idea de que sólo yo jugaré contigo. -

Esas palabras hicieron temblar al joven Phantomhive pero se esmeró en disimilar y dijo:

-Qué pena, si estuviese aquí, habriamos hecho las paces. -

-¿Pero qué habría sucedido si ella se hubiese negado a aceptar tus disculpas? -Le preguntó el titiritero encaminando el rostro de Ciel hacía el suyo con una mano. Ciel se turbó y le costó horrores mostrarse arrogante y despreocupado. Su corazón comenzó a latir desbocado.

-¿Sabes? Has cambiado mucho pero aún hay mucho de ese chiquillo inseguro y encantador que conocí. -Le confesó el Titiritero a un Ciel tán inseguro e indefenso como yo lo fuí. -Sólo tienes que comportarte como un amigo. -

A Ciel no le gustaba el modo en que lo decía pero viendose tán arriconado y meditando las palabras que Susan le había ido soltando en la discusión ocurrida momentos antes, se dijo para sí, que a lo mejor ella tenía razón. Casi a punto de llorar, al fin y al cabo era un niño, por muchos aires de adulto que se diese, asintió y se rendiría. ¡Adios Ciel Phantomhive, hola Michael!

Recostado sobre la cama, con los ojos fuertemente cerrados, temblando y tratando de concentrar su mente en otra cosa, Ciel se desvestía. Era la primera vez que lo hacía. Generalmente era su mayordomo quien lo vestía y lo desvestía, pero sin nada perverso de por medio. Por lo que sus dedos a veces no atinaban del todo a desabrochar los pequeños y relucientes botones de su camisa, impacientando al Titiritero, que ya cuando Ciel iba por la mitad, le rompió la camiseta con ambas manos tirando de ella, dejando el delgado torso del chico al descubierto. Un grito ahogado surgió de la boca de Ciel, que abrió los ojos alarmado. Ciertamente, el Titiritero no poseía ni la paciencia ni la delicadeza que Blackfield poseía. Echandose sobre él, pasaría sus manos sobre el torso de Ciel, tán suave y tán rosado como era el mio. Ciel se asustó, sabía que era guapo y que muchas señoras se lo decía mientras pasaban sus manos enguantadas sobre su cabeza pero lo que le hacía sentir a ese hombre era... Asqueroso. Entonces, fugazmente, recordaría al Barón Kelvin y a los chicos del circo que tán ciegamente le servían. Ahora comprendía mejor que algunas personas se ven obligadas a hacer cosas horribles en contra de su voluntad. Su rostro se enrojecío con vivo color al instante de intuir cúan abajo habían llegado sus manos. Tán sólo logró entre irregulares respiraciones, exclamar:

-Por favor no... -

Pero sería silenciado por un inesperado beso con lengua en la boca. Elisabeth y Susan permanecían muy juntitas, con los oidos tapados pero a pesar de ello todavía se oían sus voces. Ya no podría presumir de llegar con virtud al altar. Ciel no sabía que era peor, si el dolor que le producía el ser penetrado o permitirlo como una mujerzuela, abierta de piernas. Ninguno de los niños se dirigió la palabra. No se atrevían. Ahora Elisabeth había escuchado a Ciel ser poseído por ese hombre como Ciel ya la hubiese escuchado anteriormente a ella.




miércoles, 27 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji

"La conciencia es la presencia de Dios en el hombre."

Victor Hugo - Novelista francés

-Williams, ¿a qué se debe el honor de tu visita? -Pregunté dejando a un lado el aburrido periodico para centrar toda mí atención en mi amigo y compañero de juegos sucios nada más verle acercarse a mí.


Sin tomar asiento, como de costumbre, con ambas manos aún enguantadas en los bolsillos de su larga chaqueta azul marino, mirandome con una mezcla de desdén y cariño en sus penetrantes ojos, me daría una respuesta vaga y poco imaginativa:


-Pasaba por el barrio... -


-No será más correcto decir que en cuanto te has enterado de mi salida del manicomio te has lanzado a venir. -Puntualizaría yo dejandole sin acabar la tópica frasecita. -Y deduzco que vas a sacar viejos trapos a la luz, ¿me equivoco? -Añadí con un suave brillo de expectación en los ojos.


-Como siempre, has acertado. -Me afirmó encogiendose de hombros. -Verás, como no sé si sabrás, Henry ha secuestrado a tres chiquillos, chiquillos de familias importantes y uno de esos niños resulta ser la hija de mi hermana. -


-¿Has venido porque te preocupa lo que le pueda suceder o por lo que se podría descubrir acerca de ti? -


Mi pregunta dejó a Williams sin saber que decir pero como el gran abogado que era, en pocos instantes se le ocurriría una brillante respuesta. Claro que yo esperaba escuchar otra cosa.


-Sí, me preocupa bastante que pueda descubrirse que yo le lleve hasta ellos. La gente malpiensa con mayor facilidad de lo que debería. -


-Cierto pero eso nunca te ha importado tanto... ¿Y no te preocupa lo que pueda hacerle a Susanne? -Quise saber.


No quería creer que era esa clase de monstruo pero para mi disgusto lo era. Me comentó que conociendo como conociamos al Titiritero, si los niños le seguían un poco la corriente, más por astucia que por pena o simpatia, seguirían vivos. A lo cúal yo le pregunté:


-¿Y si aún así no bastase? Su salud mental es realmente frágil. -


-Creeme, si no me equivoco, con ellas no será tán exigente como con él. -


Su respuesta me dió a entender muchas cosas. La primera, que además de llevarse a su sobrina, el Titiritero se había llevado a otra niña y a un niño. La segunda, que el niño habría despertado en él un fuerte recuerdo ya que él no suele llevarse a los niños de la clase alta a menos que se le asemejen a alguien o algo que era de su gusto y la tercera, que o bien se había vuelto muy bueno en eso de secuestrar o bien que se había valido de algo o alguien. Dirigí mis ojos hacía Williams con mirada que pretendía ser severa.


-Si piensas que yo le ayudé, te equivocas. Yo me encontraba hablando con los estirados familiares del marido de Annette. -Anunció con cierta indignación en sus palabras. -Si te soy sincero, deseaba que hubiese sido capaz de controlarse pero ya ves, no todos son como nosotros dos. -


-En cuanto se solucione el asunto, ¿le castigarás? -


-Por supuesto. Me ha decepcionado. -Soltó dandose aires de grandeza a mi última pregunta.

Cuando Juliette llegó hasta el salón, ambos supimos que había llegado el momento de que Williams regresase a su casa. Con ella cerca no podriamos hablar de eso ni de ninguna otra cosa relacionada. Se tomaba muy en serio lo que el psiquiatra le recomendó, a veces miraba a Williams con odio pues aunque era un tipo destacado en la alta sociedad, era una mala influencia. Mis días pasaban o muy lentamente sumido en la lectura de unas noticias decadentes o practicamente preso de un sueño amodorrado a causa de la medicación.


-Cariño, deberías cambiar de amistades. Williams no es tán decente como aparenta. -Me aconsejó una vez Williams acababa de salir dejando un leve portazo como seña de su salida. Como no tenía ganas de practicamente nada, asentí sonriendole. Ella se sentaría en el otro sillón y observandome de vez en cuando, se dispondría a coser algunas prendas muy gastadas.


En la zona más problematica de la ciudad, curiosamente en un piso que perteneció a ese monstruo, monstruo de los pocos con corazón, se encontraba otro tipo de monstruo. Yo, el titiritero, rememorando junto a mi buena RoseLee la hazaña de haberme llevado a dos nuevos y posibles amigos junto a uno que creí perdido. RoseLee le escuchaba en silencio, como siempre, sentada en una silla de madera que encontré hacía tiempo. Deseaba que RoseLee y los niños tomaran contacto pero acababan de llegar, sentía que todavía había algunas cosas que debían saber antes

-¡Arriba! -Exclame entrando en la gran habitación que había preparado para ellos o que tenía ya

preparada. -¡El sol hace mucho que salió! -


Poco a poco, cada uno de ellos fue abriendo sus ojos mientras se incorporaban de la gran cama que nada más encontrarla tuve que armar. Sus miradas se encontraron con la mía, cosa que les hizo apartar los ojos hacía cualquier otro lado. Me entristeció comprobar que seguían asustados o inseguros ante mí.


-¿Qué tal vuestra primera noche aquí? Yo vuelvo a sentirme muy contento de tener nuevos invitados. -Comenté acercandome a ellos. La única respuesta que obtuve fue por parte del chico y no fue muy agradecida.


-¿Tu qué crees? -Me hizo saber con los brazos cruzados y girando la cara a un lado, con un gesto altivo y desdeñoso. -Ha sido horrible. -


Su sinceridad era brutal y su actitud parecía ferrea como una piedra. Había cambiado, probablemente debido a una rigurosa educación llevada en algún orfanato. Lamenté no haberle sonsacado gran cosa la primera vez, ni siquiera averigué su nombre. Era un chiquillo especial, apenas hablaba sin embargo ahora, se podría mantener una compleja conversación con él. Dada su empatía, decidí llevar la situación de otro modo.


-Y vosotras, ¿qué tal la habeis pasado? -Me dirigí a las niñas. A las preciosas y timidas niñitas que dormían cada una a un lado junto al chico. Dejando de mirar hacía abajo, tán sólo por un momento, una de ellas, en nombre de ambas, diría:


-No ha estado mal. -


La otra se encogería de hombros sonriendo timidamente mientras su amiga la miraba, como deseando su confirmación. Había una especie de fuerte unión entre ellas que me gustó como la que suele haber entre los hermanos. Les animé a salir de la cama, al principio tendría que insistirles pero una vez logrado, les llevé a la habitación en la cúal descansan todos mis amigos, es decir, los amigos que he ido haciendo. Sus rostros se iluminaron. Los tres se quedaron sin alcanzar a decir palabra. Adelantandome, con gran agrado se los presentaría:


-Estos son mis amigos. Si demostrais ser buenos amigos mios, ellos también serán vuestros amigos. Ahora duermen. -


Una de las niñas, llevandose las manos a la cara, sin poder reprimirse, anunciaría lo que pensaba de ellos, a viva voz:

-¡Dios mio! Sus trajes... Son... ¡Son preciosos! ¡Parecen sacados de un espectaculo! ¡Me encanta! -


La otra niña asintió igual de maravillada y preguntó:


-¿Son hechos a mano o cuando los conociste ya venían así vestidos? -


-Por supuesto. -Le permití saber con orgullo. -Cada uno de ellos hechos por mis propias manos. -


En ambas chiquillas apareció la misma idea. Ambas deseaban uno de esos maravillosos trajes para ellas. El chico en cambio, los observaba con expresión pensativa. Con el cejo fruncido y muy serio. Pude adivinar perfectamente lo que andaba pensando. ¿Son niños de verdad o meros titeres? Por lo visto, yo no había sido el primer titiritero excentrico que se encontraba en su camino. Si se lo mostré fue con la esperanza de despertar algún recuerdo. ¿Recordaría nuestra amistad y volvería a sentirse agradecido o le resultaría una aberración?



lunes, 25 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji

No tengo ni idea de quien la ha dibujado pero me ha encantado ^^ Me recuerda tanto a la pequeña RoseLee X3 Encontrada en Internet, no la he dibujado yo.

"A los puros todas las cosas les parecen puras"


San Pablo - Primer teólogo del cristianismo y el más importante


Probablemente para mí recordarle era algo desagradable y perverso pero para él, que nunca me desterró de su memoría resultaba algo tán placentero como inocente. Curioso dada la circunstancia de que revivir ese recuerdo imborrable le llevaría a cometer un golpe tán singular como único dentro de su extenso historial. Claro que no nos enteramos hasta que nos vimos invadidos por las fuerzas policiales más importantes de toda la ciudad. No sabiamos a ciencia cierta cómo había logrado llevarse a esos niños con él pero estabamos seguros de que estuvieron a su lado todo el camino de vuelta al Infierno. Entre brutales interrogatorios y molestas salidas de nuestros hogares, fuí entrelazando y uniendo las pocas pistas que poseía de ese lugar de pesadilla en el cúal una vez me ví metido como lo estarían en esos momentos los niños. Exponer viejas cicatrices ante Williams, el encantador y aterrorizador Williams, era necesario y acompañado por una mezcla de rabia y satisfacción, me tomé la libertad de visitarle de nuevo.


-Sé a que vienes, Michael, y lo creas o no, yo no tengo nada que ver con el secuestro de Susan ni de los otros dos niños. -


-Me lo suponía pero de algún modo tú provocaste que ese secuestro sucediese. -Le comenté adoptando un aire insolente pero educado a su vez. En un principio no le hubiese creido, como habría hecho cualquier otro en mí lugar, sin embargo mi experiencia y prolongado trato con Sir Williams me indicaba que no mentía. Williams era demasiado arrogante, por muy cruel o desagradable que fuese la verdad, él no se guardaba el privilegio de darla a conocer y si esa verdad le era dañina, tenía la suficiente labia de tornarla más aguantable. Esa era una de las pocas cosas en común con su amigo y rival, Jules Blackfield. Me sonrió alzando las cejas, su rostro adquirío un aire burlón y malévolo, muy a lo brujo malo de cuento de hadas.


-Entonces, he de suponer que quieres saber dónde encontrar a nuestro particular amigo ¿verdad? -


Dió en el blanco. Asentí sonriendo con gran satisfacción. Williams era de esos hombres que no decepcionaban. Muy obsevadores y con un poder de deducción prodigioso. Si no fuese porque provenía de buena familia y tenía un buen trabajo, habría sido uno de los nuestros, de los mejores. Lo que añadiría me dejaría por unos instantes sorprendido:


-¿Para rescatar a esos niños o para saldar viejas cuentas? -


-Eso no es asunto tuyo. -Le respondería recobrandome un poco. Williams además de muy observador, era realmente malicioso. Acariciandome la cara con fingida dulzura, me respondió:


-Oh Michael, ya lo creo que sí. Aún siento un gran deseo por tí. -


Cerrando los ojos con gesto resignado aparté su mano de mi rostro.


-¿Temes qué siga encaprichado de mí? -Le pregunté adoptando un falso tono lastimero.


-No pero temo tener que verme obligado a defenderte en un juicio por asesinato. -


¡Jaque mate! Williams era otro maestro de las palabras. No me dijo el lugar exacto en el que encontrarlo pero sí me informó que seguramente seguiría siendo el mismo en el que yo estuve. No de tanta ayuda como en un principio pensé pero si lograba hacer memoria, su pista sería la más cercana al Titiritero. Me sente en el suelo y dejando delante mia el gran libro que Juliette y la señora Grey me habían cedido, mirando las paginas por las que lo había ido a abrir, colocando mis manos sobre la frente, hice un monumental esfuerzo por recordar y posteriormente, edentificar y analizar esas imagenes, sonidos y acontecimientos. Al abrir los ojos, me lleve un susto mortal al ver una figura oscura sentada en la unica y gran ventana que poseía esa habitación en el hogar de Lautremont. La figura oscura habló con voz roncas pero contundente_


-Williams me ha mandado hacerte saber que ese al que buscas, El titiritero, siempre fue un gran admirador del escritor Jules Blackfield. -


-¿Y? -Pregunté con mis ojos fijos en él recobrando un pulso más relajado. -¿Nada más? Juliette ya me comentó algo parecido. -


-Idiota, claro que hay más pero es mucho más divertido si lo descubres por tí mismo. -


Apenas acabada la frase, se esfumó como en un truco de magía. Ese tipo es tán fascinante como enloquecedor. Me deje caer hacía atrás y colocando mis manos detrás de la cabeza, dando un largo suspiro, empece a elaborar otra larga hilera de pensamientos y deducciones.


En otro lugar, cercano pero aún por descubrir, una hilera de deducciones y pensamientos iba tomando forma en la mente de otra persona. Una persona algunos años menor que yo pero curiosamente de apariencia muy similar a la mía. Yaciente en el suelo, acompañado por dos hermosas jovencitas de su misma edad, abría y cerraba los ojos, tratando de atisbar algo en la espesa penumbra que le rodeaba. Era el primer día que pasaba lejos, muy lejos de Inglaterra desde su último viaje, que no sería fuera de Europa como éste. Se sentía todo dolorido e inquieto.


-¡Sebastian! -Gritó con voz exigente.


El no obtener respuesta por parte de su mayordomo, que siempre, allá dónde fuese, allí estaba él, le inquietó con mayor fuerza. Incorporandose como bien pudiese, miraría a su alrededor e insistiría una vez más:


-¡Sebastian! -


La inquietud se volvió miedo, un frio escalofrio le recorrió la espalda al comprender que si su mayordomo no respondía a su llamada era porque no estaba allí. Las chiquillas poco a poco se irían despertando gracias a la sonora llamada del señorito Phantomhive a su fiel sirviente. Descubriendo con el mismo desagrado y horror que lo que parecía un sueño o una ensoñación malvada no había sido tál. La más rubia se abrazaría al chico llorosa mientras que la otra, con un hilillo de voz preguntaría:


-¿D-Dónde estamos? ¿Vosotros lo sabeis? -


Obteniendo como respuesta una rotunda negativa por parte del chico y su amiga. La experiencia, espantosa pero inevitable, de haber sido secuestrado antes avivaría los instintos del chico pero se equivocaría en pensar que habrían sido secuestrado por dinero o por alguna venganza personal contra sus familias. El motivo como bien se lo dejaría expuesto el secuestrado era otro, otro mucho peor. Con un viejo candelabro en una de sus manos enguantadas con dos o tres velas de diversos tamaños como unico punto de luz, El titiritero se daría a conocer, presentandose de un modo que a opinión del serio y demasiado adulto joven Ciel Phantomhive sería inverosimil pues en sus palabras no se apreciaría lo que en cualquier secuestrador se notaba a la primera palabra.


-Sed bienvenidos a mi hogar. Sé que posee un aspecto viejo y empobrecido pero con el tiempo comprobareís que eso es lo menos importante. Haré todo lo posible para haceros sentir agusto pero vosotros también tendreís que hacer un pequeño esfuerzo por adaptaros. -


Las niñas mirarían al hombre joven extrañadas. El chico, Ciel, sería el único de los tres en levantarse y exclamar:


-¡No me venga con eso! ¡Estoy seguro de que nuestro secuestro no ha sido por aburrimiento, asi que, diganos lo que pretende! -


El titiritero lo miró por un instante perplejo pero lanzandole una gran sonrisa le respondió sin variar su cordial tono:


-¿Secuestrar? Qué gracioso, tán sólo acabo de traer a un viejo amigo de vuelta. -


Ciel se quedó callado.


-Ciel, ¿le conoces de antes? -Quisó saber de inmediato la niña rubia, cuyos rizos habían perdido forma y caían semilisos sobre sus hombros.


-¡¿Qué dices?! -Exclamó Ciel fijando sus azulosos ojos oscuros hacía la chiquilla con un movimiento brusco. -¡Jamás! -


-¿Es posible que durante todo este largo tiempo te hayas olvidado de mí? Bueno, sería comprensible, pero ¿también de RoseLee? -Comentó el hombre arrugando la frente haciendo que su alegre expresión se volviese triste o más bien meláncolica. A la señorita Elisabeth, la niña rubia que seguía agarrada a Ciel, el único chico, comenzaría a sentir pena por él. Con toda sinceridad, creía las palabras de aquel hombre, que se mostraba tán dolido al escuchar las palabras de Ciel. Susan, más bien confusa, no sabía bien a cúal creer pero prefería creer a Ciel. Era algo instintivo, algo que no lograría explicar pero que sentía muy dentro.


-¿De verdad, Ciel? -Insistió Elisabeth, que quería creer las palabras de su prometido y mejor amigo.


-Te lo juro, Lizzy. -Afirmó él mientras ella se ponía en pie para que sus ojos se encontraran más directamente.


-Quizás cuando te reencuentres con RoseLee, recuerdes lo buenos amigos que eramos. -Anunció esperanzado. Él creía con toda su alma y su corazón y su cuerpo que aquel chico era aquel chiquillo que encontró tiempo atrás, todo vestidito de rojo, a excepción de la camisa y los guantes que acompañaban el traje y el pequeño sombrero rojo. ¿Cómo olvidarlo? Pelo de un oscurisímo negro y una piel tán clara como fina. Sin olvidar mencionar su actitud frente a RoseLee, tán sólo él fue capaz de verla como él la veía. Le recordase o no, no podía dejarle ir de nuevo. Trás acercase a los niños para darle un leve beso en la frente, cosa que dejaría a las niñas atónitas, se marcharía dejandolos de nuevo en la penumbra. Sus palabras de despidida fueron:


-Me alegra tenerte de nuevo a nuestro lado. Espero que todo este tiempo lejos de nosotros no haya estropeado demasiado nuestra amistad. -


-¿Amistad? -Repetiría Ciel pensativo con una mano sobre la zona en su frente besada por aquel extraño y a la larga peligroso hombre. Susan entonces observandolo largo rato cayó en la cuenta de algo. Una fotografía que había encontrado en una ocasión en el despacho que poseía su tío Williams en su gran mansión. En la fotografía aparecía un chiquillo igualito a Ciel pero mucho más pequeño y vestido de una manera muy original y llamativa como si se tratase de un pequeño presentador de algún espectaculo, a su lado estaba un hombre joven de gran atractivo y con aspecto encantador. Cuando la señorita susan preguntó enseñandosela a su tío por aquellas personas, el le respondió:


-Es un buen amigo mio y su predilecto... -


-Hijo, ¿verdad? -Se le adelantaría ella que sonreiría triunfal al verle asentir la cabeza.


Regresando al presente, Susan se lo comentaría a Ciel.


-Creo que ese hombre cree que eres otro niño. Hace tiempo ví una fotografía en la que salía un niño igual a tí. Yo al verte me quedé sin palabras creyendo que eras ese niño pero ahora tengo claro que no lo eras. -


Ciel se quedó aún más pensativo. Elisabeth miraría a ambos amigos con sus preciosos ojos verdes sin comprender del todo lo que su amiga trataba de exponer. Susan demostró poseer la misma perspicacia que Williams pero ahora tendría que hacer gala de la astucia. Yo fuí un niño bastante más sumiso e ingenuo. Ciel no lo tendría fácil si para sobrevivir me representaría.



martes, 19 de julio de 2011

The Three Wise Men



A ver, queridos amigos y o seguidores, voy a intentar hacer algo con otra gente, gente a la que considero grandes artistas y amigos, conque si sale bien, ire poniendo cosas que yo escriba y dibuje y lo que esos maravillosos artistas me cedan, por lo que leed la letra pequeña despúes de observar los dibujos y disculpad si alguna historia está en ingles. Cada uno escribe como mejor sabe, las mias estarán en español porque es mí lengua. Seais o no fans de estos tres, espero que al menos os gusten las historias ^^

A mí siempre me ha gustado trabajar con otros artistas, un buen ejemplo es Alice in Nightmareland, proyecto de BlackRabbit ^^ Claro que yo nunca he valido mucho como jefe... Bueno a ver si esto saliese bien y la gente se animase ^^ Yo cuando me entero de proyectos así, siempre hago por participar, de dar mi pequeño granito de arena ^^ Además ahora que sé que muchas imagenes de internet son de artistas del DeviantArt, digo que son de alguien y si son de algún amigo, también lo digo ^^ Publicidad al poder XDD

En fin, es como con mis cuadernos, un poco de escritura y mucho arte XDDD Esto os lo digo porque quiero que mi Crossover no sea muy largo, esk WTH son historias y desvarios cortos...

Eso es todo por hoy ^^

lunes, 18 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji

Echar un ojo a los documentos de la señorita Juliette y la señora Grey era como adentrarse en un laberinto de recuerdos y vivencias decadentes y retorcidas. No era agradable pero había algo de encantador en todo eso que nos animaba a seguir recorriendolo. Juliette, la hermosa y cortés Juliette nos explicaba con una entereza admirable cómo había conseguido aquella fotografía. Una fotografía que debía de ser bastante especial.

-La encontré entre las cosas de Jules. -Comentaba con la voz entristecida al rememorar ese momento. -Al principio iba a quemarla junto con todas sus otras pertenencias pero... No me atreví. -

-¿Quienes son? -Quisé saber dejando a un lado esa información, a mi parecer, innecesaria por su parte. En la fotografia se podían observar tres personas, una bella aunque extraña mujer con una niñita de similar encanto sentada sobre su larga falda y un niño de pie a su lado. Los tres sonreían pero la única que en verdad parecía albergar felicidad en sus ojos era la niñita. Los ojos del joven parecían tán lejanos, como si mirase a un punto perdido de la habitación. Los tonos oscuros de la fotografía hacían difícil identificar el lugar. Los pocos tonos claros que habían eran gracias al vestido de la chiquilla y sus claras pieles. La señora Grey tomó el libro para acercarselo y un gesto duditativo, dijo:

-Creo que por aquí ha de haber algo sobre ellos... -

La señora Grey se detuvó, trás sus gruesas gafas sus ojos acababan de encontrar una serie de frases que componian una breve anotación. Aclarandose la garganta, se dispusó a leerla en voz bien alta.

-La señora Rose acompañada por sus dos adorables hijos, cuyas vestimentas han sido realizas por la habilidosa e imaginativa costurera. -

-Mmm suena muy trivial. -Comenté, un poco decepcionado. -¿No hay nada más escrito? -

-Sí, montones de cosas pero no sé si habrá alguna más en relación al Titiritero. -Me respondió con energía la señora Grey apartando el libro, quedando éste de nuevo en la mitad de la mesita.

-Puede que sí pero no es un texto muy verídico. -Añadió Juliette. -Marleen, avancemos unas paginas más. -Diría a la señora Grey con tono autoritario pero sin perder su dulzura habitual.

La señora Grey obedeció sin rechistar. Lo que se nos sería mostrado sería una bonita ilustración, con trazos tán ligeros y rapidos que daba a primera vista la sensación de ser un simple boceto pero cuidadamente coloreado por algunas zonas de rojo y negro. Lo demás serían letras y más letras. A partir del segundo parrafo, la caligrafía era bruscamente diferente.

-Es el cuento que Blackfield realizó para él. -Pensé en voz alta.

-Efectivamente. O más certeramente, su borrador. -Me corregiría Juliette.

-Blackfield siempre ha tenido mucho talento. -Masculló la señora Grey. Sus palabras salieron como flechas lanzadas con gran fuerza y enojo. -No todo lo escrito era ficción. Ese monstruo le contó algunas cosillas horripilantes. -

-Suena interesante, ¿creen que también compartió con él dónde encontrarle? -

Mis palabras dejaron muy pensativas a las damas. De inmediato cogieron el libro y comenzaron a repasar las anotaciones. Pasada otra media hora, resoplando, sería la señora Grey la que concluiría la busqueda con estas palabras:

-Me temó que no... Bueno, sólo menciona una vez que solía actuar por la plaza de la ciudad pero nada más. -

-Y aún actua allí. -Exclamó W. Todos nos giramos para mirarle. Era lo primero que decía en todo el tiempo que duró la estancia. -Yo le veo de vez en cuando. Es un tipo raro. -

Nos marchamos portando con nosotros el gran libro. Deseaba examinar toda esa parte personalmente, con mayor calma y tiempo. Ambas damas me lo permitieron pero me hicieron prometerles que en cuanto lo encontrase, les alertase sin falta.

-Así lo hare. -Mentí sonriente, consciente de que si lo encontraba, probablemente habría sangre de por medio. La justicia en el Infierno no es igual que en el resto de la ciudad. Nosotros preferimos quedarnos tuertos y sin dientes antes que dejar a alguien de fuera solucionar nuestros problemas.

En algún lugar lejano, ahí estaría él, buscando "amigos", sin otra preocupación. Sin temor a la justicia ni arrepentimientos. Recorriendo los lugares de peor fama de la grisacea y neblosa ciudad capital de Inglaterra. Todas las calles a sus ojos eran parecidas a las de la ciudad que había dejado para cumplir un trato. Claro que la emoción que le acompañaba esa noche no era de nostalgia o pena, simplemente se sentía un poco extraño. Ni la pensión en la que residiría esos días ni el dinero suministrado por Williams le llenaban realmente. Tán sólo tenía a su lado a Rose Lee, la cúal dormía en su cajita dejada sobre el sucio suelo de la habitación de la pensión. Londres era similar a su ciudad pero no tán igual. Había lugares mucho más cautivadores y su historia era más extensa pero sabía que allí no podía reunirse con sus amiguitos. Las prostitutas, de diversas edades pero sin bajar de los veintipocos, le miraban y le lanzaban toda clase de piropos, todos muy subiditos de tono. Él sabía que sólo trataban de llamar su atención. Todas eran iguales. Con respecto a si había o no alguna mandamás como Jo, allí los que mandaban eran sus chulos, todos hombres. Los borrachos se dejaban caer apoyados sobre las fachadas devolviendole miradas amenazadoras o de enojo. Los locales parecían abarrotados y toda clase de ruidos y gritos se podían escuchar provenientes de su interior. Eligiendo uno al azar, se sentaría y degustaría algunas jarras de la cerveza más celebre de por allí. Pensando en que aquello seguía sin consolarle ni apaciguarle, se propondría conseguir algo más espectacular.

-He oido que traes muy buena coca. -

-¿Así? ¿Quién ha ido diciendo eso? -Le bacilaría el particular caballero de origen chino, Lau. Mandamás entre los traficantes de las diversas zonas de la ciudad.

-¿La tienes o no? He recorrido todas las zonas de la ciudad y ninguno ha sabido satisfacerme. -Insistió ignorando la primera respuesta de Lau. Adoptando un aire más serio, diría:

-Si te digo que si y luego resulta que soy un mentiroso. ¿Te enfadarías conmigo o con uno de mis camellos? -

-Pensaría que eres un charlatán como todos los otros. -Respondió él mirandole fijamente a los ojos, los cúales eran tán pequeños y rasgados que apenas parecían estar abiertos.

Acomodandose en su sofá favorito, Lau se echaría a reir ante la seria mirada de aquel extraño cliente.

-Entonces podría engañarte pero eso dañaría mi fama, ¿verdad? -

-Claro y ¿qué sería de su imperio sin fama? -Le soltó el Titiritero consciente de que un individuo que basa su poder y su riqueza en un negocio tán territorial y volatil podía ser devorado por los rivales si no era considerado como el mejor por la clientela. Lau abriría sus ojos agradablemente sorprendido. Aquel tipo le cayó bien, parecía albergar una moderada astucia. Antes de complacerle quisó comprobar hasta qué punto mostraría su astucia.

-Uy, se vendría abajo como una montaña de cartas. ¿Sería Ud capaz de que me ocurriese algo así? -

-Sólo si Ud lo permitiese al entregarme una mercancia de baja calidad. -Le contestó. Cuantas más preguntas de ese tipo le lanzaba el elegante caballero chino, al Titiritero más le gustaba ese jueguecito, porque estaba claro que era un juego. -Conque, siendo sincero, ¿será Ud quién me satisfará con su mejor coca? -Añadió dando fin al juego. Lau se levantó y dando un sonoro aplauso, exclamó:

-¡Si señor! ¡La tengo y se la dejaré probar a muy buen precio! -

Al rato trás un sonoro grito una deslumbrante dama ataviada por un sensual traje tradicional chino de vivos colores llegó hasta el salón en el que ambos hombres se encontraban. En una bandeja traía una gruesa bolsita llena por una sustancia blanca y polvorosa que recordaba a la harina. Los rasgos aniñados de la joven oriental agradaron al Titiritero. Su cabello era tán oscuro como el de Lau pero su flequillo se hallaba más ordenado sobre su frente como finas capas de tela negra. Su cabello, seguramente más largo y liso, había sido recogido por dos graciosos moñitos. En la mitad de cabeza, una gran flor a juego con su vestido estaba colocada sin desordenar ni un cabello. Sin salir ni una sola palabra de su pequeña y apetecible boca de labios fuertemente rosados la dama se aproximó a él. Lau con una gran sonrisa le indicó el precio, que el Titiritero pagó sin queja alguna. Ran-Mao, así llamada esa preciosidad asíatica, miraría a Lau. Era la primera vez que un cliente no se abalanzaba furioso contra su señor. Generalmente los precios que Lau imponía eran bastante altos.

-¿Qué te ha parecido, hermana? Creo que es de los pocos clientes que ha llegado a fascinarme. -Le comentó Lau al poco de verle marcharse, sentado fumando su elegante y antigua pipa mientras Ran-Mao le miraba.

-Es extraño. -Fue lo único que dijo.

-Bueno, a mí eso no me parece malo. Ójala todos los tipos raros que vienen pagasen sin quejarse como ha hecho él. -Pensaría en voz alta Lau acariciando cariñosamente la cabeza a Ran-Mao.



sábado, 16 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji



"¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios"

Gilbert Keith Chesterton - Escritor británico


Mientras la señorita Elisabeth corría a abrazar a su amiga, la señorita Susan. Mi amo, Ciel Phantomhive no parecía tán entusiasmado, caminó hacía ambas sin acelerar sus pasos en lo más minimo. Al llegar al jardín, en el cúal no sólo pudimos encontrar a las niñas sino a la señorita Annette, a la abuela de la niña y a la cuidadora, Susan y Elisabeth estaban cogidas de la mano, dando saltos, exclamaban:

-¡Susi! ¡Susi! -

-¡Lizzy! ¡Lizzy! -

Era encantador observarlas. Tán felices, su encanto infantil se volvía más empalagoso de que alguien como yo pudiese haber aguantado. El señorito Ciel avanzaría hasta ellas derrumbando ese momento. Todas las damas dirigirían sus ojos a él. Al señorito no le importó sentir las miradas de recelo, lo único que le importaba, ya que había sido arrastrado hasta allí, era permanecer lo más cerca posible de su amada Lizzy. Separando las manos de las de la señorita Susan, agarraría del brazo al señorito y con una resplandeciente sonrisa se lo presentaría a su amiga.

-Éste es el joven del que tanto te he hablado. Estamos comprometidos. -

-¡Es guapísimo! ¡Oh, disculpa! -Soltaría la señorita Susan ruborizandose un poquito ante la atenta y disciplinaria mirada de su abuela paterna. -Soy Susanne, encantada de conocerle, Señor Phantomhive. -Le diría de inmediato poniendose lo más fina posible, como le habían ido enseñando desde temprana edad.

-El placer es mio. -Respondió el señorito Ciel adoptando un aire distinguido.

Desde mi rincón les contemplaba sin decir palabra. Tán sólo haría una aparición si el amo me requería pero por el momento el amo Ciel parecía haberse olvidado de mí. Atendía las preguntas de las damas de mayor edad con paciencia y a veces, incluso se le podía apreciar una sonrisa. Sentado junto a Lizzy degustaba las galletas caseras que la cuidadora de la señorita Susan había preparado aquel día para ellos. Todo iba bien, todo iba demasiado bien. Mis sentidos se revolucionaron, gire la cabeza y lo ví. A primera vista no pensé que fuese a ser un tipo peligroso pero me sentí inundado por una emocion desagradable, un mal presentimiento nació, como si la presencia de aquel hombre me indicase que algo malo sucedería dentro de poco. Ese hombre se paró justo al llegar a la gran puerta que daba salida al jardín. Sus ropas y sus modales eran exquisitos aunque tenía algo de pícaro, algo que no parecía concordar con la manera de ser de las otras personas en la casa presentes. Ni mi amo, por muy cruel que se mostrase a veces, poseía lo que aquel hombre.

-Deduzco que tu debes de ser el mayordomo del señorito Ciel Phantomhive. -Me dijo mirandome de arriba a abajo con una sonrisa burlona.

-Qué inteligente. -Replique. Mi vestimenta no dejaba duda de ello. -¿Y Ud es...? -

-El tío de la encantadora señorita Susan. -

Su respuesta fue suficiente para mí en aquel momento. Antes de adentrarse al amplio jardín, dijo:

-Eres un tipo interesante. Seguro que hay pocos mayordomos como tu. -

Mi tranquilidad se quebró. Aquel humano había conseguido llamar mí atención y no sólo como mayordomo. Colando una mano sobre mi mentón, no le quitaría ojo de encima. El modo en que fui presentado a las damas y otros invitados que irían llegando horas despúes fue bastante socarrón por parte del señorito Ciel mientras me ordenaba tomar asiento entre ellos.

-Sé que más de uno habrá sentido curiosidad. Éste individuo que está entre nosotros, es mí mejor y más fiel serviente. Un mayordomo único, su nombre es Sebastian Michaelis. -Anuncía con un orgullo desmedido mi amo.

Todos me observaban y hablaban entre ellos. Ciertamente Ciel sabía como hacerme sentir incomodo. Lizzy, para mi desgracia, lo reiteró con mayor enfasis:

-¡Así es! Damas y caballeros, este hombre es capaz de hacer cualquier cosa, a veces mi madre y yo pensamos que no parece un humano convencional. -

-Entonces su señorito ha de estar muy orgulloso de Ud. -Me dijo la madre de la señorita Susan que se había asombrado de todas las cosas que había narrado la señorita Elisabeth sobre algunas vivencias en la mansión Phantomhive. Era una dama tán linda y dulce que costaba imaginarla como hermana de aquel hombre, hombre cuyo nombre era Williams como luego descubriría. En general fue una llegada muy agradable, la familia de la señorita Susan era muy cordial y llena de vitalidad. Ni el señorito Ciel ni yo nos topamos con nada sospechoso.

La ciudad parecía más entristecida que de costumbre. El cielo seguía teniendo un color grisaceo y oscuro que hacía sentir gran tristeza a W. No podía explicarme cómo pero siempre acababamos reuniendonos en el mismo lugar, la mansión de Blackfield. La señorita Juliette seguía luciendo un aspecto intachable, femenino y tán recatado como bien no había olvidado de ella. La bondad con la que nos trataba aún me hacía sentir mal aunque ella se esforzaba por convencerme de que yo nunca tuve la culpa, de que yo era una victima al igual que ella una complice. La señora Grey también había acudido a la mansión. Ella era una mujer firme y muy religiosa. La única con valentía y ovarios en ayudar a Juliette en su caza de brujas. Juntas atraparon a muchos monstruos, por lo que, como última esperanza, me dirigí a preguntarles a ellas acerca del Titiritero. Las expresiones de ambas damas se volverían drasticamente diferentes al escuchar mi pregunta.

-¿El Titiritero? Dime señora Grey, ¿encontramos a alguno apodado así por los otros? -Preguntó Juliette temblorosa trás escuchar su nombre y la clase de monstruosidades que le caracterizaban. La señora Grey, con una firmeza irrompible respondió:

-No pero no estoy del todo segura, Juliette, como bien sabrás, eran tantos... -

La señorita Juliette asintió mordiendose el labio inferior. Para ellas seguía sin ser fácil desentreñar aquellos recuerdos y exponerlos de nuevo. W apenas hablaba, bebía su té con expresión decaída. W sabía algo sobre ese monstruo que ellas no sabían y que probablemente les hubiese ayudado a capturarlo.

-Bueno, si no sabeis nada o no lo recordaís bien, no importa... -Les indiqué al rato de terminar mi té dejandolo en la mesita central. -Aunque me habría gustado encontrar algo, aunque tán sólo fuese una leve pista. -

Juliette me miró a la señora Grey y luego mirandome a mí, anunció:

-Nosotras no lo recordamos pero podriamos prestarte todo lo que sacamos de nuestra larga caceria. -

Y de inmediato salió de la habitación. En el ático, el amplio, frio y aterrador ático Juliette solía dejar los trastos usados o ropa que deseaba entregar a la parroquia pero solía olvidar al cabo de un tiempo. Rebuscando bien entre cajas y algunos baules, dió con el grueso libro lleno de fotografias, declaraciones y otras diversas cosas que fueron reuniendo. Mi sorpresa fue enorme al verla llegar de nuevo con ese tesoro. Me levanté y la ayude a dejarlo en la mesita. Debía de poseer mucha información pues al caer a la mesa se oyó un fuerte PUM. W y yo nos moriamos de ganas de echarle un ojo. La señora Grey y Juliette dejaron en una bandeja las tazas vacias o con muy poco té a un lado de la mesita y abrieron el pesado libro. Antes de aventurarse a rebuscar, la señora Grey volvió a preguntarme el nombre del monstruo que buscaba.

-Es llamado El titiritero. Sólo sé eso. -Dije sin hacerlas esperar ni un minuto.

La señora Grey ordenó a la señorita Juliette ir a las paginas en las cúales escribieron todos los motes de los monstruos que encontraron con sus respectivos nombres. Eso sí que era una señora investigación. Había muchos, nuestros ojos se agrandaron sorprendidos. Por fortuna estaban en orden alfabetico. Eran como una plaga de vampiros, donde moría uno, aparecía otro nuevo.

-¡Titiritero! ¡Aquí está! -Gritó Juliette con satisfacción señalando ese nombre.

Todos miramos hacía donde su dedo indicaba y efectivamente, con una rapida pero leible caligrafia de color negro estaba escrito su apodo. Nuestra alegría se desvaneció al no encontrar su nombre real. Avanzando con los ojos al lugar en que eran escritos los nombres de los sujetos había un decepcionante hueco. La señorita Juliette arrugó la frente pero fue todavía sonreía.

-No os desanimeis. -Nos consoló. -Puede que su nombre real no aparezca pero creo que si seguimos buscando encontraremos algo mejor que un nombre. -

Sus palabras sonaron misteriosamente esperanzadoras. Fue pasando hojas y hojas con rapidez hasta que llegó a la que nos sería de gran interés. Había una vieja fotografía entre las paginas. Lo que Juliette nos confesaría nos dejaría más que sorprendidos. Desde luego ese libro era más que un tesoro.

jueves, 14 de julio de 2011

CIRCUS CIRCUS Despierta

-En serio, de repente... El fuego fue surgiendo y lo fue arrasando todo... Los muebles, mi madre... ¡Todo fue devorado por las llamas! -Contaba Piro casi extasiado, alzando la voz en las partes que más le emocionaban. Nosotros le escuchabamos sin decir palabra, alguno asentía con los ojos abiertos, cautivado por el rememoramiento de semejante prodigio.

La historia acabaría de mala manera cuando un "cuidador" le regañaría interrumpiendolo inesperadamente.

-¡Ya vale Steve! ¡El doctor te prohibió revivir ese acontecimiento! -

Lo cúal enfurecería a Piro que se encontraba a punto de decirnos que todo eso había pasado porque él mismo lo provocó. Levantandose le gritaría:

-¡Mi nombre es Stephen capullo! ¡Además yo lo revivo cuando quiera no cuando quiera ese saco de huesos! -

Por mal comportamiento fue llevado ante el doctor. Así acaban las cosas más a menudo de lo que a uno le gustaría. Aún sentados en el frio suelo vimos como ese tipo se llevaba a Piro a la fuerza, agarrandolo y tirando de él con sus fuertes y enormes brazos. Cuando regresó, cada uno estabamos ocupados, concentrados en otras tareas. Dibujando en el suelo con una tiza de pequeño tamaño, no paraba de pensar en María. Si el Doctor Von Klauss tenía razón, habíamos ido a parar a la misma casa de locos pero seguramente ella se hallase en la zona femenina. No había zona femenina, por lo que mi primera hipotesis fue erronea pero sí estaba en otra zona, ahí tanto mujeres como hombres andabamos repartidos como bien se podía. Piro, más calmado, gracias a algún medicamento, se sentó a mí lado para observar el dibujo que hacía mediante trazos sencillos pero elegantes. Él decía que también sabía dibujar pero que no era tán talentoso. Acabado el dibujo, la imagen que retenía de María, todos se dirigieron hasta mi rincón para verlo. A veces resultaba asfixiante ser tán admirado. Afinando oidos, lo borré, el Doctor definido acertadamente por Piro como saco de huesos estaba a punto de llegar.

-¡Jooooohhhh! -Musitarían mis admiradores.

Tener una charla delicada con aquel hombre era lo menos que me apetecía. En la pequeña sala en la que eramos llevados para hablar y hablar de heridas que no cicatrizaban como era conveniente, nos sentamos frente a frente separados por una mesa vieja de madera que ofrecía un aspecto tán lamentable como muchos de nosotros, los pacientes. Esa vez quisó centrar la conversación en las personas que yo consideraba más influyentes en mi infancia.

-No suena muy original por su parte, Doctor. -Le reproché sonriente.

-Pues es lo que más me interesa hoy. -Me replicaría molesto, fingiendo no darle importancia.

-Está bien. Jules Blackfield, Jack N y Lautremont hasta el momento. -Solté con voz cansina.

Él se dispusó a anotarlos en su elegante cuadernillo y preguntó con mirada tediosa:

-¿Alguno más? Sabe que puede confiar en mí, que lo que diga no saldrá de entre nosotros dos. -

Este doctor no me agradaba, mostraba tán poco interés, como si las cosas que le contasemos las hubiese escuchado tantas veces que hubiesen perdido el sentido para él. Al menos en el Doctor Von Klauss se veía que escuchar nuestros trapos sucios le gustaba. Probablemente hacía tiempo que había perdido ese vigor. No iba a soltar ni una palabra más. Si no había atención, la función terminaría pronto.

-No, no recuerdo ninguno más. -Mentí pero me salió muy natural.

-¿Está seguro? El Doctor Von Klauss insiste en que una vez hubo alguien que fue una buena influencia para Ud. -Dijo y sus ojos ante mi expresión de rabia y perplejidad brillaron por un instante. Vaya, vaya con el Doctor Von Klauss. Era todo un cabrón. Poniendo las manos sobre la mesa, lo admití:

-Es cierto pero tampoco mantuve una relación muy larga con él. -

-Eso da igual. ¿Cúal es su nombre? -Replicó el Doctor. Su voz iba ganando fuerza.

-Ya debería saberlo. -Le respondi malicioso. -¿O acaso el Doctor Von Klauss no se lo dijo? -

Me sentí ganador de nuevo, como si hubiese vuelto a mandar dentro de aquella pequeña habitación de nuevo. El Doctor insistió en saberlo varias veces. Yo me acomode con una gran sonrisa pero que el recuerdo de Viktor el prodigioso volviese a mí mente, me removió por dentro. No era como la tristeza pero si como si un fuerte y grueso nudo hubiese sido colocado en mi interior. Debí de perder la consciencia pues la sesión fue interrumpida para llevarme de inmediato a otra sala, para averiguar a qué se debía ese desvanecimiento. Fue raro pero bonito a su vez porque desde ese momento me vería premiado al igual que Piro, inexplicablemente.

miércoles, 13 de julio de 2011

CIRCUS CIRCUS I miss you

¿Sabe? Es cierto eso que dicen, eso de que por cada persona buena, te encontrarás a dos malvadas pero no nos importa. En realidad, nada nos importa desde que te fuiste...

Charlotte lloraba, lloraba mucho cuando aquellos hombre vestidos de azul oscuro con gorras del mismo color y armas vinieron para hablar de algo muy importante con ella. Todos en el circo nos pusimos muy serios pero esos hombres nos superaban, incluso se pusieron a gritar a la pobre Charlotte. Charlotte, aún con lagrimas en el rostro, les invitó a pasar a su pequeño pero bonito roulot. Pasadas varias horas, se nos comunicó que teniamos que ir con esos hombres. Ni nuestros lloros ni nuestras patadas nos salvaron de abandonar el circo.

-¡Charlotte! ¡Charlotte!-

Llamamos a Charlotte gritando con todas nuestras fuerzas pero ella no salió a ayudarnos. ¡Si Ud hubiese estado seguro que Ud hubiese hecho algo! Despúes de vivir unos días en un horrible lugar lleno de otros niños desagradables y malvados, una señorita acompañada por un hombre nos sacó de allí. Acudimos a la puerta de entrada corriendo, entusiasmados, creyendo que era Charlotte y Ud. La decepción fue enorme. Aquellas personas nos eran desconocidas. Nos observaron, se miraron a los ojos y luego sonrieron. Cogidas de la mano dejamos aquel lugar y a todos los que vivían en el. ¡Eso nos consoló un poquito!

-Niñas, está será vuestra nuevo hogar. -Nos indicaron nada más entrar a su casa. Era un sitio muy grande y con muchas cosas pero nunca sería tán hogareño como el circo.

Estaba situada en un barrio donde la gente era buena, educada y muy religiosa pero muy aburrida. Nuestras habitaciones eran como dos roulots juntos. Nos quedamos sin habla. Una señora muy estirada nos enseñaba a comportarnos y un hombre con unos bigotes muy graciosos nos enseñaba literatura, aritmetica o historia pero sus lecciones jamás serían tán interesantes como las que Ud nos daba. Ud nos hablaba de hombres muy a admirar. Sin embargo, nos agrada mucho las cosas que nos permiten tomar a la hora del té. ¡Tenemos tantas ganas de volver a ver a Charlotte! No puede ser porque según nuestros "padres" el circo está en una zona muy peligrosa. Nos echamos a llorar hasta quedarnos dormidas. Un día nos dieron una gran sorpresa.

-Niñas, va a ver un espectáculo de magía dentro de poco en el teatro, ¿os gustaría que fuesemos? -

-¡Sí! ¡Vayamos! -Respondimos a la vez, emocionadas, creyendo que a lo mejor podría ser Ud uno de los magos. No fue así pero al menos pasamos un rato agradable fuera de casa.

No nos desanimamos, tratamos de pensar que con suerte, en el próximo estaría Viktor el prodigioso. Mamá nos trajó un libro muy hermoso, en el se contaban diversas historias sobre aquel hechicero del que nos hablaste una vez acompañado por imagenes muy detalladas.

-¿Os habeís fijado qué detalladas son las ilustraciones? Es un libro que parece difícil de encontrar. -Nos dijó Papá pasando las hojas, deteniendose en las que había algún dibujo o imagen. -¡Incluso hay fotografias! -

Te habría encantado. Nuestra favorita era una en la que una bellisíma mujer con el pelo oscuro y un curioso traje de mangas muy anchas atado por una cinta o un pañuelo de gran tamaño se encontraba apoyada sobre un hombre sentado en un sillón de pelo oscuro y gafas. Vestido como algunos acrobatas venidos de la china pero con un manto negro y azul. A esos acrobatas los vimos una vez en otro espectáculo. A papá también le gustan esas cosas. No son personas malvadas, son muy buenos y nos quieren mucho, por lo que siempre nos esforzamos en ser buenas también pero seguimos queriendo estar con vosotros más, con Charlotte y con Ud. Ellos no nos entienden. Por cierto, estamos intentando no usar su regalo demasiado.

martes, 12 de julio de 2011

WELCOME to HELL - Kuroshitsuji

"La carencia de vicios añade muy poco a la virtud"
Antonio Machado - Poeta y prosista español


Me observaba como quien observa un objeto de gran valor o aspecto inigualable o como a una persona de gran cargo o de gran fascinación. Aunque no tenía larga vida a sus espaldas, llegando a la mitad y poco más, en su rostro se apreciaba ese cansancio y esa lentitud tán propia de una persona anciana. Colocando su mano derecha sobre parte de su rostro me escuchaba sin decir palabra, poseía una sonrisa que no parecía desvanecerse y sus ojos brillaban como hacía tiempo que no brillaban. Por un momento parecía haber recuperado algo de ese encanto que tanto me llamó la atención la primera vez que nos conocimos. Sentados frente a frente, separados por una larga mesa de recia madera, muy dañada, nuestro encuentro no parecía muy agradable. He de admitir que me dió algo de pena ver que su elegante ropa había sido sustituida por un feo y gastado pijama que años atrás habría sido blanco.

-He venido a preguntarte una cosa. -Dije, rompiendo el frio silencio que reinaba en la pequeña habitación.

-Te escucho. -Dijo él sin apenas variar su postura.

-¿Sabrías decirme dónde podría encontrar a las victimas del monstruo apodado El titiritero? -Lo pregunté sin andarme con rodeos. -Unos niños trabajadores del Circus Circus fueron secuestrados hace poco por él. -

Negando con la cabeza, sin que su sonrisa se deformase, me respondió:

-¿El titiritero? Ese nombre me suena pero apenas sé sobre él. -

Se quedó pensativo un instante, fue el único momento que no le ví sonreir.

-Quizás Williams pueda decirte más. Él tenía un grupo de amistades más amplio que yo. -

-Es posible. De todos modos, gracias por tu colaboración. -Concluí incorporandome pues tenía pensado irme. La expresión en su rostro varió con rapidez.

-¿Ya te vas? -Quisó saber arrugando la frente.

La sonrisa se dobló finalmente. Sus ojos estaban secos pero parecía a punto de llorar. Levantandose bruscamente, haciendo caer su taburete a un lado, me pediría alargar la visita.

-Quedate. Por favor, quedate un poquito más. -

Sus palabras salían atropelladamente. Yo continué caminando hacía la puerta. Tán sólo había venido a recoger un poco de información, lo demás era innecesario. Fije mis ojos en la puerta, a sabiendas de que si me giraba para observar a Blackfield por última vez, a ese Blackfield solo y desgastado, quizás comenzaría a sentir pena por él y volvería a reflectar una imagen similar a la que W solía retener. Erronea y o corrosiva. Un monstruo es un monstruo, tenga corazón o no. Alcanzando la puerta mientras giraba el picaporte para que ésta se abriese, Blackfield, en un último intento por prologar mi estancia, me daría un dato escalofriante.

-Me encontré una vez con el llamado Titiritero. Me pidió escribirle un cuento, algo bonito que leerle a sus amiguitos. -

Me marché de todos modos, no me iba a poner a hablar sobre esas vivencias con él al igual que no le hablaría de los otros monstruos que empece a conocer.

El hogar de la señorita Susan, sobrina hasta el momento no muy conocida, de Williams era grandioso rodeado de bellos jardines pero eso para Williams no debía de ser una novedad. Desde la ventana del carruaje observaba callado los magnificos paisajes que aquella tierra le ofrecía. Aquella zona no tenía nada que ver con el Infierno. Lo cúal le resultaba demasiado previsible. Williams siempre fue un hombre que buscaba lo inadecuado, lo imprevisible y lo prohibido. Era demasiado inquieto para vivir tál y como a su familia le hubiese gustado, más, muy a su pesar, les contentó sacandose la carrera de abogado. Cuando el cochero informó de que ya habían llegado, Williams, al poco de detenerse los caballos, abriendo la puerta contestó con voz enérgica:

-¡Ya iba siendo hora! -

Practicamente salió al exterior de un salto. Se encontraba ansioso de salir de esa caja con ruedas tirada por caballos. Por muy largo que fuese el trayecto, Williams no parecía agarrotado. Entregó la correspondiente cantidad de dinero que el cochero demandaba por realizar el trayecto y camino hacía la gran mansión. La fachada lucía un recatado color salmón. Elección de su hermana, a ella le gustaban los tonos suaves y colores rosados. Williams se detuvó frente a la puerta llevando su equipaje no muy abultado sobre uno de sus hombros. Al poco de golpear el portón dorado dos veces, un aviejado mayordomo de mirada severa le abriría invitandolo a pasar al interior de la mansión. En el gran salón, de estrechura y estilo decorativo parecido al de su vivienda pero con muebles pintados a mano de blanco y alguna que otra escultura de reluciente marmol, se encontraba la señorita Susan junto a su madre y la madre de su padre. La niña sería la única de las tres en recibirle con una entusiasta sonrisa y a posteriori, un abrazo.

-¡Tío Williams! -Exclamaría echandose a sus brazos riendo.

-¡Hola Susanne! ¡Veo que aún te acuerdas de mí! -Exclamaría él a su vez mientras la acogía en sus brazos. Ella diría:

-¡Síi! -

Al igual que su buena amiga Elisabeth, Susan era una chiquilla alegre y despreocupada. A Williams le gustaba que tuviese ese caracter. Su hermana en cambio siempre fue una niñita seria y demasiado formal para su edad. Era alta, delgada, todavía por desarrollar atributos pero con un precioso cabello castaño claro y ojos grisaceos. Muy similar a su abuelita materna, presente en el gran salón.

-Es todo un encanto. -Anunciaría sentandose entre las damas de mayor edad. La niña, sin maldad, se sentaría en sus rodillas. Era su tío más querido porque era el hombre más divertido de toda la familia. Su madre la reprendería con la mirada, no confiaba en su hermano y menos cuando su hija estaba de por medio. Susan fue de inmediato a sentarse a un sillón, con la frente arrugada. Ella no comprendía porque su madre la alejaba de su querido tío. Es lo que a veces pasa, no vemos el peligro hasta que estamos bien dentro de él. Williams fue presentado a la madre de Stefan, la cúal le estrechó la mano por mero protócolo. A ella tampoco le agradaba del todo aquel hombre. Es más, no podía concebir que la maravillosa Annette y Williams viniesen del mismo vientre. Williams tampoco se mostró excesivamente simpatico, aquella mujer le recordaba demasiado a otra dama de gran temer, la señora Grey.

Un hombre todo vestido de negro cubierto por una larga capa de igual color informaría a M de que Williams hacía poco que había emprendido un viaje. M abandonaría la mansión de William de muy mal humor. La diosa fortuna no parecía estar de su lado esa semana. Cuando al instante de su llegada escuche un gran estrepito arriba, en la parte de mi casa que le cedí amablemente, supe perfectamente que el no encontrar a ese canalla de Williams le había molestado. Subí a reprenderle.

-Mis muebles no tienen la culpa de que las cosas no te salgan bien a veces. -Le comenté adoptando un tono autoritario. -Deja de golpear mis muebles. -

Él se detuvo pero aún había mucha rabia en sus ojos.

-Tienes razón. Supongo que a veces no soy capaz de controlar mis emociones. -Admitió con una sonrisilla.

-Pues te convendría controlarlas. -Le recordé antes de regresar a la parte de abajo, la única que me quedaba, retomando mis cosas, es decir, retomando o bien la lectura de alguno de los muchos libros que formaban parte de mi biblioteca privada o finalizando algún cuadro. Quizás a exponer, quizás para disfrute personal. En el momento que aquel tipo de negro se presento en mi casa para hablar con M o para lo que fuese, supé que M estaba metido en algo serio, muy serio.

-El Infierno se va a convertir en un infierno literalmente. -Le soltó con una enigmatica sonrisa.

-¿De verdad? -Se mofó M.

-Sí. Sólo venía a avisarte. -Le respondió ignorando la fanfarroneria de M. -Yo no seré el unico demonio que pase por aqui. -

lunes, 11 de julio de 2011

Circus Circus RECUERDOS...

Antes de dormir le gustaba recordar, sumergirse en hechos pasados, rememorar a otras grandes personalidades y las charlas mantenidas con ellas, como aquella que mantendría con Yuuko, La bruja de las dimensiones, aquella capaz de conceder cualquier deseo...

-¡Si lo haces, habrá consecuencias! -Exclamó la llamada Bruja de las dimensiones, Yuuko, con voz crispada. Encontrarse con ese mago, otro mago que tampoco parecía escuchar sus valiosas palabras y con sus actos revolucionaría un equilibrio muy debilitado, la tenía muy alterada. En sus palabras se apreciaba que no había maldad en sus actos, no era como Fei Wang Reed pero tampoco había prudencia.

-Siempre hay consecuencias... Además antes de dejarme caer por aquí, ya lo había meditado. -Dijó el mago sin alterarse, con una sonrisa que a Yuuko resultó familiar. Trás sus gafas redondas se encontraban unos ojos de un bonito azul oscuro que brillaban impulsados por la esperanza de lograr un objetivo. ¿Por qué todos los magos serán tán cabezotas? Pensó Yuuko dandose cuenta de que dijese lo que dijese y lo dijese como lo dijese, sus palabras no detendrían al mago. Yuuko recobró la compostura y acomodandose en el hermoso sofá que poseía cuyo aspecto llamaba la atención del mago, pues parecía ser uno de los pocos muebles de caracter europeo que se podían observar en la morada de aquella fascinante dama. Dejando entrever sus largas y bonitas piernas de clara clarísima piel, Yuuko retomaría su pipa, abandonada en una mesita cercana a ella. Eso parecía ayudar a calmar sus nervios o simplemente le daba un aire más misterioso. Al mago le costaba entender ciertos habitos.

-Está bien, te concederé ese deseo pero a cambio quiero algo. -Acabo por acceder Yuuko, trás el anterior momento de sorpresa y consecuente enojo, al escuchar la petición del mago. El humo iba y venía invadiendo la poco iluminada habitación, cercana al bellísimo jardín a cada inspiración que Yuuko hacía. El mago la miró extrañado, ¿qué podría querer semejante mujer de él? lleno de curiosidad, preguntó:

-¿Qué es lo que te interesaría que yo pudiese poseer? -

-Tus recuerdos. -Le respondió ella dibujandose una misteriosa sonrisa en su rostro.

-¿Mis recuerdos? -Repitió él arrugando la frente. -Pero eso es algo de lo que no puedo desprenderme. -

-Así son las cosas. Yo concedo deseos pero a cambio debes darme lo más valioso que poseas para equilibrar la magía que sería efectuada. -Explicó Yuuko sin perder su sonrisa misteriosa.

El mago se quedaría un buen rato callado, reflexivo, mirando al suelo. Nadie le había mencionado eso, por lo que se sentía indeciso. Yuuko, por su parte, sabía que podía haberle propuesto entregarle a cambio cualquier otra cosa pues ese mago tenía muchas de gran valor pero suscitaba su curiosidad, no se había topado con muchos magos y aquel mago le atraía. Cosa rara en ella, había algo en él que le hacía recordar al llamado Amo Clow. ¿Sería su gran poder? Aún no era ni la mitad de lo que sería pero ya era inmenso. ¿Sería su aspecto? No del todo, los cabellos de Clow eran oscuros, lacios y largos, recogidos en una coleta por una sencilla cinta azul oscura y ese mago tenía un cabello castaño chocolate corto y revuelto. ¿Su manera de ser? Quizás, quizás, Yuuko realmente no lo sabía y por eso, trasteando, observando sus recuerdos, podría hacerse una idea más cercana. De repente, el mago se levantó ante la expectante mirada de Yuuko.

-Será mejor que lo consiga de otra manera. Le agradezco mucho el haberme atendido señorita Yuuko. -Se despediría de ella, estrechandole con caballerosidad la mano. A Yuuko le agradó con que respeto se dirigía a ella. A modo de despedida, le sugirió:

-Ha sido interesante. Si no encuentra esa manera, ya sabe donde encontrarme. -

Yuuko, sin lugar a dudas, era una bruja espectacular, no sólo en poder sino que también en belleza. El mago quedó tán cautivado como quedaría el otro mago, Clow Reed. Él iba a ser el mandamás, otro mago que cuyo nombre sería mencionado por otros magos con orgullo y respeto, por lo que sabría como escapar de ese destino, sería capaz de ganar un poco de tiempo para sí mismo antes de que aquella inevitable ceremonia tuviese lugar. No se veía como el más indicado y esa ansiedad le lanzó a buscar ese modo de enletecer lo inevitable. Un mago curioso, todos sus compañeros anhelaban ese privilegio y él no.

Cerrando los ojos, se quitaría las gafas y se esforzaría por dormir, todo aquello ya no era más que un valioso recuerdo más. En aquel circo se sentía feliz, no sabía cuanto duraría pero había logrado lo que quería. Sin embargo había ido a parar a un lugar en numerosos momentos aterrador, en pleno Infierno.