sábado, 30 de octubre de 2010

ALICE in the NIGHTMARE LAND

Creo que los seguidores más antiguos o al menos los que me visitan de vez en cuando, ya sabreís lo que me encanta Alicia en El país de las maravillas y otras grandes novelas de la literatura universal, sea para niños o no, por lo que siendo yo una fan y no sólo de la historia y sus personajes, sino de todo lo relacionado un poco o mucho con ella, al descubrir una historia que una serie de bloggers con aspiraciones similares a las mías, escribir historias, melodramas diarios o poner tonterias en su blog, sobre ella y ese particular, a veces sordido, mundo de fantasía que es El país de las maravillas, con un aire y una panorama que ni Tim Burton podría igualar, me apunté al proyecto sin vacilar. Por lo que hasta que Sir Blackrabbit me comunique que la señorita Saaku ha logrado terminar y poner el capítulo 7 o no, estoy en estado de inactividad al respecto. Hoy pretendía, antes de ponerme a ello, pa guiar a la gran mayoria de seguidores que no tengan ni idea de eso, los capítulos ya hechos, pa a ver si se animan, y quien sabe, hay más interesados en el proyecto...
ALICE IN THE NIGHTMARE LAND:
Capítulo uno por Sir Blackrabbit
Capítulo dos por Silvia Viladoms
Capítulo tres por Lady Blue
Capítulo cuatro por Anairo
Capítulo cinco por Alexxx
Capítulo seis por VallMell
Desde ese post podreís ir clickando y leyendo cada capítulo ^^' y de paso os dais un garbeo por el blog de VallMell. A ver si dibujo algo en relación pronto...

viernes, 29 de octubre de 2010

WeLcOme To HeLL: Contrastes


ADVERTENCIA:
Antes de meternos en otra historietilla, deciros que este cuco dibujo no es mío pero me encanta y por que me encanta lo he puesto acompañando a la historia de hoy. A una lo que le cuestan dibujar esa clase de vestiditos y adornos XD Con respecto a la historia, puede ser subidita de tono o no, depende el tiempo que me de a desarrollarla jeje...
Realmente había un gran contraste entre el lado alto de la ciudad y los bajos fondos. Las gentes que te encontrabas caminando hacía al Midnight Cabaret, no sólo vestían de modo diferente, bordo o sin calidad, su actitud y olor también distaban bastante. Por no mencionar a la damiselas que podrías encontrar por esa zona, si buscabas algo fuera de lo común, ellas te complacerían sin reparos ni verguenzas. Vestidas con vivos colores que daban a entender a los clientes lo cariñosas y divertidas que eran. Encajes bien a la vista, alguno que otro roto, cosa que no preocupaba demasiado a las chicas, ya que así resultaba más tentador el producto. Con imaginativos complementos e inmorales descotes, eran todo lo opuesto a las refinadas y reprimidas esposas de sus clientes. Prodigando sonrisas picáras o ofreciendo gestos y posturas traviesas, se lanzaban como gatas en celo al primero que pasará por su respectivo rincón. Cuando Blackfield pasaba por esos lares, era de los más deseados, no sólo por el dinero que pudiesen sacar de sus bolsillos, era tán inalcanzable. Jo, como la que más, lo intentaría pero dada su condición, pensaba que no era adecuado por su parte intentarlo ya que quizás saldría victoriosa con mayor facilidad que todas las otras chicas, lo cúal sería injusto y le traería celos, envidias y deslealtades. Entre sorbo y sorbo de la amarga y deliciosa Hada verde, Jack N ya se lo confirmó:
-Ese encantador caballero del que me estás hablando zorrona no es como los demás.
-Ya lo sé, cabrón, está más allá de nuestras posibilidades... -Decía asentiendo la cabeza y suspirando como una vieja estrella de Hollywood enamorada.
-Bueno, a lo mejor, diez o veinte años antes sí lo hubieses tenido en el bote. -Le consoló Jack N apartando un mechón rebelde de su aún hermosa cara. Jo comprendió inmediatamente lo que trataba de exponerle Jack N y bebiendose de un trago lo que quedaba en su tercera o cuarta copa de Absenta, exclamó:
-¡Por eso he de mantenerme al margen!
Jack N la miró llevandose una mano a la cara y sonriendo perverso, simplemente dijó:
-Creo que ya has bebido demasiado, Joanna.
Jack N no pudó ponerselo más fácil con respecto a las preferencias sexuales de Blackfield, sin embargo no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Las chicas, varias de ellas cumplían uno de los riquisitos pero claro, eran Ninfulas, Blackfield buscaba faunos. Lautremount y Jack N discutían a menudo sobre él. Si Blackfield iba allí, era para acabar en el Midnight Cabaret. Lautremount, con un cabreo incontenible, trató de echarle una noche.
-Es posible, Jack N te haya hecho creer que por tener los bolsillos llenos de dinero, puedes follar tanto y cuando quieras con el chiquillo. ¡Pues vete olvidando de eso, mientras yo este aquí, se te prohibe cualquier clase de contacto con el chico!
-¿No puedo ni verlo? -Preguntó Blackfield entre disgustado y burlón.
-¡No! -Bramó Lautremount señalandole la puerta.
-Mira, dada la actual mala leche de mi socio, te recomiendo dirigir tus pasos a este barrio...
Jack N no quería perder a Blackfield, uno de sus mejores clientes, por el leve hecho de mantener relaciones sexuales con un menor, allí, todas eran jovenes, empezaban a vender su cuerpo desde muy tierna edad, sus madres ya lo hacían mucho antes. Por lo que Jack N veía la cosa de un modo no tán alarmado como Lautremount. Acompañando a Blackfield hasta la pierna, le indicó el barrio al que se refería, alejado de Lautremount, que le lanzaba una mirada recriminatoria feroz, manteniendo los brazos cruzados. Blackfield agradó la segunda opción dada por Jack N pero la idea de mantener relaciones sexuales con aquellos crios maleducados le desagradaba, en cualquier callejón, no, no le gustaba. Mucho tiempo atrás, en su epoca como profesor de un buen colegio para niñas con todo lo propio de un internado elitista, mantuvó relaciones sexuales con un muchachito en un rincón, dentro del callejón que había entre el colegío y los otros edificios vecinos. Fue algo que surgió de un modo inesperado e irrepetible, ya que despúes hubo una pequeña gran consecuencia. Inolvidable, uno de esos sucesos dificiles de repetir. Con el chico que descubrió posado en un rincón del gran patio del caro colegio desde la ventana de su clase, clase de Literatura para aquellas señoritas más interesadas en seducirle que en comprender y valorar ese arte. Chico que fumaba con gesto despreocupado varios cigarrillos. Chico con el que se obsesionó Blackfield pues al verlo cada día ahí plantado, fue como el mero hecho de contemplarle se volvió insificiente para Blackfield. Cuando una fria mañana, llenandose de valor, se levantó lo más temprano hasta la fecha para, como minimo, entablecer una leve conversación, lo vió junto a una chiquilla, algunos años menor, vestida con el uniforme del colegio, a Blackfield le cuadró la misteriosa y repetitiva visión del joven. Blackfield se vió forzado a volver a la clase, eso sí, al girar para contemplarlo por última vez aquella mañana, fue testigo de un acto no tán inocente como podría pensar cualquiera, dandose el caso de que esos dos jovenes eran hermanos, al juntar sus labios y darse un largo y apasionado beso en la boca.
-No te asustes, sólo me gustaría saber una cosa. ¿Conoces a ese muchacho que a temprana hora se planta aquí todos los días? -Le preguntó despúes de una de sus clases a la chiquilla, dada la casualidad de ser una de sus mejores alumnas.
-¿Qué muchacho? -Preguntó ella.
-No te hagas la tonta. Aquel muchacho con el pelo oscuro, los ojos claros y la fea costumbre de fumar... Me gustaría mucho saber quién es. -Insistió Blackfield.
-Ah, ese es mi hermano. -Contestó la chiquilla con una tranquilidad asombrosa. -¿Desea saber algo más?
Blackfield indicó a la chiquilla que ya podía volver con las demás. Blackfield veía como la relación de esos dos hermanos, se volvía cada vez más y más intima desde la ventana a altas horas de la mañana. Dedujó que ese debía ser su mejor momento para mostrarse afecto. Blackfield sonreía pensando que Claire, así se llamaba la chiquilla, había tenido suerte pues cualquier otro profesor al descubrir semejante relación se lo habría notificado a los padres seguido de una sonora expulsión. Más, Blackfield, sentía que no era el indicado para montar semejante operación. Era divertido ver hasta donde serían capaces de llegar. Como ese juntar de labios se tornaba en un beso con lengua, como se daban ardientes caricias por debajo de la ropa o como la chiquilla se quitaba las bragas y levantaba su falda retando a su hermano a que se desabrochase el pantalón y exhibiese su sexo. Realmente, estaban yendo muy lejos. Viendoles a Blackfield se le ocurría una serie de perversas recomendaciones. El día que ella trató de practicar sexo oral, Blackfield le aconsejó parar y ella estancó el juego.
-¡¿Quién se cree que es para entremeterse en nuestros asuntos?! -Le gritó furioso el muchacho en cuanto le vió pasar hacía el colegio. Blackfield no le dió ninguna respuesta, se esforzó en seguir caminando. El muchacho insistió agarrandole del brazo para detener su caminata:
-¡¿Por qué le dijo a Claire que parase?!
-Por que soy su profesor y esa no es forma de comportarse con su hermano. -Le reprendió Blackfield, como profesor y persona responsable que debía ser.
-¿Y según Ud cúal es la correcta? Nos queremos y ese es el modo que tenemos de demostrarnoslo. Por favor, digale que está bien, si lo hace, yo, yo le mostrare mi gratitud.
Coaxionado por un hermoso muchacho. Blackfield se debatió entre el deseo y el deber. Claire volvió a corresponder sexualmente a su hermano. Lo cúal confirmó a Blackfield, quien de los dos era el que mandaba. Mientras ellos retozaban semidesnudos, es decir, ella mostrando uno de lo que con el tiempo sería uno de sus redondos senos y él con los pantalones y los calzoncillos bajados, apoyandose sobre el duro y seguramente frio muro, gimiendo gozosos de su relación prohibida, Blackfield los dibujaba con una destreza y similaridad inigualable en el cuaderno que siempre llevaba encima. Sonriendo sin pretenderlo pensaba en cúal sería la forma en la que ese joven fauno le mostraría su agradecimiento, pues Blackfield tenía a las chiquillas totalmente entregadas, le hacían más caso que al propio director. Fue, tal y como Blackfield dedujó y deseaba, mediante algo sexual. Cerca del colegio, por desgracia pero a altas horas de noche.
-En realidad, debería ser yo el que te complazca a tí. Tanto tú como tu hermana me habeís entretenido bastante con vuestros juegos amorosos. -Le comentó Blackfield haciendole levantarse. Arrodillandose Blackfield le desabrochó con sumo gusto los gastados botones del pantalón, bajandole los calzoncillos, aproximó sus labios, su lengua, al sexo del muchacho. Deslizaba la lengua con maestria, dandole un gran placer al muchacho, que respiraba entrecortadamente, dejandose llevar por ese gustillo que le estaba recorriendo el cuerpo. Blackfield lo lamía, a veces con rapidez, otras pausada e intensamente, provocando un placer que no cesaba de crecer en su deseado muchacho. Sus suspiros se volvían ruiditos cercanos a los gemidos. Blackfield sabía que se lo estaba haciendo pasar realmente bien pues comenzó a gemir, con una intensidad incontrolada y la expresión de su cara, con los ojos cerrados, lo decia todo. Para Blackfield el sexo oral era como un regalo, algo que sólo le hacía a los chiquillos que más le atraían y aquel sería y fue el primero de ellos. Qué pena que fue interrumpido. Ni Blackfield ni el muchacho se mostraron arrepentidos o avergonzados. Blackfield le ayudó a abrocharse los botones desachobrados mientras el muchacho se subía lo más rapido posible los calzoncillos.
-Supongo que es mejor que te pillen conmigo a pillarte con tu hermana. -Le susurró levantandose. El muchacho sonrió y se marchó. ¡Menudo sermón le echó la señorita Wells! Blackfield simplemente se encogía de hombros. A la mañana siguiente, Blackfield abandonó el colegio dejando a practicamente todas sus alumnas desconsoladas. No, la verdad, Blackfield no volvería a dejar sus deseos y desavenencias sexuales tán expuestas, se las ingeniaría para seguir manteniendo relaciones sexuales con su apreciadísimo Michael en el Midnight Cabaret.
Dibujo realizado por Sir Blackrabbit ^^

martes, 26 de octubre de 2010

ALICIA ADENTRANDOSE EN UN MAR DE PLACER

NOTA DEL AUTOR (AUTORA QUEDARÍA MEJOR XD):
Lo dicho el otro día, contenido subidito de tono la li loo...

Para Michael siempre fue William pero para María era, el mismísimo Rey rojo. Ciertamente tenía aires de rey, rey o individuo de muy alto cargo en la sociedad, esa hipócrita sociedad en la que vivían, sí, hipócrita pero llena de posibilidades si sabías desembolverte, adoptar una actitud similar e ignorar las desfuncionalidades. Michael ya lo conocía y sabía lo arrogante, lo brillante y perverso que era y podía llegar a ser. Por lo que, entre la espada y la pared, mejor dicho, entre Blackfield y él, prefería mil veces a Blackfield.
-¿Se puede saber a qué has venido? -Preguntó Blackfield, a pesar de la hostilidad presente entre esos dos... Depredadores, tranquilamente.
-¿Tú a qué crees? -Respondió dirigiendo sus ojos rapidamente a Michael y Maria. Cosa que incomodó mucho al chiquillo. María le miró con curiosidad, Michael con, no odio ni desprecio, pero sí desafiante, como un cachorro que trata de imponerse, a pesar de su desvalía. William arqueando una ceja, comenzó a decir:
-Eso niño...
-Ni se te ocurra, William, tú no eres precisamente el indicado para echarme un sermón. -Interrumpió Blackfield a William.
Había una creciente tensión, María podía notarlo sin necesidad de tocarla. María se sentía participe de una especie de duelo. Al volver a casa, escribió con letras mayúsculas, enormes, en su cuaderno, ¿El rey rojo o El sombrerero loco? William carraspeó y continuó hablando, a pesar de la descortes interrumpción:
-... No te pertenece. Ni siquiera es de tu sangre. Por lo que, considero que te estás comportando de un modo muy egoísta, al no permitirnos acercarnos a él.
María no logró descifrar el mensaje, sabía que hablaban de Michael, Williamno le quitaba los ojos de encima, pero no lograba unir las piezas, no encontraba el sentido oculto. ¿Otros? Eso la desconcertó. ¿La liebre fue secuestra por El sombrero loco? Blackfield se quedó callado. Una clara expresión de victoria se reflejaba en la cara de William. A pesar de poseer una poblada barba y ser unos años, varios años mayor que Blackfield, William lucía tán apuesto como el Rey Arturo. Sus rasgos estaban perfectamente proporcionados y su atuendo siempre lucía intachable, bien peinado, con una raya en medio de su castaño cabello, lo propio, pensaba Michael, en un abogado de prestigio.
-Habla con Jack N. El te confirmará que tengo todo el derecho del mundo a tener está egoísta manera de actuar. -Fueron las últimas palabras que salieron de los labios de Blackfield. William chascando la lengua, dijó, concluyendo la conversación:
-Así lo haré.
María miró a Blackfield, no paró de mirarle hasta que llegó a casa. Blackfield tenia un que a Michael siempre gustó. A diferencia de los demás, era totalmente negro. A Michael, le encantaba ir en ese coche, le hacía sentir que era parte de esa sociedad que nunca le quisó. Blackfield era uno de los pocos, afortunados, en poseer un vehiculo, en aquella ciudad aunque, sinceramente, no lo usaba demasiado a menudo.
María solia encerrarse en el baño, llenada la bañera a más no poder, con cuiddado entraba, totalmente desnuda, se cubriese por el cristalino elemento. Una vez dentro, echando la cabeza atrás, con los ojos cerrados, se quedaba largo tiempo tumbada, agarraba con fuerza la esponja, la cual, como si se sintiese excitada, dejaba emanar la espuma, que el jabón con el contacto del agua más ese estumulo por parte de María, se creaba en pocos segundos. Con los ojos cerrados, dejandose llevar, liberando inconscientemente consciente sus deseos más inapropiados, recorría su cuerpo con la espoja, pensando en la manera tán interesante con la Blackfield posaba sus manos, sus dedos sobre el torso desnudo de Michael. Era, algo, para ella, tán gustosa de contemplar. ¿Alguna vez sería capaz de hacer algo así? Estaba tán metida en la fantasía, en el recuerdo, que no se percató de los sonidos que comenzó a emitir, bajo el agua, para haberse ahogado. No, quizás no, ya que a veces, subía la cabeza o las piernas. Lo mejor, fuera de la realidad, dispuesta a ir más lejos, fue cuando encaminó la esponja, con apenas espuma, por debajo de su ombligo. Sí alguna vez era pillada en semejante acto, ya de mayor, dentro de una bañera, con una sonrisa fugaz, argumentaba a los psiquiatras que se estaba lavando sus partes más intimas con esmero. En aquel momento, niña, percatandose de que la esponja era demasiado grande, temiendo sangrar pues su vagina era hasta el momento territorio virgen, estaba cerrada por algo muy similar a unos labios puestos de manera erronea, dejó a un lado la esponja, que flotó alejandose como una medusa rechazada, tanteando el terreno con sus manos. Estaba realmente excitada, se sentía como la pequeña Alicia, descubriendo nuevas perspectivas o la guarida del gusano fumador de opío, que no pensó en la posibilidad de que su madre se tomasé la libertad de entrar, más que nada, para dejarle ropa limpia con la que vestirse. ¿Podeis imaginaros la cara que pusó su madre? La reina blanca entró en escena.

lunes, 25 de octubre de 2010

LA OTRA ALICIA

NOTA DEL AUTOR (AUTORA EN ESTE CASO XD):
Digamos que en este capítulillo o historia corta, la cosa es bastante subidita de tono, además es posible que el contenido os parezca una aberración, a mí también me lo parece pero ea lo escribiré lo mejor que pueda y más dramaticamente posible... Pues es una historia ligada a una serie de historias que escribo en mi gran Welcome to Hell (Bienvenidos al Infierno) y con estas historias no pretendo contar historias precisamente bonitas, son más bien en plan denuncia, en fin, avisados estaís. Si os atreveís a seguir leyendo, espero que a la par que horrorice os guste, de eso va WOH ^^'
Para aquel chiquillo, abandonado y acogido en el circo, el único lugar de la ciudad al que se le podría denominar así, que un tipo como Blackfield, de buena familia, con exquisitos modales y una educación envidiable le eligiese fue algo casí magíco, pues a los caballeros de la alta sociedad, casado como suponía el chiquillo Blackfield debía estar, nunca les parecía la clase de hijo que deseaban tener. ¡Sus propios padres le dejaron en la estacada! Por lo que se sentía tán agradecido que obedecía y satisfacía ciegamente a Blackfield. Este particular chiquillo también pensaba que Blackfield era un poco raro pero nunca sintió su dignidad amenazada. ¿Qué dignidad? Cuando todos o muchos de aquellos tipos que conviven día a día contigo en el Circus Circus, así le llamaban los feriantes y artistas residentes, ya te la habían robado pensando que eras una linda chiquilla. Para él, Blackfield no era un monstruo sino todo un caballero pues sus caricias eran tán delicadas como placenteras y le besaba como si en vez de una aberración fuese alguien único, especial. En cierta forma lo era, Blackfield lo supó desde el primer momento en que lo vió... Sería el sustituto perfecto de María.
El día que se lo encontró, el pobre estaba tratando de cobijarse de la fria lluvia mientras tocaba una triste melodia con su única y más valiosa posesión, un violín. Con nada más que un vestido viejo y unos cabellos tán largos que conferían a su fino y rosaceo rostro, debido al frio, la apariencia de una pequeña hada olvidada. Recordandole a su preciosa y cada vez más sobreprotegida María, aquella joven admiradora de Alicia en el País de las maravillas, se acercó a él para ofrecerle, como hizo con María, formar parte de algo en lo que estaba trabajando. El chiquillo se sintió tán halagado, sorprendido, exclamó dejando de tocar su violín:
-¿De verdad, señor? Yo... Yo no...
-Estoy seguro que en el fondo te mueres de ganas. -Terció Blackfield con una dulce sonrisa. El joven muchacho, ruborizandose, viendose como una especie de musa, acabó aceptando la oferta propuesta por Blackfield. Blackfield quitandose su largo abrigo de invierno para ponerselo al chiquillo, con gesto galante que hizó enrojecer aún más el chiquillo, añadió, mirandole a los ojos, sus preciosos ojos azules, como el cielo:
-Además no estarás solo.
El chiquillo se pusó aún más contento. Blackfield le llevó a su hogar, la mansión más grande, lujosa y bonita que el pobre chico había visto en su vida. Al igual que Michael, no pudo evitar avanzar boqueabierto por las habitaciones hasta llegar al gran salón. Allí se encontraba Michael jugando al ajedrez sentado sobre la gran alfombra con estrañas figuras bordadas a mano. Michael parecía enojado al ver que la personita que iba detrás de Blackfield, por muy linda que fuese, no era María. Blackfield cogiendo de la mano al chico, se colocó frente a Michael, el cúal giró bruscamente la cabeza, a modo de rechazo hacía el chiquillo.
-Michael, te guste o no, ella será nuestra nueva Alicia. -Anunció Blackfield.
-Ella no es María, ¡que se largue! -Gritó mucho más enojado Crow, desde el sofá. Tanto su modo de hablar como la posición en la que se encontraba eran muy maleducadas. Blackfield lo ignoró, ¿qué otra cosa podía hacer? No tenía intención de pegarle, le habría encantado, frente a Michael y al chiquillo que todos consideraban una chiquilla. Sentandose en el suelo, junto a Michael, trató de convencerlo. Estrechandolo y acariciendole de manera más que cariñosa, de esa manera que ponía cada vez más enfermo a Crow, Blackfield le susurraba al oido cosas como:
-Yo creo que podría llegar a ser toda una Alicia, vamos, demosle una oportunidad, hazlo por mí, ella está mucho más dispuesta a darnos placer...
Entre las caricias y algún que otro ardiente beso, Michael, acabaría cediendo. Crow miraba hacía el techo, tapandose los oido fuertemente pero algo le obligó a mirar justo donde no quería, ya que esa supuesta chiquilla, dejando caer el gran abrigo de Blackfield al suelo, avanzó dispuesta a formar parte del juego como se le denominaba Blackfield. ¡Era mucho más lanzada que María! Crow la contempló sorprendido. Sus manos fueron directas, muy directas, hacía adentro del pantaloncito de Michael, como si buscasen encontrar algo muy deseado. Michael se revolvía, suspiraba y emitía ruiditos incontenibles. Sus ojos estaban entrecerrados y sus mejillas muy rosadas, como si sintiese un gran calor. Blackfield sabía como dar placer, era todo un maestro, cuantas mujeres desearían que sus manos recorriesen su cuerpo del modo que Blackfield lo hacía por el de Michael. La chiquilla, en realidad chiquillo, también se desembolvía con gracia, rasgando los calzoncillos de fina y posiblemente cara tela, hasta lograr sacar, como si se tratase de algo muy delicado, el pene erecto de Michael, Michael, no sólo sentia que iba a explotar, se sentía tan avergonzado por el gemido inevitable que se le escapo cuando la aquella desconocida se la llevó a la boca. Desde luego, uno de los talentos ocultos del chiquillo, ya que lo hacía de puta madre, dentro de su boca, movía la lengua con destreza y a un ritmo constante como si se tratase de algo delicioso. Crow pensó Está muchachita vale pa puta. Incluso sintió envidia, por lo que al salir de allí aquella noche, por la ventana, se golpeó contra la pared varias veces, mortificandose. Joder, Crow, que son unos crios, esto está muy mal. Cuando el pobre Michael no pudó más, estaba a punto de, vulgarmente dicho, correrse. Blackfield con un gesto se lo indicó a la chiquilla, la cúal, poco a poco fue alejando de su boca, el palpitante pene del excitadísimo Michael. Se apartó un poco y con los ojos muy abiertos observó como una sustancia blanca, como gelatinosa salía de la punta del pene. Eso siempre le pareció algo interesantisímo, como cuando una flor se abre o algo por el estilo. Blackfield lo recogió con un pañuelo. Ella se secó alguna que otra baba con la manga del arraposo vestido.
-Vaya, vaya, veo que tu ya conoces esta clase de juegos. -Le susurró Blackfield al oido, lo cúal produjó una traviesa sonrisa en los labios de la chiquilla. Michael, harto tenía con retomar el aliento.

domingo, 24 de octubre de 2010

SU FIESTA DEL TÉ


María miraba fijamente al señor Blackfield, escritor como lo fue Lewis Carroll pero con un aspecto más similar a su famoso personaje El sombrerero loco, cosa que aturdía y maravillaba a María, le hacía más fácil a su mente hacerla sentir dentro de esa historia que tanto le gustaba. El señor Blackfield jugaba con ventaja, conocedor y admirador de las obras de Carroll, le era muy sencillo formar parte de la fantasía, envolviendo la realidad recelosamente, al fin y al cabo, muchos adultos trataban de representar sus deseos sexuales más ocultos mediante ropas y alteregos, dirigiendose a escondidas de sus esposas al Midnight Cabaret o bien, suplicando ser invitados a las excentricas y privadas fiestas dadas por algún ricachón de pilla floja pero mente llena de lujuria...
Jules Blackfield le devolvía la mirada quitandose sus gafas de pasta dura, cuyo cristales se empañaban con sospechosa facilidad. María se veía tán encantadora con su vestidito azul, lacitos a juego. Se aproximaba las gafas a la boca, les echaba su aliento y con un bonito pañuelo de tela las frotaba cuidadosamente varias veces. Acoplandoselas al rostro, Blackfield le mostraba una satisfactoria sonrisa. María no sonreía, simplemente posaba su mano izquierda sobre su cara apoyandose con ese hombro en la mesa. No como signo de aburriento, al contrario, era una clara señal de que María estaba realmente concentrada, totalmente absorta. Para Michael resultaba difícil de comprender de dónde venía toda esa admiración, hacía el señor Blackfield, por lo que sus ojos se quedaban largo rato observando a su hermosa pero extraña compañera de juegos, pues para Michael, todo eso no era más que una serie de juegos tán retorcidos como perversos. Él, a diferencia de María, no había sido invitado a formar parte de "ese mundo", simplemente hacía lo que alguien le dijó que debía hacer, complacer los deseos de un cliente, por muy extravagante que fuesen. Por lo que hay estaba, vestido como en pocas ocasiones podría vestirse, como cualquier niño rico vestiría. Pantalón, chaqueta y chaleco de tonos marrones, lazito verde y camisa de un bonito amarillo palido, aspecto que Blackfield, muy astuto por su parte, eligió para "su" liebre. María, dentro de toda esa fantasía, fantasía, obviamente, oscura debido a que la realidad la tornaba retorcida, dedujó que quizás a la demasiado estrecha amistad del Sombrero loco con La liebre, La reina roja algún día le cortaría la cabeza al Sombrerero loco, llena de celos. Pobre María, tán cerca de la verdad pero tan incapaz de interpretarla debidamente. En cuanto el reloj de pared, ornamentado irónicamente con un conejo blanco, de rojizos ojos y lazo pintado, comenzó a resonar con su particular, sonoro y inolvidable timbre. Los dos chiquillos y Blackfild comenzaron su propia fiesta del te, que al igual que las demás fiestas del té, celebradas por la gran mayoria de damas de la alta sociedad, consistía, en principio, en disfrutar de un buen té, junto a las personas más estimadas. Claro que, Blackfield, se tomaba la libertad de variar algunos elementos, tales como el té. María jamás llegó a adivinar que sustancia era, sabía que no era té pues el té no te provoca alucinaciones que luego no eres del todo consciente de recordar. Era la bebida favorita de Blackfield, no apta para todo el mundo, no sólo por su altisímo nivel de alcohol, sino porque era una bebida dificil, casi imposible de conseguir. Absenta, la mortifera y deseada por muchos artistas hada verde. Los demás, eran elementos propios de niños o adultos muy golosos. Montón de azúcar almacenado en una figurita con forma de ratoncito o toda esa clase de chucherias y chocolatinas que chiquillos como Michael, no tenían el placer de degustar a menudo. Un gato abandonado, cuyo pelaje y color le asemejaba al Gato Cheshire, solía recorrer el salón, hasta llegar con actitud entre zalamera y traviesa a los pies de Blackfield, el cúal satisfacía la necesidad de atención que el minino buscaba. Eso hacía imaginar a María, que el Gato Cheshire, más que un guía, estaba compinchado con El sombrero loco. Quizás no, su manera de actuar era tán extraña.
-¡Menudo arañazo me ha dado! -Exclamó Blackfield, colocando al gato en la mesa. Era cierto que al parecer ese gato era un tanto particular, del mismo modo que pedía mimos, pasado unos momentos te arañaba con saña. ¿El motivo? A Blackfield le gustaba pensar que era debido a que era un animal malcriado y caprichoso. Michael, estaba seguro que ese comportamiento era debido al miedo, quería formar parte, ser querido pero cuando al conseguirlo, inseguro se ponía a la defensiva lanzando sus garras a aquel o aquellos que le mostraban su afecto. María, en cambio, pensaba que al igual que el Gato Cheshire, iba y venía, siendo bueno o siendo malo, según le apeteciese. Michael era el más acertado, pues el gato maullando suavemente, parecía querer recibir alguna caricia pero cuando alguno de ellos acercaba la mano sobre su cabecita, el gato agallaba la cabeza, retrocediendo y antes de salir corriendo, esquivando con gran destreza los objetos que se encontraban en la mesa, les ponía ojitos de quiero pero no puedo. Sus ojos, aunque de distinto color, tenían un brillo hermoso. Michael, se solía sentir muy identificado con ese gato. Michael, un Michael adulto, un Michael que ya ni siquiera era conocido como Michael, muchos años después, se lo encontró coqueteando con su White Lily, cosa que al principio le mosqueó muchísimo, y lo reconoció. Emanando de él, unas lagrimas que hacía muchos años reprimia, lo acogió con el nombre de Mr Cheshire pues si lo que María escribía tenía algo de sentido, a ese gato le debía mucho. Pues la fiesta del té sólo duraba una hora, dos como mucho. El tiempo en el que Blackfield se veia libre, con la señorita Juliette lejos, para, dar forma a esos deseos, esas fantasías que atesoraba en su cuaderno impaciente por darles vida. Siendo María y Michael, eran, por el momento, los protagonistas indiscutibles. Si el Gato Cheshire aparecía en escena, en palabras de la propia María, adulta, arrebataría al Sombrerero loco su momento y eso muchas veces jodería al Sombrerero loco...

jueves, 21 de octubre de 2010

BAD NEWS

Este post de hoy sólo es informativo, ya que sin mi ordenador, realizar casi cualquier labor me resulta el doble de difícil y aunque agradezco mucho a mi hermana prestarme el suyo y conseguir una nueva fuente de Internet, al no poder poner el ratón, uso el ratón del propio ordenador, que al ser portatil, me es complicado usar, con que tened paciencia y disfrutad de alguna que otra historia...
Por cierto, no recuerdo bien a que parte del relato se refiere ese anonimo XD Pero seguro que era algo metaforico porque yo soy demasiado metaforica a la hora de narrar situaciones o sucesos XDD Lo sé no es una gran explicación pero bueno...
Espero que la normalidad llegue pronto, vamos que mi ordenador sea arreglado o consiga lo antes posible uno nuevo TT_TT
Besos, abrazos y disculpen mi actual torpeza o dejadez XD

jueves, 14 de octubre de 2010

ALICIA ATRAPADA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Lo ironico, lo cruel, era que a pesar de lo aborrecible que pudiese resultar, le resultaba fascinante. Había entrado en un mundo prohibido, un mundo que a muchos adultos les escandalizaba a la par que gustaba pues si no, ¿por qué el Midnight Cabaret seguía abierto? o simplemente, ¿por qué se celebraban tantas fiestas privadas, restringidas para los más jovenes de la ciudad? Ella se esforzaba por no mirar, por no sentir esa indecente fascinación más era superior a ella y acababa tán participe como ellos. Los movimientos, los gadeos, todo aquello, aunque incomprensible para ella, parecía muy interesante. Sí, precozmente descubrió cosas tán malsanas como el morbo y ¿la excitación? Se sentía como Alicia al llegar al país de las maravillas, tán extraña a la vez que parte de todo aquello. Al principio no era más que una simple espectadora, ya que, por fortuna para ella, a él no le atraían las damas ni las damitas. Era un hombre extraño, ese pensamiento se quedó atrapado en su joven mente desde el día que sus caminos se unieron desencadenando esa serie de jueguecitos. La pobre, cayó de bruces en el engaño tanto o más que los otros. Cuando se miraba al espejo, como tratando de gañar dignidad ya de adulta, susurraba pasandose las manos por el cuerpo, de manera lasciva a primera vista:
-Alicia, Alicia...
Un modo curioso de ver todo aquello. Verse como una Alicia perdida, confusa y encantada de encontrar ese mundo. Cuando él la reclamaba, es decir, le invitaba a formar parte del espectaculo, ella, una mezcla entre expectación y miedo, se dejaba hacer docilmente. Posiblemente, deseando alcanzar esa indecente diversión. Los chicos la desnudaban con cuidado, esmerandose por no perder lo que ya estaba perdido, concentrados en ese depravado papel. Tocandola y besandola por todos lados, haciendola sentir, al principio ridicula, como si fuese un helado pero luego ante el calentón, propio de la situación, se sentía curiosa. Todo aquello le resultaba vagamente familiar, como unas imagenes que su madre confiscó a su padre antes de que la relación entre ambos empeorase. Aquel leve recuerdo la hizo sentirse mal, ya no quería formar parte de aquello, la pieza indica fue colocada en el lugar indicado dentro de su cabeza. Se pusó a grita, se tiró al suelo, golpeandose varias veces la cabeza. Los chicos no supieron como reaccionar. Alicia ya no se sentía tan bien dentro del pais de las maravillas, era hora de volver a casa pero por mucho que lo intentase ya estaba dentro, muy dentro. El sombrerero loco no le permitiría abandonar su fiesta del té. Blackfield le agarró las manos, para que dejase de golpearse, cosa que la amansó un poco, mirandola a los ojos, le preguntó:
-¿No más té hoy?
-No. -Respondió ella llorosa.
Blackfield con un gesto indicó a los chicos que se vistiesen, ellos, asustados, avergonzados y sorprendido, como no, obedecieron. Blackfield la ayudó a vestirse. Ambos estaban callados. Los otros chiquillos aún más, con el corazón en la garganta, fue, a partir de ese momento, que comprendieron lo especial que era su Alicia. Backfield a partir de ese día les dejaría unas cuantas cosas bien claritas respecto a ella. Uno de ellos, tiempo después haría lo imposible por salir del laberinto, costandole la vida. Pues El sombrerero loco no era tán divertido como aparentaba sin embargo El rey era aún peor, cuyo nombre era William.

miércoles, 13 de octubre de 2010

JUEGOS DE SALÓN


Era tán hermosa como delicada, con la sonrisa propia de un angel y maneras propias de una muñeca de porcelana. Una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, obligada a vivir en un mundo que jamás comprendería, tán complejo y hermoso que a menudo la abordaba, haciendole sentirse realmente aterrorizada, incapaz de formar parte de él. El día que su apacible y sobreprotectora vida comenzó a cambiar fue el día que conoció a Jules Blackfield, esposo de la encantadora Juliette, por lo tanto amigo de la familia. Un caballero extraño, con un gran secreto entre manos, lleno de oscuros deseos y con mil historias por narrar. Sí, el primer hombre que la dejaría sin palabras, sin ser capaz de deferenciar todo aquello que una dama debe distinguir y mantener lejos. El primer monstruo con el que tendría que lidear en su vida. No lo vió venir, ningún chiquillo de su posición social lo habría advertido. Siendo, invitada junto a su madre, una niñita de apenas edad suficiente para sobrellevar todo aquello, a su residencia, mansión que había sido el hogar del señor Blackfield practimente desde que fue concebido. Un lugar cuya elegancia solía dar una imagen del señor Blackfield positiva dentro de la alta sociedad pero llena de oscuros recuerdos para la muchacha. Vestida con esa clase de vestidos de colores claros y llenos de adornos estupidos, Maria estaba radiante sentada como debían sentarse las damas en uno de los elegantes sillones que formaban parte del mobiliario destinado al salón. Ese gran salón, con esa gran chimenea que tán claramente se le quedó a Maria en la mente. Observando fijamente, con sus ojazos de muñeca, con las dos manos posadas delicadamente sobre los brazos del sillón, al señor Blackfield, como tratando de descubrir ese gran secreto o simplemente dando la impresión de estar cautivada por su presencia. Lejana, muy lejana de las palabras de su madre, que sentandose a su lado, le anunciaba lo interesante que era:
-Cariño, este es ese hombre del que tanto nos ha hablado la señorita Juliette, la gran amiga de mamá. Es un escritor muy talentoso, ya verás que historias más lindas te contará...
Para Blackfield era una presentación demasiado halagadora, tenía talento y no sería problema para él llenarle la cabeza de hadas o princesas, pero a pesar de ser el único escritor considerado infantil de la ciudad, él sabía que no eran más que morbosas fantasias que tenía a menudo edulcoradas, más ante la atenta mirada de Maria, se esforzó por disimular esa preocupación, pues lo último que quería era ser borde con esa preciosidad. Trás un leve ataque de tos, producida, sin duda, por los nervios, la invitó a visitar su despacho:
-Así es, mi preciosa Maria, me gusta contar historias a niñas y niños como tú. Sí me acompañas, puedo mostrarte alguna de mis obras más recientes.
Maria se levantó y siguió a Blackfield. Juliette le dedicó una dulce sonrisa a modo de despedida. Juliette estaba tán enamorada de Blackfield, pobre damisela.
-Estoy segura que será un gran padre. -Dijó a su amiga emocionada. La madre de Maria asintió con una sonrisa, se sentía igual de ilusionada que su amiga, pues Blackfield era toda una conquista, un reto dados algunos rumores sobre su persona. Mientras ellas conversaban animadas de sus cosas, Maria se adentraba poco a poco en el mundo de Blackfield, Maria, a traves de los años lo compararía con la llegada de Alicia al País de las maravillas. Blackfield cerró la puerta con llave e indicando a Maria que podía sentarse en su sillón, le ofreció participar en un juego, no sólo retorcido por su parte, un juego que vendría a ser inmoral, muy inmoral. Maria escuchó su propuesta perpleja. Algo dentro de ella dió un brinco, pero al no saber identificarlo como una posible alerta roja, tragó saliva y exclamó, suavemente:
-Secreto.
-Así será, sólo entre tú y yo.
Maria se colocó un dedo sobre los labios, Blackfield sonrió satisfactoriamente. Hacía tanto que soñaba con aquello, su alegría, contenida, durante esos días fue cada vez mayor. A cambio, el le prometió compartir con ella, todo lo que ella desease saber sobre él. Su ritmo de trabajo aumentó, se sentía tán entusiasmado, cada día tenía más y más fantasias, que cuidadosamente iba escribiendo y aunque Juliette se alegraba muchísimo de verle tán animado, para LaFlamme eso no era una buena señal, como amigo y como artista tachado de depravado, sabía que algo se estaba cociendo.
-Cuidadito con lo que haces, Blackfield. Al primer fallo, BANG, serás cazado. -Le aconsejó pues a pesar de sentir repulsión ante todos aquellos como Blackfield, era su amigo y encima, le había salvado el culo en varias ocasiones. Manson, el otro amigo, simplemente le dijó:
-Eres un tipo muy listo, William y tú harías buenas migas.

martes, 12 de octubre de 2010

REVELACIONES Y REVOLUCIONES


Ella trataba de alcanzar su globo, el cúal estaba aprisionado entre dos finas ramas de aquel robusto arbol. Maria, preocupada más por el globo que por sí misma, trataba de agarrar, como mucho, el fino hilo en el que el globo fue atado. Cuando por fin logró alcanzarlo, con la misma rapidez con la que se había subido, costosamente, al arbol, comenzó a descender. Más cuidadosa del globo que de su propia persona, no vió el peligro, lo escurridiza que estaba la parte del arbol por la que ya bajaba, por lo que sin una dura superficie, ese pie que colocó primero, resbaló, con tán mala fortuna que aunque se agarró lo mejor que pudó, terminó cayendo. Sus uñas no eran ni tán largas ni estaban tán preparada para aquello como las de cualquier gato. A medida que caía, el globo en cambio se elevaba burlón, al comienzo de su repentana caida debío de soltarlo. Ante la eminente caída, cerró los ojos, preparandose para el gran golpe que recibiría, ¿mortal quizás? Mortal o no, dolería mucho. Ese no fue el caso, ya que alguien parecía haberla oido y rapidamente se colocó en el lugar exacto, extendió los brazos y espero a que la muchachita cayese. Maria estaba estupefacta, abrió poco a poco los ojos y extendiendo los brazos, lo único que se le ocurrió decir fue:
-¿Globito?
-Aquí lo tienes. -Dijó su salvador, alzando una mano, que con suma facilidad agarró el hilillo que se era lo que curiosamente estaba cerca de ellos, moviendose lentamente. Maria agarró el globo, no el hilo, firmemente, con cuidado de no romper su preciado globo pero lo suficientemente fuerte para que no escapase de sus manos. Para la sorpresa y desconcierto de Maria, el hombre la besó. No fue un beso indecente, es decir, sus labios ni siquiera rozaron los de ella, más ese leve acto fue descarado por su parte. Su madre y su abuela, su abuela con más constancia, le decían:
-Maria, si hombre te besa donde no debe, es porque es un pícaro, se merece una bofetada.
Maria lo pusó en practica y liberandose de sus brazos, salió corriendo. El hombre, sorprendido pero para nada enfadado, llevandose una mano a la zona abofeteada, exclamó:
-Me hace muy feliz comprobar que he llegado a tiempo.
El hombre, cumplida su misión, aunque no fuese capaz de verla, tenía unos sentidos muy desarrollados y una habilidad asombrosa para hacer grandes cosas. Ciego pero nunca inútil. Sonriendo como un niño, cogió su bastón, un bastón particularmente hermoso, todo plateado y con una forma única, que a cada paso que daba, dejaba un sonido inolvidable, y se marchó. El arbol volvió a quedarse solo, arbol que propició esa breve pero encantadora escena. Caminando por la plaza, dejandose caer en uno de los practicos bancos, recreandose en aquel momento y sobretodo en aquella muchacha, el hombre pensó en lo atrevido que se había mostrado ante ella pero algo muy dentro de el le empujó a hacerlo. Quizás su perfume, delicado a la par que fresco, como las flores o sus suaves cabellos que se ondulaban con facilidad le trajó una sensación, un recuerdo, un sentimiento que hacía años que no sentía con tanta claridad. Para ella también fue un momento, un breve momento que aunque no del todo capaz era capaz de aclarar, podría haberlo sentido también. Imposible, ella jamás había visto a semejante hombre.

lunes, 11 de octubre de 2010

DIABLURAS

Para ellos resultaba algo natural, algo que les salía solo, sin necesidad de usar grandes palabras, gestos o concentración. Resulta increible, fascinante e incluso encantador verles tán metidos en el estudio, el dominio de esa particular proeza, de ese don, seguramente concedido por Dios. Todos ellos, incluso el más joven y por lo tanto con una tendencia más marcada a la renuncia ante la dificultad de ciertos ejercicios, no cesaban en su empeño por lograr ese objetivo, que se había vuelto un objetivo común. Sus rostros se iluminaban ante los frutos de su constancia, o simplemente cuando veían a su mentor aparecer aplaudiendo con una gran sonrisa. Para los chiquillos aquel gesto era la mayor rescompensa, era como tocar el cielo pues que un adulto les tratase como a uno de los suyos, no sólo como adultos, como hechiceros adultos, era un indicativo de que no eran del todo inútiles, que aún siendo jovenes, podrían llegar a dominar la magía, fue del tipo que fuese.
-¡Magía! ¡Nada más ni nada menos que magía! ¡Ese hombre les está enseñando las artes ocultas del diablo! -Exclamaba una de las damas más religiosas y temerosas de Dios indignada ante otras damas de buen nombre. Al parecer, ella nunca simpatizó mucho con él ni con la idea de que la magía fuese algo bueno o al menos algo que no tenía por qué ser exclusivo del diablo. Ella consideraba a todos aquellos capaces de manejar o poseer magía como adoradores del diablo, individuos muy peligrosos y llenos de maldad. Una dama encantadora. La joven y buen educada, presente en aquella reunión entre damas eminentes, Maria no dijó nada. Se limitaba a sorber con delicadeza el té servido en una preciosa tacita de porcelana adornada con pequeñas flores pintadas. Aunque realmente enojada ante el hecho de verse obligada a formar parte de aquel grupo de marujas de alta sociedad, lo que en verdad le enfureció fue que la conversación, que tan pacientemente había escuchado, no parecía encaminarse a otros temas. Para su sorpresa y creciente enojo tomó un rumbo aún más ofensivo.
-¿Y no os parece extraño que un hombre sin esposa acoja a todos esos niños en su tenebrosa mansión? -Preguntó maliciosamente una de esas damas. -¿Creeis que es una actitud decente por su parte?
Todas se llevaron las manos a la boca, Maria pensó que debido a la malsana idea que se estaban formando en sus bien peinadas cabezas. La jefa o aquella que parecía tener la voz más cantante de todas ellas, dijó horrorizada:
-Oh querida, ¿insinuas que...?
-Efectivamente, ¿qué otra explicación habría si no? He oido que las brujas mantienen relaciones indecorosas con animales y otras criaturas... -Contestó aquella que había lanzado la pregunta que devaluaría en un sinfín de dañinos disparates. Maria apretaba los dientes, bajando la mirada, recreandose en aquel al que ella tachaban de diablo, de monstruo, de degenerado, al cúal metían en el mismo saco que a Blackfield y algo comenzó a erosionar su calma, su compostura. Maria cerró los ojos y aunque durante unos momento creyó caer en un sueño, un sueño en el cúal aquel hechicero de rojas ropas, expresión meláncolica, abría sus ojos, siempre cerrados, y agarrandola por la cadera, juntaba sus rostro contra el suyo para lograr un apasionado beso antes de mostrarle brevemente la realidad. El diablo, quizás no "ese diablo" del que ellas hablaban pero sí otro cruel diablo lo tenía preso.
-Maria, querida, ¿Tú que opinas al respecto?
Pregunta que hizo regresar a Maria, todas las damas la miraban expectantes. Maria pestañeó varias veces, se rechupeteó los labios y simplemente dijó:
Él no es Blackfield.
Dejó la taza de té, ya vacia, en la coqueta mesita y salió de la habitación, durante unos breves momentos permaneció sentada en el suelo llorosa mientras se balanceaba cada vez con más velocidad. Maria, ciertamente, era una muchacha muy especial y solía adoptar esa actitud frente a situaciones tán indeseables como esa. Aprender magía no era malo, era divertido, y que fuese tanta gente a esa mansión no era para nada malo, era porque ellos y algunas ellas querían ayudarle. Qué bien que su madre llegase en aquel momento a casa de su abuela. Le cogió las manos, levantandola del suelo, le colocó el abrigo y despúes de una pequeña gran charla se marchó con Maria de aquella casa. A veces, su madre olvidaba lo especial que podía llegar a ser Maria, cosa que solía provocar alguna que otra discusión entre ellas. Hay ciertos temas que no deben ser tratados cerca de chiquillos o muchachitas. Maria se dirigió presta a su cuarto, allí se sentía mejor. Cogió su cuaderno y no paró de garabatear cosas en él hasta que una voz familiar le obligó a detener su actividad.
-¡Abreme, que vengo a por ti por deseo expreso del hombre más temido de la ciudad! -Gritaba burlón golpeando la ventana. Maria la abrió sin pensarlo dos veces, permitiendo la entrada a su pulcra habitación a M, M, uno de los pocos amigos que tenía, un muchacho, de más o menos su edad, uno de esos muchachos que a su madre jamás le agradaban. M ofreció teatralmente su mano a Maria, la cúal se la concedió la suya pues M venía a llevarla con él a la Mansión que había en medio del bosque, vamos, vamos que como bien le había informado, la llevaría a encontrarse con el hombre del que tanto se hablaba. Maria se agarró fuertemente a M. M, agíl como un mono, con Maria bien sujeta a su espalda, salió de la habitación, cerró la ventana con sumo cuidado y emprendió el viaje a la Mansión. Maria no sabía que pensar, sabía de sobre que eso estaba mal pero como ella no lo veía tán malo, iba a visitarlo siempre que podía. Cosa que dejaría tanto a su madre como a su abuela de piedra.

sábado, 9 de octubre de 2010

BOB ESPONJA YA LLEGÓ


Aquí mi último dibujo o dibujo más reciente de Bob Esponja xD
Para Paula, que por cierto pronto será su cumple, a ver si termino el cuaderno, quedan sólo dos hojas ^^
Bob Esponja parece simple de dibujar pero creedme tiene su complicación, es un dibujo animado engañoso XDD Espero que os guste, me lo curré mucho

sábado, 2 de octubre de 2010

CHII


Un regalo, ciertamente tardío, para Lidia-Chan ^^
Me he esmerado, espero que te guste, feliz cumpleaños ^^'
Chi, la prota de Chobit, una linda ¿robot? Otro personaje encantador obra de las CLAMP ^^