miércoles, 13 de octubre de 2010

JUEGOS DE SALÓN


Era tán hermosa como delicada, con la sonrisa propia de un angel y maneras propias de una muñeca de porcelana. Una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, obligada a vivir en un mundo que jamás comprendería, tán complejo y hermoso que a menudo la abordaba, haciendole sentirse realmente aterrorizada, incapaz de formar parte de él. El día que su apacible y sobreprotectora vida comenzó a cambiar fue el día que conoció a Jules Blackfield, esposo de la encantadora Juliette, por lo tanto amigo de la familia. Un caballero extraño, con un gran secreto entre manos, lleno de oscuros deseos y con mil historias por narrar. Sí, el primer hombre que la dejaría sin palabras, sin ser capaz de deferenciar todo aquello que una dama debe distinguir y mantener lejos. El primer monstruo con el que tendría que lidear en su vida. No lo vió venir, ningún chiquillo de su posición social lo habría advertido. Siendo, invitada junto a su madre, una niñita de apenas edad suficiente para sobrellevar todo aquello, a su residencia, mansión que había sido el hogar del señor Blackfield practimente desde que fue concebido. Un lugar cuya elegancia solía dar una imagen del señor Blackfield positiva dentro de la alta sociedad pero llena de oscuros recuerdos para la muchacha. Vestida con esa clase de vestidos de colores claros y llenos de adornos estupidos, Maria estaba radiante sentada como debían sentarse las damas en uno de los elegantes sillones que formaban parte del mobiliario destinado al salón. Ese gran salón, con esa gran chimenea que tán claramente se le quedó a Maria en la mente. Observando fijamente, con sus ojazos de muñeca, con las dos manos posadas delicadamente sobre los brazos del sillón, al señor Blackfield, como tratando de descubrir ese gran secreto o simplemente dando la impresión de estar cautivada por su presencia. Lejana, muy lejana de las palabras de su madre, que sentandose a su lado, le anunciaba lo interesante que era:
-Cariño, este es ese hombre del que tanto nos ha hablado la señorita Juliette, la gran amiga de mamá. Es un escritor muy talentoso, ya verás que historias más lindas te contará...
Para Blackfield era una presentación demasiado halagadora, tenía talento y no sería problema para él llenarle la cabeza de hadas o princesas, pero a pesar de ser el único escritor considerado infantil de la ciudad, él sabía que no eran más que morbosas fantasias que tenía a menudo edulcoradas, más ante la atenta mirada de Maria, se esforzó por disimular esa preocupación, pues lo último que quería era ser borde con esa preciosidad. Trás un leve ataque de tos, producida, sin duda, por los nervios, la invitó a visitar su despacho:
-Así es, mi preciosa Maria, me gusta contar historias a niñas y niños como tú. Sí me acompañas, puedo mostrarte alguna de mis obras más recientes.
Maria se levantó y siguió a Blackfield. Juliette le dedicó una dulce sonrisa a modo de despedida. Juliette estaba tán enamorada de Blackfield, pobre damisela.
-Estoy segura que será un gran padre. -Dijó a su amiga emocionada. La madre de Maria asintió con una sonrisa, se sentía igual de ilusionada que su amiga, pues Blackfield era toda una conquista, un reto dados algunos rumores sobre su persona. Mientras ellas conversaban animadas de sus cosas, Maria se adentraba poco a poco en el mundo de Blackfield, Maria, a traves de los años lo compararía con la llegada de Alicia al País de las maravillas. Blackfield cerró la puerta con llave e indicando a Maria que podía sentarse en su sillón, le ofreció participar en un juego, no sólo retorcido por su parte, un juego que vendría a ser inmoral, muy inmoral. Maria escuchó su propuesta perpleja. Algo dentro de ella dió un brinco, pero al no saber identificarlo como una posible alerta roja, tragó saliva y exclamó, suavemente:
-Secreto.
-Así será, sólo entre tú y yo.
Maria se colocó un dedo sobre los labios, Blackfield sonrió satisfactoriamente. Hacía tanto que soñaba con aquello, su alegría, contenida, durante esos días fue cada vez mayor. A cambio, el le prometió compartir con ella, todo lo que ella desease saber sobre él. Su ritmo de trabajo aumentó, se sentía tán entusiasmado, cada día tenía más y más fantasias, que cuidadosamente iba escribiendo y aunque Juliette se alegraba muchísimo de verle tán animado, para LaFlamme eso no era una buena señal, como amigo y como artista tachado de depravado, sabía que algo se estaba cociendo.
-Cuidadito con lo que haces, Blackfield. Al primer fallo, BANG, serás cazado. -Le aconsejó pues a pesar de sentir repulsión ante todos aquellos como Blackfield, era su amigo y encima, le había salvado el culo en varias ocasiones. Manson, el otro amigo, simplemente le dijó:
-Eres un tipo muy listo, William y tú harías buenas migas.

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