martes, 27 de septiembre de 2011

CANCIONES QUE INSPIRAN...

Army of Lovers - Crucified



Depeche Mode - Walking in my shoes



Bueno, hoy os recomiendo estas dos canciones, de dos grupos, a mí parecer, muy buenos e interesantes ^^ Espero que os gusten y que al igual que a mí, os sean de gran inspiración...

jueves, 22 de septiembre de 2011

LOS SUEÑOS DE LA LUCIÉRNAGA


Hoy recomiendo este libro, también en plan fantasia medieval, llamado Los sueños de la luciernaga escrito por Jenny Jones ^^

SINOPSIS
El fuego ha llegado a Bricus. El conde Marrin -hace tiempo amigo de los acuamantes- ahora está bajo las influencias del poderoso Piromante y sus luciérnagas letales.

Al llegar a la ciudad, Laura y Darius conocen una noticia aterradora. Su pirma Wincy, la bruja de las aguas, se ha visto obligada a huir. Muy pronto, tanto Laura como Darius se verán implicados en la lucha de la ciudad. Pero Darius está a favor del Piromante y Laura favorece a Wincy.

Y cuando el agua se encuentra con el fuego, solo uno de los dos puede sobrevivir...


OPINIÓN PERSONAL

Es bastante interesante porque hay magía y parece ambientado en un mundo y época muy medieval, los personajes principales son jovenes y pronto se les coge cariño y el malo maloso, bueno, borda bastante bien su papel de malo, de conspirador y de persona poderosa sin escrupulos. Una historia entretenida, bastante recomendable ^^ (Con descripciones muy detalladas, lo que siempre viene muy bien)


MUY RECOMENDABLE

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ROJO RELATIVO Spin-Off II

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Erik y Christine son personajes originales de WaterLillySquiggles y Miss Whoa Back Off
Ferrissian DiCallium es personaje original de QP/Diana
Los otros personajes que vayan surgiendo en el FanFic son cosa mía y los que no lo sean, os lo ire mencionando ^^

Narrado en primera persona, esta vez según la madre de Rezo ^^

Hace poco leí un FanFic muy bueno sobre Rezo o más bien sobre una vivencia suya cuando era un niño y me encantó, sobretodo la idea de que pudiese tener hermanos o hermanas. Lo considero acertado pues en la edad media el número de hijos era bastante alto aunque había mucha mortandad infantil. Con respecto al nombre de la madre no he querido cambiarlo pues el primero que se me ocurrió me parece muy bonito (aunque no consigo recordarlo ><) y con respecto al nombre del marido y los otros niños he tomado prestados nombres de personajes de la mitología griega como Cepehus. Es una historia bastante triste pero es que la edad media era una época muy dura...



FanFic Slayers

Rojo Relativo - Spin Off II




¿Soy mala madre? Claro que lo soy, abandoné a mi niño aún cuando en este mismo templo frente a vos, prometí cuidarlo y mantenerlo a mí lado hasta que fuese un hombre. En mi defensa podría argumentar que me ví obligada pues temo la mano de hierro del que es mi esposo. Ahora sólo me queda rogaros que veleís por él y por su espiritu. Puedo notar las lagrímas brotar nuevamente en mi rostro frente a la estatua del dios dragón rojo Ceiphied, tán grande y tán solemne con sus ojos rasgados sobre mí, puedo notar también la manita de mi último hijo, aunque mi visión se nubla a causa de las lagrimas, observo su carita, tán fina y rosada como la tenía el hermano del que jamás sabrá. Sus ojos brillan entristecidos y su frente se arruga levemente.

-No te entristezcas, madre es muy sensible y por eso a veces se le escapan algunas lagrimas... -Le pidó limpiandome los ojos con algunos dedos.

-¿Es porque padre está fuera? -Me pregunta ladeando su cabecita mirandome con sus preciosos y claros ojos. Los mismos que su hermana mayor. Un azul hielo que aún no son capaces de intimidar o congelar como los de su padre. Asintientó tratando de sonreir pero es tán doloroso, lloro, lloro por mis hijos, por los hijos que él apartó de mi lado. Agarró su mano y caminamos por la amplia sala hacía la salida justo cuando un sacerdote de inusuales ropajes entra acompañado por otro, ambos en silencio, mi niñito giró la cabeza asombrado y exclamó:

-¡Madre mira, su tunica! ¡Es toda roja! -

Le chisté agachando la cabeza avergonzada cuando los dos sacerdotes giraron la cabeza hacía nosotros. De nuevo en el hogar me siento junto al fuego en la mecedora de madera en la cúal he acunado a todos mis hijos e hijas hasta que Ceiphied se los llevó consigo. Un largo suspiró sale de mis labios antes de continuar con mi labor de madre y buena esposa. Contemplo a mi pequeño sentarse en el suelo y con una sonrisa entristecida murmuró su nombre. Cuando me sonrie pienso que el buen Ceiphied todavía guarda piedad para mí. Si no, el pequeño Adonaih no estaría aquí, como mi esposo tanto deseó que los otros estuviesen, fuertes y sanos, sin nada que pudiese poner en peligro su nombre o su honor. Retomó la costura mientras tarareó la canción que siempre canté a sus hermanos, la misma que cantaba para mi padre y los demás sacerdotes de su orden. Adonaih no cesa de hablar, aquel sacerdote le ha cautivado, mientras va sacando de su caja su gran colección de guerreros y monstruos realizados con duro cobre y pintados a mano.

-El rojo es un color elegante ¿verdad? Por lo que debe de ser un sacerdote muy importante ¿verdad? Pero el otro también parecía un sacerdote importante aunque en su tunica era blanca y de otro color -Iba diciendo colocando las figuras en el suelo cuidadosamente. Yo asentía o simplemente contestaba:

-Así es, cariño. -

Sin descuidar la costura, con precisión y atención a los finos hilos que iban tapando los agujeros de su ropita. Unos golpes en la puerta de madera captarían mi atención al momento siguiente y la voz de uno de los sirvientes me haría saber lo siguiente:

-Señora, una joven pregunta por Ud. ¿Le digo que vuelva más tarde? -

Perpleja porque no esperaba visitas procedentes de ninguna conocida o miembro de mi familia me levantaría de la mecedora a toda prisa dejando sobre ésta los utensilios y el jersey de lana a medio coser. Adonaih también se sorprendería y correría a mí lado para averiguar quien podría ser aquella muchacha o qué venía buscando aquí, en nuestro apacible hogar.

-Lleveme hasta ella, la atenderé personalmente. -Le ordené con voz suave y respetuosa.

-Como su señora guste, sigame pues. -Me indicó el sirviente antes de emprender la marcha hacía la entrada. Una entrada que no tenía nada que envidiar a la que pudiese tener cualquier palacio, espaciosa y con un suelo de baldosas de claro color, tán claro como el de las paredes, con una figura de piedra que mostraba a los visitantes al anterior dueño de esa vivienda y tierras. Hombre recio, de gran estatura, arropado por una gruesa capa y fuerte armadura que sostenía con gracia y magnanidad una larga espada de brillante hoja y dorado pomo. Sin lugar a dudas una digna representación del padre de mi esposo, un hombre con caracter y ferreas convicciones pensé fijando mis ojos brevemente sobre los de la estatua vacios y frios como los de su hijo, aún con vida. Como sacerdotisa que una vez fuí no me agradaba la vida de un guardian ni la de un soldado, por muy noble que pudiese ser su labor. Si por mí hubiese sido, el mayor de todos mis hijo hubiese sido presentado ante el sumo sacerdote de la ciudad con la esperanza de que se convertiese en un buen sacerdote, al servicio de Ceiphied y de las buenas gentes. Posiblemente él no se habría asustado o negado a curar a su hermano, costase lo que costase pero mi apuesto y buen Absalón murió siguiendo los sueños y principios que su padre le inculcó desde bien pequeño. Al volver la vista hacía delante, cerca de las grandes puertas de madera con algunos relieves estaba la joven de la que el sirviente me había hablado. Una muchacha de edad cercana a la que una ha de tener para ser desposada por sus padres, con ojos oscuros pero vibrantes y expresión risueña en su todavía aniñado rostro. Menuda pero con senos ya bastante desarrollados bajo su sencillo vestido blanco con cinturón de oscura piel a juego con sus cabellos, largos hasta los hombros y muy lisos. Me aproxime hasta ella admirada, se parecía tanto a mí niña, a mi preciosa Cassiopea.

-Eres una jovencita muy hermosa. ¿Lo sabías? Seguro que te desposaran con un joven muy apuesto también. -Se me escapó decirle. Ella se me quedaría mirando antes de entre risas responder:

-¿Desposarme? El maestro Rezo no lo permitiría. -

En ese instante comprendí que era una sacerdotisa o una futura sacerdotisa. Tomandola del brazo la invite a entrar al salón para charlar más comodamente. Adonaih nos seguía mirandola de soslayo como un gato receloso. Antes sentarnos, mandé a uno de los sirvientes, una mujer regordeta de rostro afable que trajese hasta nosotras un poco de té. Ella obedeció sin queja alguna. Adonaih se sentó sobre mi alda, ya no era un chiquillo tan pequeño y me dolía las piernas pero se lo consentía, con sus azulados ojos puestos en la invitada.

-Cuanto me hubiese gustado que conocieses a mi Cassiopea, ella también era muy alegre y bonita. -Le comenté mientras esperabamos a que llegase la sirvienta con el té. La muchacha sonrió ruborizandose un poco.

-¿Ud cree? No creo que sea para tanto, soy muy delgada y mis curvas aún no quieren desarrollar su autentico potencia. -Diría agitando la mano quitandose importancia. -Sin embargo si hija si que debió de ser muy hermosa, Ud es una dama bellísima. -Apostó mirandome con detenimiento.

Sonreí adulada. En aquel encantador momento llegó la sirvienta que nada más entregarnos a cada una las tacitas de buena porcelana llenas de té y dejar la humeante tetera, también de porcelana, en la mesa sobre un paño, salió del salón sin decir palabra. Los sirvientes al igual que yo temían a mi esposo y aunque yo les ofrecía algo de libertad, se comportaban conmigo de igual manera, silenciosamente o hablando lo justo, evitando así perder ese necesario empleo. Dando ligeros soplos a mí tacita de caliente té, le pregunte por el motivo de su visita. Si había venido a verme no sería por compasión o aburrimiento.

-Por cierto, ¿cúal es el motivo que te ha traido hasta mi? -

-Pues... Esto... ¡Ah sí! Mi maestro deseaba conocer a su hijo y convertirlo en un pupilo suyo. -Contestó ella al cabo de un rato señalando con los ojos a Adonaih. Tanto él como yo nos quedamos sin palabras. Dejando en la mesa al lado de la tetera la tacita trás darle un sorbo, protesté:

-Pero Adonaih es aún un niño. Ni siquiera a comenzado todavía su entrenamiento... -

-Eso al maestro Rezo no le importa. Bricus también comenzó muy joven. -Me explicó tratando de calmar la preocupación emergente en mí. -¿Cúantos años tiene exactamente? -

-Pronto cumpliré diez años y padre empezará a enseñarme a usar la espada y como montar a caballo. -Respondería el propio Adonaih exhibiendo gran orgullo ante nosotras.

-Sí, un poco joven pero se las apañaría. -Comentó encogiendose antes de darle un buen trago a su tacita de té, que comenzaba a templar la calentura de su contenido. -Pero no se asuste, como ya he dicho, por el momento, mi maestro tán sólo quería conocer y valuar al chico, nada más. -

Escuchar sus últimas palabras me aliviaron pero si ella era una sacerdotisa, su maestro sería un sacerdote y por mucho que me gustase la idea o por mucho que él me insistiese, mi esposo se negaría e incluso se plantaría frente a él para dejarle claro que nuestro Adonaih no era de esa clase de muchachos debiles o de la casta de los sabiondos porque él tuvo la fortuna de no serlo.

-Si acepta la invitación, mi maestro y Ud podrán hablar sobre ello, yo sólo venía a comunicarselo en su nombre. -Añadiría la joven al finalizar de beberse el té, dejarlo sobre el paño junto a la tetera y levantarse. Quitandome de encima a Adonaih me levanté para acompañarla hasta la entrada.

-Por favor digale a su maestro lo agradecidos que estamos por su interés pero que no va a ser posible. Si mi marido se enterase... No quiero crearle problemas a su maestro, a mi marido no le agradan los sacerdotes... Pero insistale en que nos han complacido mucho su interés. -Le fuí transmitiendo al llegar y detenerme en mitad de la entrada, donde estaba la estatua del padre de mi esposo. Adonaih caminaba agarrandose a la larga falda que poseía mi vestido.

-Ya veo... No se preocupe, así se lo haré saber a mí maestro. Que Ceiphied os acompañe. -Se despidió caminando hacía las grandes puertas de madera sin dejar de sonreir. Adonaih y yo nos despedimos moviendo la mano desde allí. Sentada en la mecedora de mi dormitorio con un fuego casi consumido concluyó con las prendas de mi hijito Adonaih para preseguir pensativa y sí, aún resintida, cosiendo las prendas con multiples rotos de mi esposo. Hundiendome en el mortificador recuerdo de cómo me negué a gritos a obedecer la inmoral orden de mi esposo con la consecuente paliza que me dejó sentada en el suelo llorando sin poder articular otra palabra que no fuese sí, lo que vos digais mientras los sirvientes nos observaban apenados y asustados desde otra sala, la sala en la que ese hijo del que mi autoritario esposo se iba a deshacer nos escuchaba. Si mi hijo tendría pesadillas con dragones y demonios o moría congelado esperando piedad de algún noble señor sería por su culpa pero también mia por ser quien se lo llevó la mañana siguiente consigo a la ciudad para dejarlo en mitad de una multitud que lo despreciaría o lo ignoraría y que él no podría ver. Sus últimas palabras fueron Sí, madre. Aquí te esperaré. Vuelvo a notar que mi visión se emborrona y dejó de coser cerrando los ojos, pasando mi mano izqueirda sobre mi cabeza y vuelvo a rogar al dios dragon Ceiphied que Adonaih no se convierta en la clase de guardia que es su padre y pidó también por él, por mi niño abandonado, que este donde este, sea un buen hombre y vaya consiguiendo todo lo que se le ha negado.

lunes, 19 de septiembre de 2011

ROJO RELATIVO Historia 11

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Erik y Christine son personajes originales de Waterlillysquiggles y Miss Whoa Back Off.
Ferrissian DiCaillum es personaje original de QP/Diana.
Los otros que vayan apareciendo en los FanFics son cosa mia y si no lo son, os lo haré saber ^^
Me gustó e inspiró mucho un FanFic que hizo Miss Whoa Back Off en el que Zelgadiss y Amelia siendo niños son secuestrados, la idea de ver a Rezo, como tutor y pariente de Zelgadiss, desesperado buscando a su niño y dando un escarmiento a esos sinverguenzas me encandiló aunque claro hay ciertas cosillas que yo, a lo mejor, no coincido tanto con ella... Y eso supongo que es bueno, así no pensareís que me voy copiando, cosa que no hago y procuro no hacer ^^' Pues eso, a disfrutar mi historia ^^
Historia contada en primera persona, según Zelgadiss o según Rezo. A veces según ambos u otro personaje.

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Los pecados del padre para el hijo II


No sé ser un buen padre. Dejé a la única mujer que amé y al fruto de ese amor prohibido en manos de otro hombre porque lo que más deseaba era proseguir con mis estudios e investigaciones, según ella, mi deseo de ser un gran hechicero era mayor que el amor que sentía por ella pero pensandolo bien quizás no sólo los aparté de mi vida para que no me robasen tiempo, quizás los aparté por miedo. Desde que mi primera ayudante se autoimpusó ese cargo, supé que no estaba preparado para ocuparme de otras personas o mejor dicho, que no estaba preparado para convivir con otras personas pero al ser tán jovencita y al esforzarse tanto en su labor, acabé por aceptarla al igual que acabaría aceptando a unos cuantos más como ella. Sin embargo, ellos, más o menos, podían valerse por sí mismos, en cambio Zelgadiss, lo acogí a Zelgadiss a muy tierna edad, siendo un bebe, con todo lo que ello conllevaba, hasta que cumpliese una edad similar a la de ellos, tuve que cuidarle y guiarle como habría hecho un buen padre. El día que me lo arrebataron lo comprendí, lo comprendí en toda su totalidad. También comprendí aquello que ella, la que hubiese sido mi bellísima esposa decía, podría llegar a ser un maestro en la magía pero aún me quedaba mucho por aprender con respecto a como tratar a las personas más queridas.
Fuera, en la amplia entrada en cuyo suelo compuesto por lisas baldosas, pasos procedentes de varias personas se detenían a mitad del recorrido hasta alguna de las habitaciones que había en la planta principal de la mansión. Desde el gran salón en el cúal me encontraba sentado en uno de los elegantes y comodos sillones apenas pude oir sus voces, voces que eran susurros atemorizados procedentes de las bocas de los tres jovenes, pero no hizo falta pues una de las aprendices y ayudantes que se hallaban en el salón conmigo diría centrando sus ojos en lo que la puerta abierta dejaba atisbar de la entrada:
-¿Esos tres ya han llegado? ¿Qué pasará que todavía no han entrado aquí? -
-¿A qué tres te refieres, Crystal? -Quisé saber yo de inmediato con un presentimiento que no tardaría en hacerse realidad.
-Parnassus, Ferrissian y Pandora, maestro Rezo. -Me indicaría ella con una voz que no parecía la de una joven sino la de una madre disgustada.
-¿Puedes ver a Zelgadiss con ellos? -Pregunté suponiendo y esperando que como tantas otras veces estuviese con esos tres. La respuesta de Crystal me produjó un fuerte escalofrio, ella, la perspicaz Crystal debío de darse cuenta al mirarme pues al rato añadió:
-Pero quizás este afuera... Voy a asegurarme. -
Y salió del salón apresuradamente, consciente de que ya había vuelto a encubrir a esos tres. Eris y Cliff la observarían salir dejando escapar una ligera risilla. Crystal no ganaba para disgustos como cuidadora de Zelgadiss. Esperamos a que volviese arrastrando al pequeño y protestón Zelgadiss y ese tiempo se volvió tán largo y pesado como si cada instante que pasaba fuese un grano de arena que caía uno por uno en uno de esos antiguos relojes de arena. Eris retomaría la lectura de la novela que acababa de descubrir, el pasar de paginas era el único y continuado sonido que llegaba a mis oido durante aquel rato de espera. Crystal antes de llevarlos frente a mí, les hizo un buen interrogatorio.
-¡¿Cómo que habeís perdido a Zelgadiss?! -Repetiría procurando controlar las ganas de gritar mirando a los tres con los ojos desencajados a causa de la sorpresa y el enojo.
-Pues... Lo que acabas de oir, me despisté un momento y Zelgadiss desapareció... -Le explicaría Pandora sin atreverse a mirar a Crystal a los ojos, con voz temblorosa.
Crystal se llevaría ambas manos a la cabeza, un fuerte nudo en se le iría formando en la garganta, dando vueltas por la zona en la que estaba plantada frente a los tres ayudantes y aprendices, angustiandose, antes de obligarles a contarme lo que acababan de contarle a ella, murmuraba:
-¿Y ahora qué hago? ¿Qué le digo yo al maestro Rezo? -
Los tres aguardaron callados a que les impusiese un severo castigo por esa falta al acabar Pandora, la más joven de los tres, de contarme lo sucedido en la ciudad y que Zelgadiss seguiría en la ciudad. Eris y Cliff me dejaron solo con ellos pues sentían que su presencia allí ya era innecesaria. No supé qué hacer con ellos. Cierto que merecían un castigo o como minimo una buena regañina por mí parte pues si se llevaban con ellos a Zelgadiss, yo les había advertido y pedido en innumerables ocasiones que se ocuparan bien de él y que no lo dejasen sólo pero como Pandora aún era joven y se mostraba tán culpable y arrepentida por su leve percance, meneando la cabeza, tán sólo les dije esto:
-Ahora lo más importante es encontrar a Zelgadiss. El castigo puede esperar. -
Los tres jovenes se mirarían aliviados pero Pandora todavía contenía las ganas de echarse a llorar. Entre hipidos me suplicaría ayudarme en la busqueda.
-¡Maestro Rezo, por favor, permitame ayudarle a encontrarle! -
Con una sonrisa comprensiva le respondí:
-Sólo un rato. Sólo guiame hasta el lugar en el cúal se perdió. -
Pandora asintió moviendo su cabeza con tanta rapidez que varios de los cabellos más largos que poseía por el lado izquierdo de su cabeza cayeron sobre su frente y parte de su mejilla izquierda emitiendo un siseo parecido al de la brisa mañanera. Marchamos hacía la ciudad sin tardanza dejando a Crystal como encargada de los demás aprendices y ayudantes residentes de la mansión. Ya había transcurrido gran parte de aquella mañana cuando llegamos al interior de la bulliciosa ciudad. Atravesamos las calles de piedra más principales con la intención de llegar hasta el centro sin demora pues aquella mañana en todo el centro de la ciudad se había disputado un importante torneo ofrecido por el señor de ésta en busca de sangre nueva para su guardía o sencillamente porque se encontraría muy aburrido. Fue por el motivo que fuese, en la amplia y rectangular plaza se colocarían los días anteriores las gradas en las cuales el señor acompañado por su familia y sus amistades más cercanas contemplarían el espectaculo sentados mientras la plebe lo haría de pie limitado por las gruesas e improvisadas verjas de madera, con guardias a diestro y siniestro por si sucedía algún intercado entre el publico más humilde, para celebrar ese torneo. Torneo en el cúal Parnassus como tantos otros jovenes de las poblaciones vecinas quisó probar su valía. Pandora y su buen amigo, a veces rival, el arquero y talentoso hechicero DiCallium irían a animarle en cuanto acabasen sus respectivas tareas como ya habían hecho en otras ocasiones pero con la inesperada unión de Zelgadiss.
-Fue aquí, mientras intentaba hacerme un hueco entre la gente. -Nos señalaría Pandora gritando entre la multitud que frecuentaba los puestos de comercio en aquel momento. Cliff y yo nos dirigimos hacía el lugar en el que Pandora se había parado. La voz de Pandora se alzaba furiosa sobre otra voz, una voz cuya dueña debía de ser una vendedora aviejada y sin ninguna clase de educación pues la mayoria de palabras que salían de su boca eran tán soeces que aún sin poder verla me ayudaron a hacerme una idea de su aspecto de muy encantadora. Cliff sería quien pondría un poco de orden entre ambas damas colocandose entre ellas con los brazos cruzados.
-¡Damas, calmense y cuentennos a qué se deben esos gritos! -Les exigió adoptando un aire disciplinario como si en vez de un joven aprendiz fuese un guardia. Tanto Pandora como la vendedora callarían fijando sus ojos en él. -Eso está mejor. Ahora, contadnos lo sucedido. -Añadió sin perder ese tono mandón.
-Resulta que he encontrado entre los ropajes que vende las ropas que llevaba Zelgadiss esta misma mañana. -Empezaría Pandora a explicarnos mientras colocaba las ropas a Cliff, el cúal reconoció con rapidez las prendas. -Le he preguntado qué como es que tiene esas ropas y la muy bruja no me ha querido responder. -Finalizaría vuelvo a adquirir su voz un deje de rabia.
-¿Es eso cierto Cliff? -Pregunté acercandome a él para acariciar el tejido del jersey de lana que Pandora le había entregado. Cliff me lo afirmó rotundo.
-Así es. El jersey de Zelgadiss era del mismo color y de la misma lana que lo es este jersey. -
No necesité saber más, dirigí mi rostro a donde me figuré estaba la grosera vendedora, la cúal al caer en la cuenta de quien era yo, cambió completamente de actitud. Al hacerle la misma pregunta, nos contaría todo lo que sabía y no quisó decirle a Pandora. A su sencillo puestecillo llegó un individuo todo encapuchado y cubierto por oscuras ropas y larga capa con guantes y botas recias de cuero que le dió desinteresadamente esos ropajes. Ella los aceptó sin desconfiar de aquel individuo pensando más en las ganancias que podría obtener de ellos pues parecían de bastante buena calidad.
-Eso es todo, su eminencia. -Concluyó y me pidió poder quedarse con las ropas. Yo se lo concedí, al fin y al cabo, no parecía esa clase de vendedores que sólo piensan en obtener más y más dinero sino una viuda que cargaba con una familia numerosa y el negocio de su difunto esposo como unico modo de dar a esa numerosa grupe de hijos alimento.
-Por cierto, ¿viste a algún niño con aquel individuo? -Quisé saber antes de que nos alejasemos de su puesto. Ella negando con la cabeza me daría un claro y entristecido no al pensar que aquellas ropas pertenecían a un niño desaparecido. En uno de los restaurantes que encontramos en la plaza mientras esperabamos a que nuestros platos fueran servidos, Cliff comentaría lo siguiente:
-Maldición, he intentado usar magía para encontrarlo pero nada, por más que me concentre, no logró ni siquiera atisbar el lugar en el que pueda estar. -
-Eso, seguramente sea porque se encuentra en un lugar en el cúal se haya realizado un hechizo de protección. -Puntualice yo arrugando la frente, cada vez más y más desanimado.
Ese razonamiento nos llevó a otro aún peor, Zelgadiss no se había perdido, se lo había llevado alguien, alguien que conocía y sabía utilizar la magía.


------------------------------------------------------------------------------------------

Abrir los ojos y atisbar la figura de tres desconocidos a lo lejos, iluminados por la única luz que había en aquel antro procedente de lo que parecía una vela colocada sobre un platito no fue muy agradable. Al despegar los ojos de esos tres para echar un ojo a mi alrededor, todo lo que lograría ver sería a mis compañeros entre sombras colocados a mi alrededor, atados al igual que lo estaba yo por fuertes nudos, de esos que te dejan feas señales por lo fuerte que han sido realizados. Mientras ellos comían y charlaban sentados con los brazos apoyados sobre la larga y vasta mesa de madera, yo empezaba a comprender que había sido secuestrado, cosa que me produjó un miedo tán intenso que mis ojos se humedecieron listos para lanzar una serie de lagrimas dificilmente contenibles. Apoyando lentamente la cabeza sobre la oscura pared de piedras iniformes lloré en silencio temiendo lo que podrían hacerme.
-¡Ey, creo que uno de los crios ya se ha despertado! -Exclamó uno de ellos, cuya voz no tenía nada que ver con la que pudiese tener un bandido, parecía más propia de un villano de cuento, de esos que son dibujados con apariencia ridícula en vez de aterradora.
-Perfecto. -Le respondería el que parecía el jefe. Su voz era suave y elegante, tanto que me recordó a la de Rezo pero tenía algo que me dejó confuso, no parecía la de un hombre. -Entonces ve y tapale los ojos de inmediato. -Ordenaría a continuación.
El tipo obedeció sin rechistar. Antes de levantarse y sacar lo que parecía un gran puñuelo de entre sus oscuras ropas cubrió su rostro de modo que no pudiese identificar sus rasgos faciales. Me quede mudo a medida que su figura se volvía más definida porque era un hombre de complexión corpulenta y fuerte como un arbol y bastante alto. Al notar sus dedos enguantados sujetar mi cara, me resistí alejandola con brusquedad, mi temor hacía la oscuridad volvió a mí con mayor fuerza.
-¡Vaya, vaya con el mocoso! -Diría él ejerciendo mayor fuerza sobre la mano que me tenía sujeto el rostro mientras con la otra me iba enrollando el pañuelo sobre los ojos, muy a mi pesar. -¡Parece ser que va a ser uno de los problematicos! -
-Mejor. Ya oiste sus preferencias. -Le replicó el jefe aún sentado desde la mesa y todos rieron.
¿Sus preferencias? ¿Las preferencias de quién? Eso no me sonó nada bien. Lo que conseguí por preguntar fue un buen puñetazo por parte de aquel bruto. Su respuesta no fue muy original que digamos.
-Ya lo sabrás a su debido momento -
Dolorido y con un temor que no paraba de crecer me quedé quietecito escuchando conteniendo el aliento como iba cubriendo los ojos con más pañuelos a los otros niños. A todo aquel que llorase o hiciese preguntas, le daba un puñetazo que lo dejaba tán indefenso y dolorido como a mí sobre el suelo. Por sus voces, pude decir que más o menos eran de mi edad pero a juzgar por el olor que algunos despedían, muchos de ellos serían mendigos o chiquillos abandonados. El grupo de chiquillos iría aumentando a lo largo del viaje que nos vimos forzados a realizar. No sé como, ninguno llegamos a saberlo, pero consiguieron hacerse con una carreta, una de esas viejas carretas de maderas en las que los granjeros colocan la paja y la trasportan de un lado a otro. No pasabamos mucho tiempo en el mismo sitio, nosotros siempre estabamos agrupados dentro de la carreta bajo un grueso mantón que nos ocultaba como si fuesemos bartulos para el viaje en vez de niños asustados. Desde nuestro escondrijo lo único que podiamos hacer era rezar, rezar al buen Ceiphied para seguir vivos pues las raciones de comida que recibiamos eran tán precarias, un pan que sólo disfrutarían los más fuertes y un botijo no muy grande medio lleno de agua.
-Incluso los presos comen mejor que nosotros. -Mascullaría uno de nosotros tán hambriento como furioso.
El propio jefe al oirle soltar esas palabras lo sacó de la carreta tirandolo al sucio suelo del camino mientras el otro iba extendiendo de nuevo el mantón sobre nosotros poco a poco desembainando su larga y afilada espada dijo obligando al chico a abrir la boca para que sacara bien fuera la lengua:
-Sólo por eso mereces morir de hambres crio desagradecido pero en vez de eso, te cortaré la lengua como escarmiento. -
¡Eso fue lo que hizo al instante de acabar de hablar! Sus compañeros contemplaron como la fina espada traspasaba el grueso tejido del que se componía su lengua separando el trozo de ésta que estaba más asomado empapado en la sangre del chico,
-¿Crees que a él le gustará que le hayas hecho eso? -Le preguntó el hombre con voz de villano patético pero con unos modos y un cuerpo muy apropiados para un bandido.
-Puede que no pero no me importa, el simplemente nos pagó para que fueramos encontrando y trayendole mocosos. -Le respondió tirando a un lado el trozo de lengua y posteriormente embainando su espada de nuevo al acercarse a sus compañeros. -Además si a él ya no le interesa, siempre podremos venderselo a un hechicero para sus experimentos. -
No eran vulgares bandidos, eran unos autenticos monstruos. Seguía pensando en un modo de escapar pero no me atrevía a poner en marcha las ideas que se me fueron ocurriendo, no quería llegar a cachitos a donde fuese que tuviesemos que llegar.

------------------------------------------------------------------------------------------

Ya habrían pasado muchos días desde que Zelgadiss desapareciese pero yo no cedería hasta encontrarlo y tenerlo de nuevo a mí lado. Si era necesario, incluso, usaría metodos poco ortodoxos, ¿no dicen que la causa justifica el fin? Adentrandome en el bosque llegue hasta Dilgear y sus hombres. Dilgear como bien lo fuera Gerom o Erik era mi as bajo la manga. Un individuo difícil de describir pues era mitad bestia mitad troll. Un bandido encantador, con una actitud arrogante y desafiante pero astuto y con la suficiente inteligencia y fama entre los suyos para caminar por el lado del camino que suele estar más oculto. La verdad es que no se sorprendió mucho al verme sentado en uno de los bancos de piedra esperandole.
-¿Qué quieres? -Preguntaría sin miramientos ni modales ni nada acercandose a mi cruzando sus peludos y musculosos brazos. Su voz era tán ronca y grave como la recordaba.
-¿Que qué quiero? Creo que es bastante obvio. Usan tus influencias en el bajo mundo y traeme a la banda de desalmados que han secuestrado a Zelgadiss. -Le respondí poniendome a su nivel, es decir, tratandole con la misma arrogancia y poca sutileza con la que él me trataba.
Dilgear debió de mirar a sus hombres haciendo alguna clase de mueca pues una serie de risas surgieron de la nada.
-Buscar mocosos malcriados no formaba parte del trato, Monje rojo. -
-¿Significa eso que no vas a aceptar este encargo? No creo que haga falta recordarte lo que pasará si no lo cumples. -
Dilgear, que aún recordaba el acuerdo que hicimos largo tiempo atrás, gruñó como un animal pero agachando la cabeza como un perrito arrepentido, replicó:
-Está bien, removeremos un poco la mierda pero según lo que vayamos sacando, quiero que nos des una buena recompensa. -
Eso me pareció gracioso.
-¿Cómo es posible que en lo único que pienses sea en dinero? Dilgear, ¿no te parece más grato la satisfacción que te producirá hacer algo bueno por una vez? -Bromeé.
-Bueno, en realidad, pienso en muchas otras cosas. -Admitió Dilgear rascandose la cabeza. El rozar del cuero de sus guantes sobre su espeso pelaje hacía un ruidito divertido. Alce una ceja interesado. -Cosas como en follar, matar y beber. -
El vitoreo y los silbidos que empezaron a echar sus hombres fue ensordecedor. ¿Pero qué se podía esperar de una gente como esa? Dilgear se pavoneó caminando hacía sus hombres con ambos brazos extendidos. En eso momento sentí un gran deseo de lanzarle un buena bola de fuego que le corrigiese esa parte de su caracter tán marcada. En vez de eso, tomé mi bacúlo de metal y con un golpe seco al suelo los silencié.
-Eso ha sido bastante innecesario por tu parte Dilgear. Ahora ve y haced lo que te he comentado si no quieres acabar ahorcado en mitad del bosque. -
Dilgear se pusó a ello acompañado por los pocos hombres que de verdad merecían la pena entre todos los que le seguían. El hombre pez, Nonsa, se molestó un poco al no ser escogido pero no dió replica alguna, sabía que nunca sería escogido para esa clase de misiones. A medida que sus pasos se acercaban a una de las estancias, pasos que sonaban como los que bien pudiese realizar un pato o alguien con los pies descalzos y mojados, se me ocurrió darle un proposito que sólo él podría hacer. Lo cúal lo animaría mucho porque se consideraría a si mismo valioso o especial.


------------------------------------------------------------------------------------------

Algunos de los niños murieron, los de condición más debíl o de menor edad. Sus cuerpos eran quemados antes de que empezasen a corromperse dejando un olor a carne quemada insoportable que se expandía por el aire. Yo me esmeraba por recordar lo que Rezo me había ido enseñando o diciendo porque verdaderamente era gracias a sus palabras que iba sobrellevando ese infierno pero llegada la noche, la fria noche al raso, sólo cubierto por las ropas que no eran mis ropas y el grueso pero deshilachado mantón, me fortaleza se desvanecía y volvía a comportarme como lo que era, un chiquillo lejos, muy lejos de sus seres más queridos. En lo único que pensaba, lo cúal me animaba mucho a seguir adelante, era en que Rezo le daría su merecido a esa dama con corazón de hielo, frio y azul como sus ojos. Sí, fue una pequeña sorpresa pero en efecto era una mujer, el jefe, el más poderoso e implacable de los bandidos, era una mujer. ¡Encima, una mujer bellísima! No recuerdo su nombre pero si puedo definirla, sólo cuando se exhibía por los pueblos conmigo toda vestida como una buena sacerdotisa en vez de como un bandido, podías comprobar que poseía una figura esbelta y muy femenina, con senos de buen tamaño pero lo que más me fascinó de ella fueron sus largos y ondulantes cabellos de un rojo que no parecía natural pero que lo era cuando el sol posaba sobre ellos su luz. Diambulabamos por las poblaciones en busca de otros chiquillos, pues cuantos más capturasen, mayor sería el pago. Con los pies doloridos y entumecidos caminaba tomado de su mano sin poder quitar mis ojos de ella, que sonreía interpretando su papel a la perfección. Nada más divisarlos, nos dirigiamos hacía ellos y la función comenzaba.
-¿Te has perdido? -Preguntaba ella con su suave voz arrugando la frente para que se dibujase en su rostro una expresión de ternura o compasión hacía el pequeño. Muchos asentían y ella les hacía esta vana promesa. -Ven con nosotros, juntos encontraremos a tu madre. Él también se ha perdido pero pronto encontrará a su madre. -Añadía cuando fijaban sus ojitos sobre mí. A otros al haber sido abandonados o sin familia a la que ser devueltos les proponía ir con ella porque ella les llevaría a un buen lugar. ¡Mentira!
La cosa se complicó cuando llegó el momento de entregarnos a otro individuo. Uno cuya maestría con la espada y dotes de mando nos parecieron espectaculares, maravillosas, muy a respetar pero que había sido enviado por aquel que tanto interés tenía en nosotros y del cúal no conociamos ni el nombre. Por lo visto se había pactado que sería él quien nos llevaría hasta el castillo en el que residía ese señor tán misterioso. Apenas con un agíl y sonoro salto bajaría de su caballo. Todos contendriamos la respiración a medida que iba hacía nosotros y los bandidos mientras el hermoso caballo de negras crines como el carbón y un robusto cuerpo de un negro de tonalidad más intensa que sus crines, ensillado y listo para trotar con tán sólo un gesto de su dueño. Todos alzamos nuestras cabezas asombrados. En sus ojos no se podía encontrar otra cosa más que una ferrea lealtad y vigor pero si te fijas con mayor atención también había algo de tristeza. Unos ojos de un color azul oscuro como el mar en día de tormenta, reflejando un cielo que oscurece el agua en toda se extensión. Parandose, nos examinaría antes de escoger unos cuantos, los que él consideró apropiados para su señor. Al colocar sus ojos sobre mí con gesto pensativo diría lo que cambiaría las cosas.
-Mmm este joven me recuerda mucho a alguien... Alguien importante... -
Al retirar el largo mechón que caía ocultando parte del lado izquierdo de mi rostro con algunos dedos, la imagen de aquel hombre tán importante se hizo más evidente para él pues con una sonrisita lo haría saber tál que así:
-Al eminente Monje Rojo... -
A lo cúal los bandidos gritaron:
-¡Imposible! -
Y los tres se aproximaron a mí creandose así un circulo que me separó unos instante del resto de chiquillos. Cuando los tres se convencieron de que mi parecido fisíco con Rezo era más que notable, exigieron mayor cantidad de monedas de oro por mí.
-¿Y sí fue por esto por lo que lo investigaron? -Soltó uno de los hombres. -Dicen que los sacerdotes no deben tener hijos... -
-Lo dudo. -Le interrumpió ella. -En algunas ordenes si se les permite formar familia. De todos modos, sea o no sea su hijo, podríamos sacarle el doble de pasta si le hacemos creer eso. -Le explicaría a sus compañeros demostrando que era la única en usar la cabeza.
El caballero se llevó a algunos chiquillos con él pero prometío regresar por mí trás comentarle a su señor la subida de precio con respecto a mí persona. Poco a poco fuí entendiendo lo que significaba ser familiar de Rezo, el eminente Monje rojo. De ese modo me convertí en la gallina de los huevos de oro, el chiquillo más preciado del disminuido grupo. Los tratos que recibiría a partir de ese momento, se irían suavizando pero seguiría siendo tratado como un becerro al que hay que vender. Ellos comenzarían a hablar mal de él o a sugerir cosas que no me gustarían y que para colmo, me enojarían mucho. Como si ella sí supiese como eran realmente, algo que me era inaudito porque ella no vivía con él. Lo que traería una oportunidad de huir que aproveché. Fue una noche en la que pudimos dormir bajo techo, en una pequeña aldea, muy pequeña, que debió de ser atacada por bandidos hacía muchos años porque no había ni un alma. Entrando en una de las pocas viviendas menos destruidas pues muchos bandidos tenían costumbre de ir incendiandolo todo a su paso, una vez robadas todas las pertenencias de los pobres aldeanos asesinados tomariamos nuestra misera cena sentados sobre el suelo, todos bien juntitos como un grupo de ovejas mientras ella y los otros cenaban a la mesa unos alimentos calientes que rezumaban un olor que llenaba toda la habitación que sólo nos ayudaba a que nuestras tripas gruñesen con mayor insistencia, retorciendonos en el suelo con las manos sobre el estomago. Los lloriqueos de algunos fastidiaban al bandido que nos ponía y que sólo a mí me quitaba de vez en cuando los pañuelos sobre los ojos, que dando un golpe a la cascada mesa de madera, nos gritó con la boca aún llena de carne a medio masticar:
-¡Dejad de lloriquear como bebes y dormios de una jodida vez! ¡Así no hay quién coma tranquilo! -
Pero lo único que consiguió fue que los lloriqueos se tornaran en llantos más agudos e incontrolables. Golpeando la mesa de nuevo con el puño apretado lanzó otro grito trás dar un largo trago a su petaca forrada de piel, llena de alcohol machaca pancreas, poniendose en pie:
-¡Cerrad el jodido pico o iré y os lo cerraré yo mismo! -
-¡Y pensar que me dijeron que querías tener familia! Ya se ve lo buen padre que eres. -Se mofaría la señorita pelirroja esbozando una sonrisa maliciosa sentada a su lado con una pierna sobre la otra mientras sostenía en una mano una taza de té resquebrajada por algunas partes. Su compañero se quedó de pie durante un momento bastante largo observandola antes de replicarle cualquier cosa. La luz de la luna a través de la única ventana que había a su derecha acentuaba sus bonitos rasgos dandole un aspecto casi irreal como de hada o ninfa del bosque. Muy serio, frunciendo el ceño, le respondería:
-Pues no mentían. Cuando era joven me enamore de una dama tán hermosa y embrujadora como tú pero nunca pudimos casarnos, unas altas fiebres me la arrebataron y a los hijos que podriamos haber tenido. -
A medida que lo fue contando su voz no me pareció tán ridícula o patética, se volvió ensombrecida y melancolica como debía de ser la voz de un verdadero villano.
-Lo acabé mandando todo al diablo pues nunca encontré consuelo alguno en ningún templo ni en boca de ningún sabio o erudito. Haciendo los trabajos más sucios como este. -Finalizó.
Su anécdota nos atrapó y sin que nos dieramos cuenta fuimos cayendo dormidos uno a uno excepto yo, que deseaba escucharles un rato más. Entonces le llegó el turno a ella de compartir algo durante aquel apacible momento que les había ido envolviendo.
-¿Sabes? Mi padre siempre odia al Monje Rojo porque su abuelo se encargó de inculcarselo desde bien pequeño a golpes. Mi abuelo estaba muy enamorado de una joven muy hermosa que estuvo un tiempo en el mismo hospicio en el que él fue llevado trás una dura batalla... -
Lo que estaba llegando a mis oidos no podía ser verdad, no podía creer que Rezo, que el hombre que me había cuidado y querido desde que tenía uso de razón, mi abuelo según Pandora, fuese esa clase de hombre. La clase de hombre que dejaría embarazada a una joven y no se responsabilizaría de ella ni el niño en común con ella. No pude controlar el grito de disgusto que salió de mi boca. Los tres bandidos miraría hacía donde yo estaba.
-¡Eso que dices es mentira! -Fue lo que grité repetidas veces, cada vez, más enfurecido, negandome a creerla, aún siendo posible que fuese algo que si sucedió.
-¿Eso crees? ¿Estás seguro pequeño? El amor suele nublar nuestras impresiones sobre una persona. -Fue lo que dijo ella levantandose de la vieja silla de madera en la que estaba sentada con voz desafiante pero tranquila.
-¡Si! -Exclamé gritando más fuerte sin tener en cuenta a los otros chicos, que se despertaron por culpa de mis gritos sobresaltados y añadí. -¡Si que lo creo! ¡Son perversas mentiras porque tanto tu familia como tu odiais a Rezo! -
Caminando hacía mí resonando sobre el suelo sus gruesas botas de cuero continuó soltando barbaridades sobre Rezo.
-¡Cierto! Pero gracias a eso vimos lo que los demás no son capaces de ver. Creeme, pequeño, tú Rezo ha hecho muchas cosas buenas pero también ha hecho varias muy malas como la creación de quimeras. Seguramente las use para sus egoistas fines... -
-¡Basta! ¡Deja de decir esas cosas! -Insistí cabreado y desesperado intentando ponerme en pie. Me costó un buen rato pero cuando lo conseguí habiendo concentrado mi creciente furia en algo que me permitiese hacerla callar, añadiría tres palabras cargadas de magía. -¡O tendré que hacerte callar! ¡Flechas de fuego! -
El espacio que nos separaba se cargó de calor, un calor que adquiriría una forma muy extraña como una fina llama roja que iluminaría toda la vivienda pero con las manos atadas no pude dirigirla hacía ella y esa fina llamarada caería creando una pequeña fogata entre nosotros. Ya que estaba de pie, lo único que podía hacer e hice fue correr hacía la única salida en toda la casa.
-¡Quiero a ese crio de vuelta inmediatamente! -La oí ordenar a los bandidos que iban con ella.
Corriendo todo lo rapido que mis entumecidas piernas por culpa del largo viaje sentado de mala manera en la carreta me dejaban, sin mirar hacía atrás, rezando para no chocar contra nada o para no caerme de bruces a mitad del camino, sin rumbo fijo, iba hacía delante alejandome del par de zancadas que daban mis opresores no muy lejos de mí. Acariado por el viento que iba y venía entre los arboles con los brazos flexionados y las palmas de las manos muy juntas, maldecía mi suerte, con las manos atadas me sería difícil realizar los pocos hechizos que conocía como el de levitar. Mi cabeza se llenaba de mil pensamientos que se entrelazaban creando más pensamientos enrevesados. Rezo visitaba a mucha gente que vivía en hospicios y aunque se preocupaba más de atender a los enfermos, siempre tenía unas bonitas palabras de consuelo para jovenes madres o para prostitutas recien liberadas de esa denigrante profesión pero eso no quería significar que tuviese algo en común con ellas. Lo que aquella maquiavelica y hermosa bruja, porque cada vez estaba más convencido de que sólo una bruja podría decir esas cosas, había dicho era producto de su odio porque cuando la gente se llena de odio suelta cosas muy feas e hirientes de la persona a la que odian. Eso me explicó Rezo un día que me encontró llorando porque unos jovenes aldeanos se habían metido conmigo. En eso estaba pensando cuando de entre las sombras surgió aquel magnifico caballo negro, igual de negro que el mismísimo cielo, sólo acompañado por la azulada luz de la plateada luna y en él iba montado con grandeza, todo erguido, el caballero que me comparó con Rezo. El gritó que dí al caer al suelo de espaldas fue tremendo pero no fue nada en comparación con el sonido que surgió del caballo.

------------------------------------------------------------------------------------------

-Traigo buenas y malas noticias. -Le susurraría al oido uno de los hombres en los que Dilgear más confiaba.
-¿En serio?... Entiendo... ¡No jodas!... Bueno, buen trabajo de todos modos. -Iría exclamando el hombre bestia al ir recibiendo ambas noticias sentado frente a mí.
Antes de que el hombre se marchase volviendo a sus asuntos, Dilgear le haría saber algo al oido. Cruzandome de brazos, dije:
-Secretitos en reunión es de muy mala educación. Lo que tengais que hablar, que sea en voz alta. -
Entonces los susurros cesaron. El bandido se aclararía la garganta y diría con voz bien clara y enfatica:
-Tiene toda la razón, señor Rezo, al fin y al cabo, esto le concierne a Ud más que a nosotros. -
-Será la costumbre. -Apostilló Dilgear con guasa y pasandole el brazo a su compañero le ordenaría contar lo que había descubierto de nuevo pero en voz alta.
-Bien, dando una vuelta por ahi me he enterado de que hace poco han empezado a haber una serie de desapariciones de niños por la zona pero lo más curioso es que esos crios desaparecidos son bastante parecidos fisícamente y lo mejor de todo, los niños no han aparecido muertos por ninguna parte ni han sido exhibidos en el mercado negro. -
-Eso no tiene sentido. -Pensé en voz alta aliviado pero todavía sintiendo bastante inquietud. -¿Qué clase de delincuente secuestraría entonces a un chiquillo sin intención de sacar dinero de él en el mercado negro? -
-No debe de ser un bandido como la mayoria... -Suspiró Dilgear antes de adentrarse a la parte del campamento que usan como comedor y sala de reunión con el otro bandido detrás suyo. Habría que seguir investigando. Si algunos niños secuestrados tenían familia, los padres habrían hecho alguna mención a los guardias de la ciudad pensé. Una vez más, en el centro de la ciudad más cercana, acompañado por Cliff, ayudante y aprendiz cuyo nivel de lectura superaba al de los demás igualandose con el de Eris o con el de Crystal, cruzariamos la plaza para llegar hasta el cuartel de la guardia. Edificio no muy grande en el que no seriamos los unicos en mencionar las desapariciones. El general desde su mesa de lisa y barnizada madera de excelente calidad pondría orden golpeando la superficie de ésta varias veces, pidiendo a gritos, calma y paciencia.
-¡Mis hombres hacen todo lo que esta en su mano por encontrar a sus hijos pero sin una pequeña pista lo tienen muy difícil! -
En su voz quebrada de tanto gritar se podía percibir el cansancio y el esfuerzo que estaban poniendo en ello pero para ese grupo de padres no era suficiente, sin olvidar decir, que desde hacía poco, el grupo había crecido complicando el poder atender sus demandas. Cuando alzó la vista y dislumbró mis rojos ropajes, saldría de detrás de su mesa casi de un salto y apartando varias parejas, se plantó frente a mí y a Cliff.
-¡Ceiphied ha escuchado mis suplicas! Ayudeme a tranquilizar a esta manada de padres enloquecidos y yo personalmente atenderé su problema. -Me rogaría. Según Cliff sólo le faltó ponerse de rodillas con las manos juntas. Me gustó como sonó su oferta pero tuve que rechazarla, colocando una mano sobre su hombro izquierdo cubierto al igual que el otro y el resto de su torso de un jersey de cuero sobre una cato de malla sólo apreciable bajo entre las mangas y los guantes que llevaba puestos, arrugando la frente le dije:
-Agradezco mucho tu oferta pero lo que ahora importa es ayudar a estos desmoralizados padres. ¿Cuántos niños han desaparecido ya? -
-Durante este mes creo que bastantes, unos diez, que hayamos tenido constancia. -Me contestó resoplando pasandose el dorso de la mano por la frente. El uniforme debía de ser bastante pesado pero no creo que fuese eso lo que le agobiase, estaba siendo una jornada dura para él y sus hombres. Saliendo a la entrada acompañado por Cliff y por el propio general, se me ocurrió hacerle esta pequeña mención:
-¿De entre todos los bandidos que conoces procedentes de esta zona, cúantos suelen ir con ropajes oscuros? -
El hombre no sabría que responder. Con gesto taciturno y pensativo regresaría hacía el interior del cuartel y al instante volvería con una respuesta que sería un gran paso para saber dónde o cómo llevar la busqueda nuevamente.
-Según nuestros informes, ninguno pero el guardaespaldas del hermano de nuestro señor va muy de oscuro en un caballo más negro que la noche. -

------------------------------------------------------------------------------------------

La señorita pelirroja usó varios hechizos de lo que parecía magía negra contra el caballero dejandoló tán desprotegido como asustado. La señorita pelirroja era tán buena como Pandora, me dejó con la boca y los ojos abiertos.
-¡Antes de morir admite que eres un traidor y que no tenías intención alguna de llevar ante tu señor a los chiquillos! -Le recomendó sujetando su espada de nuevo con ambas manos apuntando al caballero, que había caido del caballo cuando éste salió trotando despavorido al segundo hechizo lanzado. Con el rostro ensangrentado por el golpe que le propinó el caballo antes de huir por el bosque, su clara piel se tiñó de un rojo que descendía por su frente hasta su cuello como un rio carmesí que no paraba de fluir, el caballero le sostendría la mirada y respondería:
-¡Jamás! ¡Ya iba siendo hora de que alguien le detuviese! ¡Su propio hermano me mandó hacerme pasar por su guardaespaldas para vigilarle! -
-¡¿Entonces le hiciste saber nuestra oferta a tu señor o no?! -Preguntaría antes de insertar su espada sobre el pecho del caballero de ropajes azul marino. Su espada brillaría roja como si estuviese poseída por un ente maligno y traspasaría las ropas e incluso la cota de malla quedandose clavada más allá de su piel, dañando mortalmente su corazón. De su boca iría saliendo un chorrillo de saliva que se volvería tán rojo como la sangre recorriendo y manchando su mentón y parte de su cuello. Lloré al verme alejado de él por uno de los rufianes que la seguian. El idiota, tán grande y fornido como un troll e igual de alto y feo porque el otro estaba herido.
-Muchachos, llevemosle los crios que tenemos nosotros mismos y exijamosle un extra por nuestro pequeño hechicero. -Mandaría a los hombres guardando su espada, cuyo fulgor rojo menguaría dejando sólo el color de la sangre esparcida como prueba de su uso aquella mañana.


------------------------------------------------------------------------------------------

Bastante lejos, en el siguiente tramo de bosque que se podía encontrar al salir de la ciudad, cerca de otra ciudad, fue encontrado el cuerpo sin vida del guardaespaldas del hermano del señor de la ciudad en la que acababamos de estar. La noticia creó gran conmoción pues se decía de él que siempre fue un fiel y noble caballero, de increible talento con la espada y uno de los mejores amigos de ese señor. Todos los murmullos y comentados eran para él. El general de la guardia sería quien nos confirmaría las habladurias. Lo que me sorprendería fue que decidiese venir en persona a transmitirmelo. Parnassus le guiaría hasta la mansión al verlo en mitad del bosque sobre su equino girando la cabeza hacía todas direcciones mientras se rascaba la cabeza con los ojos entrecerrados. Si Parnassus no tenía ninguna tarea pendiente o se había cansado de asumilar complejos conocimientos magicos solía pasear por el bosque acompañado tan sólo por su espada, objeto que parecía querer más que nada en el mundo pero que no se podía comparar con Pandora, su hermana, la única joven que le tenía loquito de tanto que la quería y lo poco que la entendía. Un arma de hoja gruesa y muy magullada que aún resistía con entereza los golpes de otras armas y mango elaborado con resistente piel de dragón, arma que perteneció a su padre y portaba con aprecio y arrojo. Al principio Parnassus se le quedaría mirando desde una distancia prudente pero al convencerse de que no era un mercenario, se aproximaría lentamente a él saliendo de entre los arboles en los que se había ocultado receloso. A medida que caminaría hacía él, la indumentaria del hombre confirmaría a Parnassus la identidad del desconocido.
-¿Qué hace por aquí el general de la guardia del señor Blackwood? -Querría saber parandose a pocos pasos de él con las manos puestas sobre las caderas.
-Pues me dirigía a la residencia de su eminencia el Monje Rojo... Pero me he perdido. -Respondería avergonzado el general mostrando una sonrisa forzada.
Parnassus le dedicaría una mirada de desconfianza pero acabaría llevandole hasta la mansión. Sentado con los ojos inevitablemente cerrados imaginaba con una vaga sonrisa el paisaje que se podía ver desde la ventana, entornada para que al menos pudiese escuchar el canto de los pajaros aquella solitaria mañana hasta que Crystal cruzó el amplio salón y la cerró aunque antes espantó a los pajarillos que se habían posado sobre el alfeizer.
-¿Por qué has hecho eso? -Pregunte al oir como el canto de los pajaros fue cambiado por el sonido de cristales entrechocaban al ser juntados seguidos del seco sonido que produjó el cerrojo cerrandose.
-Es obvio. No pienso permitir que te pases todo el tiempo así y que se cuelen todas las alimañas del bosque. -
-Sólo eran unos pajarillos... -Protesté incorporandome un poco, variando de postura en el sillón de madera bien pulida recubierto de suave piel. Ella siguió en pie mirandome como una madre que observa a su hijo con resignación pues suspirando añadió:
-Además, Parnassus ha traido a alguien que preguntaba por Ud. -
Una expresión de perplejidad aparecería en mi rostro.
-¿Y crees qué es un individuo que merezca todo mi interés? -
-¡Maestro Rezo! -Exclamó sin ser capaz de reprimir su fuerte caracter más. -¡Sea quien sea ha venido expresamente a verle! Lo minimo que debería hacer es encontrarse con él y agradecerle el haber venido, digo yo... -Me reprendería como una autentica madre.
Si mis ojos hubiesen podido abrirse, los hubiese puesto en blanco antes de levantarme de mala gana. En mitad de la amplia entrada Parnassus y el general de la guardia esperaban mi llegada. Parnassus descruzaría sus brazos y con una educación que dejó admirado al general, me pidió poder retomar sus asuntos.
-Maestro Rezo, si me lo permite, me gustaría ir a la ciudad. -
-Te lo concedo pero regresa antes de medio dia o te quedarás sin comer. -Le recordé.
-Entendido. No me retrasaré. -Asintió él y sus pasos se acallaron trás un portazo.
Acomodado en una silla alta de madera me iría contando lo que uno de sus hombres le había comunicado por carta aquella misma noche, al encontrar una paloma aturdida bajo una ventana en su propia residencia. La pobre ululaba moviendo la cabecita y las alas con movimeintos rapidos y repetidos, en una de sus patas estaba enrollada la pequeña nota en la cúal con pocas palabras su hombre le hacía saber unos hechos perturbadores. El único sospecho que tenía había sido brutalmente asesinado y abandonado en mitad del siguiente bosque hermano de este en el que yo y mis aprendices viviamos.
-¡Maldita sea! ¡Ahora seguimos igual que antes! -Se condenaba el general dandose golpes en la parte superior de la pierna derecha apretando los dientes. -¡¿Así cómo encontraremos a los niños?! -
-Mi buen general, no desespere, si me lleva hasta él, le aseguro que los niños serán encontrados. -Le aseguré tranquilizandole y animandole a no abandonar o al menos, si lo hacía, que me dejase vía libre pues yo, yo, usaría todos los medios de los que disponía para encontrar a los niños, entre ellos, especialmente, a Zelgadiss. El general pestañearía y alzando la cabeza diría:
-¿Ud cree? Pero, ¿qué hará con él? Ya está muerto... -
-Si me lleva hasta él, ya lo verá. -Le contesté con una sonrisa que pretendía ser traviesa.
El general ladearía su cabeza, seguramente arrugando la frente un tanto confuso pero emitiendo una leve risita aceptaría, pues bien era sabido en las aldeas cercanas y en la ciudad cúan prodigioso podía llegar a ser. Durante el viaje mis pensamientos eran para Zelgadiss, temía lo que aquel hombre pudiese confesar, ¿seguría mi niño con vida? A cada año que pasaba se volvía más contestón e inquieto, incapaz de guardar sus pensamientos y más activo de lo a veces me hubiese gustado. Un niñito la mar de revoltoso pero inteligente y muy imaginativo, muy apasionado en todo. Rogué al dios dragón Ceiphied que ese pequeño granuja siguiese vivo. Comimos y dormimos arropados por la naturaleza como bandidos pero era más asequible y rapido que entrar en las poblaciones en busca de hospedaje y alimentabamos al caballo del general con la hierba desigual que encontrabamos por algunas partes del camino. Llegamos exhaustos pero viajar siempre fatiga, sobretodo si vas a pie. Era ya atardecido cuando llegamos al lugar del crimen. Allí en mitad del bosque, rodeados por arboles de diversos tamaños erguidos de difentes modos, se podía sentir el silencio y los restos de un crimen acontecido días atrás pero el cadaver no estaba por ningún lado.
-¿Aquí fue encontrado? -
-Sí, a pocos pasos de una pequeña aldea abandonada. -Me confirmó el general sosteniendo la única fuente de luz que él poseía, un grueso palo cuya punta había sido incendiada a proposito. -Al parecer quienes le encontraron lo quitaron de ahí. -
-No me cabe duda. Las bestias del bosque habrían dejado algunos restos. -Admitir al oir su hipótesis.
Permanecí un buen rato en silencio. Tratando de pensar en qué hacer, hasta el momento el contacto con muertos que había practicado había sido en parte gracias al contacto con sus restos fisícos pero nunca, hasta ese momento, me había atrevido a realizar una conexión más compleja como aquella, tán sólo con la esencia o con un rastro de ese individuo tán limitado como su sangre seca. Entrar en el plano astral no era fácil pero no me parecía adecuado realizar necromancia rodeado de pueblerinos ignorantes y temerosos. Los necromantes no gozaban de muy buena fama y los más jovenes daban más problemas que soluciones.

------------------------------------------------------------------------------------------

Los muros que limitaban los terrenos y el castillo de aquel señor eran tán altos, gruesos y de un gris tán azulado que no parecían de piedra, parecían dos largos y enormes bloques de hielo. Me quedé un buen rato contemplandolos mientras ella, nuestra secuestradora hablaba con los guardias que custodiaban la única entrada, dos puertas enormes que debían de abrirse con alguna clase de mecanismo por detrás o mediante magía pues uno de los guardias al rato lanzó un atronador grito mirando hacía atrás y las puertas empezaron a abrirse lentamente permitiendonos el paso. Con agitar la mano un poco el bandido grandote y feo me cogió entre sus manos y alzandome sobre su hombro derecho echó a andar hacía donde los guardias y la señorita pelirroja estaban. El otro bandido también se pusó en marcha dando un fuerte tirón a la cuerda que agrupaba a los otros chicos, ya sólo eran cuatro. El terreno que rodeaba el castillo y en el cúal se podían observar desde lejos algunos grupos de viviendas eran preciosos, tán verdes y tupidos que parecía a la lejania unas largas alfombras separadas por algunas lineas de color marrón tirando a amarillento. Mucho bosque, toda esa zona al igual que la zona por la que vivía estaban rodeadas de bosques, al ir descendiendo la alfombra verde adquería esa forma. Muchos arboles por la derecha que estaban tán juntos que apenas había espacio y muchos arboles por la izquerda del camino. Eso iba viendo trás de mí mientras pataleaba inquieto y malhumorado sobre el pecho cubierto de un fuerte pelo del gigantón. Ahora, con los ojos descubiertos, podía comprobar que los unicos vestidos eran ella y el otro bandido, bueno, totalmente vestidos. Este tipo sólo llevaba unos pantalones de cuero rojo oscuro que le quedaban bastante estrechos y unas botas recubiertas de lana o algún tejido parecido. Sus muñecas estaban tapadas por unas muñequeras también de cuero. El camino era bastante largo, estaba a punto de quedarme dormido, vencido, abandonando la idea de volver a ver a Rezo y a sus ayudantes y aprendices cuando una voz, una dulce y melodiosa voz, que me resultaba vagamente familiar, me haría abrir los ojos y girar dolorosamente la cabeza todo lo que pude. Lo que logré ver fue la figura de un hombre todo vestido de rojo, un rojo de viva tonalidad y otro tipo también envuelto por mantos de rojo color pero ni la mitad de brillantes que los de aquel hombre. Mis ojos brillaron y una gran sonrisa se dibujó en mi cara. ¡Rezo me había encontrado! Tanto la señorita pelirroja como el bandido se quedarían atonitos ante él cuando se retiró la capucha dejando todo su rostro al descubierto. La sonrisa que tenía me pareció de las más bonitas que Rezo pudiese esbozar. En ella se atisbaba algo que me gustó, era como las sonrisas que te dedicaba antes de derrotarte jugando al ajedrez.
-Podemos hacer esto por las buenas o por las muy buenas. -Les ofreció sin perder la sonrisa, con una calma total, extendiendo los brazos. -Escoged bien. -Se permitió el lujo de aconsejarles al instante siguiente.
La señorita pelirroja dió un paso hacía delante con ojos brillantes de soberbia.
-¿Y si no quiero escoger, qué harás, Monje Rojo? -Le retó llevandose las manos a la espada semioculta bajo su larga y oscura capa.
-Entonces no tendré otra opción más que la de detenerte personalmente. -Le respondió Rezo con su calmada y amable voz, voz cargada de intenciones como si ya hubiese previsto que ella no iría a colaborar. Cuando volví a girar la cabeza, Rezo usaría su bacúlo plateado emitiendo un breve pero inolvidable tintineo de las anillas matalicas que estaban colocadas unas sobre otras. Sentí que mis ojos pesaban y que una sensación de modorra crecía en mí, pero yo no sería el único en sentirla, los otros chiquillos también caerían llevados por ese extraño pero placentero sueño.


------------------------------------------------------------------------------------------

-Un hechizo de sueño. ¡Qué astuto! Pero no me ha afectado. -Me diría la hechicera y principal culpable de las desapariciones con voz burlona.
-Es que ese hechizo no iba para tí ni para los tuyos. -Le informé sin perder una pizca de calma. -No me parecía muy correcto que los niños os viesen morir. Le prometí a alguien un poco de diversión. -Añadí girando un poco la cara hacía la derecha, dónde debía seguir Dilgear silenciosamente expectante y todo encapuchado.
-¡Espera un momento! -Gritaría otro bandido con una voz muy particular. -¡Si eres el eminente Monje Rojo, el santo, no te atreverás a matarnos! -
¡Ya estabamos! Me gustaba que la buena gente, la gente sencilla o la gente abandonada y desemparada del mundo me viese con tán buenos ojos pero que unos mercenarios que iban a alimentar los malsanos apetitos de un monstruo sólo porque les pagase una buena cantidad de monedas de oro utilizaran eso para salvar sus miserables vidas me hacía hervir la sangre en las venas pero suspirando, contuve la ira y tratando de ver algo bueno, aunque sólo fuese en él, les recorde mi oferta, la oferta que la hechicera no aceptaría.
-Me agrada que pienses así de mi pero me temo que no habeis elegido correctamente. Claro que, si aceptais ser entregados a la guardia del señor Blackwood, el menor, sería la justicia la que decidiese que hacer con vosotros. -
-¡Oh venga, menos chachara y más acción! ¡Tú sabes tán bien como yo que no se van a entregar por las buenas! -Soltaría Dilgear deshaciendose del mantón rojo que lo cubría practicamente por entero, ocultando hasta el momento también su rostro de bestía parda.
-Tranquilo, tu muerte será la más indolora. -Le prometí aunque empece a pensar que aquel hombre habría tenido algo de bondad mucho tiempo atrás. Quizás por eso, sólo por eso, le prometí una muerte rapida y limpia.
Dilgear iría desembainando su arma pasando su larga lengua de animal por sus dientes deseoso cada vez más de darle uso. El sonido que surgía de esta al ir siendo mostrada era como un chillido suplicante hacía su amo de probar sangre humana. La hechicera lo tuvo claro también pues sacaría su espada sin más preambulos dispuesta a cortarme la cabeza en cuanto se quitase de en medio a Dilgear, cosa difícil, ya que era mitad troll. Dilgear caminó colocandose frente a ella diciendo:
-¡No me lo puedo creer! ¡Con esta ya serán dos hermosas zorras pelirrojas las que mate! -
Pero no había fastidio en su grave y cavernosa voz sino emoción.
-¡Kassal entreguemonos, no podrás vencerle, no es como los humanos! -Le advirtiría el bandido dispuesto a enfrentarse a Dilgear para protegerla pero ella se negó enojada:
-¡¿Crees que no lo sé?! ¡Pero no pienso entregarme, si he de morir, moriré enfrentandome al Monje Rojo! -
A continuación realizaría un hechizo sobre la espada, reconocí de inmediato las palabras de poder que gritaría apuntando a Dilgear con la espada.
-¡Astral Vine! -
Era asombroso escucharles batir sus armas, las cuales aullaban ferozmente al chocar el hierro de sus hojas, una, dos, tres, varias veces y entre medias, unos comentarios de todo tipo iban y venían de sus bocas. Dilgear aprovechaba los momentos que la hechicera empleaba en realizar algún hechizo contra él para que los posibles pero finos cortes se fuesen cerrando esparcidos por sus brazos o su torso cubierto por una sencilla camisa adquerida a su cuerpo por un simple cinturón. La sangre proveniente de los cortes de ella caían al suelo como gotas de rocio sobre las hojas, realizando lineas dispares en el suelo. Con todos los hechizos neutralizados con un sólo golpe de mi bastón y perdiendo una cantidad seria de sangre, la hechicera no tenía muchas posibilidades de vencer. Eso era un hecho evidente para todos pero su orgullo le impedía rendirse, moriría peleando, como una auntentica fiera. Dilgear disfrutaba como un chiquillo del combate povoneandose y burlandose de ella, lo que acentuaba su odio hacía mí. En aquel momento vinó a mí algo de muy lejos, muy atrás en el tiempo, ¿y sí era la hija o la nieta o la bisnieta de alguien que me odiase o simplemente, de alguien a quien no complaciera debidamente? Antes de morir, daría una orden, una orden simple y desesperada, desgarradora para mí, que le daría la victoria al bandido que parecía apreciarla tanto y que le había suplicado rendirse.
-Theron, si vas a rendirte y vas a entregar a los mocosos a sus padres, hazlo pero antes, mata al del Monje Rojo. -
Y cayó poco a poco dejando que la espada se le escurriese entre los dedos, provocando un agudo sonido que perdió intensidad a la misma vez que su ama perdía la poca vida que le quedaba. Al pobre bandido le había dejado en una encrucijada, todos estaban pendientes de lo que haría.


------------------------------------------------------------------------------------------

Al abrir los ojos me encontraba en brazos de Rezo, el cúal se aferraba a mí con todas sus fuerzas, sentir de nuevo el suave y calido tejido de su tunica me reconfortó muchísimo. Aunque me sonreía, su frente estaba arrugada y las lagrimas no paraban de brotar de sus ojos, curiosamente, cerrados. Yo también sentí un algo que me humedecería los ojos emborronandome la visión y por mucho que traté de resistirme, acabé llorando en sus brazos.

-No llores mi niño, ahora todo está bien, todo está bien. -Me repetió muchas veces aunque parecía que era más para calmarse él que para calmarme a mí, como si tratase de convencerse de ello, diciendolo como cuando dices un mantra.

Secandome los ojos con los dedos asentí y con voz aún un poco temblorosa por tanto llorar después de alzar la mirada y descubrir que en aquel paraje sólo seguiamos él y yo, que ni los otros niños ni los bandidos estaban por allí, pregunté:

-Rezo, ¿dónde están los demás niños? -

-Los niños han sido llevados a la ciudad hace un buen rato. -Me haría saber recobrando la serenidad, con la calma y amabilidad usuales.

Entonces con expresión meditativa una asombrosa y maravillosa conclusión llegaría a mí.

-¡Eso significa que has logrado darles una buena lección a esos tres ! -Chillaría eúforico.

La confirmación que me daría Rezo sea vaga o poco aclaradora pero no me importó demasiado en aquel momento. Los malos habían sido derrotados y yo volvía a estar junto a Rezo. Era todo lo que necesitaba comprobar, Rezo lo sabía y por eso tán sólo dijo lo que yo necesitaba y quería escuchar. Cogiendome de la mano se iría poniendo en pie ya que estaba arrodillado como hacía para ponerse a mi altura. Rezo era un hombre realmente alto. El camino de vuelta a casa fue un poco largo por lo que tendriamos que pasar algunas noches en los pocos hostales o posadas que encontrasemos por el camino. Con un sentimiento de culpa creciendo en mi interior, a sabiendas de que Parnassus y especialmente Pandora serían duramente castigados por haberme dejado solo aquella mañana, con mi consiguiente desaparición, dirigiendo mis ojos hacía Rezo, el carismatico pero sosegado Monje rojo, le echaría valor, mucho valor y le contaría el inicio de ese lio. Suponía que parte del castigo sería no volver a salir con ellos y eso era muy doloroso para mí.

-Rezo, me gustaría contarte algo. -Comence temeroso, intentando que mi voz fuese clara y confiada sin que se estinguiese a mitad del relato. Él colocó sus codos sobre la mesa de fea madera sujetandose el mentón con el dorso de sus claras manos. No necesitó decir nada, yo advertí que iba a escucharme con toda su atención. -Lo sucedido esa mañana fue culpa mia, Pandora me dijo que la esperase donde estaba pero yo quisé ir con ella y entre tanta gente acabé perdiendome, luego esa bruja me engañó igual que engañaba a los otros niños. -Finalice respirando hondo pero ese sentimiento de culpa no se esfumó.

-Es muy hermoso por tu parte cargar con las culpas pero no va a servir de nada, tu eras su responsabilidad en esos momentos. -Respondió él con su calmada y agradable voz. -Sin embargo, si tanto te importa ese castigo, tu confesión puede hacer que sea suavizado. -

Al oir sus últimas palabras levanté la cabeza de la mesa animado. Justo a tiempo para ver como la humeante y abundante comida pedida llegaba a nuestra mesa. Estaba tán hambriento que un fino hilillo de baba caía desde mis labios hasta mí mentón. Para mí aquello era un grandioso manjar. Rezo debió de figurarselo pues limpiandome esa babilla con su servilleta me comentó:

-Pensé que esto te agradaría. Los niños secuestrados llegaron con un aspecto terrible, delgados y muy sucios. -

Poniendome encima mi servilleta no tardaría en deborar ese manjar. Rezo tomaría un poco de vino rosado. De un color rojo tán bonito como el de su tunica. Las camas no eran gran cosa pero después de varios dias durmiendo en el frio y polvoriento suelo, me trajeron muy buenos recuerdos de lo que era el comfort. Como en cualquier habitación sólo podías encontrar una cama, Rezo y yo tuvimos que dormir en la misma cama. Fue un poco extraño pero me gustó. Las prendas que usaba para dormir eran gruesas pero con un tacto muy agradable, tupidas y suaves como el pelaje de un lobo y despedían un calorcillo apreciado. Crystal me contó una vez que cuando yo era muy pequeño, a veces dormía en la cama de Rezo junto a él. Me llamó poderosamente la atención la suavidad y fineza que poseían las manos de Rezo pues no parecían manos de hombre, con dedos tán alargados y tán claras. Las manos de un hombre son asperas y llenas de callos, con las venas muy marcadas. Y el olor que despedía tampoco parecía de un hechicero o de un hombre, oía a bosque. Se mantenía tán cerca de mí estrechandome contra su pecho con tanta intensidad, como si temiese que pudiese volver a desaparecer o a ser raptado de nuevo, que cuando no pudé aguantar más, grité a mitad de la noche:

-R-Rezo, ¡no puedo respirar! -

Él despertaría e iría soltandome pues con alivio sentiría como esa presión disminuiría.

-Oh, perdón. -Se disculparía alejandose e incorporandose un poco. -No pretendía molestarte. -

Y se dispondría a dar la vuelta dejando un frio espacio entre los dos. Yo, que me había encaprichado de esa sensación de unión, exclamaría:

-¡No, no me molesta! Lo que pasa es que me agarrabas con tanta fuerza que casi me asfixió. -

Rezo suspiraría y volvería a la posición anterior.

-Verás, durante estos días me he dado cuenta de una cosa, una cosa en la que hacía tiempo que no pensaba, y en lo importante que es esa cosa... -

Le escuché hasta caer dormido, asentiendo sin comprenderle del todo. Sólo pude deducir que se referiría a mí o a eso de ser padre y la responsabilidad. A la mañana siguiente le haría aseguraría que siempre, siempre estaría a su lado, incluso cuando creciese y tuviese que hacer mi propio camino. Abandonando el último hostal, le preguntaría:

-¿Y cuando volvamos a la mansión ya no podré dormir más contigo en la misma cama? -

-Por supuesto que no. -Sería su contestación y añadió. -Ya te mimo demasiado. -

Yo reiría pero también protestaría todo el camino que nos quedaba. Por fin, en la mansión, tendría ocasión de relatar con todo lujo de detalles esa pequeña odisea a los aprendices y ayudantes de Rezo, de pie, en medio del salón. Crystal apreciaría más que ninguno la amplia sonrisa que surgió de los labios de Rezo. Rezo se sentía, con toda sinceridad, feliz y lleno de vida otra vez. Luego todo se volvería más complicado y oscuro para todos.


NOTA AL RESPECTO

Para esta historia, bueno, el enfoque de la historia, me inspiré en algo que leí en un libro, que me encantó, que también transcurría en la edad media ^^ (Lo del secuestro y el lio de los señores)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Canción de hielo y fuego JUEGO DE TRONOS



El libro que voy a recomendar hoy o la serie de libros pues resultan que son muchos son los correspondientes a Canción de hielo y fuego. De la cúal, por ahora basada en el primer libro, ha surgido la serie tán esperada de Juego de tronos ^^ Escritos por un tal George R R Martín.



SINOPSIS:


La historia de Canción de hielo y fuego se sitúa en un mundo ficticio medieval, principalmente en un continente llamado Poniente pero también en un vasto continente oriental, conocido como Essos.[4] La mayor parte de los personajes son humanos pero a medida que la serie avanza aparecen otras razas. Hay tres líneas argumentales en la serie: la crónica de la guerra civil dinástica por el control de Poniente entre varias familias nobles; la creciente amenaza de los Otros, apenas contenida por un inmenso muro de hielo que protege el norte de Poniente; y el viaje de Daenerys Targaryen, la hija exiliada del rey que fue asesinado en otra guerra civil hace quince años, quien busca regresar a Poniente a reclamar sus derechos. Estas tres historias interactúan entre sí y son extremadamente co-dependientes.

La serie está narrada en tercera persona a través de los ojos de varios personajes. Para el final del cuarto tomo, ha habido veinticinco puntos de vista, incluyendo ocho personajes que sólo han aparecido una vez.

OPINIÓN PERSONAL:


Pues, la verdad, hacía tiempo, desde que leí El señor de los anillos, que no encontraba ninguna historia en plan fantasia medieval que me pudiese gustar y por lo que llevo leído pinta bien aunque quizás los lios politicos entre los diferentes reinos o familias reales de cada zona me abrumen un poco pero en general, promete y eso de que cada capítulo sea contado en referente a un personaje me encanta ^^


MUY RECOMENDABLE

martes, 13 de septiembre de 2011

CHRONICLE OF A CHIMERA por QP/Diana



La recomendación de hoy es la de un FanFic que entre lo largo que es y lo bien escrito que está podría ser considerado un libro, el nombre de este FanFic tán bueno es Chronicles of a chimera y es obra de QP/Diana. Está en español (gracias a Ameban), en ingles y en el idioma de su creadora ^^



SINOPSIS:


Comienza desde el instante en que Zelgadiss, un joven que aspiraba a ser un gran espadachín, es convertido en quimera y va desarrollandose durante el tiempo que estuvo al servicio de Rezo, el Monje rojo, individuo que lo convertió en quimera y que es visto por medio mundo como un santo. Vendrían a ser varios tomos en los cuales hay varias historias pero creo que está sin acabar así que esto es todo lo que puedo resumir ^^'



OPINIÓN PERSONAL:


Ameban tiene razón es asegurar que es uno de los mejores fanfictions que te puedes encontrar porque es cierto, los personajes y el entorno están muy conseguidos y los datos extra que va poniendo también me parecen una gran idea por su parte pues todo escritor de FanFics ha de hacerlo para aclarar cosillas. Además realizo una serie de dibujos, a mí parecer, muy chulos para cada bloque de historias. Me inspiró muchísimo, la verdad. Conque si os gusta Slayers y de entre sus personajes, vuestro favorito es Zell, este FanFic lo teneis que leer y disfrutar porque se lo merece ^^



MUY PERO QUE MUY RECOMENDABLE



PD Lo podeis leer aquí:
http://www.fortunecity.es/ilustrado/inanimado/166/dianacom.htm

lunes, 12 de septiembre de 2011

ROJO RELATIVO Spin-Off

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Christine y Erik son personajes originales de waterlillysquiggles y Miss Whoa Back Off
Ferrissian DiCallium es personaje original de QP/Diana
Los otros que vayan surgiendo en el FanFic son cosa mia, para enriquecerlo
La historia se cuenta en primera persona, según Zelgadiss o según Rezo o según ambos aunque
según otro personaje relevante
Me gustan los espejos, antiguamente se creía que podían robarte el alma o que poseían cualidades magicas. Inspirada por el que salía en Harry Potter y la piedra filosofal se me ocurrió este Spin-Off
Espero que os guste, Naga aparece también XD
Otra cosita importante, en Rojo Relativo he tratado de mostrar a Rezo como un tipo enigmatico, de esos que te sorprenden, te enfadan y te fascinan, con un puntito muy canalla como el que se puede comprobar en Evolution -R. Aunque lo de que envidié a Zelgadiss se me ha ocurrido al recordar una cosa que comenta en el manga antes de desvanecerse en la luz. Lo demás son suposiciones mias con respecto a como fue forjandose su caracter... Me entristece pero muchas veces pienso en ello, en lo dura que sería la vida en la edad media para cualquier enfermo o chiquillo abandonado porque hoy en día lo es U_U

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Spin-Off

Muchos años pasaron desde la última vez que me encontre con mi buen amigo Zelgadiss. Tantos que muchas cosas habían pasado a lo largo de ese tiempo, cosas realmente interesantes como la muerte ¿o fue un asesinato? del celebre Monje Rojo o poco después la destrucción de la antigua ciudad de Sairaag. Claro que lo que más me sorprendió fue que las gentes del pequeño reino de Teforasia se recuperasen de la terrible enfermedad que oprimió al reino. Acontecimientos asombrosos que fueron marcando la vida de mi buen amigo, finalmente libre pero aún con cuerpo de quimera. Yo, Perrian, el mejor ladrón de conocimientos del mundo entero, tampoco me he quedado de brazos cruzados, he realizado grandes viajes y he encontrando interesantes libros, sin olvidar mencionar, con desmedido orgullo, que ya sé leer. Claro que Zelgadiss sabe leer antiguos escritos que yo jamás lograré leer. Sin embargo hay una cosa que no ha cambiado en mi vida, sigo viviendo en la ciudad de Bamond, la ciudad famosa por sus mercados y sus peligrosos negocios en los barrios bajos. Pensé más de una vez en encontrar un lugar más adecuado pero pensando en mi buen Zelgadiss y en los buenos ratos que pasamos por la ciudad abandone la idea. Como guinda al pastel, diré que ahora soy yo quien manda, yo también he alcanzado la libertad, soy mi propio jefe aunque tenga que aguantar las suplicas de trabajo de la mayoria de bandidos de la zona. Zelgadiss me expusó sus vivencias y me describió con alegría a los que eran sus amigos, amigos que a pesar de los problemas que causaban eran de los que merecía la pena conocer, amigos que fue conociendo y con los que fue entablando mayor amistad desde que Rezo murió. Me dejó, sinceramente, atónito verle sonreir tanto, incluso soltar alguna sonora carcajada pero como viejo amigo suyo, todavía con vida, me encantaba comprobar que su animo había mejorado. Yo, sintiendome incapaz de superar sus anecdotas, tán sólo le haría saber lo que consideré más interesante.
-Yo sigo viajando y consiguiendo libros o manuscritos de difícil obtención pero ya no lo hago obligado... -
-¿Significa eso lo que creo que significa? -Preguntaría Zelgadiss con actitud suspicaz, interrumpiendome.
-¡Sí, Zelgadiss, ahora soy yo quien manda! -Le confirme sin poder contener las ganas de decirselo sin más misterios.
-¡Bien hecho! Crear tu propio negoción es lo mejor que podías hacer. -Exclamaría alzando su copa para chocarla con la mia dando un brindis triunfal. Tomé mi copa, que reposaba en el suelo y la alce haciendo chocar con la de Zelgadiss sonriente sin explicarle que en realidad había heredado el negocio de aquel hechicero a marchas forzadas.
Trás dar un largo sorbo a nuestras copas, Zelgadiss se levanto del comodo sillón en el anteriormente se habría sentado mi maestro y echando un vistazo a las estanterias de cuidada madera que fui fabricando con gran esfuerzo, pasando sus dedos por los libros, varios de ellos restaurados por un servidor, Zelgadiss con sus ojos brillando maravillados, dijo:
-Entonces sigues proporcionando valiosos libros... Yo también sigo buscando una cura para regresar a la normalidad. ¿Crees qué
algún antiguo libro me daría la solución? -
Me quedé callado observandole. Si había una respuesta, yo no podría darsela pero por muy doloroso que aún le resultase a Zelgadiss, Rezo podría. Rezo, el eminente Monje Rojo, uno de los cinco sabios más grandes del mundo. Como Zelgadiss se detuvo como esperando una respuesta por mi parte, suspirando respondí:
-Puede que sí pero tampoco me hagas mucho caso. Muchos hechiceros piensan que es un mito. -
Las alargadas y puntiagudas orejas de Zelgadiss se movieron levemente como hacen la de los gatos u otros animales, estaba muy atento a eso que intentaba contarle.
-Dilo. Con la piedra filosofal pasaba lo mismo y al final la encontramos. -Me animó Zelgadiss con una voz que no parecía suya.
-¿Has oido hablar de algún espejo magico últimamente? -
Zelgadiss negaría la cabeza. Tal y cómo lo imaginaba, tuve que contarle todo lo que sabía sobre ese espejo. Espejo que nada tenía que ver con uno que crease otro gran sabio llamado Shazard Lugandi. Zelgadiss, apoyado un poco sobre el poco hueco de pared escucharía la información que tán libremente le dí sobre el espejo con gesto reflexivo.
-Los rumores dicen que se encuentra en la laberintica ciudad de Solaria. No lo tendrás fácil. -Añadí advertiendole su futuro.
-Eso no importa. Encontré el modo de desplazarme por la ciudad sin perderme. -Me diría él que cada vez estaba más y más dispuesto a arriesgarlo todo para encontrar el espejo. -Además cuento con un gran ladrón por amigo. -
Eso no me gustó porque sonaba a que me vería obligado a acompañarle y a ayudarle. Empece a protestar:
-Si crees que voy a ayudarte, vas muy equivocado... -
Pero Zelgadiss insistía acercandose a mí de modo amenazante, sin dejar de sonreir. Al final, acabé cediendo. Zelgadiss podía llegar a ser muy convincente cuando se lo proponía. Aquella noche Zelgadiss pasaría la noche conmigo. Sentado frente a una gruesa bolsa de piel de color similar al de sus ropas, Zelgadiss se preparaba para el largo viaje que tendriamos que hacer. Quizás si eramos afortunados no estuviese muy lejos y usando el hechizo Ray Wing llegasemos en un pestañear de ojos. Zelgadiss examinaba cuidadosamente sus pertenencia a fin de llevar sólo las necesarias como un mapa, la bola de cristal con la que comprobaría ya dentro de la ciudad el lugar exacto en el que el espejo se hallaría, alimento y una suave manta. Su
espada iría junto a él colocada en su segundo cinturón. A la luz de la luna brillaba como exibiendo su bello y plateado acero con soberbia.
-Es magnifica, ¿verdad? Rezo me la regalo hace mucho. -Me comentó Zelgadiss, consciente de que mis ojos estaban clavados en su brillante y alargada espada.
Su voz surgió entristecida. La embainó y dejandola muy cerca de él, con todo su equipaje listo, se echó al suelo y tapandose con su larga capa de claro desteñido se durmió. Las rocas de diferentes tamaños que poseía su rostro parecían brillar iluminadas por la mistica luna de aquella noche al igual que sus finos y puntiagudos
cabellos de plata.
-Espero que espero que todo salga bien. Zelgadiss merece volver a ser humano. -Murmuré antes de caer roque sobre mí extrecha pero blandita cama.
Al abrir los ojos a la mañana siguiente y no encontrar a Zelgadiss tumbado en la habitación, me vestí tán aprisa como pude y salí a buscarlo por la vivienda. Ya que me había visto comprometido a acompañarle y a compartir mi sabiduria como ladrón de primera, me habría cabreado mucho que se hubiese ido sin mi. Lo admito, en el fondo acabe aceptando porque sentía una curiosidad enorme de saber si el espejo era real o no. Es lo que suele pasar con las habladurias y que Zelgadiss lo comparase con la piedra filosofal, me atraía. El muy madrugador me estaba esperando tán tranquilamente tomando un tazón de espesa y calentita leche inclinado sobre la pequeña e improvisada chimenea de piedra que nos servía para cocinar. En su interior un caldero de barro de pequeño tamaño había sido colocado sobre un fuego no muy efusivo.
-Te estaba esperando. -Fue lo único que salió de su boca.
-¡Ya lo veo! -Solté yo con los ojos entrecerrados y el gesto un poco torcido.
Zelgadiss se bebió toda la leche del tazón, apagó el fuego echando agua con el cubo que había puesto a su derecha y salió del rincón diciendo:
-Vamonos pues. Cuanto antes lleguemos, mejor. -
No sé si él lo notaba pero a veces se comportaba de un modo realmente similar al de Rezo. Poniendo los ojos en blanco salí detrás de él pero al cerrar la puerta de cascada madera me aseguré de que nada ni nadie entrase en mi ausencia. Realice un hechizo protector sobre todo mi hogar. En estos oscuros tiempos uno ha de ser muy cauteloso.
No fue placentero pues Zelgadiss prefería pasar las noches al raso acompañado por el calor del fuego y los ruidos procedentes de las alimañas de la zona por la que nos deteniamos. Me traía recuerdos de temprana juventud, antes de ser encontrado y llevado al hospicio, recuerdos agridulces propios de un chiquillo moribundo que sobrevivía como podía yendo de pueblo en pueblo en busca de mis padres. Padres que o bien murieron o bien se desharían de mí durante aquella violenta época por el lugar en el que yo... ¿Nací? Aprendiendo de algún forajido muy del estilo de Zelgadiss, solitario y de mirada penetrante, que nunca hablaba más de la cuenta y sin remilgos a la hora de matar cualquier cosa. Acostados sobre nuestras capas contemplabamos al oscuro pero liberador cielo, a veces acompañado de una luna que parecía un blanco botón y compartiamos el mismo deseo de llegar pronto a Solaria. También parabamos brevemente para confirmar que ibamos por el camino correcto. La gente de los pueblos o de las ciudades sin importancia por las que pasabamos se mostraban temerosos al principio, pero destapandome un poco la cara mientras Zelgadiss se quedaba a mí lado unos pasos atrás bajando la cabeza, muchas de esas personas suspiraban y me informaban de que ibamos por bien camino. A veces Zelgadiss me miraba con envidia. Yo le decía:
-Si te sirve de consuelo, no es sólo por mi cara de bueno, sino porque les enseño esto. -
Mostrandole el colgante plateado con el simbolo de una de las multiples asociaciones de hechiceros que siempre he llevado encima desde que obtuve mi titulo de hechicero. Abre muchas puertas y eso me gusta. Entonces es cuando Zelgadiss entornando los ojos, deja a un lado sus sentimientos de envidia para llenarse de añoranza.
-Zolf también estudió magía en uno de esos sitios pero nunca le concedieron el titulo de hechicero. -
La guardaba escondiendola entre mis ropas y proseguíamos el viaje. Llegados por fin a la periferia de la ciudad, respirando profundamente nos quedabamos frente a ella sobrevolandola antes de adentrarnos en ella valiendonos de nuestro ingenio y habilidad magica. Zelgadiss al tocar nuestros pies el suelo con la suavidad que el hechizo levitación nos daba sacaría su bola de cristal y agarrandola con ambas manos procedía a localizar el espejo.
-No creo que sea muy difícil, sólo es un objeto. -Anunciaba cerrando sus ojos para mayor concentración.
La bola al cabo de un ratito se iluminaba azulada mientras los cabellos de Zelgadiss parecían mecerse por una energía invisible, igual que sus ropas sin apenas hacer ruido. Una fina brisa se extendería a lo largo de la ciudad como si se tratase de un ente rastreador. Al abrir de nuevo los ojos, le preguntaría impaciente:
-¿Has descubierto en qué punto puede estar? -
-Me temo que vamos a tener que buscarla a la vieja usanza. -Sería el modo en que Zelgadiss me diría no.
Guardó de nuevo en su abultada bolsa de lana la bola y empezamos a caminar hacía Solaria con firmeza. Como si de un gigantesco castillo se tratase, la entrada al igual que todas las calles que componían la ciudad habían sido construidas como gruesas murallas pero aquello para Zelgadiss, gran hechicero, no era un problema. Juntando las manos realizó el hechizo que nos abría una entrada sin necesidad de tratar con ningún guardia. Trás la formulación, llegarían las claras y efectivas palabras de poder.
-¡Dill Brand! -
Y una furiosa rafaga de viento atravesó la pared de piedra creando un agujero en el que más o menos nos las apañamos para caber. Con la adrelanina disparada a sabiendas de que podríamos ser descubiertos y encarcelados si no cruzabamos y corriamos hacía alguna parte, nos introdujimos por el agujero y corrimos como alma que lleva el diablo hasta acabar bien lejos de él.
-¡Ey! Si eres mitad demonio podriamos haber llegado teletransportandonos. -Pensé en voz bien alta y entrecortada a causa de la carrera por las largas y empinadas calles.
Zelgadiss apoyandos sus manos sobre sus rodillas meneó la cabeza y con una risita cansada me replicó:
-No creo que hubiese funcionado. -
Nuestro rostros brillaba a causa del sudor, era uno de esos días que el sol brilla sin compasión. El color de las compactas edificaciones parecía pintado de oro excepto las puertas o las pequeñas ventanas, todas de madera de roble viejo. Saqué de entre mis ropajes, lo que parecía un frasco cuadrado recubierto de piel con un corcho de claro color que destapé antes de ofrecer el contenido a mi desfallecido amigo Zelgadiss. Él parecía necesitarlo
mucho más que yo porque aún no habíendo a esas horas de la mañana nadie por la ciudad, supé que Zelgadiss se fuese a destapar la cara.
-Bebe un poco. -Le propusé extendiendo mi brazo con el frasco abierto hacía él.
Zelgadiss dirigió sus ojos hacía mí y lo aceptó sin decir palabra. Zelgadiss necesitaba una hidratación más constante porque era en gran parte de piedra y ya se sabe lo calientes que se ponen las piedras cuando el sol lanza sus rayos de sol sobre ellas. Dando vueltas sin tón ni son, al atisbar un pozo, obligué a Zelgadiss a retirarse el embozo para echarle agua fresca por la cara. Nos sentamos apoyando el culo lo que pudimos sin caer sobre el grueso pozo. Zelgadiss mejoraría un poco, gracias a la poca sombra que nos proporcionaba un flaco arbol con parte del tronco retorcido hacía donde nosotros estabamos, SUS hojas serían lo más parecido a un toldo que tendríamos.
-A lo mejor el espejo está en el castillo. Es un objeto de gran valor. -Deduje mordiendome el labio inferior.
-O en el templo de la ciudad. -
-¿En el templo? No parece que Solaria poseía templo como otras ciudades. -
Pasado un rato Zelgadiss con sus ojos de halcón al ver a lo lejos a alguien caminar hacía nosotros, se cubriría de nuevo la cara agachando la cabeza mientras yo alzaba la vista. Ese alguien llegó acompañado por unos cuantos guardias.
-Mierda... -Mascullé en voz baja.
Tuvimos que huir de nuevo. Me fastidió bastante porque fue uno de los pocos lugares apacibles y con agua que encontramos en aquel laberinto de ciudad hasta que trás muchas vueltas, con un cabreo y un cansancio en el cuerpo insoportable llegamos a buen destino. Dentro de la vivienda en la que nos metimos al ser construida de piedra se estaba bastante fresquito. Sin mover ni un pelo desde el rincón más profundo de aquel hogar escuchamos a los guardias pasar por la zona. Hasta que no escuchamos sus pasos desvanecerse en la distancia no pudimos relajarnos. Con mayor tranquilidad examinamos el interior del lugar, no parecía tener mucho inmobiliario, sólo un escritorio con una banqueta de madera cerca de la única ventana que había, una cama y un pequeña chimenea, encima de ésta, había una pequeña estanteria en la cúal se encontraban especias para cocinar y una caja en la que sólo encontramos utensilios de cocina como cucharas, vasos o una tetera. Una casa con las cosas pertinentes y más necesarias. Arriba tampoco encontramos nada de gran valor o interés. Un baúl lleno de ropa doblada y colocada con esmero y una segunda cama, de medidas más justas que la que había abajo. En la pared descansaba un tapiz cuya escena gustó a Zelgadiss. Decepcionados porque era un hogar de un hombre o de una familia nada especial encaminamos nuestros pasos a la puerta de salida pero el sonido producido por uno de nuestros pasos al pisar una parte del suelo nos obligaría a quedarnos. Retrocediendo y parandonos justos en esa porción de suelo, Zelgadiss poniendose en cuclillas daría unos golpecitos con los nudillos sobre la superficie.
-Mmm Creo que bajo nuestros pies podría haber algo más. -Pensó en voz alta convencido de que aquello debía de ser una trampilla o una ingeniosa salida a alguna parte.
-Puede que sea una cueva subterranea, ya sabes, a modo de despesa. -Me figuré yo que no quería hacerme muchas ilusiones no fuese a resultar que aquel descubrimiento fuese otra vanalidad.
No lo fue, fue incluso mejor de lo que nos esperabamos. Zelgadiss apartó algo de tierra y pudimos ver que aquella porción de suelo cuadrada era más oscura que el resto. Entusiasmados buscamos el modo de abrir la particular trampilla. No había ni gruesa anilla de hierro de la que tirar ni cerradura. No nos apartamos de ella hasta dar con el modo de abrirla. Zelgadiss paseaba de un lado a otro extrujandose las neuronas al igual que yo, que manteniendome aún en cuclillas pasaba una de mis enguantadas manos sobre ella. El rugir de nuestros estomagos nos obligaría a buscar la plaza para así degustar algo de comida en algún restaurante asequible. Nuestros estomagos recibirían con sumo agrado las delicias tipicas de la ciudad, sin embargo nuestras cabezas seguían trabajando en cómo abrir la trampilla. Dando un merecido y profundo sorbo a mi fresquita jarra de cerveza como si su frescura me hubiese abierto la mente, exclamé:
-¡Zelgadiss ya sé como abrirla! -
-¡¿Cómo?! -Me exigiría saber Zelgadiss terminando su jugoso filete en dos o tres bocados.
Con rebosante alegría se lo explicaría tál que así:
-Con magía. Muchos hechiceros, yo entre ellos, utilizamos hechizos para sellar lugares u objetos. -
Zelgadiss golpeó la mesa con el puño cerrado exclamando:
-¡Es verdad! ¡¿Cómo no se me habrá ocurrido antes?! ¡Ahora sabremos si merece o no la pena husmear un poco más antes de irnos! -
Saciados y con el entusiasmo de vuelta, nos pusimos ante la trampilla con mirada serena y nos concentramos. El primero en actuar fuí yo, que sentandome sobre la trampilla imponiendo mis manos, con los ojos cerrados, recitaría el conjuro que siempre he usado a la hora de romper sellos magicos, luego Zelgadiss con otro hechizo de viento haría que la trampilla se separase del suelo dejando así un oscuro agujero cuadrado. Nos miramos sonriendo como dos niños traviesos a punto de desenterrar un gran tesoro. Descendimos
agarrados él uno al otro. Tocando suelo, antes de avanzar adelante, Zelgadiss creó una pequeña bola de luz que con su blanca azulona luz nos otorgaría una valiosa visibilidad del oscuro lugar. Dando varios y al principio temerosos pasos sobre un suelo aparentemente
normal llegamos hasta lo que parecía una figura cubierta por un pesado manto. Ambos tragamos saliva pero Zelgadiss era quien estaba a punto de tirar del manto.
-¡Venga Zelgadiss veamos lo que esta tapando ese viejo manto! -Exclamé detrás suya.
Zelgadiss asintió y tiró de él con todas sus fuerzas. Ante nosotros se hallaba el espejo magico del que le había hablado a Zelgadiss. Un espejo tán alto como nosotros de gruesos acabados de madera que al ser tocado por el impresionado Zelgadiss brilló emitiendo un sonido como de agudas campanillas. Tapandome las orejas con mis dos manos lo último que mis ojos verían antes de ser cegado por una intensa luz surgida de todos lados sería a UN Zelgadiss incapaz de reaccionar, quieto muy quieto frente al espejo con los ojos tán abiertos que parecían
a punto de caerse de sus cuencas y sus dientes fuertemente apretados...
Abrí mis ojos y pestañeando varias veces conseguí aclarar lo que veía ante mi. Parecía encontrarme fuera del oscuro lugar en el que el espejo estaba pues aquella habitación, aunque tán sólo iluminada por la cada vez más tenue luz del sol, nada tenía que ver con aquel lugar. Una
hermosa dama permanecía a mí lado. Su cabello estaba recogido con gracia pero se apreciaba que era muy espeso y lacio, de un color castaño que se aclaraba al contacto de la luz procedente de la sencilla pero gran ventana. Su traje era largo y estrecho por la cadera bien sujeto por un
grueso cinturón de color parecido al de su pelo. La dulzura de sus ojos me traspasó el corazón. Una de sus manos estaba sosteniendo una larga espada que brillaba dorada. Sentandose a mí lado, me contaría lo sucedido. A pesar de su aspecto y la espada que siempre le acompañaba resultaba ser una sacerdotisa. Hacía tiempo un hechicero robó el espejo magico que su orden protegía. El mismo espejo del que tanto se hablaba en tantas partes, el espejo del que yo le hablé a Zelgadiss. Supé a juzgar por la gravedad con la que me lo contaba que Zelgadiss estaba en peligro y que
si moría sería culpa mía.
-Entonces, el espejo es peligroso, ¿cúanto? -Quisé averiguar. Mi voz surgió quebrada al pensar que mi buen amigo podría morir de forma horrible.
-Nadie sabe cómo... Por eso se pidió a mi orden custiodarlo y estudiarlo. -Me respondió ella, encogiendose de hombros, arrugando la frente.
-Mierda, mierda, mierda... -Murmuré llevandome las manos a la cabeza. -Tengo que alejarlo del espejo cuanto antes... -
En pie, casi de un salto, iba a salir de la sencilla pero bien decorada habitación cuando la sacerdotisa me lo impedió interponiendose en mi camino.
-Ni se te ocurra volver a acercarte al espejo, es muy peligroso. -Dijo con voz severa.
-Eso ya lo has dicho pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi amigo esté en peligro. -Protesté yo tajante.
-¿Amigo? -Repetiría ella alarmada. -¿Erais dos? -Preguntaría.
Asentí con fuerza mientras seguía buscando el modo de hacerla a un lado. En mitad de la plaza mayor, bajando los multiples escalones de piedra, me proponía encontrar aquella casa y a Zelgadiss en su interior. Me lamenté colocando una mano a modo de escudo contra los últimos rayos del sol, ya estaba empezando a atardecer, pronto la oscuridad me complicaría la busqueda o peor, el toque de queda sería dado y la ciudad se llenaría de guardias, por todos los rincones. En efecto, a la mitad de mi desesperada busqueda de aquella casa en una ciudad en la que practicamente todas las viviendas que no estuviesen en la plaza principal o en la segunda plaza eran identicas, el sol se acostó más aprisa de lo que me habría gustado. Gracias a mi labia, conseguí no perderme haciendo una pequeña señal luminosa por los lugares que ya había recorrido.
-¿No deseas que Zelgadiss sea feliz? -Una voz me preguntó a mis espaldas.
Me giré molesto por la preguntita y me dí de bruces con un tipo igual o más tapado que yo, que a la limitada luz de la bola de luz que invoqué parecía un monje. A pesar de estar encapuchado, pude atisbar unos ojos pequeños y traviesos, una fina nariz y una sonrisa a juego con sus ojos formandose así una pícara expresión en todo su rostro. En una de sus manos sujetaba un bastón de madera de forma extraña y recubierto de vendas con una bola roja de gran tamaño que debía servirle como unico punto de luz. Los mechones que se atisbaban sobre su frente eran lisos y muy oscuros, tán oscuros que parecían purpuras. Pensé que ese efecto debía ser debido a lo que me estaba esforzando por atisbar su rostro.
-En serio, si consideras a Zelgadiss como amigo, ¿por qué vas a negarle la oportunidad de alcanzar lo que tanta felicidad le daría? -Volvió a preguntar.
En aquel momento supé que era uno de esos tipos crispantes que nadie sabe o puede aguantar. Así que, alzando una ceja, con los ojos entrecerrados le solté:
- ¡Metete en tus propios asuntos! Además, ¡¿Tú de qué conoces a Zelgadiss?! -
Sus ojos brillaron como dos cristales de vivo color alilado y llevandose un dedo a los labios, dijo casi canturreando:
-Eso, querido Perrian, es un secreto. -
Y de modo igual al que apareciese, se esfumó en la oscuridad. Aquel tipo de voz aflautada y burlona me pusó de muy malhumor. Mire por todos lados susteniendo la bola de luz que flotaba sobre mi palpa y pase los dedos de la otra mano por el espacio que había dejado. Asegurandome de que no había nadie, me dije a mí mismo que aquel elemento no merecía mi preocupación. Si era amigo de Zelgadiss, el propio Zelgadiss me habría hablado de él. Continue mi camino hasta encontrar un lugar agradable en el que dormir pero su pregunta me acompañaría un buen rato. Claro que como amigo suyo quería que Zelgadiss fuera muy feliz pero también como muy amigo suyo no quería encontrarlo muerto. ¿Es que para ser feliz uno debe llegar tán lejos como para perder la vida?
Llegada de nuevo la mañana, me desperté azorado, como si cada instante que no pasará buscando a Zelgadiss, éste pudiese estar sufriendo horriblemente. Creo que eso es el problema de saber que alguien está en peligro pero no saber cómo es ese peligro.
-Oye tú, aparta de ahí, ¿o esque quieres que Naga, la gran serpiente blanca pierda su valioso trabajo? -Me gritó una tipa de bella pero excesiva figura con gesto amenazante.
Me quedé un rato mirandola. ¿A qué trabajo se refería semejante elemento? Continué tratando de entrar silenciosamente a la casa que Zelgadiss y yo encontramos como refugio, la casa en la cúal se encontraba el espejo magico. Mi actitud hacía ella debió de encolarizarla pues se pusó a gritar furiosa:
-¡¿Cómo te atreves a ignorarme?! ¡¿Acaso no reconoces a la gran hechicera que esta a tu lado?! -
-Pues... -Iba a responderle pero prefería observarla mejor antes.
Dirigí de nuevo mis ojos hacía ella. Era una dama muy atractiva, curvilinea y con grandes senos, de esos que volverían locos a más de un hombre. Con ojos de un precioso azul celeste y cabellos muy largos y lisos sobre su espalda excepto dos largos mechones que ocultaban sus orejas cayendo hacía delante. Larga capa de oscuro color a juego con los largos guantes que cubrían sus manos y sus brazos hasta la mitad pero traje o ropa interior oscura, desgarrada y muy llamativa con un cinturón de piel marrón como único añadido del cúal colgaba una larga espada medio oculta por la capa. Creo que de lo único que pude encapricharme como ya hiciera aquel día fueron sus botas. Hasta que no empezó a soltar su atronadora e innecesaria risotada de soberbia bruja no caí en que era la muchacha que casi nos sepulta a la otra hechicera de cabellos rojos y a mi en el antiguo templo que se descubrío durante el periodo que yo tenía un jefe y Zelgadiss ayudaba, o mejor dicho, servía, a Rezo. ¡Joder, era aquella loca!
-¡No jodas! -Exclamé. -¡Eres la loca del antiguo templo en el que me metí para conseguir aquellos escritos para el Monje Rojo! -
Naga se echó a reir de nuevo. Ojála no lo hubiese hecho y dijo:
-¡Efectivamente! Yo soy aquella poderosa hechicera que os dió una lección, Naga, la gran serpiente blanca! -
-Bien, ahora que sé quien eres, puedo decirlo sin tapujos. ¿Serías tán amable de dejarme sacar a mi amigo en paz? -Le sugerí fingiendo que me caía bien.
Ella negó con la cabeza bruscamente y me explicó a su manera que su trabajo consistía en encontrar el dichoso espejo y llevarselo a alguien.
_¿No será a la sacerdotisa? -Quisé confirmar mi deducción.
-¿¿A esos muertos de hambre?? ¡El espejo es para el soberano de Solaria! -
Trás muchas idas y venidas, conseguí hacer un buen trato con Naga. Ella llevaría el espejo al tipo ese a cambio de que yo pudiese liberar a Zelgadiss. Escupiendonos en la mano, sellamos el trato como dos autenticos bandidos. Claro que como bien me temí, Naga complicaría mi sencillo y silencioso plan de rescate. Impaciente sin ser capaz de esperar ni un momento más a que abriese la ventana como cualquier ladrón inteligente y cuidadoso hubiese hecho, obligandome a hacerme un lado, la abrería rompiendo la ventana con la ayuda de un hechizo que congeló el cristal protegido magicamente y con tán sólo darle una sonora patada éste cedería a nuestros deseos cayendo en mil pedazos.
-¡Qué bruta eres Naga! -Le reprendí. -¿Has pensado en lo qué pensaran los vecinos? -
-Tu metodo era demasiado lento, el mio es más efectivo. -Se defendería ella retirandose el pelo como lo hubiese hecho una modelo.
Suspiré porque en el fondo tenía razón y la seguí metiendome al interior. Estaba tál cúal la recordaba mientras Naga se dedicó a cotillear por todos lados, yo preferí subir a la planta de arriba con la esperanza de encontrar a Zelgadiss aún vivo. A quien encontré fue al hechicero del que la hermosa sacerdotisa me habló. Con prudencia, camine hacía él, mis pasos resonaron lentamente pero él no parecía oirlos pues permanecía dandome la espalda sin ni siquiera girar la cabeza. Su tunica era de un oscuro tono morado y diversos detalles dorados había sido cosidos en los puños de sus mangas. Empece a tratar con él mientras me acercaba más a él.
-Señor, sólo vengo a por mi amigo Zelgadiss... Me han dicho que es espejo magico no es bueno... -Iba diciendo esforzandome por no tener que verme metido en una pelea con él pero él seguía sin reaccionar. Finalmente, al llegar y posar mi mano sobre uno de sus hombros, sin decir palabra, se giró suavemente sobre mí y horrorizado pude ver los efectos del espejo magico sobre él. ¡Os juro que parecía un zombie! En sus ojos no se atisbaba apenas vida y su piel era palida, muy palida. Al apartarme del puro horror que me producía se desplomó poco a poco sobre mí antes de caer al suelo sentado. Sus cabellos eran de un blanco nada natural pues no parecía un hombre de tanta edad, como mucho, de unos cincuenta y el tacto de su piel era frio como el de un muerto. Me aleje de él murmurando:
-¡No dejaré que te ocurra lo mismo Zelgadiss! ¡Aunque me gane tu rencor por ello! -
Al bajar me encontré con Naga, que se estaba apropiando de varias cosas que no le pertenecían, metiendolas en un saco de tamaño mediado. No le dirigí la mirada, fuí directamente hacía la trampilla que había vuelto a ser ocultada pero esta vez bajo una pequeña alfombra de rojizas tonalidades. La retiré y realizando el hechizo similar al que Zelgadiss ya usará me deshice de la trampilla ante los atentos ojos de Naga, que dejó a un lado su delictiva actividad al verme salta hacía el interior del cuadrado agujero. En esta ocasión el lugar se encontraba mejor iluminado y pude ver a Zelgadiss frente al espejo con mayor claridad de pie sobre un suelo plagado de figuras, lineas y simbolos incomprensibles para mí que brillaban de igual o mayor destello que el gran espejo. Las figuras y los simbolos adoptaban distintos tamaños y formas cada vez que los miraba mientras corría hacía mi amigo, la superficie era lisa, incluso las lineas y extrañas figuras lo eran. Al plantarme junto a Zelgadiss, grité su nombre con ansiedad:
-¡Zelgadiss! -
Verle girar su rostro hacía mí con el ceño fruncido me alegró tantísimo. ¡Zelgadiss no estaba tán afectado por la magia del espejo como el hechicero! Zelgadiss estaba bien, su rostro de quimera con todas su rocas brillaba más hermoso que aquella noche en mi casa. Con los ojos humedeciendose le abrace gritando como un loco_
-¡No eres un zombi! -
-¡Pues claro que no soy un zombi! -Exclamaría Zelgadiss tratando de separarme de él pero no lo conseguió hasta que me tranquilice un poco.
Secandome las lagrimas con el dorso de la mano, le conté de inmediato que encontrar el espejo no fue una buena idea porque según me había informado una hermosa y experimentada sacerdotisa estaba maldito. Zelgadiss, me escuchó con los brazos cruzados. Con gesto chulesco, apoyandose con un brazo sobre el espejo, cuyo cristal brillaba con intensidad cegadora dijo:
-¿Eso es todo? No creo que sea para tanto, como ves, no me ha pasado nada malo. -
-Zelgadiss, por favor, no tentemos a la suerte. -Le recomendé. -Vamonos ahora, no vayas a acabar como el hechicero... -
La expresión despreocupada de Zelgadiss cambió, retirandose del espejo, mirandome fijamente preguntó:
-¿Qué hechicero? -Su voz empezó a sonar temerosa al hacer la pregunta, cogiendole del brazo sencillamente respondí apartandole del espejo:
-Ven conmigo y lo sabrás. -
Zelgadiss no parecía muy convencido pero se dejó llevar por mí hasta el agujero cuadrado. Naga que se había quedado sentanda con la cabeza arrimada al oscuro agujero fasgando como un perrillo rascandose una mejilla con un dedo tuvo que apartarse al atisbar nuestros cuerpos emerger de la oscuridad. Naga nos miró perpleja pero no articuló palabra. Zelgadiss la observó detenidamente como si en ella atisbará a una Amelia más crecidita, recuerdo que le hizo esbozar una melancolica y bonita sonrisa. Aunque no lo admitiese, separarse de Amelia fue de lo más difícil que se vió obligado a hacer para continuar con su busqueda tranquilo. Antes de subir arriba, dónde se encontraba el demacrado y espeluznante hechicero, así me lo comentó:
-Esa tipa se parece bastante a Amelia... Claro que Amelia no tendría tán mal gusto vistiendo. -
Me reí con todas mis ganas porque era verdad, aún sin conocer a Amelia, dudé mucho de que alguna otra chica pudiese llevar esos trapitos que Naga llevaba tán orgullosamente. Mi carcajada se apagó al comprobar que el hechicero seguía tál cual lo había dejado. Zelgadiss se soltó y avanzando hacía él sorprendido lo examinó. Su tacto seguía siendo el de un cadaver y no se encontraba expresión alguna en su rostro. Zelgadiss se llevó la mano a la boca pero no dijo ni mostró ninguna señal de terror. Todo lo demás permanecía aparentemente normal, lo único anormal era él. Zelgadiss retornó abajo casi corriendo. Trataba de convencerse a sí mismo que aquello no podía ser real, que el espejo no podía ser tán malvado pero lo era. En el rincón que se podría considerar por cocina, Zelgadiss respirando profundamente apretando los dientes, incapaz de contener por más rato sus sentimientos, golpearía la petrea pared pensando, seguramente, lo mismo que pensé yo la noche anterior. ¿Tán complicado era encontrar la felicidad que tendría que acabar
como el hechicero? Al bajar me encontraría a Naga y a Zelgadiss discutiendo como dos fieras. Supuse que la disputa habría surgido gracias a Naga y su desmedida bocaza. Ella había empezado a reirse como una malvada y repelente bruja de cuento infantil con el dorso de la mano cerca, muy cerca de su espatarrada boca mientras Zelgadiss sostenía la mirada
con los dientes apretados y ambas manos sobre su espada embainada. Meneé mi cabeza ligeramente colocandome una mano sobre la cabeza, en plan madre que se ve obligada a poner paz.
-Zelgadiss, sea lo que sea que te haya dicho, no merece la pena. -Apacigue lo mejor que supé a mi amigo pasandole una mano por uno de sus tensos hombros. -Lo que si la merece es tomarse una buena cerveza antes de irnos de Solaria. -
-Tienes razón. -Admitió Zelgadiss recobrando su tranquila e indiferente actitud de siempre.
Apoyado el uno sobre él otro salimos de allí dejando a Naga sola y muy rabiosa al ser ignorada de nuevo. La tarde la pasamos hablando y hablando sentados muy comodamente en uno de los diversos restaurantes que poseía la plaza central. Uno cuyo servicio además de rapido te hacía sentir muy agradado pues la amabilidad y dedicación con la que trabajaban surgía de manera natural, el dueño, la cocinera, esposa de éste y los camareros, principalemnte, sus hijos se desvivían por mantener a sus clientes satisfechos y felices. Las paredes aunque de piedra poseían un bonito color rosado y las mesas eran revestidas por manteles de blanco color que armonizaba con el color de las paredes. Las sillas y la barra eran de madera pulida y muy clara. En cada mesa había un pequeño ramo de flores rosadas. Todo en aquel lugar era tán armonioso y cuidado que no parecía un restaurante tán barato como en verdad lo era. Era debido a que la decoración fue cosa de la mujer del dueño nos contó una muchacha que se había sentado cerca de nosotros. Hermosa y discreta porque aún sintiendo una gran curiosidad por Zelgadiss, que iba tapado hasta los dientes, no mencionó nuestros misterioso aspecto. Tomamos varias cervezas a lo largo de la conversación que mantuvimos con ella. Aquel furtuito encuentro animó a Zelgadiss. Yo le dije:
-¿Ves, tonto? No todo el mundo te considera un ser horrible. -
-Aún así, quiero volver a ser humano. -Sentenció Zelgadiss. -Y ya no es por lo que diga gentuza como Naga, así que si he de morir, que sea con cuerpo humano. -
La determinación de sus palabras me indicó de que cuando menos me lo esperase, volvería a la casa del hechicero y formularía su deseo ante él. ¡Qué cabezota era! ¡Pero yo no sería menos! Si había que destruir el maldito espejo, me propusé destruirlo antes de que éste le hiciese más daño a Zelgadiss. Cuando Zelgadiss aquella misma noche entro en la vivienda y apartando la trampilla no vió por ningún lado el espejo magico, no me costó deducir que Naga había cumplido con su trabajo y en aquellos instantes se encontraría en el interior del castillo. Por un lado sentí un gigantesco alivio pero conociendo a Zelgadiss, instantaneamente sentí otro mal presentimiento pero con mayor intensidad que el anterior ante la sacerdotisa. Elevandome con el hechizo Levitación hasta llegar a un ventanal por el que entrar, mi cabeza era un hervidero de contradictorios pensamientos. Deseaba salvar a Zelgadiss más que a nadie en este puñetero mundo pero su obstinación hacía que me dieran ganas de matarle con mis propias manos. Ya dentro de una de las habitaciones del castillo intenté averiguar sin bola de cristal con mi abispado ingenio por dónde podría estar el espejo. Encontrando el espejo una vez más, encontraría a Zelgadiss. Me llevó toda la noche pues de vez en cuando tenía que esconderme, el castillo era un lugar muy activo, con muchos sirvientes y muchos guardias. Cuando eres una persona de prestigio puede pasearte por ahí sin problemas pero yo era un dón nadie con una habilidad no muy favorecedora. Como era desperar, la zona más importante del castillo era la más protegida. Desde la pared en la que me había quedado pegado procurando no hacer ni el más minimo ruido, cerrando los ojos, como bien ladrón que era, medité cómo llegar hasta las habitaciones más principales sin llamar
la atención. ¿Disfrazarme de criado? Eso siempre funciona, sobretodo si eres un maestro en el arte de la improvisación y teatralidad pero la zona por la que los sirvientes residían estaba muy lejos de allí, en la planta baja. Golpeandome la cabeza con los nudillos varias veces traté de pensar en algo mejor.
-Piensa, piensa, pinesa... -Me decía a mí mismo sin formular apenas sonido con los labios. Una vocecita me sobresaltó:
-Señor, ¿qué hace ahí parado? Todos los hechiceros se encuentran el el laboratorio...-
Le miré confuso pero al comprender que el malentendido podría ser la solución a mí problema, le interrumpí pidiendo disculpas:
-Oh perdón, ahora voy para allá. -
Le indiqué con un gesto que podía irse arrugando la frente con una sonrisa apurada como si de verdad me avergonzase haber confundido el camino o nadie me hubiese informado de que mis compañeros ya se habían puesto manos a la obra. El joven sirviente, con sus humildes ropas desteñidas, se marchó volviendo a sus asuntos como sirviente. Repeinandome un poco con una mano mientras me retiraba un poco la larga capa que me tapaba la tunica de hechicero, me preparé mentalmente las palabras que les daría a los guardias. como me habría gustado ir portando un libro, así daría más el pego pero lo único que me autentificaba era el medallón plateado que fuí enseñando por los pueblos y ciudades durante el viaje. Tomé impulso y poniendo bien erguido
caminé hacía la zona principal en la cúal derivaban varios pasillos de larga distancia. Los guardias no tardarón en darme el alto pero totalmente transformado en ese eminente hechicero que jamás seré pero que según Rezo podría haber llegado a ser, les repliqué sin perder cachaza:
-Caballeros, si serían tán amables de dejarme pasar, atenderé con sumo gusto la demanda de vuestro señor... -
-Un momento, ¿De qué demanda hablas hechicero? -Me preguntó el que parecía llevar la voz cantante mirandome igual de extrañado que su compañero.
-Como vien sabran, el señor de este castillo acaba de obtener un objeto magico muy importante a manos de una cazatesoros. -Les expusé mostrando fastidio por tener que esperar y arrogancia a proposito. -y por ese motivo, para autentificar el objeto, el señor del castillo solicitó mi presencia. -
Los hombres, conscientes de la existencia de ese acontecimiento me creyeron permitiendome pasar hacía el salón en el cúal debía de estar el espejo magico. Al abrir la gran puerta me quedé de piedra. ¡Zelgadiss había matado al señor del castillo! Tán silenciosa y rapidamente como hacía con todos aquellos que Rezo le obligaba matar usando ese hechizo con el que un hechicero
puede manipular a otros individuos. ¿Tán desperado estaba? Quisé gritar su nombre pero no conseguí que las palabras salieran de mi boca. El pobre hombre estaba tumbado sobre la gran alfombra que cubría el suelo teñido su centro del oscuro rojo de su sangre mientras Zelgadiss se había colocado frente al espejo unos pasos alejado de su victima. No parecía haber nada más que le importase en aquella amplia y elegante habitación. Lo único que parecía tener sentido era ese jodido espejo colocado sobre la pared ocupandola practicamente entera tapado por un gran paño de fuerte color rojo que brillaba majestioso al recibir la luz cercana de las dos lamparas colocadas a los lados. Las otras dos pareres lo único que había eran libros sobre estanterias que ocupaban todo el espacio y dos o tres sillones de piel junto a una alta mesa de madera en el cúal recibir a los ilustres invitados. La gran puerta se cerró a nuestras espaldas dando un sonoro portazo pero no era nada por lo que un guardia correría a interrumpir a su señor. Como de todos modos mis palabras le hubiesen entrado en un oido y salido por el otro, me valí de algo más
drástico con la intención de apartar a mí terco amigo de aquella cosa que lo estaba enloqueciendo. ¿O era cierto lo que los rumores decían del espadichín demoniaco? ¿Qué nada ni nadie podía detenerle cuando algo se le metía en la cabeza?
-¡Bola de fuego! -Alcance a decir concentrando todo mi poder en mis manos enguantadas, en las cuales, en poco tiempo, se formaría una llamarada adoptando forma circular que iluminaría mi rostro al lanzarla contra el espejo. Zelgadiss, con una agilidad felina, sacando su espada recitando un hechizo astral que la volvió roja como si la sangre que la teñía se hubiese extendido, destrozó mi bola de fuego cortandola como si fuese solida. Al instante, la llama separandose se desvanecería dejando tán sólo un alto calor en el ambiente.
-¡No puedes destruir el espejo! -Bramó surgiendo de su voz una ira descontrolada. Jamás le había visto así, sinceramente, daba miedo pero no me achiqué, le solté desfogando todo lo que llevaba dentro:
-¡Pues si es la única manera de que olvides ese jodido espejo lo haré! -
Zelgadiss posó sus ojos sobre el espejo por destapar y alzando su espada amenazante, gritó con mayor fuerza:
-¡No! ¡No puedes! -
-¡¿Por qué no?! ¡Es el único modo de que recobres la cordura y no pierdas la vida! -Le recordé enojado porque era mi único amigo y no quería que su obsesión lo acabase matando.
-¡Porque entonces Rezo jamás me dirá como revertir mi cuerpo! -Acabó confesandome Zelgadiss. -¡Lo qué dijo en Teforasia era mentira! ¡Hay un modo! ¡Me pasé toda la noche tratando de sonsacarselo pero cuando por fin cedió, tú viniste y nos fuimos! ¡Ni te imaginas la desesperación que me entró al no encontrar el espejo! ¡Ahora sabré la verdad y recuperaré mi cuerpo! -
-Zelgadiss... Yo... -Iba a decirle algo pero callé. Verle tán abatido, agarrandose a ese clavo que quemaba sus dedos tán dolorosamente, me conmovió bastante pero probablemente por egoismo, porque era mi único y mejor amigo, tuve que insistir: ¡Me importa una mierda que consigas tu cuerpo humano o no, no voy a dejar que mueras! -
Yo también me comporté de un modo bastante tozudo, la verdad pero mereció la pena. Zelgadiss, recobrando entereza y fiereza corrió hacía mí para impedir que volviese a conjurar cualquier otro hechizo igual o más poderoso y destructivo que la bola de fuego pero dando un gran salto logré escaparlo sin dejar de concentrarme en realizar el hechizo. La segunda bola de fuego que creé fue de mayor tamaño y fue lanzada con exito al espejo pero muy a mi pesar, aunque está chocó extendiendo su fuego por todo el paño rojo y el espejo, lo único que quedó hechó cenizas fue el paño. Zelgadiss dió un suspiro aliviado mientras yo maldecía mi suerte. La superficie del espejo se iluminó como si mi ataque le hubiese despertado. En aquel momento se me ocurrió una idea genial, la magía por sí misma no podía romper el cristal pero, ¿qué había de la fascinante espada magica de Zelgadiss? Había que intentarlo. Corriendo hacía el espejo saqué con rapidez mi vulgar y fina daga para hacerle creer que iba a cortar con ella el cristal. ¡Madre mía, qué mala leche se le pusó! Corríendo con una velocidad de leopardo se disponía a cortarme la cabeza pero yo ya me lo suponía y como formaba parte del plan, sólo tuve que girar la cabeza. La espada de Zelgadiss se quedaría clavada sobre el cristal, creando finas lineas que se alargarían resquebrajando desde el centro el espejo. Al sacar Zelgadiss la espada, algunos pequeños trozos saltaron desde el centro, la parte más dañada. El visceral aullido que lanzó Zelgadiss mientras se apartaba fue de esos que
ensordecen, derrumbandose hasta caer arrodillado. Un montón de lagrimas recorrieron sin cesar sus mejillas oscureciendo la parte de rostro por la que iban pasando. Antes de que se levantase y tratase de matarme de nuevo, aclarandome la garganta, con voz suave, le sugerí lo siguiente:
-Zelgadiss, si como has dicho antes, lo que querías era hablar con Rezo... Yo puedo concedertelo, sin riesgos de muerte. -
Zelgadiss se levantó sin decir palabra y caminó hacía mí. En sus ojos todavía había ese brillo asesino que tanto me aterraba pero guardando la espada a mitad del camino, me susurró:
-¿De verdad?¿Y me dirá cómo recobrar mi cuerpo? -
-Pues... Sólo si te portas bien. -Bromeé.
A Zelgadiss no le hizo mucha gracia la bromita pues me agarró con bastante fuerza el cuello pero salimos del salón enteros y desde la primera ventana que vimos por el pasillo planeamos dejando atrás la ciudad de Solaria. A mitad de camino suavizaría la presión de sus dedos pero todavía me tenía por el cuello. No me dejó volver a mi casita hasta que no habló con Rezo...
Como la mansión de Rezo se había convertido en una especie de templo o algo por el estilo, ¿como un hospicio? Y aún estando abandonada, Zelgadiss no estaría dispuesto a poner un pie de nuevo en ella. Zelgadiss me arrastró hasta su antigua guarida, en la cúal vivía durante el tiempo que sirvió a Rezo. Un lugar que parecía bastante apacible a pesar de alojar a un buen grupo de bandidos, muchos, en su mayoria, incluso sanguinarios. Yo, siguiendole hasta la que era su habitación, habitación que también compartió con Zolf, uno de sus mejores amigos entre toda esa gentuza, le dije:
-Tenemos que hacerlo en un lugar dónde Rezo halla estado mucho tiempo... -
-Ya lo sé. Rezo y yo pasamos muchas largas tardes aquí estudiando los manuscritos y libros que conseguiamos. -Me comentó interrumpiendome con voz agridulce.
Me encogí de hombros. Era bastante comprensible porque por muy buen dominio de la magía que tuviese o por muchos conocimientos que hubiese ido adquiriendo era ciego, alguien tendría que leerselos. Concentrandome, poniendo toda mi habilidad y memoria, comence a invocar al espiritú del Monje Rojo. Usando un conjuro similar al que varios hechiceros usan para invocar criaturas venidas del plano astral, cerrando los ojos como si eso fuese a ayudarme, dejé que Rezo, si él lo deseaba también, tomase contacto conmigo. La energía manaba de mí como lo hacía en el cuerpo de Zelgadiss cuando uso el hechizo de busqueda y lentamente fue esparciendose a lo largo de la habitación. Zelgadiss no podía verla pero como si podía sentir que algo sucedía. Llegado un punto en el que el Rezo, se suponía, debía darme alguna señal de existencia, me ví obligado a mascullar:
-Creo que o no tengo poder suficiente o no poseó habilidades de necromante... -
Pero entonces sentí una contundente presencia, su presencia. Al abrir los ojos sólo yo atisbaría la figura de Rezo, borrosa como si estuviese muy lejos perdido en la bruma que colapsaba la pequeña habitación.
-Posees excelentes habilidades como necromante. -Escuché procedente de sus labios. Su voz seguía siendo tán calmada y segura como la recordaba. -Pero estas en lo correcto al decir que tu poder no es muy elevado. -
Arrugué mi frente, de ahí que estando tán sólo a unos pasos de mí, se visualizase con difícultad pero lo peor sería que nuestra charla tendría que ser muy limitada ya que no podría mantener la conexión por un gran periodo de tiempo. Me encontraba bastante limitado debido a que estaba entre dos planos, él en cambio ya había sido liberado de las ataduras de el mundo material. Dandome cuenta del espacio tán limitado en el que me hallaba en el otro plano al lado de un impaciente Zelgadiss, tuve que mantenerme en el mismo lugar durante lo que durase la charla. Me aclaré la garganta y fuí al grano:
-Su eminencia, le he convocado para aclarar una cosilla... Esa cosilla es... -
Trataba de mirarle a los ojos pero su fuerte presencia me intimidaba, él desde su posición, cruzando los brazos, con la cabeza un poco ladeada, me prestaba atención con una sonrisa. Una de sus enigmaticas sonrisas.
-Su eminencia, ¡Zelgadiss quiere que le digas cómo obtener su cuerpo humano de nuevo! -Solté de la única manera que sabía, a lo bruto.
La reacción de Rezo fue muy propia del Monje Rojo, manipulado o no, por el Rey de los demonios. Una melodiosa risa salió de sus labios mientras meneaba la cabeza divertido.
-¿Eso es todo? Ya se lo dije en Teforasia. ¿No te lo comentó? -
-Sí, si lo hizo pero por culpa de ese maldito espejo, él creé que mientes y... -
-¿Qué espejo? ¿No será el espejo magico cuyo creador se desconoce? -
Asentí con la cabeza diciendo ese, ese es. Sería en ese momento trás llevarse una mano a la cabeza, que abriría sus ojos para mirarme fijamente y hacerme esta pregunta:
-¿Y ha logrado sobrevivir? -
-Pues sí, sigue vivo pero todo es gracias a mí, que si el es terco, yo más. -Le confirme dandome golpecitos con el puño cerrado al pecho.
Rezo alejaría su mano pero esa vez no sería para cruzarse de brazos, Se sentía feliz y agradecido, así me lo hizo saber.
-Te lo agradezco. Él no merece morir buscando un imposible, el merece vivir junto a su princesa Amelia. -
-Pero conociendole no lo hará hasta que sea humano de nuevo. -Deje caer con ambos brazos flexionados y las manos extendidas. -Por cierto, ¿cómo es que conocías el espejo magico si estas muerto?-Pregunté al darme cuenta de que Rezo sí sabía que Zelgadiss podría haber muerto.
La risa de Rezo se volvió una carcajada que se alejó a lo largo de la habitación y dijo:
-¿No sabes que los muertos lo sabemos todo? -
Me estaba vacilando, al ver mi cara de fastidio, añadió:
-Cuando uno posee prestigio se le comunican muchas cosas. Los sacerdotes de esa orden me suplicaron ayudarles a estudiarlo pero como por aquella epóca yo sólo pensaba en la piedra filosofal, no lo hice. -
Por muy agradable que resultase volver a hablar con él y por muy hermosos que fueran sus ojos, tenía que centrarme, tenía que sonsacarle, si de verdad mentió a Zelgadiss en Teforasia o no. Sus ojos me tenían fascinados, no eran de un marrón oscuro como lo son vulgarmente muchos ojos marrones, era de un marrón verdoso que parecía capaz de penetrar cualquier cosa. A pesar de sentirme muy lejos de la habitación y el plano en que Zelgadiss y mi cuerpo se encontraban, pudé sentir por un instante como éste me agarraba de la manga de la camisa que llevaba bajo mi tunica de hechicero. Fue el pequeño recordatorio de a lo que había ido que necesitaba. Como me esforzaba tanto por dislumbrar sus ojos, perdía el rumbo con facilidad. Rezo me expusó en pocas palabras porque era tán peligroso el maldito espejo magico.
-A diferencia del espejo magico que Shazard Lugandi creará hace bastantes años, éste es peligroso porque te muestra lo que deseas y avivandose ese deseo caes en la trampa pidiendole que sea real, en ese momento, el espejo absorbe por completo tu alma. Ya viste en qué estado estaba el hechicero que lo robó. Ahora no será más que un cadaver pudriendose. -
-¿Eso significa que el espejo para llevarse el alma de Zelgadiss era el aútentico mentiroso? -Dedujé rapidamente ilusionado. Las palabras que me dió Rezo a modo de respuesta fueron bastante liosas, esto fue lo que contestó:
-Es posible pero yo tampoco fuí muy sincero que digamos, le deje creer lo que él quiso creer. Puede que esa cura no exista porque nadie se ha puesto a buscar el modo de revertir lo ya fusionado pero si ese modo existe, yo no sabría como hacerlo. -
-¿Ni usando la Biblia Claire? Sé sincero. -Quisé saber como lo quisó Zelgadiss negandome a aceptar su vaga respuesta.
-Ésta bien, quizás sí pero no estoy plenamente convencido de ello, la Biblia Claire te daría mayor poder y sabiduria pero habría que hacer comprobaciones, sería un trabajo largo y muy duro. ¿Sabes cúantos años les llevo a los hechiceros ser capaces de fusionar criaturas vivas? Millones. -
Me quedé alucinado, no tenía ni la más minima idea. Desde luego, ser hechicero no era tán fácil como parecía.
-¡Joder! ¿Entonces para qué te aventuraste a algo que sabías que luego no ibas a deshacer? -Apostillé llevandome ambas manos a la cabeza, Me costaba barbaridad comprender sus explicaciones.
-No vuelvas a usar ese vocabulario en mi presencia. -Me reprendió Rezo con severidad, luego respondió su amable tono de siempre mi respuesta. -Digamos que fue el único modo que encontre de cumplir con su capricho... -
-Ya, ya y a cambio sólo le pediste un pequeño favor... Eso ya lo he oido antes. -Le interrumpiría bruscamente. -Esa excusa no me convence. Dime la excusa real antes de que el tiempo se nos acabe. -
Rezo, el Monje Rojo cerraría los ojos haciendo una pequeña mueca. Le había pillado, sin embargo él sólo confensaría si yo le contaba el motivo por el que maté a mi jefe, al que fue mi maestro. Una artimaña muy suya, me sentí con las manos atadas pues Zelgadiss se encontraba a mí lado y yo, yo no quería que lo supiese pero llenandome de aplomo, si así descubría la verdad, con mirada firme se lo hice saber.
-¿Qué fue de tu maestro? ¿Lo mataste para heredar su negocio? -Preguntó Rezo con esa voz capaz de cautivar a los mismísimos angeles.
-No, por venganza. -Fue todo lo que estuve dispuesto a confesarle.
-Se veía venir. -Comentó antes de admitir que había otro motivo aparte del que le decía a Zelgadiss una y otra vez con respecto a su conversión en quimera. Pensativo, con los ojos cerrados y una mano cerrada sobre los labios diría. -¿Por qué le convertí en quimera? Porque muy en el fondo, sentía una profunda envidia hacía él. -
La figura de Rezo comenzaba a difuminarse, nuestro tiempo había comenzado a finalizarse, esforzandome dolorosamente más, lo retuve un poco más.
-¡Qué egoísta! -Exclamé.
-Es posible. En aquel momento no pensé que se pudiese obsesionar tanto, siempre se mostraba tán seguro de sí mismo y siempre tenía que demostrarlo. Él, que aún sirviendome con su cuerpo humano, no sería capaz de ponerse en mí lugar porque era como todos los chicos sanos de su edad. Nadie le miraría con lastima o le golpearía por ser diferente. Sólo quería que viese las cosas desde el otro lado. Además yo sé realmente porque desea con tanta ansiedad ser humano y es un motivo tán vanal. Lo desea no sólo para volver a ser aceptado entre nosotros, los humanos, sino porque así podrá traer al mundo descendentes que no dañaran a su amada Amelia. Ahora ya lo sabes, de tí depende contarle la verdad o dejar que siga creyendo que lo hice manipulado por Shabragnigudu. -
-Ahora muchas cosas empiezan a tener sentido... -
Cuando iba a recomendarle que le pidiese perdón, la conexión finalmente se rompió. cubriendome la cara con las manos, cerré los ojos traspasado por un fuerte dolor de cabeza. Al volverlos a abrir la bruma que cubría la habitación había desaparecido y la fuerte energía que manó por toda la habitación se calmó hasta desaparecer. Zelgadiss seguía a mi lado con cara de susto.
-¿Estás bien? Por un momento creí que te me ibas al otro barrio. -Bromeó aunque en sus ojos aún había un brillo de preocupación.
-Sí, sí, tranquilo. Sólo tendré que aguantar una migraña más intensa que de costumbre. -Le tranquilice mirandole con una sonrisa despreocupada.
Zelgadiss suspiró y ambos nos pusimos en pie. Debí de caer sentado o algo así. Por muy jodida que sonase la verdad y aún a sabiendas que Zelgadiss tenía que saberla tarde o temprano, no quise que fuera por mí. Sentado en aquel banco de piedra muchos recuerdos surgieron de mi conmocionada mente hasta que caí dormido gracias a la cargada tila que Zelgadiss me preparó. Si hubiese tenido algo más de tiempo, le hubiese soltado unas cositas más pero claro, tenía razón en eso de que yo no era quien para juzgarle. En realidad, siempre pensé que eso formaba parte de su encanto. zelgadiss era un tipo más dependiente de lo que él mismo hubiese admitido pero Rezo, tál y cómo puedo concluir dandole vueltas a la conversación, no. A Zelgadiss le quisieron y era un chiquillo que al ir creciendo podría seguir el ritmo de los demás pero a Rezo desde bien joven
se le fue negando la oportunidad de al menos intentar seguir ese ritmo. ¡Mierda! Ya sé el motivo de esa confesión. Yo, yo también fuí abandonado por mis seres más queridos yendo a parar de eso modo al grupo de los marginados. Zelgadiss se sentó a mí lado, el ligero roce de sus ropajes me despertó lo suficiente como para formularle esta pregunta.
-Zelgadiss, ¿alguna vez has pensado en cómo podía sentirse Rezo? Él a veces veía reflejado en ti todo lo que jamás logró ser. -
Zelgadiss no me respondió. Se formó un silencio sólo interrumpido por los sonidos del bosque. Aquello me confirmaba que Zelgadiss sólo pensó, como la mayoria de preadolescentes y adolescentes, en si mismo. En lograr sus propias metas. ¿O sería que Zelgadiss le recordaba cada vez más y más a Erik, el padre de Zelgadiss? Para ser tán bueno con la magía y haber obtenido tantos conocimientos, no parecía muy bueno en lo referente a las relaciones humanas. Zelgadiss se entristeció pero antes de olvidar todo el asunto, me pediría que le dijese lo de su cura. Dandome un codazo exclamó:
-Oye, ¿y te ha dicho algo sobre la cura que busco? -
-Qué vayas a Seillune y hables con el sumo sacerdote del templo, Lou Groun, y le des la tabarra a él. -Mascullé removiendome.
Entralace dos ideas, la de que si algún otro gran sabio sentía curiosidad por su caso, se pondría a investigar y se podría obtener esa solución y la de que Zelgadiss y Amelia debían estar juntos porque Rezo tenía razón, ella fue la única mujer que habiendolo conocido como una obsesiva quimera, le amaba con todo su ser, no debía renunciar a ella por su orgullo o por miedo. Muchos matrimonios viven la mar de bien sin crios de por medio. Lo demás me lo guardé porque sabía que a Zelgadiss le destrozaría. Lo que me quedó muy claro fue que le gustase o no a Zelgadiss, mi buen amigo era que era clavadito a su bisabuelo aunque menos solemne y menos complejo. Sí, lo admitó, mantener esa charla con él avivó la admiración que sentía por el Monje Rojo, con todo lo bueno y con todo lo malo.