lunes, 28 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED GLUTTONY

Clow Reed ^^ Le he escogido a él como poderoso hechicero astral, personaje mencionado como uno de los tres que derrotan a Kaos Lord Khem en Gaiax ^^ Por lo que en Eterno Poder este vendría a ser el creador o descubridor de la Magía astral. Eterno Poder además de Elseword, es un Crossover ^^

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Además de Magía negra y blanca, hay Magía shamanistica y astral ^^ Esta magía requiere mucha concentración. En principio tán sólo era usada para traspasar barreras magícas o elementos de toda clase pero cuando su creador descubrió que también podía usarse para derrotar enemigos, principalmente demonios, comenzó a ser considerada y usada de modo parecido a la magía shamanistica. Khem descubrió la llamada Magía negra. Plaxe Hanui (o Lou Groun, como sería más conocido) descubrió la Magía sacra y crearía a partir de esta, la Magía blanca pero sería Hermes Trimegisto (o conocido en otros circulos como Clow Reed) el descubridor y creador de la Magía astral. En Gaiax Hermes Trimegisto debe de ser un tipo importante pues en la biografia de Khem aparece descrito como un tipo considerado un gran hechicero, con respecto a mi elección con el personaje Clow Reed... Clow es otro gran hechicero o mago que me encanta. Creador de las cartas que Sakura usa, creador de una magía que usa el poder de la noche y el día (o algo así, no lo recuerdo bien XD) y podía predecir el futuro ^^ Como se deduce o se sugiere en Tsubasa Chronicles podía moverse por las dimensiones, pues... Teniendo en cuanta que lo de astral es sinonimo de espiritual, creo que Clow Reed puede cuadrar. En la Magía astral el hechizo más poderoso es el Ra-Tilt.

Sentado a la sombra de un hermoso arbol, de buen tamaño y hojas ya en flor, acompañado por una magnifica criatura asemejada a un fiero león o un tigre, con grandes alas doradas, se encontraba leyendo tranquilamente un individuo de aspecto afable, piel clara y hermosos rasgos. Sus tunicas nada tenían que ver con la de los hechiceros del continente vecino. Tán coloridas y tán amplias, trazadas y abrochadas mediante una serie de finos cordones dorados. Sus cabellos se escurrían con suma facilidad sobre su ancha y despreocupada mente, oscuros como la noche y muy lisos. Sus ojos no eran muy grandes pero si claros y tranquilos, tras sus redondas lentes que no caían de su rostro gracias a una cadenita de pequeñas bolitas de color oro. Si el hechicero rojo se distinguía por mantener sus no excesivamente largos cabellos oscuros perfectamente colocados a los lados o el buen Groun por una castaña cabellera con mechones aqui y allá, que le hacían lucir como el excentrico entre los tres sabios, a nuestro reposado amigo se le distinguía por amansar sus cabellos mediante una sencilla cinta. Un apuesto y meditativo individuo a primera vista pero todo un admirador de la sorpresa y los enigmas. Un intelectual con un sentido del humor muy original. La figura que caminaba hacía él, alertando a su alado compañero, era una figura de hermoso y curvilineo cuerpo. Cabellos oscuros y largos, muchísimo más que los suyos, perfecto flequillo que ocultaba sus finas cejas pero no sus inquisitivos rasgados ojos marrones. Una fina nariz y unos rojisimos labios hacían juego con sus ojos de animal silvestre. Una sonrisa traviesa se dibujó en los ojos del sabio al oir los firmes pasos de la dama. Era tán oriental, más de una vez el sabio había tenido más de un libidinoso pensamiento, por lo que no fue difícil advertir cúan feliz se sentía de que precisamente fuese ella la que en aquella suave mañana de primavera fuese en su busca.

-¡Amo Clow! ¡¿Dónde demonios se encontraba?! ¡Llevo toda la maldita mañana buscandole! -Exclamó deteniendo sus pasos frente a él, que con una desesperante y calmada voz simplemente dijo:

-¿Así? Pues he permanecido aquí toda la mañana. -

La criatura de soleada piel acabó por abrir los ojos, los gritos de la muchacha había logrado despertarle. Con un alto bostezo indicó su descontento. La muchacha crispada ante la pachorra de su maestro, dió otra serie de gritos:

-¡Ya me he dado cuenta! ¡Ahora mueva el culo y venga conmigo! -

A Clow no le gustaba que se dirigiese a él de esos modos pero al resultarle tán graciosas sus palabras o sus reacciones, no solía emplear grandes castigos con ella. Tarde o temprano acabaría comportandose. Sin dejar de esbozar esa sonrisa encantadora que solía esbozar, cerró el libro y la siguió, eso sí, todo a su ritmo, desesperando a la inpaciente muchacha. La criatura contempló con ojos vagos como su señor y la ruidosa muchacha abandonaba el gran jardín. Con otro bostezo, el animal retomó su siesta, sin importarle el hecho de haber perdido la comodidad que suponía recostarse sobre su señor o intercambiar el suave tacto de sus tunicas por el de la fresca y rasposa hierba. Caminando a paso ligero cogido de la mano de la muchacha, sus pasos resonarón por todo la tarima de madera. La sorpresa fue mayúscula para Clow al adentrarse al amplio salón y al colocarse las lentes encontrar a la persona que menos esperaba encontrar en su hogar.

-Buenos días, Hermes. -Comenzó a hablar el hombre todo vestido de blanco poniendose en pie. -Ha pasado tanto tiempo... -

Las lagrimas no le permitieron continuar. Hacía tanto tiempo que no veía a ninguno de sus dos y únicos amigos. Clow avanzó hasta él y ambos se abrazaron con intensidad. La muchacha se quedó a lo lejos observandolos, su maestro jamás le había hablado de aquella persona o de su relación con ella. A pesar de lo bromista que solía mostrarse, era un hombre misterioso, no le gustaba hablar de sí mismo. Aunque los ojos de Clow se mantenían serenos, se percibía en ellos una gran ternura. Para el joven Clow, Groun siempre fue el más sensible y desvalido de los tres que iban con Merlín. Torpe e inseguro pero con un corazón de oro y siempre ponía el doble de esfuerzo y atneción en las enseñanzas de Merlín. Clow asintió con una hermosa y calmada sonrisa.
-Hacía tiempo que nadie me llamaba así. Al principio he creido que te referías a otra persona. -Bromeó separandose de su emocionado amigo.
Groun rió llevandose una mano a la boca. Volviendo a sentarse, antes de comenzar a charlar, Clow pidió a la muchacha que les trajese un poco de té.
-Yuuko, ¿serías tán amable de traernos un poco de té? -
Ella descruzó los brazos y con gesto energico contestó:
-Ahora mismo, maestro Clow. -
Nada más decirlo, salió hacía la cocina y pasó un buen rato preparandolo. Clow y Groun observaron como se marchaba. A Groun le pareció una muchacha encantadora. Clow le contó que la había encontrado hacía tiempo y que era muchacha muy portentosa pero con muy mala fortuna. Huerfana y con grandes habilidades magicas.
-Ya veo. Yo también suelo dar un mejor futuro a muchos jovenes, especialmente a muchas jovenes consideradas brujas. -Le comentaba Groun con gran satisfación.
-Me agrada oirlo. Siempre pensé que jamás serías capaz de hacer nada sin mi ayuda o la de Khem. -Le decía Clow con una amplia sonrisa.
La muchacha llegó y aunque olvidó algunas de las formalidades que le había enseñado Clow, les entregó dos tazas repletas de Té verde. Groun la observaba con curiosidad, para ser tán joven, era realmente bonita, lo que más le atrajó fue su fina y blanquicina piel. Sus rasgos también le impresionaron gratamente. Ella se ruborizó al darse cuenta pero cerca de Clow fingió indiferencia. Servido el té, retomó su posición de gatita curiosa junto a la puerta pero al cabo de un rato, Clow le pidió que se encargará de algo mientras ellos charlaban. La muchacha obedeció pero no le pareció justo. Groun, tál y como se apreciaba en sus ojos, no venía a recordar viejos tiempos, Groun tenía algo importante de lo que hablar.
-Pero como puedes ver ya no soy un chiquillo. -Le contestó tras un largo sorbo a su taza de té. -Aunque dada la situación actual, me gustaría volver a ser y volver a aquellos años en los que estabamos juntos. -
La tristeza y la rabia quebraban la voz de Groun. Clow le escuchaba atento, sin decir palabra. Había pasado algo o peor, pasaría algo pronto y no sería bueno. Las palabras salían con dificultad, como si cada una de ellas fuese un trozo de cristal que saliese de su boca pero Groun, a pesar del dolor y las ganas de romperse a llorar, hacía grandes esfuerzos por contarle a su otro gran amigo lo mucho que había cambiado Khem. Tenía que saberlo. Tenía que saberlo para tomar una decisión.
-Ahora todo es tán complicado. Me he pasado largo tiempo buscandolo, había oido que no vivía lejos de Ávalon pero al no conocer el lugar exacto, me ví forzado a ir de un lado para otro. Sé que cuando te diga esto me regañarás pero yo sigo creyendo que puede haber algo bueno en él, algo del Khem que conocimos de niños y por eso lo he estado buscando pero se está metiendo en un terreno muy peligroso. Los angeles dicen que sus ambiciones son intolerables y que hay que ponerle freno. Los demonios le odian, no soportan que un humano sea más poderoso que ellos. Yo, yo no sé que hacer. Los angeles me han pedido ayuda pero tú sabes que yo, yo no sería capaz de traicionarle. Es mi amigo. Por lo que he venido para pedirte, para rogarte, una solución. -
Clow se quedó atónito. En la zona vecina iba a prepararse una guerra de proporciones monumentales y el no había sido informado hasta ese momento. Merlín ya lo había presentido pero se negó a creerlo. Merlín al igual que Lou Groun se esforzaban en ver en Khem algo bueno cuando nunca hubo nada. Clow miró a su amigo frunciendo el ceño, volviendose su calmada y risueña expresión seria. Con voz serena sólo pudo decir:
-Yo ya sabía que esto pasaría. Khem nunca fue como nosotros ni nunca lo será. -
-¿Qué quieres decir con eso? -Quisó saber Groun. -¿Acaso es cierto que tú y Khem nunca llegais a llevaros bien? -
A Clow le resultó duro exponerle que él gracias al descubrimiento y desarrollo de la Magía astral o Magía espiritual, descubrió que su amigo Khem era distinto, extraño. Un humano cuya alma no brillaba de ningún modo ni color, que el modo de expresar sus emociones no era natural, que su amigo parecía vacio por dentro. Al principio se sintió horrorizado, se negó a creerlo pero con el tiempo, trás ir observandole con más detenimiento, acabo convenciendose de ello, volviendose así más distante su relación. Khem tenía grandes ideas pero sus proyectos resultaban a menudo peligrosos o inmorales. Con una agridulce sonrisa Clow asintió. A Groun siempre le disgustó que sus dos únicos y mejores amigos mantuviesen esa relación tán hostil pero como bien dijo, todo se había complicado de un modo atroz e imparable. Groun deseaba parar sus acciones pues a lo largo de su busqueda había encontrado pruebas que le mostraban o que le señalaban las malas acciones de su amigo, sin embargo enfrentarse a él, no se sentía preparado. Era algo que le destrozaría aún más. Clow chascó la lengua y le prometió:
-Plaxe, te prometo llegar a una buena solución. Sabes tán bien como yo, que debemos detenerle. Si tu no puedes, lo haré yo y te prometo que será una muerte piadosa. -
Lou Groun se marchó muy agradecido. Clow pasaría el resto del día reflexionando, recordando y atesorando ideas. Con los ojos fijos en el gran jardín, sin apartarlos del arbol más grueso y bello que poseía, su arbol favorito, que se encontraba todo florido. Khem, sería un asunto complicado pero Clow deseaba que no fuese imposible. Al menos antes tus proyectos iban para un buen fin pensaría antes de ser interrumpido por la muchacha, que le indicaba a gritos que la cena ya estaba en la mesa.

sábado, 26 de febrero de 2011

FanFic Slayers DEVIL´S COURTESAN


Esta ilustración es mía, la he dibujado yo ^^ La dibuje para que os hicieseis una idea, vosotros y los del DA de como es la oracúlo o vidente que Khem encuentra en Sairaag. La he dibujado y la he descrito muy similar a Sylphiel, porque esa personaje me parece muy linda y porque quizás esta chavala sea un antepasado suyo en Eterno Poder, teniendo en cuenta que Sylphiel en Slayers es considerada una oracúlo ^^

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Este capítulo extra va dedicado especialmente para Sir Blackrabbit (o Endlessbunny) ^^
Resulta que también es fan de Slayers y es un gran escritor ^^
Es muy posible que contenga contenido subidito de tono, avisados quedais ^^'

Aunque ya habían pasado varios años desde que fuese humillada y castigada en su aldea, viendose obligada a huir de allí, a no volver a ver a sus padres o amigos, la muchacha aún recordaba los días que pasó allí, creciendo, jugando y ayudando a sus padres en su duro trabajo, lo cuál le hacía sentirse peor. Más desemparada, más sola. A menudo, aquellas proscuitas que la encontraron, la miraban con recelo. No porque fue más joven, no porque su piel fuese más deseable o sus finos cabellos más largos. La miraban así porque les inquietaba. La mayor o con experiencia siempre caminaba delante, las otras, estando la muchacha entre ellas, se encontraban detrás tirando del ruinoso carro de grandes ruidas de madera en el que llevaban sus pocas posesiones. Iban de un lado a otro, cruzando frios rios o dificultosos terrenos, todo lo que hiciera falta para llegar a las ciudades más principales. En alguna que otra ocasión, durante sus largos desplazamientos, solían encontrarse con soldados o bandidos. Ellas le ofrecían sus cuerpos a cambio de poder pasar la noche por su zona. No era una vida fácil ni agradable pero la muchacha se convenció de que los días felices no volverían jamás. Las prostitutas generalmente tenían un lugar en el que trabajar y vivir conocido como burdel. Allí el proxeneta o regente pagaba religiosamente el impuesto que la ciudad demandaba y cada cierto tiempo una parte del dinero que obtenían iba para el municipio. Claro que esta muchacha no llegaría a un burdel hasta pasar varios aprietos en la calle. Ya en las ciudades, preparaban su puesto con aspecto similar al de los comerciantes pero con otros propositos y de espacio todavía más reducido. Todas vestían vestidos de palidos colores que se estrechaban por zonas muy especificas de sus cuerpos. El único detalle que las diferenciaba de las demás muchachas era las cintas amarillas añadidas a los vestidos. La jefa cogió de la mano a la muchacha y paseandose con ella al lado, lanzaba libidinosas insinuaciones a todo varón que sus ojos almendrados de gata veían cruzar cerca de ellas.
-Qué le parecería dar un paseo con esta muchacha. ¿No le gustaría? Es muy dulce. -
Pero no siempre funcionaba, muy a menudo era complicado tener clientes y los pocos que tenían eran o feos o groseros o ambas cosas. Estas prostitutas más de una vez eran tratadas como trapos. Ellas lo único que pedían y más de una vez exigían era que antes del coito, los clientes se bañasen. Higiene ante todo. La desventaja solía ser que muchos de sus clientes se negaban, deseosos de meter su pene en caliente. Otra de las prostitutas, una de recio caracter, largo y ondulado cabello acaramelado, la más replicante, viendo la fragilidad de la muchacha, toda una novata a sus ojos, le iría dando una serie de consejos muy necesarios para seguir en pie.
-Mira, tesoro, muchos de estos tíos, por no decir todos, estan casados y si te la quieren meter, te la meteran por las malas, vamos, deprisa y sin delicadeza, dejate hacer pero antes obligales a lavarse, que se laven es muy importante. Si no quieren, cosa que ocurrirá, porque tienen prisa, o intentan algo raro contigo, usa esto. -Le fue explicando mientras le mostraba una fina y brillante navaja. -Que no te pase lo que a la última. -Dejó caer antes de retomar el trabajo.
La muchacha contempló la navaja en sus manos, nunca antes había tenido ningún arma entre sus dedos. Al ver a la jefa acercarse, la guardó tán bien como pudó entre sus ropas. La jefa no iba sola, trás ella caminaba un joven que a juzgar por sus ropas podría bien ser un noble caballero. A lo lejos, un hombre de aspecto más fibroso les observaba con los brazos cruzados y una expresión de desaprobación. La muchacha se levantó del suelo inmediatamente. El joven no poseía un cuerpo tán marcado como el compañero pero no estaba del todo mal, era esbelto no delgaducho como al principio de podía pensar. Dentro del pequeño puesto, la muchacha pidió al muchacho que se lavase antes.
-Por favor, antes de comenzar, debes lavarte bien. -Le indicó entregandole vergonzosa una jarra de tamaño mediano repleta de agua tibia y un objeto de pequeño tamaño rosado. El joven cogió los objetos sin oponerse, exclamando con su aniñada voz:
-Sin problema. -
La muchacha corrió una larga tela a modo de cortina mientras el joven se quitaba los pantalones y las botas. Era la primera vez que iba a mantener relaciones carnales con una mujer, así que si era necesario estar bien limpio antes, estaría limpio. La belleza y juventud de la muchacha le sorprendió gratamente. Echandose el agua por todo el cuerpo, frotandose con fuerza el rosado objeto por todo el cuerpo, se bañaría allí mismo. La muchacha iría quitandose la poca ropa que disponía y tumbandose totalmente desnuda, expuesta al frio y a la verguenza, le esperaría sobre un colchón poseedor de una suave pero gastada manta. Que visión más hermosa sería para el joven, joven de rizados y rubios cabellos emuladores de los que tienen los querubines y ingenua sonrisa. Caminaría hacía ella y ella respirando profundamente también caminaría hacía él. Juntos, entrelazarían sus labios, sentandose en el colchón. Un largo y jugoso beso, sus labios apenas se separarían pues era agradable lo que sentían al mantenerlos juntados. Esa agradable sensación se iría extendiendo a lo largo de su cuerpo cuando el joven con apariencia angelical, deslizase sus manos hacía sus turgentes pechos, acariciandolos detenidamente, jugueteando con sus blandos pezones, que se endurecerían a los pocos instantes. Seguiría creciendo, haciendola olvidar el pudor o la verguenza, llevandola a un estado extraño y maravilloso, llenando su mente de imagenes difusas, al comenzar a penetrarla, a cada instante que sus cuerpos se entrelazaban. Los gritos, que al principio eran producido por ese inmenso y desconocido placer que el joven le entregaba, se volvieron gritos de angustia y dolor. Los ojos de la muchacha se llenarían de lagrimas y las palabras que saldrían de su bonita boca serían:
-¡Para! ¡Por favor, para! ¡No quiero verte morir! -
Lo cúal produciría un gatillazo al joven. A nadie le excita la mención de su muerte. Retirando con cuidado su ya no erecto sexo, el joven exigiría saber a que era debido esa brusca detención.
-¿Verme morir? No comprendo, estoy vivo. -Le comunicaría a la alterada muchacha, que aún habiendose detenido el acto carnal, aún caían lagrimas por su rostro y las imagenes no parecían esfumarse del todo. La imagen de un joven de cabellos rizados y muy rubio que caía al intentar atravesar un alto muro construido por fuerte piedra gracias a una flecha que le atravesaba el cuerpo. Una flecha cuya forma era inusualmente gruesa. El joven se vistió con rapidez y salió del puestecillo sin echar la vista atrás. Aquello no ayudaría a las prostitutas. La jefa se dirigió a hablar con él.
-¿Qué ha ocurrido? No se le ve muy satisfecho, que digamos. -Fue lo primero que preguntó.
El joven, joven de buen corazón, se mantuvó un momento en silencio pero al final, temiendo posiblemente que esa mujeretona pegase a la muchacha por no satisfacerle, dijo:
-A mitad del acto, he sufrido un pequeño accidente... -
-¡Oh cuanto lo lamento! Aún así, ¿podremos quedarnos con su dinero? -Sería lo segundo y más importante que preguntaría al joven. El joven asentiría con la cabeza y se alejaría de ellas.
Dado que algo similar ocurrió con otro cliente, uno menos cortés. Las otras prostitutas discutieron durante varios días que hacer con ella. La mayoria de ellas deseaban deshacerse de ella, abandonarla, dejarla a su suerte pero aquella que había ido aconsejando a la muchacha, sentía pena pues la veía muy verde. Haciendo gala de su astucia, les sugiriría esto:
-¿Por qué no la vendes a algún proxeneta? Así el problema lo tendría otro. -
A todas les encantaría la idea. En la siguiente ciudad, la jefa mantendría una reñida venta con un vendedor de esclavos. Hombre de aspecto desagradable, piel morena, alguna que otra cicatriz, barba mal afeitada y unos ojitos pequeños y viciosos. Su cabello se encontraba recogido mediante un pañuelo de color muy chillón, a juego con su ancho cinturón, en el que se encontraba atada una daga de buen tamaño. La muchacha no pudó más que ponerse a temblar cuando la jefa de las prostitutas la llevó hasta él. La sonrisa que le dedicó no fue bien acogida por ella, que giró la cabeza hacía un lado. Sus dientes eran grandes y amarillentos, algunos eran dorados. La muchacha se llevó una mano a la boca para que el hombre no descubriese la risa que le estaba entrando al pensar lo feo que sería ese tipo mellico. Aquel individuo, que cada vez que posaba sus ojos, le lanzaba obscenas miradas, la llevó a una extraña ciudad situada en mitad del desierto. En aquel lugar, se decidiría su destino. La muchacha se entristeció al no ser la única persona expuesta como si se tratase de un animal o un objeto. Por fortuna, no se vió en esa situación muchos días. Un hombre, ciudadano de Sairaag la adquirió por un precio ridículo. La muchacha se dió cuenta de que aquel vendedor de esclavos además de feo no debía de ser muy espabilado. La muchacha tán sólo ejerció como prostituta o dama de placer con un hombre y al salir este tán asustado, su dueño, dueño de muchas otras chicas, se dió de morros con la particularidad de la muchacha, problema que habría de solucionar.
-Esa muchachita nos está haciendo perder mucho dinero. ¿Entiendes? Y no podemos permitirnoslo. -Le informaba su socio mirando a la muchacha con gesto preocupado.
-Ya lo sé pero mirala, es preciosa. -Le replicaba el regente recorriendo el cuerpo de la poco vestida muchacha con los ojos. -Estoy seguro que aún nos puede hacer ganar dinero. -
Su socio se mostró escéptico pero su compadre le agarró del hombro y le explicó como:
-Tiene un cuerpo muy deseable. Podriamos pedirle que baile para los clientes mientras esperan a sus respectivas damas. ¿Mmm? -
Estuviese de acuerdo o no con la idea, el socio admitió que podía ser una solución. La muchacha se quedaría como bailarina sensual. La muchacha sólo tendría que exhibir de modo arrebatador y sinuoso su cuerpo, todo un lujo para las demás muchachas, más una vergonzosísima puesta en escena para ella. La primera vez, dominada por los nervios, se desmayó. Que todos esos hombres la observasen y la lujuria se fuese apoderando de sus mentes gracias al modo en el que mostraba su cuerpo, era algo que iba contra todo lo bueno que había aprendido en su niñez. Una muchacha debía ser recatada y sumisa. Pensando que la muchacha era demasiado puritana debido a su humilde y cristiana educación por parte de sus padres, el regente pidió una ayudita a una hermosa pero peligrosa dama. Dama de inalterable belleza, piel morena y largos cabellos ondalantes, que jugaba a crear problemas por demoniaca satisfacción personal. La temida y considerada bruja Zellas Metallium. La hermosa mujer, que fue encontrada charlando con un individuo de oscura melena capeada todo cubierto por una vieja y roida manta de tonos gris oscuro, dejó la chachara al sentirse requerida. Avanzó hasta el sereno hombre que la requería y con tono sensual, le susurró:
-Sé a qué has venido y aunque de bien gusto pervertiré a la joven, no sé cuanto será capaz de ofrecer. -
La presentación de la decadente y seductora Metallium a la muchacha fue breve, al poco de examinar a la muchacha, Zellass chascando la lengua indicó al regente que aunque había mucho por hacer, no había problema. La muchacha al principio se sentiría muy incomoda pero a la larga iría logrando que sus movimientos fuesen menos forzados y más eroticos.
-Te daré un consejo, cada vez que bailes, piensa que eres tú la que tiene el poder. -Le comunicaría por última vez sujetando su redondeado y rosado rostro con sus largos y fascinantes dedos. Aquella dama había logrado sacar a la luz la femenidad reprimida de la muchacha. Las noches pasaban y su fama crecía. Los clientes que la observaban se quedaban sin hablar, muchos ansiosos por que aquella bailarina se arrimase un poco a ellos pues sabían que eso sería lo más que podrían saborearla. Hubieron algunos valientes que trataron de poseerla, se les fue negada la entrada. Al joven de rojo no le importó, es más, para desconcierto y sorpresa de la muchacha, el acto se consumó. Fue una noche intensa. Ya se sabe, quien prueba el fuego del diablo, acaba condenado. Así se sentía ella, manteniendo unas visiones muy vividas y variopintas en su mente a la mañana siguiente. Toda temblorosa y sudorosa, con una expresión entre radiante y espantada. Los rayos del sol que entraban por la ventana le indicaban que era de día, todavía se sentía fuera de la realidad como si los acontecimientos recientemente vividos hubiesen sido un sueño o una ensoñación. Con un leve gruñido, abrió los ojos y al echar un vistazo a la habitación, supó que realmente se encontraba lejos del burdel en el que había sido aceptada hacía ya tanto tiempo. Sentada hizo un esfuerzo por ordenar los acontecimientos que recordaba. Ese joven, el joven de rojo, la amó intensamente, a pesar de las advertencias de la madam. Frotandose la frente, trató de recordar algo más. El joven de rojo le entregó mucho dinero antes de marcharse aquella noche. Se dejó caer sobre las mullidas almohadas, quedandose un buen rato así, tumbada de nuevo pero con los ojos bien abiertos. Como tratandose de otro fulminante rayo de luz, la respuesta llegó a ella. La madam y el regente deberieron discutir acerca de lo ocurrido y al igual que habían hecho ya con ella otras personas, la abandonaron. Por muy linda que fuese o por muy bien que se moviese, estaba maldita y eso no era bueno para el negocio.
-En realidad, te has convertido en mi hetera, que a la larga te resultará una vida más ventajosa. -Le aclararía con tono suave ese joven con el que mantuvó una relación carnal hasta el final. El joven de rojo. La muchacha se incorporaría bruscamente, clavando sus ojos en el joven sin saber que decir. Dando algunos pasos hacía ella, se sentaría a su lado. Los rayos del sol iluminarian su hermosa tez y sus rojas ropas se volverían de un rojo más fogoso. Aunque sus ojos estaban cerrados, ese detalle no parecía alterar el encanto que desplegaba ante ella. Impresionada y sonrojada, pediría una especificación:
-¿Hetera? ¿A qué se refiere? -
Los labios del joven se curvarían en una sonrisa y sacando de una caja alargada un hermoso vestido, confeccionado con caras telas, rojo con una serie de cintas doradas, le contestaría:
-Efectivamente, prostituta refinada y con mayor aceptación. -
-¿¡Una cortesana!? -Se confirmaría finalmente ella misma.
-Serás mi cortesana. -Le corrigió antes de marcharse, dejandola aturdida.
Aseada y con el vestido rojo puesto, la muchacha se peinaba su largo cabello, observandose detenidamente. Las cortesanas eran prostitutas al igual que lo había sido ella pero eran prostitutas cuyos clientes eran muy selectos y le permitían toda clase de cosas a sus prostitutas, caros vestidos, perfumes, joyas, libros ya que muchas de ellas sabían leer y un montón de otras cosas inalcanzables para las prostitutas como ella había sido más. Era como si hubiese alcanzado una posición de mayor rango en el mundillo de la prostitución y debía sentirse afortunada pues habría tenido que pagar un precio abismal por ella pero por alguna razón, aquel joven, su señor, la enturbaba. Al principio se culpó por ser tán reacia a aceptar su nueva condición pero pasado un tiempo, comprendiendo a que se debía su continuo estado de recelo al estar junto a él, se culpó por no haberlo sabido identificar antes. Su señor no era como los otros clientes que había tenido. Las cosas que compartía con ella, los conocimientos sexuales que poseía no parecían provenir de nada bueno o correcto. Ella a cambio debía compartir con él las visiones que le llegaban al llegar a la maxima excitación. Como ella no sabía ni leer ni escribir, siendo consciente de sobre de ello, el hechicero de rojas ropas, invitaría a menudo, a su sirviente, que pasaría el tiempo que trascurriese el acto sexual, captando y pasando a papel las palabras que saliesen de su boca al estar sumida en trance. La vida, asumiendo su rol sin oponerse, sería más fácil pero limitada. Ella tán sólo conocía y tenía contacto con el hechicero. Al que consideraba su sirviente, no solía verlo con tanta asiduidad y con respecto a las muchachas pelirrojas, las conocía gracias a sus visiones. Ella, que nunca había usado maquillaje o perfumes, si se recibía a algún invitado, se presentaría exquisitamente maquillada y si su señor se lo ordenaba, bailaría para el invitado. Si veía o descubría algo inusual en él, estaba obligada a no exponerlo, el castigo sería muy doloroso pero lo que más le llamó la atención fue que era él el que le exigía lavarse a ella. Aunque por un lado aberrecía esa situación, verse tán atrapada, por el otro lado, cada vez le gustaba más y más ser tocada, besada o lamida por su señor. Al caminar por los puestos de ropa, era mirada con desprecio y pavor. La cortesana del diablo la llamaban y otras cosas peores. Un día cogida de la mano del sirviente, Cerberuss, parada frente a un puesto en el que se exponían unas telas de hermosos colores y suave tacto, una mujer se acercó a ella y escupiendo al suelo, le gritó:
-¿Qué se siente siendo la puta del diablo? ¿Te gusta? ¡A todas sus zorras les gusta! -
A la muchacha lo único que se ocurrió fue salir corriendo de allí, ocultarse en algún callejón y llorar. Cerberuss corrió tras ella y al verla tán dolida, estrechandola entre sus brazos, simplemente le murmuró:
-Si lo deseas, la encontraré y la mataré. -
-No. Al fin y al cabo, tiene razón. La primera vez que sus rojos ojos se posaron sobre mí, lo supé. -Fueron las palabras ahogadas por los sollozos que fue capaz de decir ella, recordando lo que primero que pensó cuando sus ojos se cruzaron con los de el joven de rojo.

viernes, 25 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY V


Imagen encontrada en Wipedia referente a la caza de brujas ^^ Muy medieval, me pareció apropiada para el fanfic ^^


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
En cuanto acabe este fanfic mencionaré y agradeceré a todas las personas que me han influido o inspirado como es debido, vamos como se hace en los libros ^^ Como ya mencioné en el primer trocito de este capítulo o parte del fanfic, Khem busca brujas con el pelo rojo y virginales, por lo que aquí me liaré a tratar un poco o a adentrarme más en ese tema, las brujas porque en la edad media hubo mucha persecución a las brujas, habiendo así, muchas muertes. Algunas cosas son conjeturas o imaginaciones mias pero otras, otras eran las conjeturas que la gente tenía de los brujos y brujas, sobretodo de las brujas. Como ya he dicho incontables veces, para que cuadre la historia con Eterno Poder he tenido que echarle inventaba, por lo que había varios grupos de brujas. Las que interesaban a Khem, que las veía como las más poderosas, eran las pelirrojas pero también habrá un poco de Alquimia, porque, escogiendo al loco hechicero Diol, surgirá algún que otro tema más bien relacionado con Alquimia. Diol era el hechicero que en Slayers trataba de crear una superquimera con Lina Inverse. Un tio muy extrafalario XD ¿Tematica desagradable? Posiblemente, la historia transcurre en una epoca muy oscura...
Diol no se veía a si mismo como druida pues aunque a veces se guíaba por las obras dejadas por ese grupo de sabios, se esmeraba en que sus descubrimientos fueran lo más razonables posible. Apenas salía de su pequeño gabinete. Una habitación con poco espacio, con pesados libros por todas partes, una mesa con algunas partes chamuscadas y varios tarros de cristal en los que descansaban criaturas deformes o pequeños fetos. Siempre andaba masticando algo y sus ropas estaban muy gastadas. Todos por los alrededores le tomaban por un viejo demente e inútil. Que aquel joven de finas facciones, limpio y sedoso cabello oscuro y ropas de elegante y llamativo color rojo le visitase, sería una gran sorpresae pues las unicas personas que le visitaban eran sus hijas. El esmirriado perro que le acompañaba fue el primero en alzar la cabeza y fijar sus cansados ojos en el extraño que se dirigía con una sospechosa sonrisa a su amo.
-Deduzco a juzgar por tu lamentable aspecto, que aún sigues enfrascado en tus investigaciones. -Diría plantandose frente al viejo alquimista el joven dejando al descubierto sus rojos ojos. -Espero poder ser atendido, he recorrido un largo camino para hablar expresamente contigo. -
Diol dejó a un lado el gran libro que ojeaba en esos instantes y dirigió el rostro hacía Khem. El animal gruñó como si percibiese la oscura aura del hechicero. Diol se acercó a los ojos lo que parecía dos pequeños y redondos espejos sujetos por una fina y dorada montura y sus ojos se abrieron al comprender con mayor claridad a quien correspondía aquella melodiosa pero firme voz. Su aviejado corazón comenzó a latir con intensidad. Los hechiceros no solía mantener contacto con alquimistas. Los hechiceros a menudo se burlaban de los alquimistas y los alquimistas no veían con buenos ojos a los hechiceros. El joven no podía ser otro, era el individuo del que tanto se hablaba, desde poderosos hechiceros hasta humildes campesinos. Fingiendo una absoluta calma frente al hechicero mal apodado como el diablo rojo extedió un brazo y le ofreció sentarse. El hechicero de jovenil aspecto y ropas rojas alcanzó un pequeño taburete. Sentado frente a Diol, se quitó su largo y rojo abrigo, Diol observaba alucinado con que gracia lo doblaba y lo dejaba sobre una columna de libros cercana. Para no ser menos, pasandose una mano por sus ondulados y blancos cabellos, Diol hizó por mejorar un poco su aspecto. Los pocos mechones de pelo blanco que poseían se ondulaban salvajes y los cabellos de su larga barba blanca se amolinaban carentes de forma. Khem le miró con una ceja arqueada y con un Diol listo, se dispusó a sacar un objeto que dejaría al anciano Diol balbuceante. La piedra que fue cambiada por el huevo de Dragón, piedra roja, tán roja como las ropas del hechicero, de forma cuadrada y buen tamaño pues ocupaba toda la mano. Piedra codiciada y muy buscada por los alquimista, La piedra Filosofal o también denominada Piedra de Sarvia. Las lentes de Diol caerían emitiendo un leve chasquido al chocar contra el libro que aún permanecía ocupando toda la mesa.
-¡No puede ser! -Atinaría a exclamar Diol, en estado de shock. -¡¿Es la piedra filosofal?!
-Eso parece. -Le confirmaría tranquilamente Khem.
Diol recogió sus lentes y aunque uno de los cristales se encontraba con una rajita producida al caer contra el libro, para contemplar la piedra más detenidamente. Diol acercó su rostro, sujetando las lentes posicionadas sobre sus ojos, tán sólo era capaz de exclamar:
-Maravillosa. -
-Sé que para vosotros, los alquimistas es un objeto muy valioso. ¿Qué me dirias si te ofrezco la posibilidad de ser su dueño a cambio de entregarme tu posesión más preciada? -Le propondría el hechicero dejando que Diol tocase la tán inaudita piedra. La proposición hizo vacilar al viejo alquimista, que rapidamente alejó sus manos de la piedra. Guardando las lentes, arqueando ambas pobladas cejas blancas, Diol preguntaría cauteloso:
-¿Mis libros? ¿Los libros que he ido consiguiendo a lo largo de toda una vida? -
El hechicero de rojo rió dejando al alquimista más confuso. Rascandose la cabeza, Diol se levantaría y echando un rapido repaso al lugar, volvería a preguntar:
-¿O te refieres a mis homunculos? -
Subiendose al taburete en el que estaba sentado lograría bajar algunos frascos con aquellas pequeñas criaturas atrapadas inmoviles, que flotaban sobre un liquido de chillón color entre verde y amarillento. El hechicero las observó largo rato. Había oido decir que un alquimista, en su busqueda de La piedra filosofal, había creado una curiosa y pequeña criatura humana que le ayudaba en sus investigaciones. Un descubrimiento interesante pero peligroso, al hechicero le recordó mucho el proyecto que idealizó y dió forma recientemente, las quimeras. Khem no se refería a eso. Tán obsesionado estaba Diol en sus investigaciones, que no reparaba en la perversa insinuación del hechicero de rojo.
-No sé si habrás oido hablar de las brujas. -Le iría situando poco a poco. -Muchos druidas desaprobaban sus habilidades magicas porque venían principalmente de los demonios pero todos estaban de acuerdo en que esas habilidades eran de muy elevado nivel. Podían hacer cosas que ellos no podían como transformarse en animales. -
-Cierto, además contaban que incluso sus fluidos albergaban parte de ese poder. Sin embargo, los brujos no. -Le corroboraría Diol demostrando eso de nunca juzgues un libro por su portada.
-¡Exacto! -
-Pero no entiendo porque me lo estás contando, ¿tiene algo que ver con mi posesión más valiosa? -Interrumpiría Diol a Khem. Diol, ya fuese por su todo el tiempo que llevaba viviendo o ya fuese por lo olvidadizo que era, a veces era un genio desesperante. -Ojála estuviese aquí mi Sira, ella es mucho más espabilada que yo. -Añadió Diol sentandose en el taburete suspirando.
Sira era su hija menor, una jovencita muy despierta para su edad. Kisa, la hija mayor, era de igual o mayor viveza. Con un fuerte caracter acompañado de un noble corazón. Sabionda y provocadora al igual que su cabello. Ellas, aunque el pobre alquimista no lo tuviese muy presente, eran su posesión más importante. Al fin y al cabo, ellas le cuidaban y procuraban alimentos, sin ellas, Diol se las vería en un hospicio o en un hospital. Era lo que se decía en la ciudad de ellas, lo que atrajó a Khem hasta Diol. El hechicero de rojo, arrugando la frente, retiró su rojo abrigo de entre los libros, Diol era un poco lento de reflejos, si le daba un poco de tiempo, acabaría por descubrir lo que Khem quería de él a cambio de la particular piedra. Diol parecía un poco ausente, por lo que antes de levantarse y marcharse, el hechicero de rojo, guardando la piedra roja, se despediría así de él:
-Diol, ha sido un placer hablar contigo pero el tiempo se me echa encima, así que he de irme pero te prometo volver para acabar concluir nuestro intercambio. Deseo que para entonces ya puedas entregarme lo más valioso para tí. -
No sería hasta oir las voces de las muchachas, que Diol saldría de su estado de ausencia. El perro ladraría lanzandose sobre la primera en entrar para mostrarle su cariño a lametazos. Avanzando hasta su anciano padre, procurando no pisar al animal, Kisa, hablaría primero:
-Padre, ¿a qué se debe todo este desorden? ¿Cuantas veces he de decirte que esto no puede ser así? -
El anciano pestañearía y sacando sus lentes observaría a su hija mayor, que se encontraba frente a él, colocando con expresión de repulsión los frascos en los que dormían los homunculos.
-¡Kisa! -Gritaría levantandose de golpe con el rostro iluminado. -¡Oh Kisa! ¡He tocada La piedra filosofal! -
Kisa miraría a su padre torciendo el gesto. Siendo Sira la única de las dos en felicitarlo:
-¿De verdad? Muchas felicidades, padre. -
Su hermana la fulminaría con la mirada. Esas fantasias eran las que estaban convirtiendo a su padre en un loco. Kisa admiraba todo lo mucho que se esforzaba su padre para conseguir demostrar sus ideas pero aquello ya empezaba a ser algo muy perjudicial, no sólo para la familia, sino también para él. Él no quería crear un elixir de la eterna joventud, tampoco pretendía alcanzar la vida eterna, el se obsesionó con encontrar La piedra filosofal, como tantos otros alquimistas, para crear la gran cura, algo que curase cualquier enfermedad o dolencia. La perdida de su esposa gracias a un cancer lo trastornó. Diol no pararía de darle vueltas a la cabeza. Analizando las palabras del hechicero de ropas rojas. Kisa no pararía de echarle la bronca y Sira no pararía de preguntar por ese enigmatico hechicero. Para ambas sería mucho más difícil caminar por la ciudad. Gracias a un librito que narraba con desagrable detalle como capturar y torturar brujas, toda aquella mujer mal vista o tenida por bruja podría ser arrastrada por sus propios vecinos hasta el tribunal, ser juzgada de modo innoble y posteriormente quemada. Kisa y Sira eran de aquellas muchachas de las que se sospecha por esa ciudad. El regreso al gabinete de Diol fue durante una de esas enloquecidas persecuciones. En las calles principales y los callejones no había ni un alma, todos los ciudadanos habían dejado sus actividades diarias para contemplar y formar parte del evento que en la plaza estaba ocurriendo. Khem se hizo paso entre la furiosa y espectante gente que allí se hallaba, pero se detendría en mitad de ésta cuando uno de los encargados de prender a una mujer juzgada y condenada por brujeria, gritó:
-¿La quemamos ya o ha de comprobar por última vez que es una bruja? -
A lo que el hechicero contestó alzando su voz lo suficientemente fuerte sin resultar un grito:
-Eso dependería de su aspecto, ¿de qué color es su pelo? -
-Castaño. -
El hechicero se encogió de hombros, al no ser pelirroja, no le interesaba. Llenandose de la rabia y la impaciencia de los ciudadanos, pronunció las palabras que todos deseaban oir:
-Qué arda en el infierno. -
La gente comenzó a vitorear y lanzar toda clase de insultos a la pobre mujer. Viendo marchar al hombre que podía haberla salvado, la mujer lanzó un alarido que se alzó sobre el griterio. El fuego la devoraría en pocos momentos después. Sus cenizas no serían llevadas a sus familiares. La fuerte luz del sol aquella mañana tampoco permitiría al hechicero abrir sus ojos pero no se le veía muy preocupado, en el gabinete de Diol, serían abiertos. Cuando un día preguntó a qué era debido el hecho de tán sólo poder abrir sus ojos en oscuros o poco iluminados lugares, el gran druida Merlín, no supó que responderle. El jovencísimo Khem entendería a muy temprana edad que había cosas que hasta a los sabios asustaba decir. Que sus ojos fuesen rojos, según Hermes, era por haber consumido carne o sangre de criaturas oscuras. El gabinete resultó más pequeño de lo normal, las hijas de Diol estaban allí, como velando por su viejo y lunatico padre. El perro, que era acariciado varias veces por la hija menor, Sira, gruñó tornandose su tranquilo caracter, agresivo. Era como si tán sólo el viejo sahueso supiese de las malas intenciones de Khem.
-Niñas mias, este es el joven del que os hable. -Exclamaría Diol mostrando sus desigualados dientes. -El que ha encontrado la piedra filosofal. -
Sira lo examinó de arriba a abajo, con expresión picaresca. Era más apuesto de lo que se había imaginado. Kisa le lanzó una mirada más seria. Apartandose un rojizo mechón del rostro, inquirió:
-¿Entonces eres tú el culpable del actual estado de mi padre? ¡No hace más que repetir las palabras que le soltastes! -
Eran dos muchachas hermosas y con gran caracter. El hechicero sacó la piedra con una sonrisa traviesa y colocandola en la pequeña mesa de madera, anunció:
-Me agrada muchísimo que haya recordado que tu posesión más valiosa son tus hijas porque tal y como te prometí he venido a concluir el intercambio. -
La sorpresa fue grande y monstruosa. La expresión de Diol cambió drasticamente. Las muchachas pelirrojas miraron a su anciano padre, buscando una explicación por su parte. Todo se volvió retorcido. Diol tendría que decidir. Como cualquier otro padre hubiese hecho, Diol se negó, La piedra filosofal era muy importante para él pero sus hijas no eran un objeto o un poco de información, eran mucho más. Diol, negaba con la cabeza y alejaba la cara de la mesa, diciendo:
-Todo menos mis niñas. Todo menos mis niñas. Todo menos mis niñas... -
Con Diol en semejante estado, Kisa exigió a Khem irse:
-¡Marchese y llevese con Ud esa maldita piedra! -
El hechicero guardó la rojiza piedra pero no se marchó.
-Me temó que no. - Les indicó calmo. -No a menos que vengais conmigo. -
Kisa se dió cuenta al momento de las intenciones del hechicero. Sira dejó al perro a un lado y asustandose exclamó:
-Hermana, ten cuidado. -
-Si no te vas por las buenas, tendré que obligarte. -Le amenazó ella colocando sus manos de forma curiosa, como si fuese a preparar una bola de fuego o algo por el estilo. Cuando el fuego surgió de sus manos, el hechicero en vez de retroceder espantado, se acercó a ella.
-Adelante, muestrame de lo que eres capaz. -Le retó con una sonrisa vacilona.
Sira la frenó. Se encontraban en un espacio tán limitado, que todos podrían acabar ardiendo. Lo último que quería era ver como moría su padre abrasado. Tomando iniciativa, gritó:
-¡Pero prometenos que si vamos contigo no volverás a visitar a nuestro padre nunca más! -
-Prometido. -Prometíó Khem. Sus rojos ojos brillaban sinceros.
Khem sacó una parte de menor tamaño de la piedra de rojo color y se la lanzó al alquimista. Cerberuss condujó a las muchachas hasta el lugar en el que Jimena se encontraba. Kisa y Sira le observaban calladas. El era fuerte y mayor que ellas. Que el muchacho llevase colgado un gran colgante dorado con una piedra roja de gran tamaño no era motivo para alegrarse. Cerberuss sabía que no era un regalo, era un instrumento. Si jugaban bien durante ese oscuro periodo, nadie sospecharía de la desaparición de las muchachas pelirrojas que su señor le había encomendado secuestrar.


jueves, 24 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY IV

Maravillosa ilustración ^^ Me encanta y yo creo que se parece mucho a Jimena ^^ No lo he hecho yo ^^'

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
A Khem se le ocurren una serie de formas para comunicarse con Jimena, en mi opinión, muy originales y efectivas. Por ejemplo, la creación de distintas fragancias para que así ella sepa con quien se encuentra pues cada personaje usará una fragancia propia y distinta. Pues como ya mencione, Jimena, la hermosa Jimena, es ciega sordomuda, sólo se guia mediante el tacto o el olfato. Como el sistema de signos braille todavía no se ha inventado, en la epoca en que transcurre la historia, Khem esboza sobre una de sus manos letras, simbolos o números. Khem hace basicamente lo mismo que las monjas que la cuidaban, pues Jimena en realidad vivía tranquilamente en un convento, por lo que es normal que sienta más afecto hacía Khem. Cree que las monjas lo envian para llevarla de nuevo al convento. Es la primera bruja descubierta por Khem. Ahora a leer ^^

Sentada en un rincón, junto a una pequeña vela puesta en mitad del pequeño tocador de cuidada madera de pino, Jimena, la muchachita pelirroja se hallaba sentada, con la cabeza alzada y los ojos muy abiertos. A pesar de no ver, ella solía mantenerlos abiertos. La regordeta criada, se encontraba sentada a su vera, cosiendo con sumo cuidado una serie de telas, cuyo color no era apreciaba a la luz de aquella pequeña vela. Ambas permanecían calladas. La respiración de Jimena se agitó cuando la habitación se llenó de un fuerte olor a rosas. Era él, el invitado de su señor. En sus finos labios se dibujó una sonrisa. Cuando el cogió su mano, ella la extendió de inmediato. El joven compusó su mensaje poniendo sus dedos o mano a modo de simular una serie de letras, una por una. El mensaje sobre la palma de la mano de Jimena fue:

B-u-e-n-o-s d-í-a-s

La criada no le quitaba los ojos de encima, incluso detuvó su paciente tarea, su expresión distaba mucho de ser agradable o cordial. Al joven, que por cierto, iba todo de rojo, no le molestaba aquella muestra de hostilidad por parte de la protectora criada, es más, le satisfaciaba bastante. Jimena trató de levantarse, como bien pudó ya que deseaba dar una vuelta por el gran patio. En realidad, pero tán sólo se lo comunicó de similar forma al joven de rojo, deseaba alejarse de criada con aspecto mandón. Cerberuss, al verlos caminar hacía donde él estaba, se admiró. Un ciego guiando a un ciego sordomudo habría exclamado pero se contuvó pues eso habría sido muy grosero por su parte, sin olvidar que su señor podía oirlo. Los tres se sentaron en un banco de fria piedra. Cerberuss les miraba con curiosidad, como si fueran las personas más fascinantes de la tierra, deseando, también, poder comunicarse con ella. Cuando ella dirigía su rostro hacía él, no sabía como dirigirse a ella. Su señor debió de informarla de su presencia de ese modo tán divertido y extraño. Todo estaba yendo estupendamente cuando otro fuerte olor eclipsó al de las rosas. Jimena ya no sonreía y lo único que trató de decir fue:

M-i s-e-ñ-o-r V-i-z-e-a-r

S-i

Khem confirmó lo que gracias a las fragancias que realizó personalizadas la muchacha ciega sordomuda supusó. Tan sólo el joven de rojo y el muchacho dirigieron sus rostros hacía él. Jimena aún sin poder verle u oirle, no deseaba ni imaginarselo frente a ella. Ese acto bastó para confirmar que seguía detestandolo, lo cúal resultaba muy doloroso para Vizear, que se esforzaba muchísimo por conquistarla.
-¿Le estás hablando bien de mí? -Preguntó dirigiendo su mirada hacía el joven de rojo.
-Por supuesto. En eso quedamos aunque como puede ver, es una muchacha muy terca. -Le respondió él. -Y si me lo permite, tán sólo llevo aquí dos días. -
Dado que Khem tenía razón, Vizear apretando los puños, se marchó. El primer día le contó que a Jimena le vendría bien conocer y diferenciarles, por lo que dando un largo paseo por las tierras de Vizear, tras recoger una serie de flores de muy distintas y penetrantes fragancias, se pusó manos a la obra con lo que se podría denominar perfume, elemento costoso y a menudo elaborado como unguento. Ese día tuvo poco contacto con la muchacha pero logró que saliese de su habitación. Según Vizear, no salía de allí, incluso había que llevarle la comida hasta allí.
-No se siente agusto aquí. Para ella, Vizear no es más que un secuestrador. -Le comentaría a Cerberuss esa noche, mientras éste se preparaba para irse a dormir. -¿Qué opinas? -
El muchacho oiría perfectamente la pregunta, la venenosa pregunta de su señor, amo y señor, pero mantendría la boca cerrada, como si aquello le hubiese sido preguntado. El también se sentía atrapado en más de una situación pero había acabado por aceptar que jamás saldría de la jaula, una jaula dorada pero una jaula al fin y al cabo. Su señor insistiría:
-Adelante, no tengas miedo, estoy deseoso por escucharte. -
-Quizás ella no se sienta afortunada pero en cierto modo lo es. Con Vizear tendrá una vida más llevadera. -Terminó por decir, eso sí, con las palabras astutamente escogidas ya que esa pregunta era muy personal, por lo tanto, temía mostrarse demasiado sincero. Khem, se limitaría a decir:
-Comprendo. -
Sabía que al muchacho al igual que a Dilgear no les gustaba la jaula de oro que les había proporcionado pero el muchacho había acabado rindiendose, aceptando los deseos de su amo sumisamente. Por ese motivo le permitía escapar y correr por el bosque hasta o bien perderse o bien ser victima de alguna alimaña, para que comprendiera que sólo el podía ocuparse de él y que con él alcanzaría algo mejor aunque no le gustase o no fuera capaz de comprenderlo. Lo de Jimena ocurrió debido a un amor egoista y prohibido. Jimena, tras varias conversaciones con él más, le confesaría que ella en realidad convivía feliz y tranquilamente en un convento. Ella aún no tenía la edad para ser considerada una muchacha, era una chiquilla que era cuidada y protegida como si se tratase de algo de lo que sólo ellas pudieran hacerse cargo. La madre superiora se vió en muchos problemas al acogerla pero haciendo gala de una piedad y una fe inquebrantable no la repudió, todo lo contrario, la cuidó y la instruyó junto con las demás hermanas de esa orden como si se tratase de una jovencisíma novicia.
-Si hay algo malvado dentro de ella, aquí será purificada. -Era lo que solía responder a las otras madres superioras o a los abades. A todo aquel que la veía como una criatura corrompida o producto de una unión inmoral con el diablo. Por las poblaciones cercanas se hablaba de su cabello y de su incapacidad de ver u oir, especialmente del fuerte color rojo de su cabello, poniendo como inevocable indicio. De muchos acontecimientos terribles se le haría culpable, todos relacionados con la lujuria que provocaban las brujas con semejante color de pelo, ya que se tornaba así debido al inmenso placer, según contaban las gentes, producido durante el coito con el diablo. Vamos, mil y una estupideces que no hacían más que aumentar el número de muertes entre la población femenina. Qué ese hombre acudiese un día al convento movido por los rumores y la secuestrase fascinando, embrujado le corrigirian los aldeanos, por su particular belleza lo convertía en un monstruo y nadie podría hacerla cambiar de opinión. Khem lo intentó pero al poco tiempo y dado que no iba a conseguir más que más acercamiento por parte de Jimena, el hechicero cuyo color preferente era el rojo, obtó por llevar las cosas hacía otro terreno. Era sencillo martirizar al señor Vizear pero eso a la larga provocaría una expulsión de sus dominios. Khem, cogiendo al toro por los cuernos, la última vez que se encontró con Vizear, le propusó un acercamiento más atrevido:
-Durante estos días le he estado hablando de sus hazañas, como quedamos, al principio se ha mostrado muy reacia a creerlo pues al parecer ella se considera una prisionera pero si le demuestra cortésmente que se equivoca, estoy seguro, que acabará por enamorarse de vos. -
Vizear, le observó pensativo, intentando llegar al punto que el hechicero le señalaba, dando una sonora palmada, creyendo haber llegado al mismo punto, exclamó:
-¡Qué gran idea! Está misma noche será puesta en practica. ¡Sabía que no me decepcionaría!-
El hechicero de rojas ropas enseñó a Vizear una serie de simbolos y letras para poder comunirle a Jimena todo su amor. Cerberuss observaba con los brazos cruzados apoyado a la pared de sus amplios aposentos, como el hechicero sentado frente al señor de esas tierras, compartía algo de ese enigmatico modo de comunicación. Vizear ponía toda su concentración y maña mientras que su señor se limitaba a repetirle una y otra vez las mismas figuras sin alterarse demasiado. Pasada una larga tarde, en cuanto logró dominar y comprender aquellas figuras, Vizear corrió para arreglarse. Si sus criados habían entendido sus mandatos, todo estaría listo, correctamente preparado en el patio. Jimena se encontraba tranquilamente sentada en una caldera de gran tamaño repleta de agua previamente templada, frotando y remojando el jabón de forma irregular entre sus manos. Todo su cuerpo se encontraba descubierto, mostrando una piel de tonos suaves. La criada estaba cerca, abriendo un armario de grandes dimensiones, escongiendo alguna prenda para la muchacha. Su señor había sido muy explícito. Deseaba verla tán radiante como el primer día que llegó al castillo. La elección de la criada fue un vestido de suave y elegante tela traida desde Los reinos costeros, famosos por la excelente mercancias que traian de tierras muy lejanas. Haciendola levantar colocando sus brazos sobre los estilizados brazos de ella, la criada finalizó el baño lavandole el largo y bonito pelo. La criada le dió un rapido repaso y sonriendo con satisfacción, la condujó hasta la gran habitación anterior al gran patio. Khem y Cerberuss se encontraban por ahí. Ambos observaron maravillados a la hermosa Jimena, el hechicero se acercó a ella pero retrocedió al darse cuenta de que no debía interferir, sería más fácil proponerle acompañarle después de la velada, si sucedía, lo que Khem sospechaba que sucedería. Jimena suspiró y nada más regresar la criada, fue llevada hasta el patio. Aquella noche el cielo parecía plagado de estrellas, todas tán brillantes como la luna, luna que estaba en su fase creciente, ofreciendo sólo parte de su blanca figura. La temperatura no parecía importunar el evento, aunque el viento soplase travieso. A la luz de la luna, el vestido de Jimena parecía brillar como si su tela hubiese sido cosida con finos cristales. Todo era tán idílico, que Khem no pudó más que esbozar una mueca que rapidamente se desvaneció, al ser observado por la criada, que se mantenía lo suficientemente cerca de Jimena. Cerberuss intuyó que a aquella mujeretona no le agradaba para nada su señor. El hechicero de rojo lo llevaba con calma, sin desviar los ojos de los tortolitos. Sus ojos rojos, más rojos que la sangre que recorría vivamente las venas de Vizear. El apuesto hombre miraba a la muchacha con ojos apasionados, deseosos de que su dueño alcanzase aquella noche su objetivo, que sus labios se uniesen formalizando un esperada muestra de amor. Respiró hondo y para desconcierto de su amada, le cogió la mano, ella la extendió dibujandose en su bonita cara una expresión de sorpresa e incredulidad.
T-e d-e-s-e-o
La muchacha al sentir en su palma aquel conjuto de letras, trató de apartarla pero Vizear la tenía bien sujeta con la otra mano, además ahora que ella podía comprenderle, insistió, formando esta vez estas palabras:
T-e a-m-o
Ella intentó entonces cerrar la mano pero su señor se lo permitió. Volvió a trazar una serie de palabras a partir del alfabeto que Khem le había enseñado durante toda la tarde. Esta vez con más énfasis en su colocación.
T-e q-u-i-e-r-o
La mano de ella comenzaba a dolerle pues Vizear había ido presionando con mayor intensidad su mano extendida. La situación no mejoró cuando cansado de comunicarle sus sentimientos, furioso y negandose a aceptar que no era correspondido, acercó el rostro de ella sujetandolo con las manos hacía el suyo para así poder besarla. En el rostro del hechicero de rojo se dibujó una maliciosa sonrisa cuando él estuvo a punto de ir más allá. Ahora que había rozado sus labios, su deseo insatisfecho se disparó, quería más de ella. La criada se llevó las manos a la boca, horrorizada por aquella deshonesta actitud por parte de su señor con Jimena.
-M-Mi señor... -Balbucearía Cerberuss impotente pero con ganas de detener lo que sus ojos veían.
Jimena gritaba, resultó extrañamente hermosa su voz, similar a la de una sirena fuera del agua, al sentir las manos de su señor descender por su cuerpo obligandola a tenderse sobre el banco de piedra al poner cada vez más junto su amenazante cuerpo. No sería hasta que Vizear llegase hasta la pelvis que Khem le interrumpiese, tal que así:
-Mmm ¿A tí te parece ese un trato cortés? Ahora lo único que estás demostrando a la pobre Jimena es que tenía razón. Tú no la amas, simplemente deseabas desflorarla. -
-¡Callate! -Seria lo único que le soltaría a gritos Vizear, prosiguiendo con la violación.
Khem pondría sus rojísimos ojos en blanco y chascaría los dedos. Si Jimena resultaba ser una bruja, como se decía, debía de ser virgen ya que Khem la necesitaba virgen. Al chascar los dedos, Vizear se calmaría y cerrando los ojos caería al suelo. Sí, el hechicero de rojas ropas se vio obligado a usar magía. A la mañana siguiente, Cerberuss y él se irían pero no se irían solos.
V-e-n c-o-n-m-i-g-o y-o c-u-i-d-a-r-e d-e t-i
Utilizaría las mismas palabras que utilizó con el chiquillo, con aquel jovencísimo Cerberuss, brindandole lo que en principio pareció una solución a todos sus problemas. Más no, pasado el tiempo, el chiquillo se fue dando cuenta de que se encontraba atrapado en la jaula dorada que el diablo elaboró para él.

miércoles, 23 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY III



Dibujo en plan medieval que hice especialmente para el fanfic ^^ Espero que os guste ^^ Khem con Jimena, la muchachita ciega sordomuda.


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Puede que ciertas escenas hieran la sensibilidad del lector ^^'
Qué se suela dibujar a los ciegos con los ojos cerrados me llama la atención. Yo he visto y conocido a personas ciegas que van con los ojos abiertos o con gafas de sol. Ahora comprendo, y tiene cierta logica, que Rezo en Slayers vaya con los ojos cerrados, al abrirlos es cuando sale Shabragnigudu y se lia parda XD Por lo que Jimena y algunos ciegos en mis historias apareceran o bien con los ojos abiertos o con vendajes. Khem no es ciego realmente pero la luz del sol le daña debido a que sufre Photofobia ocular. A veces lo dibujo o lo describo llevando los ojos tapados por un pañuelo de igual color que sus ropas o con los ojos cerrados pero de noche o en lugares oscuros, sus rojisímos ojos están abiertos y ve perfectamente. La magía negra en Eterno Poder es más compleja pues es algo concedido a los brujos o hechiceros por demonios, criaturas de la oscuridad que aceptaron a Lucifer como su lider en una batalla contra Dios que se formó debido a una fuerte oposición a los mandatos de Dios por parte de Lucifer o Lucifier. Magía que corrompe pues proviene de criaturas o entes corrompidos. Peligrosa para el hechicero y muy dañina para el enemigo. El hechizo más poderoso es o sería el Drag Slave pero el Ragna Blade tampoco se queda corto. Los hechiceros, para no ser corrompidos por los demonios, usan principalmente gemas magicas u otros elementos con los que controlar la energia pero los brujos no y por ello, pueden incluso transformarse o cambiar de aspecto. Los brujos, si se les es concedido, pueden invocar demonios de poco nivel o manipular tanto personas como objetos al igual que los Dark Lords a los que hayan solicitado poder. La magía shamanistica, al provenir de la naturaleza, es neutral y más sencilla de dominar. Aclarado ese punto, a leer ^^

Incapaz de contener su furia al ver que tanto los gigantes como ese extraño joven vestido de rojo, con ojos de sangriento color se marchaban como si nada hubiese sucedido, enrabietado, el caballero amigo de Leroy cuyo aspecto en aquellos momentos era más que excentrico, era hilarante, volvió a la destrozada casa corriendo, su mujer lloraba acurrucada en un rincón, cerca de la chimenea de grisacea piedra. Le habría venido bien ser consolada pero su marido estaba más ocupado en no dejar que aquel monstruo de hermoso y tranquilo rostro se marchase sin ni siquiera disculparse, por lo que nada más alcanzar su espada, la dejó ahí lloriqueando con la cara enrojecida.
-¡Vuelve y arregla esto monstruo! -Gritaba como un poseso desembainando su espada al trote.
El hechicero no se molestó en girar la cabeza, con un simple chasquido de dedos, alguno de sus gigantes se ocuparía de él. Cerberuss, en cambio sí, incluso le avisó de no hacerlo:
-¡No lo hagas! -
Demasiado tarde, el muchacho y Leroy contemplaron como al poco de chascar los dedos el malevolo hechicero, el gigante más cercano detuvó su loca carrera, con la espada sujetada con ambas manos, lista para penetrar la carne del hechicero. Tán sólo se limitó a darle un pisotón.
-¡Dios mio! -Exclamaría el otro caballero, el de la rubia y lisa melena, girando la cabeza con los ojos cerrados fuertemente, como si el pisotón lo hubiese recibido él.
Cuando el gigante apartó su gran pie y siguió la marcha, el rostro del caballero presentaba una horrible mueca de asombro. Todas las partes de su cuerpo se encontraban aplastadas pero peor aspecto luciría su cuerpo por dentro. Pulmones encharcados, el corazón adoptaría una forma similar a la del fuelle, pero deshinchado, las vertebras estarían rotas, todo, en general, machacado. Una muerte horrible pensó Cerberuss acongojado y es por mí culpa. Yo no debía estar con ellos. Las lagrimas brotarían por la cara del muchacho y Leroy. El caballero al volver a mirar al frente, apretando los puños, viendo como aquella figura de fulgurante rojo se desvanecía a lo lejos, como si presenciar la muerte de otro colega fuese el estimulo que su memoria necesitaba, recordaría al joven de rojo. Aquel al que tanto su leal Leandro como el ya consideraron peligroso al poco de verle avanzar hasta su mesa. El joven que les mantuvó atrapados en la taberna mientras ésta se quemaba. Era él, seguro. Su mente se inundó de odio, insensatamente, corrió al igual que había hecho su amigo y gritó:
-¡Asesino! ¡La desaparición de Leandro, seguro que fue obra tuya! ¡Seguro que le mataste! ¡Cómo acabas de hacer ahora! -
Y como poseido por el dolor, el cabreo y la rabia, sacó su espada y con gran punteria, la lanzó contra el hechicero. Realmente fue impresionante lo ocurrido a continuación. En el rostro del hechicero se dibujó una sonrisa perversa y girandose con increible rapidez, alzando un brazo con la mano extendida, paró la larga y pesada espada. Ni el muchacho, aún prisionero del gigante, ni el propio caballero pudieron creer lo que sus ojos acabaron de ver. La espada se mantenía flotando, cerca, realmente cerca del cuerpo del hechicero de rojo. Cerrando los ojos, con arrogancia dijo:
-¿Esto es todo lo que se te ha ocurrido hacer contra mí? ¡No me hagas reir! -
Al volver a abrir los ojos, bajando el brazo, el hechicero, dirigió de vuelta al caballero rubio, la espada, que voló a gran velocidad hacía el caballero, clavandose, como debía de haberlo hecho en el pecho del hechicero, en su pecho. La sangre comenzó a brotar, confirmando la punteria que poseía el hechicero. Cerberuss, horrorizado, tenía los ojos puestos en el pobre y buen caballero que cayó hacía atrás y apretaba los dientes. Cerberuss miró a su señor arrugando la frente, con la boca cerrada. Las lagrimas seguían recorriendo sus mejillas. Los gigantes avanzaron al dar su creador los primeros pasos. Lejos, muy lejos, los gigantes irían volviendo a su aútentico ser, esparcidos a lo largo del arido terreno. Su misión ya había sido realizada. El hechicero de rojas ropas se había valido de los fuertes y alargados molinos para no sólo llevarse con él al muchacho, sino también para dar una lección al caballero.
-¿Qué tal te encuentras ahora? -Necesitaba saber una hermosa y vital voz femenina.
-Bien, supongo. -Le contestaría Dilgear, abriendo los ojos pesadamente. -Un poco aturdido, nada más. -
Junto a él se encontraba una muchacha de ropas de diversos tonos de azul, predominando el color dorado sin embargo sus cabellos parecían de un castaño caoba, muy claro y rizado. Sus manos estaban extendidas sobre él y de ellas salía una luz que se fue esfumando al apartar sus manos la muchacha. Poniendose en pie, pues para curarle se había tenido que arrodillar, le informó que tenía que proseguir con su camino.
-¿Te vas? -Protestaría el hombre-bestía.
-¡Pues claro que me voy! En realidad yo tenía que dirigirme a Ávalon pero al ver lo que ese brujo te hacía no podía seguir dejandote morir. Tus quemaduras eran muy serias. -Le confesaría ella con una calida sonrisa antes de dar un alto salto, transformandose en un dragón de grandes dimensiones de doradas escamas y cristalinos ojos. Dilgear no pudó sentirse más avergonzado. Una de las criaturas magicas de las que anteriormente había perseguido y matado a obligada petición de su amo y señor acababa de ayudarle, simplemente porque no podía soportar la idea de encontrarselo muerto. El hombre-bestía se maravilló ante la piedad que desplegaba Dios mediante ciertas personas o criaturas. Tras pasar varios meses, el bandido se convenció de que no volvería a ver a su amigo. Su retorcido señor debía de haberle encerrado pero al merodear por la zona en la que estaba el hogar de ambos, no había vivienda. Dilgear olisqueó como un perro rastreador el lugar. Olía a madera quemada, Dilgear, sentandose en mitad de la nada, golpeando con furia al suelo, comprendió que su amo y señor se lo había llevado con él, a otro lugar, uno muy lejano. Ese suceso destrozó al buen Dilgear, se había encariñado mucho con el muchacho y fue su único amigo siendo un monstruo. Ahora si que tendría que enfrentarse a su gran miedo, quedarse solo. La dragona sufrió una regañina tremenda por parte de un compañero y amigo dragón de escamas tan doradas como las suyas. Hinchando los mofletes aguantaría los gritos lo mejor posible, cuando ese dragón dorado se ponía así era mejor no provocarle, si le estaba regañando era en parte debido a la ayuda prestada al hombre-bestía, que la había retrasado más de lo que la dragona supusó. La joven Aqua y ese gruñón compañero dragón transmitieron lo ocurrido al sabio de blancas ropas y amigo común, Lou Groun.
-El plan ha sido un fracaso. Sentimos haberle fallado. -Dijó el dragón dirigiendo los ojos hacía Aqua, que de inmediato agachó la cabeza, sintiendo culpable. El hombre suspiró, como si aquello tán sólo fuese una partida de ajedrez perdida más contra su peligroso antiguo amigo. Lo que le dolía era que dos buenos hombres hubiesen muerto de modo tán atroz.
-No. -Les anunció. -En realidad, el único culpable soy yo. Siendo sabedor de hasta donde es capaz de llegar Khem, no debí planear todo esto. -
La joven dragona al oir la voz quebrada por la tristeza y el cansancio del hombre, se entristeció. Realmente se esforzaba por proteger y llevar al buen camino a muchos hechiceros, eso le hacía muy querido y respetado pero si no iba con cuidado, su deber acabaría por ponerle enfermo. El dragón, viendole tán desconsolado, le dió su apoyo con estas palabras:
-No se rinda. Dios no permitirá que el alma del muchacho sea corrompida por ese oscuro hechicero. -
Regresando a su forma de dragón, vatiendo sus alas, añadiría:
-Sabe que siempre contará con nuestra ayuda. -
El gran Groun lo sabía pero en aquel momento le consoló mucho escucharlo. Aqua le guiñó un ojo y alejandose del gran sabio corrió transformandose a mitad del camino para seguir a su compañero, que ya se hallaba a cierta distancia, con las alas extendidas, volando. El gran Groun regresó a los aposentos que El rey largo tiempo atrás cedió al grandioso Merlín, su maestro y tutor. Desde las pequeñas ventanas se observaba un cielo cubierto por una expesa y blanquecina niebla, los dragones, a pesar de sus luminosas escamas, apenas podían distinguirse. La idea de que su antiguo amigo nunca volviese a ser como antes consumía lentamente al sabio, que aún albergaba la esperanza de que una pequeña parte de aquel Khem hubiese sobrevivido, era como si su alma llorase pero nadie pudiese escuchar sus llantos. Algo parecido debía de sentir Cerberuss, que vertía lagrimas contemplando desde una de las grandes ventanas que poseía el castillo, su reino o el que fue el conocido Reino de Aerothus. Un lugar hermoso, lleno de frondosos bosques y varias praderas. Todas tán verdes que no daba la sensación de ser un reino destruido pasados varios meses. El muchacho tenía todo eso para él pero no le agradaba. Lo que si le agradaría sería dar un largo recorrido por esa verde tierra acompañado por Dilgear, el hombre-bestía. El hechicero lo sabía, también sabía que había una posibilidad muy alta de que volviese a enfermar pero Dilgear no era una compañia apropiada para él, así se lo planteó una fresca mañana al encontrarselo sentado con los ojos vacios mirando al horizonte.
-Convencete de una vez, no es bueno que un muchacho de tu posición vaya acompañado por una criatura como Dilgear. ¿Qué pensarían de ti tus sirvientes?-
-Teneis razón mi señor. Procuraré alejar su recuerdo de mi mente. -Fue lo único que el muchacho respondió limpiandose las lagrimas con la mano. Estando el muchacho más presente, el hechicero de rojas ropas le recomendaría lo siguiente:
-¿Qué te parece dar una vuelta por las poblaciones y ciudades de tus dominios? -
A lo que Cerberuss, incogiendose de hombros, aceptaría. Un paseo le vendría bien, el aire fresco y el conocimiento de los lugareños sería positivo. El aspecto de las gentes no era muy distinto del que pudiera llevar la gente de otros reinos, magicos o no. Lo que verdaderamente sorprendió al muchacho sería la ausencia de iglesias o catedrales. El hechicero de rojas ropas sonreiría encantado pues tampoco era muy devoto, en su lugar había algunos edificios cuya arquitectura recordaba a la de los edificios de las antiguas civilizaciones. De bella piedra pulida blanca o beige, con grandes columnas y formas muy simetricas. En Saillune también había un gran edificio así, Cerberuss lo recordaba porque hasta ese momento no había visto ninguno igual antes. El muchacho no sólo se vería interesado en el edificio, los ropajes y deberes por parte del gran sacerdote encargado le serían de curiosidad también.
-Son tunicas te resultaran vagamente familiares ¿o no? Los sacerdotes cristianos a veces llevan una casulla verde o morada pero estos sacerdotes llevan o bien el color verde o bien el color morado siempre. -Compartiría con él el hechicero de rojas ropas. -Por cada sacerdote hay tres sacerdotisas. El número de sacerdotisas es mayor que el de sacerdotes. Algo parecido sucede entre los brujos. -Añadió divertido al darse cuenta de esa casualidad.
Cerberuss le escuchaba atentamente. Su señor sabía tantas cosas, cosas tán interesantes y para él, tán extrañas. Era como meterse en un mundo totalmente distinto al que conocía, eso siempre fue algo que le gustó por parte de su amo y señor. El hechicero simplemente se limitaba exponer sus conocimientos, como solía hacer de más joven. No sería hasta llegar al mercado o la zona de mercado en esa ciudad, que un hombre de aspecto intimidador se acercaría a ellos. Su piel era muy morena, sus cabellos estaban muy revueltos sujetos por una coleta mal hecha. Su actitud daba a entender que si bien no era un bandido debía de ser un mercenario. Khem no necesito verlo para identificarlo, sus desaires y su hedor corporal eran prueba suficiente.
-¿Eres tú el brujo Khem? -Masculló mirandole con una sonrisilla torcida.
-¿Quién desea saberlo? -Preguntó él con un brazo extendido hacía un lado, para mantener a Cerberuss alejado, que mantenía su mano izquierda sobre su espada, preparado para atacarle. El mercenario giró la cara para lanzar un asqueroso gapo, cruzando los brazos volvió a preguntar, parecía impaciente por escuchar la confirmación:
-Tio, ¿lo eres o no? -
-Si, lo soy. -Admitió finalmente el hechicero de ropas rojas. -Ahora, si no deseas que conozca tu nombre, ¿serías tán amable de decirme al menos para qué me buscas? -
El mercenario descruzó los brazos y doblando uno de ellos, golpeandose dos o tres veces con el meñique los pectorales les contó lo que el tipo que le había contratado le exigió.
-He venido a llevarle hasta el señor Vizear. Este tío requiere sus servicios con urgencia. -
-Ooh conque es eso. -Exclamó el hechicero sin mucho entusiasmo. -Pero, como ya sabrá el señor Vizear, mis servicios no son gratuitos... -
El mercenario, deseoso por finalizar el trabajo y ser pagado, inquirió:
-¡A mi eso no me atañe! ¿Vas a venir conmigo por las buenas o tendré que llevarte a la fuerza? -
-Está bien, tranquilizate. No me interesa ir pero ire contigo. -Concluyó el hechicero.
Cerberuss retiró su mano de la espada y se limitó a seguir al lado de su señor al desagradable mercenario. Dilgear era un bandido pero en comparación con este tipo, no lo aparentaba tanto. Por fortuna, para hechicero y muchacho, el hogar del tál Vizear se encontraba en tierras de Aerothus pero a diferencia de otros señores nobles como Ladock Lanzard, la residencia no se encontraba dentro de la ciudad pues no poseía ciudad, simplemente dos o tres villas en las cuales había dos pueblecitos, los habitantes debían de ser los siervos de Vizear. Vizear, les acogió él mismo. Cerberuss se quedó sin saber como reaccionar, cuando Vizear le reverenció. Cerberuss sabía que al ocupar y vencer al Rey del reino de Aerothus, se había convertido en algo más que un vasallo o sirviente pero siempre le costaba asumirlo, no se veía ni como un señor noble ni como un rey. Vizear era un hombre alto, con buena forma fisíca, rasgos equilibrados, aseado y de piel no demasiado morena. Su cabello era castaño oscuro y muy liso. Divido por una raya levemente torcida. No poseía barba, como mucho, una de dos o tres dias. Para Cerberuss la apariencia de ese señor noble era una mezcla entre un bandido y un rey.
-Su alteza, es todo un honor que usted haya venido también. -Se dirigió a él así al hacerle la reverencia. Cerberuss se sonrojó dado que todavía no se había acostumbrado a ser visto como un hombre de tanta categoria y balbuceó_
-No tenía nada mejor que hacer. -
Los ojos de Vizear pasaron de contemplar a Cerberuss para quedarse quietos en el hechicero. Vizear había oido hablar de él, de sus talentos y sus conocimientos pero nadie le había descrito su aspecto. Parecía el hermano mayor de Cerberuss.
-Sé lo que estas pensando. No dejes que mi aspecto fisíco te engañe. -Le recomendó.
Llegaron al castillo montados en un carruaje. El muchacho no podía evitar sentirse cada vez más y más fuera de lugar. El había visto pocos carruajes en su vida y estar montado en uno, era como vivir una fantasia, lo que le atemorizaba pues las fantasias no son reales, sólo ensoñaciones. El castillo como tál no se diferenciaba mucho del castillo propiedad del Rey, quizás sólo en el tamaño o en la sencillez de algunas habitaciones. Dos mujeres se encontraban de pie a la entrada. Una de ellas era mucho más joven y linda que la otra. Con largo cabello trenzado de vivo color anaranjado, con algunos cabellos de tono más cercano al rojo. En sus ojos había algo, no eran como los de los demás. Se mantenía agarrada al fortote brazo de la otra mujer, que fijandote en sus ropas, era o tenía que ser una criada. La única que alzó la vista y les dió la bienvenida fue la criada. Khem, a pesar de mantener los ojos tapados, era consciente de que habían dos damas. El podía oir, ella tan sólo podía guiarse por el tacto o el olfato.
-Ya he llegado, mi preciosa Jimena. -Le indicaría Vizear acercandose a la muchacha para besarla en la mejilla. Ésta, al sentir los labios de él tan cerca, retiraría energicamente su rostro. Vizear disgustado, mandaría a la criada llevar a la muchacha a su cuarto. Cerberuss intuyó que aunque ella no pudiese ver u oir a Vizear, le detestaba.
-¡¿Se ha dado cuenta?! ¡Con todo lo que hago por ella, ella sigue sin amarme! ¡Ni siquiera siente un poquito de afecto hacía mi persona! -Exclamaría mirando al hechicero de rojo. Su tono de voz mostraba furia y una creciente desesperación. A lo que el hechicero replicó:
-¿Para eso me reclama? Si la señorita no le ama, poco hay que yo pueda hacer. -
-¡Claro que sí! Intente al menos hablar con ella. Que sepa lo mucho que la amo. -Le exigió negandose a aceptar lo que acababa de decir ese hombre de grandes conocimientos y dominador de toda la magía existente. -Le daré todo el oro que pida. -
El hechicero de ropas rojas no tenía ninguna intención de ser su celestina, sin embargo, el fuerte rechazo que ella sentía hacia Vizear y la desesperación y rabia que eso provoca a él le hacían sentir tál placer, que decidió quedarse a intentarlo o fingiría intentarlo.

martes, 22 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY II



Maravilloso dibujo de Rezo y Zelgadiss ^^ No es mío pero merece estar aquí ^^ Realizado por Pairaka ^^
http://pairaka.deviantart.com/


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Puede que hay escenas desagradables ^^'
En Slayers hay un montón de hechizos chulisímos pero creo que como en Eterno Poder hay angeles, hay magía blanca no sólo curativa o de defensa, por lo que habrá que sacar más hechizos, hechizos para lo que vendría a ser Magía Sacra. Magía que tán sólo los angeles o las criaturas derivadas de ellos, como los elfos de sagrada sangre, pueden usar. Con respecto a los hechiceros, sólo aquellos aceptados por los angeles pueden como lo fue Lou Groun, que crearía a partir de su estudio de los angeles y la magía sacra, la magía curativa o blanca. Qué Khem pueda usar magía curativa es debido a que antes el ayudaba a Lou Groun con su investigación pero la usa muy poco porque le resulta dolorosa. A muchos brujos también le resulta imposible de usarla. A los demonios les hace mucho daño, al ser derivada de la sacra, que viene de la luz y el poder del Supremo o para los creyentes, Dios. El hechizo más poderoso es el Sacra Blade, que es el contrario al Ragna Blade. En Eterno Poder no hay Lord Of Nightmare, lo más parecido sería El eterno poder. Los hechiceros que usan magía blanca o sacra no necesitan gemas magicas, por que esa magía no corrompe. Ahora a leer ^^

Cerberuss miró la vivienda de su señor y amo por última vez. El caballero le pusó una mano sobre un hombro y le sonrió. El muchacho hizo por sonreir pero en realidad no tenía ganas, el miedo se volvía a apoderar de él. Quizás, siendo aún un chiquillo, hubiese intentado escapar de aquella oscura morada mil veces pero a partir de sus diez primaveras, perdiendo esa esperanza, dejó de intentarlo. Para qué si su señor siempre acababa encontrandolo y para mayor verguenza del chiquillo, muy malherido. Aún así, estaban saliendo del bosque, aquel bosque maldito. El caballero no le soltaba, le contaba con una radiante sonrisa en los labios, lo mucho que le agradaría vivir con él y con el hombre de blancas vestiduras. Cerberuss se limitaba a escuchar, fingiendo alegria.
-¡Ya verás! -Exclamaba el caballero. -¡Es muy bueno y sabe mucho de muchas cosas! -
-Eso es bueno. -Se limitaba a decir en cambio el muchacho.
-¡Y no has oido lo mejor! ¡Vive rodeado de bellisímas jovencitas! -
Eso era lo que le faltaba. Apenas tenía trato con hombres o jovenes de su edad, pero su trato con mujeres había sido y sería bastante inusual. El caballero, viendo al muchacho mirarle sin decir palabra, ni de alegria ni de tristeza, dandole unas palmaditas, dijo:
-Pero tranquilo, no es ninguna casa de citas. Son muchachas que acoge y educa. -
Cerberuss suspiró aunque aún no se veía preparado para convivir con feminas. Lou Groun trabajaba como consejero para el Rey de Britannia. Un reino curioso pues se trataba de varias islas. La mayor era Britannia, en la cúal se encontraba la ciudad capital. Cerberuss, transcurridos algunos días fuera del reino en el que se encontraba el pantanoso bosque, no daba credito al hecho de que las cosas estuviesen saliendo tán bien. Sabía que el caballero era un tipo noble y muy talentoso con su espada. Todo caballero ha de serlo pero su señor, aquel que le había enseñado a manejar un arma, tampoco era moco de pavo. Desde uno de los reinos que componían Castizo serían recogidos y llevados a Ávalon. Antes, el caballero deseaba reunirse con un viejo amigo, otro gran caballero. Caballero que se encontraba al servicio de los reyes de Toledar. Toledar era una tierra hermosa, puede que no tán verde como en Los reinos de Gierman Oh pero hermosa de todos modos. Los dorados campos, todos llenos de rico y de vivo color amarillo trigo hacían pensar al muchacho que aquella tierra era muy prospera. En uno de los pequeños pueblos que se encontraban por el lugar, vivía una placida y reflexiva vida el caballero amigo de Leroy. Un hombre, en principio, algo excentrico pero de buen corazón y cuidados modales. Lejos, muy lejos, por el noreste, un joven, todo vestido de rojo, llegaba al hogar. Tras recorrer todas las habitaciones de la pequeña morada, deteniendose en la puerta, una desagradable idea llegaría a su mente. ¿Y si el muchacho habría logrado lo que durante tantos años no consiguió lograr? La libertad. Debía comprobarlo, pues podía ser que simplemente, sintiendose mejor, hubiese decidido encontrarse con Dilgear, el joven frunció el ceño pensativo y en poco tiempo, convocó a un demonio, el espiritu o demonio, más fiel que había logrado capturar, Zurum. Que ante la llamada del hechicero de rojas rojas, acudió presto, tomando la forma humana de un anciano de largas barbas blancas. Sus extraños ojos se posaron sobre el hechicero.
-Deseo que te dirijas hacía el claro del bosque y me confirmes si junto al hombre-bestía, que allí encontrarás, hay un muchacho con él. -Ordenó sin alzar la voz o gritar con histeria, a pesar del gran enojo que sentía.
-Así lo haré. -Contestó Zurum con su susurrante voz y agachando la cabeza se desvaneció.
El hechicero de rojas ropas se dirigió hacía la puerta, expectante. Zurum llegó al lugar que su amo le había descrito y contempló a la criatura que su amo había citado pero junto a ella no encontró a ningún muchacho. La criatura se encontraba sola, lavandose en el arroyo, por lo que del mismo modo que se había dirigido hasta allí, Zurum se marchó. La confirmación a lo que ya se imaginaba, enojó muchísimo al hechicero de rojo. Dilgear no tenía ni idea de lo que se le avecinaba.
-¿Qué le has dicho? -Bramó el hechicero detrás del hombre-bestía, que giró la cabeza bruscamente dado que esa pregunta era exclusivamente para él. -Durante esas visitas tuyas a escondidas, ¿qué le decías? -Repitiría al no optener respuesta por parte del bandido.
Dilgear no tenía ni idea de lo que trataba de descubrir su amo y señor, por lo que gritó:
-¿De qué coño me hablas? -
Lo cúal provocó que el enojo del hechicero creciera. Un sonido apenas apreciaba surgió brevemente pero Dilgear comprendió demasiado tarde a que se debía. Su pelaje estaba preparado para confrontar ataques fisicos pero no para soportar la magía, mucho menos la magía negra. La esfera de gran poder que le derribó no era una bola de fuego normal y corriente. Al contacto con el objetivo, éste comenzó a arder con oscuras y rojizas llamas. Dilgear comenzó a emitir unos agudos alaridos, su pelaje se fue volviendo oscuro, sería cuestión de horas que ese doloroso fuego traspasará su musculos y organos consumiendolo por completo. El hombre-bestía intentó arrimarse al arroyo pero el despiadado hechicero volvió a golpear el suelo con su dorado bastón, impiendoselo pues para horror del bandido, el cuerpo de Dilgear no se movió ni un palmo.
-Simplemente habla. Si tus palabras son sinceras y satisfactorias, desharé los conjuros. -Le anunció el hechicero de rojo sin soltar el bastón pero con voz un poco más apaciguada.
Dilgear, aún estando cubierto de abrasantes llamas que le consumían dolorosa y lentamente permanecía sin soltar prenda, en vez de colaborar, prefirió lanzar este furioso lamento:
-¡Maldito seas! ¡Si ya sabías que le visitaba a escondidas, seguro que sabrás que apenas tuvimos tiempo de mantener una conversación! -
Dilgear no mentía pues eran unas visitas muy breves. Tal sólo se sentaba en su cama, le acariciaba la cabeza con una de sus grandes manos de animal y tras una rapida descripción de su estado, el hombre-bestía regresaba al bosque. Ambos llevaban las visitas lo más rapidas y formales posible para que el hechicero de rojo no pillase a Dilgear en la casa. El cuerpo de Dilgear empezó a emanar un fuerte olor a piel quemada.
-Bien, entonces, suponiendo que no mientas, ¿por qué abandonaría su hogar? -Meditó en voz alta el joven vestido de rojo con el rostro dirigido hacía Dilgear, que seguía envuelto en violentas llamas, que no parecían extinguirse nunca. Al bandido se le ocurrieron un montón de buenos motivos, los mismos que le llevarían a él, a matarlo pero deseoso de acabar con aquel doloroso fuego provocado por un hechizo, compartió con su amo y señor, esta sospecha:
-Puede que un caballero le liberase del monstruo que lo tenía atrapado. -
La suposición de Dilgear fue bien recibida por parte de su cruel amo sin embargo los hechizos no serían anulados hasta comprobar que el bandido no mentía. El hechicero de rojas vestiduras, ante los impresionados ojos del abrasado Dilgear, se dispusó a recitar otro hechizo, uno que más que un hechizo parecía un contrahechizo de un hechizo ya existente. Acabado de recitar el conjuro, en el suelo aparecieron una serie de huellas. El hechicero las palpó. El hombre-bestía fue liberado de los hechizos pero como las quemaduras sufridas eran muy grandes y de un grado que sería calificado como peligroso, se desplomó sobre el suelo, moribundo, con los ojos llorosos al soportar tál dolor tanto tiempo, no se recuperaría hasta que una piadosa dragona dorada ejerciese algo de magía sacra sobre él. En Toledar, siendo acogidos con gran afectividad por parte del caballero excentrico y su esposa, a Cerberuss le llegaría un mal presentimiento. Desde una de las pequeñas ventanas, Cerberuss contemplaba los molinos de viento que se hallaban a lo lejos, moviendo sus largas aspas sin descanso. Al muchacho le resultaron unos edificios curiosos, en el pueblo dónde vivía no habían. La bella aunque jaquetona esposa del caballero sentandose junto a él, le explicó con gran orgullo la misión principal de un molino.
-Esos edificios tán altos han sio construidos con el noble fin de moler el trigo. -
-¿Y cómo lo hacen? -Le preguntaría el muchacho curioso como un niño chico.
-Mu fácil. Gracias al mecánismo que hace que las aspas se muevan. -Le explicó ella señalando las alargadas aspas que no dejaban de dar vueltas colocadas por la zona superior, cercana al picudo tejado, en los molinos. Cerberuss escuchaba a la mujer encantado mientras sentados a cierta distancia de la chimenea, el caballero excentrico los miraba con ojos tiernos. De vez en cuando usaba un objeto de forma curiosa, que al ser apretado, se hinchaba o deshinchaba produciendo un ruidete gracioso, para animar al fuego a no apagarse. El caballero rubio aproximó una tosca silla de madera y se sentó junto al su amigo.
-Hacía mucho que no pasabas por aquí, ¿Qué andas buscando? -Preguntó el caballero excentrico, en su tono de voz se percibía que a pesar de vivir en un pueblo de gente ruda y con pocos conocimientos, seguía siendo uno de los más educados de la zona.
-¿Buscando¿ En todo caso, deberías preguntar qué es lo que voy a pedirte. -Le corrigió Leroy rascandose la oreja. A lo que el otro soltó:
-Pos lo mismo me da. ¿Qué es lo que vas a pedirme? -
-Si muero, ¿podrás ocuparte del muchacho que me acompaña? -Le lanzó la petición señalando a Cerberuss, que seguía charlando con la mujer de su amigo sobre molinos y otros temas propios de un hombre de campo. El caballero con aspecto excentrico miró a su amigo con la boca abierta pero inmediatamente contestó:
-¡Hombree! ¡Pos claro! ¡La Dulcinea y yo siempre hemos querio tener pilluelos! -
Ambos amigos se abrazaron, el mayor deseo de Leroy al igual que el que poseía Lou Groun, era que Cerberuss reiniciase una vida lejos del hechicero de rojo. Lou Groun haría todo lo que estuviese en su pura mano por llevar al joven al buen camino. Leroy le habló varias veces de Cerberuss, sólo recordaba que aquel que les atacó en el barrio rojo de aquella ciudad buscaba a ese chico. Sería así que el gran sabio de blancas ropas se interesaría por el muchacho. Hablaría con el rey y con suerte, viviría con él o en caso de serle negado esa petición, viviría con Leroy. Lou Groun también tenía planes para el muchacho. El sol se marchó dejando a una pequeña luna llena sola en la oscuridad del cielo. No había ni una sola estrella aquella noche. Dando un sonoró bostezo, el amigo del caballero rubio, mandó a la parienta preparar una habitación para sus invitados. Leroy y Cerberuss se marcharían a la mañana siguiente. Más, aquella misma noche, acontecimientos inesperados obligaron tanto al muchacho como al caballero a retomar su viaje antes de lo previsto. Lo que Cerberuss se temía al iniciar el viaje con Leroy, sucedió a media noche. Puesto que era de noche, el joven hechicero mantenía sus ojos bien abiertos, pudiendo así llegar hasta ese pueblecito, mediante el vuelo. Un vuelo ininterrumpido a gran velocidad. Alcanzando suelo, se sacó su medallón, su curioso medallón con aquella gema roja de gran tamaño y trás moverlo suavemente como un pendulo, al brillar fuertemente la gema roja al ser dirigida hacía una de las viviendas del pueblo, el hechicero de rojas ropas supó que había encontrado lo que había venido a buscar. Volvería a colocarselo y con paso firme cruzaría la distancia que había desde donde se encontraba hasta esa casa. A mitad del camino, fijandose en los molinos de viento, una maliciosa idea se gestaría en su mente. El caballero excentrico se afanaba por terminar de leer una novela sobre caballeria mientras su esposa le contemplaba irritada. Hasta que su tozudo marido no lo acabase no apagaría la molesta luz proveniente de la única llama todavía encendida en su hogar, cuando una serie de temblores interrumpieron la tranquila lectura del caballero. Disgustandose mucho, ya que tenía una ciega pasión por la lectura, salió de la casa para averiguar que demonios pasaba. El susto que se llevó fue enorme al alzar la vista y observar a varias criaturas de gran tamaño tán cerca de su hogar. Criaturas con figura humana pero cuya piel distaba mucho de ser como la de los humanos.
-¡¿Pero qué demonios...?! -Gritaría llevandose las manos a la cabeza al ver que iban a destrozar su humilde pero necesaria casa con sus manazas. -¡Me vais a destrozar la casa!
-No creo. -Le respondió un joven colocandose frente a él todo vestido de rojos, con unos penetrantes ojos color sangre. -Simplemente levantaran el techo y se llevarán a la persona que les he ordenado buscar. -
-¡No jodas! ¿Y por qué? -Le preguntó agarrandole por el cuello a gritos. Con una sonrisa el joven de rojo respondió sin perder aplomo:
-Porque forma parte de la orden que les he dado. -
No hubo tiempo para más explicaciones, al oir el chillido de su esposa, el caballero soltó al hechicero para adentrarse en la casa y comprobar que además de que ya no había techo sobre sus cabezas, uno de esos gigantes cogía al muchacho que acompañaba a su amigo, el cúal trataba de rescatarlo golpeando al gigante con una silla. Eso era intolerable, sobretodo si estaba sucediendo en su mismísimo hogar. El caballero se pasó varias veces los dedos por la no muy espesa pero si dispareja barba pensativo.
-No tienes por qué preocuparte tanto. En cuanto tu amigo deje de molestarle, se iran. -Le comentó el hechicero de rojo fingiendo sentir pena al ver al caballero tán meditativo y con expresión tán seria. El caballero le dedicó una mirada llena de odio. El muchacho rapidamente supusó que aquellos gigantes de piel tán extraña, dura y lisa como la piedra con la que los molinos estaban construidos debían de ser obra de su señor, que ya se encontraba por la zona. Así que suplicó al caballero detener sus ataques, inutiles, contra el gigante que trataba de llevarselo.
-¡Leroy no sigas! ¡Deja que se vayan! ¡O si no, todos lo lamentaremos! -
El caballero al oir los gritos suplicantes del muchacho, paró pero no le agradaba verle en manos de aquellas cosas enormes que imitaban forma humana. Los gigantes se marcharon, dejando un gran agujero en la entrada, tan grande como ellos. Ambos caballeros observarían como los gigantes se detenían justo al lado del joven de rojo atuendo. Ambos caballeros le mirarían con rabia y desesperación. Justo lo que más satisfación daba al hechicero. El arranque por parte de uno de ellos pondría una amarga despedida pues el hechicero se llevaría al muchacho de todos modos.
-