lunes, 14 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED SLOTH


Dibujo rollo medieval dibujado expresamente para este capítulo o parte ^^ Espero que os guste ^^

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Si en dos historias anteriores abordé el tema de las quimeras, pues tanto en Slayers como en Gaiax, se habla de la creación de esa clase de criaturas, en esta, me centraré un poco en el tema de las armaduras magicas o de Zannafar. En Slayers, creadas por los elfos, pero en Eterno Poder creadas por Khem, que logró atrapar el espiritu o esencia del demonio Zannafar en una armadura especialmente hecha para Cerberuss y sus guerreros, de ahí el nombre, armadura de Zannafar XD Pero también y de ahí lo del pecado capital gula, Khem y Cerberuss serán invitados a un banquete al resultar Cerberuss vencedor del torneo celebrado por Ladok Lanzard... Ahora a leer ^^

Era una mañana tranquila, el sonido de los pajaros acompañaban a los sonidos producidos por el choque de espadas y gritos proveniente de dos individuos, que se esforzaban por derrotar al contrincante. Lejos, en la zona más oscura y pantanosa del bosque, otro individuo, en su pequeño y abarrotado de libros e objetos de singulares formas, sentado en un elegante sillón, el único mueble decente en aquella casa, pasaba con rapidez las amarillentas hojas de un polvoriento librillo cuyas tapas habían sido cosidas con esmero. Algo tramaba, algo tán fascinante como peligroso. Con el limitado espacio que ofrecía el lugar, Dilgear, uno de los individuos, el más corpulento y peludo, que aquella mañana había sido obligado a aceptar ese duelo, comenzaba a tener dificultades. La pose inicial que todo buen esgrimita debe tener, se alejaba de la correcta y el cansancio hacía meña en su cuerpo, sus movimientos se volvían torpes en comparación con los de su joven adversario, Cerberuss, que además de recobrar con elegancia la pose inicial, conocida como La guardia, no parecía cansarse, es más, cada estocada se volvía más certera, lo cúal animaba al muchacho a continuar. Dilgear, el viejo Dilgear, se hubiese asustado mucho ante la insistencia mortal del muchacho pero dado que su cuerpo había sido cruelmente modificado, se concentraba en no perder la calma, olvidando o dejando a un lado, su humanidad. La tosca espada del muchacho chocaba a menudo contra los finos y sobresalientes pelos del hombre-bestía emitiendo un sonido metalico levemente molesto. Sin embargo, cuando Dilgear, cansado de ser el perdedor, esquivó el último ataque del muchacho, dando un acrobatico salto, dejando a un lado los formalismos de la esgrima, hundió su fina espada en la espalda del muchacho, la camisa de agua marina color en pocos instantes se oscureció creciendo una mancha en ella. Cerberuss, giró la cabeza con rabia, había sido alcanzado por el hombre-bestía.
-Qué tramposo eres Dilgear... ¿Pero qué otra cosa podría esperarse de un bandido? -Exclamó una voz, desagradablemente familiar. Dilgear sacó la espada, saliendo la punta toda ensangrentada del cuerpo del muchacho, cuyas rodillas flaquearon, haciendole caer sentado.
-Teneís toda la razón, Mi señor, en la esgrima ese movimiento hubiese sido penalizado. -Comentó Cerberuss tragando la sangre que se empeñaba en salir de su boca, al acercarse a ellos el portador de aquella embelesadora y cada vez más odiosa para Dilgear voz.
El joven ataviado por llamativa ropa roja, más similar a una casulla que a una tunica, antes de llevarse al muchacho herido al hogar, reprendió al hombre-bestía:
-Estoy muy disgustado. Te pedí que practicarás un poco de esgrima con Cerberuss, no que desplegaras tus malas artes de bandido. -
Pero en su expresión no se apreciaba ira o enfado, cosa que enfureció a Dilgear, que replicó:
-¡¿Mis malas artes?! ¡Ja! ¡Si Mi señor, el diablo así lo considera! ¡Cuando llevas tanto tiempo en un terreno hostil, las gilipolleces que son enseñadas en esgrima se olvidan o se dejan a un lado! -
-Mmm... Aún así me agradaría que fueses más cuidadoso con Cerberuss, su carne es más fácil de cortar que la tuya, si no, me veré obligado a encontrar otro compañero de juegos. -Fue la calmada respues recibida por parte del joven de rojo, pues por mucho que le atrajese la sangre y la muerte, verle moribundo, no pudía permitir que nadie le hiriese de gravedad. Con Dilgear advertido y malhumorado, el joven de rojo se marchó, llevando a Cerberuss a cuestas, dejando a Dilgear atrás. Dilgear, a pesar del cabreo, retomó las maneras debidas y caminó tras su incomprensible señor pero cuando una especie de fuerte viento le impedió continuar, Dilgear comprendió que Su señor no le permitiría regresar a su morada. Dilgear golpeó el suelo lleno de hojas de diversos colores tensando su mandibula. En el fondo, Dilgear también sintió que se merecía mantenerse lejos de Cerberuss, se había dejado llevar y cuando uno se deja llevar, suelo cometer actos estúpidos.
Cerberuss se sentía mal. Si hubiese estado más atento, quizás no habría sido herido por Dilgear. Dilgear era el único amigo que tenía y puesto que su destino había sido maldito, Cerberuss podía estar con él. El vinculo debió de estrecharse demasiado y su señor simplemente, mediante esa petición, deseaba mantenerlos más alejados. Dilgear era respondón y como cualquier bandido, muy observador. Cerberuss dejó de pensar en Dilgear pues Dilgear, al ser mitad bestía nunca sería de fiar o eso le decía una y otra vez su señor. Colocando una mano sobre la espalda descubierta de su muchacho, el hechicero de rojas ropas concentró todo su poder en uno de los hechizos curativos más efectivos, denominado Resurrection. La sangre pronto dejaría de resbalar por la zona herida, mejorandose tejidos dañados del pulmón, cerrandose hasta desaparecer así la herida. Una tenue luz desapareció al alejar la mano. El muchacho, con la cabeza girada no dejaba de asombrarse, pues se sentía mucho mejor y al palparse dificultosamente con los dedos esa zona, no notó ni una minima cicatriz, era como si Dilgear nunca hubiese logrado atravasar con su espada esa zona.
-A partir de ahora ve con más cuidado. Dilgear puede ser muy agradable pero su educación ha sido muy distinta a la tuya. -Le advirtió nuevamente mientras volvía a cubrir su torso con la ancha camisa azulona, atandose después un grueso cinturón. Cerberuss no comprendió las palabras de su señor. ¿insinuaba que Dilgear había sido un mal hombre? ¿O insinuaba acaso que la educación recibida repercutía en la moralidad de un hombre? El logró escribir sin cometer tachones o palabras dificiles de entender pues su señor compartió esa habilidad con él con extricta mano y logró conocer e identificar las letras escritas gracias a que su señor le enseñase, su señor fue muy amable facilitandole libros y escritos de todo tipo pero Cerberuss no venía de buena cuna. A menudo, cuando alguien, nobles o hombres de Dios, se interesaban por él y ofrecían al padre grandes cantidades de oro para hacerle su sirviente, su padre les echaba de muy malos modos, por lo que nunca tuvo oportunidad de alcanzar mejor posición social.
-Lo que Ud diga, Mi señor. -Respondió y retomó la lectura del último libro que su señor le había traido. Últimamente había descuidado sus deberes, no deseaba convertirse en caballero pero si quería aumentar sus conocimientos. Tenía tanto que aprender, eso le motivaba a seguir con su compleja existencia. No sería hasta ser encontrado ese viejo libro de apuntes, que el hechicero compartiera con él, otro ambicioso proyecto. Uno, en palabras del propio hechicero, ideado, en principio para sus horrendos guerreros, para él. El muchacho, siendole permitido bajar al sotano, se colocó frente al hechicero, tomando un taburete de madera roida por algunas zonas como asiento, que le dirigía una amplia sonrisa, mostrandole una serie de papeles.
-¿Qué te parecería poseer tu propia armadura? Los caballeros las llevan. -Le preguntó mirando al muchacho de arriba a abajo, como si calculase su peso y estatura a ojo.
-Pues... Si fuese un caballero, muy bien pero no lo soy. -Le respondió temeroso el muchacho, que tras haberle echado un vistazo a las imagenes de los papeles, los colocó sobre la pequeña mesa con cuidado. El hechicero rió dejando con los ojos abiertos a Cerberuss, pues las tierras que correspondían al Reino de Aerothus le pertenecían, lo cúal le daba la posición de señor feudal, posición muy similar a la de caballero. Cerberuss al escuchar la pocas veces escuchada risa de su señor, quisó saber a qué se debía:
-Mi señor, ¿he dicho algo chistoso? -
-¡Oh mi ingenuo muchacho! Eso depende del sentido con el que lo hayas dicho. -Le dijó y a continuación se dispusó a aclararselo. -Yo, a menudo soy visto como un individuo poderoso, no tanto como el rey, porque me suelen confundir con uno de los miembros de más nivel dentro de La iglesia pero tú al vencer al Rey de Aerothus, pronto serás visto como algo más que un simple siervo. Ya verás como irás ganando fama, lo cúal provocará la curiosidad de nobles e incluso de reyes. Todos desearan conocerte. -
La mirada de Cerberuss dejó claro al hechicero que al muchacho le costaba comprender los entresijos de la sociedad en la que vivían. El pobre se conformaba con poder comer, dormir bajo un techo y servir a su señor. No anhelaba grandes cosas, por lo que el hechicero concluyó la conversación tal que así:
-Te sientas o no caballero, deseo entregarte una armadura. -
El muchacho se encogió de hombros. Antes de que su señor pudiese ordenar abandonar el sotano, ambos oyeron llamar a su vieja puerta. El hechicero de rojas ropas se levantó y caminó apresuradamente ya que Dilgear no solía dar leves golpes a la puerta como aquella persona hacía. Dilgear emitía contundentes golpes, hasta que se cansaba. Cerberuss le siguia sin decir palabra. ¿Qué insensato llamaría a la puerta del diablo? Al abrir la puerta, ésta chirrió.
-Lamento molestarle, mi guía y yo hemos sufrido el ataque de una horrible bestía. Tán sólo he sobrivivido yo pero necesitaría la ayuda de alguno de Uds para llegar hasta la residencia del Señor Lanzard. -Les pedía con una esmerada educación una hermosa dama toda envuelta en una gran manta de terciopelo verdoso a juego con el antes impoluto vestido que llevaba y el gran zafiro incrustado en uno de los anillos dorados que tenía, regalo de algún pretendiente de buen nombre.
-¿La residencia del Señor Lanzard? Pero, si mal no recuerdo, Ladock Lanzard vive en la ciudad de Vezendi y Vezendi se encuentra bastante lejos de aquí. -
Las palabras del hechicero desanimaron a la dama. Al parecer el tal Ladock Landard iba a celebrar un gran banquete celebrando los diez años que llevaba al servicio del rey. Vezendi se encontraba en El reino de Saillune. Reino que junto a Sairaag gozaba de los mejores soldados y gran numero de hechiceros, la mayoria de ellos, atraidos por la ferviente ambición de aprender y dominar magía curativa. El hechicero de ropas tán rojas como la sangre se llevó una mano a la cabeza pensativo, no deseaba ir hacía Seillune pues en la ciudad capital residía Lou Groun, un hechicero de igual poder pero al que no soportaba. Sin embargo, afrontando ese problemilla y algún otro, Cerberuss podría ser presentado como el dueño de las tierras pertenecientes al antes Reino de Aerothus. La dama ya estaba a punto de disculparse por segunda vez y dar media vuelta cuando el hechicero dió este gratificante mensaje:
-Pero si Ud necesita reunirse con él. Iremos con Ud. -
La cara de la dama se iluminó.
-¡Gracias, muchísimas gracias! ¡Qué Ceiphied se lo pagué! -Gritó dandole un fuerte abrazo.
Consiguiendo separarse de ella, el hechicero de rojo, la invitó a entrar. Ya que iban a llevarla a Saillune, habría sido muy descortés dejarla pasar la noche en el bosque. Ella que sería su pasaporte a las cortes de Saillune. Acoplada en lo que correspondía a ser el pequeño dormitorio de Cerberuss, Cerberuss dejando a la dama sola, para que cambiese su sucia ropa por otra con tranquilidad, observaba a su señor guardar ciertas cosas en una bolsa varias veces cosida de gruesa piel.
-Será un viaje largo. -Le comentó al notar como le observaba. -Tú también deberías preparar tus cosas con interioridad. -
-Entonces, ¿yo también voy? -Trató de confirmar una duda naciente Cerberuss.
-Por supuesto. Por la noche soy tán diestro como cualquier otro humano pero de día, me vendrá muy bien tu compañia. -Le comunicó sentandose en la cama tras comprobar que había metido en la bolsa todo lo que le parecía importante para el viaje. A Cerberuss le resultaba un hombre tán extraño, de día ciego o practicamente ciego pero de noche, de noche era totalmente distinto. Cerberuss pasó aquella noche emocionado. Nunca había estado en Saillune, ir a sitios nuevos, era otra de las cosas que más gustaban a Cerberuss. Aunque la dama y el hubiesen podido compartir la cama, el muchacho, obtó por dormir en el suelo, de todos modos, ya estaba acostumbrado, siendo muy niño, tenía que dormir en el suelo pues la única cama que había en su casa, era usada extrictamente por su padre y por nadie más. Cerberuss tuvo un sueño particularmente extraño. Se veía a si mismo en una gran sala, rodeado de caballeros y damas que le aplaudían mientras el se limitaba a matar a un tipo de largos cabellos rubios, con una armadura brillante como el cristal. Las únicas palabras de consuelo que recibió por parte de su señor fueron:
-¿Tanto te agobía asesinar? Los caballeros matan, muchas veces para demostrar su valía ante el rey.


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