lunes, 21 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY


Maravilloso dibujo de Zelgadiss realizado por una artista que descubrí en DA llamada Yu-Fang o algo así ^^'
NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Ya queda poco, muy poco para que este gigantesco fanfic acabe ^^ El nombre general va a ser Chronicles of The red warlock o en español, Cronicas del Brujo carmesí. Bueno, con respecto a esta parte o capítulo, tendría que aclarar que en mi historia los hechiceros y los brujos surgen del mismo grupo pero pronto habrá diferencias entre ellos y surgirá esa notable distinción. Los hechiceros usan magía pero es una magía muy regulada y mediante amuletos, gemas o baculos mientras que los brujos, sobretodo las brujas, usan magía a su bola y se dejan controlar por los demonios a los que invocan. Los brujos además pueden lanzar poderosas maldiciones y cambiar su apariencia. Pocos hechiceros han sido capaces de eso y seguir siendo considerados hechiceros, en Eterno Poder, tán sólo Rezo. Con respecto al color de pelo, Merlín creía, en Eterno Poder, que las brujas más poderosas eran aquellas cuyos cabellos eran rojos como el fuego, pues solían invocar al Dark Lord más violento, que les permitía usar su habilidad para dominar el fuego, ese es en Eterno Poder, Shabragnigudu o Dark Lord Ojos de Rubí, por lo que Khem guiandose por las palabras de Merlín, buscó el mayor número de pelirrojas que realmente usaban magía para su proyecto, en mi opinión, más retorcido y repulsivo, la creación de una piedra magica valiendose de la sangre de esas brujas. Esta idea me vino por parte de una pelí que siempre que la veo me fascina y ya he recomendado por aquí llamada Vidocq, aunque el tipo ese de la mascara de espejos, creo que buscaba conseguir la inmortalidad, no lo recuerdo bien ^^' Lo que sufre Cerberuss no es más que un duro ataque de ansiedad. Con la vida que lleva, no me estraña...
Al poco de regresar, Cerberuss debió de enfermar pues el hombre-bestía no volvió a verle hasta pasado mucho tiempo después. Los arboles de distintos grosores seguían luciendo un aspecto vulnerable y cada día parecían adoptar un tono y una aspereza más marcada. El hombre-bestía, cada vez se sentía más y más enojado con su señor pero sobretodo, consigo mismo. ¿Qué clase de amigo eres, Dilgear? Se recriminaba La influencia por parte de ese diablo a comenzado a hacer meña en tu joven amigo ¿no vas a hacer nada? ¿O lo harás cuando sea demasiado tarde? Dilgear golpeó uno de los arboles más robustos desahogando así su rabia, su odio y su angustia. Temía que a Cerberuss le pasase algo grave y que fuese por culpa de su amo y señor. Ese monstruo le había obligado a hacer tantas cosas, demasiadas y como al muchacho le aterrorizaba defraudar a su tiranico señor, se esforzada de sobremanera, literalmente hasta sudar lagrimas y sangre. En cuanto vió por el rabillo del ojo como una figura roja pasaba por esa zona del bosque, Dilgear dejó a un lado al maltrecho arbol para mantener unas palabras con su señor. Plantandose con rapidez frente a él, exigió saber:
-¿Qué le sucede a Cerberuss? Desde que regresasteís de Saillune no ha vuelto a pasar por aquí. -
El joven de rojo no se sobresalto pero teniendo en cuenta que esa gran criatura que era Dilgear le impedía seguir su camino, se detuvó dandole esta respuesta:
-Es encantador por tu parte preocuparte pero no tienes nada que temer, el muchacho no se va a morir ni nada de eso... -
-¡Más te vale! -Le espetó el hombre-bestía sacando pecho, mostrandose amenazante.
-¿O si no qué? -Se mofó el joven todo vestido de rojo, encapuchado por una manta de gordo hilo roja que lo envolvía desde la cabeza hasta los tobillos. -Ya sabes lo que pasará el día que intentes algo en mi contra. No volvería a verte jamás, así que si me permites, he de dirigirme al pueblo más cercano lo antes posible. -Concluyó indicandole con un gesto que se apartase y le permitiese continuar su camino. Dilgear obedeció pues pensó que iría al pueblo a por alguna medicina. Sí, el odio que sentía por su amo y señor cada vez era más y más grande. Pasaba las largas noches maldiciendo a su señor y a si mismo, por haberse dejado engañar por ese diablo disfrazado de buen hombre. Considerandose libre de castigo, Dilgear se encamino hacía la única vivienda que había en la zona más oscura y pantanosa del bosque, con la firme intención de ver al que se había convertido en su único amigo. El peludo bandido entró tán silencioso como pudó a la casa, no se entretuvo a contemplar las pocas habitaciones, porque había venido tan sólo unos instantes para ver al muchacho. Qué alegría se llevó Cerberuss, que al ver al hombre-bestía acercarse y sentarse lo más cerca de él, se incorporó de inmediato.
-¿Qué tal te encuentras? -Le interrogó cariñosamente Dilgear.
-Pues... Mareado. No puedo dar ni un paso, todo me da vueltas. -Le respondió Cerberuss sonriendo debilmente. -¿Y tú, qué tal? -
-Supongo que bien. Debido a la sagrada sangre que poseo ni enfermo ni me enveneno. -Fue la contestación de Dilgear, que pasaba su peluda y grande mano por el sudoroso cabello castaño del muchacho. Pasado un ratín, añadió tras chascar la lengua. -Creo que debería irme ya. No creo que a nuestro señor le agrade verme aquí. -
Cerberuss consciente de que su amigo Dilgear tenía razón, no dijo nada, se limitó a observar como se alejaba. No sólo sentía mareos al levantarse y echarse a andar, todo su cuerpo temblaba sin motivo aparente y su piel se había vuelto palida y su corazón a menudo palpitaba violentamente rapido. Se sentía debil, tanto fisica como mentalmente. Las recurrentes fantasias con morir se volverían más reiterativas a partir de ese día y no se suavizarían hasta encontrarse de nuevo con el caballero. Al cabo de un rato llegó su señor, con un vaso lleno hasta el fondo de un liquido de fuerte color y penetrante olor a hierbas.
-Bebe un poco, te hará sentir más relajado. -Le recomendó con voz suave acercandole el vaso a la boca. Cerberuss bebió sin resistirse. El calido liquido pasaba por su garganta, llenandole de una agradable sensación. -He de admitir que esta serie de sintomas que presentas me han sorprendido sin embargo que aún sigas vivo tras el gran despliegue de poder que uso Zannafar en la batalla me tiene más desconcertado. Hasta la fecha ningún humano que ha sido poseido por un demonio de la clase de Zannafar ha vuelto a ser el mismo. Eres sorprendente. -
Aquellas palabras hicieron que Cerberuss se ruborizase. Apenas recibía halagos por parte de su señor. Se le hacía difícil y para no resultar un hipócrita, su señor lo los decía, a menos, claro de sentirse admirado o sorprendido ante alguien, aunque muy muy pocas personas llegaron a causarle ese efecto. Ahora el muchacho no entendió apenas palabra, sólo pudo comprender que había sobrevivido a algo que su señor decía era imposible de sobrevivir. Dejandose de sentimentalismos, antes de regresar a sus asuntos personales, el joven hechicero de rojo le dijo, en un plan muy de medico:
-Cada día te traeré tres o cuatro vasos y por tu bien, deseo que te los bebas. -
Y dejando el vaso medio vacio en la mesita dejó al muchacho solo. Tal y como su señor le había pedido, durante unos días, cada vez que le traía un vaso lleno de aquella infusión, hecha especialmente para él, se la bebía sin dejar una gota. Su estado de animo no variaba mucho pero poco a poco su cuerpo parecía ir retomando algo de firmeza. Dilgear conseguía visitarle cada vez que el hechicero de rojo se alejaba. La tila y las visitas de Dilgear ayudaron a Cerberuss a recuperarse de aquel estado tán enfermizo sin embargo el daño aún seguía, por lo que sería fácil que volviese a repetirse. El hombre bestía aceptó hacerle los recados al hechicero de rojo durante todo aquel tiempo pues esperanzado deseaba ayudarle a conseguir más medicina o cualquier otra cosa que necesitase para aliviar a su joven amigo. Sería, todo tapado por una larga tunica oscura con capucha, atravesando la ciudad de Giermann que el hombre-bestía y el caballero se encontrarían. El robusto cuerpo de Dilgear y el fibroso cuerpo del caballero de melena rubia chocarían bruscamente debido a tanta aglomeración de gente. Aquellos días la ciudad albergaba el doble de gente que habitualmente y se hacía complicado no chocar contra otros al cruzar las calles más generales. El caballero sería el único en disculparse.
-Oh disculpeme, hemos debido de chocar. Lo lamento. -Diría pasandose la mano por su molluda cabeza. El peludo bandido tán solo resoplaría y seguiría su camino pero sus pasos se enlentecerían al oir menciar al caballero el nombre de su amigo. Girando la cabeza le vería a la lejanía hablar con varias personas, que negaban con la cabeza ante la pregunta que les hacía. En un afán protector, daría media vuelta y agarrando al caballero le preguntaría de muy malos modos:
-¿Quién coño eres y para qué quieres a Cerberuss? -
A lo que el caballero le respondería costosamente:
-Puedes llamarme Leroy. Tan sólo quería volver a ver a ese gran espadachín. -
Pero muy a su pesar, Dilgear no se desharía del caballero y menos en un lugar tán concurrido. Teniendolo bien agarrado, el hombre-bestía se lo llevaría a algun lugar apartado de toda esa muchedumbre agitada y tomandose una buena jarra de fresca y espumosa cerveza, le obligaría a decirle de que conocía a Cerberuss y si era de fiar. Tres jarras de dorada cerveza y a punto de usar algunas monedas de oro que guardaba para convidar al muchacho, el bandido señalando al caballero con ojos de perro mosqueado, dijo:
-Por tu bien, espero que todo lo que has cantado sea cierto, si no, este lobito te deborará enterito. -
El sentido del humor del bandido se había ido volviendo más retorcido y sincero con los años. El caballero le retiró el dedo exclamando:
-¡Te doy mi palabra! -
Ambos individuos salieron de la cochambrosa taberna listos para atravesar la gran multitud y así poder retomar el camino al bosque. Dilgear mostró su aspecto real al caballero, que se quedó mudo de asombro. Si era cierto que Dilgear podía deborar al caballero si le enfadaba. El pelaje del hombre-bestía era magnifico, unos tonos marrones que se intercalaban suavemente. Era la primera criatura así que veía, por lo que exclamó:
-¡Eres el primer hombre lobo que veo! ¡Qué guay! -
Dilgear apretó los puños tratando de no golpearle en toda la cara. En cuanto el caballero rubio llegó a lo profundo del bosque y dislumbró la única casa que había, Dilgear se separó de él diciendo:
-Bueno, ahí es dónde vive. ve con mucho cuidado. Nuestro señor es un tipo imprevisible y poco sociable. -
-¿Vuestro señor? -Quisó saber el caballero. -¿Qué señor?
Pero al oir esa pregunta Dilgear se giró y agarrandole de nuevo por la camisa gruñó:
-Un joven vestido de rojo que como te encuentre no creo que te de una bonita bienvenida. -
Cerberuss se encontraba jugando con una pequeña luz que se agitaba burlona sobre entre sus manos. La luz se desvaneció en cuanto vió llegar a Leroy. Una mezcla de alegria y temor le invadió.
-¡Gracias a Dios ese hombre lobo no mentía! Por fin sabré a dónde ir cada vez que desaparezcas inesperadamente, Cerberuss. -Gritó triunfante corriendo hacía la casa como un loco.
Cerberuss no pudó evitar reir cuando el caballero cayó pero emprendió la marcha con toda la ropa cubierta de barro y le abrazó manchandole de barro.
-Es posible. ¿Y cómo me has encontrado? -Preguntó el muchacho con expresión curiosa, con las manos apoyadas sobre el rostro. El caballero miró hacía la derecha y luego hacía la izquierda y murmuró colocandose una mano cerca de la cara:
-Me topé con un hombre lobo. -
-¿En serio? Qué interesante. -Cerberuss simuló curiosidad, sabía perfectamente que ese hombre lobo debía de ser Dilgear, el único con aspecto similar al de esas bestias magicas. -Bueno, ¿y has venido para algo en especial? -Añadió girando la cabeza. Le preocupaba que su señor le encontrase con el caballero todavia allí.
-Pues... Espera que recuerde... Sí, la verdad que es que sí. El amabilisímo Lou Groun me ha pedido que te lleve conmigo a su residencia. -Contestó Leroy apoyandose sobre la fachada de dura roca que la pequeña vivienda poseía. -Conque ya puedes ir recogiendo tus cosas y seguirme, que el camino es muy largo. -
Aquello dejó a Cerberuss de piedra. El ya vivía con un poderoso señor. Además no estaba del todo recuperado. Su piel ya no era tán palida pero aún se sentía débil. El caballero debía de irse pero no parecía querer marcharse sin él. El muchacho sabía que los sucesos siguientes no serían buenos.

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