martes, 22 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY II



Maravilloso dibujo de Rezo y Zelgadiss ^^ No es mío pero merece estar aquí ^^ Realizado por Pairaka ^^
http://pairaka.deviantart.com/


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Puede que hay escenas desagradables ^^'
En Slayers hay un montón de hechizos chulisímos pero creo que como en Eterno Poder hay angeles, hay magía blanca no sólo curativa o de defensa, por lo que habrá que sacar más hechizos, hechizos para lo que vendría a ser Magía Sacra. Magía que tán sólo los angeles o las criaturas derivadas de ellos, como los elfos de sagrada sangre, pueden usar. Con respecto a los hechiceros, sólo aquellos aceptados por los angeles pueden como lo fue Lou Groun, que crearía a partir de su estudio de los angeles y la magía sacra, la magía curativa o blanca. Qué Khem pueda usar magía curativa es debido a que antes el ayudaba a Lou Groun con su investigación pero la usa muy poco porque le resulta dolorosa. A muchos brujos también le resulta imposible de usarla. A los demonios les hace mucho daño, al ser derivada de la sacra, que viene de la luz y el poder del Supremo o para los creyentes, Dios. El hechizo más poderoso es el Sacra Blade, que es el contrario al Ragna Blade. En Eterno Poder no hay Lord Of Nightmare, lo más parecido sería El eterno poder. Los hechiceros que usan magía blanca o sacra no necesitan gemas magicas, por que esa magía no corrompe. Ahora a leer ^^

Cerberuss miró la vivienda de su señor y amo por última vez. El caballero le pusó una mano sobre un hombro y le sonrió. El muchacho hizo por sonreir pero en realidad no tenía ganas, el miedo se volvía a apoderar de él. Quizás, siendo aún un chiquillo, hubiese intentado escapar de aquella oscura morada mil veces pero a partir de sus diez primaveras, perdiendo esa esperanza, dejó de intentarlo. Para qué si su señor siempre acababa encontrandolo y para mayor verguenza del chiquillo, muy malherido. Aún así, estaban saliendo del bosque, aquel bosque maldito. El caballero no le soltaba, le contaba con una radiante sonrisa en los labios, lo mucho que le agradaría vivir con él y con el hombre de blancas vestiduras. Cerberuss se limitaba a escuchar, fingiendo alegria.
-¡Ya verás! -Exclamaba el caballero. -¡Es muy bueno y sabe mucho de muchas cosas! -
-Eso es bueno. -Se limitaba a decir en cambio el muchacho.
-¡Y no has oido lo mejor! ¡Vive rodeado de bellisímas jovencitas! -
Eso era lo que le faltaba. Apenas tenía trato con hombres o jovenes de su edad, pero su trato con mujeres había sido y sería bastante inusual. El caballero, viendo al muchacho mirarle sin decir palabra, ni de alegria ni de tristeza, dandole unas palmaditas, dijo:
-Pero tranquilo, no es ninguna casa de citas. Son muchachas que acoge y educa. -
Cerberuss suspiró aunque aún no se veía preparado para convivir con feminas. Lou Groun trabajaba como consejero para el Rey de Britannia. Un reino curioso pues se trataba de varias islas. La mayor era Britannia, en la cúal se encontraba la ciudad capital. Cerberuss, transcurridos algunos días fuera del reino en el que se encontraba el pantanoso bosque, no daba credito al hecho de que las cosas estuviesen saliendo tán bien. Sabía que el caballero era un tipo noble y muy talentoso con su espada. Todo caballero ha de serlo pero su señor, aquel que le había enseñado a manejar un arma, tampoco era moco de pavo. Desde uno de los reinos que componían Castizo serían recogidos y llevados a Ávalon. Antes, el caballero deseaba reunirse con un viejo amigo, otro gran caballero. Caballero que se encontraba al servicio de los reyes de Toledar. Toledar era una tierra hermosa, puede que no tán verde como en Los reinos de Gierman Oh pero hermosa de todos modos. Los dorados campos, todos llenos de rico y de vivo color amarillo trigo hacían pensar al muchacho que aquella tierra era muy prospera. En uno de los pequeños pueblos que se encontraban por el lugar, vivía una placida y reflexiva vida el caballero amigo de Leroy. Un hombre, en principio, algo excentrico pero de buen corazón y cuidados modales. Lejos, muy lejos, por el noreste, un joven, todo vestido de rojo, llegaba al hogar. Tras recorrer todas las habitaciones de la pequeña morada, deteniendose en la puerta, una desagradable idea llegaría a su mente. ¿Y si el muchacho habría logrado lo que durante tantos años no consiguió lograr? La libertad. Debía comprobarlo, pues podía ser que simplemente, sintiendose mejor, hubiese decidido encontrarse con Dilgear, el joven frunció el ceño pensativo y en poco tiempo, convocó a un demonio, el espiritu o demonio, más fiel que había logrado capturar, Zurum. Que ante la llamada del hechicero de rojas rojas, acudió presto, tomando la forma humana de un anciano de largas barbas blancas. Sus extraños ojos se posaron sobre el hechicero.
-Deseo que te dirijas hacía el claro del bosque y me confirmes si junto al hombre-bestía, que allí encontrarás, hay un muchacho con él. -Ordenó sin alzar la voz o gritar con histeria, a pesar del gran enojo que sentía.
-Así lo haré. -Contestó Zurum con su susurrante voz y agachando la cabeza se desvaneció.
El hechicero de rojas ropas se dirigió hacía la puerta, expectante. Zurum llegó al lugar que su amo le había descrito y contempló a la criatura que su amo había citado pero junto a ella no encontró a ningún muchacho. La criatura se encontraba sola, lavandose en el arroyo, por lo que del mismo modo que se había dirigido hasta allí, Zurum se marchó. La confirmación a lo que ya se imaginaba, enojó muchísimo al hechicero de rojo. Dilgear no tenía ni idea de lo que se le avecinaba.
-¿Qué le has dicho? -Bramó el hechicero detrás del hombre-bestía, que giró la cabeza bruscamente dado que esa pregunta era exclusivamente para él. -Durante esas visitas tuyas a escondidas, ¿qué le decías? -Repitiría al no optener respuesta por parte del bandido.
Dilgear no tenía ni idea de lo que trataba de descubrir su amo y señor, por lo que gritó:
-¿De qué coño me hablas? -
Lo cúal provocó que el enojo del hechicero creciera. Un sonido apenas apreciaba surgió brevemente pero Dilgear comprendió demasiado tarde a que se debía. Su pelaje estaba preparado para confrontar ataques fisicos pero no para soportar la magía, mucho menos la magía negra. La esfera de gran poder que le derribó no era una bola de fuego normal y corriente. Al contacto con el objetivo, éste comenzó a arder con oscuras y rojizas llamas. Dilgear comenzó a emitir unos agudos alaridos, su pelaje se fue volviendo oscuro, sería cuestión de horas que ese doloroso fuego traspasará su musculos y organos consumiendolo por completo. El hombre-bestía intentó arrimarse al arroyo pero el despiadado hechicero volvió a golpear el suelo con su dorado bastón, impiendoselo pues para horror del bandido, el cuerpo de Dilgear no se movió ni un palmo.
-Simplemente habla. Si tus palabras son sinceras y satisfactorias, desharé los conjuros. -Le anunció el hechicero de rojo sin soltar el bastón pero con voz un poco más apaciguada.
Dilgear, aún estando cubierto de abrasantes llamas que le consumían dolorosa y lentamente permanecía sin soltar prenda, en vez de colaborar, prefirió lanzar este furioso lamento:
-¡Maldito seas! ¡Si ya sabías que le visitaba a escondidas, seguro que sabrás que apenas tuvimos tiempo de mantener una conversación! -
Dilgear no mentía pues eran unas visitas muy breves. Tal sólo se sentaba en su cama, le acariciaba la cabeza con una de sus grandes manos de animal y tras una rapida descripción de su estado, el hombre-bestía regresaba al bosque. Ambos llevaban las visitas lo más rapidas y formales posible para que el hechicero de rojo no pillase a Dilgear en la casa. El cuerpo de Dilgear empezó a emanar un fuerte olor a piel quemada.
-Bien, entonces, suponiendo que no mientas, ¿por qué abandonaría su hogar? -Meditó en voz alta el joven vestido de rojo con el rostro dirigido hacía Dilgear, que seguía envuelto en violentas llamas, que no parecían extinguirse nunca. Al bandido se le ocurrieron un montón de buenos motivos, los mismos que le llevarían a él, a matarlo pero deseoso de acabar con aquel doloroso fuego provocado por un hechizo, compartió con su amo y señor, esta sospecha:
-Puede que un caballero le liberase del monstruo que lo tenía atrapado. -
La suposición de Dilgear fue bien recibida por parte de su cruel amo sin embargo los hechizos no serían anulados hasta comprobar que el bandido no mentía. El hechicero de rojas vestiduras, ante los impresionados ojos del abrasado Dilgear, se dispusó a recitar otro hechizo, uno que más que un hechizo parecía un contrahechizo de un hechizo ya existente. Acabado de recitar el conjuro, en el suelo aparecieron una serie de huellas. El hechicero las palpó. El hombre-bestía fue liberado de los hechizos pero como las quemaduras sufridas eran muy grandes y de un grado que sería calificado como peligroso, se desplomó sobre el suelo, moribundo, con los ojos llorosos al soportar tál dolor tanto tiempo, no se recuperaría hasta que una piadosa dragona dorada ejerciese algo de magía sacra sobre él. En Toledar, siendo acogidos con gran afectividad por parte del caballero excentrico y su esposa, a Cerberuss le llegaría un mal presentimiento. Desde una de las pequeñas ventanas, Cerberuss contemplaba los molinos de viento que se hallaban a lo lejos, moviendo sus largas aspas sin descanso. Al muchacho le resultaron unos edificios curiosos, en el pueblo dónde vivía no habían. La bella aunque jaquetona esposa del caballero sentandose junto a él, le explicó con gran orgullo la misión principal de un molino.
-Esos edificios tán altos han sio construidos con el noble fin de moler el trigo. -
-¿Y cómo lo hacen? -Le preguntaría el muchacho curioso como un niño chico.
-Mu fácil. Gracias al mecánismo que hace que las aspas se muevan. -Le explicó ella señalando las alargadas aspas que no dejaban de dar vueltas colocadas por la zona superior, cercana al picudo tejado, en los molinos. Cerberuss escuchaba a la mujer encantado mientras sentados a cierta distancia de la chimenea, el caballero excentrico los miraba con ojos tiernos. De vez en cuando usaba un objeto de forma curiosa, que al ser apretado, se hinchaba o deshinchaba produciendo un ruidete gracioso, para animar al fuego a no apagarse. El caballero rubio aproximó una tosca silla de madera y se sentó junto al su amigo.
-Hacía mucho que no pasabas por aquí, ¿Qué andas buscando? -Preguntó el caballero excentrico, en su tono de voz se percibía que a pesar de vivir en un pueblo de gente ruda y con pocos conocimientos, seguía siendo uno de los más educados de la zona.
-¿Buscando¿ En todo caso, deberías preguntar qué es lo que voy a pedirte. -Le corrigió Leroy rascandose la oreja. A lo que el otro soltó:
-Pos lo mismo me da. ¿Qué es lo que vas a pedirme? -
-Si muero, ¿podrás ocuparte del muchacho que me acompaña? -Le lanzó la petición señalando a Cerberuss, que seguía charlando con la mujer de su amigo sobre molinos y otros temas propios de un hombre de campo. El caballero con aspecto excentrico miró a su amigo con la boca abierta pero inmediatamente contestó:
-¡Hombree! ¡Pos claro! ¡La Dulcinea y yo siempre hemos querio tener pilluelos! -
Ambos amigos se abrazaron, el mayor deseo de Leroy al igual que el que poseía Lou Groun, era que Cerberuss reiniciase una vida lejos del hechicero de rojo. Lou Groun haría todo lo que estuviese en su pura mano por llevar al joven al buen camino. Leroy le habló varias veces de Cerberuss, sólo recordaba que aquel que les atacó en el barrio rojo de aquella ciudad buscaba a ese chico. Sería así que el gran sabio de blancas ropas se interesaría por el muchacho. Hablaría con el rey y con suerte, viviría con él o en caso de serle negado esa petición, viviría con Leroy. Lou Groun también tenía planes para el muchacho. El sol se marchó dejando a una pequeña luna llena sola en la oscuridad del cielo. No había ni una sola estrella aquella noche. Dando un sonoró bostezo, el amigo del caballero rubio, mandó a la parienta preparar una habitación para sus invitados. Leroy y Cerberuss se marcharían a la mañana siguiente. Más, aquella misma noche, acontecimientos inesperados obligaron tanto al muchacho como al caballero a retomar su viaje antes de lo previsto. Lo que Cerberuss se temía al iniciar el viaje con Leroy, sucedió a media noche. Puesto que era de noche, el joven hechicero mantenía sus ojos bien abiertos, pudiendo así llegar hasta ese pueblecito, mediante el vuelo. Un vuelo ininterrumpido a gran velocidad. Alcanzando suelo, se sacó su medallón, su curioso medallón con aquella gema roja de gran tamaño y trás moverlo suavemente como un pendulo, al brillar fuertemente la gema roja al ser dirigida hacía una de las viviendas del pueblo, el hechicero de rojas ropas supó que había encontrado lo que había venido a buscar. Volvería a colocarselo y con paso firme cruzaría la distancia que había desde donde se encontraba hasta esa casa. A mitad del camino, fijandose en los molinos de viento, una maliciosa idea se gestaría en su mente. El caballero excentrico se afanaba por terminar de leer una novela sobre caballeria mientras su esposa le contemplaba irritada. Hasta que su tozudo marido no lo acabase no apagaría la molesta luz proveniente de la única llama todavía encendida en su hogar, cuando una serie de temblores interrumpieron la tranquila lectura del caballero. Disgustandose mucho, ya que tenía una ciega pasión por la lectura, salió de la casa para averiguar que demonios pasaba. El susto que se llevó fue enorme al alzar la vista y observar a varias criaturas de gran tamaño tán cerca de su hogar. Criaturas con figura humana pero cuya piel distaba mucho de ser como la de los humanos.
-¡¿Pero qué demonios...?! -Gritaría llevandose las manos a la cabeza al ver que iban a destrozar su humilde pero necesaria casa con sus manazas. -¡Me vais a destrozar la casa!
-No creo. -Le respondió un joven colocandose frente a él todo vestido de rojos, con unos penetrantes ojos color sangre. -Simplemente levantaran el techo y se llevarán a la persona que les he ordenado buscar. -
-¡No jodas! ¿Y por qué? -Le preguntó agarrandole por el cuello a gritos. Con una sonrisa el joven de rojo respondió sin perder aplomo:
-Porque forma parte de la orden que les he dado. -
No hubo tiempo para más explicaciones, al oir el chillido de su esposa, el caballero soltó al hechicero para adentrarse en la casa y comprobar que además de que ya no había techo sobre sus cabezas, uno de esos gigantes cogía al muchacho que acompañaba a su amigo, el cúal trataba de rescatarlo golpeando al gigante con una silla. Eso era intolerable, sobretodo si estaba sucediendo en su mismísimo hogar. El caballero se pasó varias veces los dedos por la no muy espesa pero si dispareja barba pensativo.
-No tienes por qué preocuparte tanto. En cuanto tu amigo deje de molestarle, se iran. -Le comentó el hechicero de rojo fingiendo sentir pena al ver al caballero tán meditativo y con expresión tán seria. El caballero le dedicó una mirada llena de odio. El muchacho rapidamente supusó que aquellos gigantes de piel tán extraña, dura y lisa como la piedra con la que los molinos estaban construidos debían de ser obra de su señor, que ya se encontraba por la zona. Así que suplicó al caballero detener sus ataques, inutiles, contra el gigante que trataba de llevarselo.
-¡Leroy no sigas! ¡Deja que se vayan! ¡O si no, todos lo lamentaremos! -
El caballero al oir los gritos suplicantes del muchacho, paró pero no le agradaba verle en manos de aquellas cosas enormes que imitaban forma humana. Los gigantes se marcharon, dejando un gran agujero en la entrada, tan grande como ellos. Ambos caballeros observarían como los gigantes se detenían justo al lado del joven de rojo atuendo. Ambos caballeros le mirarían con rabia y desesperación. Justo lo que más satisfación daba al hechicero. El arranque por parte de uno de ellos pondría una amarga despedida pues el hechicero se llevaría al muchacho de todos modos.
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