miércoles, 2 de febrero de 2011

FanFic Slayers REMEMORANDO IV


Lo sé, a pesar de lo mucho que me esforce, se ve un pelín raro... Aún así lo pongo aquí y espero que os guste porque tenía ganas de hacer alguna historia centrada en este personaje ^^
-¿Y cómo debo llamarlo pues, señor lobo? - Preguntó el chiquillo ciego sin una pizquita de miedo en su aguda pero agradable voz.
-Dilgear. -Gruñó el hombre lobo con hostilidad en su ronca voz.
-Dilgear. Suena bien, me viene a la mente la imagen de un fuerte guerrero. - Comentó el niño apoyando su cabecita sobre el peludo pecho descubierto del hombre-bestia. Dilgear se sintió incomodo ante esa señal de afecto por parte del chiquillo. Le observaba atentamente, era igualito al hombre que le convirtió en la monstruosa criatura que era. Sus mismos cabellos, oscuros como la noche y perfectamente separados a ambos lados del rostro. Su mismo tono de piel, tan clarita que no parecía provenir de aquel reino y el pequeño hecho de que sus ojos se mantuviesen cerrados. Dilgear no podía quitarse de la cabeza las palabras de la joven oráculo proveniente del antes conocido Reino de Sairaag. El brujo carmesí regresaría. El hombre-lobo estaba totalmente convencido de que aquel chiquillo debía de ser la reencarnación del brujo carmesí, a pesar de sus ropas, fuerte color marrón. Si le mato, todo acabará, seremos libres pensó colocando sus peludas manos con grandes y sucias garras sobre el claro cuello del niño, que se quedó dormido al instante de apoyarse sobre Dilgear, el suave Dilgear. Sería cuestión de segundos. Se merece morir de forma mucho más violenta pero seré compasivo pues por ahora es tán sólo un niño se dijo a si mismo comenzando a presionar el cuello del chiquillo.
-¿Vas a matarme, Dilgear? -
La voz del niño sobresaltó al hombre-bestia, que retiró las manos inmediatamente sorprendido.
-¿Cómo te has podido percibirlo? Dormias. - Deseaba saber Dilgear, aún sorprendido.
El chiquillo sonrió y le explicó que hacía poco que había comido y que al posarse sobre sus suaves pieles, había sentido un ligero sueño pero que no era muy profundo, por lo que al notar como posaba sus manos sobre su cuello, el estado de sueño se desvaneció con la misma facilidad con la que vino. Dilgear le escuchó sin decir palabra. No sabía que decir, a pesar de su similitud fisíca, aquel chiquillo resultaba mucho más ingenuo y encantador que El brujo carmesí. Dilgear lo apartó con brusquedad respondiendole:
-¡Claro! ¡Soy una jodida bestia! Ni siquiera sé porque me he puesto charlar contigo. -
Dilgear, tras hacerse el duro, emprendió su camino pero el chiquillo exclamó:
-Dilgear, antes de marcharse, ¿podría llevarme al pueblo más cercano? -
El hombre-lobo emitió un leve pero intenso resoplido pero siguió caminando. Hacía años, muchos años que no se dirigía a ninguna población. Se había amoldado a la vida en el bosque, debido a su aspecto, le resultaba más fácil vivir en el bosque que en cualquier otro lugar. El niño también se levantó, costosamente y extendiendo los abrazos avanzó, con la esperanza de alcanzar a Dilgear. Ciertamente Dilgear no era una criatura muy cooperativa. El chiquillo lo único que pretendía era volver con los frailes o al menos llegar hasta alguien que le ayudase un poco más. El hombre-bestía de vez en cuando miraba hacía atrás para comprobar que el chiquillo se hubiese perdido de una maldita vez pero la última vez que miró hacía atrás y no lo vió, algo en su interior se revolvió, creandole una desagradable sensación de culpa. Al fin y al cabo, es un niño, un niño criado por monjes, hombres de la iglesia, temerosos de la magía. Tras ese pensamiento, Dilgear buscó al niño para al menos sacarlo del gran bosque. El chiquillo como muestra de su agradecimiento le entregó un bonito rosario de madera.
-¿Por qué me lo entregas? No lo merezco. -Lo rechazó el hombre-bestia.
-Pues yo creo que sí. Además si alguna vez notas que el diablo te incita a pecar, cada vez que lo mires, te dará fuerzas para no cometerlo. -Insistió el chiquillo ciego. Dilgear lo miró con expresión cínica pero esa expresión varió cuando el chiquillo le abrazó. Dilgear se sintió confuso, su señor jamás le permitía tocarle, jamás le habría abrazado. Muchos pensamientos recorrieron la mente del hombre-bestia. Como aún no confiaba o no tenía demasiadas pruebas de que aquel chiquillo no fuese o pudiese no ser El brujo carmesí a pesar de su aspecto similar, Dilgear se despidió con rudeza, separandose del niño con rapidez:
-¡Vete de una vez o te mataré y deboraré tus organos aquí mismo! -
A pesar de la aterradora amenaza, el niño se marchó sin llorar. Dilgear comprobó que el niño había entrado en el pueblo y guardandose el rosario, regresó al bosque, el único lugar al que podía denominar su hogar. Para Zelgadiss resultó extraño que Dilgear, el sombrio hombre-bestia Dilgear, mantuviese consigo aquel objeto insignificante pero al parecer de gran valor sentimental para Dilgear.
-Te cuento para que comprendas que si estoy aquí contigo, es porque Rezo me lo pidió. -Le dejó bien claro a Zelgadiss, ya quimera. -Por lo que, te guste o no, te seguiré, protegeré y guiaré a partir de ahora. - Dilgear guardó el rosario ante los rojizos ojos del serio Zelgadiss.
-Y yo quiero que sepas que por el momento sólo busco conocer la verdad. Sobre las intenciones de Rezo y el motivo de mi actual aspecto. ¿Crees que algún día seré capaz de comprenderle? -Confesó Zelgadiss, un Zelgadiss joven cuyo espiritu comenzaba a teñirse de gris debido a la cada vez más presente roptura de su vida perfecta. Dilgear rió y le lanzó otro mensaje apabullante:
-La cuestión no es si serás capaz de comprenderle, muchacho, sino si serás capaz de seguir sintiendo afecto por él. Es como dicen las brujas, un santo endemoniado. -

No hay comentarios: