martes, 15 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED SLOTH II


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
¡SE VA A ARMA LA GORDA CUANDO GROUN (Plaxe Hanui) Y KHEM SE ENCUENTREN! XD
En este trozo de la historia, Khem y Cerberuss llevan a la hermosa dama que les pedió ayuda hasta Saillune, pues ahí esta Vezendi, ciudad o condado de Ladock Lanzard. En esta parte me dedicaré a relatar lo mejor posible los acontecimientos en el banquete. Aquí Ladock Lanzard es un tipo influyente y además de un hijo tiene una hija, que resulta ser la dama que les pidió ayuda. Poco más que contar, pues tanto varios personajes como lugares tiene diversos cambios pero tranquilos que pronto pondré algunos mapillas ^^
Bien temprano, nada más amanecer, Cerberuss y su señor ya se encontraban preparados para emprender el largo viaje al Reino de Saillune. Un reino, en principio pequeño, pues El reino de Sairaag aún no había sido dividido y obligado a ceder sus tierras a Saillune. Cerberuss, con las monedas de oro que su señor le había asignado, consiguió sin problemas, dos hermosos equinos, jovenes, de buena salud y con las crines más cuidadas que Cerberuss había visto hasta el momento. Su señor y su invitada no tuvieron que esperar por mucho tiempo pues aunque Cerberuss, al encontrarse con Dilgear, el hombre-bestía, no mantuvo una conversación muy absorbente.
-¿Te marchas? -Preguntó fingiendo indiferencia.
-Sí, nuestro señor ha decidido llevar al Reino de Saillune a una hermosa señora. -Afirmó el muchacho sin quitarle los ojos de encima a los inquietos caballos.
Dilgear no se sorprendió. Si su señor había accedió debía de ser porque algo planeaba, sin embargo le disgustó no ser informado de que Cerberuss iría con él. Por lo que dijo:
-Y seguro que te ha pedido acompañarle, ¿verdad? -
-En realidad, yo ni siquiera creí que me concedería ese honor. Le pregunte y el simplemente me contesto que me necesitaba a su lado. -Le respondió el muchacho, que aún se mostraba incredulo. Dilgear chascó su larga lengua de animal y concluyó la conversación con estas palabras:
-¡Pedazo de cabrón! ¡Y mientras a mí qué me den! Bueno, confió que todo te vaya bien y conozcas a muchas bellas damas de la alta corte. -
Cerberuss asintió y de sus labios surgió un apenas audible gracias.
Como los caballos ya habían sido preparados, tán sólo tenían que incorporar en equipaje de la dama en su respectivo caballo y montar. A pesar de la tercadez inicial de uno de los animales, el viaje comenzó en buen momento.
-¡Un joven terco! ¡Brillante elección! -Se mozaría la dama desde su caballo, que obedeció los deseos de su jinete sin ofrecer tanta resistencia, al verles tomar una posición cercana.
Pero olvidando ese detalle, el viaje fue bastante llevadero, si sólo paraban para lo extrictamente necesario, llegarían en una semana. La dama se maravillaba de la suerte que estaba teniendo pues Cerberuss y su señor eran hombres de multiples talentos y el buen tiempo les acompañaba, a pesar de que en muchas de aquellas tierras, los inviernos era frios y a menudo, lluviosos.
-Cuanto más arriba vayamos, más frio hará. -Les comentaba uno de esos días el joven, cuyas ropas eran todas rojas, incluso el manto de lana que llevaba a modo de abrigo.
A la dama pronto le daría la impresión de que su guía y su acompañante eran hermanos, con lo consecuente de que muchas de las conversaciones girarían hacía ese punto. Para Cerberuss no serían unas conversaciones adecuadas, demasiado entrometidas pero para su señor serían, por lo menos, entretenidas. Pasaron tres fronteras, en la primera tuvieron que pagar tributo para abandonar aquel territorio pero en las siguientes fronteras, tán sólo fueron interrogados.
-¡Paren! -Les ordenaría un hombre luciendo una armadura y unas telas con el simbolo oficial del Reino. -He de hacerle unas preguntas.
A los caballos se les sería pedido mediante un suave tirón con las riendas de que se detuviesen pero ninguno de los viajeros bajaría del caballo.
-¿A dónde van y para qué van allá? -Les preguntaría con tono firme el soldado.
-Vamos a la ciudad de Vezendi, en Saillune... -
-¿A Vezendi? Ya veo, seguramente vayan al gran banquete del señor Lanzard, bien, sigan con su camino pues. -Interrumpiría el soldado a la dama, descubriendo con rapidez el motivo que los había llevado hasta allí.
Con un leve sonido y unos golpecitos a ambos lados del animal, los caballos retomaban el trayecto. La ciudad de Vezendi era más grande y preciosa de lo que Cerberuss habría imaginado. En realidad, El reino de Saillune no sólo era famoso por ser el reino preferente del sabio Lou Groun, sino que la arquitectura de sus ciudades y la blancura de sus edificios eran uno de los mayores atractivos para los viajeros. Allí, la dama se desenvolvía como pez en el agua. Los roles cambiaron sin poder evitarlo, tomando por el brazo a su apuesto guía, la dama, a cada paso que daba, les hablaba del Señor de Vezendi, Ladock Lazard.
-No es necesario que nos transmita toda esa información acerca de su persona, no me es desconocido. -Frenó en seco la extensa chachara de la dama el hechicero de rojas ropas.
Cerberuss y la propia dama le miraron fascinados. Ladock Lazard no era un noble como los demás. Los turbios negocios y los tratos con diversas brujas le había conferido a su padre, en principio, un humilde mercader, en un tipo a tener muy en cuenta. Ya en el gran caserón de Lazard, frente a frente. El atónito fue el propio Ladock, quien mandó a sus sirvientes alejarse para recibir personalmente al hechicero de rojo. Tras un forzoso apretón de manos, Ladock le condujó hasta el gran salón, en el que tomaría parte el banquete, banquete que ya había comenzado pues los invitados no desearon esperar a la dama. Dama que era, nada más ni nada menos, que su hija. Cerberuss comprendió entonces porque tenía tanta necesidad de reunirse con Ladock Lazard.
-¡Damas! ¡Caballeros! ¡Dejen sus bebidas y su comida por un momento! -Exclamó Ladock alzando su voz. -¡En tán especial ocasión me gustaría brindar por la llegada de mi preciosa hija a manos del gran sabio Khem! -
Todos los invitados levantaron la vista de la mesa para contemplar el individuo que apareció junto a la hija de Ladock. Las vivas voces de los presentes cesaron, naciendo así un rotundo silencio en el gran salón. No se produjo aquello debido a la admiración o el respeto, se produjó como muestra del temor que infundía aquel joven de hermosos rasgos, piel clara, oscuros cabellos lisos y rojas ropas, rojas, tán rojas como la sangre o el color con el que se pintaba al diablo en diversas vidrieras. Al hechicero no le desagradó, Dilgear habría adivinado el motivo. Ladock escogió el asiento más cercano al suyo para tán especial e inesperado invitado y mandó a sus sirvientes traer más comida. Ladock miraba a Cerberuss con curiosidad, sabía que varios sabios aceptaban pupilos pero los torpes modos de Cerberuss en la mesa, indicaban que Cerberuss provenía de familia humilde, por lo que era un pupilo inusual. El hechicero de rojo, en cambio, dejando los cubiertos en el lugar y el modo correcto, se dispusó a explicarle el motivo por el que el muchacho le había acompañado.
-En realidad, a pesar de sus insuficientes conocimientos, el es más noble que yo pues los terrenos correspondientes al Reino de Aerothus son suyos ahora. -
Ladock volvió a posar sus grisaceos ojos sobre el muchacho, que se esforzaba por mantener una postura parecida a la de los demás comensales, y como si un rayo hubiese aterrizado sobre él, preguntó:
-¿El reino de Aerothus? ¿El reino que fue atacado hace relativamente poco? -
-Así es. El muchacho venció al rey, por lo que ahora esas tierras son suyas. -Repitió el hechicero, cada vez más complacido al percibir cúan alarmado se sentía Ladock, que a lo largo del banquete iría viendo con nuevos ojos a Cerberuss. Con el estomago bien lleno, habiendo degustado toda clase de manjares, manjares que jamás habría soñado comer, Cerberuss, se levantó tan bien como pudo de su asiento como habían hecho todos los demás. Ladock finalizó tán opulenta celebración, tomando su copa, que fue llenada de vino por un avispado sirviente, brindó alzandola con gesto solemne y dió fin al banquete con estas palabras:
-Mis queridos invitados, ha sido todo un honor para mí recibiros como ya es costumbre en mi ciudad, Vezendi, para celebrar una vez más, el triunfo de la familia Lazard en El bello reino de Saillune. -
Acabado de decir eso, los sirvientes retiraron los platos restantes y los músicos entraron para amenizar un poco la velada. Varios de los invitados, no dudaron en mostrar sus dotes con la danza, como si hubiesen sido poseidos por alguna traviesa musa. Cerberuss comprobó que su señor no era uno de ellos. No, su señor se hallaba alejado de la multitud, en un rincón. Cerberuss corrió hacía él.
-¿No desea mi señor bailar con alguna hermosa dama? -Le preguntaría tratando de romper el hielo.
-¿Crees qué sería adecuado? De todos modos estos eventos no suelen maravillarme mucho. -Fue la respuesta que obtuvo el muchacho. -Pero, si lo deseas, te permito bailar en mi puesto con alguna de ellas. -
El rostro de Cerberuss se enrojeció al pensar brevemente en las hermosas muchachas de buena familia cuya piel de seguro sería muy suave, pero emitiendo un claro no mientras negaba la cabeza, prefírió quedarse de pie junto a su señor.
-Ladock se siente muy interesado en tí. De seguro, te invitará a un torneo que esta preparando. ¿No sería una maravillosa oportunidad de lucir la armadura que voy a hacerte? -Le comunicó el hechicero de rojo, más entusiasmado que el propio muchacho. El muchacho se encogió de hombros. -Puede incluso que te ganes el respeto y cariño de la hija de Ladock. -
El hechicero sabía que Cerberuss estaba en esa etapa de la vida, en la que los humanos, especialmente los varones, experimentan cambios, tanto fisícos como mentales, variando así sus opiniones con respecto al sexo opuesto, por lo que, jugando con esa baza, el hechicero, que no necesitaba abrir los ojos, para sospechar que su pudoroso muchacho, cada vez se mostraba más fácil de sonrojar, podría ser más colaborador, con el estimulo adecuado. Puesto que Cerberuss la consideraba una hermosa dama, no sería complejo que entre ambos pudiese nacer si no un sentimiento, una curiosidad.
-¿Qué haceis tán apartados del resto? Mi padre requiere hablar con Ud. -Les cuestionó la hija de Ladock, toda vestida de blanco, con un bonito cinturón de tela dorada a juego con la cinta que llevaba en la frente. Sus largos cabellos habían sido exquisitamente recogidos hacía atrás por un lazo de similar blancura a la del vestido. -Con que permitidme llevarle hasta él. -
Cuando la muchacha dirigió sus ojos a Cerberuss y le arrastró al centro del gran salón, Cerberuss no pudó dar credito a lo que sucedía. Su señor tenía razón. A Cerberuss le dió la ligera sensación de que su señor había tenido algo que ver pero no se atrevía a aclararlo, por lo que fingió ser lo que ellos creían que era. Tarde o temprano tendría que hacerse a la idea, ¿para qué si no aquel poderoso y extraño personaje le habría liberado de su abusivo padre? Ladock estaba sentado en la mesa central pero en cuando vió a su hija aproximarse con Cerberuss, se levantó y caminando hasta el muchacho, le indicó que le siguiese. Ladock llevó al muchacho al esplendoroso patio que disponía su caserón, cuyas instalaciones recordaban más a un palaciete. Mientras ambos observaban la gran fuente, cuya agua transmitía un dulzón olor, Ladock planteó lo siguiente al muchacho:
-He oido decir que tu has sido quien venció al orgulloso rey de Aerothus y que ahora esas tierras te pertenecen. Dado que eso te convierte en un señor feudal al igual que yo, bueno, con muchas más tierras, me gustaría que El rey de este reino te conociese, sería muy positivo para ti, que te aliaras con nosotros. -
El muchacho, que apenas entendía algo de política, pestañeó varias veces, aquello era realmente importante. ¿Qué debía hacer? Ladock, un hombre, a primera vista, serio, imparcial, con conocimientos más avanzados y una mente brillante para los negocios, parecía estar entrando, sin ser plenamente consciente, en el juego del hechicero de rojo. Cerberuss, tratando de adoptar un aire más sofisticado, simplemente le respondió:
-Es una oferta interesante pero necesito meditarla, espero que lo comprenda. -
El muchacho no quería tomar una decisión precipitada, es más, se sentía en el deber de informar de tal oferta a su señor, el que si entendía de esas cosas. Ladock, con un gesto muy comprensivo por su parte, posando un hombro sobre el muchacho le dijo:
-Si es lo que deseas, te daré algo de tiempo pero en cuanto este decidido, deseo que me lo hagas saber lo antes posible. Por cierto, dentro de tres meses, va a haber un torneo en la ciudad capital del Reino, me gustaría mucho que participarás, pues El rey de Saillune va a asistir en el. -

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