miércoles, 21 de septiembre de 2011

ROJO RELATIVO Spin-Off II

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Erik y Christine son personajes originales de WaterLillySquiggles y Miss Whoa Back Off
Ferrissian DiCallium es personaje original de QP/Diana
Los otros personajes que vayan surgiendo en el FanFic son cosa mía y los que no lo sean, os lo ire mencionando ^^

Narrado en primera persona, esta vez según la madre de Rezo ^^

Hace poco leí un FanFic muy bueno sobre Rezo o más bien sobre una vivencia suya cuando era un niño y me encantó, sobretodo la idea de que pudiese tener hermanos o hermanas. Lo considero acertado pues en la edad media el número de hijos era bastante alto aunque había mucha mortandad infantil. Con respecto al nombre de la madre no he querido cambiarlo pues el primero que se me ocurrió me parece muy bonito (aunque no consigo recordarlo ><) y con respecto al nombre del marido y los otros niños he tomado prestados nombres de personajes de la mitología griega como Cepehus. Es una historia bastante triste pero es que la edad media era una época muy dura...



FanFic Slayers

Rojo Relativo - Spin Off II




¿Soy mala madre? Claro que lo soy, abandoné a mi niño aún cuando en este mismo templo frente a vos, prometí cuidarlo y mantenerlo a mí lado hasta que fuese un hombre. En mi defensa podría argumentar que me ví obligada pues temo la mano de hierro del que es mi esposo. Ahora sólo me queda rogaros que veleís por él y por su espiritu. Puedo notar las lagrímas brotar nuevamente en mi rostro frente a la estatua del dios dragón rojo Ceiphied, tán grande y tán solemne con sus ojos rasgados sobre mí, puedo notar también la manita de mi último hijo, aunque mi visión se nubla a causa de las lagrimas, observo su carita, tán fina y rosada como la tenía el hermano del que jamás sabrá. Sus ojos brillan entristecidos y su frente se arruga levemente.

-No te entristezcas, madre es muy sensible y por eso a veces se le escapan algunas lagrimas... -Le pidó limpiandome los ojos con algunos dedos.

-¿Es porque padre está fuera? -Me pregunta ladeando su cabecita mirandome con sus preciosos y claros ojos. Los mismos que su hermana mayor. Un azul hielo que aún no son capaces de intimidar o congelar como los de su padre. Asintientó tratando de sonreir pero es tán doloroso, lloro, lloro por mis hijos, por los hijos que él apartó de mi lado. Agarró su mano y caminamos por la amplia sala hacía la salida justo cuando un sacerdote de inusuales ropajes entra acompañado por otro, ambos en silencio, mi niñito giró la cabeza asombrado y exclamó:

-¡Madre mira, su tunica! ¡Es toda roja! -

Le chisté agachando la cabeza avergonzada cuando los dos sacerdotes giraron la cabeza hacía nosotros. De nuevo en el hogar me siento junto al fuego en la mecedora de madera en la cúal he acunado a todos mis hijos e hijas hasta que Ceiphied se los llevó consigo. Un largo suspiró sale de mis labios antes de continuar con mi labor de madre y buena esposa. Contemplo a mi pequeño sentarse en el suelo y con una sonrisa entristecida murmuró su nombre. Cuando me sonrie pienso que el buen Ceiphied todavía guarda piedad para mí. Si no, el pequeño Adonaih no estaría aquí, como mi esposo tanto deseó que los otros estuviesen, fuertes y sanos, sin nada que pudiese poner en peligro su nombre o su honor. Retomó la costura mientras tarareó la canción que siempre canté a sus hermanos, la misma que cantaba para mi padre y los demás sacerdotes de su orden. Adonaih no cesa de hablar, aquel sacerdote le ha cautivado, mientras va sacando de su caja su gran colección de guerreros y monstruos realizados con duro cobre y pintados a mano.

-El rojo es un color elegante ¿verdad? Por lo que debe de ser un sacerdote muy importante ¿verdad? Pero el otro también parecía un sacerdote importante aunque en su tunica era blanca y de otro color -Iba diciendo colocando las figuras en el suelo cuidadosamente. Yo asentía o simplemente contestaba:

-Así es, cariño. -

Sin descuidar la costura, con precisión y atención a los finos hilos que iban tapando los agujeros de su ropita. Unos golpes en la puerta de madera captarían mi atención al momento siguiente y la voz de uno de los sirvientes me haría saber lo siguiente:

-Señora, una joven pregunta por Ud. ¿Le digo que vuelva más tarde? -

Perpleja porque no esperaba visitas procedentes de ninguna conocida o miembro de mi familia me levantaría de la mecedora a toda prisa dejando sobre ésta los utensilios y el jersey de lana a medio coser. Adonaih también se sorprendería y correría a mí lado para averiguar quien podría ser aquella muchacha o qué venía buscando aquí, en nuestro apacible hogar.

-Lleveme hasta ella, la atenderé personalmente. -Le ordené con voz suave y respetuosa.

-Como su señora guste, sigame pues. -Me indicó el sirviente antes de emprender la marcha hacía la entrada. Una entrada que no tenía nada que envidiar a la que pudiese tener cualquier palacio, espaciosa y con un suelo de baldosas de claro color, tán claro como el de las paredes, con una figura de piedra que mostraba a los visitantes al anterior dueño de esa vivienda y tierras. Hombre recio, de gran estatura, arropado por una gruesa capa y fuerte armadura que sostenía con gracia y magnanidad una larga espada de brillante hoja y dorado pomo. Sin lugar a dudas una digna representación del padre de mi esposo, un hombre con caracter y ferreas convicciones pensé fijando mis ojos brevemente sobre los de la estatua vacios y frios como los de su hijo, aún con vida. Como sacerdotisa que una vez fuí no me agradaba la vida de un guardian ni la de un soldado, por muy noble que pudiese ser su labor. Si por mí hubiese sido, el mayor de todos mis hijo hubiese sido presentado ante el sumo sacerdote de la ciudad con la esperanza de que se convertiese en un buen sacerdote, al servicio de Ceiphied y de las buenas gentes. Posiblemente él no se habría asustado o negado a curar a su hermano, costase lo que costase pero mi apuesto y buen Absalón murió siguiendo los sueños y principios que su padre le inculcó desde bien pequeño. Al volver la vista hacía delante, cerca de las grandes puertas de madera con algunos relieves estaba la joven de la que el sirviente me había hablado. Una muchacha de edad cercana a la que una ha de tener para ser desposada por sus padres, con ojos oscuros pero vibrantes y expresión risueña en su todavía aniñado rostro. Menuda pero con senos ya bastante desarrollados bajo su sencillo vestido blanco con cinturón de oscura piel a juego con sus cabellos, largos hasta los hombros y muy lisos. Me aproxime hasta ella admirada, se parecía tanto a mí niña, a mi preciosa Cassiopea.

-Eres una jovencita muy hermosa. ¿Lo sabías? Seguro que te desposaran con un joven muy apuesto también. -Se me escapó decirle. Ella se me quedaría mirando antes de entre risas responder:

-¿Desposarme? El maestro Rezo no lo permitiría. -

En ese instante comprendí que era una sacerdotisa o una futura sacerdotisa. Tomandola del brazo la invite a entrar al salón para charlar más comodamente. Adonaih nos seguía mirandola de soslayo como un gato receloso. Antes sentarnos, mandé a uno de los sirvientes, una mujer regordeta de rostro afable que trajese hasta nosotras un poco de té. Ella obedeció sin queja alguna. Adonaih se sentó sobre mi alda, ya no era un chiquillo tan pequeño y me dolía las piernas pero se lo consentía, con sus azulados ojos puestos en la invitada.

-Cuanto me hubiese gustado que conocieses a mi Cassiopea, ella también era muy alegre y bonita. -Le comenté mientras esperabamos a que llegase la sirvienta con el té. La muchacha sonrió ruborizandose un poco.

-¿Ud cree? No creo que sea para tanto, soy muy delgada y mis curvas aún no quieren desarrollar su autentico potencia. -Diría agitando la mano quitandose importancia. -Sin embargo si hija si que debió de ser muy hermosa, Ud es una dama bellísima. -Apostó mirandome con detenimiento.

Sonreí adulada. En aquel encantador momento llegó la sirvienta que nada más entregarnos a cada una las tacitas de buena porcelana llenas de té y dejar la humeante tetera, también de porcelana, en la mesa sobre un paño, salió del salón sin decir palabra. Los sirvientes al igual que yo temían a mi esposo y aunque yo les ofrecía algo de libertad, se comportaban conmigo de igual manera, silenciosamente o hablando lo justo, evitando así perder ese necesario empleo. Dando ligeros soplos a mí tacita de caliente té, le pregunte por el motivo de su visita. Si había venido a verme no sería por compasión o aburrimiento.

-Por cierto, ¿cúal es el motivo que te ha traido hasta mi? -

-Pues... Esto... ¡Ah sí! Mi maestro deseaba conocer a su hijo y convertirlo en un pupilo suyo. -Contestó ella al cabo de un rato señalando con los ojos a Adonaih. Tanto él como yo nos quedamos sin palabras. Dejando en la mesa al lado de la tetera la tacita trás darle un sorbo, protesté:

-Pero Adonaih es aún un niño. Ni siquiera a comenzado todavía su entrenamiento... -

-Eso al maestro Rezo no le importa. Bricus también comenzó muy joven. -Me explicó tratando de calmar la preocupación emergente en mí. -¿Cúantos años tiene exactamente? -

-Pronto cumpliré diez años y padre empezará a enseñarme a usar la espada y como montar a caballo. -Respondería el propio Adonaih exhibiendo gran orgullo ante nosotras.

-Sí, un poco joven pero se las apañaría. -Comentó encogiendose antes de darle un buen trago a su tacita de té, que comenzaba a templar la calentura de su contenido. -Pero no se asuste, como ya he dicho, por el momento, mi maestro tán sólo quería conocer y valuar al chico, nada más. -

Escuchar sus últimas palabras me aliviaron pero si ella era una sacerdotisa, su maestro sería un sacerdote y por mucho que me gustase la idea o por mucho que él me insistiese, mi esposo se negaría e incluso se plantaría frente a él para dejarle claro que nuestro Adonaih no era de esa clase de muchachos debiles o de la casta de los sabiondos porque él tuvo la fortuna de no serlo.

-Si acepta la invitación, mi maestro y Ud podrán hablar sobre ello, yo sólo venía a comunicarselo en su nombre. -Añadiría la joven al finalizar de beberse el té, dejarlo sobre el paño junto a la tetera y levantarse. Quitandome de encima a Adonaih me levanté para acompañarla hasta la entrada.

-Por favor digale a su maestro lo agradecidos que estamos por su interés pero que no va a ser posible. Si mi marido se enterase... No quiero crearle problemas a su maestro, a mi marido no le agradan los sacerdotes... Pero insistale en que nos han complacido mucho su interés. -Le fuí transmitiendo al llegar y detenerme en mitad de la entrada, donde estaba la estatua del padre de mi esposo. Adonaih caminaba agarrandose a la larga falda que poseía mi vestido.

-Ya veo... No se preocupe, así se lo haré saber a mí maestro. Que Ceiphied os acompañe. -Se despidió caminando hacía las grandes puertas de madera sin dejar de sonreir. Adonaih y yo nos despedimos moviendo la mano desde allí. Sentada en la mecedora de mi dormitorio con un fuego casi consumido concluyó con las prendas de mi hijito Adonaih para preseguir pensativa y sí, aún resintida, cosiendo las prendas con multiples rotos de mi esposo. Hundiendome en el mortificador recuerdo de cómo me negué a gritos a obedecer la inmoral orden de mi esposo con la consecuente paliza que me dejó sentada en el suelo llorando sin poder articular otra palabra que no fuese sí, lo que vos digais mientras los sirvientes nos observaban apenados y asustados desde otra sala, la sala en la que ese hijo del que mi autoritario esposo se iba a deshacer nos escuchaba. Si mi hijo tendría pesadillas con dragones y demonios o moría congelado esperando piedad de algún noble señor sería por su culpa pero también mia por ser quien se lo llevó la mañana siguiente consigo a la ciudad para dejarlo en mitad de una multitud que lo despreciaría o lo ignoraría y que él no podría ver. Sus últimas palabras fueron Sí, madre. Aquí te esperaré. Vuelvo a notar que mi visión se emborrona y dejó de coser cerrando los ojos, pasando mi mano izqueirda sobre mi cabeza y vuelvo a rogar al dios dragon Ceiphied que Adonaih no se convierta en la clase de guardia que es su padre y pidó también por él, por mi niño abandonado, que este donde este, sea un buen hombre y vaya consiguiendo todo lo que se le ha negado.

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