martes, 26 de octubre de 2010

ALICIA ADENTRANDOSE EN UN MAR DE PLACER

NOTA DEL AUTOR (AUTORA QUEDARÍA MEJOR XD):
Lo dicho el otro día, contenido subidito de tono la li loo...

Para Michael siempre fue William pero para María era, el mismísimo Rey rojo. Ciertamente tenía aires de rey, rey o individuo de muy alto cargo en la sociedad, esa hipócrita sociedad en la que vivían, sí, hipócrita pero llena de posibilidades si sabías desembolverte, adoptar una actitud similar e ignorar las desfuncionalidades. Michael ya lo conocía y sabía lo arrogante, lo brillante y perverso que era y podía llegar a ser. Por lo que, entre la espada y la pared, mejor dicho, entre Blackfield y él, prefería mil veces a Blackfield.
-¿Se puede saber a qué has venido? -Preguntó Blackfield, a pesar de la hostilidad presente entre esos dos... Depredadores, tranquilamente.
-¿Tú a qué crees? -Respondió dirigiendo sus ojos rapidamente a Michael y Maria. Cosa que incomodó mucho al chiquillo. María le miró con curiosidad, Michael con, no odio ni desprecio, pero sí desafiante, como un cachorro que trata de imponerse, a pesar de su desvalía. William arqueando una ceja, comenzó a decir:
-Eso niño...
-Ni se te ocurra, William, tú no eres precisamente el indicado para echarme un sermón. -Interrumpió Blackfield a William.
Había una creciente tensión, María podía notarlo sin necesidad de tocarla. María se sentía participe de una especie de duelo. Al volver a casa, escribió con letras mayúsculas, enormes, en su cuaderno, ¿El rey rojo o El sombrerero loco? William carraspeó y continuó hablando, a pesar de la descortes interrumpción:
-... No te pertenece. Ni siquiera es de tu sangre. Por lo que, considero que te estás comportando de un modo muy egoísta, al no permitirnos acercarnos a él.
María no logró descifrar el mensaje, sabía que hablaban de Michael, Williamno le quitaba los ojos de encima, pero no lograba unir las piezas, no encontraba el sentido oculto. ¿Otros? Eso la desconcertó. ¿La liebre fue secuestra por El sombrero loco? Blackfield se quedó callado. Una clara expresión de victoria se reflejaba en la cara de William. A pesar de poseer una poblada barba y ser unos años, varios años mayor que Blackfield, William lucía tán apuesto como el Rey Arturo. Sus rasgos estaban perfectamente proporcionados y su atuendo siempre lucía intachable, bien peinado, con una raya en medio de su castaño cabello, lo propio, pensaba Michael, en un abogado de prestigio.
-Habla con Jack N. El te confirmará que tengo todo el derecho del mundo a tener está egoísta manera de actuar. -Fueron las últimas palabras que salieron de los labios de Blackfield. William chascando la lengua, dijó, concluyendo la conversación:
-Así lo haré.
María miró a Blackfield, no paró de mirarle hasta que llegó a casa. Blackfield tenia un que a Michael siempre gustó. A diferencia de los demás, era totalmente negro. A Michael, le encantaba ir en ese coche, le hacía sentir que era parte de esa sociedad que nunca le quisó. Blackfield era uno de los pocos, afortunados, en poseer un vehiculo, en aquella ciudad aunque, sinceramente, no lo usaba demasiado a menudo.
María solia encerrarse en el baño, llenada la bañera a más no poder, con cuiddado entraba, totalmente desnuda, se cubriese por el cristalino elemento. Una vez dentro, echando la cabeza atrás, con los ojos cerrados, se quedaba largo tiempo tumbada, agarraba con fuerza la esponja, la cual, como si se sintiese excitada, dejaba emanar la espuma, que el jabón con el contacto del agua más ese estumulo por parte de María, se creaba en pocos segundos. Con los ojos cerrados, dejandose llevar, liberando inconscientemente consciente sus deseos más inapropiados, recorría su cuerpo con la espoja, pensando en la manera tán interesante con la Blackfield posaba sus manos, sus dedos sobre el torso desnudo de Michael. Era, algo, para ella, tán gustosa de contemplar. ¿Alguna vez sería capaz de hacer algo así? Estaba tán metida en la fantasía, en el recuerdo, que no se percató de los sonidos que comenzó a emitir, bajo el agua, para haberse ahogado. No, quizás no, ya que a veces, subía la cabeza o las piernas. Lo mejor, fuera de la realidad, dispuesta a ir más lejos, fue cuando encaminó la esponja, con apenas espuma, por debajo de su ombligo. Sí alguna vez era pillada en semejante acto, ya de mayor, dentro de una bañera, con una sonrisa fugaz, argumentaba a los psiquiatras que se estaba lavando sus partes más intimas con esmero. En aquel momento, niña, percatandose de que la esponja era demasiado grande, temiendo sangrar pues su vagina era hasta el momento territorio virgen, estaba cerrada por algo muy similar a unos labios puestos de manera erronea, dejó a un lado la esponja, que flotó alejandose como una medusa rechazada, tanteando el terreno con sus manos. Estaba realmente excitada, se sentía como la pequeña Alicia, descubriendo nuevas perspectivas o la guarida del gusano fumador de opío, que no pensó en la posibilidad de que su madre se tomasé la libertad de entrar, más que nada, para dejarle ropa limpia con la que vestirse. ¿Podeis imaginaros la cara que pusó su madre? La reina blanca entró en escena.

No hay comentarios: