lunes, 14 de noviembre de 2011

ROJO RELATIVO Como en los viejos tiempos

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Como en los viejos tiempos

No fuí un hombre como cualquier otro, nunca encajé en ningún lugar pero a la larga me acostumbré a vivir como un viajero o como un vagabundo, rechazado, admirado, temido, sí, calificado de mil maneras por mil personas muy distintas, llegando ese momento que nunca creí que fuese a llegar, todo se volvería extraño, confuso y turbulento, las cosas que debían importarme no me importarían tanto y lo que nunca comprendí o siempre temí se volvería tán claro y valioso, las decisiones que tomaría no serían buenas o malas, serían tomadas a fin de obtener lo que yo creía que debía obtener o conseguir. La pequeña esperanza que un día me dió un motivo para continuar o para mejorar se volvería una obsesión que me estropearía, destruyendome incluso fisícamente, la vocecita aniñada se tornaría en un grito desgarrador y monstruoso. Lo peor de todo es que tuve que morir para descubrir que nunca fuí uno, que eramos dos compartiendo un espacio muy limitado. Lo que nunca, nunca, podré perdonarle es el haberme comenzado a invadir cuando por fin encontré a mi hijo y su adorable hija pues su hijo, mi bisnieto, al igual que yo, no lograría definir la linea entre el yo que se iba y él que llegaba. Le causamos muchos años de espera pues Zelgadiss fue recogido siendo apenas un bebé pero por desgracia eso no sería suficiente.
Sentir sus deditos inquietos entre los mios me trajó recuerdos tán lejanos, sosteniendo su pequeño y frágil cuerpo, con los gorgeos y grititos que surgían de su boquita siendo algún día palabras, rozar con mi rostro sus sedosos y revoltosos cabellos. Me emocioné, admito que me emocioné, por un momento volvía a sentirme como hacía tanto tiempo que no me sentía, como un padre pero no podía ocupar ese lugar en la vida del pequeño Zelgadiss. Estaba bien que le mostrase afecto y protección hasta poder instruirle pero sin olvidar que realmente era y tenía que ser para Zelgadiss, al igual que para tantas otras personas. Eso fuí haciendo, claro que a medida que crecía le hiría costando comprender varios conceptos. Sus primeros años de vida, debido al gran cambio, no cesaba de llorar por lo que resultaba dififilísimo concentrarse y realizar cualquier tarea, fuera o dentro de la mansión, lloraba hasta caer agotado. En aquellos días, casi sin poder dormir una sola noche del tirón, buscaría ayuda pues volvía a estar solo, es decir sin ayudantes adecuados. Sin embargo no podría ser como un noble cualquiera, no, ya que tál y como comprendería Zelgadiss en su primera pelea, eso manchaba mi imagen. La historia de siempre. Lo que siempre me ha obligado a alejarme de mis seres más queridos o mantener las distancias cuando yo no las quería mantener. La pobre Astrid, a pesar de su inexperiencia y de una vida a merced de su padre y sus sucios negocios con ella y sus hermanas, ejercería el papel de ama de cria lo mejor que fue capaz. Como no se encontraba en posición de exigir un buen pago, nunca reclamó un sueldo por su labor pero si me suplicaría que si podía usase mi influencias a fin de encontrar a su hijo, el hijo al que dió a luz a escondidas y al que tuvo que dejar cerca de un templo. Favor por favor, así ha sido siempre.
-¿Qué hace aquí, mi señor? -Me preguntaba a menudo al verme sentado cerca de la improvisada cunita en la que dormía Zelgadiss. -¿Acaso no confia en mi? -Añadía con su suave y dulce voz preocupada.
-No lo sé. -Era lo que yo le respondía escuchando la leve y continuada respiración del pequeño Zelgadiss de fondo. -Pero te aseguro que la desconfianza no es el motivo. -
Sabía que debía acudir a la ciudad más cercana si quería continuar con la investigación, pues en la biblioteca tendría la posibilidad de encontrar algún encargado que me pudiese echar una mano a la hora de leer los escritos o antiguos libros que necesitaba y deseaba leer pero me preocupaba el tiempo que el trayecto ocupaba. Astrid era la única persona en quedarse al cargo de la mansión y de Zelgadiss y aunque pudiese demostrar buenas habilidades a la hora de defenderse, si los demonios llegaban por estos terrenos, ella no podría hacerles frente sola. Eso que llaman instinto de protección estaba bastante activado en mí durante los primeros meses de vida de Zelgadiss y aún sabiendo que Zelgadiss sería atendido, parecía necesitar estar cerca de él. Una mañana, Astrid me hablaría de un hombre joven que al perder su trabajo, padeciendo gran hambruna, se vió forzado a mendigar en el templo.
-Él sabía leer y escribir, estoy segura de que con sólo garantizarle una comida al día, hará gustoso todo lo que Ud le encargue -Concluiría feliz de brindarme esa información mientras camina de un lado a otro por el amplio salón haciendo sus pasos resonar por toda la habitación acompañados por los sonidos que dejaba Zelgadiss escapar de su boquita.
Sonriendo, imaginando en su rostro una expresión risueña, apoyando una mano sobre mi mejilla izquierda, quisé saber un poco más acerca del que sería mi primer ayudante en la mansión.
-¿Eso crees? ¿Cómo puedes estar tán segura? -Preguntaría arrugando la frente.
-Porque fue él quien llevó a mi hijito a un buen lugar. Para mí, que un hombre proteja a un niño indefenso, es señal de que es un buen hombre. -Me respondería ella, sonando su voz muy cercana a mí y clara. -¿A qué si Zelgadiss? -Añadiría cariñosamente dirigiendose a Zelgadiss que carcajearía, probablemente con tán sólo oir su nombre, desde bien pequeño siempre supó ser el centro de atención, era algo que le salía muy natural. Esbozando una sonrisa mientras me levantaba del sillón, acariciando suavemente sus cabellos, finos y cada vez más espesos, le pediría a Astrid que me llevase ante él. Sentía curiosidad, me parecía extraño que un muchacho no pudiese encontrar ninguna clase de trabajo, ni siquiera el de sirviente pero pronto mi curiosidad sería apaciguada. Cuando Astrid dejó de caminar, me figuré que ya nos encontrabamos por las grandes puertas del templo.
-¿Serían tán amables de darle unas monedas a este pobre hombre? -Suplicaría una voz masculina a los pocos instantes. Astrid me susurraría:
-Es el hombre joven del que os hable. El único mendigo que hay por este templo. -
-Por supuesto pero eso sería pan para hoy y hambre para mañana, buen hombre, en cambio si le ofrezco acompañarme y sirvirme, jamás pasaría hambre. -Le respondí sacando algunas monedas, tintineaban al alejarse de las demás, que se encontraban seguras en un saquito de piel. Su mano parecía estar vendada pues la suavidad que pudé percibir no era propia de una piel humana al entregarle las monedas que reclamaba tán educadamente. Escuchandolas caer al vacio seguidas de un sonido recio como el entrelazado de gruesas cuerdas, la voz del joven me devolvería estas palabras:
-Es muy amable por su parte pero creame, hay vagabundos más utiles que yo. Además yo ni siquiera era sacerdote... -
-¿Y eso qué tiene que ver? Cualquier persona que sepa leer y escribir me será de gran ayuda. -Le informaría yo ciertamente entristecido al oir como rechazaba la mejoría que le ofrecía. Un largo suspiro surgiría de sus labios antes de exclamar:
-Entonces ¿sería capaz de aceptar como ayudante a un manco? Sé leer y aunque me cuesta horrores escribir con claridad, aún soy capaz. -
-Sin lugar a dudas. -Afirme satisfecho al escuchar como enumeraba las cosas que podía seguir haciendo a pesar de su pequeña minusvalia.
-¡En ese caso, Drake hará todo lo que Su eminencia le pida! -Me haría saber con voz triunfante. A lo largo del camino le iría exponiendo una serie de requisitos que luego se tornarían normas a la hora de realizar sus deberes como ayudante y para mantener una convivencia sin artercados. A diferencia de Crystal, el bueno de Drake no sabía guardarse sus opiones para él mismo, pues soltaría, seguramente al ver al dormido Zelgadiss en los brazos de Astrid:
-¿Y el niño? ¿También es un ayudante o es hijo suyo? -
Una pregunta muy descarada pero sin apice de malicia. Le expliqué que acogí a Zelgadiss debido a la gran amistad que tenía con su madre, la cúal murió en un accidente. Para mí, la muerte de Christine siempre fue algo accidental, un error, algo que no debió suceder y así se lo exponía a los ayudantes más cotillas. Una parte de su caracter que agradecí, era como suele decirse tán bueno que parecía tonto pero nunca fue estupido ni vago. Un ayudante del que daba gusto poner como ejemplo a los otros, sobretodo a la protestona Pandora. A Parnassus, en tán difficil edad, le hacía sentir el fuerte deseo de comportarse debidamente y para Zelgadiss era lo más similar a un angel de la guardia. Zelgadiss aprendería tanto a hablar como a caminar con una fluidez sorprendente para su corta edad por lo que el día que ganó confianza y optó por ir de un lado a otro de la mansión corriendo, pegando unos gritos que se podrían escuchar en todo el centro del bosque, tuve que rogarle a Astrid y especialmente a Drake que vigilaran a esa pequeña chispa que no parecía detenerse nunca en la que se había convertido Zelgadiss.
-¿Podrías estarte quieto y calladito un momento? Rezo y Drake necesitan silencio. -Le pedía Astrid con voz autoritaria a pesar de no alzar demasiado la voz al pequeño Zelgadiss más de una vez.
-¡No quiero! -Gritaba él, poniendo las cosas dificiles.
-Anda, Zelgadiss, sólo hasta que Rezo salga de su despacho. -Trataría ella de convencerle pero sólo conseguía que Zelgadiss se negase con mayor fuerza, gritando más fuerte, llorando y pataleando. Nosotros dos escucharíamos sus chillidos alejarse y sus rapidos pasos regresar, a pesar de tener la puerta bien cerrada. Por un lado me alegraba que Zelgadiss me dificultase tanto trabajar pero por el otro, me invadía una rabia enorme.
-Creo que lo hace a posta, para que pases todo tu tiempo con él. -Me comentaba Drake riendo. Llevandome una mano a la cabeza, sonriendo con una ceja arqueada, le decía:
-¿De verdad? Pues creo que lo está consiguiendo. -
Lo cúal provocaba unas carcajadas más sonoras por parte de Drake, que eclipsaban el sonido que producían las hojas de los antiguos libros al ser cerrados para luego ser apilados a lo ancho de la lisa y limpia superficie de la mesa.
-Tened paciencia, sólo tiene dos años. -Me recordaba él antes de ponerse en pie y marcharse como si esa edad fuese tierna pero tormentosa. -Pensad que esto no es nada en comparación a los doce años. -Trás un pequeño intervalo de tiempo, sus pasos se oirían alejarse, el picaporte de la puerta produciría un leve pero desagradable ruido similar al graznido de un ave y lo que Zelgadiss tanto deseaba sucedería.
-¡Rezo! -Exclamaría Zelgadiss con una alegria que parecía salirsele del cuerpecito y en un abrir y cerrar de ojos, sentiría sus dedos agarrarse a mi larga tunica insistentes. Le encantaba que le llevase en brazos, por lo que tiraba y tiraba de mí con esa esperanza por lo que tanteando su torso, tomandolo con fuerza, lo alzaba hasta colocarlo cómo él quería sosteniendolo con ambos brazos, le decía:
-Eres un chiquillo la mar de caprichoso. -
Y él, euforico gritaba:
-¡Sí! -
Sin comprender lo que ese adjetivo puede significar, encantado de haber conseguido lo que queria. Caminando con él hacía el sillón, con el ruido que hacían sus manos al chocar sus palmas y sus grititos victoriosos, pensaba que por muy ruidoso o acaparador que fuese, era un chiquillo cuya presencia lo llenaba todo de ilusión y gozo pero a veces también había algo en él que lo distinguiría de los demás, era bastante dependiente pero ¿acaso no lo sería yo de él? y el hecho de vivir alejado de otros niños quizás no le ayudaban a saber cómo relacionarse con otros chicos en años posteriores. Nunca pude mirarle a la cara y fijar mis ojos sobre los suyos pero sabía cuando estaba triste y cuando estaba animado, su comportamiento era el pequeño indicio de ello. Ya a los tres o cuatro años a veces se le podía apreciar abstraído, hostil o molesto frente a personas que no fueran conocidas, lo cúal hacía realmente difícil aceptar ayudantes y o aprendices.
¡¿Qué hace esa aquí?! -Gritaría cada vez que veía a Crystal. -¡No quiero que venga gente extraña a ocuparse de nosotros! -
-Zelgadiss, calmate, ya sabes que la labor de Astrid ya finalizó. -Intentaría yo inútilmente de apaciguar su recelo al escuchar sus gritos -Ella será tán buena como lo ha sido Astrid. -
Pero a Zelgadiss le costó mucho adaptarse a Crystal. Astrid y yo haciamos todo lo posible para que ella no cayese enferma de tristeza, Astrid le daba un montón de consejos e incluso le enseñaba a comportarse como debía hacerlo una señorita de la clase de señoritas que ellas eran y yo, yo le rogaba que tuviese paciencia, mucha paciencia con Zelgadiss. Ella, que era muy diferente a Astrid, no se daba por vencida, era tán cabezota como el propio Zelgadiss y a la larga eso daría resultado. Si era necesario, incluso le daba algún que otro capón en la cabeza, una ama de cria de cuidado, con mucha personalidad pero muy creativa y animada. Zelgadiss se lanzaría a mi más de una vez llorando y gritando:
-¡Rezo! ¡Crystal es mala! ¡Me ha pegado! -
-¡Y lo volvería a hacer si asi consigo que te portes mejor! -La escucharía gritar acercandose a zancadas hasta Zelgadiss.
-Desde luego, por muy reprochable que me parezca si ayuda a ponerte un poco en vereda, no me parece mal pero ¿no podías probar otros metodos de castigo? -Era todo lo que yo decía dejando a esos dos, de seguro, atónitos pues Zelgadiss replicaría varias veces hasta comprobar que no iba a obtener lo que quería y Crystal sencillamente resoplaría.
-Claro pero este es el más efectivo que se me ocurre, maestro Rezo. -Me informaría adoptando una voz más respetuosa.
Crystal podía resultar a veces bastante bruta en comparación con Astrid pero tampoco lo hacía mal, cuidar de Zelgadiss no siempre era tarea fácil. Yo le dí la libertad y durante muchos años le daría la vida que su padre jamás le habría dado. Favor por favor, todos sacaríamos partido de ello. El día que Drake terminó sus estudios de magía, me pidió que le permitiese volver a realizar el examen que garantizaría que se había convertido en un autentico hechicero, sería el día que acogería a Erisiel Vrumugun, una bandida un tanto especial pero dispuesta a dejar sus malas aunque necesarias artes para convertirse en una de mis más valiosas ayudantes y apreciadas aprendices.
-¿Por qué tiene Drake qué irse? Maestro Rezo. -Me preguntaría el jovencísimo Parnassus con voz temblorosa a causa de los sollozos. -¿Es que ha hecho algo inapropiado? -
-No Parnassus, él me ha pedido permiso para abandonar la mansión y yo se lo he concedido. Algún día tú también me pedirás dejar la mansión, cuando ya no tenga nada más que enseñarte. -Le explicaría sentandome junto a él en el escalón en el cúal me lo había encontrado llorando. La fuerza que hacía al contener sus lagrímas frente a mí, provocaban un incesante e irregular ruidillo que tardaría en desaparecer, aunque le costaba hablar pues eso podría desencadenar otra serie de llantos, Parnassus dijo:
-No, yo me quedare con Ud pase lo que pase. No tengo otro lugar a donde ir y lo sabe. -
-Me complace escuchar eso, ahora que Drake no va a estar, Zelgadiss buscará especialmente tu compañia. -Le comuniqué con una sonrisa entristecida.
Ya que ni Parnassus ni su hermana Pandora sabían leer ni escribir, tuve que buscar a algunos ayudantes más, si era posible, que además poyesen algunos conocimientos de magía, aunque fuesen los más basicos, ya que eso agilizaría las cosas, podría preparar el laboratorio y llegado el momento critico, retomaría las investigaciones que había dejado un tiempo a un lado. Por muy feliz y por mucho que disfrutase de la compañia de Zelgadiss y los demás, no podía apartar mi mente de ese deseo que se había vuelto una mortifera obsesión. Muchos cambios iría experimentando y todos ellos traerían sus consecuencias.

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Como en los viejos tiempos II

-No me gusta que Crystal me encierre en mi habitación dejandome solo y a oscuras. -Protestó Zelgadiss durante una comida.
-Pues no seas tán revoltoso. -Se defendería ella.
El sonar de cubiertos era continuo y las recatadas risas de los demás ayudantes y aprendices también, unas más cercanas a mí que otras. Me gustaba y les solicitaba que comiesemos juntos llegada la hora de desayunar, comer y cenar. Era una de las condiciones que con el tiempo se convertirían en normas para todo aquel que quisiese ser un aprendiz o formar parte de mis ayudantes. Claro que no todos las acataban de igual modo, aunque no me agradase, esos informales serían castigados. Al principio, castigos muy leves pero poco a poco irían volviendose más estrictos e indiscutibles. Al escuchar el sonido que produjó la manivela de la puerta al ser ésta abierta y unos pasos que se aproximaban, supé que mi más informal y temerario de mis ayudantes había vuelto a llegar tarde. Las risas darían paso a murmullos que sólo yo podría escuchar con claridad, el tintineo cesaría, Kraken había captado toda la atención de los comensales.
-¿Qué se supone que haces aquí? -Le preguntaría arqueando una ceja disgustado.
-Me he sentado a la mesa para comer. -Me respondería como si fuese lo más normal del mundo. Frunciendo el ceño pero sin perder la sonrisa le diría:
-Ya. Pues espero que no venga demasiado hambriento, no habrá comida para tí hoy. -
Con rabia, una rabia injustificada pues él conocía las normas tán bien como los demás, alejando la silla que antes había estado vacia emitiendo un desagradable chirrido, se levantaría y se iría dejando como último indicio de su fugaz presencia, un sonoro portazo. Un silencio entristecedor reinaría en la sala hasta que Zelgadiss decidió retomar la conversación.
-Yo no soy revoltoso, lo que pasa es que me aburro mucho. -Nos haría saber.
-A lo mejor si empezase a aprender magía, ya tendría algo que hacer y no daría tanto la lata. -Sugirió Pandora con tono de voz triunfal como le salía cada vez que acertaba una de mis preguntas durante las clases de magía que les ofrecía. -Ejem, si al maestro Rezo no le parece mal. -Añadiría adoptando un tono más propio de una señorita.
No era mala idea pero teniendo en cuenta lo joven e impaciente que era, no sabía si comenzar a instruirle en ese momento o pasados unos pocos años más, por lo que dirigiendo mi rostro hacía donde suponía estaría sentado Cliff y Erisiel, haría esta pregunta:
-¿No os parece un poco precipitado? Sólo tiene seis años. -
Sería Erisiel, la timida Eris, la que, con gran esfuerzo, respondería:
-Si me lo permite, yo empece a estudiar algo de magía a una edad mucho más temprana, por lo que estoy segura que si demuestra tener capacidad para ello, la edad no será un problema. -
-Qué interesante... ¿Y tú qué opinas Cliff? -Querría saber por parte del ayudante más mayor del grupo. Hijo de un sacerdote de renombre y el más prudente y reservado de entre todos mis ayudantes y aprendices. Rechupandose los labios trás dejar su vaso de agua en la mesa haciendo un ruido apenas audible al rozar el cristal con la superficie enmantelada, daría su opinión.
-No conozco la edad especifica en qué los futuros hechiceros son llevados a las escuelas de magia pero los sacerdotes nos formamos desde muy jovenes. -Fue todo lo que podría sacar de él. Poco a poco finalizariamos la comida como si nada hubiese pasado mientras Kraken permanecía en el salón, haciendo Ceiphied sabe qué.

------------------------------------------------------------------------------------------

A la entrada, cogido de la mano de Crystal, que cada año parecía más hermosa y adulta, de cabellos muy rizados y largos, que caían desiguales por algunas zonas de su frente y sus hombros, tán rubios que no parecían propios de un humano sino de un dragón dorado, me despedí de Rezo y Parnassus, que esperaba afuera. Se irían muy lejos, por lo que pasarían muchos días, quizás un mes hasta que volviesen a la mansión, así que haciendo gran esfuerzo por no llorar, cuando Rezo me abrazó y me pasó sus largos y suaves dedos por la frente, como si tratase de colocar mis mechones en su lugar correcto, le obligué a prometerme esto:
-Prometeme que volverás, ¡No! Juramelo. -
El sonrió arrugando la frente y dijo:
-Zelgadiss, jurar es un acto pecaminoso, además yo jamás sería capaz de abandonarte pero si eso te hace sentir seguro, te prometo que volver nada más finalizado el trabajo para el que he sido llamado. -
Qué gran sonrisa se dibujó en mi rostro. Todos sabiamos que Rezo no era de la clase de hombres que incumplen sus promesas, era un hombre muy dedicado y justamente por eso, andaba realizando muchos viajes, varios de ellos más allá del reino en el que viviamos. Poniendose en pie antes de alejarse, él también me pediría algo pues añadiría:
-Pero tú también tienes que prometerme algo. -
-¿El qué? -Querría saber al poco de dirigir una mirada entre asustada y curiosa a Crystal, que permanecía junto a mí con los brazos cruzados.
-Qué nunca bajes al sotano, no quiero ni que te acerques. ¿Me lo prometes? -
Me había pillado, si le prometía no hacerlo y lo incumplía, especialmente en su ausencia, no sólo sería regañado, me convertiría en una persona en la que no se podría confiar, defraudaría a Rezo. Rascandome la cabeza como tenía costumbre de hacer cuando no comprendía algo o no sabía que hacer me quedaría un instante meditabundo antes de darle un energico:
-¡No lo haré, te lo prometo! -
Rezo exhibiría una magnifica sonrisa, me daría un beso de despedida y saldría de la mansión. Las grandes puertas de madera se cerrarían trás él dejandonos a Crystal y a mí solos. Cogido de la mano de Crystal iría al salón, en el cúal los otros ayudantes y o aprendices estaban tranquilamente conversando o sumidos en sus estudios de magía. Poniendo en el centro exclamaría haciendome el vacilón:
-Ahora que Rezo no está, estoy al mando. -
-¡Anda ya! -Soltaría Pandora desde su rincón, apartando sus ojos del libro que tenía entre las manos para mirarme. -En todo caso, el que estaría al mando sería el mayor de entre todos nosotros. -
Cliff, Eris y otro muchacho de edad parecida a la de Parnassus, en cambio seguirían con los ojos fijos en sus libros de gruesas tapas y hojas amarillentas a causa de su antiguedad.
-¡Pero yo soy especial! Por eso, sólo yo puedo ser su sustituto. -Repliqué dandome golpecitos en el pecho. Por aquella epoca sólo sabía que Rezo sentía mayor afecto y preocupación por mí que por los otros debido al trato mucho más paternal que me daba.
-¡Eso no tiene nada qué ver! -Exclamaría ella insistiendo en que yo no era indicado para darles ordenes. Si no hubiese sido por Crystal, nos hubiesemos tirado un buen rato discutiendo y gritando cada vez con mayor fuerza, que levantandose del tresillo diría con voz muy de madre:
-¡Eso da igual! Pandora, continua estudiando y tú Zelgadiss, deja de molestar. -
-¡No estoy molestando! -Le contestaría yo dandole una desorbitada importancia al asunto. -Sólo estaba comunicando un hecho muy importante. -
-Esta bien, quieres saber qué manda ahora que Rezo no está. Pues para bien o para mal, ese privilegio me ha tocado a mí, fin del asunto. -Concluyó Crystal, dejandonos a todos, especialmente a mí, muy sorprendidos.
Resoplando se sentaría de nuevo en el tresillo, de oscura tonalidad furrado de piel como los otros asientos que había por el salón sobre una larga alfombra de complicados dibujos. La larga mesa de madera de roble en la cúal Rezo y Cliff disputaban largas partidas de ajedrez se encontraba al otro lado de la gran sala. Hinchando los mofletes dandome por vencido me acomodaría en el tresillo en silencio. Todo era tán aburrido sin Rezo ni Parnassus. Cerrando los ojos acabaría por quedarme dormido. Al despertar tendría una inquietud extraña como si lo soñado puede significar algo pero yo no alcanzaba a descifrarlo, sólo tenía frescas algunas imagenes y si no hubiese sido porque el sueño se iría repitiendo, no le hubiese prestado atención. El encontrarme sólo en el salón tampoco apaciguaría mucho ese malestar que sentía pero al retirme la manta que posiblemente Crystal hubiese puesto sobre mí antes de irse a hacer sus tareas y dirigirme a la entrada, dejaría a un lado lo acontecido en el sueño y la preocupación. Lo que mis ojos vieron era mucho más interesante y entretenido. Pandora estaba practicando supervisada por Cliff algunos hechizos que recien había memorizado. Me dejaría atonito cuando de sus manos surgiese una especie de llama que se tornaría redonda a medida que crecía y las palabras de Pandora se volviesen más enfáticas. Por lo que incapaz de contener mi fascinación y curiosidad, gritaría:
-¡¿Eso es magía?! ¡Yo también quiero hacer magía! -
Y correría hacía donde ellos estaban, provocando que Pandora se desconcentrase. La bola se volvería una llamarada de intensas tonalidades rojizas y naranjas que casi me engulle pero Cliff la apagaría con rapidez lanzando agua bien fria desde un cubo de madera.
-¡Mierda! Ya casi lo había logrado. -Exclamaría fastidiada Pandora golpeando con un pie el suelo antes de que Cliff le regañase.
-No te pongas así, mañana tendrás otra oportunidad. -Diría y luego añadiría. -¡Y cuidadito con lo que sale de esa boca! -
Pandora, en palabras del propio Rezo, tenía mucho potencial, no todo el mundo era capaz de realizar hechizos de magía negra como ella a veces realizaba, a la desesperada, en algún combate o cuando no recordaba ningún otro hechizo de magía shamanistica pero ella al igual que yo prefería mil veces más la espada y durante muchos años fue con la única con la que podría practicar. Cada vez que Parnassus marchaba con Rezo, ella se convertía en el ayudante con el que más me gustaba estar aunque a menudo nos encontrasemos discutiendo a voz en grito.
-Rezo se alegrará mucho de oirte decir eso pero hasta que vuelva, es mejor que esperes un poco. -Obtendría por parte de Cliff cada vez que le rogaba que me enseñase algunos conjuros, lo que hacía que deseaba que Rezo regresase con mayor ansiedad. Lo único que aprendería con Cliff sería a escribir y a leer. Una tarea aburridísima pues tenía que pasarme todo el rato que durase la clase, copiando las letras tán cuidadas y bonitas de Cliff hasta que mis letras o garabatos adoptaran una semejanza. Que tuviese que realizar tán repetitiva labor cerca de Eris, que mejoraba más rapidamente que yo, no me ayudaba a encontrarle diversión. Cada vez que me quejaba, Cliff sentado frente a nosotros, soltaba con una breve sonrisa:
-¿Acaso no quieres aprender magía? Rezo te exigirá saber leer y escribir. -
-¡Pues Parnassus no sabe leer ni escribir y va con Rezo! -Replicaría yo dejando la fina y larga pluma en el frasquito lleno de negra tinta, cansado de escribir. Cliff me daría una información sobre Parnassus que no conocía y que cambiaría mi modo de verlo.
-Eso es lo que su aspecto te hace pensar pero él aprendió a escribir y leer durante el tiempo que estuvo en el orfanato. -
-Es que pensaba que su padres eran de familia muy humilde. -Sería lo último que comentaría en relación con la infancia de Parnassus. Mi voz sonaría extraña.
Eris dejaría su pluma en el tintero y entregando a Cliff el papel repleto de letras negras hasta el último rincón, marcharía para ocuparse de otras labores de importancia, yo al verla hacer eso, también entregaría mi hoja, listo para irme pero Cliff observandola detenidamente me daría el alto:
-Zelgadiss, hasta que no llenes toda la hoja no puedo dejarte marchar. -
Y dejandola en la mesa, sacando mi pluma, cuya punta estaba muy negra, para colocarmela entre los dedos de mi mano derecha, me animaría a proseguir. De mala gana, acomodandome en la silla, proseguí. Cuando Rezo volvió, mi escritura había mejorado considerablemente.

------------------------------------------------------------------------------------------

Me alegró tanto saber que Cliff había tomado la decisión de enseñar a Zelgadiss a leer y escribir pues eran conocimientos muy valiosos y que no todo el mundo se podía permitir obtener pero lo que más me alegraría fue el entusiasmo que mostraba Zelgadiss por aprender magía, fuese la que fuese. Si demostraba valer para ello y claro que valía, no sólo tendría a su haber una tarea que realizar, tendría un arma, mucho más eficaz que cualquier otra hecha por el hombre hasta el momento. Sin embargo requeriría disciplina, mucho estudio y practica, lo que le llevaba a una frustración enorme, el pobre creía que sería tán facil como los otros aprendices lo hacía parecer pero no lo era, según el nivel del hechizo, mayor concentración y habilidad requería. También se daría cuenta de lo absorbente y complejo que podía ser su estudio, empezó siendo muy niño y aún, poco a poco llenandose de conocimientos, le costaba horrores exponer las cosas que había memorizado.
-Bien, Zelgadiss, como ya deberías saber la magía shamanistica se crea tomando la fuerzas de la naturaleza como el agua, el aire, el fuego y la tierra pero ¿podrías explicarnos a qué es debido? -Le preguntaba como bien podría preguntar a cualquier otro pupilo.
-Err... Sí, claro. -Respondía él con voz amodorrada. Tenía la fea costumbre de quedarse dormido durante las lecciones. Escuchando como los pliegues de su ropa se alisaban, podía imaginarmelo poniendose en pie para dar la respuesta. -Es porque las cuatro deidades surgidas del dios dragón Ceiphiel representan y dominan cada uno de los cuatro elementos presentes en la naturaleza. -
-Efectivamente, ahora, ¿serías capaz de decirnos qué deidad domina que elemento? -
-Está el Aqualord que es el del agua, está el Flarelord que es el del fuego, también estan el Airlord y el Earthlord, los del aire y la tierra. -Diría de carrerilla, al concluir podía ori sus ligeros jadeos como si acabase de llegar de una carrera.
-Excelente, Zelgadiss, no tengo más preguntas para tí. -
Un suspiro saldría de sus labios antes de sentarse. Aunque al rato de continuar con la lección de ese día Zelgadiss volviese a caer presa de un dulce sueño, ignoré sus suaves ronquidos pues la clase no era exclusivamente para él. Todos exponían sus teorias y preguntas como si Zelgadiss no estuviese ahí, a veces incluso sus voces se elevaban agudamente al discrepar entre ellos pero en general, nunca me ví obligado a echar a ninguno de ellos. Lo que siempre me sorprendió es que Zelgadiss no se despertaba hasta que yo me veía obligado a hacerlo posando una mano sobre uno de sus hombros y agitarlo un poco mientras le decía:
-¡Despierta, Zelgadiss! La lección de hoy ya hace rato que ha finalizado. -
-¡Mierda! -Exclamaría él avergonzado. -Me he vuelto a quedar roque. -
Tenía una mente tán privilegiada como Cliff para atesorar conocimientos pero como la gran mayoria no le interesaban, muchos serían olvidados. Claro que se tomaba muy en serio su labor de perro guía, a veces me daba algo de verguenza, desde que Crystal me convenciese para llevarmelo conmigo en algunos viajes, los menos lejanos, Zelgadiss parecía más adulto de lo que en realidad era. Lo cúal nunca supe si considerarlo como algo bueno o malo. Se colocaba mi pesada bolsa de viaje y caminaba por delante informandome de todo, absolutamente todo lo que veía gritando innecesariamente.
-Zelgadiss, no es necesario que pegues esos gritos. -Le decía yo cuando la verguenza era insoportable. Las risas reprimidas que escuchaba a mí derecha, provenientes de Erisiel, me hacían sentir más avergonzado. -¿Qué van a pensar de ti? Gritando como una vulgar verdulera. -
Al no escuchar más de sus seguros pasos, me figuré que se había quedado quieto. Sólo se oiría el incesente ruido lejano de la gente y algunos de carruajes. De subito, la voz de Zelgadiss llegaría a mis oidos.
-¡Qué casa más fea! ¿De verdad es aquí dónde tenías que ir? -Soltaría sorprendido a la par que despectivo. Arrugando la frente, acariciandome la frente con algunos dedos, le respondería casi suspirando:
-Si mi niño pero no es una casa, es un hospicio. -
El silencio de Zelgadiss me confirmó que se sentía arrepentido de haber soltado lo de casa fea. Adelantandome un poco, comprobando que la puerta estaba a una distancia cercana pero no excesivamente, golpearía la superficie con los nudillos. Una aflautada voz nos daría la bienvenida mientras las puertas eran abiertas. Yo me suponía que el lugar y sus gentes le causarían gran impacto a Zelgadiss pero esas personas necesitaban de mís servicios tanto o más que las otras que solían requerir mis servicios.

------------------------------------------------------------------------------------------

La mayoria de viajes que realicé con Rezo eran viajes cortos y muy triviales, visitaba y examinaba a gente que decía padecer horribles enfermedades o dolencias pero que no tenían dinero suficiente para pagar los servicios de un curandero, muchas veces eran males muy pequeños, por lo que Rezo no necesitaba gran colaboración por mi parte o por parte del ayudante que fuese con él, nunca pudimos ir los dos solos porque era muy chiquillo. Lo que más me gustaba era observar como Rezo obrará eso que la humilde gente llamaba milagro o esperar a que Rezo me requeriese comiendo galletas mientras charlaba con los familiares del enfermo o enferma pero he de admitir que la primera vez que fuí a un hospicio con Rezo, sería una experiencia muy diferente pues el lugar y sus residentes eran totalmente diferentes a esas familias que visitabamos. La persona que nos abriría las viejas puertas de madera carcomida sería un hombre de voz ridicula, bajito y regordete, todo vestido con una tunica pero de color diferente a la de Rezo, blanca y roja anaranjada, con menor lustre. Por lo que podría deducir a lo largo de nuestra estancia allí, ese hombrecillo era el que estaba al mando, se apartaría ni un momento de Rezo y a mí, eso me no daría buena impresión. El modo en que dirigía hacía él sus ojillos y las repetidas veces que se frotaba sus manos mientras nos hablaba del servicio que ofrecía ese hospicio me daba una grima. Decidiendo mirar hacía cualquier otro lado, todo lo que mis ojos veían sería la mar de triste, personas realmente extrañas con ropas realmente viejas o gastadas, que me devolverían una mirada de esas que te rompen el corazón o miradas desafiantes sentadas en el suelo o apoyandose en alguna columna que servía de base entre el techo y el suelo. Algunas de esas personas me llamarían extraordinariamente mi atención pues lo poco que podía apreciar de su piel tenía un color que no tenía nada que ver con el que tenía la gente normal. Era como dar un paseo por un espectaculo de artistas ambulantes pero sin los colorines y las presentaciones pretenciosas. Cuando Rezo debió de cansarse de escuchar al sumo sacerdote, dijo:
-Todo eso está muy bien pero ¿me permitiría comprobarlo por mi mismo? -
Que corte se llevaría el hombre, asintiendo con la cabeza exclamaría:
-¡Oh por supuesto que sí, su eminencia! ¡Y si tiene algo problema, no dude en hablar con el Maestro Myr! -
Al instante de irse, Rezo daría un largo suspiro y girando su rostro hacía mí arqueando una ceja con una sonrisa, casi pícara, diría:
-¡Por Ceiphiel! Creía que no se callaría nunca. -
Eris y yo nos echaríamos a reir pues los tres coincidiamos en que había sido un autentico pesado. Al rato, algo bastante curioso sucedería, muchas de esas personas, poco a poco, quizás al principio temerosas de ser reprendidas o sintiendose indignas, se iría aproximando al centro, en donde nosotros estabamos. Parecían zombies, nervioso entre tanta gente al rededor, me aferraría a la tunica de Rezo como cuando era mucho más pequeño. Rezo al notar mis dedos sobre el tejido de la tunica, preguntaría:
-Zelgadiss, ¿qué se supone que haces? No deberías tenerles miedo, sólo quieren hablar un poco con nosotros. -
Al alzar la vista hacía él, su sonrisa parecía tán dulce y comprensiva. No sé si era porque era ciego o porque realmente él era así pero creo que Rezo fue una de las pocas personas que les trataba como a seres humanos. A veces, incluso, parecía más comodo entre ellos que entre gente de más alto prestigio. Charlaría con ellos como si fuesen sus amigos de toda la vida, creo que a mí me costó muchísimo más.
-¿Quién es el joven que acompaña a su eminencia? -Haría uno de ellos dirigir la conversación hacía mí. -No lleva ropas de sacerdote. -Puntualizaría señalandome.
-Eso es debido a que no es un aprendiz de sacerdote. -Le respondió amablemente Rezo con una de esas sonrisas que sólo a los padres se les ponen mientras posaba su mano derecha sobre mi hombro derecho. -Es uno de mis aprendices, su nombre es Zelgadiss. -
-Hola. -Sería todo lo que saldría de mi boca, muy flojito.
-Ahh claro, como la muchacha que le acompaña posee ropas parecidas a las de las sacerdotisas que nos cuidan, creí que era una sacerdotisa también y no me cuadraba que el chico estuviese con Ud pero al parecer es un ayudante suyo, mil perdones. -Comentaría el hombre disculpandose agachando la cabeza cubierta por la larga manta que poseía como unica vestimenta de grisaceo color y deshilachada. A partir de ese momento pero con mayor rabia me daría cuenta de que Rezo nunca me trataría como un pariente ante los demás pues una persona como él no podía permitir que la gente, sobretodo la gente importante o del gremio, supiese que habían tenido familia. Pero se notaba que nos unia algo más y Eris lo sabía tan bien como Crystal y los ayudantes más antiguos.
-No tiene importancia, buen hombre. Además, lo crea o no, precisamente Zelgadiss es el más importante de todos ellos. -Le respondería Rezo con una voz que casí hace que todo mi ser se estremeciera, del gusto pero también por la turbación. Por un instante la voz de Rezo no parecía suya sino la de un extraño, tán calmada e inexpresiva. Decir que esa afirmación que cada vez se haría más y más firme, demolería a Eris, sería quedarse corto pues nuestro trato iría a peor. La marcha de Parnassus tampoco sería un acontecimiento que mejorase las cosas, ¿con qué otro ayudante o aprendiz podría congeniar?

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Como en los viejos tiempos III

Al principio creí que sencillamente era porque le desagradaba mucho esa vida tán violenta y que te acababa convertiendo en un presuntuoso o arrogante pero el motivo era mucho más aterrador. Tenía potencial suficiente para realizar grandes conjuros como cualquier otro aprendiz de la mansión pero mi impaciencia, mis deseos frustrados de conseguir materializar en las palabras de poder a la primera, me llevaron a dejar mis estudios de magía y su practica a un lado, me iría interesando mucho más por el dominio de la espada, arma que Parnassus dominaba con tanta gracia y talento que no daba la impresión de tener entre las manos un pesada arma de hierro sino una espada de cualquier otro material mucho más ligero. Parnassus procuraba practicar afuera, alejado de la mansión con Pandora, su hermana porque suponía lo mismo que yo, que esas artes, aunque valiosas como tantas otras, no eran de las preferentes de Rezo. Parnassus a diferencia de mí o de su propia hermana, no poseía capacidad para realizar magía, por lo que ayudaba y contribuía en la mansión con otras tareas diferentes a las de Eris, Cliff y Crystal. Los libros que leía tampoco eran los mismos que Pandora y yo leiamos, quizás tán sólo el que trataba sobre la historia del mundo y la magia. A veces, finalizadas todas sus tareas, pedía a Rezo tiempo para sí mismo. Rezo se lo concedía pues Parnassus obedecía las normas y realizaba sus tareas sin replicas. Yo, aspiraba a ser como él algún día. Alto, fuerte, seguro de mí mismo y encantador. La clase de hombre joven que encandila a todas las damas nada más poner un pie en la zona en la cúal todos los aspirantes a caballeros se enfrentan en un torneo.
-¿Vas a la ciudad? -Le preguntabamos Pandora o yo cada vez que nos lo encontrabamos en la entrada vestiendo las ropas más elegantes pero confortables que tenía bajo una larga capa de intenso color rojizo atada por algunos cordones de un rojo más oscuro, con su vieja pero aún útil espada levemente visible.
-¡Por supuesto! -Nos respondía él con una radiante sonrisa apretando los puños de alegria. -El maestro Rezo me ha permitido participar en el torneo que se va a disputar durante este mes. -
Pandora y yo nos miraríamos él uno al otro con los ojos brillantes por la emoción antes de que algunos lanzase tán importante pregunta:
-¡Qué bien! ¡¿Podemos ir contigo?! -
-¡Claro! -Diría haciendonos los chiquillos más felices del mundo pero añadió. -Pero antes lo consultaré con el Maestro Rezo. ¡Esperadme aquí! -
Al instante le veriamos caminar apresurado hacía la sala que era considerada como el único despacho. Pandora y yo nos devolveriamos una mirada entre esperanzada y asustada, de pie, muy quietos como Parnassus nos acababa de indicar. A medida que el tiempo pasaba, en Pandora se irían haciendo más notables sus dotes femeninas como una cadera curvadita o que su pecho fuese tomando forma ligeramente abombada pero en actitud y ropajes, uno sabía que era tán chico como lo era yo. Más de una vez me quedaba mirandola como si tratase de descubrir el secreto que la recubría, ojos grandes y tán claros como los que Parnassus tenía pero su nariz era más pequeña, más respingona y sus labios eran muy curiosos, carnosos pero sin resultar grotescos, muy rosados pero lo mejor en ella era su pelo, el marrón de tono tán marcado que poseía, parecían rios de chocolate. Largo y muy liso, siempre recogido en una trenza excepto algunos mechones al lado izquierdo tapando gran parte de su frente y otros hacía la derecha. El color de sus prendas era entre blanco y marrón claro. Todos los ayudantes y o aprendices llevaban gran parte de su ropa de ese color, obligatoriamente.
-¿Se puede saber qué miras? -Exclamaría frunciendo el ceño molesta. -¡Pareces idiota! -Añadiría dandome un golpe en el brazo izquierdo como hacen los hombres al encontrarse con un amigo. Llevandome la mano derecha a la zona golpeada cariñosamente, repliqué frotandome un poco el brazo para apaciguar el dolor:
-¡A veces no puedo creer que seas una chica! -
-¡No ha sido para tanto! -Protestaría ella echandose a reir -¡Además si me dá la gana puedo ser más femenina y encantadora que Crystal y Eris juntas! -
Entonces fui yo quien se echó a reir a carcajadas mientras siguiamos esperando a Parnassus.

------------------------------------------------------------------------------------------

-Maestro Rezo. -Escucharía de nuevo a Parnassus al instante de escuchar golpear a la puerta antes de que ésta se abriese emitiendo un ligero crujido. -Venía a pedirle otro favor. -
-¿Otro? -Diría yo girando mi rostro hacía el lugar que supusé estaría Parnassus. -¿Acaso no te parece suficiente que te permita marchar para participar en ese estúpido torneo? -
-Lamento hacerle pensar eso, Maestro Rezo pero no se trata de eso. Pandora y Zelgadiss quieren venir conmigo, sólo deseaba hacerselo saber, antes de llevarmelos conmigo. -Me explicaría él sin perder aplomo. Se había convertido en un muchacho muy disciplinado y era algo que sin duda me complacía pero me costaba demostrarlo abiertamente.
-¿A la ciudad? -Querría especificar.
-Así es, Maestro Rezo. Les hace tanta ilusión como a mí. -Me afirmó dejando escapar una leve risilla. Eso ya lo sabía, como a tantos otros chiquillos y jovenes de todo el reino y otros reinos. Los torneos eran como una festividad que se alergaba incluso hasta un mes y todos, desde los más humildes a los más enriquecidos, no se lo querían perder. Todo el despliegue de jovenes escuderos, caballeros primerizos o aspirantes provenientes de pueblos cercanos en la plaza de grandes dimensiones de la ciudad demostrando su talento y exponiendo su dominio a fin de captar la atención del monarca o noble que lo hubiese mandado preparar. A menudo eran un espectaculo que se volvía realmente violento, lleno de jugarretas, que acababa no sólo con jovenes heridos fisicamente, también en sus orgullosos espiritus.
-Ya pero si mal no recuerdo Zelgadiss tiene mucho que estudiar y Pandora ha sido castigada hace poco. -Le recordaría pues para mí eso era mucho más relevante. -Diles que será en otra ocasión. -
La decepción se apreciaría en la voz de Parnassus pero no protestaría.
-Está bien, me los llevaré al siguiente que se celebre por las proximidades. -Diría antes de irse. Sus pasos, algo más lentos, se alejarían hasta finalizar en un suave cerrar de puertas.

------------------------------------------------------------------------------------------

La expresión en el rostro de Parnassus lo decía todo, aún sonriendo, su frente estaba arrugada como solía arrugarse cuando iba a dar una mala noticia. Pandora y yo corrimos incapaz de aguantar más quietos, deseabamos saber si a Rezo le parecía bien o no. Pandora llegaría un poco antes que yo, tenía unas piernas realmente fuertes y rapidas, si Parnassus no hubiese ido con ella a pedirle trabajo a Rezo, se habría convertido en una bandida de mucho cuidado, tán rapida como una flecha. Me alegraba tanto que las muchachas no pudiesen ser caballero, ella me hubiese superado.
-¡¿Qué ha dicho Rezo?! -Preguntaría yo gritando ansioso con la respiración agitada al salir corriendo. Pandora, con las manos entrelazadas en gesto suplicante, preguntaría tán ansiosa como yo:
-¡¿Podemos?! ¡¿Al Maestro Rezo no le molesta?! -
Parnassus al ver nuestras caritas y nuestros ojos suplicantes, se sentiría en un aprieto. ¿cómo iba a ser capaz de comunicarnos la negativa de Rezo? Suspirando, con los ojos puestos al cielo, como si rogase a Ceiphiel o a algún otro poderosisímo dios habitante señor de las alturas fuerzas, al traerlos de vuelta hacía el frente, dijo escogiendo sus palabras con cuidado para suavizar el golpe:
-Chicos, me temo que está vez no va a poder ser. -
Pero el disgusto sería enorme y exagerado por nuestra parte. Era normal, aún eramos unos chiquillos aunque a veces nos la diesemos de adultos. Yo daría varios puñetazos al aire apretando los labios mientras que Pandora demandaría saber el motivo enojada.
-¿Y por qué no? ¡¿Por qué no?! -
-Pandora, resulta que tú estabas castigada y los niños castigados no tienen permitidos salir a ninguna parte hasta que el castigo finalice, ya deberías saberlo y bueno, Zelgadiss, Zelgadiss tiene que estudiar mucho, va muy retrasado. -Le expondría Parnassus con paciencia y cariño.
Pandora suavizaría su enfado pero no se la vería muy conforme, ninguno lo estariamos al verle marcharse encogiendose de hombros, como si no pudiese hacer más para consolarnos. La magía no era lo mio, cada día lo tenía más claro, por lo que seguir estudiando, era como el peor de los castigos que Rezo podía imponerme y la motivación que me llevó al estudio de la magía cada día se iba volviendo más pequeña, como una chispa de luz que jamás lograría atrapar.
-Venga Zelgadiss, haz un pequeño esfuerzo más. -Trataba de animarme a veces Cliff al ver la poca o nula disposición y atención que prestaba en las clases particulares que le había sido mandado darme. Yo le miraba poniendo morros con la cabeza apoyada sobre uno de los gruesos libros que debía leer e ir asimilando. -El Maestro Rezo está totalmente convencido de que eres capaz y yo también de realizar grandes conjuros. -
Que Rezo manteniese esa ferrea fe en mis habilidades o capacidades con la magía me alegraba a la vez que entristecía. Él decía que era muy importante, por lo que no se rendía en su misión de hacermela aprender y dominarla pero yo comenzaba a verla como una perdida de tiempo y como se me era permitido usar la espada, hacía por echarle más ratos a la espada que a la magía. De ahí que cuando me cansaba, le rogaba a Cliff, mi profesor auxiliar, que pasasemos de la magía a la espada pero su respuesta era firme y no cambia:
-No iras con Pandora hasta que finalicemos esta lección listillo. -
El colmo sería que Eris, la cúal no las necesitaba pues era tán buena con la magía como Crystal o Cliff, quisiese llevar sus conocimientos y destrezas a un terreno más complicado. Que aprendiese a leer y a escribir me fastidió pero me parecío comprensible teníendo en cuenta que ella no sabía pero eso, eso ya era la releche, en el mal sentido de la palabra. Cliff se nos quedaba mirandonos un rato, como estudiando nuestros gestos y palabras, con actitud lejana y pensativa cada vez que discutiamos.
-¡Tú no necesitas estas clases! ¡Tú eres buenísima con la magía! -Le echaba en cara yo golpeando la mesa alzando un poco mi cuerpo del asiento desafiantemente. Ella, esbozando una sonrisa casi maliciosa, me respondía sin achicarse:
-Yo diría que si, Zelgadiss, ¿has pensado en la razón por la cúal el Maestro Rezo se está tomando la molestia de enseñarte magía? -
-Pues porque él cree que valgo para esto. -Sería mi respuesta, tán ingenua que hizo reir a Eris. Cosa que me jorobó el doble. -¡Es lo que siempre me dice! -
-Es verdad, él ve en tí más de lo que cualquier otro podría ver. -Admitiría Eris, entristeciendose por un momento. -En realidad, se empeña en que aprendas magía porque desea que tú te quedes y le ayudes, eres su ayudante más especial. -
Me dejó desarmado aunque quisiese replicarle cualquier cosa, las palabras no saldrían porque era verdad. Ellos podrían quedarse o irse finalizados sus estudios pero yo, que era tán importante para él, no. Como único familiar conocido mio, no me importaba quedarme, él necesitaba un ayudante más que otros sabios al ser ciego, pero yo, como minimo quería presentarme a algún que otro torneo, demostrar que ser un ayudante no te convertía en un debilucho como opinaban muchos muchachos, escuderos sobre todo o bien, me moría de ganas por ser caballero sin que eso significase dejarle a un lado, no, me lo llevaría a mi castillo y le coseguiría al ayudante más cualificado. La sonora e inesperada palmada que dió Cliff para indicarnos que la lección debía comenzar, me sobresaltaría sacandome de mis enrevesados pensamientos. Ya, para lo joven que era, tenía pensamientos muy profundos. Es suponible que debido a las resposabilidades para las que me estaban preparando.
-Se te ve afligido, ¿qué has hecho esta vez gamberrete? -Me preguntaría Pandora al salir del salón con la cabeza gacha cerrando la puerta lentamente.
-Nada, todo ha sido bastante normal. -Le respondería yo con voz neutra caminando hacía la larga escalera para dirigirme a mi habitación pero ella colocandome una espada de madera de claro color me obligaría a detenerme, como lo haría un guardia de cualquier ciudad.
-¿Entonces por qué vas cabizbajo a tu habitación? ¡Tenemos un asunto pendiente! -Me intentaría animar risueña con mirada fiera. A pesar de no sentirme tán animado como en otras ocasiones, pues las palabras de Eris hacían esa meña en mí, confundirme y hacerme sentir un desagradecido o un egoista, fuí con Pandora a una parte cercana de la mansión para practicar un poco de esgrima con ella. Al menos, podría ejercitarla como entretenimiento.

------------------------------------------------------------------------------------------

-Maestro Rezo, ¿no cree que se está pasando un poco con Zelgadiss? Sólo tiene diez años y por mucho que se esfuerce, creame, hay conceptos que jamás logrará comprender con la misma precisión de lo que lo hacemos nosotros. -Vendría a exponerme como una madre defensora Crystal, con ese tonillo de voz que le daba un aire tán insolente a la vez que maduro. -Yo a su edad, me pasaba todo el día fuera de casa, jugando o armando follón. -Añadía a ver si ese ejemplo me hacía sentir peor y acababa ablandandome.
-Vaya, vaya, ahora que estoy consiguiendo imponerle algo de disciplina como un verdadero padre ha de hacer de cuando en cuando, ¿me vienes con esas? -Le respondería yo esbozando una sonrisa que intentaba mostrar sarcasmo. El ligero sonido que produjó la piel de sus brazos descubiertos sobre la lisa superficie de la mesa me bastó para entrever su proxima jugada. El modo en que haría brotar las palabras también.
-Zelgadiss se está esmerando mucho, incluso sin gustarle. ¿no te parece apropiado darle un pequeño estimulo para que vea que su esfuerzo no está siendo en vano? -Me propondría.
Adoptando o intentando adoptar un aire pensativo, apoyando sobre mi mejilla izquierda una mano le dije:
-Demuestrame que ha habido un progreso, por pequeño que sea y meditaré tu propuesta. -
El ruido que hizo su cabeza al chocar contra la mesa, casi me preocupa pero al escuchar su voz de nuevo, me figure que lo más que podría haber sufrido sería un chichón.
-¡Cuando Ud quiera! -Exclamó desplegando una seguridad y orgullo un tanto precipitados.
Saldría del despacho más que corriendo, trotando. Tap, tap, tap, como una joven yegua por domar. No supe que le diría pero Zelgadiss aceptó el reto con una insensatez y osadia admirables, claro que no le mostraría ni la mitad de todo mi poder. Era tán valioso, podía sacar tanto de él. Como la parte practica era realizada en la zona más amplia y menos amueblada de toda la mansión, el evento tendría suceso en la entrada. Que extraño resultó, escuchar sus temerosos primeros pasos, como si algo por un breve instante le hubiese llenado de dudas.
-No temas, no seré muy duro contigo. -Le comenté, a ver si eso apaciguaba ese sentimiento en su corazón. Él exclamó molesto desde el otro lejano lado:
-¡No te tengo miedo! ¡Solo estoy un poco nervioso! -
-Bien, empecemos pues. -Le indiqué antes de dar un golpecito al suelo con mi bacúlo, las anillas chocarían haciendo un ruido de sobra reconocible, clanc.
El ambiente se cargaría en pocos instantes hasta volverse tán insoportable como bien lo podría ser en pleno día de verano en un desierto, lo cúal me confirmaba que la bola de fuego se formó sin tardar demasiado, los murmullos de los aprendices y ayudantes presentes también serían otra buena señal de ello.
-¡Eso es un hechizo de fuego, ¿verdad?! -Gritaría Zelgadiss. -¡Vale! ¡Pues creo que esto puede funcionar! -Seguiría gritando antes de formular el conjuro conocido como Freeze Brid con una voz casi desesperada. Milagro o no, la temperatura del ambiente se suavizaría por lo que supusé que el hechizo había funcionado y ambas bolas se habían anulado al chocar. Todos aplaudirían y vitorearían a Zelgadiss pero Zelgadiss estaría demasiado impresionado de sí mismo como para decir palabra. Todo lo que saldría de él sería su intensa respiración.
-¿Qué crees que hubiese sucedido si en vez de el hechizo hubieses usado una espada? Espero que esto te anime a seguir estudiando el dominio de la magía. -Me permití el lujo de decirle a modo de mostrarle mi satisfacción. -Porque demuestras tener más talento del que crees. -

------------------------------------------------------------------------------------------

-¡No me lo puedo creer! -Gritaría bocabierto, mirando a diestro y siniestro. -¡¿De verdad podemos quedarnos aquí?! -Volvería a preguntar a Rezo.
No podía creer lo que mis ojos veían, el estar allí rodeado de caballeros, unos más jovenes y principiantes que otros, pero todos ellos caballeros de todo tipo de rango, muchos dueños de vistosas y brillantes espuelas de oro y otros de plata pero de una plata cuidada y tán brillante como sus armaduras sobre sus cotas de malla. Las cosas que se decían y atisbar no muy lejos de cada uno a sus escuderos o sus preocupadas damas, me hacían sentir por unos momentos que formaba parte de ese mundo, un mundo al que aspiraba pertenecer por muy duro que tuviese que entrenarme o por muchos torneos como ese en los que tuviese que participar. Yo deseaba sentarme algún día en la mesa del consejo de algún monarca, exhibiendo mis mejores ropas, yo deseaba enfrentarme a toda clase de criaturas u oponentes a fin de proteger las tierras de mi señor y sobretodo, yo deseaba poseer bellas y elegantes damas de la corte. Era un autentico soñador, un chiquillo que se creía que las historias que leía en los libros que tomaba prestados podían hacerse realidad, un ingenuo, que sólo era capaz de ver la parte encantadora de ese mundo, porque en cada mundo hay cosas buenas y cosas menos buenas. Rezo lo sabía mejor que yo pues él nunca tuvo un mundo en el que formar parte aunque se esforzase.
-Claro que si Zelgadiss -Me respondería Rezo sentandose en un taburete de madera entre las mesas o bancos de madera que se habían dispuesto en el puesto en el que nos encontrabamos. En él irían siendo atendidos los participantes derrotados. -Este es el lugar que se nos ha asignado. -
De entre todos los participantes que atendimos, la gran mayoria eran muchachos venidos de lugares bastante lejanos, a veces me costaba entenderles cuando se trataba de campesinos o aldeanos ya que los de familia noble, habían aprendido desde muy niños, a comunicarse en una lengua más refinada y sólo hablada en las ciudades más principales de cualquier reino, pero yo les escuchaba con igual fascinación mientras sacaba vendas, puñuelos u otros neceseres de la gastada pero resistente bolsa de viaje que Rezo había llevado con él desde el primer momento en que empezó a viajar y a sanar gratuitamente a toda clase de personas. Algunos curanderos se acercaban a charlar con Rezo, Rezo los atendía con paciente cortesía pero siempre permanecía muy alerta de mis movimientos. Por mucho que procuré no alejarme de él o del puesto en el que él desempeñaba su tarea curativa, había momentos que sin darme cuenta iba algo más lejos, posiblemente para admirar a los participantes en plena acción mejor o como cada caballero sobre sus corceles tomaba sus respectivas lanzas de madera con puntas romas ofrecidas por sus escuderos de pie en el lugar del cúal saldría su señor a toda velocidad para derribar al otro, mostrando así al publico un pequeño entretenimiento antes de que los participantes victoriosos regresasen para la siguiente ronda, hasta quedar tán sólo uno. Toda la gente sentada en las gradas bajo grandes toldos de coloridas telas se pondría en pie, alzando sus manos y lanzando grandes exclamaciones, cada vez que uno de los participantes asestaba un golpe mortifero a otro. Ciertamente, era una diversión violenta pero incluso en tiempos muy lejanos, ya había celebraciones parecidas. Pero nada más oir la voz de Rezo trás de mí, dejaba todo el espectaculo para otro ratito, corriendo en su busca.
-¿Me requerías? -Le preguntaba yo con tono de voz irregular debido al haber llegado corriendo. Desde fuera se escuchaban los sonoros golpes que producían las espadas al chocar acero contra acero y la sonora muestra de disfrute por parte del publico.
-Sí, Zelgadiss, creo que ya hemos hecho más que de sobra. -Me hizo saber Rezo levantandose. Yo me quedé mirandole y arrugando la frente dije entristecido:
-¿Nos vamos ya? -
-Sí, Zelgadiss, ya hemos estado aquí un buen rato, tenemos otros asuntos que atender. -Sería su confirmación, una respuesta no muy bien recibida por mí parte.
-¡Pero a mí me gustaría quedarme un poco más! -Le haría saber apretando los puños, con ojos llorosos le suplicaría quedarnos un poco más. -Por favor, quedemos hasta que aparezca el caballero negro. -
Pero de nada serviría, Rezo había decidido que su presencia ya no era más necesaria por lo que me gustase o no, debíamos irnos en aquel mismo momento. Enojado, echaría a correr oyendole gritar mi nombre, la desesperación que aprecié volvió a dejarme por unos momentos tán sorprendido como atemorizado, ya sabía que como único pariente suyo con vida haría todo lo posible por cuidarme y protegerme hasta que tuviese la edad adecuada para empezar a apañarmelas por mí mismo pero a veces lograba sobrecogerme pues casi había algo oscuro detrás. En esos momentos de aturdimiento, iría a dar de bruces con un muchacho, escudero seguramente, algo más mayor que yo y con una arrogancia y malicia que consiguieron encender mi odio mucho más de lo que lo había hecho Eris o Kraken.
-¡Mira por dónde vas harapiento! -Exclamaría enfatizando la palabra mugriento uno al caer al suelo, en la parte menos sucia a la misma vez que yo caí en la que más barro había. Poniendome en pie de inmediato, quitandome el barro rapidamente, le grité enrojeciendome de rabia:
-¡No! ¡Mira por dónde vas tú! -
-¡¿Cómo te atreves?! -Soltaría entonces él poniendose de un salto en pie agarrandome del cuello de la amarillenta camisa, a causa del destille, dejando un espacio entre mis pies y el suelo, al ser mucho más alto que yo. -¡¿Acaso no sabes para quién trabajo?! -
Podría haberme puesto en un plan más humilde y haberme disculpado arrastrando la cola entre las patas pero como mi orgullo y todo lo que creía no me lo permitieron, mi respuesta fue igual de desafiante que su pregunta:
-¡Ni lo sé ni me importa! -Es más, yo también me daría algunos aires de grandeza. -¿Y tú sabes de quién soy ayudante? ¡De su eminencia El monje rojo, que seguro que es mil veces más importante que tu señor! -
La cagué pues todavía agarrado por el cuello de la camisa sería estampado contra el suelo dolorosamente mientras el muchacho me gritaba:
-¡Ja! ¡Un harapiento como tú jamás tendría ese honor! -
-¡Deja de llamarme eso! ¡Te juro que es verdad! -Le gritaría yo cada vez que intentaba inútilmente ponerme en pie para hacerle frente. Él me llamaba harapiento con mayor enfasis mientras con una patada me devolvía al suelo.
-¡Aaron, deja de una puñetera vez al crio en paz! Su eminencia lo está buscando. -Ordenaría una contundente voz desde algún lugar acercandose. Agarrando una de sus enguantadas manos marcharía de regreso con Rezo.
-Le estoy infinitamente agradecido, Sir Williams. -Le diría Rezo al caballero mostrando gran educación y amabilidad, esté, en cambio antes de alejarse, le soltaría:
-Procure tener más controlados a sus sirvientes, si no, hagase de un criado más obediente. -
Eso dolería el doble que la palabra harapiento. ¡Yo era un ayudante, no un sirviente! Había una gran diferencia según Rezo pero al parecer, la gente no lograría ver esa diferencia, lo cúal muy a menudo me traería problemas. Rezo le replicó:
-Y ud procure tener en cuenta la diferencia entre ayudante y sirviente. -

------------------------------------------------------------------------------------------

Los gritos de Zelgadiss y los otros chicos llegaban a mí desde la lejanía, como traídos por el viento que soplaba aquella fria mañana. Debían de enoontrarse pues recuerdo que le pedí esperarme afuera, del pequeño templo. Los sacerdotes y yo acudiriamos a ponen paz entre los chicos de inmediato pero cuando llegamos, habían comenzado a usar los puños, como si las palabras enfurecidas ya no bastasen para defender la verdad o lo que cada uno consideraba verdad. El frescor del aire acariciaría nuestro rostro enfriando nuestra piel pero por fortuna no lograba entumecer nuestras piernas. Los pasos de los sacerdotes se alejaban con mayor facilidad pues a veces enlentecía mis pasos debido a la inseguridad.
-¡Niños, parad de una vez! -Les ordenaría con tono exigente uno de los sacerdotes, el que me pareció más maduro. De voz más grave. El sonido que emitirían uno de los chicos y el propio Zelgadiss al ser separados me recordaría a los gruñidos que sale de los morros de dos perros enrabietados, claro que ellos no eran animales, gruñían y respiraban entrecortadamente debido a que habían usado todas sus fuerzas en dañar al otro. Qué triste ¿no?
-Ahora contadnos que ha pasado, ¿por qué os habeis vistos obligados a usar la violencia? -Ordenaría al cabo de un rato el sacerdote sereno, probablemente dirigiendo miradas reprochantes tanto a Zelgadiss como al otro chico, cuando los dos chiquillos se calmaron un poco. Zelgadiss sería el único en hablar, tratando de buscar algo de apoyo por nuestra parte.
-Verá, yo estaba aquí, esperando como me había pedido R... -Se detendría para no soltar mi nombre de un modo comprometedor pero al instante continuaría. -Como me había pedido el Maestro Rezo pero ellos aparecieron y empezaron a molestar. -
-¡El sirviente miente! -Gritaría el otro chico provocando que la ira de Zelgadiss resurgiese pues Zelgadiss gritaría listo para golpearlo si hacía falta:
-¡No soy un sirviente! -
-¡Si que lo eres! -Gritaría alzando su aguda desafiante el chico.
Por un momento arquearía una ceja esbozando una leve sonrisa. ¿Se atreverían a pelearse frente a nosotros? Pero dandome cuenta, meneé la cabeza, eso estaba mal, eso no debía volver a ocurrir y menos delante de nosotros. Lo peor sería, lo que más dolor y enojo causaría a Zelgadiss serían estas palabras por parte del otro chico:
-¡Lo que dice mi amigo es verdad! ¡Ayudas a Su eminencia pero como cualquier sirviente lo haría aunque no te dé dinero! -Incluso añadiría. -Mi padre dice que a un trabajador se le puede pagar también con comida y hospedaje a cambio de su servicio. -En su voz se apreciaría orgullo pues era verdad, Drake trabajó así pero Zelgadiss no era como los otros jovenes de la mansión.
-Zelgadiss, no importa lo que la gente piense, dejalo ya. -Más que aconsejarle, le pediría. Siempre se me dió demasiado bien pedir, claro que no todas mis peticiones fueron escuchadas y acababa rogando con todas mis fuerzas, humillandome, más de una vez, para nada. Lo único que saqué en positivo fue que se me daba demasiado bien y que era un talento inútil. Sin embargo, Zelgadiss, respirando profundamente, accedió. Sería un camino de vuelta a casa muy silencioso por su parte.
-Vaya, hacía tiempo, que no le veiamos por aquí, señor Rezo, ¿va todo bien? -Me preguntaría la voz de un hechicero vagamente conocido.
-No, me temo que no pero ya no tiene remedio. -Le respondería frio y calmo como el hielo.
-¿Tiene que ver con su trabajo o es más bien, relacionado con la familia? -Trataría de deducir con vocecilla maliciosa pero no me importó, no había ni una misera gota de aprecio o agrado hacía él, él sólo era un conocido, un complice pero nada más.
-Un poco de todo. -Le conteste sonriendo un poco. -No quiero caer en un error ya come
Zelgadiss lanzaría un aullido de ira y si no hubiese sido por el sacerdote, se hubiese lanzado contra los chicos de nuevo. Podía percibir como su mandibula se tensaba y como sus manos volvían a cerrarse volviendo a ser dos puños fuertemente apretados.
-Zelgadiss, lo que la gente piense no tiene importancia, dejalo ya. -Más que aconsejarle, le pediría. Con los años, se fue dando realmente bien eso de pedit, claro que mis peticiones nunca solían ser escuchadas, lo que a veces me lanzaba a rogar, llegado el punto incluso, de humillarme a fin de que fuesen escuchadas. Un talento ciertamente inútil. Sin embargo Zelgadiss, respirando hondo, accedería. El camino de vuelta a casa sería muy silencioso por su parte.
-Vaya, hacía tiempo que no se le veía por aquí, señor Rezo, ¿va todo bien? -Preguntaría la voz de un hechicero vagamente conocido.
-No, no del todo. -Le respondería yo sin perder una sonrisa que procuraba ser amable y calida aunque mi voz era tán calmada y fria como el hielo.
-¿Es por el trabajo o está más relacionado con la familia? -Trataría de deducir con voz maliciosa pero no me importaba cúan malvadas pudiesen ser sus preguntas ya que él no me importaba lo más minimo, no había ni una minima gota de afecto o aprecio hacía él en mí por lo que le conteste impasible pero intentando ser agradable:
-De todo un poco. -
-Bien, si estas aquí es porque buscas algo, ¿en qué puede este humilde hechicero ayudar a Su eminencia El monje rojo? -Soltaría dejandose de preambulos, yendo directo al grano como bien lo haría un comerciante cuyo tiempo es oro. Había algo, siempre lo hubo lo que pasa que es que antes no lo percibía con tanta claridad, en él que empezaba a atraerme. Como pasaría con Dilgear o con otros hechiceros. Dudé un momento antes de exponerle lo que deseaba pues lo que planeaba, una vez hecho, no tendría solución pero quería hacerlo, trás buscar otros metodos, fue él único existente que podría funcionar, que le daría a Zelgadiss lo que tanto andaba anhelando, mayor fuerza. Pues a partir de los doce años se obsesionaría de sobremanera con ser fuerte, le costaba manejar una autentica espada, con hoja de acero, bastante debido a que aún siendo un chico sano y fuerte para su edad, era bastante delgado y en su opinión el peso, es decir la mosculatura, a la hora de calibrar en cada movimiento el peso eso era además de una desventaja, lo que le ponía dificil adquerir velocidad y destreza. Se empezó a tomar demasiado en serio la esgrima, Pandora me comunicaba que ya no deseaba practicar con espadas de madera. Os aseguro que antes de ponerme manos a la obra con eso, me pase día y noche intentando convencerle de que era un chico fuerte, tán fuerte como cualquier otro de su edad pero eso no le bastaba.
-Si quiero participar en los torneos, debo ser capaz de usar una espada de verdad sin caerme de culo al poco de sostenerla. -Me informaba molesto. La primera vez que lo escuché me pilló por sorpresa, no veía nada de malo que aprendiese a usar la espada, algunos hechiceros también usaban espadas magicas pero que quisiese participar en un torneo, fuese para lucir sus habilidades o con la esperanza de llamar la atención de algún caballero o monarca, eso, eso lo apartaría de mí, sin olvidar que podrían matarlo. ¿De dónde surgió tál obsesión? Quizás, si, estoy seguro, cuando Parnassus nos comunicó que había sido escogido como nuevo guardia de un monarca de un reino lejano gracias a la fama que había recogido con sus victorias en algunos torneos celebrados por la zona.


PD: Como siempre pongo al final, como sencillo recordatorio, la parte contada por Rezo está en rojo y la parte contada por Zelgadiss está en blanco, para que no os lieis al estar escrito en primera persona ^^ Las tres historias son historias de mi recopilación de FanFics Rojo Relativo, espero que os gusten ^^ El único personaje que a lo mejor aparece pero sin detallar mucho, es Ferrissian DiCallium, personaje original de otra gran fan y artista QP/Diana ^^ Eso es todo al respecto.



No hay comentarios: