domingo, 1 de julio de 2012

FanFic CLAMP El mago más poderoso del mundo 15


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Este FanFic o serie de historias es mi intento de narrar como imagino yo la vida del grandioso Reed Li Clow, uno de mis personajes favoritos de CLAMP ^^

Este FanFic esta narrado en primera persona. Principalmente por Clow pero puede que Yue y Kerberus también tengan algo de protagonismo...
Esta historia es más tierna, bastante triste también pero muy enternecedora porque lo que sucede se centra en ese Clow tan enfermo y sus guardianes, que se desviven por él aunque también hay un punto de misterio porque Sombra ha de ser convertida en carta... Sólo una porque no da tiempo a juntar dos como ocurre en los otros capítulos XP
Dedicado a mis musas más inspiradoras Tsuki no Youkai, Laurus Nobilis y Melissa-yueirishu ^^ (Y en general, a todas las admiradoras y admiradores de tan particular mago)


FanFic CLAMP
El mago más poderoso del mundo - Equilibrio


(Yue)
Al sentir en mi frente cubierta por un sin fin de mechones desordenados y desiguales el cálido roce de unos labios abrí de inmediato los ojos deseando que esos afectuosos labios perteneciesen a mi amo y creador pero la persona de oscuros cabellos que me había besado no era el Amo Clow sino la ama Bianca. Cada mañana era la misma decepción, el mismo desazón en el corazón y el mismo recordatorio de que aunque el Amo Clow apenas nos mostrase físicamente afecto, el nos quería y jamás dejaría de hacerlo. Con rapidez pasé una de mis manos por la zona besada, por mucho que la ama Bianca se mostrase el doble de comprensiva y cariñosa, su esfuerzo no llenaba el vacío que sentía. Quizás el Amo Clow también se sentía así , como si nada pudiese sacarlo de su actual lejanía del mundo. Aún habiendo conseguido que no nos echase, apenas parecía sentir animo para ir a nuestro lado. Se quedaba sentado en su alto sillón con la mirada tras sus redondeadas y brillantes gafas perdida. Mi hermano Kerberus y yo nos sentábamos a ambos lados del sillón y lo observábamos. A la ama Bianca le producía gracia vernos a los tres tan quietos como si alguien nos estuviese pintando.
-Buenos días Yue. -Me saludaba con una sonrisa mientras se alejaba para correr las gruesas cortinas aportando así algo de necesaria luz a todo el dormitorio. -¿Qué tal sigue el Amo Clow? -Me preguntaba a continuación pues yo o Kerberus eramos los que pasábamos mayor tiempo con el Amo Clow. Todos temíamos que pudiese empeorar.
-Buenos días, ama Bianca. -Era mi respuesta pues con un sencillo encogimiento de hombros, le hacía saber que los acontecimientos apenas variaban.
-Buen niño. -Me halagaba ella ampliando su sonrisa manteniendo unos momentos su cabeza girada hacía donde yo estaba. -El Amo Symond dijo que se pasaría a ver al Amo Clow esta mañana. -Me informaba como si yo tuviese el mismo grado que mi amo y creador tenía, mientras yo me estirazaba y salía de la cama de un espesor más estándar.
Despertar a mi compañero y hermano siempre era una tarea más costosa pues se aferraba con todas sus fuerzas a su mantita gruñendo como el felino que era hasta que la ama Bianca entre soplidos, lo daba por tarea imposible. En general era igual de obediente y fiel que yo pero amaba demasiado dormir y siempre que podía apuraba ese agradable sueño matutino porque según él era el mejor, siendo su cuerpo iluminado y templado por los rayos del sol, tan necesario en una criatura cuya energía provenía principalmente del Astro solar. Claro que mi hermano Kerberus albergaba una mayor pasión por la comida pues él sí podía apreciar y degustar sus sabores y llenar su cuerpo de proteínas, grasas e hidratos. Yo era diferente y aunque comía para complacer principalmente al Amo Clow, que desarrollaría un gran manejo en la cocina, ni lo disfrutaba ni lo necesitaba. A ella recurría con frecuencia la ama Bianca y no os podéis creer cuan veloz reaccionaba.
-¡Comida! -Gritaba saliendo de la cesta de mimbre de un bote. -¿Dónde, dónde? -Exigía saber dando brincos con los ojos desorbitados y la lengua salivando excesiva saliva.
-Ven a la cocina y lo sabrás, bobo. -Le replicaba yo aguantando lo mejor posible el continuó roce del peine armado de finas púas por mi revuelto y claro cabello, del cual varios y sedosos mechones caían por mi frente como delicadas plumas.
La ropa que la ama Bianca había logrado ponerme era de un claro azul excepto la camisa y las medias de gruesa tela. Cuanto más me miraba, más aborrecía lo que veía pero suspirando me convencía de que era la clase de prendas que debía llevar. Sólo el Amo Clow consiguió que sonriese, sutilmente sonrojado, al dirigir un momento sus ojos azul celeste hacía mí y añadir a su formal, casi obligado, saludo, estas palabras:
-Sin duda, ese tipo de azul te favorece. Buena elección. -
-¿Lo ve? Al Amo Clow también le parece que está muy guapo. -Indicaba la ama Bianca con voz triunfal antes de conducirnos a Kerberus y a mí a la cocina para desayunar.
Recorriendo el pasillo de madera, mi hermano y compañero Kerberus no dejaría de quejarse, mirando de reojo mis ropas y luego observando su anaranjado y peludo cuerpo. Entre resoplidos y bruscos giros de cabeza, con sus gritos quebraba el silencio que nuestro creador tanto parecía desear. Sólo el lejano sonido de las puertas del gran salón al ser cerrada nos rememoraba que estábamos quebrando ese requisito. La ama Bianca era siempre la primera en girar la cabeza y soltar un largo y entristecido suspiro pues Kerberus, llevándose ambas patas a la boca, con sus dorados ojos bien abiertos, se obligaba a sí mismo a no emitir sonido alguno. Así sí era fácil que no discutiésemos ni nos comportásemos como dos salvajes. Lo que era bueno pero aburrido, muy aburrido. La ama Bianca, conocedora de ese hecho, tras suministrarnos el almuerzo que cada uno requeríamos solía tratar de disminuir nuestro tedio sugiriéndonos jugar con ella pero los juegos que nos proponía eran aún más aburridos hasta que encontró el gastado ajedrez que tenían los Reed. Retirando con gracia el plato de mediano tamaño apenas cubierto por leves migajas de pan y un vaso de cristal ligeramente teñido de blanco por la leche recíen bebida, colocaba frente a mí lo que parecía un antiguo tablero de ajedrez.
-¿Para qué es esto? -Sería lo que preguntaría la primera vez que fue extendido ante mí. Al principio creí que se trataría de otro mantel pero al colocar mis manos sobre él mi sorpresa crecería al notar que el material era rígido y solido pues la tele no suele poseer esas propiedades.
-¡Está duro! -Exclamaría Kerberus dandole algunos golpecitos con una de sus patas delanteras, puesto en pie a mí lado, apoyado sobre la lisa superficie de la mesa.
Tocándolo nuevamente, se echó a reír. Su larga y delgada cola danzaba como seña de que se encontraba animado. La ama Bianca nos observó divertida sentándose al otro lado de la mesa sosteniendo entre sus dedos la caja de madera en la que se encontraban las necesarias piezas a colocar de duplicados diseños y sólo pintadas de dos colores. Negro y blanco, a juego con los cuadrados en que estaba dividido el tablero. Aún habiendose perdido parte de sus cuidadosos detalles, me parecieron pequeñas esculturas de gran belleza. Como iba a ser obvio conociendo a mi hermano y compañero Kerberus, al poco de ir sacando y colocando frente a mí las piezas, la dorada bestia alargaría su pata para silenciosamente llevarselas a la boca. ¡Visto, no visto! Como solía decir el Amo Clow, pestañeando abrí la boca al ver un espacio vacio y dirigiendo mi cabeza velozmente hacía el anaranjado felino, las entreví sobresalientes en su boca. Ama Bianca se reiría meneando la cabeza. Al fin y al cabo era un animal y los animal tienen a llevarse objetos a la boca continuamente, sólo los bebes humanos actúan de manera parecida.
-Kerberus, escúpelas. Eso no se come. -Le reprendería poco despúes recobrando seriedad en su rostro de finos rasgos.
Mi hermano obedeció, alegando que la Ama Bianca debía tener razón o si no, no hubiesen tenido un sabor tan extraño. Ambas figuras fueron depositadas en la mesa todas envueltas en densas babas. Conteniendo la repulsión, las dejé junto a las demás para que así ama Bianca continuase explicándonos para qué fin eran utilizadas. Con certeza, ella tampoco parecía saber mucho de ajedrez pues sus explicaciones fueron bastante vagas o descuidadas.
-Veréis, se supone que el juego está planteado como una batalla entre dos ejercitos y cada pieza representa a un miembro de ese ejercito aunque... No sé gran cosa más allá de eso. -Nos expusó encogiéndose un poco de hombros con una sonrisa avergonzada.
-¿Un ejercito? ¿Eso? -Exclamaría Kerberus intentando señalar con uno de sus regordotes dedos a las piezas mientras yo me cruzaba de brazos sereno. -¡Eso no puede ser un ejercito! ¡Los ejercitos están formados por hombres como Symond o padre! -Añadiría tras lanzar o hacer una especie de pedorreta con la boca.
-¡Por eso he dicho que se supone! -Le replicaría la ama Bianca que se consideraba más cercana a la razón que nosotros dos. -Las piezas representan a los soldados. -Especificó aunque mi compañero y hermano peludo la miraba con los ojos entreabiertos, sin creer sus palabras.
-Los humanos no son así de... ¡Raros! -Le espetó incapaz de comprender aún lo que representar significaba.
-¡Ya lo sé! Pero como ya he dicho antes, las piezas representan a los soldados, es simbólico. -Se esforzaría vanamente la ama Bianca en hacérselo comprender al tozudo Kerberus. -Oye y si no te fías de mi palabra, ve y pregúnteselo al Amo Clow, estoy convencida de que él estará de acuerdo conmigo. -Sugirió resoplando al cabo de un intenso duelo de sies y noes.
-¿Podremos? -Fue lo que dije yo, callado hasta ese momento, arrugando la frente, con el corazón en un puño.
Ama Bianca asintió con una sonrisa de esas que te llenan de valor. Inspirando hondo, con la caja y el tablero entre mis manos, casi tan grande como yo pero por fortuna, plano, me disponía a adentrarme en el oscuro salón. Kerberus se quedaría esperando junto a las puertas de lisa madera.


(Clow Reed)


En la penumbra atisbé la pequeña y cautelosa figura de un niñito de plateados cabellos y ojos de un pálido tono azulado pararse ante mí. Era Yue, mi ángel debía desear algo de mí por lo que incorporándome me obligué a mí mismo a atender su silencioso y temeroso reclamo. Temoroso ya que en esos días todo, absolutamente todo me molestaba con una intensidad incrementada y sólo el silencio parecía serme grato. Silencio y tenue luz tras las gruesas personas sin descorrer. Arrugando la frente mientras limpiaba mis gafas para verlo mejor, esbozando una sonrisa que él de seguro percibiría frágil o eterea como mi bienestar, esperé a que claras palabras brotasen de sus prudentes labios de rosado tono.
-Padre, sería tan amable de aclararme una duda. -Pediría abriendo lo que supusé sería una caja de tamaño no muy grande realizada de madera mientras sostenía otro objeto entre sus cortas piernecitas. -Estas piezas representan soldados, ¿verdad? -Haría su pregunta al instante de lograr abrir la caja y sacar una de las múltiples piezas que en su interior había.
Mis ojos se humedecerían al previo momento de reconocer el gastado y pequeño objeto de madera pintada que sus deditos sostenian. ¡Era una de las piezas del ajedrez de mi padre! Apretando los labios me esforcé por contener las lagrimas y el llanto que les seguiría lo que provocó que de mi boca se escapase un lastimero ruido que bien podía recordar a un gemido. Haciendo otro esfuerzo por responder sin llorar ante Yue, llevándome la mano izquierda al pecho, tragando saliva, asentí y alcancé a decir con los ojos cerrados:
-Justamente la que has sacado correspondería al Rey, el cual lidera el ejercito por lo que es la pieza más valiosa de todas. -
A mi pequeño guardián la información pareció asombrarle a la par que agradarle pues pronto me mostraría otra pieza, deseoso de saber a qué clase de soldado correspondería. Poco a poco estabilizando ese arrebato, concentrandome en recordar y exponer las funciones de cada pieza, Yue conoció sin necesidad de repetirselo, las primeras nociones necesarias para jugar a tan apasionante juego.
-Y... ¿Sabías que el peón al llegar hasta el último tramo enemigo puede convertirse en reina? -Una animada e inconfundible voz masculina incluyó a mi información referente a la última pieza diferente en ser sacada.
Al apartar mis ojos de Yue, vería al petulante dueño de la voz. ¡Como no! Symond Windson había irrumpido en mi salón como si fuese el suyo, con las consecuencias de que no tardaría en iluminar mi tenebroso santuario entre exclamaciones. En aquellos momentos era lo más similar a una madre que tenía. No se sentó hasta haber descorrido todas las cortinas mientras Yue le miraba desconcertado y yo bastante irritado. Acoplado en otro sillón cercano al que había hecho mio, con una bribona sonrisa en su rostro ligeramente pecoso y adornado por una anaranjada barba que brillaba rubia gracias a la luz solar no muy espesa, suspiró y dijo:
-Así se está mejor. Me gusta ver al hombre con quien voy a conversar. -
No conseguí disimular mi fastidió y Symond lo vió claramente cuando torcí el gesto drásticamente ya que arqueando una ceja y subiendo una pierna encima de la otra, sentenció hundiendo sus ojos color miel sobre mí, posicionando sus brazos y manos a lo largo de los reposabrazos del sillón de agradable tela rojiza:
-Veo que apenas han habido mejoras desde la última vez que vine. -Su tono de voz continuaba mostrando preocupación pero la suavizaba con maestría sosteniendo una actitud desenfadada. Acariciando la tela con la punta de sus dedos enguantados y revolviendose ligeramente, añadió. -Sin embargo, tu magia parece haberse estabilizado. -Haciendo una breve pausa, me dedicó una dulce sonrisa, aún continuando con su frente arrugada. -Eso es lo que más importa ahora pues lamento recordarte que tenemos un asunto por terminar. -
Tragué saliva al recordar a la siniestra criatura que sería conocida como Sombra y entrelazando mis dedos repliqué:
-Hablamos de Sombra. -
-Así es Clow, celebro que lo recuerdes. -Sería la confirmación que Symond me daría. Su timbre de voz se tornaría algo sombrío, posiblemente porque él estaba más al loro de los actos cometidos por la fugitiva criatura mágica. -Debes atraparla antes de que recupere todo el poder que Luz logró disminuirle. -Me recomendó tajante.
No hizo falta que dijese nada más pues tanto él como yo mismo, sabíamos lo que ocurriría cuando alcanzanse todo su poder. Se las ingeniaría para dar conmigo nuevamente para acabar conmigo. Lanzándole una mirada que pretendía estar llena de determinación, lance la pregunta que Symond ya se habría podido suponer:
-Bien, ¿y cuando consideras correcto que lo haga? -
El muy sinverguenza rompería a reír y apoyando parte de su rostro contra su puño izquierdo, respondió alzando ambas cejas:
-¿Tú qué crees? Está noche, reúnete conmigo a las afueras de la ciudad, sin falta. -


(Yue)


Siendo capaz de percibir como mio el desasosiego que tras su aparente tranquilidad empezó a poseer al Amo Clow, dejando la caja con todas las piezas y el tablero en la mesa, le rogué acompañarle. ¡Kerberus y yo eramos sus guardianes! Ya no habría quien nos quitase esa idea de nuestras cabecitas pues habíamos comprobado recientemente lo mucho que nos necesitaba, a pesar de que él no se diese tanta cuenta. Su negativa fue contundente.
-¡No! -Gritaría sobresaltándome al golpear con intensidad uno de los reposabrazos.
-Pero... -Traté de convencerle sin embargo Symond meneando su cabeza me indicaría que en esas circunstancias no era buena idea.
Apretando los puños y arrugando la frente, callaría al instante de haber posado mis ojos sobre el mago pelirrojo. No era recomendable enfurecerlo en tan delicado estado me recordaría antes de salir del salón, colocando sus manos cubiertas por la suave tela de sus elegantes guantes color pardo. Ejercí mayor presión en mis puños, tanta que llegaron a dolerme las manos al rato siguiente. Como deseé que esas manos fuesen las de mi amo y creador. El inquieto Kerberus, en cambio, se dejó acariciar juguetón, lamiéndole cada vez que sus manos pasaban cerca de su boca. Cada vez que el preocupado león de dorado pelaje le preguntaba por el Amo Clow, el mago solía responderle lo mismo:
-Nuestro Clow sólo necesita tiempo. Seguid cuidando de él. -
Misión que cada vez nos costaba más de realizar. Eramos niños, niños que comenzaban a cansarse de obrar el papel de silenciosos y colaboradores cuidadores más mi hermano Kerberus llevandose una mano a su peludo y revuelto pecho con voz solemne prometía ejercer esa misión hasta el final pero pequeñas lagrimas estropeaban la digna imagen que deseaba mostrar. Symond que también notaba sus fuerzas flaquear lo abrazaba provocando que el arrogante felino se disgustará.
-¡Súeltame! -Rugía entre sollozos. -¡Estoy bien! -
Pero no lo estaba. Ni él ni Ama Bianca ni yo. Todos, por mucho que nos esforzasemos en continuar nuestro día a día nos era muy difícil. Nuestro temor a perder a nuestro amo y creador o que ya nunca más nos demostrase como antes hacía apreció seguía en nuestros corazones como un trozo de astilla caido al sacarla. Me convencí más y más de ello al ver a mi hermano, el fuerte y despreocupado Kerberus, echarse a llorar de manera así de desmorizadora. Kerberus no era de esos que se ponen a llorar con poco y por eso me llamaba la atención verlo tan destrozado como yo. En el transcurso del día, como a la hora de comer, sentados cada uno en nuestro lugar correspondiente excepto Kerberus, para su perceptible enojo, nadie decía palabra lo que convertía la comida en un acto bastante funebre. Los ojos de cada uno se cruzaban fugaces pero en ninguno se podría encontrar señal de dicha. Eramos como dos extraños que se limitaban a masticar y tragar llenandose así ese vacío del traqueteo de los plateados cubiertos al rozar brevemente los platos. Si no hubiese sido por alguna intentona por parte de la ama Bianca, ningún presente se hubiese dignado a abrir la boca ni para soltar un mal chiste.
-Amo Clow, apenas ha degustado la carne. ¿No era de su agrado? -Querría saber un pelín temerosa la ama Bianca al ir a recoger los platos correspondientes a la segunda parte de la comida, anterior a los postres que tanto adoraba Kerberus. Éste apoyaría su rostro sutilmente girado hacía ella y respondería tras un suspiro:
-Claro que lo era más me temo que era una porción excesiva para mí. -
Aquello nos dejó bastante perplejos ya que el Amo Clow y Symond eran los hombres con mejor estomago que conocíamos pero a lo mejor eso era debido a que siempre andaban gastando mucha energía y necesitaban un buen alimento. A menudo le comentaban a Kerberus que poseía el hambre de ambos multiplicado.
-Si Ud lo dice. -Musitaría ella encogiéndose de hombros con los platos sostenidos entre sus manos antes de irse. No deseaba contradecir a su señor pues eso sería una grave falta como sirvienta que era pero sentía que era extraño y que comentarselo hubiese sido más correcto.
-¡Jo! -Exclamaría el tragón de Kerberus corriendo hacía la mesa, cubierta por un mantel de claro color a juego con la servilletas de tela, para comunicar su egoista idea. -¡Me lo podía haber comido yo! -
El amo Clow sencillamente alzó ambas cejas igual de negras que sus cabellos pero no dijo nada. Suspirante abandonaría su puesto en la cocina provocando que Kerberus, manteniendose en pie lo mejor posible, y yo nos devolviesemos miradas entristecidas. Antes el amo Clow hubiese reido y bromeado con Kerberus pero todo lo que nos otorgaba era silencio. Recorriendo el que se había convertido en nuestro dormitorio resoplando mi hermano y compañero no cesaría de exponer su frustración una vez más como si con decir todo lo que le pasaba por la cabeza fuese a servir de algo. La ama Bianca le había aconsejado no darle demasiadas vueltas a la situación preocupada por él. Hinchando sus carrillos cual niño humano entrecerrando los ojos, detenía su paseo sin rumbo al entreverla pararse con las manos cerradas apoyadas sobre sus caderas y alzando una ceja bajo su liso y alineado flequillo azabache le miraba reprochante.
-Kerberus, ¿cuántas veces he de decirle que no haga eso? -Le preguntó con voz que pretendía ser autoritaria pero que a causa de la angustía se quebraba fácilmente. -No es bueno para Ud. -
-¡Ya lo sé! -Bociferó él agachando con violencia la cabeza. -Pero no puedo dejar de hacerlo. -Reconoció ligeramente avergonzado después de moverla como si tratase de espantar alguna pesada mosca de ella o como hacía cada vez que se mojaba.
La ama Bianca caminaría hacía él y puesta de rodillas ante él, arrugando la frente y tomando una de sus patas delenteras, le dijo con voz temblorosa:
-Es comprensible, tesoro, pero ese no es el modo de llevar esto. -Le recordaría pues a veces se te podía olvidar o el desasosiego de tu corazón te impulsaba a actuar así. -Yo sé que eres muy fuerte, demuestra que esa fuerza no sólo es fisíca. -
Mi hermano Kerberus, el león dorado, la bestia guardiana lanzaría una mirada de resignación arrugando la frente y por primera vez en su vida, titubeante diría:
-No lo soy tanto... -Soltando la mano de la ama Bianca y retrocediendo agregaría, en voz bajita. -Me gusta hacer pensar a la gente que lo soy, especialmente a Yue. -Y se encaminaría hacía su cestita para quedarse dentro de ella, panza arriba totalmente arrepentido de haber confesado algo así.
La ama Bianca dirigió entonces sus ojos color aguamarina hacía mí y mostrándome la sonrisa más tierna me plantearía con voz cariñosa probar a realizar alguna actividad que nos distrajese a ambos. Posicionándose a mi lado, desmesuradamente cerca, compitiría conmigo a la hora de plasmar animales u objetos en blancos papeles extendidos en el suelo delante de nosotros. Tuve que admitir que me pareció atrayente la manera en que ella realizaba cada animal. Consciente de que mis ojos no se despegaban de ella, sutilmente ruborizada pues no se consideraba muy talentosa, procuraba no desconcentrarse pensando tan sólo en el animal a dibujar. Sonreía de cuando en cuando al verme por el rabillo del ojo así de pendiente, sujetando mi trozo de oscuro carboncillo entre mis agrisados dedos. Sin embargo el Amo Clow lo hacía mejor que ella y así se lo repetía de vez en cuando. Parándose sin avisar, me miraba abriendo exageradamente la boca y al cerrarla para comenzar a hablar sosteniendo una ceja levantada decía:
-¿Está seguro? Veamos pues que tal se le da a Ud. ¡Si me supera, obligaremos al Amo Clow a que le haga un dibujo como premio! -
Al instante de oír semejante ocurrencia, me sonrojé empezando a balbucear agarrando con mayor intensidad el carboncillo de cuadrada forma. Por mucho que me esforzase sabía que nuestro amo y creador no estaría de humor para hacer algo así aunque lo que le tenía ocupado tampoco fuese una gran tarea. Ella me lanzaría una pícara mirada y exclamaría acallando mis balbuceantes dudas:
-¡Sólo si me superas! -
Era grande el pavor que me provocaba que el Amo Clow se disgustase conmigo pero eran mucho más grandes las ganas de verlo aún usando excusas tan estúpidas por lo que respiré hondo y sujetando con mi mano izquierda el blanco y ligero papel, procedí a dibujar con toda mi ilusión y gracia el animal que la gente siempre solía considerar como más bello. Notar a la sorprendida ama Bianca encima mio conteniendo el aliento fue como una prueba de esas que decía Clow Dios pone para comprobar si eres paciente o no pues me resultaba realmente desagradable su sutil roce de telas azul oscuro y además su respiración era para mí como el zumbido de un mosquito. Algo que me tensó bastante hasta que finalicé mi intento. Al inesperado abrazo que me dió, no conseguí mentalizarme y cerrando los puños ejercería presión para acabar apartado de ella al caer de medio lado al suelo. Cubriéndose la boca con las manos, a pocos centímetros de mí querría saber si estaba bien. ¡Y lo estaba! Quizás se me haría un chichón pero nada más. Me incorporé y pusé en pie sólo cuidadoso de no romper los dibujos y esperaría a que ella también se pusiese en marcha. Estoy seguro de que Kerberus había visto la escena pero tampoco encontraba fuerzas o ganas para regañarme como en otras ocasiones. Dormir era la actividad a la que más se aferraba.
-Es lo único de lo que me gusta que puedo hacer sin molestar a nadie. -Argumentaba preparando una posición confortable.
La ama Bianca abrería la puerta con cautela ya que el Amo Clow podía estar traspuesto. En silencio, paso a paso, nos iríamos moviendo por el oscuro salón hasta que yo quedase a pocos pasos del Amo Clow. No dormía pues al instante se sentaría de una manera más apropiada colocando su espalda bien recta sobre el respaldo y subiendo una pierna sobre la otra con esa elegancia que tanto me maravillaba mientras apoyaba sutilmente su rostro sobre el dorso ligeramente doblado de su mano izquierda pero su sonrisa no era como las de antes y sus ojos emitían una luz difusa. Esos pequeños detalles me ponían un poco triste porque presentía como nuestro amo y creador nunca llegaría a ser el mismo del todo.
-Ten padre, son para Ud. La ama Bianca y yo los hemos hecho y yo deseo regalárselos. -Logré decirle con voz un poco entrecortada gracias al corte que me venía. Una sensación que se apoderaba de uno y lo hacía bastante torpe.
Tomando mi dibujo y el de la ama Bianca observaría en silencio cada uno.
-Ambos están bastante bien. -Comentaría al cabo de un insoportable momento. -Pero no merezco algo tan bonito, mi ángel. -
Sus palabras y como fueron pronunciadas me partieron el corazón. Bufando por la nariz intenté que la congoja se materializase en millones de lagrimas. Pasando mis azulados ojos de los papeles a su rostro, traté de pedirle un motivo para rechazar mi esmerado dibujo. Su respuesta fue más desgarradora, si eso era posible. Él sentía que no merecía nada bueno o hermoso aunque se lo diesemos personas muy apreciadas como si fuese un monstruo o una persona despreciable. ¡Él no era despreciable! Quisé decírselo pero la desazón me lo haría complicado por lo que así quedó la cosa pero para posterior sorpresa algo en su mente debió de nacer, algo que le ayudó a atrapar a la sombra que le perturbaba.


(Clow Reed)


Como Symond me señaló behemente, cuando el sol empezaba a descender del cielo como un cansado rey que desocupa su trono para dar paso a la luna o simplemente a la noche, tapiz azul marino que se torna negro a medida que el tiempo trascurre, salí de mi hogar para concluir ese asuntillo pendiente. Lo que Symond me habría ido trasmitiendo a lo largo del trayecto me pondría los pelos de punta sin embargo al principio no me causó tanta alarma ya que ese ser sólo robaba sombras pero el golpe en la cabeza que mi buen amigo y resabiado mago me dió antes de soltarme un buen rapapolvo me ayudó a tomarmelo más seriamente.
-¡Quieres hacer el favor de darle la gravedad que el asunto requiere! -Gritaría agitando a continuación la cabeza recíen golpeado yo, un paso delante mio. Su corto cabello parecía castaño en vez de anaranjado, como en verdad era, gracias a la oscuridad de la noche. -Mira, esa cosa hará lo que sea para matarte, ¿quieres que lo consiga? -Me cuestionó tras un profundo suspiro.
-No... -Respondí apartando la mirada. Symond notó mi indecisición y agitándome rabioso insistió:
-¡En serio, Clow! ¿Quieres morir de manera tan patetica? Sin pelear si quiera por tu vida. -
Luego soltándome se alejaría para tantear el terreno colocando una mano sobre su ancha y arrugada frente. Consiguió que me sintiese más miserable de lo que ya me sentía pues él rezumaba vitalidad y deseos de vivir y yo, yo era una sombra de lo que había sido. Frunciendo los labios aguanté lo mejor posible todo lo que me soltaba. Estaría cansado de esperar una recuperación, un resurgir del antiguo Clow, como todos mis seres queridos vivos. Sentándose en el suelo repleto de barro y piedras de variados tamaños y formas menearía la cabeza, alzada ésta hacía el cielo de infinito negro y rascándose la nariz me indicaría imitarle. Sonriente, como si no hubiese habido ningún problema entre nosotros, sacaría una botella de cristal de algún bolsillo interno cuyo tamaño no era ni muy grande ni demasiado pequeño y abriéndola exclamaría:
-¡A la mierda! Estoy seguro que en cuento atrapemos a esa cosa, todo se arreglará. -
El trago que le pegó fue enorme hasta caer de espaldas al suelo con una amplía sonrisa. No tenía intención de reírme pero ¡Caramba! Era un bufón extraordinario, levándome, ligeramente inclinado caminé hacía él en busca de una confirmación de que el golpe no había sido muy dañino. Justo cuando estaba ante él nuestro adversario nos sorprendió. Symond pestañeó y de inmediato se incorporó girando la cabeza hacía la tenebrosa figura parada entre los árboles. Escudriñé mis ojos ya que era muy difícil distinguirla en una zona tan oscura del bosque. alargando lo que parecían sus invisibles brazos bajo las ropas de tenebroso color que la cubrían avanzó hasta nosotros como deseosa también de dar fin a lo que nos había reunido. Mi amigo y ágil mago se alejaría de ella casi de un salto prodigioso hacía atrás, veloz como si el contacto con ese ser surgido de la oscuridad pudiese hacerle desvanecer. Por sus movimientos dedujé que sólo uno de nosotros dos le interesaba realmente y Symond no era ese afortunado. Manteniendo todo el momento la distancia lo contemplaba sutilmente extrañado. ¿De verdad había creado yo una criatura mágica así? Aquello me perturbaba y creo que ella lo sabía ya que parecía ladear un poco su cabeza toda cubierta por una capucha que no permitía entrever ni sus ojos, si es que tenía ojos. Symond, mucho más tenso que yo, me dirigía una mirada de perplejidad mientras mantenía sus manos listas para crear cualquier ataque que nos fuese útil.
...Esperaba más... De tu parte... Será una muerte sencilla pues...
Una inusual voz me sobresaltaría, fina pero escalofriante, cuyo dueño no reconocí pero pudé figurarme que sería un anuncio curioso por parte de la sombra de que se había cansado de mi inactividad ya que al instante siguiente una especie de agudísimo chillido sería emitido mientras ella o sus telas se abrían y extendian a los lados como dos puertas que dan paso a una espesa negrura que iría creciendo al ir llegando un sin fín de sombras sobrevolando esa zona del bosque, rozandonos. Lo bueno era que conocía la única energía a usar contra ella, lo malo era que en plena noche convocar a Luz sería muy llamativo pues en toda esa sección del bosque la luz que saldría sería tan potente que daría la impresión de haberse hecho de día antes de tiempo. El chillido se intensificó y esa oscuridad procedería a arrastrarnos hacía ella. ¡La sensación de que grandes tentaculos helados nos aprisionaban fue lo peor! Más, concentrandome en materializar mi dorado y solido bacúlo y tomandolo como único soporte agarrandolo con ambas manos, cerrando los ojos y apretando los dientes con violencia continué buscando ese punto de luz que nos pudiese ayudar a vencerla pero sin traer a una muchedumbre de ciudadanos y pueblerinos deseosos de condenarnos nuevamente. Entreabriendo un poco mis azulados ojos tras mis gafas en la punta de mi nariz, vería unas cuantas luciernagas rodearnos logrando así cortar los oscuros tramos que nos estaban envolviendo a fin de llevarnos hacía el interior del enemigo. Symond las debía de haber llamado pues no cesaba de gritar palabras incomprensibles hasta que su voz se quebró y las luminosas criaturas se dispersaron. A mí, sinceramente, vivir o morir en aquel momento no me importaba mucho pero ser tragado por esa cosa no era la muerte que tenía pensada y menos si conllevaba traer un acompañante que no la merecía por lo que grité:
-¡Bella dama luminosa, obedece a tu amo y haz caer sobre nosotros una lluvia de puntitos de luz! -
Mi bacúlo, ganando brillo y calor, pronto reprodujo la figura de diversas esferas luminosas que caerían y rebotarían como regordotas hadas empequeñeciendo a nuestro adversario cuyo chillido se volverían mostruosos quejidos o gemidos de dolor o espanto.
-¡Ahora, bella dama luminosa, obedece a tu amo una vez más y ayudale a reunir esos puntos de luz en uno solo! -Pediría a la servicial y mansa representante de la luz, cuya carta habría desaparecido aunque ella no apareció un breve instante hasta concluir el combate.
Las bolas de luz se juntaron dando lugar a una bola de tamaño mediano que iluminó la distancia que nos separaba de Sombra. Entre jadeos observé como algo en su interior parecía querer tocarla antes de desmayarme pero sostenido por Symond, conseguí abrir una vez más los ojos y formular el hechizo que las sellaría a ambas criaturas mágicas.


"Criatura surgida de la magía,
transfiere tu poder y tu forma a esta carta,
como tu único Amo te lo ordeno"



Y ayudado por Symond, quien sacó dos de las cartas sin figura que componían mi inconclusa baraja, golpeando el dorado bacúlo ambas criaturas mágicas quedaron definitivamente selladas. Para cuando abrí los ojos, de vuelta al mundo de los conscientes, la bellísima Luz y su hermana, fuerza opuesta, Oscuridad junto a Symond se encontraban repartidos a lo largo de la ancha y confortable cama en la que descansé largo tiempo pues entre los tres habían ingeniado un modo de que no volviese a pasar aquello, mediante la creación de otra carta que pudiese nivelar ambas energias aún cayendo yo enfermo de la manera en que lo estaba. Esa carta fue llamada Balanza ya que además de tener unos principios similares a ese objeto, siempre aparecía como ese objeto.


PD: Perdón si está un poco bastante mazacote ... Soy vaga para ir separando otra vez los diálogos del resto de párrafos ^^U

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