viernes, 1 de febrero de 2013

FanFic CROSSOVER Amistades peligrosas




NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Rezo (El monje rojo) y otros personajes conocidos de Slayers son creación exclusiva de Hajime Kanzaka
Clow Reed y otros personajes conocidos de CCS o xxxHolic son creación exclusiva de CLAMP
Viktor sí es mío y todo lo que sufre se me va ocurriendo a mí LOL (Aunque reconozco horrorizada que varios detalles son parecidos a los que puede uno encontrarse en Harry Potter, pues nada, le dio creditos: Harry Potter y su mundo de magia es de J.K Rowling)

^^ FanFic Crossover ^^
WELCOME TO HELL - Circus, Circus
CardCaptor Sakura - xxxHolic
Slayers

(Viktor El Ilusionista)

-A veces me pregunto si de verdad nos ocultas algo tras esa sonrisa boba y esas gafas culo de botella. -Comenzó a bromear una de las equilibristas señalándome con un dedo exhibiendo una sonrisa juguetona en su aniñado rostro.

Me atraganté al instante, lo cual provocó que todos los artistas sentados a nuestro alrededor riesen a carcajadas. Algunos como el grandullón de Gregor incluso golpeaban la mesa, lo que hacía que todos los platos y cubiertos de madera diesen saltitos. Tosiendo hasta lograr expulsar el trozo de alimento que me impedía respirar, avergonzado miré a mi alrededor consciente de su diversión a mí costa.

-Incluso reaccionas como un hombre culpable. -Añadió la joven burlona, saboreando el momento mientras apoyaba sus codos sobre la sencilla mesa de tosca madera sosteniéndose la cara entre las manos. Sus oscuros ojos brillaban como una noche repleta de estrellas y sus cabellos eran suavemente movidos por la sutil brisa de la mañana tardía como lisas cintas doradas.

Gracias a Dios, una estridente voz femenina la hizo parar acompañada de un rotundo golpe en la mesa. Nuestra jefa, la preciosa y temperamental Charlotte estaba detrás de ella dedicándole una mirada dura en sus cautivadores ojos azul celeste. ¡Mi heroína! Levantando su negra ceja derecha, le otorgó esta advertencia:
-Preciosa, no hace más de una semana que acabas de llegar, por tu bien, te aconsejo tengas cuidado con quien bromeas... -

Y después de fulminarla con la mirada, sus ojos se abalanzaron sobre mí. Tragué saliva instintivamente y me limpie la boca mirándola cauteloso.

-Y tú, deja de hacer el idiota. -

Miró al cielo meneando la cabeza y con paso firme retomó su lugar en la alargada mesa. Todos intercambiaron miradas de lastima y alivio menguándose sus risotadas, al no ser ellos los reñidos, volviendo a cargar sus cucharas de espeso puré de patata o troceando su rica aunque dura ración de carne. Sin darme cuenta me convertí largo tiempo en el bufón del reino, probablemente paso necesario de sobrellevar si quería ser aceptado en el Circus Circus. Tragando y cargando la cuchara escuchando de fondo el masticar y el murmullo de mis compañeros suspiré recordando una situación similar vivida hacía tiempo...

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Él era un mago de extraordinarias cualidades sin embargo por algún motivo que ocultaba con desesperación no encajaba. Cuando todo el mundo hablaba esperanzado sobre ese momento del año en que las señoritas y los señores eran emparejados en una ceremonia a fin de continuar preservando nuestro linaje magíco, él simplemente se encogía de hombros y cambiaba de tema. Lo que no le garantizaba ser visto con buenos ojos por nadie excepto por mí, que en esos días me solía irritar el tema ya que mi amada Aura no sería mi emparejada.

-¿A ti no te molesta que cambie de tema? -Me preguntó una vez, echándole lo que se dice coraje pues daba la impresión de ser muy tímido. Negué con la cabeza, dedicándole una sonrisa antes de responder:
-Para nada, es más, te estoy muy agradecido. -

Causando una gran sorpresa en él, que pestañeando se quedó larga rato mirándome con la boca ligeramente abierta hasta que alguien le hizo volver a la tierra bruscamente. ¡Ay! Menudo golpe le dio otro mago en plena cabeza exclamando desdeñoso:
-¡Deja de mirar de ese modo al hermano Elemiah! ¡O le trasmitirás tu rareza! -

Luego mientras el pobre Solis se pasaba las manos por la zona dolorida retorcido, ellos me examinaban con cierta preocupación apoyando su mentón sobre un puño cerrado. Hasta que no hablaba perplejo y molesto por su abusiva actuación no se iban tranquilos. Una actitud nada apropiada para unos individuos hechos y derechos pensé.

-¡Pandilla de trolls! -Exclamé estando ellos bien lejos agachándome para recoger la carpeta de oscuro cuero que se le había caído a su victima al suelo durante el ataque inesperado. Una breve sonrisa se dibujó en su rosado rostro.

-Pero pueden tener razón... -Solis replicó irguiéndose y tomando de entre mis manos su carpeta con la frente arrugada. -Y aunque eso sería como un milagro para mí, estaría mal, muy mal. -Agregó serio antes de irse sin decir palabra. Encogiéndome de hombros no le quité la vista de encima hasta que su figura se fundió con el oscuro espacio que daba a una de los departamentos para los magos de nuestro rango con el ceño fruncido.

Le gustaba como le había gustado el señor Goldman, aquel al que le debíamos la vida, por citar algo. Ahí residía parte de su secreto.

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Aunque halle algo de reconforte al decirme a mí mismo que una homosexualidad bien escondida no sería origen de las burlas de mis nuevos compañeros y con el tiempo, grandes amistades.

-Puede que Charlotte te llame idiota pero se enoja bastante cuando alguién se mete contigo. -Observó un corpulento hombre, de pelo en pecho bajo su estrecha camiseta, limpiándose a continuación la boca con la mano y luego recogiendo sus utensilios y el plato vacío.

Lo que implicaba que a pesar de todo, si ella, nuestra jefa, se adjudicaba ese derecho prohibiéndose a los demás es que le agradaba resultando un paso de gran valor para ser aceptado. Sólo había que esperar y demostrar lo portentoso que podía ser además de gracioso.

(Mago Clow)

Me quede sin habla...
¿Estaba recibiendo tanta amabilidad porque era considerado un igual? O sea, ¿otro mago negro? Aquello no podía ser posible. Pestañeando retiré mi mano de la suya, de igual tono pálido a la mía pero con largos dedos enjoyados por gruesos anillos de plateado elemento y gemas de vistosos colores de tamaño considerable frunciendo el ceño instintivamente mientras le observa con ojos renovados. En cuento el Maestro Ain Hagen retomó sus asuntos, lancé una mirada fulminante a Symond, que sonreía satisfecho.

-¡¿Cómo te has atrevido a presentarme como un mago negro?! -Estallé acercándome apresurado hacía él con un dedo acusador.

-Pues porque si fuiste capaz de crear Servus, es que dominas esa magia... -Respondió él encogiéndose de hombros con expresión de inocencia, rejuveneciéndose su rostro como si las finas hebras grises que habían comenzado a aparecer por pequeñas zonas de su anaranjado cabello no significasen nada. -Además, el uso responsable de la magia negra no es malo. Ya te lo dije. -Me recordó sonriendo mientras me colocaba una amistosa mano sobre uno de mis tensos hombros, a causa de la crispación. -Y te vendrá bien entrar en el mundillo. -Concluyó levantando ambas cejas consiguiendo que mi crispación se trasformase en resignación pues el asunto que me había traído hasta ese lugar no era sencillo.

-Está bien. -Resoplé. -Pero recuerda que nunca estaré a favor de su uso. -Le advertí agitando algunas veces el dedo que mantenía señalando. Symond asintió sin dejar de sonreír como un niño ante la demanda de su instructor.

Mis guardianes nos observaron divertidos, devolviéndose miradas de expectación, hasta que les ordené seguirme abandonando así su rincón no muy lejano de donde Symond y yo nos encontrábamos en el extenso  recibidor de esa majestuosa residencia. La cual no tenía nada que envidiar a la que la familia Windson poseía. Aunque siendo sincero, la atmósfera que lo cubría siempre traía unas sensaciones menos agradables o acogedoras.

-Anda, déjame llevarte hasta tu aposento y suaviza tu disgusto. -Escuché a lo lejos la todavía risueña voz de mi amigo druida. En pocos y ligeros pasos se posicionó delante de nosotros.

Como sucedía en la mansión Windson o en tantas otras mansiones, los dormitorios estaban arriba por lo que tras ascender por la larga y ancha escalera cuyos peldaños estaban tapados por una alargada alfombrilla de suave tela a juego con la tela de otros muebles nos encontramos cerca de uno de ellos. Dándome un flojo codazo mientras guiñaba un ojo, el druida pelirrojo comentó:
-En uno de los dormitorios de arriba y todo gracias a mí. -

Como si quisiese hacerme ver que había obrado bien en cada palabra dada sobre mi persona a ese grupo de oscuros individuos. Sin embargo aquello no me animaba, sólo incrementaba mi fatiga por lo que le gruñí desesperado por acomodarme y descansar todo la noche, incluso parte de la mañana siguiente también. No era el único con esos deseos, pues Kerberus aproximado a la puerta, la arañaba con mirada demandante provocando un sonido breve pero chirriante que ponía los pelos de punta al acariciar la sublime madera.

-¡Deja de hacer eso Kerberus! -No podría refrenar el impulso de reprender al gran león Yue. -¡O el Amo Clow podría tener problemas! -

-¡Pues abrid la maldita puerta de una vez! -Rugió Kerberus dando muestras de su álgida impaciencia.

Todos posamos nuestros ojos en Symond, que tosiendo asintió y procedió a encajar la plateada llave correspondiente en la ranura accionando el mecanismo que impedía que cualquiera pudiese acceder al dormitorio. Una sonrisa de agradecimiento se dibujó en mi rostro a medida que nos adentrábamos en la habitación. A pesar de las maravillosas vistas y explicaciones de mi amigo, mis ojos y cuerpo se lanzaron hacía la cama y no hubo quien me moviese de ella, ni siquiera para hacerme entrega de la ropa de noche.
Lo último que oí fueron los sonoros bostezos de Kerberus acomodándose en el suelo junto a Yue.

(Rezo El monje rojo)

-Es de lo que no hay, Monje rojo. -Murmuró McKind emitiendo un ruidito que interpreté como de aprobación aunque sus palabras fuesen toscas y la mayoría del tiempo burlonas para un joven. -Pero si está decidido, le llevaré hasta mis amigos. -

-Se lo agradezco mucho. -Le dije y ambos dimos por terminada la charla.

A pesar de que mi buen juicio me indicaba que no era buena idea proseguir con tal asunto, algo desde lo más oscuro y profundo de mi desesperado ser me impulsaba a ello. Al fin y al cabo no era el primero en probar suerte con esa clase de magia tan... Experimental. Caminando junto a McKind, le iba escuchando comentar las ventajas de formar parte de una Asociación de Hechiceros pero para mí era mucho más ventajoso albergar buenas y fiables amistades como él. Idea que le provocaba risa. Sus carcajadas se alzaron sobre el molesto y siempre aturdidor barullo al recorrer calles más concurridas, repletas de vendedores de estridentes voces y variado grupo de personas adquiriendo objetos de toda índole, desde pesados materiales que producían sonidos sordos a ligeros y delicados que pasaban cuales plumas llevadas por el viento. Afinando mucho mis sentidos logré saber que el trayecto acababa allí. Aún sabiendo que girar la cabeza no me ofrecería una idea más clara de nuestra situación, lo hice un tanto desorientado.

-¿Es aquí? -Quise asegurarme. McKind me dió una vaga afirmación. -¿Por qué precisamente aquí? -Resoplé sintiéndome frustrado.

-Porque es un lugar seguro en el que reunirse. -Me respondió una voz desconocida, sobresaltándome dada su proximidad. -Monje rojo. -Agregó agregando una vaga risa.

Reconozco que me dio escalofríos pero ya no había marcha atrás...










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