domingo, 9 de mayo de 2010

LLUEVE SOBRE LA CIUDAD



Ahí estabamos, quietos, sin decir ni una sola palabra, contemplando la lluvia caer. Gotas que iban deformando la figura los edificios. Ninguno de nosotros parecía dispuesto a querer hacer nada, nos limitabamos a mirar o bien a la ventana o bien al suelo. No parecía un día muy animado, a ninguno se nos ocurría nada interesante que hacer los días lluviosos. Quizás, estabamos tan apáticos aquel día porque hacía tantísimos años que no nos veiamos. El único afortunado parecía ser Gustav, ciego pero con buena posición social pues era de los pocos con ropa decente, más que decente, con categoria. Era una situación incomoda, ya no eramos aquellos chiquillos que temían y amaban al mismo tipo. Ya no teníamos conexión y la poca que tuvimos era tán dolorosa de recordar. El silencio era insoportable, sobretodo para Gustav. Gustav era el más joven y desde luego el más sensible, nos había cogido tanto cariño a todos, eramos como los hermanos que nunca tuvo. Suspiró y fue el valiente que rompió el hielo aquella lluviosa tarde:

-Tiene gracia que volvamos a encontrarnos despúes de taanto tiempo aquí, en la casa de Blackfield. Está igual que cuando él vivía...

-¡Calla! No quiero ni oir su jodido nombre. -Gritó amenazante Crow, el picáro ladrón callejero pelirrojo que siempre había tenido un gran deleite por las cosas brillantes. Parecía que los años no le había tratado bien o simplemente parecía el más traumatizado. Sus ropas estaba gastadas y en su cara ya no había rastro de aquel pilluelo. Yo, que también me ví metido en toda clase de situaciones indeseadas pero necesarias podía comprender lo molesto y fuera de lugar que se encontraba Crow y para colmo de males, con la de peleas que tuvo con Blackfield, lo último que habría deseado era encontrarse con nosotros en este lugar. Un lugar lleno de recuerdos agridulces, muy agridulces. Por eso en vez de meter más leña al fuego, le mire y él avergonzado, calló. Nunca he sabido por qué pero Crow, a pesar de ser mayor que yo, siempre me ha obedecido como si fuese yo el mayor y él el pequeño. W nos miraba fijamente sin decir palabra. W era tán timido, parecía una chica. Siempre con el pelo muy largo y con vestidos horrorosos, desde bien chiquito le obligaban a comportarse como tal. En aquel momento, W era la chica, la chica asustada de tanto psicopata. Todo era tan jodido, cualquier cosa que dijesemos sería peligroso. Crow era el más afectado, pero era obvio que estabamos allí por alguna razón. Conque respiré hondo y comencé a hablar. Todos posaron sus ojos sobre mí:

-Cierto que es ironico que nos encontremos aquí, en esta casa llena de dolorosos recuerdos, recuerdos que jamás se iran y que al estar aquí han vuelto a nuestra mente una vez más pero eso no es motivo para dejarnos llevar y hacer algo que luego podríamos lamentar. Sí estamos aquí, sea por el motivo que sea, deberíamos aprovecharlo y cambiar esos malos recuerdos por buenos recuerdos o ¿acaso no recordais nada bueno? Yo recuerdo que al principio todos creimos que W era una niña y en realidad era un niño. Fue graciosísimo...

-Yo recuerdo que Crow y tú, M, erais fuisteis los primeros amigos que tuve de niño. -Dijó W emocionado. -Y aunque a veces os burlaraís de mí, no me importaba tanto porque erais mis amigos.

Poco a poco la situación fue mejorando, aún llovía pero nosotros estabamos empezando a animarnos. Vinieron a nuestras cabezas recuerdos maravillosos, recuerdos que dentro de lo malo, eran buenos. De repente, todos pensamos en Maria, nuestra Maria. La única chica que había en nuestro particular grupito. Maria, sus largos y ondulados cabellos, su piel de terciopelo y sus ojos, sus preciosos ojos...

-Gustav, ¿tu sabes algo sobre Maria? -Preguntó W hacíendo circulos con el dedo en el suelo.

-No... La última vez que estuve con ella, tenía quince años y era cuando montaba a caballo. -Contestó él, encogiendose de hombros.

-¿Ya no montas? -Pregunté yo, sorprendido. Gustav, a pesar de ser ciego, era un gran jinete. Extraño pero maravilloso. Gustav y su caballo, perla gris, tenían tal conexión que la vista no era necesaria. Gustav, suspiró triste y me contestó:

-No, sacrificaron a Perla Gris.

-M, si no recuerdo mal tu eras un chiquillo de la calle como yo, ¿Cómo esque luces tan elegante? -Me preguntó Crow mirandome de arriba a abajo. Yo, le respondí con una sonrisa traviesa:

-Esto, amigo mio, se consigue tras años y años de trabajo en el Midnight Cabaret.

Crow no se lo pudó creer, mejor dicho, no se lo quisó creer pues eso significaba que vendí mi cuerpo y mi alma a muchisímos más tipejos. Crow, a diferencia de mí, no vió venir lo que le esperaba con Blackfield pero yo, bueno, veía a las chicas entrar y salir semidesnudas o con toda clase de hombres, la mayoria tipejos horribles, así que cuando Blackfield habló con Jack N, cuando Blackfield me solicitó, acepté. De todos los tipos como él que te pudieses encontrar, al menos él, tenía clase. Supongo que por eso, he conseguido lo que he conseguido y supongo que por eso lo sobrellevo mejor que él. Crow dió una patada al aire y se pusó a gritar:

-¡Joder M, con todo lo que nos hizo! ¡Sobretodo a nosotros!

-Cierto, Blackfield tenía amor para todos, pero por el que se volvía realmente loco era por mí. -Me sinceré.
Dolía, dolía mucho pero hacía tanto de aquello, al fin y al cabo yo conseguí ciertos privilegios. Blackfield me traía cosas que jamás habría podido tener por mí mismo en aquella epoca, Blackfield me llevaba a montar a caballo y Blackfield me llevó con él a sus reuniones como Grotesko. Blackfield me trataba como a un amante y puesto que yo había asumido y aceptado ese rol, debeía complacerle. Stephen, Pyro, si sería capaz de entenderlo aunque tampoco le gustase admitirlo pero por lo visto Crow, un ladronzuelo no. Bueno ni Maria ni Gustav. W, qué por donde vivía de niño tampoco era un ambiente muy sano mentalmente, lo llevaba bastante bien. Él ya lo había esperimentado pero más a lo bruto. LaFlamme solía decir que para lo espantoso que era lo que nos hacía que hermoso lo hacía parecer. La que iba a ser su mujer sentía envidia incluso. Por eso, un día no pudó aguantarlo más y lo gritó a los cuatro vientos. Desde ese día no volvimos a estar juntos y mucho menos Blackfield con nosotros. Se enfadó muchísimo con la que iba a ser su mujer, la echó de la casa y se encerró. Al único que logró encontrar fue a mí aunque ya estaba en un estado bastante negativo. Crow le odia y yo debería odiarle pero creo que no sé. Me he vuelto frio y vacio con el tiempo.

-Entonces... ¿Qué eramos para él? -Me preguntó Crow, realmente eso le dejó bien jodido. Seguramente en la cabeza de Crow se formó una idea bastante erronea de lo que era amor y de lo que era sexo. Blackfield era tan romantico, se parecía bastante a los escritores que admiraba. Crow me lanzó toda clase de preguntas, parecía querer que yo le ayudase a resolver esa bola de lana que se enmarañó en su joven cabecita. Puesto que yo no era ni soy quien para responder a semejantes preguntas, R podría pues es psiquiatra, me limité a sonreirle como una madre sonrie a su hijo cuando su amado retoño se ha caido o se ha equivocado, con ternura. Por fin dejó de llover y puesto que estar allí con un Crow descontrolado, dolido y dispuesto a dar respuestas a sus preguntas fuese como fuese. Decidí irme. W me siguió inmediatamente y Gustav, Gustav también pues parecía asustado. Ahora mismo no recuerdo bien porque acabamos allí aquella tarde, quizás cuando empezó a llover, nos pareció un buen refugio, entramos y ¡tadáa! Los niños de Blackfield se vuelven a reunir en su mismísima y abandonada casa.

1 comentario:

VonHellstaker dijo...

A veces así puede dar vueltas la vida y acabar donde habías empezado