viernes, 14 de mayo de 2010

TODA LA VERDAD

-¡Estoy harta! ¡Ya no puedo más! -Gritó la señorita Juliette. Su barbilla temblaba y sus ojos parecían estar a punto de soltar un torrente de lagrimas a lo largo de su fina y hermosa cara. -¡Lo que haces no está bien y yo ya me lo he callado demasiado tiempo!
-¿Así? ¿el qué? Yo hago muchas cosas que no están bien vistas. -Le contesto Blackfield burlón. La señorita Juliette enmudeció por unos instantes, pero estaba enfadadísima, no sé atrevía a decirlo pero se lo susurró:
-Ya sabes a lo que me refiero... Esos chiquillos... Tú...
Las palabras salieron torpemente. Blackfield sonrió, parecía disfrutar de aquello.
-Ooh, ya veo, entonces dejaré de escribir cuentos, ¿es eso querida?
-¡No! -Gritó ella y las lagrimas finalmente salieron. -¡Es la manera en que les tratas! ¡Yo soy tu prometida y nunca me has tratado así!
Lo que llevaba tanto tiempo guardandose para sí, salió. Ella desde el primer instante en que le conoció se sintió locamente enamorada de él y cuando su padre le comentó que cuando llegará a su edad casadera le desposarían con él, fue la mayor alegria de su vida pero la cosa no parecía avanzar como debía. Algo poco a poco empezó a apoderarse de ella, al principio celos, ¿y si no la quería porque amaba a otra dama? luego desesperación pues ninguna hipotesis encajaba, bueno alguna que otra amiga ya le advertieron:
-Juliette, amiga mia, Blackfield no es el hombre indicado para tí.
-¿A no? -Siempre contestaba ella tratando de echar a un lado sus dudas.
-Por supuesto, ¿qué clase de caballero ya prometido va al Midnight Cabaret?
Ahí sus amigas tenían gran parte de razón pero al preguntarselo a su prometido y obtener respuestas como:
-Querida, voy a ese lugar porque es el único lugar en el cúal puedo reunirme con otros artistas.
Y en general era así. Artistas como LaFlamme sólo los podías encontrar allí. Blackfield para que Juliette no sospechará se vió obligado a hacer un particular trato con Jack N pues LaFlamme no le permitió usar su casa para satisfacer ese vicio, el peor de todos los que LaFlamme había visto. Al fin y al cabo, la casa en la que vivía Juliette no era suya, era de Blackfield y Blackfield podía dar cobijo a todo aquel que le diese la gana. A Juliette no le importó pues ella no podría concebir hijos, cosas de la naturaleza. Todo habría ido genial si no hubiese sido porque Maria era la hija de la hermana de una de sus amigas. Ahí fue cuando Juliette empezó a tener dudas y dudas y sospechar. Se rumoreaba de los pervertidores de chiquillas pero no de chiquillos, Blackfield se salvó por un pelo. Ahora, Maria estaba muuy bien atendida, tanto por Juliette como por Blackfield. Por fortuna, para él, desde bien joven, siempre había tenido una elocuencia que le siempre le salvó pues ese vicio lo tenía desde hacía tiempo. A Juliette le advertian cada vez de cosas más y más preocupantes sobre su futuro marido pero hasta que ella, por si misma, no lo descubrió, nunca se lo creyó. Estaba educada al viejo modo. La conmoción fue tal que no se atrevía ni siquiera a mencionarselo a Blackfield pero aquél día, el día de San Valentín, sacó fuerzas y llena de rabia comenzó a tirar de la manta. Blackfield la miraba, le sonreía y parecía muy orgulloso de ella, le decía:
-¡Bravo! Por fin has logrado tirarte de cabeza al abismo y como supongo que todos estos años has estado en un continuo sinvivir lleno de dudas y temores, voy a ser sincero contigo. Sí, prefiero mantener relaciones sexuales con ellos.
Las lagrimas cesaron de golpe. La señorita Juliette trató de secarse los ojos, los tenía levemente enrojecidos. Y hacíendo fuerza, preguntó realmente conmociona ante la temida verdad:
-¿Entonces no te intereso?
Blackfield rió, se acercó a ella y le dijó, dulcemente, como si fuese una niña:
-En lo sexual no pero podríamos ser amigos aunque eso conllevaría seguir aguantando este vicio mio.
Juliette se quedó callada. Ya no sabía que hacer o que decir.
LaFlamme era fuerte aunque tampoco le toleraba esa tendencia sexual a Blackfield, eran amigos. Un amigo regañón pero fascinante y que sabía apreciarle a pesar de lo malo. Blackfield sabía que tarde o temprano pasaría por eso no se enfado o pegó a Juliette. Le dijó la verdad lo mejor que pudó y la consoló pues parecía taan enamorada. Sin embargo si no era capaz de aguantar más, tendría que irse. Juliette lo intentó, con toda su alma pero ella no era tan fuerte como LaFlamme. Ella o sentía celos o simplemente sentía repugnancia y eso era normal. LaFlamme al verla un día se lo soltó:
-Te duele, te repugna y en el fondo te da envidia. Te gustaría ser así de deseada pero aún así te esfuerzas para al menos estar junto a él. Como amigo y puesto que llevo más tiempo aguantandolo, te recomiendo que te vayas y rehagas tu vida con otro hombre, uno que no sea pedofilo.
-Cierto, hay ciertas cosas que no puedo aguantar pero el se esfuerza para hacerlas cuando yo no estoy cerca. Se los lleva a un cuarto y cierra la puerta con llave...
-¿Pero de verdad no te rabia como les besa, aunque sólo sea en la mejilla o como los mira? -Le increpó LaFlamme.
Juliette no pudó continuar con la conversación, corrió hacía la casa y lloró amargamente pues LaFlamme tenía razón, sólo llevaba una semana desde que le plantó cara y no se sentía con fuerzas para seguir, ahora totalmente consciente de ello. Se fue pero no se fue como una brisa, que viene y se va sin remover nada. Se fue a casa de su amiga y se lo contó todo y resultó que el marido era uno tipo muuuy importante. Blackfield, con todo el dolor y rabia de su alma, se vió obligado a dejar a cada chiquillo en su lugar. Juliette se esforzó mucho para que revisaran y mejoraran ciertas leyes...

1 comentario:

VonHellstaker dijo...

Dios, que horrible, en verdad creo que se lo tenia mas que merecido Blackfield