sábado, 5 de junio de 2010

DESEO

Era un deseo perverso que se iba volviendo cada vez más y más grande, más intenso y por desgracia, persistente. Lo que al principio comenzó como un sentimiento travieso y curioso, acabo por convertirse en algo tán malsano e incontrolable que acabaría por destruirlo al perder el objeto o en su caso, la persona que le despertaba ese deseo, esa satisfacción, esa necesidad, esa horrible y finalmente decadente obsesión...
Al principio, era sencillo, sólo bastaba una leve mirada ingenua o un simple roce, para satisfacer ese deseo, esa llama apagada tanto tiempo pero poco a poco fue sintiendo que no era suficiente, quería más. Años atrás, sentir eso le aterraba, estaba mal y para colmo, debía centrarse en sus estudios. Encerrado a cal y canto, sólo podía tener unos dulces vistazos a los chicos más jovenes de la escuela pues nunca se llegó a atrever a ir más allá. Soledad, ferrea disciplina y como no, inseguridad, mucha inseguridad. Sin amigos y para nada interesado en las muchachas que en las pocas ocasiones que podía salir coqueteaban con él, le guiñaban un ojo o simplemente le sonreían. Lindas nínfulas como las describía Nabokov pero no lograban cautivarle. A veces se sentía roto. Hay algo que va mal dentro de mí, solía comentar en a su único amigo, otro muchacho particular, que por desgracia estaba lejos, Derek, en sus cartas. Años llenos de dudas, morbida curiosidad sexual y un futuro trabajo aburridísimo hasta que un día lo mandó todo a la mismísima mierda. Comenzó a escribir pues siempre había tenido talento para ello y a frecuentar el ambiente que siempre había deseado frecuentar pero su vida sexual no fue tan satisfactoria, eso que deseaba encontrar no lo hallaba con ninguna muchacha, ni siquiera con las más lascivas, sí, sí, aquellas que solían practicar felaciones sin importarles lo que los demás pudieran pensar luego de ellas. Aunque doloroso, luego no tanto, fue justo lo que el joven Jules necesitaba, al menos fue una valiosa pista, cuando una de esas muchachas, la más joven, tras un coito o semi-coito, frustrada le gritó:
-No volveré a follar contigo, eres... ¡Eres un jodido invertido!
Le dió esa pieza del puzzle necesaria para comenzar a completarlo. ¿Invertido? O sea que las nínfulas no le atraían sino los satiros...
-¡Efectivamente! O bien prefieres compañia masculina o bien yo no soy tán buena como creía, ¡Y yo soy tán buena como las demás o mejor en esto, el sexo es mí arte!
Fue lo último que gritó, lo gritó mientras se iba vistiendo y salió dando un extruendoso portazo dejando a Jules pensativo. Desde luego, aquellas muchachas eran unas autenticas zorras. Deliciosamente preparadas para seducir y así obtener todo lo que quisiesen de un hombre o en su caso, de jovenes y muy desesperados muchachos, ¿cómo él? Fueron unos años duros pero llenos de descubrimientos y lejos de su dominante padre, al menos pudó disfrutar de buena literatura, buena música y buena fuente de inspiración. Duros pero merecidos. Sin embargo, ya, finalmente consciente de la clase de amante que era, no fue hasta que volvió a su tierra, la ciudad donde residían sus padres, no pudó desfogar todo ese tenue deseo, deseo que sólo se avivaba ante jovenes, muy jovenes satiros, satiros de mirada traviesa, actitud alegre o bien pícara con piel aún suave, mejillas levemente rosadas y cabellos desordenados. Satirillos revoltosos, alegres y llenos de ese encanto que sólo los niños tienen.
Y a diferencia, lo cúal siempre le hizo sentirse orgulloso, orgulloso por su atrevimiento y astucia, de Humbert Humbert, aquel personaje que una deseó tener un harem de nínfulas reinadas por su amada Lolita, logró tener su propio y maravilloso harem o como bien indicaba su mejor y más bonito libro infantil, El principe de los gatos, recogío a los seres callejeros más especiales de toda la ciudad. Y al igual que Humbert Humbert, finalmentemente encontró a ese satirillo que sería su preferido, aquel por el cuál sentía una atracción y una pasión incontenible, su deseo por él era una gigantesca llamarada que lo quemaba por dentro y según él, tenía ese algo que lo hacía tan especial que había anhelado y buscando desde que comprendió la clase de sexualidad que tenía.

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