jueves, 17 de junio de 2010

LA PERDIDA MÁS GRANDE

LaFlamme, tuvo dos hijos, eso le destrozó. Al igual que le pasó a Goya, su arte dió un giro de 360 grados, pintaba, pero Díos, que cosas pintaba. Muchos decían que la culpa le desgarraba el alma. Puesto que todo tiene un inicio, el inicio de su fin fue ella, la madre de su hijo, la cúal un día llegó a su casa, un día oscuro, un día que recordaría con amargura. Un día en el que todo su mundo cambio bruscamente, en un momento, Con pocas palabras...
Apenas aún era adulta pero le quedaba poco para serlo. Su figura ya parecía tener bien desarrolladas las caderas y sus senos ya estaban crecidos. Su piel era fina, de esas que se resquebrajan con muy poco y su aún algo aniñado rostro presentaba un aspecto horrible, los ojos, unos ojos de un maravilloso azul cielo, estaban rojos, por sus mejillas no parecía haberse esfumado el rastro de las lagrímas y sus labios, hacía tiempo de tán bonito rojo, estaban levemente rosados. Era una visión fantasmal, de aquella que una vez fue una de las mejores musas de LaFlamme. Lo gracioso, ironico, o simplemente jodido esque apenas habían pasado años. Cuando LaFlamme la vió tán, tán estática, restregandose los ojos con la manga de aquel viejo y seguramente sucio jersey, la recibió inmediatamente, pues aquel día hacía un frio criminal.
-Pasa, no te quedes ahí parada como una maldita farola.
Ella obedientemente pasó al interior sin decir palabra. Sentandose en una polvorienta silla, esperó pacientemente a LaFlamme, aquel que un día fue todo su mundo. Cuando LaFlamme, ciertamente sorprendido, se atrevió a mantenerse unos minutos alejado de sus asuntos para atenderla como debía, ella se levantó y dijó:
-Alexander LaFlamme, nuestro hijo hace poco que ha muerto. Su corazón no pudó dar un latido más y decidió pararse, antes incluso de llegar a la sala de operaciones.
Su voz aunque quebrada por el dolor era suave. Una vez dichó todo aquello se dirijió a la puerta. LaFlamme, una vez asimilada toda aquella información, corrió hacía ella. La agarró y mirandola fijamente dijó:
-¿Y eso qué coño significa?
-Significa que nuestro bebe ha muerto y es todo por tu culpa.
Ella trataba de ser cruel, pero no sonó todo lo cruel que ella quisó sin embargo esas palabras pintuagudas como balas traspasaron toda el alma de LaFlamme. Algo empezó a tambalearse dentro de él, pues no parecía dispuesto a dejar eso así. Ella trataba de abrir la puerta y marcharse pues todo lo que quería de él en aquel momento era eso, el la sujetaba fuertemente, diciendole, casi gritando:
-¿Mi culpa? ¡Ni siquiera sabía que tenías un niño creciendo dentro de tí, nunca, nunca me lo dijiste!
Y como una luz cerpenteante y muy brillante algo lleno su mente. LaFlamme soltó a la muchacha, que abrió la puerta y salió sollozando. Él se quedó sentado, exahusto, sintiendose preso de un deja vú, un deja vú aún más cruel. Con su primer hijo la cosa fue dura pero ella nunca le echó la culpa de la muerte de su bebe, pues fue ella misma la que quisó eliminarlo. Eso le dolió, le dolió mucho pues él deseaba que ese ser que iba creciendo dentro de la que por aquella época fue brevemente su chica naciese. Pero con el segundo fue doble sorpresa, no, tripe. LaFlamme no pudó aguantarlo más, unos meses despúes, trás muchos días encerrado, pintando y agonizando, decidió poner punto y final a su descarriada vida.
A primera vista siempre pareció el Grotesko más solido pero las personas nunca son como te las puedes imaginar. Él desde muuy joven, ya cargaba con un trauma realmente fuerte, la perdida de su queridísima madre. Sangre de su sangre. Lo cúal le provocaría durante muchos años insomnio debido a horribles pesadillas. Pues bien, con la perdida de su primer hijo, esas pesadillas, que plasmaría en sus pinturas, volverían. Siempre se vió obligado a ser un tipo responsable y sano para no acabar en el manicomio, lugar aterrador y para cuidar a su hermano hasta que cumpliese los 18, como minimo de edad responsable. Si a veces resultaba el más directo, era porque así se evitaba dar respuestas más amplías e hirientes. Vivía sólo con su arte o con su hermano. Manson y él se parecían pero a LaFlamme nunca le gustó ese hecho. Manson rechazó a su hijo y sin embargo LaFlamme, muy en el fondo, deseaba tener un hijo, alguien con quien compartir cosas y que a pesar de alguna que otra regañina, siempre le admirase.
"Trás muchos años pintando a gente, a toda clase de gente, me he dado cuenta de algo. Las personas son como los distintos tipos de arte. Algunas tán complejas como el arte abstracto y otras tán hipocritas como el arte clasico, siempre sacando lo mejor y luego resulta que no tienen ni esa belleza ni nada tán bueno."

No hay comentarios: