miércoles, 28 de julio de 2010

FALLEN ANGEL


Le decía que no llorará, que todo iría bien pero en realidad el que estaba a punto de llorar era yo. Tenía tantas ganas, fue y cada vez que lo recuerdo es, horrible. Dentro de la caravana que me habían asignado en Circus Circus, trate de curar sus heridas lo mejor y menos dolorosamente posible. El pobre tenía de todo pero lo que más me cabreó fue las señales de latigazos y cadenas. ¿Qué clase de monstruo podía hacerle eso a un chiquillo?
William, o eso me dijeron aterrados otros chiquillos callejeros. William era de buena familia, de clase alta y criado en las buenas costumbres. Eso me cabreó aún más. Me lo encontré cerca del Midnight Cabaret charlando con Blackfield. Parecía haber cierta tensión en el ambiente. Rojo, color de la sangre, pensé mirando las paredes a cada paso que daba. Ambos dejaron subitamente de hablar, tanto Blackfield como William me miraban fijamente. Los ojos de Blackfield brillaban, como el hecho de encontrarme allí fuese una buena señal, sin embargo en los ojos de William había una chispa de malicia que no me gustó nada.
-Vaya vaya, miren a quien tenemos aquí! ¿Vienes a enseñarnos un poco de magía o simplemente a echarme la bronca?
Efectivamente sabía perfectamente a lo que venía. Supongo que era obvio pues siempre he sido un tipo muy expresivo. No, no podía esconder mi rabia. Encima William estaba la mar de tranquilo. Un monstruo, el monstruo más horrible que he tenido la desagradable oportunidad de conocer.
-Sí, William. ¡He oido cosas horribles sobre tí y tus vicios pero... Pero me he encontrado cara a cara con ello y no pienso aguantarlo más! -Le grité lanzando toda mi ira sobre él, él, ni se inmutó, simplemente dijó:
-Bien, entonces ve a la polícia, con suerte habrá un juicio.
Se estaba riendo de mí y que Blackfield estuviese allí le daba más fuerzas. Nunca he sabido por que, Blackfield y William son duros competidores, pues Blackfield no comparte la filosofía ni metodos de William. Creo que no hace falta decir que cuanto más se reía de mí más me cabreaba. Eso nunca fue bueno. Lo habría matado, en serio, con una sola palabra en aquel mismo momento pero Blackfield, ciertamente asustado o muy suspicaz, se disculpó en nombre de William:
-Victor, te prometo que no volverá a pasar, yo me aseguraré de ello si hace falta, es más, si quieres, te dejaré al cargo de ellos.
Creedme, yo uso toda clase de magía pero Blackfield sabe usar una magía que siempre me deja pasmado, las palabras. Suspiré hondo, Blackfield y yo hicimos un trato:
-Bien, si encuentro algún chiquillo o chiquilla en malas condiciones en la calle. No volvereís a verlo...
-¿No? ¿Acaso lo llevaras de vuelta a algún horrible orfanato de la zona? -Soltó William terriblemente cruel pero lleno de razón.
-Los llevaré conmigo, donde tú, especialmente tú no puedas ni verlos.
Blackfield y yo estrechamos las manos para sellar el trato. William arqueó una ceja. Y me marché, así empezó una batalla sin muchas posibilidades de ganar. A medida que me iba a Circus Circus, me dió por pensar, pensar en ello, en todos aquellos que hacían daño a los niños. Eran, ¡eran muchos! Y encima, Blackfield me caía bien. De todos modos, Blackfield tenía la custodia de aquel chiquillo, M. Gracias a aquello me dí cuenta de por que esa zona era llamada El infierno...

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