domingo, 5 de junio de 2011

WeLcOme To HeLL SECRETOS



Este tipo tán apuesto y con aires de nobleza me pareció muy inspirador así que por ese motivo pongo su imagen con esta historia ^^ Espero que nadie se me eche encima por ese detalle ya que es posible que este tipo existiese pero mi personaje es ficticio ^^'


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):

Tema chungo, tratado con la mayor seriedad y delicadeza posible ya que esta va a ser una historia de las que suelo escribir en la categoria Welcome To Hell. El título de esta serie de historias lo dice todo pero en fin, pues eso, tematica fuerte ^^' Avisados quedais... En primera persona. (me gusta escribir según la perspectiva de cada personaje)


Ahora ya soy un hombre hecho y derecho. Aún sigo sin obtener el aprecio o aprobación de mi padre pero el apoyo por parte de mi tío y todo el amor de mí madre me sostienen como me sostenían cuando era un niño, un niño especial como bien habría dicho Blackfield que vive de un modo especial debido a los diversos retos que ha ido teniendo que superar. Sin embargo aún habiendo logrado tanto, preparado para suceder a mi padre en su grandioso cargo, me siento roto por dentro y para mí tristeza, mis personas más cercanas no consiguen arreglarlo. Probablemente sea porque nunca les he hablado ni de Blackfield ni de Williams ni de los otros niños. Tanto mi madre como mi buen tío decidieron que no hablasemos de ello, tán sólo ante el psicologo infantil. El psicologo fue un individuo muy agradable y siempre me escuchó con gran detalle aunque en su tono de voz más de una vez pude apreciar el desagrado que le producía adentrarse en unos recuerdos tán espantosos. Una vez me preguntó acerca de los otros niños, algo raro pues generalmente uno suele centrarse en el opresor.

-¿Y qué relación mantenias con los otros niños? ¿Llegaste a unir lazos con alguno de ellos? -

-Pues... No sabría decirselo. -Fue mi respuesta. Vivía en un lugar que no sabía identificar, lo cúal convertía la permanente oscuridad en algo terrorifico y hasta que no logré diferenciar las diversas voces, esas voces eran aturdidoras pero poco a poco, supongo, que sí, algo de amistad se formó. Era uno más y además invidente, por lo que era tratado con cuidado por los otros. Haciendo un esfuerzo, rememorando las voces, lograría responderle la segunda pregunta. Se lo describí tal y cómo lo imagine, como mi angel de la guardia. Era al que menos oía pero al que más cerca percibía. Todavía recuerdo como me preparaba para ciertas cosas como el día que muy a pesar del propio Blackfield, Williams a modo de pago por un servicio realizado me escogió. M, cuyo nombre me parece recordar era en realidad Michael, decía que que ese hombre te escogiese era lo peor. Podía lucir tán presentable y encantador como Blackfield pero era mucho más perverso que él en los terrenos carnales. Durante el camino me aferré al brazo de M con todas mis fuerzas, en aquellos momentos me parecía que era al único al que podía aferrarme. Entrando a la mansión de Williams mientras nos moviamos hacía el salón principal, Blackfield le comentaba a M que cuidase de mí. El modo en que se lo exigió me pusó los pelos de punta.

-Mi principe, ya sabes la clase de amante que es Williams, procura que nuestro nuevo amigo obedezca. -Dijo y trás decirlo debió de darle un apasionado beso en los labios pues lo que escuché me recordó bastante a esa clase de besos.

Al entrar, a ambos nos temblaban las piernas pero M, muy metido en su papel, supó controlar su miedo y su verguenza mejor que yo. Sobre un elegante sofá de cuero se encontraban Williams y Blackfield. Como bien me informó M y los otros niños, Williams poseía una voz y unos modales exquisitos pero se podían percibir sus malevolas intenciones. Sus ordenes eran tán concisas como las que bien te daba Blackfield. Para nuestra desgracia como bien comprobé al rehusarme a humillarme, poseía un latigo, que no dudaba en usar si sus mandatos no eran obedecidos. Nos trataba como animales a los que había que domesticar. Como cachorros de alguna fiera. Escuchar el leve crujido que emitian sus dedos al estrujar el latigo me producía un miedo incontenible, el modo de no ganarse un latigazo era simple tan simple como dejarse corromper. Cuando comence a ser desnudado, no pude reprimir las ganas de llorar, así que más de una lagrima fueron recorriendo mi rostro y mis musculos se tensaron. Williams seguramente me dirigió una mirada examinadora, de arriba a abajo y con una desagradable sonrisa, dijo:

-Oh mi escurridizo Blackfield, ¿por qué no me dijiste que tu nuevo amiguito era el hijo del mandamás? -

-Pues porque no lo sabía. -Respondió Blackfield con voz tajante.

A juzgar por el tono que adoptaban al hablar entre ellos no debían de llevarse muy bien, más, ahí estaban, frente a nosotros, disfrutando de sus cachorros. Con voz firme y caballerosa, exclamaría, dirigiendose a nosotros:

-¡Eso pone las cosas mucho más entretenidas! Michael, demuestrale lo talentoso que eres a tán especial invitado. -

A M aquello tampoco debía de agradarle pero trás un rapido vistazo a Blackfield, se dispusó a ello. Apenas me había rozado cuando instintivamente puse mis manos sobre mi sexo. Un sonoro no surgió de mis labios pero al sentirme agarrado sería cuando perdería la compostura. Blackfield ciertamente había ofrecido una solución menos dolorosa pero no iba a detener aquello. Agarrado por las muñecas por alguien, otro chico deducí, M pudó ejecutar la orden dada. Me moría de verguenza, jamás me había mostrado sin ropa a otra gente, sólo a mi madre y a la señorita encargada de cuidarme. Para mayor verguenza, estaba tocando y chupando mi sexo como lo hacen las prostitutas. Al pasar un rato se detuvo y se lo sacó de la boca, una sustancia calida comenzó a salir de él. A orden de Williams, M abrió la boca y esa sustancia cayó en el interior de su boca. La situación se volvería nauseabonda cuando le obligase a tragarsela.

-¿Qué te ha parecido? -Me preguntó con tono burlón. -¿Serías capaz de hacerselo? -

Negué con la cabeza y otra serie de gritos y sollozos salieron de mi boca porque ese no no contaba para nada. Quien me agarraba me obligó a ponerme en una postura en la que pudiese lamer o tocar el sexo de M. Yo seguí llorando hasta que ese chico me abofeteó y con voz muy bajita me dijó:

-No seas tonto. Sólo lamelo un rato, como si fuese un helado. -

Su consejo me dejó perplejo pero eso hice. El me ayudó a colocar mis dedos sobre ello. Tenía una forma más parecida a una seta que a un helado de cucurucho pero me esforcé en pensar en la parte que iba a lamer. A diferencia de la fria bola que poseía esa clase de helados, la superficie que lamía no poseía grumos. Justo en el momento en que mis lameteos comenzaban a surtir efecto, Williams nos interrumpió.

-Vaya vaya, lo haces mejor de lo que pensaba. -Diría con la intención de experimentar en carne propia mi talentosa lengua.

Ya podeis imaginar mi reacción. Le supliqué que no me obligase a repitirlo pero no fui escuchado. Cuando se desabrochó los pantalones, lo supé. Me obligó no sólo a lamerla, me obligó a metermela en la boca e incluso a chuparle algo más. Eyaculó sobre mí manchandome con aquella sustancia calida y brumosa pero aquello no iba a finalizar así, el quería algo más. Blackfield se lo figuró enseguida con tal sólo oirle decirme que me diese la vuelta.

-¡Creo que esto ya es suficiente! -Exclamaría levantandose.

Williams podría haber insistido pero con una caballerosidad impropia de un monstruo como él, suspirando, guardandose su sexo y abrochandose de nuevo los pantalones, dió el asunto por finalizado.

Es algo que ya no podré olvidar, podré superarlo pero creedme, jamás se desvanecerá de mi mente. Ni de la de los otros niños. En la mansión de Blackfield, sientiendose culpable, haría lo imposible por consolarme. Llegué llorando, demandando ver a mi madre. M y los otros al escucharme, probablemente también se sintiesen con ese deseo pero no podía ser porque no tenían madre a la acudir.






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