sábado, 26 de marzo de 2011

FanFic Slayers RED GLUTTONY VII


Maravilloso dibujo realizado por AmberPalette de Rezo y Zelgadiss ^^ Es cierto que ambos, sobretodo Rezo lucen con aspectos muy distintos según el anime, el manga o la novela, yo a partir de ese curioso detalle fue diseñando a los siete pedazos del Eterno Poder convertido en siete humanos por los angeles ^^


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):

Ya va siendo hora de dar punto y final al largo FanFic que le he dedicado a Kaos Lord Khem. Desde luego se podrían sacar muchas cosas más pero con las que he ido intentando describir basta y sobra para hacerse una idea de lo relevante que es en mi FanFic Eterno Poder. (el cúal estoy escribiendo en DA) Me encanta la relación tán particula que tienen Rezo y Zelgadiss, sin embargo, yo como admiradora de Rezo, me da mucha pena mostrarlo tán cruel o manipulador como aparece en la historia original, esa actitud le va más a Khem, si leeis su verdadera historia, estareis deacuerdo conmigo, de ahí que me haya picado a profundizar en el personaje de Khem imaginando y suponiendo aunque en la vida de Khem nadie habla de que tenga una relación muy marcada con nadie, con ninguno de aquellos que se hicieron aliados suyos, por lo que la creación de Cerberuss vendría a ser cosa mía, ¿por qué no? Cerberuss en Eterno Poder podría ser un enlace con Zelgadiss ya que en mis historias todo se relaciona. Me gusta relacionar cosas o personas entre si XD Ahora para Zelgadiss las cosas son más suaves con Rezo, al fin y al cabo Rezo luego resultaba estar poseido por Shabragnigudu... Es un lio total XD pero bueno, resumiendo, Khem y Rezo son muy opuestos en mi FanFic porque aunque algunas cosas coincidan, no coinciden del todo si lees sus respectivas historias reales. Cerberuss y Dilgear son personajes que creé en el FanFic porque al principio pensé en escribirlo en plan subjetivo.


Los días pasaban lentamente para Marianna, que a pesar de llevar varios días en el castillo junto a las otras llamadas brujas rojas no parecía lograr amoldarse a su nueva situación. Sira y Kira en un principio se mostraban ante Khem de modo similar al que adoptaba Marianna pero pasados ya varios meses desde que se vieron obligadas a marchar con él, habían perdido parte de ese fuego. Marianna, que aún siendo tán terca y arrogante como era debido a su juventud, comenzó a necesitar el consuelo de las demás al ser informada por el mismísimo perfido hechicero de rojas ropas de la muerte de su hermana mayor. Sentir como una chiquilla de espiritu tán indomable se rompía en pedazos, llorando en sus brazos, le provocó un gran gozo, un algido placer, extásis en su más pura esencia. Ese extasis fue merecido pues la joven no se lo pusó nada fácil.

Dilgear y la joven pelirroja no tardaron mucho en llegar hasta el castillo, Dios les proporcionó un magnifico tiempo pues ni llovió ni fuertes vientos aparecieron para retrasar su viaje. Las tierras del reino lucían tán verdes y hermosas como debía de ser y el no haber realizado más paradas de las necesarias también les permitió esa rapida llegada. Fue llegando a los terrenos correspondientes al castillo, que Dilgear solicitaría a la muchacha lo siguiente:

-Puesto que he cumplido con lo prometido, ¿puedes liberarme ya? -

La muchacha le dedicó una mirada desdeñosa y con una leve sonrisa le dijo:

-Ni hablar, no hasta encontrarme cara a cara con tu señor. -

Lo cúal provocó en el hombre-bestia una desagradable mezcla de emociones, las más marcadas fueron el odio y curiosamente el temor de volver a encontrarse frente al poderoso y cruel Khem. La muchacha ordenó a su montura continuar avanzando golpeando suavemente al animal, arrastrando consigo al irritado Dilgear, que había sido fuertemente atado limitando así sus fuertes y veloces patas. Para sorpresa de ambos, fueron atacados por varias criaturas de aspecto grotesco pero de cuerpos duros como la roca y capaces de camuflarse con el entorno. Dilgear recuperandose rapidemente del susto provocado al verlos aparecer sobre ellos sin previo aviso, recordó a las horribles y violentas criaturas con las que dormía en el sótano durante el tiempo que le fue permitido vivir con Cerberuss por su señor.

-¡Muchacha estas no son criaturas magicas normales! ¡Si me desatas te ayudaré a vencerlas! -Le gritó el bandido muy consciente de que atado no sería capaz de atacar, simplemente de esquivar.

-¡¿Y como sé que lo que dices será verdad?! -Grito ella rodando por la verde pradera para no ser aplastada por el caballo que daba fuertes golpes tratando de escapar de aquellas monstruosas criaturas.

-¡Porque yo también estoy en su contra! -Confesó Dilgear poniendose en pie costosamente.

La muchacha se quedó sin palabras, según la propia bestia, lo sucedido en su aldea fue algo que tramó con el raptor de su hermana. Las criaturas aparecían y desaparecían, resultando complicado esquivarlas. En uno de esos desplazamientos, el caballo logró escapar trotando agitado hacía la lejania. Por fortuna la muchacha llevaba consigo un arma pero aún poseyendo grandes habilidades como esgrimista, aquella batalla no le sería fácil. Levantandose con agilidad felina la muchacha pelirroja se concentró en atacar a uno de sus extraños enemigos pero otro de ellos se lo impidió dandole un brutal golpe por la espalda. Dilgear exclamó:

-¡Venga, liberame de una puta vez! ¡No tienes otra opción! -

La muchacha aunque fue capaz de escuchar al bandido se sentía aturdida por el golpe. A punto de recibir otro por parte de otra criatura, Dilgear se abalanzó sobre ella de modo que el único en recibir los siguientes golpes fuese él, demostró a la joven que no mentía. A lo mejor, muy en el fondo, aún seguía siendo aquel bandido buenazo incapaz de ver morir a una persona inocente. A los pocos momentos, mediante unas palabras apenas audibles, las cuerdas fuertemente trenzadas sobre las grandes patas delanteras del hombre-bestia se esfumaron dejandole libre.

-Gracias. -Susurró Dilgear antes de apartar a las criaturas que se encontraban sobre ellos preparandose para dar un nuevo golpe.

-Puede que vuestra piel sea de piedra pero vuestros organos al igual que los mios no. ¡Comprobemoslo! -Les gritó entrecerrando los ojos con una sonrisa traviesa. -¡Abyss Flare! -Fue lo que grito a continuación extendiendo sus garras hacía ellos. Las palmas se iluminaron llenandose de un calor que se iría tornando un leve rayo de fuego hasta alcanzar un tamaño que abrasó gran parte de la pradera. La muchacha contempló fascinada como Dilgear concentraba toda su energía magíca en avivar ese grueso rayo de fuego. Levantandose del suelo, dolorida pero viva gracias a él viendo que los cuerpos de las criaturas comenzaban a ceder ante el fuego pero muy lentamente, posicionandose como le había enseñado un gran hechicero que conoció tiempo atrás, decidió reunir toda su energia magíca en un hechizo conocido como Ra Tilt, el más poderoso de todos los hechizos astrales. Se decía que fue creado para destruir demonios, si era cierto, esas criaturas no tendrían oportunidad. Tras aclararse la voz y fijar sus hermosos ojos verdes en sus enemigos, recitó alzando ambos brazos:

-Apelo a la fuente de los Espiritus que viajan por los siglos de los siglos. Apelo la Eterna llama azul. Apelo al poder que duerme en mi alma. ¡Acude desde el infinito y haz justicia! ¡Ra-Tilt!-

Un fuerte resplandor azulón invadió el lugar haciendo perder la concentración al hombre-bestia con la consecuente desaparición del gran rayo de fuego. Lo increible fue como esa luz azulosa envolvió a las criaturas destruyendolas por completo. Cuando aquel fulgor azulado disminuyó Dilgear consiguió volver a abrir los ojos. Junto a él se encontraba la muchacha, que sonreía cansada.

-Ahora que esas criaturas han sido destruidas, dirijamonos de inmediato al castillo. -Soltó tornandose su mirada serena, guardo su espada sin dejar de caminar. Dilgear marchó detrás de ella. Si ha logrado realizar un hechizo como ese, es posible que a Khem no le resulte tán fácil vencerla pensó Dilgear. Pero la venció.

El castillo caida la tarde parecía un lugar más oscuro de lo que ya de por sí resultan muchos viejos castillos construidos por duras piedras de oscuro color grisaceo. Los ventanales parecían los ojos de una gigantesca cara de roca de marcados y cuadrados rasgos. La muchacha sonrió levemente al encontrarse con semejantes pensamientos más propios de su hermana, siempre tán imaginativa y revoltosa. Deteniendose frente a la gran puerta, la muchacha inspiró fuertemente, como si en vez de aire, se estuviese llenando de valor. Dilgear posó sus ojos de lobo sobre ella, a esas alturas de la tarde, con el cielo teñido de lilaceos, rosaceos y anaranjados colores, la muchacha le resultaba más hermosa de lo que en un principio ya le pareció.

-Tu hermana seguramente se encuentre en una de las torre con las demás muchachas. -Le anunció torpemente Dilgear rompiendo el pesado silencio. La muchacha asintió y se dispusó a abrir la puerta pero ésta al instante de posar la mano se abrió por si misma. Los ojos de la joven pelirroja se abrieron sobresaltados. Dilgear en cambio, no se dejó sorprender, ya que eso habría sido obra de Khem. La muchacha miró al hombre-bestia, éste le asintió indicandole con ambas manos que pasase adentro. Dilgear podría haberse marchado al verla dar el primer paso al interior del castillo pero estaba demasiado metido en ese asunto, por lo que también entró consciente de que quizás no volvería a salir con vida. Las puertas se cerraron con brusqueda al poco de que Dilgear entrase haciendoles girar la cabeza atolondrados. En el extenso recibidor se encontraba el brujo carmesí, que les dedicó una sonrisa desarmadora. La muchacha observó a Khem callada, jamás habría sido capaz de imaginar que el señor del hombre-bestia fue un joven tán atractivo. Dilgear tampoco dijo palabra, no se sentía impresionado ni maravillado, las emocines que se extendian por su alma se lo impedían, tán sólo era capaz de fijar sus ojos en la muchacha ya que si miraba a Khem, perdería los nervios. Él lo sabía y cada vez que se encontraba con él, podía sentir que ese odio crecía proporciandole una placentera dosis de extasis. De ahí que tirara con mayor fuerza de la cuerda. Puesto que ninguno parecía dispuesto a anunciar su proposito de irrumpir ante él. Sería Khem quien tomase la primera palabra:

-Vaya, vaya, tal y como esperaba, has vuelto, con muy buena compañia además. -

Las palabras de Khem ruborizaron a la muchacha y enfurecieron a Dilgear, que dando un paso hacía delante dejo bien claro el motivo de su presencia:

-¡Eso es! ¡Pero no creas que ha sido por gusto! -

-Lo sé. La señorita necesitaba un perro guía. -Puntualizó Khem con su retorcido sentido del humor. -No lo considero necesario pero he de decirselo, Manuela, tu hermana no te será devuelta, intentes lo que intentes. -Le dijo a la muchacha abriendo los ojos lentamente, dirigiendolos hacía ella.

Aquello sacó a la muchacha de su estado de sorpresa pues alejandose de la puerta, exigió saber por qué. Khem, con suma paciencia sin perder ni un apice de calma, le dió a conocer el motivo:

-Necesito diez brujas de rojizos cabellos cuya virtud no haya sido arrebatada para crear una joya muy pero que muy importante. Las brujas pelirrojas siempre han sido consideradas las más poderosas de todas, sirvientas y amantes del Señor oscuro Ojo de Rubi, uno de los demonios más violentos y apasionados que existen dentro de su rango. Combinando los fluidos de esas brujas con algunos otros incredientes de gran poder magíco, en el momento indicado, lo joya poseera un poder magíco inimaginable. -

La muchacha escuchó sin dar credito a lo escuchaba. A Dilgear tampoco le agradaba aquel proyecto pero le agradó aún menos la última parte de la explicación.

-Se supone que cuantas más brujas tengas, mejor, ya que son el ingrediente fundamental. -Finalizó el brujo carmesí demostrando lo sabio y malvado que era.

La idea de que su hermana, el único miembro de su familia que por el momento no había muerto, fuese a ser sacrificada de ese modo no sólo iba contra las leyes divinas, iba contra toda etica y moral humana. La joven sintió que no podía permitir aquello, no sólo por su hermana, pensar en las otra muchachas fue lo que acabaría haciendola enfrentarse a Khem. Dilgear la agarró para advertirla pero ésta, embargada por la furia, se soltó dandole un fuerte golpe en el rostro con el codo. Dilgear tán sólo pudo contemplar como la batalla entre esos dos daba un brusco comienzo. Como poseida, alzó su voz para recitar un mortifero hechizo de magía negra, uno de los más destructivos, denominado por su creador, caprichosamente, Drag Slave. Las palabras que fueron surgiendo de su boca ante la alarmada mirada de Dilgear fueron:

-Aquel más Oscuro que el Crepúsculo, aquel más Rojo que la sangre que fluye. A su sagrado nombre enterrado en la Corriente del Tiempo, ¡ahora juro a la Oscuridad, que todos los estúpidos que se interpongan en mi Camino, por el poder que Ambos poseemos serán totalmente destruidos! ¡Dragon Slave! -

El poder que surgió del cuerpo de la muchacha pelirroja tornó el ambiente calido a la vez que pesado, como si el lugar se estuviese preparando para recibir una gran llamarada. El hombre-bestía no pudo evitar empezar a sudar ya que su pelaje era realmente sofocante en aquellos momentos. El brujo carmesí observaba como iba apareciendo una serie de bolitas negras que se enrojecían con fuerte color al concentranse formando una cada vez más y más mayor que crecía alocada dirigiendose hacía él.

-Qué ingenua. -Exclamó y con tán sólo extender la mano, la bola de ya gigantescas proporciones fue detenida, con decir una sóla palabra, aquella peligrosísima bola de fuego demoniaco perdió su forma y poder. Aquel acontecimiento dejó sin fuerzas a Dilgear, que chocó contra la gran puerta de la entrada emitiendo un sonoro sonido. El bandido comprendió horrorizado que Khem podía anular ese hechizo porque él lo inventó contando con los poderes y conocimientos que el demonio al que se invocaba le había otorgado. La muchacha, que consideraba ese uno de los mejores hechizos aprendidos, se llevó las dos manos a la boca horrorizada pues su oponente no sólo seguía frente a ella, sino que lo había detenido. Antes de desesperarse, probó suerte con otro hechizo de gran poder.

-Oh Gran Señor de la Guerra, Amo y Señor de la Destrucción en la Tierra, ¡permiteme tomar parte de tu poder para así, juntos, crear gran destrución! ¡Baal Hammer!-

De pronto, al poco de utilizar las palabras de poder, una gruesa linea de luz roja surgió desde lo que correspondería a ser el cielo hacía Khem. Éste, dando un suspiro, lo desvió con sólo mover el brazo hacía otra dirección. La linea roja incandescente dió un brusco giro llegando hasta el punto que Khem le había indicado formando una gran explosión, la puerta ardió al instante siguiente con llamas entre rojas y negras.

-Buen hechizo. Baal es otro demonio realmente poderoso. -La alabó Khem, irritando a la muchacha. En la zona en la que había caido el hechizo desviado al desvanecerse el fuego, se formó un feo agujero de tamaño mediano. Dilgear se limitaba a observarles, sin decir palabra, tratando de ser lo más invisible posible pero Khem tenía claro que en cuanto acabase con la muchacha, se encargaría de él. La muchacha trató de realizar otro hechizo pero la gema magica que poseía parecía estar a punto de romperse, era hora de usar la cabeza antes que de volver a usar la magía. Observando la pequeña joya que brillaba con intenso fulgor, la joven pelirroja meditó pues había aprendido a emplear hechizos de magía negra concentrando su magnifica energía magíca en la joya, la mera idea de caer presa de los demonios al emplear su poder sin aquel objeto le aterraba. Frotandose la frente se esforzó en encontrar conjuros poderosos que no pertenecieran a la rama de la magía negra, no tenía la fortuna de conocer o haber aprendido hechizos sagrados, por lo que, podríamos decir que, se la jugó escogiendo conjuros de magía astral. Buscando los más adecuados la suave voz de su enemigo la distrajó:

-Es mejor de lo que me imaginaba. -


-¡¿El qué?! -Preguntó ella entre molesta y distraida dejando de mirar la gema magica.


-El poder magíco que poseen las brujas rojas. -Le respondió caminando hacía el centro de la amplia entrada. A pesar del gran calor exparcido por las conjuraciones, el sol ya había dado paso a la fresca y oscura noche. La serie de candelabros que fueron encedidos subitamente al rededor así lo confirmaba. Un detalle por parte del hechicero, ya que él hacía años que había aprendido a vivir gran parte de su vida en la oscuridad o con la infima luz de una vela. La muchacha dió un paso atrás con actitud defensiva y le gritó ofendida, muy ofendida pues odiaba ser considerada bruja:


-¡Soy una hechicera! ¡Mi uso de la magía es el empleado por los hechiceros! -


A Khem se le escapó una risita y observandola ladeando un poco la cabeza, como si ella ya debiese de ser sabeedora de ese hecho, replicó:


-Cierto. Empleas palabras de poder y entre tus ropas ha de encontrarse una gema magica pero, has lanzado tres dos hechizos que requieren gran concentración y poder magico, ¿Y todavía te encuentras capaz de lanzar otro conjuro en tan poco tiempo? -


A juzgar por la expresión que se dibujó en el rostro de la muchacha, lo que Khem pretendía hacerle comprender, había sido más que comprendido. Muy pocos hechiceros eran capaces de realizar hechizos tán poderosos tán seguidos unos de otros, necesitarían tener un poder magico muy alto para lograrlo sin desvanecerse mental y fisicamente. Esos pocos agraciados eran considerados sabios y el último de ellos fue el Gran Merlín. La joven se quedó avergonzada por no recordar algo tán primordial dentro de ese mundillo. Perdió todo el animo, todas las ganas de buscar hechizos, por un momento estuvo a punto incluso de tirar la toalla pero Dilgear, que no había tomado parte hasta ese momento, le dijó:


-Demuestrale tus habilidades con la espada. Te es superior en magía pero no creo que sea tán buen esgrimista. -


Khem alzó una ceja, la propuesta de Dilgear pareció llenarle de curiosidad. Dilgear sabía que Khem era un gran brujo pero aún siendo considerado un diablo, era humano, su piel sangraría al ser rozada por la espada de la muchacha como la de cualquier otro humano.


-Si es verdad que sabes usar una espada demuestraselo, ella es tán talentosa o más que muchos caballeros. -


Las últimas palabras fueron innecesarias pero el hombre-bestia deseaba decirlas, de todo corazón, porque la muchacha pelirroja había sido la segunda persona en impresionarle y Dilgear nunca fue un tipo fácil de impresionar.


-¿Es verdad lo qué ese chucho sarnoso exclama? -Preguntó el hechicero con expresión expectante. La muchacha, avivada de nuevo, poniendo sus últimas esperanzas en aquel arte que había aprendido y ejercitado desde que siendo una chiquilla se enamorará de la esgrima, sus movimientos, sus valores y los diferentes tipos de armas a usar, asintió energicamente varias veces. Esa afirmación complació al hechicero. Dilgear sabía que Khem era bastante habilidoso con la espada pero hasta que no le vió usar su espada contra la muchacha, siempre pensó que Cerberuss exageraba. Cerberuss había aprendido a usar toda clase de armas porque su perverso señor se empeñó, nada más recuperar un peso y una estatura saludable, sin embargo Cerberuss no poseía ni la mitad de la rapidez que Khem.


-Si me superas, permitire que Marianna regrese a tus brazos. -Apostó.


-¿En serio? ¡Prometemelo! -Dijo la muchacha sacando su vieja espada y luego deshaciendose de la larga y rota falda, mostrandoles unas largas piernas cubiertas en unos ajustados pantalones entretejidos de cuero de provocador color rojo. Al bandido casi le da un síncope. Las muchachas buenas y castas jamás llevarían esas ropas. Serían duramente castigadas.


-Sólo si logras superarme. -Fue lo único que Khem le dió a modo de confirmación.


Dado que la espada que Khem se forjó le fue regalada a Cerberuss, Khem se vió obligado a crear una mediante un hechizo, uno de los más poderosos de todos los hechizos de magía negra que elaboró. El Ragna Blade. Con juntar las manos y concentrar un poco del inmenso poder magico que poseía al separarlas surgió una pequeña luz negra que fue tomando forma similar a la de un alargado barrote a medida que las manos de Khem se fueron distanciando. Aunque su interior brillaba oscuro como la noche, los bordes eran rojizos. La muchacha abrió la boca y los ojos totalmente pasmada, sin necesidad de recitar el conjuro había surgido perfectamente sin descontrolarse. tomando la oscura y gruesa linea de luz a modo de espada, Khem, con un gesto arrogante le dió la señal que la muchacha necesitaba para lanzarse contra él con toda su furia y desesperación. Dilgear seguía observando como se desarrollaban los nuevos acontecimientos. Sin necesidad de quitarse de encima la larga manta que envolvía parte de su cuerpo, Khem esquivaba y manejaba su oscura espada sin perder el aliento mientras que la joven hacía lo mismo pero más costosamente. Dilgear entonces fijó sus ojos en la vieja espada, seguramente era una espada forjada con un buen y pesado metal. Sin haber perdido el equilibrio ante los rapidos y chispeantes ataques de Khem, la muchacha realizaba grandes esfuerzos por contener al enemigo. Terca como una mula, no permitía a la oscura espada del hechicero superar la suya, por lo que en más de un choque, la espada oscura de Khem producía una serie de chispas rojizas que parecían llamitas. La muchacha soltaba toda clase de improperios cada vez que sus espadas se entrelazaban violentamente, Khem aprovechaba esa cercanía para fortalecerse y degustar esa extasiosa emoción que ella desplegaba.


-¿Cómo es posible? -Exclamaría dando unos torpes pasos hacía atrás trás desplegar todos los movimientos que conocía sin lograr alcanzarle y traspasarle, ni un poquito de tela roja. Sus ojos parecían cerrarse a causa del gran esfuerzo fisíco y su respiración era irregular. Por su fina piel varias gotas de sudor hacían un rapido recorrido. Lo que más fastidió a la muchacha fue que mientras ella cada vez se sentía más y más cansada, lo cúal la pondría pronto en desventaja, el brujo carmesí permanecía inalterable, con su eterna sonrisa y sus ojos rojos como sus elegantes ropas. Sería trás esa pequeña pausa, que perdiendo reflejos a causa del cansancio y la pesadez de la espada, no consiguió advertir el ataque de Khem, por lo que esa sería la última estocada del brujo. Percibiendo como un fuerte fuego la atravesaba quemandola toda por dentro, la victoria sería para Khem pues organos tán importantes como el corazón o los pulmones habían sido abrasados provocando no sólo un insoportable dolor en la muchacha pelirroja. Antes de dar un paso atrás, retirando así su particular espada oscura y abrasadora, Khem le susurró algo, algo que pareció ser bastante intimo:


-El llamado Rey Arturo también luchaba con esa pasión y entrega. -


La muchacha cayó al suelo al instante. Tanto esfuerzo para nada. Dilgear no lograba quitar sus ojos que se volvieron llorosos contra voluntad. Lo único que consiguió fue llevarla hasta la muerte. Había fingido no importarle lo que le pasasé pero ver como Khem hacía que aquella muchacha ya muerta se tornará polvo de suave color grisaceo hizó que el bandido jamás pudiese perdonarse aquello. Él la había conducido hasta su muerte en vez de contrariarla o convencerla para abandonar la idea de retornar con su hermana. Dilgear miró a Khem con un odio que habría contaminado todo los reinos del mundo. Poniendo los ojos en blanco, cayó en trance desplomandose en el suelo todo lo grande que era. Teniendo en mentes cosas más importantes por cumplir que atender a ese perro traidor, el brujo carmesí abandonó la amplia entrada para comenzar a elaborar la joya magíca, objeto que si era realizado con exito, no sólo le daría el reconocimiento que se merecía, sino que le sería de gran ayuda para proyectos futuros.


Siendo como lo eran, las brujas ese ingrediente tán necesario. Khem ayudado por Cerberuss se encargaría de ellas la noche en que la luna se acercase a la Tierra de modo que pareciese más grande y brillante, pues ese curioso hecho hacía parecer más poderosa al astro femenino aportando según la magía sexual, mayor energía a sus fluidos sexuales. Una cuestión interesante porque surgiendo de ella, el sol incrementaría los del hombre. Así llegado el momento de combinar ese ingrediente, los fluidos, cabellos y sangre de las brujas, con los otros elementos, la mezcla poseería una virtud extra. La luna al igual que el sol, tanto para los brujos como para los alquimistas eran elementos muy importantes y de gran poder. Elementos incrementadores naturales, muchos creían que por culpa de la luna se cometían toda clase de asesinatos inducidos por el trance de contemplar tán poderoso astro en toda su forma. Llegada tán especial noche, todas las muchachas fueron llevadas hasta la zona del castillo en la cual se encontraba el laboratorio del brujo carmesí. Una tras una fueron atadas y colgadas como si en vez de lindas señoritas se tratasen de cerdos. Con una hermosa daga de aspecto similar al de las dagas usadas en ceremonias paganas, Khem ordenó abrirlas una a una. La expresión de Cerberuss fue de disgusto pero obedeció sin rechistar como de costumbre. Khem colocó una serie de cubos sobre cada una de las muchachas, cuanta más sangre cayese, mejor. En las matanzas, los gorrinos emitían desagradables chillidos escuchados por todo el pueblo, los chillidos que lanzaron las muchachas también eran de los que helaban la sangre. Ni siquiera le gustaba las tán famosas matanzas del cerdo, aquello solía enfermarle. La sangre, los agudos gritos, su vocación nunca fue la de convertirse en carnicero, si era necesario matar, preferia hacerlo de un modo rapido y elegante. El hechicero de rojas ropas extrajó con sumo cuidado los organos de las muchachas. El hombre joven hacía como que no miraba pero nunca había tenido la oportunidad de ver o tocar un organo humano por lo que a veces dirigía sus ojos hacía ellos con curiosidad. Cuando Khem le descubrió, cambió de dirección pero no le sirvió para ocultar esa curiosidad, ya que Khem, agarrandole de un brazo le acercó a la mesa y le mostró de una forma más directa, el interior de esos organos. A medida que cortaba y profundizaba en ellos, no paraban de emanar toda clase de liquidos y una sangre de fuerte tono similar al vino. El hechicero le explicaba con todo lujo de detalle las funciones de cada elemento que componia cada organo.


-¿No te parece fascinante? A mí siempre me lo ha parecido. -Le confesó el brujo carmesí metiendolos en un pequeño recipiente de barro cocido para luego machacharlos hasta convertirlos en una especie de masa de extraño color.

Cerberuss no logró controlar el malestar que le proporcionaba todo aquello y tomando refugio en un rincón, acabó por expulsar una bilis de palido amarillento color. Ya que aquel macabro combinado necesita una temperatura más fria de la que se le pudiese dar en la despensa del castillo, Khem no tuvo otra que usar un hechizo, posiblemente conocido como Demona Crystal. Dejando un grueso bote de cristal cuyo contenido era toda la sangre obtenida de las muchachas y otro de igual tamaño pero con los organos triturados mezclados con diversos fluidos, con colocar una palma en el suelo, de este apareció una leve neblina helada que congeló ambos botes de cristal. Cerberuss observó con los ojos bien abiertos ese fenomeno sentado en la mesa.


-Ooohh -Musitó maravillado.


Antes de eliminar lo que quedaba de las muchachas, Khem les sus rojizos cabellos, mientras lo hacía, comentaba:


-Oh mi muchacho, ¿alguna vez te he contado por qué las brujas poseen tán largas melenas? Es más sencillo de lo que puedas imaginar. Porque a los demonios les encanta el pelo humano. -


Cerberuss alzó ambas cejas sorprendido. Los demonios eran unas criaturas con oscuros e incomprensibles propositos y una mente tán retorcida que ningún hombre podía superar en maldad. Sin tiempo que perder, Khem ordenó a Cerberuss traerle todos los frascos que había ido guardando en el laboratorio ya que él debía realizar una serie de figuras y simbolos en el lugar en el cúal iba a crear la joya. La noche tán temida y esperada había llegado, Cerberuss tán sólo fue bruscamente despertado para eso pasadas tres tristes noches despúes de matar a las muchachas pelirrojas. Cerberuss observó que en el centro de la habitación tán sólo se encontraba un gran caldero sobre un fuego espectacularmente brioso que permanecía en el suelo sin necesidad de madera o troncos caidos. Si alzabas la mirada, podías observar un ventanal enorme en vez de un pulcro techo. La luna brillaba con una belleza inusual al igual que las estrechas que la acompañaban desplegadas por todo el cielo, varias de ellas amontonadas como si Dios las hubiese colocado caprichosamente en grupitos.


-Es una de esas noches que merece la pena echar una mirada al cielo. ¿No crees? -Dijo Khem recogiendo los frascos de las manos del atontado hombre joven, que parecía tener la mente aún en entre las estrellas.


Khem despidió a Cerberuss con un sonoro portazo. Cierto era que Cerberuss sabía de las intenciones de Khem pues el mismo hechicero se lo explicó, como para ir preparandole para la dura tarea que le iría tocando pero no participaría en la elaboración. No era permitido ni quedarse a mirar. Cerberuss pasó el resto de esa noche dandole vueltas a la cabeza, cuando logró conciliar el sueño, una serie de temores nuevos se entremezclaron con los antiguos ofreciendole una serie de horribles pesadillas. El brujo carmesí sin embargo pasó toda una noche desafiando no sólo a toda clase de entidades y leyes fisícas, también se desafió a sí mismo ya que tuvo que emplear toda toda su energía magíca y no perder ni por un pequeño instante la concentración. El ingrediente de mayor poder magíco debía de ser echado el primero ya que venía a ser la base, luego a posteriori debían ser mezclados y echados dos ingredientes cuando la luna y el sol se fundiesen tiñendo a la luna de rojo color, en ese momento, los simbolos magícos trazados darían el último ingrediente pero junto a ese ingrediente era necesario algo, algo que sólo pudiese brindar el creador. Tras una larga e intensa noche, dada una forma más o menos similar a la de una piedra a la sustancia cocida en el caldero, sería cuestión de tiempo que la joya sería destapada pues debía permanecer tapada y oculta del sol hasta la aparición de la siguiente luna nueva. La luna, como ya ha sido mencionado antes, era otro elemento caprichoso y fundamental en el proceso. Pasado ese largo periodo, en plena noche, algo similar a una flor surgió pero de antinatural color que al ser deshojada el único fruto que mostró no tenía nada que ver con una fruta o un fruto seco, era duro y brillante como una piedra preciosa, emanante de una energía capaz de consumir montañas o de detener tornados con un solo roce de su dueño. La llamada Piedra del Sabio había sido creada con rotundo exito pues su malvado creador y principal dueño hasta la muerte, no sólo adelantaría sus conquistas, no, iría mucho más allá, lograría desenterrar al dormiente Dark Lord Shen-Long, que a modo de obligado agradecimiento a Khem, le desvelaría el conocimiento más extraordinario que alguien como el brujo carmesí pudiese albergar. El Eterno Poder.


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