lunes, 9 de abril de 2012

FanFic Los amores del Mago (Capítulo extra)




El hijo del Clow y la Yuuko de esa realidad alternativa o adversa de la que me pusé un día a pensar con sus hijos gemelos XD Espero que os guste ^^


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Los personajes de CLAMP, son obviamente, creación exclusiva de CLAMP (Excepto aquellos cuyo nombre no identifiqueis)
Esta es una historia aparte dentro del FanFic, que he añadido a modo de regalo para todos aquellos/as que hayais ido leyendo este FanFic ^^
¡ADVERTENCIA! Se situa en una realidad alternativa o adversa, en la cúal Clow Reed y Yuuko Ichihara no temen admitir sus sentimientos hacía el otro ^^ (Un pcoo CROSSOVER también es)

FanFic ClAMP - CCS
El mago y su otra realidad

-Clow, ¿se puede saber por qué he despertado aprisionada por un sínfin de flores? -Preguntaría una hermosa y estilizada dama de oscuros y largos cabellos a juego con su elegante y provocador kimono nada más abrir las grandes puertas que daban al extenso jardín que la residencia Reed poseía en Tomoeda lanzandose sus enigmaticos y languidos ojos color castaño pero de fulgor carmesí hacía su amado, que se encontraba sentado a la sombra de su árbol favorito, un alto y florido cerezo. -¡Casi muero asfixiada! -Agregó dandole mayor exageración a lo ocurrido habiendo llegado hasta el sonriente y tranquilo mago.

-Sin embargo aquí sigues. -Observó Clow sin apartar la mirada del grueso libro que sostenía entre sus claras y firmes manos de alargados dedos. -Y por lo que oigo, llena de vitalidad, como siempre. ¿Significa esa pregunta que no te ha gustado mi regalo? -Añadió meditabundo, fingiendo desolación.

La hermosa dama pusó los ojos en blanco parada ante el particular pero romantico mago antes de descruzar sus brazos para colocar uno de ellos en su cadera mientras dejaba ligeramente flexionado el otro y replicarle:
-¿Regalo? Resulta que ni hoy es el día de mi cumpleaños ni estamos en el mes en que cae. -
-Lo sé y por eso me tomo la libertad de hacerte regalos cuando menos te lo esperas como el de esta mañana. -Le expondría entonces Clow afable alzando colocando una pequeña y aplastada flor rosada de cerezo a modo de marcapaginas pues sabía que su amada y temperamental bruja de las dimensiones no le dejaría ni un instante más para concluir su lectura. -Bien pensado, haberte dejado cerca un buen vino hubiese sido mejor idea. -La provocó mientras se ponía en pie quedando ambos hechiceros a igual altura ya que tanto ella como él era bastante altos.

-¡Exacto! -Sentenció Yuuko señalandole mientras levantaba una ceja. -Por tu torpeza, querido cuatrojos, tendrás que prepararme una fastuosa cena acompañada del mejor vino que tengas. -

-¿Sabes? Cuando te pones así, eres mil veces peor que la madrastra de Cenicienta. -Le comentaría Clow risueño. Le encantaba la tirania de la que hacía gala su amada como contrataque a sus bromas y sorpresitas romanticas. Hechas muy conscientemente de lo poco que le agradaba a Yuuko esas cosas. Habiendo echado a andar para adentrarse a la majestuosa mansión nuevamente, la bruja agitando la mano como si espantase moscas imaginarias, diría:
-¡Deja de quejarte y dirijamonos a la tienda! -

Envestidos con sus ropas más apropiadas y carismaticas, la bruja y el mago se trasladaron de la mansión a la tienda de los deseos uniendo su magia. Los guardianes del mago Clow se quedarían al cuidado de la mansión Reed hasta el retorno de sus verdaderos dueños. Moro y Maru les estarían esperando impacientes sentadas en mitad de un largo pasillo de madera con sus manos sosteniendo sus aniñados rostros. A veces los clientes eran atendidos y satisfacidos por Yuuko y otras veces era Clow el encargado pero siempre fuese cúal fuese el que tomaba el mando, el otro le contradecía y se entrometía lo finalizaba en un trabajo ejercido por ambos hechiceros. Era un negocio prospero y entretenido. Estando Clow ordenando el amplío almacen que poseía la tienda repleto de tesoros otorgados por los clientes como pago, pues estaba claro quien de los dos hechiceros se esmeraba en dar una imagen impoluta y correcta a la hora de trabajar, Moro y Maru irrumpirían en mitad de todo el silencio y el espacio que albergaba esa habitación en cuyas paredes había mil estanterias de madera para indicarle, a su manera, lo que Yuuko deseaba.

-¡Clow-San tiene que irse ya! -Gritaría Moro, siendo ella el ser con apariencia de niña con los cabellos más cortos y ondulantes hacía su cara con dos pequeños moños atados por largas cintas a juego con su vestido.

-¡Clow-san puede irse ya! -Soltaría la otra, dueña de unas largas coletas que caían a su derecha y a su izquierda, siendo la llamada Maru.

Lleno de paciencia, dedicando a ambos seres, una encantadora sonrisa, el mago respondió;
-Está bien, Moro, Maru, en cuanto acabé de colocar esto último, vuelvo a casa. -
Pero la femenina voz que le gritó forzando a que alzase el cuello bruscamente le ordenó:
-¡De eso nada! ¡Mañana tendrás tiempo para terminar de ordenarlo! ¡Mi cena en cambio ha de ser hecha cuanto antes conque ya puedes ir corriendo a hacerla! -

Moro y Maru reirían sin parar ante la expresión de fingido fastidio que pusó Clow antes de levantarse y encaminarse, sorteando con cuidado los objetos que aún quedaban por agrupar en las estanterias, hasta la puerta. Parandose ante su inflexible amada, que se apescaba con descaro en el marco de la puerta, le susurró al oido, retirandole algunos largos y negros mechones de su sedoso cabello:
-Lo que mi Yuuko-Chan diga. -

Al apartarse de ella para continuar su camino el mago se llevaría una mano a la boca para ocultar la pícara sonrisa que se estaba dibujando en su rostro al imaginar cúan roja de verguenza y furia se habría puesto Yuuko, quién le lanzó una mirada asesina. Yuuko odiaba ser considerada más joven que él pues ella se consideraba igual de experimentada en la vida como él. Trás haberse esforzado a fin de dar gusto al exquisito paladar de la bruja de las dimensiones, el mago y la anteriormente mencionada bruja disfrutaron de un banquete digno de reyes, poniendole la guinda al pastel, el compartir con su amada la bebida más peligrosa y ciertamente, afrodisíaca que pudiese surgir de la naturaleza. Absenta. La bebida que Clow guardaba para ocasiones altamente especiales dada su altísima concentración de alcohol.

-Clow... Creo que esto no es vino. -Se percataría achispada dama rechupandose los labios, avivando el amargo sabor del néctar prohibido, sentandose de manera no muy propia de una dama en el alargado sofá de rojo terciopelo complementando a los sillones que había en el salón, siendo el favorito de su amado, el poseedor del respaldo más alto y distinguido.

-¿Ah no? -Se haría el tonto el mago plenamente sabedor de que se la había vuelto a dar. -¿Y qué crees que es entonces? -La retó a descubrirlo manteniendo una de sus finas y negras cejas alzadas sin apartar sus azulados ojos de ella. Lo único que el mago había cambiado en la bebida era su color, un verde que se suavizaba con el añadido de un terrón de azúcar humedecido por el agua empleada para rebajar la mezcla. Dando otro trago a su copa de cristal con los ojos cerrados y el morro exageradamente torcido a causa del amargo sabor, la bruja probó suerte:
-¡Esto es Anis! ¡Y el Anis está amarguísimo! -

Clow rió, cerca pero todavía no había dado en el clavo, lo que irritó a Yuuko. ¡Ya había vuelto a gastarle una broma! Con el alto contenido en alcohol que recorría sus venas, abandonaría el sofá rojo descendiendo de éste como una gata y gateando, pues cada vez que trataba de ponerse en pie y caminar, todo daba veloces vueltas a su alrededor, iría hasta el entretenido mago sentado en su sillón favorito, de igual tonalidad roja pero alto respaldo.

-¡Eres un chico realmente perverso! -Le espetaría posicionandose encima, consciente del deseo carnal que iba a despertar. -¡Mira qué cambiar un exquisito y dulzón vino por Anis!Pero me las vas a pagar, mi querido cautrojos. -Le amenazaría con una traviesa sonrisa antes de besarle en los labios.

¡Así era Yuuko! El mago sabía que si jugaba adecuadamente sus cartas la tendría cuando quisiese pero prefería poner las cosas difíciles pues le encantaba las reacciones tán contradictorias de su esposa, por lo que le replicó trás tomar aire al separar sus labios de los de la bruja cuyo color se mantenía de un apasionado rojo:
-¿Lo dices en serio? Justamente cuando te he ofrecido a probar el licor más valioso y complicado de adquerir que existe. ¡Qué decepción! Pensaba que una dama con tán buen beber apreciaría al Hada verde. -

La expresión de sorpresa e incredulidad fue todo lo que Clow deseaba contemplar en ella en ese momento. Usando sus manos para atraerla de nuevo y unir sus labios a los de la bruja le susurraría algo, algo que definitivamente sobrepasó a la bella dama, que frunciendo el ceño gritaría valiendose de sus brazos y manos para alejarse del que era su esposo.

-¡¿Un hijo?! -Pudó oirse por toda la amplitud de la sala hasta llegar al jardín, en el cúal Kerberus y Yue se encontraban. -¡Definitivamente tienes que estar muy borracho para atreverme si quiera a proponermelo! -Continuó gritando esforzandose en liberarse de los brazos del mago que se negaban a dejarla ir.

-¡Como Kimihiro Watanuki! -Exclamó el mago ignorando las quejas y gritos de la bruja al besarla nuevamente. -Alguien que se ocupe de mis guardianes, de la tienda y mantenga nuestro legado a salvo. -Le iría comentando mientras desabotonaba la larga hilera de botones que el vestido de Yuuko poseía.

Suspirante pues sabía que cuando a ese mago se le metía algo en la cabeza podía llegar a ser muy cabezota, menearía la cabeza y colocando un dedo sobre los rosados labios de su esposo sentenció:
-Está bien pero tú te encargarás de cuidarlo y educarlo. -

Dada su condición sus labios se fusionaron con los del mago mientras cerraba los ojos dejandose llevar por las intensas sensaciones que le arrollaban, en parte, gracias a la Absenta consumida. Amarga pero de gran poder afrodisiaco y alucinogeno. El roce de los dedos del mago por su espalda descubierta era realmente agradable como ser tocada por un ser hecho de seda lo que aumentaba la necesidad de sentir más piel dando pie a desprover al mago de sus ropas ahí mismo, cayendo sus largos y oscuros cabellos sobre toda su espalda como si alguien hubiese lanzado una manta de fino tejido. El tacto, la vista, el oido, incluso el olfato, todos sus sentidos estaban hiperdesarrollandose pero ella sólo permitía a una parte de ellos actuar así. Con los ojos cerrados comenzaría a gemir al notar como la lengua del mago trazaba un camino por su cuello y sus activas manos retiraban todo lo posible la parte superior de su oscuro vestido de estrecho talle. Sonriendo, sólo rompería el contacto para librarse del vestido. La inesperada caida de la bruja, haría reir sonoramente a ambos. Al abrir los ojos y encontrarse a limitados centimetros del mago, cuyos ojos se habían tornado más embrujadores que en otras ocasiones, Yuuko sólo podría dejarse caer sobre el suelo de madera suavemente como una princesa desvanecida. Los besos de Clow acelerarían su respiración y nuevos gemidos se elevarían provocando que los guardianes que los escuchaban a una distancia media se mirasen. Kerberus fue capaz de percibir en su compañero y hermano que celos silenciosos atacaban su corazón de cristal pero no era nada nuevo. Moviendo sus orejas, Kerberus al instante siguiente reconocería los gemidos añadidos. Eran de su Amo y creador.

-¿Sabes? No estaría nada mal que me dieses placer oral ¿O sería demasiado pedir? -Le comentaría el mago a la bruja trás liberar su impaciente y erguido sexo de sus pantalones.

-¡Demonio cuatrojos! -Le gritaría ella todavía con fuerzas. -¡Soy tu esposa, no tu puta! ¿Por qué no le dejas esa labor a Yue? -Agregaría tán bella como maliciosa, como una aútentica bruja mientras se acariciaba apróposito ante su esposo, a punto de reventar.

Al abrirse de piernas entre descarada y serena, permitió al mago adentrarse en ella por la puerta principal en su oculta cueva, tán calida y humedecida que en pocas embestidas sería invadida por un estallido de placer blanco mientras ambos, bruja y mago disfrutaban el torbellino de placer que les provocaba tál unión, tocandose y besandose. Sólo el disminuir de la chispa y unas bruscas nauseas los separarían a mitad de la noche. Al regresar Yuuko a donde debía estar Clow menearía la cabeza con una vaga sonrisa en su cansado y sudoroso rostro, cruzandose de brazos se dijo a sí misma que más que un esposo poseía un criado pues todo había sido recogido durante aquella horrible hora echando bilis. Ladeando la cabeza con los ojos entornados su mente pasaría de Clow a su futuro hijo. ¿Él también sería igual de irritablemente apuesto y particular? ¿Otro cuatrojos al que molestar? Cada mes que iría trascurriendo más ganas tendría de descubrirlo.

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