domingo, 28 de agosto de 2011

FanFic Slayers ROJO RELATIVO

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):

Christine y Erik son personajes originales de WaterLillySquiggles y Miss-Whoa-Back-Off

Ferrissian DiCaillum es personaje original de QP/Diana

Los otros personajes que vayan surgiendo son cosa mia

Yo me baso para esta serie de FanFics de Slayers especialmente en el anime y el manga aunque puede haber cosillas de la novela, no tantas y hechos inventados por mí o inspirados gracias a otros FanFics muy buenos... Pero tranquilos, que no me copiaré ^^' (Si eso pondré un asterisco

al contar algo superficialmente sobre Ferrissian y diré ve a Cronicas de una quimera y lee tal parte)

La historia se cuenta en primera persona. Según Zelgadiss o según Rezo, a veces según ambos o según otro personaje de los importantes.

No menciono muchos lugares concretos porque apenas conozco gran parte de la geografía de Slayers pero lo importante suele ser lo que transcurre como el encuentro de Rezo con el jefe de Perrian, un hechicero que vende libros o información difícil de conseguir...


Rojo Relativo - Perrian, el ladrón de conocimientos


Así, con esa corta pero pretenciosa definición Perrian era conocido en toda la zona baja de la ciudad de Bamond. Ciudad cuya fuente de ingresos principal venía del comercio pues era conocida por eso, por sus grandes mercados, en los cuales uno podía encontrar de todo. Claro que los barrios bajos se contaba que estaban llenos de criminales o bandas de bandidos que hacía de todo para sacar a flote sus sucios negocios. Fueses o no, bandido, si ibas a Bamond era o para comprar o para comenzar un negocio como comerciante, de eso no había duda. Que Perrian, ladrón, viviese en tál ciudad me sorprendió bastante pero Rezo me expondría unos motivos bastante solidos de por qué habría elegido esa ciudad.

-En Bamond, incluso los bandidos pueden sacar provecho del comercio. Si mal no he oido, muchas de esas bandas de criminal venden allí gran parte de sus tesoros robados. -

-¡Pues vaya necios! -Exclamaría yo. -¿Para qué deshacerse de lo que ya te garantiza una buena vida? -

-Sencillamente... -Me explicaría mientras nos dirigiamos a aquellos peligrosos barrios. -... Con el fin de obtener mayor cantidad de oro. Los bandidos, en su mayoria, al igual que muchos comerciantes, son codiciosos. -

Rezo hablaba con tál gracia que sus palabras parecían la verdad más absoluta, cosa que solía molestarme bastante. Seguimos adentrandonos hasta que ví a un joven, todo tapado que me hacía señas. Ese tenía que ser Perrian. El delgado pero atrevido y agíl Perrian. Parados frente a él, el muchacho a la tenue luz de la lampara de aceite que se encontraba descansada sobre el alfeizer de la vieja ventana en el edificio a la izquierda del cúal había salido horas antes a esperarnos, se retiraría hacía atrás la gruesa capucha de oscuro color. Aunque la poca iluminación confería a nuestros rostros sombras no del todo favorecedoras. Perrian podría atisbar que Rezo no era para nada un sabio muy entrado en años sino un hombre joven de finos y equilibrados rasgos. Por unos instantes pude deducir que Perrian se había quedado embobado observando a aquel atractivo y poderoso hombre de rojos ropajes pero una voz procedente del interior de aquel edificio sacó a Perrian de sus fascinaciones.

-¡Perrian! -Bramó acercandose a la puerta. -¡No te quedes ahí plantado e invitales a entrar! -

A pesar de la oscuridad de la noche, aquel hombre gracias a la lampara de aceite que sujetaba con su mano derecha pudó reconocernos. Perrian como si su voz hubiese sido un buen latigazo, se pusó firme y haciendo una leve reverencia, señalando la sencilla entrada dijo con voz solemne:

-Pasen a nuestra humilde tienda. -

Y caminando hacía el interior se perdió entre las sombras. Rezo posaría una de sus suaves manos sobre mi hombros izquierdo, diciendo:

-Si es aqui, entremos pues. -

Caminando hacía el interior creé una bola de luz que me ayudase a no tropezar. Me habría enojado y avergonzado mucho caer a falta de luz. Rezo, por su desafortunada circunstancia, poseía mayor destreza a la hora de desenvolverse por terrenos oscuros. Claro que en lugares en los que no había estado antes afinaba sus otros sentidos el doble aún apoyandose en mí. Era un hombre verdaderamente desconfiado pero sus razones tenía. Lo que pude apreciar gracias a la bola de luz azulona que flotaba más adelante de nosotros era una amplia habitación repleta de vasijas y jarrones con lo que parecían pergaminos de palido color, dos sillones cubiertos por unos tapices de gran tamaño y agradable tacto y libros, un montón de libros en largas filas. A lo lejos en una escalera de madera no muy consiste Perrian sentado en el segundo escalón no nos quitaba ojo. El dueño de la arbitraría voz se encontraba a su lado de pie tratando de encontrar algunas velas para que la habitación se llenase de más luz.

-¡Así es mi hogar! -Soltó Perrian con voz bromista. -¡Pequeño y oscuro pero encantador! -

Tanto Rezo como yo escuchamos como el hombre golpeó a Perrian. Me esforce por no soltar una carcajada. Con algunas velas de variado tamaño entre los brazos, nos dispusimos a dar más luz a la habitación colocandolas en diferentes puntos de ésta. Conduje a Rezo hasta uno de los sillones pero yo no me senté en el otro, me quedaría de pie apoyado en la puerta al cerrarla por mandato de ambos hombres. En la parte central del suelo, otro tapiz había sido colocado a modo de alfombrilla. Sus colores y figuras tejidas era identicas a las de los que estaban sobre los sillones. Perrian seguía mirandonos desde su rinconcito, con las manos enguantadas sobre su rostros, suspirando sin dejar de sonreir. En sus ojos, ojos del color de cielo en un día de verano, podía uno perderse. Perrian, a diferencia mia, era feliz sirviendo a ese hombre. Cuando pasado un rato, despúes de varias cortesías innecesarias, Rezo me permitió ir con Perrian, ambos, subiendo las debiles escaleras nos pondriamos a hablar sin parar. Él contaría con gran orgullo lo buen ladrón que era. Yo, con cautela, le hablaría de lo único que no me comprometería, mis sueños perdidos de grandeza. Surgiría, inevitablemente, esta pregunta:

-¿Y es que no te parece extraordinario trabajar con el gran Monje Rojo? -

Dejandome totalmente desarmado. Creandose un desagradable silencio, que sólo sería desvanecido por las voces de nuestros jefes. Llevandome la mano cerrada a la boca, adoptando un aire pensativo, mirando a diestro y siniestro, en un susurro, me aventuraría a exponer mis sentimientos un poco:

-Al principio sí pero cuanto más tiempo llevo trabajando... Para él, más me cuesta. -

Perrian, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, rascandose la cabeza, intentaría darme una lo que él pensaba que sería una respuesta reconfortante o al menos, ingeniosa.

-Comprendo. Cuanto más importante es tu maestro, más trabajo te toca realizar. -

Sonriendo levemente porque Perrian se esforzaba en hacerme sentir bien, sería yo quien a continuación lanzaría una pregunta envenenada a Perrian.

-Y tú, ¿De verdad te gusta esto? Robar y pelear para que ese tipo pueda continuar con su negocio ilegal. -

Perrian, al principio iba a contestarme de inmediato pero pensando bien lo que iba a decir, dando un hondo resoplido, confesaría:

-Lo cierto es que no pero no tengo otra cosa mejor. Él fué el único en ver algo de talento en mí y me sacó del hospicio aún sin ser mi padre. Se lo debo. -

Su voz no sonaría tán entusiasta o dinámica como solía hacerlo en aquel instante. Ambos nos veiamos comprometidos con nuestros jefes, esa evidencia me hizo sentir tanta lastíma por nosotros pero negandome a compadecerme de mí mismo, agité mi cabeza y adoptando un aire más alegre, exclamé:

-Bueno, si eres tán buen ladrón. Seguro que tienes un montón de cosas interesantes por aquí. ¡Enseñame las más valiosas! -

Perrian volvió a animarse, casi de un brinco se pondría en pie y llevando con él la única vela que había entre nosotros iría hacía las penosas estanterias que la habitación poseía. La madera parecía roida como la de la escalera pero los queridos libros de Perrian aún resistían unos sobre otros. Todos ellos de duras tapas y papel amarillento debido al paso del tiempo. Al principio creí que serían libros de magía o sobre ciencia experimental pero al leer algunos parrafos descubrí que eran fabulas o historias sobre caballeros errantes.

-Perrian, ¿Se puede saber qué hace un ladrón con tantos cuentos? -Me mofé. -Los ladrones suelen quedarse con objetos valiosos como dagas magícas o gemas de intensos colores. -

-¡Pues yo robo conocimientos y me gustaría poseer estos! -Aullaría arrancandome los libros de las manos disgustandose.

-¿Te gustaría? ¿Es qué ni siquieras los has leido? -Quisé saber con los ojos entrecerrados y una sonrisa propia de un matón o de un abusón. Perrian arrugó la frente mirando hacía un lado pero diría con voz bien firme:

-Pues no, porque todavía no sé leer pero pronto aprenderé. -

En ese momento me dí cuenta de cúan sencillas y hermosas eran sus aspiraciones, no como las mias. Para tener la edad que yo tenía cuando comenzó todo esto de la busqueda de la piedra filosofal, Perrian no me resultaba tán temerario ni orgulloso como lo era yo. Como mucho, un poco bribón. Le cogí cariño enseguida. Claro que como descubriría al cabo de muchos años más, las apariencias engañas. Como ambos ibamos muy tapados y yo seguía con la capucha muy bajada, atisbandose tán sólo a la luz de la vela mi mechón más grueso, para Perrian no era ni un monstruo ni un individuo peligroso. Quizás un bandido muy receloso pero eso en la profesión no era de extrañar. Para cuando Rezo y el jefe de Perrian acabasen su charla y subiesen a comunicarnos que era hora de irnos, yo y Perrian nos manteniamos muy entretenidos leyendo uno de sus libros.

-Zelgadiss, tienes mucho talento leyendo. -Me alababa con los ojos brillantes de admiración.

-No es para tanto... -Mascullaba yo que fingía no darle importancia aunque muy en el fondo me encantaba oir sus alabanzas. Entre los ayudantes y aprendices de Rezo, los que mejor leían eran Cliff, Eris y Crystal. Astrid preparó a conciencia a Crystal antes de presentarla ante el Monje Rojo. Los otros tampoco lo hacían mal pero les costaba leer con clarida terminos preciados pero de complicada pronunciación. Perrian y yo alzamos nuestras cabezas y vimos como ambos hombres esperaban a que bajase con ellos, cruzados de brazos. Cerré el libro apresuradamente entregandoselo a Perrian y poniendome en pie me desplacé hacía ellos en dos o tres zancadas.

-¿Volveremos a Bamond? -Necesitaba saber alejandonos de los barrios bajos.

Rezo esbozó una ligera sonrisa y alzando una ceja, contestó:

-Es posible. Por lo que aquel hombre decía, el joven que trabaja para él es muy habilidoso a la hora de encontrar documentos o libros raros. -

Por el momento fue todo lo que quería oir así que pasando por las calles más principales y llenas de puestos hasta los topes, no dije ni una sola palabra más.

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