martes, 5 de abril de 2011

FanFic Slayers MAILSTAR´S MELODRAMA


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD)

Gracias a QP Diana y a Ameban he tenido la oportunidad de sentir cariño hacía Jeffrey y su madre, una mujer de cuidado XD Yo sólo conocía al Jeffrey del manga y la verdad parece más apto para la pelea que el Jeffrey que aparece en los OVAS de Slayers, sin embargo luego resulta que no quiere ser un caballero... Así que a mí también me gustaría escribir alguna historia en la que aparezcan Jeffrey y su madre Josephine. Sin embargo en mi historia no sólo Rodimus se queda de patata al conocer a Jeffrey, porque Rezo se lleva con él a sus otros dos hombres, Dilgear y Zolf sin olvidar a Zelgadiss. Cachondeo asegurado XDD


Sería bien temprano cuando alguien comenzó a golpear varias veces la puerta de vieja madera, a cada golpe, con mayor fuerza, despertando subitamente a todos los residentes de la sencilla cabaña. Dilgear, echado en el frio suelo, acomodado como suelen hacerlo los animales dómesticos fijó sus amarillentos y rasgados ojos de viejo lobo sobre su señor, que se apresuraba a salir del calentito lecho para descubrir quien llamaba con tanta insistencia.

-Mi señor... -Se dispusó a hablar el hombre-bestia pero su señor le interrumpió:

-Ya me encargo yo, Dilgear, tu sigue durmiendo. -

Pero Dilgear acabó por levantarse, de todos modos, tampoco esque hubiese logrado dormir. A los pocos instantes el impaciente desconocido fue recibido por el señor de la casa. Dilgear, a lo lejos, observó al intruso. Era un joven bien vestido, con cabellos revueltos bajo un gorro de brillante color a juego con su camisa. Junto a él, había un saco de piel de tamaño mediano. Dilgear pronto dedujó que debía de tratarse de un mensajero. Su señor le hizo pasar, tras dar una leve palmada las pocas velas que disponía esa habitación se encendieron. A Dilgear aquello siempre le llamaba la atención, ya que su señor era completamente ciego, un ciego muy particular. Aunque su señor invitó al muchacho a tomar asiento, el joven, muy educadamente, lo rechazó diciendo:

-No es necesario, tán sólo he venido a darle un comunicado urgente. -

Tan sólo Dilgear pudo percibir como aquellas palabras alteraron al buen Monje rojo, pues su rostro no parecía albergar cambios muy visibles. El monje rojo si tomó asiento, si iba a escuchar algo importante, solía hacerlo sentado.

-Bien, ¿de qué se trata? -

El muchacho se colocó frente a él, tomó aire y se dispusó a recitar lo siguiente:

-La señora Mailstar reclama la presencia del Monje rojo pues su queridísimo hijo se ha puesto gravemente enfermo y le suplica, al mejor de los mejores, que le devuelva a su Jeffrey la salud. -

El monje rojo meditó sobre lo que aquella dama, que seguramente debía ser una dama de buena familia, le pedía. El muchacho esperó su respuesta tal y cómo había aprendido hasta que una voz apagada le hizo girarse para dislumbrar al dueño de esa voz. Un hombre alto, delgado pero sin resulta esmirriado, con begote pero hermosas y masculinas facciones le decía:

-Dile a esa tal Mailstar que Mi señor Rezo tiene mejores cosas que hacer que curar a un crio mimado. -

Al rato otro hombre le reprendió. Un hombre de aspecto robusto pero sin resultar demasiado mosculoso y de barba castaña.

-Zolf, ¿por qué no iba Nuestro señor Rezo a hacer eso? Los buenos hombres hacen bien sea a quien sea, sin mirar las riquezas de sus pacientes... -

Zelgadiss se encontraba al lado de Rodimus sin decir palabra, simplemente les miraba con ojos entrecerrados a causa del sueño que aún tenía.

-Mmm Dile a la señora Mailstar que ire. -El monje rojo dijo finalmente con voz calmada. -Pero que tán sólo ire a echarle un vistazo, si en verdad está tan grave, me quedaré unos días. -

Habiendose marchado el joven mensajero cargando como bien pudiera el saco que llevaba consigo. El monje rojo y sus hombres mantendrían una charla antes de encaminarse al hogar Mailstar. Zelgadiss, les contemplaría y escucharía sentado en su rincón degustando su temprano desayuno, un buen tazón de leche tibia. La voz de Zolf resonaba más alta que las otras, desde luego era un tipo con muy pocos modales pensaba Zelgadiss, acostumbrado desde bien pequeño a tratar con gran respeto a todo el mundo. La voz de Rodimus era energica pero modulada como Zelgadiss suponía que debían de ser las voces de los caballeros pero la de Rezo, era sin duda, la más fascinante, fina, melodiosa y calmada. A veces a Zelgadiss le gustaba pensar que su tutor tenía buena voz para haber sido miembro del coro de cualquier monasterio. Cuando la conversación o pequeña discuta llegó a su fin. Zelgadiss se vió obligado a vestirse.

-¿Por qué he de vestirme con mis mejores ropas? -Refunfuñearía mientras el paciente Monje rojo le ayudaba a ponerse su ropa más bonita.

-Pues... Por que hoy es un día muy especial. -Le respondería con la astucia que sólo los mayores tienen. Zelgadiss le miraría curioso. -Vamos a visitar a un futuro caballero. -Añadiría Rezo imaginandose la mirada de curiosidad que le estaba lanzando el chiquillo. Zelgadiss dejaría de protestar dandose cuenta de que en efecto, debía presentarse ante aquella persona, como era debido. Nada de ropas de colores apagados o con diversos cosidos. La familia Mailstar le comentaba Rodimus a Zolf era una familia poderosa pues el Señor Mailstar era un caballero de los denominados Caballero de la espuela dorada, de buen linaje y uno de los más fieles caballeros del rey, por lo que al maduro caballero le resultaba un honor tener la oportunidad de conocer al siguiente caballero de la familia Mailstar. Zolf escuchaba a su compañero pero era obvio que todo aquello le daba igual, sabía que los caballeros tanto en los reinos magicos como en aquellos que no lo eran, eran personas importantes, con titulos y terrenos y mucho oro, por lo que Zolf siempre los consideraría como unos individuos pretenciosos y arrogantes, que no se merecían la atención del Monje rojo.

-Los santos -Replicaría -no deben perder su valioso tiempo con gente que puede conseguir a los mejores medicos del país. Los santos han de atender a todos aquellos que no poseen ni una simple moneda de plata para ser atendidos por cualquier medico.

Las distintas visiones que tenían Rodimus y Zolf a menudo provocaban grandes tensiones entre ellos, Dilgear, que se limitaba a esperar a su señor todo cubierto y encapuchado por una larga capa con capucha de oscuro color, nunca se metía en esas conversaciones tán triviales pues ambos tenían razón. Algunos individuos podían lograr ser caballeros por otros modos, eso sí, debían provenir de familia noble y con respecto a lo que un santo debía o no debía hacer, al hombre-bestia le gustaba que Rezo mostrará su gran piedad sobre todo el mundo. Cuando vieron aparecer a su señor con el chiquillo, se dirigieron de inmediato al pueblo más cercano para conseguir unas monturas adecuadas. El viaje sería largo, el Monje rojo mediante un pertubador hechizo les ahorraría traspasar el largo oceano en barco. En tierras toledanas, con los caballos bien ensillados y habiendo obtenido las provisiones necesarias marcharon a los reinos magicos pues la familia Mailstar vivía en uno de ellos. El camino les llevó varios días pues con Rezo, recorrer los lugares de noche no era problema, haciendo así, menos paradas. La ciudad de Ragdo en realidad era un ducado, pertenecía a un duque, el cúal tán solo permitía a las familias nobles residir allí. Otro motivo más por el que Zolf odiaba encontrarse en Ragdo. Ragdo era una ciudad hermosa y limpia, a Zelgadiss le sorprendió no encontrar mendigos o gente de inferior nivel social por las calles. Un joven les condujó hasta la residencia Mailstar. Una de las mansiones que se encontraban cercanas al centro de la ciudad. Tras dejar los caballos en manos de su joven guia, todos se dirigieron a la entrada. Una mujer de rasgos envejecidos se encargaría de abrirles las grandes puerta y llevarles al gran salón, en su interior se encontraban la señora de la casa y algunos familiares. Como bien le había hecho aprender Khem, Dilgear se quedó rezagado pues el sirviente nunca debe entrar antes que su señor. Rodimus y Zolf caminaban junto a Rezo. Demasiado cercanos pensaría el hombre-bestia pero llegados al salón, ninguno entraría. En cuanto vieron entrar al Monje rojo, el pequeño Zelgadiss comprobó cúan admirado era pues todos los presentes se levantaron de sus comodos y caros asientos. La primera, a la que más le convenía, fue la señora Mailstar, cuyo aspecto dejaría bastante impresionado al chiquillo. No tenía nada con ver con las esbeltas y arrebatadoras doncellas que aparecían coronando caballeros en sus novelas de caballeria pues Josephine Mailstar era más bien regordota, muy regordota, con rostro redondeado, grandes ojos castaños con fuerte color rosa en sus parpados, naricita respingona y rojisimos labios de gran tamaño. Tez de un antinatural blanco y rosadas mejillas a juego con el color de sus parpados. Al igual que sus ropas más elegantes, el vestido de la dama era de vivo color rosa, con flecos y otros detalles de intenso rojo. El peinado también se le antojó excesivo. Sus cabellos estaban cardados y recogidos en un moño de gran tamaño. Zelgadiss la miraba con los ojos muy abiertos, llevandose una mano al mentón, con expresión pensativa, no le sería facil describirsela a su buen tutor sin soltar alguna palabra ofensiva. Los demás también llevaban ropas vistosas pero Josephine realmente les superaba. Como si una alegria incontenible la poseyese y la hiciese incapaz de salvaguardar los extrictos modales que un noble ha de poseer, la señora Mailstar corrió hacía Rezo y tomandole la mano exclamó con una voz tán aguda que pareció un chillido:

-¿Es Ud el hombre del que tanto he oido hablar, el que curará a mi Jeffrey, El monje rojo? -

-Bueno, así me llaman... -

-¡Oh Ceiphied! ¡Mi Jeffrey se va a curar! ¿Ven como nunca hay que perder la esperanza? -Le interrumpió la exaltada Josephine alzando su ya aguda voz a los cielos mientras fijaba sus ojos a los demás nobles, que ante la confirmación del joven todo vestido de rojo, se encaminaron hacía él formandose así un circulo a su alrededor. Dilgear, contemplando desde el pasillo la escena, no pudo más que sentir lastima de su señor, atender a semejante gente sin perder los nervios no parecía tarea fácil. Los fuertes perfumes que cada dama llevaba aunque al principio proporcionaran un agradable aroma, al mezclarse en tán reducido espacio, producieron al Monje rojo leves nauseas, por lo que, muy consciente, de la posición social de la que gozaba esa gente y lo orgullosos que solían ser, les pidió con el mayor respeto posible un poco de espacio.

-Señores, damas, ¿serían tán amables de apartarse un poco? Les agradezco su interés pero he tenido que realizar un viaje muy largo... -

Rezo no necesito decir más, Josephine los fue apartando y poco a poco el espacio se volvió menos asfixiante. El monje rojo antes de visitar al tán enfermo Jeffrey, se dirigió al lugar en el que se encontraban sus hombres.

-¿Va todo bien, Mi señor Rezo? -Preguntaría Rodimus viendolo dar un hondo suspiro. Zelgadiss también miraba a Rezo preocupado, aún agarrado a su brazo. Rezo notando la leve pero creciente preocupación, los tranquilizó antes de que el estado de sus hombres le comenzase a agradar:

-Si, si. Simplemente estoy un poco cansado. -

Dilgear se le acercó y le susurró:

-Si no te encuentras a gusto con esta pandilla de snobs, no tienes por qué permanecer aquí más tiempo. -

Entonces, como si acabase de recordar el motivo principal de su presencia, regresó al salón para pedirle a la señora Mailstar que le llevase ante su enfermísimo hijo. Ella, que se encontraba eufórica comentando lo afortunada que era de que un hombre de su prestigio hubiese accedido a ayudar a Jeffrey, dejó su charla y lo condujó sin tardar ni un instante.

-Se puede apreciar lo mucho que quiere a su hijo. -Le comentó Rezo sonriendo pensando en su propio regalo del cielo, Zelgadiss. La señora Mailstar con orgullo de madre, dijo:

-Por supuesto, mi Jeffrey es un amor de hijo, muy obediente y en cuanto se mejore retomará su entrenamiento como caballero. -

Zelgadiss no podía evitar mirarla como quien mira a un hombre con tres cabezas o a cualquier otro ser inusual. A su tierna edad, Josephine era la mujer más extraña e hilarante que podía haber conocido. Se preguntaba si en verdad, todas las mujeres de la corte serían así. Hasta el momento sólo había visto muchachas y mujeres de origen humilde, la gran mayoria muy enfermas y otras, de menor porcentaje eran consideradas brujas. El cuarto de Jeffrey era dos o tres veces mayor que la habitación que Rezo y él compartían. Zelgadiss se sintió brevemente disgustado pues Jeffrey parecía dormir en su propia y maravillosa cama pero al instante siguiente se le pasó, a Jeffrey seguramente no le contaban bonitas historias como las que Rezo le recitaba ni tendría a quien acudir al poco de tener una pesadilla. Jeffrey al dislumbrar la figura de su madre, dirigiría su rostro hacía ellos y diría con debil voz:

-Buenos días, madre. ¿Se ha encontrado ya un medico adecuado a mí problema? -

El monje rojo se sintió identificado pero no supó explicarse el motivo. Zelgadiss contempló con gesto entre serio y triste como la señora Josephine acariciando algunos cabellos de su hijo, le informó de la presencia del gran Monje rojo.

-Sí, cariño. Tras varios meses de busqueda, Madre ha dado con uno cuyo saber va más allá que el de los demás. Pronto podrás retomar tu entrenamiento, mi amor. -

Y tras decirle eso, dandole un beso con sus grandotes labios en la frente, les indicó a que se acercasen a la cama. Zelgadiss guiaría al Monje rojo con gran presteza. Rezo dejó caer una risita, su niño se tomaba muy en serio su deber de guia. Zelgadiss miró a Jeffrey detenidamente y lo que vió le decepcionó verdaderamente, en esa cama no se encontraba ningún futuro caballero, en aquella cama lo que se encontraba era un chiquillo como el o de edad similar cuya piel era tán fina que podía resquebrajarse con cualquier cosa, palido y de rasgos aniñados pero como los que Rezo poseía.

-Jeffrey parece un zombie. -Musitó.

-Quizás se recuperé adquiera mejor aspecto, su madre dice que está muy enfermo, mi niño. -Le recordó Rezo, que había oido la definición general de Zelgadiss.

Rezo se sentó lo más cerca posible de Jeffrey y comenzó a reconocerlo.

-Buenos días, Jeffrey. ¿Qué tal te encuentras hoy? -Sería lo primero que diría.

-Pues no muy bien señor. -Respondería Jeffrey con voz casi inaudible debido a lo debil que se sentía. -¿Cree que podré ser caballero? -Le preguntaría mostrado su principal preocupación.

El monje rojo arrugó la frente, mientras tocaba uno de sus delgados brazos, Jeffrey no parecía muy apto para utilizar la clase de atuendo y armaduras que usaban los caballeros, más, tratando de no desanimar al chiquillo pues Rezo también se figuraba que no podría tener más de once o doce años, simplemente le contestó:

-No lo sé Jeffrey, dependerá de lo mucho o poco que mejores. -

No sería hasta hacerle respirar varias veces que el Monje rojo comenzase a meditar una posible causa de su estado.

-Jeffrey -Le diría con su suave y melosa voz -ahora me gustaría, que tomes todo el aire que puedas y lo no lo sueltes hasta que yo te diga. -

-Si, señor. -Dijo el obediente Jeffrey y Rezo escuchó como Jeffrey tomaba aire, colocando una mano sobre su pecho el Monje rojo ante la atenta mirada de Zelgadiss y la inquieta mirada de la señora Mailstar, trató de examinar los pulmones del chico con ayuda de la magía, como había hecho en tantos reconocimientos anteriores pero Jeffrey a penas logró mantener el aire tal y cómo Rezo le había solicitado pues Jeffrey comenzó a sentir que se asfixiaba. Al Monje rojo no le costaría adivinar la dolencia de Jeffrey,

-¿Podrá Ud ayudar a mi Jeffrey? Como ya ha podido comprobar, esta muy enfermo. -Le preguntaría preocupadísima la señora Josephine con los dedos entrelazados en gesto de suplica.

Rezo pensando que se trataba de asma, le respondería que sí pero como tampoco se encontraba del todo seguro, añadiría:

-Pero me gustaría que otro medico me ayudase, ¿no le importará? Le aseguro que Fray Joseph es un medico de confianza y un gran amigo mio. -

Sí, el viejo Dilgear estaba en lo cierto, conociendo a Rezo, se quedarían una temporada en la residencia Mailstar pues Rezo cada vez que se topaba con una enfermedad o dolencia de la que no estaba totalmente seguro, hacía llamar a Fray Joseph y se metían de lleno contra ella. A primera vista parecía asma pero cuando Josephine le comentó que anteriormente había estado muy resfriado, Rezo no supó que pensar. Rodimus al principio también sintió mucha envidia de Jeffrey ya que Josephine comentaba, exageradamente como ya era normal en ella, que su Jeffrey no necesitaría servir en ninguna casa, que tenía una especie de derecho a la cabelleria desde nacimiento y que aprendería los criterios, la esgrima y equitación en casa. Fray Joseph tenía tán claro como Rezo que Jeffrey dado su enfermizo estado, desde la cuna, no valía para caballero. Le trataría y podría mejorar pero seguiría siendo inadecuado para la caballeria. Hacerselo comprender al propio Jeffrey no fue sencillo. Fray Joseph y Rezo se sentaron a su lado, Jeffrey, que pasado unos días, había ido mejorando lo suficiente como para abandonar la cama, estaba en el alargado sófa leyendo un libro de grueso forraje y amarillentas hojas pero finalizó su lectura al ver como tomaban asiento.

-Jeffrey, nos gustaría hablar de una cosa contigo. -Comenzaría la conversación Rezo, cuyo tacto a la hora de tratar ciertos asuntos solía desesperar al ya de por si nervioso Joseph.

-Haré que algún criado traiga a mi madre, creo que a ella también le gustará escuchar lo que tengan que decirme. -Dijó Jeffrey haciendo que un hombre de ropas sencillas se acercase hasta ellos pero Rezo le indicó que no era necesario. Joseph le miró con una ceja arqueada como con expresión divertida, en su interior no podía evitar querer reirse del joven, Rezo y el querían hablar con él sin Josephine de por medio y el sentía que debía avisar a su madre para que fuese participe.

-Mira, Jeffrey, está muy bien que tengas tán en cuenta a tu madre pero esto de lo que vamos a hablar contigo, es algo que tienes que decidir por tí mismo. -Le aconsejó Joseph.

-¡Exacto! -Exclamó Rezo - Ya que se trata de algo que tendrás que renunciar. -

-¿Renunciar? Preguntó el joven mirandolos sin comprender.

Rezo trataba de hacerle ver que eso que tendría que renunciar era su sueño de ser caballero pero temía destrozar su fragil espiritu por lo que se lo fue explicando de un modo lento y edulcorado hasta que Joseph, haciendo gala de su impaciencia infantil, lo simplificó tal que así:

-Chiquillo, debido a tu enfermedad no te es recomendable ejercitar ninguna clase de deporte o actividad de gran desgaste fisíco como por ejemplo, la esgrima. Tanto Rezo como yo coincidimos en que ser caballero no es la profesión más adecuada para tí. -

El monje rojo ante la rotundidad con la que se lo comentó sólo pudó echarse la mano por la frente y girar suavemente la cabeza. Sabía que esas palabras entristecerían a Jeffrey y afectarían muy negativamente a Jeffrey. Así fue ya que Jeffrey ya comprendiendo lo que ambos tramaban, con una actitud propia de un crio de menor edad, hizó a gritos llamar a la señora Mailstar.

-¡Madre! ¡Madre! ¡MADRE! -Gritaba Jeffrey lloriqueando, cada vez más y más agitado, con posibilidades de sufrir un fuerte ataque asmatico. Rezo intentó calmarlo:

-Jeffrey, no te conviene exaltarte tanto. Vamos, Jeffrey, aunque no puedas hacer algunas cosas aún puedes hacer muchas otras. -

Pero las palabras del Monje rojo no parecían apaciguar el espiritu herido de Jeffrey, que comenzaba a respirar de modo irregular y su rostro parecía volverse de un tono más palido de lo normal. El sirviente trajó a Josephine lo más rapidamente que pudo, la casa era bastante grande. Joseph observó como sólo Josephine logró calmar al mimado chico.

-Madre, ¿verdad qué algún día sere un caballero al igual que padre? -Le preguntaría abatido.

-Oh mi querido Jeffrey, claro sí. Yo diría que incluso uno de mayor talento. -Le comunicó la señora Mailstar sosteniendolo en sus fuertes brazos. Joseph se pusó sus almendrados ojos sobre las grandotas manos de Josephine, en sus dedos había una serie de anillos cuya gemas o joyas eran de un tamaño grandioso y de colores muy bellos.

-Qué mal repartido esta el mundo, Dios mio. -Susurraría, siendo Rezo el único en escucharle, sin pretenderlo, al Monje rojo se le escaparía una sonrisita.

-He estado pensando en Jeffrey. -Le soltaría Dilgear al encontrarse al Monje rojo paseando por el pasillo a altas horas de la noche. -A lo mejor si lucha contra Zelgadiss comprenderá que lo que Fray Joseph y tu le recomendais no es por fastidiarle sino por su bien. -

Rezo encaró su rostro hacía el del hombre-bestia pero no dijo nada. Dilgear añadió:

-Es tán sólo una idea... -

-Lo sé Dilgear pero Jeffrey podría sufrir otro ataque, uno de mayor intensidad. -Fue lo único que le respondió Rezo antes de regresar a la habitación que la señora Mailstar le habia concedido. A Joseph en cambio, con lo tercos que eran madre e hijo, no le pareció mala idea. A veces la gente no cree hasta que ve. Zelgadiss se quedó tán sorprendido como Rodimus cuando durante una comida en la habitación en la que solían comer y cotorrear los sirvientes de los Mailstar, uno de ellos comentó como vió a Joseph y Rezo proponerselo a Josephine.

.¿En serio? ¿Entonces al final van a poner en practica mi idea? -Quisó saber Dilgear con los ojos y la boca abierta cuando Zolf se lo contó.

-Al parecer Fray Joseph ha convencido a Nuestro señor Rezo y dice el sirviente que cuando regresaba les vio planteandoselo a la señora Mailstar. ¿Sabes? A los pocos instantes, se hizo una buena timba. -

Todos se habían apostado todas sus posesiones a que Zelgadiss ganaría pues Zelgadiss era un chiquillo no sólo más sano, sino también mucho más habilidoso. Jeffrey había recibido clases de esgrima al igual que Zelgadiss pero a diferencia de éste, de mano de los mejores profesores sin embargo como bien descubriría Zelgadiss su manejo con la espada era además de torpón, inadecuado. Aquella misma tarde, Zelgadiss pondría a prueba todo lo aprendido contra Jeffrey. Caminando hacía el gran salón, la única habitación en la que se podría desarrollar el duelo, Zelgadiss no paraba de formular preguntas a Rodimus.

-¿Tú crees que Jeffrey será mejor que yo? -

-Si es cierto lo que la señora Mailstar cuenta, es probable, de todos modos, tu tampoco lo haces nada mal, para tu corta edad. -Le respondía Rodimus con una calida sonrisa.

-¿Y crees qué su espada será tán bonita como la mía? -Preguntaba Zelgadiss observando con orgullo la espada que Rezo le regaló en su último cumpleaños, en sus jovenes ojos Rodimus podía apreciar un furor y una valentía propias de un gran caballero. Cansado de tanta pregunta, Rodimus concluiría con esa:

-Puede pero piensa que la tuya es única. Rezo la mando hacer especialmente para tí. Ahora concentrate en la batalla y deja de acribillarme a preguntas absurdas. -

Zelgadiss asintiría y desembainando la espada tomaría la posición que le correspondía. Jeffrey ya se encontraba en el salón, con una gran cota de malla que cualquiera habría dicho era de su talla y una espada de mano y media, un estoque dorado. Ambos jovenes se miraron colocando sus espadas, la de Zelgadiss a dos manos, como habían aprendido preparando el movimiento inicial, La guardia. Zelgadiss vió a Rezo, a Joseph y a la señora Mailstar por el rabillo del ojo, ellos presidirían y decidirían cúal sería el vencedor. El pequeño Zelgadiss dió un hondo suspiro, pues temía la derrota y lo que ella pudiese conllevar. Rezo no le castigaría ni le humillaría pero a Zelgadiss le invadiría una verguenza espantosa, a ojos de Rezo deseaba ser tán valido como Dilgear o Rodimus. Jeffrey no sentía ninguna presión, Jeffrey simplemente tendría la oportunidad de enfrentarse a otro valido aspirante a caballero como bien podría hacerlo en un torneo. Tras un largo silencio, sería Jeffrey quien comenzaría el enfrentamiento. Corriendo hacía Zelgadiss agitando la espada como un loco, gritando alguna insensatez atacaría a Zelgadiss, que a pesar de lo estupefacto que le había dejado ese arranque de Jeffrey, le esquivó sin problemas y se dispusó a realizar alguno de los ataques que Rodimus le había enseñado. No le resultaba fácil pues auque la espada había sido hecha con los metales más ligeros, era de metal pero haciendo grandes esfuerzos consiguió elaborar los pasos que requería ese ataque sin perder en el proceso el equilibrio. Un sabio una vez le recomendo llevar algo de más o menos bien peso en los bolsillos para equilibrarse con el peso de la espada. Jeffrey esquivó el ataque de Zelgadiss aunque quizás no del modo más correcto, el chico volvió al movimiento de guardia, limitando como había aprendido de Rodimus sus puntos más vulnerables. Jeffrey en cambio, parecía no tener eso muy en cuenta. Se desenvolvía de un modo que a todos los entendidos dejaría con la boca abierta, incluso a Dilgear sorprendió, cuyo manejo de la espada era bastante humilde en comparación con el de Rodimus o el propio Zelgadiss, contemplando a lo lejos, detrás de Rodimus el enfrentamiento.

-Khem le habría perforado las tripas al ver lo mal que usa la espada. -Masculló por los bajines.

Zolf disfrutaba observando a Zelgadiss, su caballo ganador. Rodimus se llevaba las manos a la cabeza y exclamaba:

-¡Esa no es la forma de realizar ese ataque! ¡Dios mio, así tampoco! -

Desde luego, Jeffrey usaba la espada pero la usaba como la suelen usar los crios cuando juegan con palos. Jeffrey era una verguenza para todos aquellos que si eran o habian sido caballeros. Trás tres o cuatro ataques más Zelgadiss empezaba a sentir sus brazos doloridos, todo su cuerpo parecía resentirse pero eso no sería nada con lo que le sucedería a Jeffrey, pronto un fuerte dolor en el pecho se manifestaría haciendo que Jeffrey soltase la espada para llevarse la mano a la zona por la que se estendía ese dolor, su respiración se volvería más y más costosa, emitiendo sonidos irregulares, caería al suelo. Joseph miró a la señora Mailstar con la esperanza de que así comprendiese que para Jeffrey la caballeria resultaba un trabajo peligroso antes de correr hacía Jeffrey, que seguía emitiendo esos extraños sonidos seguidos de unas toses terribles. Joseph se lo llevó a sus aposentos y Rezo le siguió. Zelgadiss les miró asustado. Rodimus, Zolf y Dilgear se apartaron de la puerta con rapidez. Las palabras de la señora Mailstar fueron duras pero las palabras de Joseph lo fueron aún más a la mañana siguiente.

-¡Fuera de mi casa! -Le ordenó con su dificilmente aguantable chillona voz Josephine a Joseph.

-¿Por qué? Fui llamado para ayudar a Rezo y eso he estado haciendo. -Protestó Joseph.

-¡¿Ud?! ¡Ud no ha ayudado en nada a mi Jeffrey! ¡Asi que prefiero que Rezo continue cuidando de mí Jeffrey sin Ud! -Apostilló Josephine disgustandose al oir las protestas de Fray Joseph quien según la propia señora Mailstar no había hecho más que entorpecer el excelente trabajo del Monje rojo. Si iba a ser echado porque ella no se dignase a aceptar el consejo porque no era capaz de ver la realidad, Joseph no se iba a poner a discutir con Josephine por algo así, si tenía que irse, se iría y eso hizo pero antes le dijo a Rezo lo siguiente:

-Rezo, sé que tu también quieres lo mejor para Jeffrey y harías lo imposible por convencer a Jeffrey de que siga nuestro consejo pero Jeffrey depende demasiado de las decisiones de su madre y como ella se niega a aceptar nuestro consejo, te aconsejo darle la mayor cantidad de medicinas posibles y que regreses a tus demás deberes. Es asma cronica es así y si le sumas al paciente la manera de ser de Jeffrey, es aún peor pero tu ya has hecho todo lo que has podido. -

Rezo le daría varias vueltas a las palabras de su amigo y llegaría a una conclusión inapropiada pero en el caso de Jeffrey, de las mejores. Los hechiceros no solían preparar brebajes o pocimas ya que a menudo los ingredientes o el modo de elaborarlas atentaban contra toda la etica y la moral con la que se esforzaban en utilizar la magía pero Rezo, que a veces consideraba a los hechiceros personas demasiado aferradas a las leyes, en alguna que otra ocasión llegó a desarrollar alguna. Una de ellas fue especialmente para Jeffrey, valiendose de la desesperación e ignorancia en esos terrenos de Josephine, con tán sólo decirle que se trataba de una medicina que Jeffrey debía tomar cada día a lo largo de su vida, Jeffrey podría ejercer cualquier tarea o deporte sin sufrir esos ataques tán graves de asma. La consecuencia sería que Jeffrey iría volviendose más valiente e iría comenzando a tener voz propia, convertiendose a sí, en el señor de la casa.

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