Ya ves, pequeñas estrellas, siempre en movimiento, nunca quietas. Dispuestos a disfrutar de cada pequeño detalle, de cada pequeño descubrimiento pues para ellos todo es grandioso, sea del tamaño que sea. Niños, seres extraordinarios que no pierden su alegría facílmente, por eso además de admirarles, les amo, a cada uno por lo que vale no como ese ruidoso grupo a menudo subestimado, no, yo a cada uno le concedo un nombre, un distintivo que le dará a lo largo de los años darse cuenta de su propia identidad. Entre vosotros y yo, si cada individuo a lo largo de su vida pudiese mantener intacta esa alegría, esa curiosidad o simplemente esas ganas alocadas de vivir ¿no sería el mundo un lugar un poco más agradable? Claro que hay que tener en cuenta que siempre ha habido y siempre habrá algún gamberrete, ese, queridos amigos, es el niño que más cariño y ayuda necesita pero creanme sólo la pide indirectamente, he aquí que sea tán fascinante para mí el mundo de los niños. Sí, a mí me encantaría volver pero creo que hace mucho tiempo que perdí mi ticket... Pero junto a ellos, a los niños que viven más o menos cerca de mi oscuro y tristón hogar, hay cierta esperanza, al menos de recordar ese mundo olvidado.
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