viernes, 14 de enero de 2011

FanFic Slayers RED WRATH II


Maravilloso, maravillosísimo, dibujo de Silvestris X3
NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
La parte en la que nuestro malvado brujo de ropas rojas tortura al hombre que va con el caballero, resultando ser un habíl hechicero, la voy a obviar pues esa escena la escribi, a lo loco XD, hace poco, el fanfic cuyo titulo es ATRAPADO. Sin embargo vais a ser participes de como se las gasta este brujo carmesí, por lo que me toca advertiros de que habrá contenido violento y lenguaje bastante contundente ^^' Con todo dicho, a leer...
-Como ya he dicho, no es necesario usar la fuerza. -Repetió el joven vestido de vivo color rojo.
El caballero y su compañero, que se había colocado delante, con un brazo ligeramente curvado hacía atrás y el otro flexionado con la mano colocada de manera extraña para el caballero, que se mostraba sorprendido, con las manos agarrando fuertemente su espada, vacilante pero preparado para usarla en caso de ser necesario su uso. Los demás clientes les miraban conteniendo el aliento. Caballeros, señores y damas que tán sólo buscaban diversión aquella noche. El ambiente tán agradable que flotaba en aquella taberna parecía haberse esfumado. Ya nadie conversaba o reía. Todos, absolutamente todos, estaban muy concentrados en aquellos tres hombres del rincón. Fue cuestión de minutos que el hechicero, poniendose de los nervios, comenzase algo que no debería haber desatado.
-¿¡Su eminencia tán sólo desea saber por qué cruzamos unas palabras con su muchacho?! -Comenzó así a hablar, a gritos, con tonillo burlón. - ¡Y a tí qué coño te importa!
Como si concentrase toda su furia en su mano, la cúal comenzó a brillar intermitentemente, una pequeña llamarada se concentró y tomando forma de bola, se mantuvó en la palma de su mano, cubierta por un viejo guante negro, hasta ser lanzada con rabia al joven de rojo. Todos, incluido su amigo, el caballero, que retrocedió unos pasos de su amigo, se quedaron estupefactos ante aquella pequeña muestra de magía shamanistica. Para el joven esa bola de fuego no fue difícil de esquivar, es más, la desvió sin necesidad de usar su bastón, causando que fuese a chocar contra parte del techo, cuyas vigas eran de madera. La bola tomó forma ambigua y ese fuego a gran velocidad se extendió por ese lado del techo. La reacción de la gente fue de puro panico. Todos corrieron hacía la gran entrada, quedando así, el caballero, el brujo y el joven de rojizas ropas. El camarero al igual que el caballero se negaba a abandonar su puesto. Sintiendo el mismo o mayor miedo que sus clientes, se quedó allí con los ojos fijos en el rincón, como quisiendo contemplarles desplegar sus habilidades. Dandose cuenta de que no estaban totalmente solos, el joven de rojo tomó su dorado bastón y dando un golpe seco al suelo, se deshizó cruelmente del camarero. El pobre hombre cayó sentado al suelo y en poco tiempo su cuerpo fue envolviendose en dolorosas llamas. Un espeluznante chillido fue lo último que quedó de él.
-¿Cómo es posible que puedas manejar el fuego? -Preguntó el caballero abriendo los ojos con expresión entre asustada y llena de fascinación a su amigo. Se negaba a creer que su buen amigo y fiel compañero fuese un demonio. Si había alguna explicación logica, deseaba oirla proveniente de sus labios.
-Pues... -
-Eso puedo explicartelo yo, si me lo permite el hechicero. -Interrumpió el joven de rojo al creador de la bola de fuego, que le miraba desafiante. El caballero miró a su amigo y luego al joven de rojo. El joven de rojo le resumió sus conocimientos sobre magía shamanistica:
-Es principalmente gracias a la conexión establecida entre los espiritus de la naturaleza y el hechicero. Hasta la fecha sólo se conocen cuatro ramas, las correspondientes a los cuatro elementos esenciales, Fuego, Agua, Aire y Tierra. -
El hechicero le habría aplaudido con euforia si no le hubiese creado tán mala impresión. En pocas palabras había logrado explicar lo que a él le habría costado meses exponer a su amigo. Con el edificio consumiendose por las llamas, el hechicero en lo único que pensó fue en alejar de allí a su amigo. Por lo que, volvió a crear otra bola de fuego, con fortuna, un poco más grandiosa, de modo que el caballero pudiese dirigirse, esquivando los trozos ardientes que caían del techo, la taberna. El caballero, al darse cuenta de la jugarreta que tramaba su amigo, se negó.
-¡De eso nada! ¡Si has de morir para salvar mi vida, prefiero quedarme y morir junto a tí! -Le gritó colocandose a su derecha, empuñando su espada, decidido a morir antes que huir abandonando a su camarada. Fuera, lejos de allí, se encontraba el muchacho por el cúal había comenzado tál terrible cadena de acontecimientos en la taberna. Adormilado, no comprendía a que venía tantos gritos. Frotandose los ojos varias veces, levantandose de la calzada de piedra desiguales, observaba como la gente corría hacía donde mucha otra gente corría alejandose.
-¡Camina muchacho! ¡Una de nuestras mejores tabernas está siendo incendiada! -Una brusca voz de hombre le obligó a moverse. Conducido por aquel hombre llegó al lugar pero había tál cantidad de gente que no pudieron avanzar más. Efectivamente, esa taberna parecía estar siendo presa de un enloquecido fuego. Varios hombres se esforzaban por apagarlo arrojando grandes cantidades de agua desde una serie de cubos de madera pero el fuego seguía cubriendo la taberna. Era como si el fuego mantuviese una barrera sobre el local que no sólo lo mantenía avivado sino que les negaba a los desesperados hombres la posibilidad de entrar.
-Qué raro... -Murmuró el muchacho rascandose con una mano parte de la cabeza.
Tras varios desesperados intentos más, las gentes abandonaron su empeño de salvar la taberna. Abatidos, unos trás otros, volvieron a sus respectivos negocios y hogares. Antes de encaminarse al mismo lugar en que había decidido esperar a su amo, alejado de los prostibulos y las tabernas, el muchacho miró por última vez aquella taberna y con gran asombro fue el único testigo de como el fuego se desvaneció al salir del interior un hombre, un hombre con armadura gravemente herido. Sintió deseos de correr a ayudarle pero como el temor que sentía hacía su amo y señor era mayor retomó su lugar corriendo.
El caballero aún se sentía debil. Los recuerdos de la noche anterior se le presentaban turbios, como si todo aquello no hubiese sido más que una pesadilla o una ilusión. El caballero se incorporó costosamente y dandole un rigoroso vistazo al lugar en el que se hayaba se convenció de que estaba a salvo. A salvo sí, pero ¿a salvo de qué? ¿De quién? Resoplando pesadamente volvió a tumbarse en aquella humilde pero limpia cama. Cerró los ojos y pasandose los dedos varias veces por su frente como si se masajease la frente, trató de poner algo de orden en su mente. Sabía que el día anterior había sido uno de esos días vanales pues no había recibido ninguna misión especifica como caballero, por lo que se quedó en aquella ciudad acompañado por su fiel compañero...
-¡Díos mio! -Exclamó abriendo los ojos, incorporandose de nuevo con dolorosa brusquedad. -¿Leandro? ¿Dónde está Leandro?
-¿Leandro? -Repitió preocupado un joven entrando en la habitación cuyos ropajes eran blancos. -¿A quién te refieres? Sólo encontramos a un hombre muy malherido cerca de la taberna incendiada. -
Esas palabras le hicieron temerse lo peor.
-¿Entonces es cierto que ha habido un incendio? -Quisó confirmar su temor el caballero.
-Me temó que sí, por fortuna no han habido muchas muertes. -Le confirmó con voz calma el joven sentandose a su lado. -Dada la extraña naturaleza de aquel fuego y tu hallazgo, me desplacé desde El reino de Saillune lo más rapido posible. -
¿Extraño fuego? El caballero no comprendía las palabras de aquel joven. Le escuchaba deseando aclarar los borrosos recuerdos que tenía de lo anteriormente vivido. Aquel que le había arrebatado a su amigo, ya muy lejos de la ciudad, agarrando bien fuerte a su muchacho, el único ser humano al que consideraba valioso, mantenía una deliciosa conversación con el comercial más rudo y avaricioso de toda la zona. El muchacho escuchaba mirando al suelo, muchas lagrimas silenciosas caían por sus mejillas. El comerciante se dirigía a ellos de tál modo, que los otros comerciantes se quedaban espantados pues no sólo el color de las ropas del muchacho más mayor les indicaban que era de una clase superior, su porte, sus modales, la pulcritud de su aspecto en general.
-Me gustaría que dejase de gritar esas blasfemias en nuestra presencia. -Le pidió el joven de rojo trás escuchar los incesantes insultos del comerciante a su persona. Otro que no parecía muy devoto de la sagrada iglesia. -Tan sólo venía a echarle una mano. Su negocio podría irse a pique antes de lo que se imagina. -
El mercader suavizó su lenguaje, no obstante preguntó con malos modos:
-¿Así? ¿Quién se lo ha dicho? -
Lanzó una mirada asesina a los demás mercaderes, que asustados, retomaron sus faenas. Por muy interesante que resultasen esos individuos, no era aconsejable inmiscuirse en los asuntos de Zaquio. El joven de rojo respondió:
-Eso no es relevante. Lo que si, es tu respuesta a esta simple proposición, ¿Cree que será capaz de vender esto? -
El joven de rojo mostró al tosco comerciante, una bolsa de tela roja oscura atada a su cintura. Zaquio la miró e indignado exclamó:
-¿La solución a mis problemas se encuentra dentro de esa bolsa? ¡No me jodas! -
-¿Eso es un no? -Preguntó sin alterarse el joven de rojas ropas. -¿Y los demás que opinais? Las primeras impresiones siempre son engañosas. -
Los otros mercaderes intercambiaron miradas y gestos entre ellos. No parecían confiar mucho en aquel cardenal. Uno de ellos, el más curioso, antes de decidir quisó saber qué contenía aquella bolsa.
-Si me muestras su particular contenido, prometo pensar en tu oferta. -Propusó.
El joven soltó al otro muchacho, que apenas se apartó de su lado y tras desatarse la bolsa de la cintura, tirando suavemente del grueso hilo que la mantenía cerrada, metió la mano y al sacarla, todos comprobaron que había sacado un buen puñado de polvo.
.¿Eso es todo? -Gritó otro mercader decepcionado.
-Cuánta impaciencia. -Se limitó a contestar el joven de rojo, cuyos ojos estaban tapados.
Tomando con la otra mano su dorado bastón, caminó hasta la hoguera más cercana, en la que las llamas parecían danzar costosamente debido al viento, con un gesto rapido lanzó todo ese polvo grisaceo. Colocandose junto al muchacho, cerró la bolsa y espero con una amplia sonrisa que las cenizas de Leandro avivasen el fuego. Todos los mercaderes observaron como las pequeñas llamas crecían, volviendose su danza más alocada.
-¡¿Cúanto pides por la bolsa?! -Le exigieron los comerciantes saber.
El muchacho seguía sollozando callado cuando su amo y señor finalizó su macabro negocio.
-No tienes por qué vertir esos lagrimones por un brujo tán mediocre como ese. Sus restos ayudaran a pasar más calentitos el frio invierno a mucha gente. -Le comentó para ver qué cara ponía el muchacho, tán dolido. El muchacho asintió y con gran esfuerzo frenó sus lagrimas. De todos modos, él ya debía ser consciente de que todo aquel que se juntará con él, acabaría martir.

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