lunes, 17 de enero de 2011

FanFic Slayers REMEMORANDO


Para cuando el hombre despertó, el sol ya se encontraba muy alto y luminoso. Había sido encontrado a media noche, gravemente herido por un fraile, miembro, a juzgar por sus habitos de la orden encargada de aquel hospital. Esa fue la poca información que le facilitaron. No muy satisfecho con ella, abandonó la cama que le fue asignada con la vaga esperanza de toparse con su salvador en aquel maldito antro. El edificio era más grande de lo que el hombre en principio imaginó, había varias salas en las cuales estaban reunidos enfermos de muy variopintas enfermedades, divididas por extensos jardines. Un lugar, en apariencia, tranquilo, construido por una buena intención y llevado por hombres cargados de buenas intenciones. La clase de lugar que siempre hacía sentirse fuera de lugar al irritable Zolf. Tras recorrer tres salas sin exito, Zolf decidió retomar su lugar. Se sentó en la cama, pocos instantes antes con las rigidas sabanas revueltas, y dando un largo suspiro buscó entre sus ropas a su buen amigo, el Whisky. Para mayor desagrado, la pequeña petaca hecha de piel, no estaba donde debía estar.
-¡Joder! ¿¡Dónde coño está mi petaca!? -Exclamó levantandose sobresaltando a los demás residentes de aquella sala.
-Calmese, ¿no ve que está molestando a los demás? -Le regó con tono severo una de las hermanas cuya orden colaboraba en el lugar. A pesar de lo tapada que iba, se entreveía que era una hermosa mujer. Zolf se encaró con ella:
-¡Y a mí qué! ¡Hasta que no encuentre mi petaca no parare de dar por culo!
La monja y Zolf mantenían una disputa a viva voz cuando Rezo, el fraile más apreciado de ambas ordenes entro a la sala acompañado por otros dos frailes. Los frailes que le acompañaban se pararon bruscamente, por lo que Rezo también se detuvó.
-¿Por qué nos hemos detenido? -Les preguntó calmadamente. -¿Acaso la avivada disputa que escucho os atemoriza?
-No pero no nos es conveniente entrometernos. -Le respondió uno de los frailes, el que iba a su derecha cuya suave voz le indicaba a Rezo que se trataba de uno de los frailes más jovenes.
-Comprendo. -Exclamó sin levantar mucho la voz Rezo.
-Sería mejor dirigirnos a otra sala. Ese hombre no parece muy agradable. -Le recomendó el otro, situado a su izquierda, cuya voz le indicaba a Rezo que a pesar de la rudeza de sus palabras, no era un mal hombre.
Rezo sintió inmediata curiosidad. ¿A qué se refería el cauteloso Hermano Fermín? Quizás no había sido buena idea traer a aquel hombre herido al hospital, es decir, exponer a las buenas gentes del lugar y a los enfermos a un hombre que nisiquiera conocía. Zolf no era un mal hombre, simplemente tenía un pequeño gran problema que solucionar, la bebida. Era por eso, que se estaba comportando como un barbaro frente a la Hermana Claire.
-¡Por última vez! ¿Dónde está mi petaca? ¡Si lo sabes, te exijo decirmelo ahora mismo! -
Ante ese último grito, el más alto y desesperado de toda la serie de gritos que había lanzado durante la disputa, fue cuando Rezo recordó que al levantarlo del suelo y llevarselo, algo había caido al suelo, algo pequeño, cuadrado, que al tocarlo, para reconocerlo de la única forma que Rezo era capaz de reconocer objetos o personas, manchó sus dedos. Era la deseada petaca de Zolf.
-Hermano Tómas, ¿podrías ayudarme a llegar hasta el hombre que ha comenzado la disputa con la Hermana Claire? He de hablar con él. -Le pidió al fraile de la derecha, al más joven pues el otro no aceptaría dada la actitud de Zolf y su descuidado aspecto. El muchacho se quedó en silencio, como reflexionando la petición de Rezo pero al poco rato le dijó:
-Está bien. -
El hermano Fermín se vió obligado a soltarse del brazo izquierdo de Rezo pues él no tenía ninguna intención de acercarse a semejante individuo. El hermano Tómas condujó a Rezo hasta Zolf, el cúal se quedó callado cuando Rezo comenzó a hablarle.
-¿A qué vienen esos gritos, mi buen hombre? Está asustando a todo el mundo, incluso a mí buen Fermín. -
-¿Esque además de ciego eres sordo? ¡He perdido un objeto muy valioso para mi y nadie hace nada por ayudarme a encontrarlo! -Gritó Zolf con la voz exasperada tras tanto griterio.
-¿Un objeto muy valioso para Ud? Mmm ¿no será de la clase de objetos que albergan bebidas alcoholicas? Me temo que permitirle consumir alcohol aquí no sería correcto. -
Las palabras de Rezo desesperaron aún más a Zolf, que soltando a la asustada Hermana Claire, dió unos pasos y para sorpresa de todos, arrodillandose le suplicó:
-¡Por favor, buen hombre, por favor, si sabe dónde está, lleveme hasta ella! -
-De buen gusto lo haría pero quizás ya posea otro dueño... Además se sentirá mucho mejor sin ella. -Fueron las últimas y más dolorosas palabras que Zolf escuchó provenientes de ese fraile. La desesperación de Zolf cambió a resignación. Tras semejante numerito, se lo habrían dicho, si tanto les asustaba sus maneras, habiendola escondido, la habrían sacado para calmarlo. Se quedó arrodillado sin decir nada, con los ojos mirando al suelo un buen rato.
-Está bien, definitivamente he perdido mi petaca. ¿Qué haré a partir de ahora para entretenerme? -Murmuró suspirando al levantarse y echarse a la cama con expresión similar a la de un niño que ha sido castigado. La Hermana Claire se marchó, susurrando un gracias al pasar cerca de Rezo. La aparente tranquilidad de Zolf sorprendió al Hermano Tómas, desde luego el modo en que Rezo calmó la situación le hizo admirar al monje recien llegado aún más. Sería desde ese momento, que Zolf comenzase a unir lazos con Rezo. Zolf siempre recordaría aquel primer encuentro con cariño y verguenza hasta el final de sus días.

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