miércoles, 26 de enero de 2011

FanFic Slayers THE SWORD OF ZELGADISS


Dibujo que he hecho especialmente para esta historia, porque a mí también me gusta ilustrar lo que escribo ^^ Ahora a menudo me cuesta horrores y pierdo las ganas de ilustrar XD Espero que os guste ^^
Cuando el niño extendió los brazos con las manos abiertas tal y como el monje rojo le había ordenado, jamás se le habría pasado por la cabeza que lo que el monje rojo le había traido aquella suave mañana de primavera era una espada. Una de verdad, compuesta por el mejor acero y otro material que el chiquillo no lograba reconocer pero le recordaba al oro, metida en una larga funda de elegante tela roja. Sus ojos se iluminaron al abrirse para contemplar el objeto que tenía entre ambas manos. El monje rojo sonrió imaginando la expresión de felicidad que se estaba formando en el rostro del niño.
-¿Es para mí? -Preguntó el chiquillo, que aún no concebía que esa espada desde aquel momento sería suya.
-Así es, todo buen caballero debe tener una. -Le confirmó el monje rojo con voz firme a la par que cariñosa.
El niño, incapaz de contener la alegría, corrió con la espada hacía donde se encontraban Zolf y Rodimus, que habían sido participes desde una distancia prudente de la entrega al niño de la espada.
-¡Rodimus! ¡Rodimus! -Gritaba eufórico el chiquillo acercandose al anteriormente conocido como caballero. -¡Rezo me ha traido una espada! ¡Una de verdad! ¡Como la tuya! -
-¡No hace falta que grites! ¡Acabamos de verlo! -Le regañó Zolf mientras Rodimus soltaba una gran carcajada con su explendida voz, lo cúal malhumoró a Zolf. Rodimus al ver que Zolf le miraba irritado, detuvo su carcajada y dirigiendose al niño, dijo:
-¿Y qué te parece? Quizás al principio te resulte un pelín complicado usarla. -
-¡No me importa! -Contestó el niño contemplandola fuera de su bonita funda. Al alzarla, algunos rayos de sol incidieron sobre la hoja dandole un aspecto fascinante para el niño pero especialmente fascinante para Rodimus, el caballero, que exclamó:
-¡Zelgadiss eres un muchacho con suerte! Dudo que hayan muchas espadas como esta. -
-Y no las hay. Ésta que veís es la única que se ha hecho hasta la fecha. -Le indicó el monje rojo, dejando a los dos hombres y al niño tremendamente sorprendidos. Zolf se llevó una mano al pecho, inspiró y respiró varias veces y murmuró:
-Joder... Qué silencioso es este tío... -
El monje rojo se encontraba justo en frente de ellos pero debían de estar tán absortos en la contemplación de la espada que no se dieron cuenta de su llegada. Rodimus dió un largo silbido y volvió a exclamar:
-¡Zelgadiss eres un muchacho con mucha suerte! -
Al monje rojo le agradaban esos momentos pero había mucho que hacer, por lo que pidió al niño qe guardase la espada y volviese a la casa.
-Pero... -
-Los caballeros obedecen a sus señores, les guste o no les guste. -Le recordó Rodimus, interrumpiendo al niño, que no parecía muy conforme con marchar a la casa. Agarrandolo por la capucha de la larga caperuza beige, Rodimus emprendió el camino con el niño a la casa, que se encontraba muy a lo lejos. El monje rojo pudó oir las agudas replicas y quejas del niño.
-Lo mima demasiado. -Dijo Zolf colocandose los guantes que le gustaba llevar cuando iba a realizar algún trabajo. El monje rojo no se enojó con Zolf, pues esa ruda sinceridad formaba parte del encanto de Zolf. Rodimus regresó tan rapido como pudó.
-¡Ay qué ver!¡Este niño es un aútentico cabezota! Pero creo que al final he conseguido que se quede en la casa. -Suspiró Rodimus al alcanzar a Zolf y a su señor Rezo. Tras retomar aliento unos segundos, Rodimus se incorporó al camino. Zelgadiss, así fue llamado el niño por el monje rojo, los vió marchar apoyado en la ventana de su habitación, con deseos de poder usar su espada pronto acompañandoles.

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