sábado, 20 de junio de 2009

JUEGOS Y CASTIGOS

Pues hoy me gustaría escribir algún cuento... Desde que ví los Mundos de Coraline pues que tenía ganas esta semana de escribir alguno mío, ahora los míos son un pelín más raros aún. Advertidos:
Mil agujeros, millones de puertas, muchas, muchísimas salas a su disposición. Sería un gran juego del escondite pero había reglas, reglas que no fueron tomadas en cuenta, ni siquiera leídas. Eran dos niños dispuestos a jugar, sólo pensaban en pasar un buen rato. ¡Qué encantador! ¿Saben? Fueron unos niños muuuy imprudentes, pero eso es algo caracteristico en un niño. El gran reloj parecía no marca nunca la hora pero cuál equivocados estaban los niños, sí la marcaba pero muuy lentamente... A sus ojos.
-¡Este lugar es genial! ¡Es como sí el tiempo se hubiese detenido! -Le decía entusiasmado uno al otro. El otro respondía:
-Sí, pero es un lugar extraño...
-¿Extraño? ¡No hay adultos y podemos jugar tanto como queramos! -Le gritó aún más entusiasmado a su amigo.
Entonces retumbo una voz, una voz firme y muy alta por todas las habitaciones:
-¿PODEÍS?
Los niños se asustaron, tanto que a uno se le cayó la pequeña pelota azul que llevaba en la mano en esos momentos. En efecto mientras ellos jugaban tranquilamente, el reloj lentamente para ellos pero muy rapido para su cometido había llegado a las 12. Mmmmm una hora que se volvía peligrosa para los niños, en aquel lugar. ¿Por qué? Digamos que al no leer las reglas establecidas en aquel lugar no sabían que en cuanto el reloj llegará a las 12 la hora de jugar se acababa y todos los agujeros desaparecían y las puertas se cerraban dejando tan sólo una gran puerta abierta, sí, sí la única que no se podía abrir antes. Pero no llevaba a buen lugar, llevaba a una grandiosa biblioteca. Los niños se adentraron y al adentrase un poco, la gran puerta a sus espaldas se cerró con un gran portazo. Ahora sí que no había vuelta atrás. Siguieron caminando hasta que se encontraron con un librero con un aspecto aterrador, aterrador para ellos...
-¿Señor podría decirnos dónde estamos? -Preguntó el más valiente.
Psst obtuvo por respuesta pero el niño insistió con otra preguntá:
-¿Señor podría...?
Pero no fue capaz de terminarla pues con un gesto ese librero les silenció. Todos los correteos, los ruidos y juegos que antes eran permitidos ahora no. Cada vez que alguno de los niños intentaban correr o gritar o entretenerse , el librero les paralizaba una parte del cuerpo... ¿Ven? Sí hubiesen leido las reglas del lugar lo habría sabido, no soy hay juegos, también hay castigos.

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