viernes, 10 de diciembre de 2010

Eisoptrofobia


Lo que para María resultaba todo un juego para Charlotte resultaba todo un reto.
Charlotte, desde bien joven, cargaba con toda clase de traumas relacionados con la belleza. Tanta hermosura le resultaba terrorifica. Mirarse al espejo era como contemplar a su madre, la dama más hermosa de la ciudad y eso para ella era muy duro ya que la muerte de su madre fue, en cierto modo, como el anuncio de su propio futuro. Morir a manos del esposo designado por la familia, en caso de morir de tal forma, prefería morir al menos a manos de su amado. A lo mejor se sentía cansada de ser vista como la más hermosa de las mujeres de la ciudad. Para M no era más que otra pontencial victima, guapa o fea, eso que más daba, a él le gustaban con caracter y ella, ella tenía demasiada personalidad. Cuando comenzaron a hablar sobre miedos irracionales, ella le confesó lo del asesinato de su madre y lo pesados que eran algunos hombres con ella, por ser la joven más hermosa dentro del circulo social más alto. A M aquello no le interesó mucho pero la escuchó hasta llegar a un punto interesante.
-Seguramente pensarás que estoy loca pero yo no suelo mirarme al espejo desde hace mucho tiempo.
-¿Tú también tienes miedo al mundo que hay detrás del espejo o simplemente a tí misma?
Charlotte no llegó a comprender el significado oculto de su pregunta por lo que creyendo que M le estaba tomando el pelo, le abofeteó y se marchó. Espejo, espejito, ¿por qué ejerces tal efecto sobre la gente? Esas palabras canturreadas sí eran a modo de provocación. M no temía verse tál cúal era en el espejo, atravesar el otro lado y enfrentarse a la difusa realidad que ofrece un espejo. A lo largo del tiempo, M obligó a Charlotte a afrontar ese miedo tán particular.
-Esa chica, Charlotte, me recuerda a Blancanieves. Tán bonita, con la piel tán clara como la nieve y los cabellos tán oscuros como la noche... Si no te la follas tú, lo hago yo. -Bromeaba D al verla cruzar cerca de donde ellos solían pasar las horas muertas. M no despegaba sus ojos de ella, estaba claro que le gustaba, más de lo que se podría considerar amor aunque M lo considerará capricho. Era como mirarse al espejo, un pretexto para continuar manteniendo una vida sana o una buena vida. R desaprobó los metodos de M pero le felicitó cuando vió a Charlotte coquetear junto a un espejo. La belleza es efímera, disfrutala mientras puedas y compartela con otros.

1 comentario:

Oriana Blanco Herdz dijo...

Vanidad, cruel reflejo del alma. Me recuerda a un pedazo del cuento Markheim de Robert Louis Stevenson.

Beso de neón.

http://leanansidhe-blackroses.blogspot.com/