martes, 3 de marzo de 2009

ATRAPADA EN EL LABERINTO ROJO

Adentrandose por la biblioteca más siniestra que la pobre muchacha jamás había visto encontró un libro curioso, muchos pasillos tuvo que recorrer llenos de estanterias hasta llegar a él. Parecía viejo pero con buena encuadernación, la muchacha lo encontró curioso, jamás pensó en lo que le podría pasar... Acto seguido, nada más recitar en voz alta lo que estaba escrito en la primera pagina del ¿relato? Se oyó un fuerte sonido... ¡Comienza el juego!, por cierto esa pagina decía esto:
Uno, dos, tres
Cuando abierto esté, es hora de correr, si a casa quieres volver.
Ni conejos blancos ni nada, simplemente la estanteria pareció tragarse a la muchacha, la cúal se asustó muchísimo pero no lloró, ya lloraría luego. Llegó a un gran salón lleno de puertas, todas iguales, ella, la muchacha antes de lanzarse a abrir alguna miró el libro, el cúal decía:
Cuatro, cinco, seis
Elegir una puerta debes.
-No eres de mucha ayuda, ¿sabes? ¿Y cúal debe ser?
No había nada más escrito, la elijió a ciegas, la que estaba en medio y... ¡Tachán! Apareció en un largo pasillo que se alargaba y se alargaba, lleno de ramificaciones como un, como si fuese ¡un laberinto! Al principio mientras caminaba tranquilamente se iba fijando en que las paredes estaban pintadas con un rojo bonito pero muy fuerte, rojo sangre. Tras mucho mucho caminar se cansó y decidió empezar a correr, corría, corría y corría hasta que chocó con algo. ¡Un ropero en mitad de ninguna parte! La muchacha se indignó, ¿quién lo había puesto ahí, en medio? En el ropero colgaba lo que parecía una capa, bueno más bien una caperuza roja, la muchacha rió:
-¡Cómo Caperucita roja!
Algo así, la muchacha leyó el libro y preguntó:
-¿Se supone que tengo que llevarlo?
En el libro apareció esto a modo de respuesta:
Seis, siete, ocho
¡Pontelo!
Esa idea no le agradó mucho pero se lo pusó lo mejor que supo, al fin y al cabo, el libro era su único guia en aquel extraño lugar. No se había encontrado con nadie y eso empezó a preocuparla. Estaba cansada pero seguía corriendo, desesperada y un poco mareada, cada vez más hasta que inevitablemente cayó desmayada pero no había tiempo para eso, pues en el libro aparecíó un aterrador mensaje:
Ocho, nueve, diez
¡Ya viene, ya viene! No es el lobo feroz pero tiene un apetito feroz.
-¡Despierte! ¡Despierte!
Parecía la voz de un niño, la muchacha empezó a tomar consciencia...
-¡Por favor señorita ayudéme!
Lo decía llorando, no paraba de decirlo, de suplicarlo. La muchacha no sabía de qué tenía que protegerlo pero cuando leyó el libro, a su lado, abierto por la pagina del mensaje, sí, le dieron ganas de llorar también pero ella ya era mayor, los monstruos no existen se repetía a si misma pero tenía tanto miedo, el niño más desde luego y las paredes ahora tenían un aspecto espantoso, un rojo que parecía vivo, latir con furia.
-¡¿Qué podemos hacer?! -Le preguntaba ella al libro aterrada, desesperada y sí, llorando sin embargo en el libro no aparecía ningun mensaje, nada... Hasta que una voz de hombre, pero muy bonita, muy fina le sacó de su estado de terror.
-Gracias, es muy travieso, lo estaba buscando.
¿G-Gracias? Eso fue toda una sorpresa para ella pero para el niño no, el cúal se escondía detrás de ella, aún lloraba.
-Entonces... ¿Os conoceís?
El niño afirmó con la cabeza, el hombre, muy elegante por cierto, silbó y al poco el niño dejó de esconderse y se dirigió al hombre, pero el libro ahora sí mandó un mensaje a la muchacha:
Diez, once, doce
¡Date prisa, que el tiempo se acaba!
Pero había algo en aquel hombre que no le cuadraba, quisó detenerlo pero... ¡Ya no estaba por ningún lado! La muchacha, testaruda, preguntó al libro:
-¿A dónde ha ido? ¿Cómo puedo encontrarlo?
Sin embargo del libro lo único que obtuvo fue el mismo mensaje. La muchacha a regañadientes siguió corriendo pero aún seguía sin saber bien a dónde, esa pregunta sí se respondió al poco después cuando por fin dejó de correr, por qué ya no había más pasillo, el problema es que ese no era el final del laberinto, el final conducía a una puerta, no a un espejo con que el libro no se quedó indiferente:
INCORRECTO.
La muchacha cansada y harta de recibir ordenes sin explicaciones, decidió sentarse a descansar. Además volver o no volver era después de todo ese laaargo recorrido una idea que se fue a mitad del camino, cuando se desmayó quizás. Estaba empezando a darle sueño cuando... ¡Cuando la imagen del espejo la agarró y se la llevó adentro! Y cuando abrió los ojos alarmada se encontró en una habitación similar al gran salón pero distinta ya que no había un montón de puertas.
-¡Bravo! Por culpa de tu obstinación no volveras a casa y mira que el libro ha sido un buen guia...Y todo por proteger a un niño que ni siquiera es un niño.
Era aquel hombre rodeado de niños, la muchacha se quedó a cuadros. ¿¡Cómo?!
-En efecto, ahora te quedarás con ellos y creeme ellos al principio fueron como tu.
Eso sí que pudó con ella, empezó a gritar, a llorar, a patalear pero entonces algo llegó a su ya cansada y cada vez menos cuerda mente... ¡La caperuza! El libro dijó pontela, sería por algo ¿no? Palpó desesperada por todos lados de la caperuza, buscando algún bolsillo pero no obtuvo más que una carcajada por parte de su opresor.
-Cuando el libro te aviso de mi presencia, te abrias encontrado con una maravillosa pluma en algún bolsillo magico.
Ahora si que estaba perdida, perdida, perdida. Tanto correr para nada...
-Creo que me llevaré este libro.
-Usted verá...
-Me encanta el dibujo que le han puesto en la portada, una muchacha muy linda pero, ¿cree Usted que me gustará su contenido?
-Usted verá... Por cierto se llama Laberinto rojo y...
-¿Y?
-... Le atrapará.
-¡Me gustará! No diga Usted más, comprado.

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