viernes, 25 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED ENVY V


Imagen encontrada en Wipedia referente a la caza de brujas ^^ Muy medieval, me pareció apropiada para el fanfic ^^


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
En cuanto acabe este fanfic mencionaré y agradeceré a todas las personas que me han influido o inspirado como es debido, vamos como se hace en los libros ^^ Como ya mencioné en el primer trocito de este capítulo o parte del fanfic, Khem busca brujas con el pelo rojo y virginales, por lo que aquí me liaré a tratar un poco o a adentrarme más en ese tema, las brujas porque en la edad media hubo mucha persecución a las brujas, habiendo así, muchas muertes. Algunas cosas son conjeturas o imaginaciones mias pero otras, otras eran las conjeturas que la gente tenía de los brujos y brujas, sobretodo de las brujas. Como ya he dicho incontables veces, para que cuadre la historia con Eterno Poder he tenido que echarle inventaba, por lo que había varios grupos de brujas. Las que interesaban a Khem, que las veía como las más poderosas, eran las pelirrojas pero también habrá un poco de Alquimia, porque, escogiendo al loco hechicero Diol, surgirá algún que otro tema más bien relacionado con Alquimia. Diol era el hechicero que en Slayers trataba de crear una superquimera con Lina Inverse. Un tio muy extrafalario XD ¿Tematica desagradable? Posiblemente, la historia transcurre en una epoca muy oscura...
Diol no se veía a si mismo como druida pues aunque a veces se guíaba por las obras dejadas por ese grupo de sabios, se esmeraba en que sus descubrimientos fueran lo más razonables posible. Apenas salía de su pequeño gabinete. Una habitación con poco espacio, con pesados libros por todas partes, una mesa con algunas partes chamuscadas y varios tarros de cristal en los que descansaban criaturas deformes o pequeños fetos. Siempre andaba masticando algo y sus ropas estaban muy gastadas. Todos por los alrededores le tomaban por un viejo demente e inútil. Que aquel joven de finas facciones, limpio y sedoso cabello oscuro y ropas de elegante y llamativo color rojo le visitase, sería una gran sorpresae pues las unicas personas que le visitaban eran sus hijas. El esmirriado perro que le acompañaba fue el primero en alzar la cabeza y fijar sus cansados ojos en el extraño que se dirigía con una sospechosa sonrisa a su amo.
-Deduzco a juzgar por tu lamentable aspecto, que aún sigues enfrascado en tus investigaciones. -Diría plantandose frente al viejo alquimista el joven dejando al descubierto sus rojos ojos. -Espero poder ser atendido, he recorrido un largo camino para hablar expresamente contigo. -
Diol dejó a un lado el gran libro que ojeaba en esos instantes y dirigió el rostro hacía Khem. El animal gruñó como si percibiese la oscura aura del hechicero. Diol se acercó a los ojos lo que parecía dos pequeños y redondos espejos sujetos por una fina y dorada montura y sus ojos se abrieron al comprender con mayor claridad a quien correspondía aquella melodiosa pero firme voz. Su aviejado corazón comenzó a latir con intensidad. Los hechiceros no solía mantener contacto con alquimistas. Los hechiceros a menudo se burlaban de los alquimistas y los alquimistas no veían con buenos ojos a los hechiceros. El joven no podía ser otro, era el individuo del que tanto se hablaba, desde poderosos hechiceros hasta humildes campesinos. Fingiendo una absoluta calma frente al hechicero mal apodado como el diablo rojo extedió un brazo y le ofreció sentarse. El hechicero de jovenil aspecto y ropas rojas alcanzó un pequeño taburete. Sentado frente a Diol, se quitó su largo y rojo abrigo, Diol observaba alucinado con que gracia lo doblaba y lo dejaba sobre una columna de libros cercana. Para no ser menos, pasandose una mano por sus ondulados y blancos cabellos, Diol hizó por mejorar un poco su aspecto. Los pocos mechones de pelo blanco que poseían se ondulaban salvajes y los cabellos de su larga barba blanca se amolinaban carentes de forma. Khem le miró con una ceja arqueada y con un Diol listo, se dispusó a sacar un objeto que dejaría al anciano Diol balbuceante. La piedra que fue cambiada por el huevo de Dragón, piedra roja, tán roja como las ropas del hechicero, de forma cuadrada y buen tamaño pues ocupaba toda la mano. Piedra codiciada y muy buscada por los alquimista, La piedra Filosofal o también denominada Piedra de Sarvia. Las lentes de Diol caerían emitiendo un leve chasquido al chocar contra el libro que aún permanecía ocupando toda la mesa.
-¡No puede ser! -Atinaría a exclamar Diol, en estado de shock. -¡¿Es la piedra filosofal?!
-Eso parece. -Le confirmaría tranquilamente Khem.
Diol recogió sus lentes y aunque uno de los cristales se encontraba con una rajita producida al caer contra el libro, para contemplar la piedra más detenidamente. Diol acercó su rostro, sujetando las lentes posicionadas sobre sus ojos, tán sólo era capaz de exclamar:
-Maravillosa. -
-Sé que para vosotros, los alquimistas es un objeto muy valioso. ¿Qué me dirias si te ofrezco la posibilidad de ser su dueño a cambio de entregarme tu posesión más preciada? -Le propondría el hechicero dejando que Diol tocase la tán inaudita piedra. La proposición hizo vacilar al viejo alquimista, que rapidamente alejó sus manos de la piedra. Guardando las lentes, arqueando ambas pobladas cejas blancas, Diol preguntaría cauteloso:
-¿Mis libros? ¿Los libros que he ido consiguiendo a lo largo de toda una vida? -
El hechicero de rojo rió dejando al alquimista más confuso. Rascandose la cabeza, Diol se levantaría y echando un rapido repaso al lugar, volvería a preguntar:
-¿O te refieres a mis homunculos? -
Subiendose al taburete en el que estaba sentado lograría bajar algunos frascos con aquellas pequeñas criaturas atrapadas inmoviles, que flotaban sobre un liquido de chillón color entre verde y amarillento. El hechicero las observó largo rato. Había oido decir que un alquimista, en su busqueda de La piedra filosofal, había creado una curiosa y pequeña criatura humana que le ayudaba en sus investigaciones. Un descubrimiento interesante pero peligroso, al hechicero le recordó mucho el proyecto que idealizó y dió forma recientemente, las quimeras. Khem no se refería a eso. Tán obsesionado estaba Diol en sus investigaciones, que no reparaba en la perversa insinuación del hechicero de rojo.
-No sé si habrás oido hablar de las brujas. -Le iría situando poco a poco. -Muchos druidas desaprobaban sus habilidades magicas porque venían principalmente de los demonios pero todos estaban de acuerdo en que esas habilidades eran de muy elevado nivel. Podían hacer cosas que ellos no podían como transformarse en animales. -
-Cierto, además contaban que incluso sus fluidos albergaban parte de ese poder. Sin embargo, los brujos no. -Le corroboraría Diol demostrando eso de nunca juzgues un libro por su portada.
-¡Exacto! -
-Pero no entiendo porque me lo estás contando, ¿tiene algo que ver con mi posesión más valiosa? -Interrumpiría Diol a Khem. Diol, ya fuese por su todo el tiempo que llevaba viviendo o ya fuese por lo olvidadizo que era, a veces era un genio desesperante. -Ojála estuviese aquí mi Sira, ella es mucho más espabilada que yo. -Añadió Diol sentandose en el taburete suspirando.
Sira era su hija menor, una jovencita muy despierta para su edad. Kisa, la hija mayor, era de igual o mayor viveza. Con un fuerte caracter acompañado de un noble corazón. Sabionda y provocadora al igual que su cabello. Ellas, aunque el pobre alquimista no lo tuviese muy presente, eran su posesión más importante. Al fin y al cabo, ellas le cuidaban y procuraban alimentos, sin ellas, Diol se las vería en un hospicio o en un hospital. Era lo que se decía en la ciudad de ellas, lo que atrajó a Khem hasta Diol. El hechicero de rojo, arrugando la frente, retiró su rojo abrigo de entre los libros, Diol era un poco lento de reflejos, si le daba un poco de tiempo, acabaría por descubrir lo que Khem quería de él a cambio de la particular piedra. Diol parecía un poco ausente, por lo que antes de levantarse y marcharse, el hechicero de rojo, guardando la piedra roja, se despediría así de él:
-Diol, ha sido un placer hablar contigo pero el tiempo se me echa encima, así que he de irme pero te prometo volver para acabar concluir nuestro intercambio. Deseo que para entonces ya puedas entregarme lo más valioso para tí. -
No sería hasta oir las voces de las muchachas, que Diol saldría de su estado de ausencia. El perro ladraría lanzandose sobre la primera en entrar para mostrarle su cariño a lametazos. Avanzando hasta su anciano padre, procurando no pisar al animal, Kisa, hablaría primero:
-Padre, ¿a qué se debe todo este desorden? ¿Cuantas veces he de decirte que esto no puede ser así? -
El anciano pestañearía y sacando sus lentes observaría a su hija mayor, que se encontraba frente a él, colocando con expresión de repulsión los frascos en los que dormían los homunculos.
-¡Kisa! -Gritaría levantandose de golpe con el rostro iluminado. -¡Oh Kisa! ¡He tocada La piedra filosofal! -
Kisa miraría a su padre torciendo el gesto. Siendo Sira la única de las dos en felicitarlo:
-¿De verdad? Muchas felicidades, padre. -
Su hermana la fulminaría con la mirada. Esas fantasias eran las que estaban convirtiendo a su padre en un loco. Kisa admiraba todo lo mucho que se esforzaba su padre para conseguir demostrar sus ideas pero aquello ya empezaba a ser algo muy perjudicial, no sólo para la familia, sino también para él. Él no quería crear un elixir de la eterna joventud, tampoco pretendía alcanzar la vida eterna, el se obsesionó con encontrar La piedra filosofal, como tantos otros alquimistas, para crear la gran cura, algo que curase cualquier enfermedad o dolencia. La perdida de su esposa gracias a un cancer lo trastornó. Diol no pararía de darle vueltas a la cabeza. Analizando las palabras del hechicero de ropas rojas. Kisa no pararía de echarle la bronca y Sira no pararía de preguntar por ese enigmatico hechicero. Para ambas sería mucho más difícil caminar por la ciudad. Gracias a un librito que narraba con desagrable detalle como capturar y torturar brujas, toda aquella mujer mal vista o tenida por bruja podría ser arrastrada por sus propios vecinos hasta el tribunal, ser juzgada de modo innoble y posteriormente quemada. Kisa y Sira eran de aquellas muchachas de las que se sospecha por esa ciudad. El regreso al gabinete de Diol fue durante una de esas enloquecidas persecuciones. En las calles principales y los callejones no había ni un alma, todos los ciudadanos habían dejado sus actividades diarias para contemplar y formar parte del evento que en la plaza estaba ocurriendo. Khem se hizo paso entre la furiosa y espectante gente que allí se hallaba, pero se detendría en mitad de ésta cuando uno de los encargados de prender a una mujer juzgada y condenada por brujeria, gritó:
-¿La quemamos ya o ha de comprobar por última vez que es una bruja? -
A lo que el hechicero contestó alzando su voz lo suficientemente fuerte sin resultar un grito:
-Eso dependería de su aspecto, ¿de qué color es su pelo? -
-Castaño. -
El hechicero se encogió de hombros, al no ser pelirroja, no le interesaba. Llenandose de la rabia y la impaciencia de los ciudadanos, pronunció las palabras que todos deseaban oir:
-Qué arda en el infierno. -
La gente comenzó a vitorear y lanzar toda clase de insultos a la pobre mujer. Viendo marchar al hombre que podía haberla salvado, la mujer lanzó un alarido que se alzó sobre el griterio. El fuego la devoraría en pocos momentos después. Sus cenizas no serían llevadas a sus familiares. La fuerte luz del sol aquella mañana tampoco permitiría al hechicero abrir sus ojos pero no se le veía muy preocupado, en el gabinete de Diol, serían abiertos. Cuando un día preguntó a qué era debido el hecho de tán sólo poder abrir sus ojos en oscuros o poco iluminados lugares, el gran druida Merlín, no supó que responderle. El jovencísimo Khem entendería a muy temprana edad que había cosas que hasta a los sabios asustaba decir. Que sus ojos fuesen rojos, según Hermes, era por haber consumido carne o sangre de criaturas oscuras. El gabinete resultó más pequeño de lo normal, las hijas de Diol estaban allí, como velando por su viejo y lunatico padre. El perro, que era acariciado varias veces por la hija menor, Sira, gruñó tornandose su tranquilo caracter, agresivo. Era como si tán sólo el viejo sahueso supiese de las malas intenciones de Khem.
-Niñas mias, este es el joven del que os hable. -Exclamaría Diol mostrando sus desigualados dientes. -El que ha encontrado la piedra filosofal. -
Sira lo examinó de arriba a abajo, con expresión picaresca. Era más apuesto de lo que se había imaginado. Kisa le lanzó una mirada más seria. Apartandose un rojizo mechón del rostro, inquirió:
-¿Entonces eres tú el culpable del actual estado de mi padre? ¡No hace más que repetir las palabras que le soltastes! -
Eran dos muchachas hermosas y con gran caracter. El hechicero sacó la piedra con una sonrisa traviesa y colocandola en la pequeña mesa de madera, anunció:
-Me agrada muchísimo que haya recordado que tu posesión más valiosa son tus hijas porque tal y como te prometí he venido a concluir el intercambio. -
La sorpresa fue grande y monstruosa. La expresión de Diol cambió drasticamente. Las muchachas pelirrojas miraron a su anciano padre, buscando una explicación por su parte. Todo se volvió retorcido. Diol tendría que decidir. Como cualquier otro padre hubiese hecho, Diol se negó, La piedra filosofal era muy importante para él pero sus hijas no eran un objeto o un poco de información, eran mucho más. Diol, negaba con la cabeza y alejaba la cara de la mesa, diciendo:
-Todo menos mis niñas. Todo menos mis niñas. Todo menos mis niñas... -
Con Diol en semejante estado, Kisa exigió a Khem irse:
-¡Marchese y llevese con Ud esa maldita piedra! -
El hechicero guardó la rojiza piedra pero no se marchó.
-Me temó que no. - Les indicó calmo. -No a menos que vengais conmigo. -
Kisa se dió cuenta al momento de las intenciones del hechicero. Sira dejó al perro a un lado y asustandose exclamó:
-Hermana, ten cuidado. -
-Si no te vas por las buenas, tendré que obligarte. -Le amenazó ella colocando sus manos de forma curiosa, como si fuese a preparar una bola de fuego o algo por el estilo. Cuando el fuego surgió de sus manos, el hechicero en vez de retroceder espantado, se acercó a ella.
-Adelante, muestrame de lo que eres capaz. -Le retó con una sonrisa vacilona.
Sira la frenó. Se encontraban en un espacio tán limitado, que todos podrían acabar ardiendo. Lo último que quería era ver como moría su padre abrasado. Tomando iniciativa, gritó:
-¡Pero prometenos que si vamos contigo no volverás a visitar a nuestro padre nunca más! -
-Prometido. -Prometíó Khem. Sus rojos ojos brillaban sinceros.
Khem sacó una parte de menor tamaño de la piedra de rojo color y se la lanzó al alquimista. Cerberuss condujó a las muchachas hasta el lugar en el que Jimena se encontraba. Kisa y Sira le observaban calladas. El era fuerte y mayor que ellas. Que el muchacho llevase colgado un gran colgante dorado con una piedra roja de gran tamaño no era motivo para alegrarse. Cerberuss sabía que no era un regalo, era un instrumento. Si jugaban bien durante ese oscuro periodo, nadie sospecharía de la desaparición de las muchachas pelirrojas que su señor le había encomendado secuestrar.


1 comentario:

endlessbunny dijo...

ay,mary,deberian contratarte para guionar una nueva temporada de Slayers




pd:Primera parte del capitulo final de Alice in Nightmare Land ya esta disponible,YAY.