miércoles, 9 de febrero de 2011

FanFic Slayers RED PRIDE


Otro dibujo en plan medieval, realizado esclusivamente para la historia o serie de historias que estoy escribiendo sobre El brujo Carmesí o Lord Kaos Khem. Desde que Amber me dijo que me salían geniales, tengo un pique con esa clase de dibujo XD Espero que os guste. Lord Khem con Dilgear, el que será su sirviente a regañadientes.
NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Como de Dilgear en Slayers sólo se sabe que servía a Rezo pues me ha dao por darle un oscuro pasado que enlace con Khem. Khem en Eterno Poder es muy importante, tanto o más que Rezo. Además como ireis comprobando Dilgear no es tán torpón o de tercera como en el anime o el manga, tras ser el intento con exito del primer experimento de Khem, se vuelve un tipo arrogante y violento. De bandido a asesino XD Conque nada, espero que os guste la historia. Quizás hayan cosas fuertes o quizás no, depende de lo que me de tiempo ^^'
Había pasado largo tiempo desde el encuentro con aquella criatura de sagrada y valiosa sangre. A pesar de que su amo y señor le garantizó que con el tiempo superaría lo ocurrido, el muchacho seguía sintiendose muy mal. Apenas probaba bocado y a menudo se le veía distraido, con la mirada perdida, sumido en esa gran desazón que le hacía sentir la culpa. Todos los que se encuentraban con él, morían, cada vez se sentía más y más maldito. En aquellas tierras, la única parte, a la que se le podría denominar, civilizada estaba al norte, se trataba de un gran reino sorprendentemente grande para el poco tiempo que había sido formado. Kadaag, cuyo gobernate y vasallos eran provenientes del reino de Sairaag. El joven de rojo ya lo sabía pues Sairaag era el reino más avanzado de entre todos los reinos en los que había estado, por lo que no le extrañaba que se lanzase a la aventura para descubrir y ampliar territorio. La capital de Kadaag le recordó de inmediato a la hermosa Sairaag aunque muchas de aquellas gentes vestían de modo que al joven de rojo agradó, sobretodo la vestimenta femenina. El muchacho en cambio, observaba a las gentes sin tanto detenimiento. Deseaba salir de la ciudad pues no se encontraba agusto. Cruzaron diversas zonas de la ciudad, en busca de algún local en el cúal los hechiceros hacían intercambios. El muchacho miraba entre asustado y curioso como su señor sostenía agarrado por una mano un collar cuya joya brillaba con diversos tonos rojos mientras mantenía la otra mano sobre la joya sin llegar a tocarla. Dos o tres veces repitió la operación, a la cuarta fue cuando la joya adoptó un fuerte brillo, tomando un tono de rojo similar al de las ropas de sus señor. El muchacho retrocedió unos pasos pues temía que de aquel objeto surgiese algo peligroso.
-¡Oh, cuantas cosas te quedan por aprender aún! ¡Adelantate unos pasos y dime que ves! -Ordenó calmo su amo y señor colocando sobre su cuello tan extraño collar y recoloncadose la serie de ropas que llevaba puestas. El muchacho tras pestañear varias veces, obedeció, dió varios pasos y miró lo que se había frente a ellos. Tán sólo se trataba de una serie de rocosos escalones, esculpidos, eso sí, dandole una lisa forma.
-Tan sólo veo varios escalones, mi señor. -Le indicó el muchacho en cuyo tono de voz se percibía la incomprensión que sentía. Su señor avanzó colocandose a su lado posando una de sus manos sobre el hombro derecho del muchacho, provocandole al muchacho un rapido escalofrio.
-Descendamos. -Dijo con su educada y suave voz.
Ya habiendo cruzado los numerosos escalones de piedra, se encontraron en lo que parecía una pequeña gruta pues las paredes del lugar eran tán abruptas y el techo era tán desigual que al muchacho le pareció estar dentro de una cueva. Pronto, gracias al efimero chasquido de los dedos de su señor, una serie de velas se encendieron aportando iluminación al lugar. A lo lejos se encontraba tras una pequeña pero alargada mesa un hombre de aspecto, a primera vista, enclencle. Rostro palido, alisados cabellos castaños anaranjados y facciones caricaturescas. Ojos grandes con expresión cansada, alargada nariz, pequeño begote de identico color que su cabellera y labios que ninguna mujer besaría, alargados y sobresalientes. Si era un hechicero, un talentoso hechicero dejaba mucho que desear ante la exquisita y carismatica imagen que su amo y señor ofrecía.
-¿Desean algo? -Preguntó el hombre haciendo grandes esfuerzos por mantener sus ojos abiertos, con voz apagada.
-Así es. -Respondió el joven de rojizas ropas con voz mucho más clara y agradable. -Deseo realizar un intercambio. - Añadió sacando de su extensa capa roja un objeto ovalado.
El muchacho pero sobretodo aquel extrafalario hechicero contemplaron el objeto con la boca abierta. El muchacho porque jamás había visto un huevo tán grande y el hechicero porque en pocos instantes, trás colocolar sus huesudas manos sobre el objeto, sintió vida dentro de él.
-Es un Dragón, ¿De dónde lo has sacado? -Preguntó el hombre con sus grandes ojos totalmente abiertos y alzando la voz debido a la sorpresa de tener frente a él un aútentico huevo de Sagrado Dragon. El muchacho miró a su señor alzando una ceja. También deseaba saberlo. Se decían tantas cosas sobre los dragones, que eran criaturas dificiles de encontrar, por ejemplo.
-Eso no es de importancia. Dime, ¿me lo cambiarías por el objeto más valioso del que dispones? -Fue lo único que obtuvo el hechicero por parte del enigmatico joven de rojo. El hechicero, sin siquiera pensarlo, exclamó:
-¡Por supuesto! -
Y levantando su maltrecho cuerpo, cubierto por una larga tunica de brillante color azulón que cubría otra de lino blanca, alzando los brazos y pronunciando unas incomprensibles palabras, su más preciado objeto apareció en la mesa, al lado del huevo.
-Justo lo que necesitaba. -Le murmuró el joven de rojo al muchacho.
Apartando la tela de suave tacto que cubría el objeto, el muchacho no vió más que una gran piedra de forma cuadrada y color sanguinolento. Dado su tamaño y lo que se decía de esa piedra, era todo un tesoro, tanto para los alquimistas como para los hechiceros. Al muchacho le daba la impresión de que todas esas personas exageraban, más, cuando su amo y señor la comenzó a utilizar, horrorizado, muy horrorizado, cambio rapidamente de opinión. Volviendola a cubrir con la hermosa tela en la que estaba, el joven de rojo la cogió para guardarla mientras el hechicero retomaba su asiento, una vieja silla de madera roida. Saliendo de ese antro, el muchacho suspiró. Su amo y señor ya tenía lo que había ido a buscar, ya no habría más que hacer por esa ciudad, ni por aquellas tierras ya que alejandose del Reino de Kadaag, el joven de ropas color sangre le anunció:
-Debemos regresar a nuestras tierras. -
A lo que el muchacho, cansado preguntó:
-¿Por que? Pense que habiamos hecho este largo viaje para asentarnos aquí. -
-Y lo haremos pero no será ahora. -Apaciguó levemente la ansiedad del muchacho el joven de rojo con una sonrisa. Podría haberle explicado sus planes desde un principio pero prefería dejarle confusas pistas para que así la necesidad de saber le seguiese produciendo ansiedad. Era un fino metodo de tortura espiritual. De regreso al que el muchacho conocía como único hogar. Su señor comenzó a retomar viejos proyectos, proyectos que nunca fueron realizados ya que no fueron aprobados. Uno de ellos, el que durante esa lejana época resulto ser el más brillante y pretencioso del joven hechicero, consistía en que gracias a una serie de modificaciones o combinaciones una persona enferma o sin posibilidad de recuperar alguna parte de su cuerpo, lograría hacerlo. En principio una gran idea con buenos fines pero con un procedimiento y unas posibles consecuencias altamente peligrosas. Dejado a un lado por el entonces joven aprendiz y ayudante de Merlin pero nunca olvidado iba a ser retomado. Con todos los ingredientes o aquellos más importantes en su poder y un laboratorio propio, ya sólo tenía que encontrar a los que serían sus cobayas. Desde la oscuridad de su pequeño laboratorio, masajeandose una ceja con dos dedos, meditaba que clase de combinación trataría de elaborar y a que individuo le otorgaría la oportunidad de experimentarla. Zaidos, que siempre fue un joven demasiado atrevido, caminaba por el pantanoso bosque seguido por su amigo de toda la vida Dilgear, cuya única meta en la vida era conseguir el suficiente dinero para tener una vida digna. Insconscientes de cúan peligroso era el terreno, la residencia del temido hechicero estaba muy cerca, Zaidos animaba a Dilgear a continuar pues Dilgear se negaba a enfrentarse a las criaturas que habitaban el pantano.
-¡Avancemos un poco más! Estoy seguro que pronto encontraremos a alguna alimaña. -Exclamaba alzando su emocionada voz.
-¡Ni hablar! -Le respondía Dilgear cruzandose de brazos. -¡Somos bandidos no heroes! Deberíamos dejar este trabajo a los caballeros... -
-¡Eso jamás! ¿Sabes la de tesoros que podríamos sacar de las tripas de estas criaturas? -Recordó Zaidos a su demasiado buen amigo. -Además si lo que se cuenta es cierto, por aquí vive un tipo muy temido. Seguro que es poseedor de cosas muy valiosas. -
Dilgear sonrió resignado. Zaidos y sus ganas de aventuras y tesoros no se parecían calmarse con los años. Descruzando los brazos empezó a caminar, acto que complació a Zaidos. Ambos hombres compartían un aspecto parecido. Ambos tenían un fibroso cuerpo y unos rasgos duros con alguna que otra cicatriz, prueba de la difícil vida que compartían. Lo que les diferenciaba eran sus cabellos, los de Dilgear mucho más castaños y largos, aprisionados en una coleta que reposaba a su izquierda. Los enmarañados oscuros cabellos de Zaidos y su barba siempre habían ayudado a Zaidos a darle imagen de sanguinario bandido pero Dilgear sabía que Zaidos al igual que él, sólo usaría su espada en caso de ser necesario. A pesar de su rudo aspecto, esos dos eran unos bandidos muy afables como bien descubriría el muchacho. Dando varias vueltas, machacando y abriendo tripas de varias criaturas, Zaidos se fue dando cuenta de que no había sido tán buena idea adentrarse allí. Sus ropas estaban totalmente empapadas, su arma ensagrientada por la viscosa sangre y el olor a putrefacción comenzaba a superarle. Dilgear también se sentía abatido, pero aún sonreía. Sabía que pronto su cabezota amigo abandonaría obligandole a retomar sus pasos. Por desgracia, durante aquella vana actividad, alguien había fijado sus ojos sobre ellos. El muchacho, que les observaba marcharse sentado desde la entrada, se relajó. No se sintió miedo ni su inquietud tenía que ver con el hostil aspecto de aquellos hombres, lo que encogió su corazón al verlos tán cerca fue que en un incauto acto de valentía o bacineria se plantasen allí, con su señor dentro. Temía los acontecimientos que se desarrollarían ya que su señor le había mandado traerle hombres jovenes. Desde sencillos aldeanos a caballeros, cualquier hombre le valía. Lo que les ocurría, aún sin haber estado presente en los experimentos, atormentaba al muchacho. Los sonidos procedentes del sotano retumbaban por toda la vivienda y la magía que surgía enloquecía a las criaturas y animales cercanos. Por mucho que el muchacho quisiese impedirlo, cuando se encontraron, supó que tanto Zaidos como Dilgear acabarían mal.

2 comentarios:

EndlessBunny dijo...

tus fanfics estan tan logrados <3

MARY dijo...

Mil gracias ^^
Me esfuerzo muchisímo ^^
Además investigo mucho ^^
Saludos!!!
PD En deviantArt puedes seguir Eterno Poder, en spanish ^^